- Mark 6:17-29
El Evangelio de hoy nos habla sobre la muerte de Juan el Bautista. Herodes había arrestado a Juan, a quien Jesús había buscado para ser bautizado. Herodes lo condena a morir. El arresto y la muerte de Juan el Bautista fueron señales con relación a Jesús.
Inmediatamente después del arresto, Jesús se retira a Galilea, y ahí comienza Su propio ministerio de predicación y sanaciones. ¿Están estos dos eventos relacionados por simple coincidencia? Difícilmente. Para Jesús el arresto de Juan fue un signo en base al cual Él ahora debía iniciar el trabajo.
Debemos recordar que Jesús, como cualquier judío de esa época, habría visto al mundo a través de las Sagradas Escrituras. Ellas representaban un marco interpretativo de todas las cosas. Era un lugar común para los profetas, y en los Salmos, y partes de la Torá, se mencionaba que el Mesías estaría precedido por un tiempo de tribulación, en el cual los oponentes a Dios se alzarían para contrarrestar sus propósitos.
Jesús vio esto cuando Juan fue arrestado. Esta gran figura, profeta de Israel, había sido apresada y eventualmente asesinada por los enemigos de Dios; y lo tomó como una señal para que Su propio trabajo Mesiánico comience.
El pedido de toda una vida
Un joven estaba consumido por el deseo de conocer el sentido de la vida. Oyó hablar de un gurú omnisciente que vivía en una montaña y que podía responderle. Sin embargo, nadie antes que él había conseguido llegar hasta allí, pues la montaña era muy peligrosa de escalar. Además, la leyenda decía que sólo se podía hacer una pregunta al gurú. El hombre sabía qué preguntar. Y con decisión subió la montaña y llegó a la cima. Le llevaron ceremoniosamente al asiento del gurú. Para su total incredulidad, el gurú era una mujer joven y hermosa. Mientras él se quedaba atónito, la gurú le dijo: «Haz tu única pregunta». Tartamudeando preguntó: «Señora, ¿está usted casada?»
Piensa ahora: De todas las cosas del mundo que Salomé podría haber pedido, ¡pidió la cabeza de Juan el Bautista! ¿Qué podría haber hecho con ella, a menos que fuera una caníbal?
¡Qué desperdicio de la oportunidad de una vida! Pero, ¿qué diferentes somos ante Dios?
Es doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que su tribulación se detenga cuanto antes. Son muchos: los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía: somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. (Audiencia General, 29 abril 2020)
Martirio de San Juan el Bautista
Memoria Litúrgica, 29 de agosto
Mártir
Martirologio Romano: Memoria del martirio de san Juan Bautista, al que Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y a quien, en el día de su cumpleaños, mandó decapitar a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I)
Breve Reseña
El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: «Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: «No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano». Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto».
«Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: «Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino».
La muchacha fue donde su madre y le preguntó: «¿Qué debo pedir?». Ella le dijo: «Pida la cabeza de Juan Bautista». Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista».
El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).
Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.
Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.
Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.
Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.
Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: «Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar». El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.
Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.
«Pídeme lo que quieras y te lo daré»
Santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29. Martirio de San Juan Bautista
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, poder pedir lo que más me conviene.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: «No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano». Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: «Pídeme lo que quieras y yo te lo daré». Y le juró varias veces: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella fue a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?» Su madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista.» Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: «Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy invita a ver el valor de la palabra dada, sin importar el ámbito en el cual se compromete ésta, sea en un claustro religioso o un grupo delictivo.
Es difícil ver el lado positivo a cualquier hecho objetivamente malo, sin embargo, hay que ver el valor que Herodes da la palabra, él sabe que es delicado y por tanto se debe de cumplir lo prometido. Por esto, y por otras atenuantes, Herodes sede a la petición de Salome, quien le sedujo con su baile. Salome es la típica persona que deja que otros decidan por ella, es incapaz de asumir su propio riesgo y responsabilidad. Herodías, por el contrario, es la persona manipuladora que alcanza su objetivo de venganza a través de otros, no se mete en el trabajo sucio.
Con esta rápida descripción de estos personajes, es válido preguntarse, ¿con quién, tú que lees esto, te identificas? Y a partir de aquí dirígete al Padre y pídele lo que quieras, en especial, no la cabeza de un profeta, sino la cabeza del pecado o debilidad con la que luchas. Jesús lo dirá «Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Hombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré» (Jn 14, 13-14).
Por este compromiso de Dios, de dar lo que se le pide, debes de confiar que recibirás lo que necesitas, pero hay que creer que así será. También, recuerda que hay que honrar la palabra que das, de la misma forma que Dios lo hace.
Por su parte, san Juan bautista muere por ser hombre íntegro y de palabra, vive y muere haciendo lo que Dios le ha encomendado y por esto sus enemigos lo asesinan, porque no les agradó ser confrontados por la verdad.
Aun cuando Herodes respetaba a Juan, por poner de garantía su palabra, para poder obtener un placer, se vio, en cierta forma, obligado a asesinarlo; obviamente no fue la mejor decisión, pero para ti y toda la humanidad, a través de un gesto objetivamente malo, quedó patentado el valor que cada uno debe de dar a la palabra dada. Recuerda que la Palabra del Padre es Jesucristo, por eso hay que tener cuidado con empeñar la palabra, los actos objetivamente malos son condenables y se deben evitar, y como tal tendrán su retribución. Si empeñas tu palabra, que sea en cosas buenas.
Que san José y la Virgen María te guíen y den la fortaleza para que honres tu palabra y que te acerques a Dios sin temor a tu debilidad, porque Él siempre cumple.
«Jesús dice además a sus discípulos que no juren, en cuanto el juramento es señal de la inseguridad y de la doblez con la cual se desarrollan las relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantía a nuestras actividades humanas. Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de limpieza y de confianza recíproca».
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Esforzarme por no hacer promesas a la ligera y siempre cumplir, si las hago, mis promesas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
No se negocia el amor a Cristo
A san Juan, hijo de Zacarías y santa Isabel, la Iglesia le dedica dos liturgias.
Fuente: El Observador de la actualidad
A san Juan, hijo de Zacarías y santa Isabel, la Iglesia le dedica dos liturgias: la del 24 de junio, para celebrar su natividad, y la del 29 de agosto, para conmemorar su martirio. El Evangelio recoge lo siguiente:
“Herodes había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, porque Juan le decía: ‘No te es lícito tenerla’. Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
“El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: ‘Tráeme aquí, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista’.
“El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre” (Mateo14, 3-11).
Como siervo de Dios, Juan el Bautista no tenía otra opción que hablar con la verdad, pues el Señor advierte a los suyos:
“Cuando yo diga al malvado: ‘Vas a morir’, si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti.
“Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida” (Ezequiel 3, 18-19).
Aquí la muerte significa la condenación eterna, no la simple muerte física y ante la cual Jesús ya dijo que sus discípulos no han de amedrentarse: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; teman más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna” (Mateo 10, 28).
Benedicto XVI, en su catequesis del 30 de agosto de 2012, señaló:
“Celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas”.
Pero es mucho más fácil acallar la verdad o tergiversarla con tal de congraciarse con el mundo, a pesar de la advertencia de la Palabra de Dios: “No sigan la corriente del mundo en que vivimos” (Romanos 12, 2); por eso cada vez hay más bautizados, incluso clérigos, que igualan a todas las religiones y desaconsejan la conversión al catolicismo o la evangelización y la predicación acerca de la condenación eterna; que apoyan o promueven el aborto, la eutanasia, las fecundaciones in vitro, la clonación humana, la sodomía y la bendición de las parejas del mismo sexo; que quieren que la comunión eucarística se dé a parejas en relación adúltera o fornicaria; que niegan que la masonería y el marxismo sean causa de excomunión; que aplauden o ponen a mujeres a presidir presuntas Eucaristías, dirigir parroquias o aparentar que dan la absolución de los pecados. Todo esto para ser “políticamente correctos”, para “no ofender”, y para no ser demandado, encarcelados o asesinados por dar testimonio de la verdad.
Por eso el ejemplo de san Juan el Bautista es hoy fundamental: constituye un llamado para que los cristianos occidentales se replanteen cómo están viviendo su fe.
Mártir de la Verdad
San Juan Bautista, ejemplo de firmeza en la verdad
Por: Redacción | Fuente: ACI Prensa
Cada 29 de agosto la Iglesia Católica conmemora el Martirio de San Juan Bautista, quien murió decapitado por anunciar y denunciar la verdad. Juan Bautista es el único santo en la Iglesia a quien se le celebra su nacimiento (24 de junio) y su muerte por medio del martirio.
Esta memoria “se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaria, donde, ya a mediados del siglo IV, se veneraba su cabeza. Su culto se extendió después a Jerusalén, a las Iglesias de Oriente y a Roma, con el título de Decapitación de san Juan Bautista”, según explicó Benedicto XVi en 2013.
Añadió que “en el Martirologio romano se hace referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia, transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio, en Roma. Estas pequeñas referencias históricas nos ayudan a comprender cuán antigua y profunda es la veneración de San Juan Bautista”.
El relato de la muerte de San Juan Bautista está en el Evangelio de San Marcos, capítulo 6, del 17 al 29, en el que narra el banquete ofrecido por Herodes por su cumpleaños, donde danzó Salomé, hija de Herodías, la esposa de su hermano con quien tenía una relación adúltera.
Según el relato del evangelio, «Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: ‘No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano’. Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto».
El baile le gustó tanto a Herodes que le prometió a la joven cumplirle cualquier deseo. Por eso ella, a sugerencia de su madre, pide la cabeza de Juan Bautista, la cual le fue entregada en una bandeja.
San Juan Bautista, mártir de la verdad
El 30 de agosto de 2012, Benedicto XVI dedicó su catequesis de la Audiencia General a esta memoria. «La Iglesia celebra hoy la memoria del Martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús, que testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios. Su vida nos enseña que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir que Cristo oriente nuestros pensamientos y nuestras acciones», dijo.
Benedicto XVI destacó que «celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas«.
«La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el ‘martirio’ de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida».
«La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor. Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida», agregó.
El martirio de san Juan Bautista, que murió por decir la verdad
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Anunció la venida del Mesías, Jesucristo, y murió mártir por denunciar sin miedo la vida adúltera del rey Herodes Antipas y su cuñada Herodías
San Juan Bautista era conocido por su predicación en torno a la venida del Mesías. Era penitente y recto en su conducta. Su vida llevó al martirio, en favor de la verdad y la justicia.
El rey Herodes Antipas había tomado como pareja a Herodías, la mujer de su hermano Felipe. Juan Bautista había denunciado públicamente esta conducta, que era un pecado grave. Le decía: “No te es lícito tenerla”. Y el rey había ordenado encarcelarlo. Quería matarlo, pero dice el evangelio que “tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta”.
Herodías estaba al acecho de lo que ocurriera con Juan Bautista, porque las palabras de Juan suponían un estorbo en su estilo de vida adúltera. Así que al presentarse la ocasión de deshacerse del Bautista, no lo dudó.
Narra el evangelio que por su cumpleaños Herodes Antipas dio una gran fiesta y allí bailó la hija de Herodías. El rey, entusiasmado, le dijo que estaba dispuesto a concederle lo que pidiera, aunque fuera la mitad de su reino. Y la joven fue a consultar a su madre qué debía pedir al monarca.
Herodías vio entonces la oportunidad de acabar con la vida de Juan Bautista y le indicó a su hija que pidiera su cabeza sobre una bandeja. El evangelio narra entonces de forma escueta pero impactante cómo fue el martirio de san Juan Bautista:
“El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.
Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para esta a solas.”
Patronazgo
San Juan Bautista es patrono de muchos países (entre ellos Malta y Jordania), regiones y ciudades de los cinco continentes. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas. Es protector de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides.
También se le pide intercesión contra el alcoholismo, dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia y miedo.
Oración
Oh, Dios,
tú has querido que san Juan Bautista
fuese el Precursor de tu Hijo en su nacimiento y en su muerte,
concédenos que, así como él murió mártir de la verdad y de la justicia,
luchemos nosotros valerosamente por la confesión de tu verdad.
Por nuestro Señor Jesucristo.