Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:

Cuando comenzamos a compartir el “oplatek”, reinó un amor sincero y recíproco.  La Madre Superiora me felicitó con estas palabras:  Hermana, las obras de Dios van despacio, pues no tenga prisa.  En general, todas las hermanas me desearon con sinceridad las cosas que yo anhelaba grandemente.  Vi que las felicitaciones surgían verdaderamente del corazón, excepto una hermana que bajo sus palabras escondió malicia, pero eso no me hizo sufrir mucho porque mi alma estaba llenísima de Dios; sin embargo me iluminó sobre el porqué Dios se comunica tan poco a aquella alma y conocí que ella siempre se buscaba a sí misma hasta en las cosas santas.  Oh qué bueno es el Señor que no me permite extraviarme y sé que me custodiará celosamente, pero sólo mientras permanezca pequeña, porque a Él, Soberano Excelso, le gusta tratar con los pequeños, mientras a los grandes los observa desde lejos y se les opone.

Reflexión: El orgullo

Todas las hermanas me desearon con sinceridad las cosas que yo anhelaba grandemente, excepto una hermana que bajo sus palabras escondía malicia; entendí por qué Dios se comunica tan poco a aquella alma y conocí que ella siempre se buscaba a sí misma hasta en las cosas santas.

El orgulloso busca la satisfacción de su propio espíritu, descansa en sí mismo y en el sentimiento con que le honran. El voluptuoso encuentra satisfacción del corazón o de los sentidos en los recíprocos testimonios de amor, en los cuales descansa y goza.

Porque el orgullo consiste en el fondo, en la satisfacción del entendimiento, en la complacencia, en la propia estima y en la que le tienen los demás. Cuantas veces cometemos un pecado de orgullo, renovamos todas las humillaciones de Nuestro Señor. Desde nuestro orgullo nacen directa o indirectamente todos los pecados. “Quitad el orgullo y habéis secado su fuente”.

La lujuria es castigo del orgullo, a los necios que siguen los deseos de la carne. El avaro, lo es por orgullo; el egoísmo viene a ser para él, la última palabra. Su norma es: Yo, aunque sea, dañando a todos; yo, como fin de todo.

Hay una clase de orgullo más dañino, que debemos evitar: el orgullo espiritual, que consiste en gloriarse de las gracias de Dios en virtud de este orgullo, quiere uno ser estimado de los hombres a causa de la dignidad recibida de Dios. Es necesario que practique adquirir y honrar la virtud de la humildad para combatir el orgullo que es la rebelión contra Dios, la idolatría de mí mismo. “Quien se humilla hasta hacerse como un niño, será el más grande en el Reino de los Cielos”. Señor, líbrame del orgullo y de la arrogancia, así quedaré libre de un gran pecado.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te libere del orgullo a ti y a tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Sta. Faustina. Ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Víctor Arce.