Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
Oh, cuánto Me duele que muy rara vez las almas se unan a Mi en la Santa Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a Mí. Las amo con tanta ternura y sinceridad y ellas desconfían de Mí. Deseo colmarlas de gracias y ellas no quieren aceptarlas. Me tratan como una cosa muerta, mientras que Mi Corazón está lleno de Amor y Misericordia. Para que tú puedas conocer al menos un poco Mi dolor, imagina a la más tierna de las madres que ama grandemente a sus hijos, mientras que esos hijos desprecian el amor de la madre. Considera su dolor. Nadie puede consolarla. Ésta es solo una imagen débil y una tenue semejanza de Mi Amor.
Reflexión: El deseo de la comunión
Oh cúanto me duele que muy rara vez las almas se unan a mí en la Santa Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a mí. Deseo colmarlas de gracias y ellas no quieren aceptarlas. Me tratan como una cosa muerta, mientras que mi corazón está lleno de amor y misericordia.
“Colmó de bienes a los hambrientos”. El estado de gracia es condición necesaria y esencial para comulgar. Muchas veces comulgamos sin voluntad y casi sin entender lo que se va a recibir. Examinemos para preservarnos de este defecto. La primera y más importante para sacar fruto de la comunión, es el deseo.
El alma siente hambre de la comunión en la cual hay varios grados, pues cuanto mayor sea el hambre, tanto más provechosa resulta la comunión. Es necesario que el mismo Dios ponga en nosotros esta hambre de la comunión, de lo contrario, nunca la desearíamos. Pues un deseo divino nos impulsa a comulgar: ¡Pero sé que yo no siento tal deseo! Diremos muchas veces. “Si buscas a Dios con todo tu corazón lo encontrarás, porque es un Dios misericordioso que no te abandonará, ni olvidará la alabanza de amor que con juramento ha hecho contigo” (Deuterenomio). Te suplico humildemente que me concedas este inmenso deseo. El gran motivo para comulgar, es pues el hambre que se siente. Cuando sea más viva, con mayor deseo, comulgaremos más a menudo. Hay un hambre de la comunión que está a nuestro alcance, es el deseo del enfermo que espera al médico. Apiádate de mi miseria. Esta necesidad junto con la pureza de conciencia, basta para hacer una buena comunión. No permitas que yo me aleje hambriento y sediento de la misa, obra en mí, por tu gran compasión, esas maravillas que nos has dado tantas veces en los santos.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda el deseo de comulgar a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.