Primera lectura
Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5.11b-12:
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses en Dios, nuestro Padre, y en el Señor Jesucristo.
A vosotros gracia y paz de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
Debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente y sigue aumentando el amor mutuo de todos y cada uno de vosotros.
Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros ante las iglesias de Dios por vuestra paciencia y vuestra fe en medio de todas las persecuciones y tribulaciones que estáis soportando.
Así se pone de manifiesto el justo juicio divino, de manera que lleguéis a ser dignos del reino de Dios, por el cual padecéis.
Nuestro Dios os haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe. De este modo, el nombre de nuestro Señor Jesús será glorificado en vosotros y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Salmo de hoy
Sal 95,1-2a.2b-3.4-5 R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles no son nada,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,13-22
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la “gehenna” el doble que vosotros!
¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?
O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».
Reflexión del Evangelio de hoy
Gracia y paz
La fiesta litúrgica de María Reina que instituyó el Papa Pío XII se celebra en la octava de la Asunción para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su Asunción a los cielos.
Un par de comentarios efectuados por los dos últimos Papas, Benedicto XVI y Francisco.
El Papa Benedicto XVI en el día de esta celebración dijo que María es Reina precisamente amándonos y ayudándonos en todas nuestras necesidades, es nuestra hermana y sierva humilde de Dios.
El Papa Francisco dijo: ¡Con Dios nada se pierde! En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino la patria allá arriba, que es para siempre. A los cristianos nos toca testimoniar que María es Reina.
En la carta a los Tesalonicenses, Pablo abre la carta con una fórmula que empleará habitualmente como saludo o como despedida: “Gracia y paz”.
Los latinos se deseaban “salud” al encontrarse o despedirse; los griegos, “alegría”, y los hebreos “paz”. El deseo de Pablo es más que mera fórmula: quiere que la fuerza de Dios, -gracia- y su salvación permanente -paz-, reinen entre los cristianos de la comunidad.
Silvano y Timoteo fueron compañeros y personas de confianza de Pablo, especialmente Timoteo que lo acompañó en muchos viajes.
En este fragmento Pablo hace elogios de la iglesia de Tesalónica y da gracias a Dios por la fe y el amor que va creciendo en esta comunidad, a pesar de todas las persecuciones y luchas que sostienen; también les aseguró que oraban por ellos.
Realmente el camino, cuya meta a alcanzar, es llegar algún día a la presencia de Dios, no es fácil ya que debemos sobreponernos a las duras experiencias por las cuales pasamos en la vida, pues Dios tiene que enviarnos algunas dificultades, porque esa es la disciplina que produce paciencia a nuestras vidas y nos permite proyectar una mirada al futuro con esperanza.
Es frecuente pensar que Dios está ausente cuando sufrimos, pero Pablo toma la posición contraria e insiste que su sufrimiento fue evidencia del juicio de Dios.
La carta es una invitación a la esperanza y al esfuerzo. Los cristianos no podemos justificarnos con argumentos religiosos al abandono y la pereza. Tales actitudes no tienen nada que ver con el Evangelio.
El amor a Dios y al prójimo
Las palabras del capítulo 23 de san Mateo señalan la cumbre de la oposición entre Jesús y los escribas y fariseos. Jesús se dirige a la gente y a sus discípulos y les dice que no imiten su conducta a los cuales echa una serie de advertencias. Éstos a su vez ocultan y desfiguran el rostro de Dios en lugar de darlo a conocer. De esta manera, ni entran ellos ni dejan entrar en el Reino de los Cielos a quienes de verdad quieren hacerlo.
Unos y otros son hipócritas. La palabra sale repetidas veces y tiene un hondo sentido porque aunque aparentemente observan la ley de Dios, -el amor a Dios y al prójimo la resume toda-, en realidad no la cumplen. ¿Cómo van a cumplir una ley de amor personas que se separan de los demás y desprecian a todos? Dejan ver una fachada limpia cuando su interior está lleno de podredumbre y desenfreno.
Unos y otros no se han convertido al Señor, porque aunque observan prescripciones minuciosas hasta el escrúpulo, descuidan la justicia, la compasión y la sinceridad.
Las enseñanzas de este capítulo son preciosas para los cristianos de todos los tiempos. Nos ponen sobre aviso del peligro que corremos de perdemos en cuestiones sin importancia y de olvidar el amor y la misericordia. Cumplir lo que se dice; tender la mano al necesitado; acercarse al hombre que sufre; pasar desapercibido al hacer el bien a los demás; no desear el poder para brillar; servir, no atemorizar las conciencias; no usar el miedo, sino librar de él; mostrar con palabras y obras quién es Dios, es un programa que se abre a todo discípulo de Cristo, pero sobre todo a quien tiene algún género de responsabilidad en la comunidad.
¿Tendemos la mano al necesitado? ¿Cómo?
¿Qué preferimos mandar o servir? ¿Por qué?
Santa María Reina
Fiesta litúrgica instituida por el Papa Pío XII en 1954 al coronar a la Virgen en la Basílica de Santa María la Mayor, Roma (Italia), el 11 de Octubre de 1954
MARIA REINA
Memoria Litúrgica, 22 de agosto
María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo
Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia.
El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.
Un poco de historia
La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
Neo-fariseo es quien olvida el núcleo del Evangelio
Santo Evangelio según san Mateo 23, 13-22. Lunes XXI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hazme vivir mi fe con espíritu humilde y puro para ser un verdadero apóstol de tu misericordia.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 13-22
En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque les cierran a los hombres el Reino de los cielos! Ni entran ustedes ni dejan pasar a los que quieren entrar.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para ganar un adepto y, cuando lo consiguen, lo hacen todavía más digno de condenación que ustedes mismos!
¡Ay de ustedes, guías ciegos, que enseñan que jurar por el templo no obliga, pero que jurar por el oro del templo, sí obliga! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo, que santifica al oro? También enseñan ustedes que jurar por el altar no obliga, pero que jurar por la ofrenda que está sobre él, sí obliga. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar, que santifica a la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el templo, jura por él y por aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué Jesús hablaba tan fuerte contra los fariseos? Fariseo significa «separado», parush en hebreo. Ellos buscaban separarse de todo lo del mundo para tener una fe más pura, no como la del resto de la gente común. Por eso recorrían mar y tierra para convertir gente a su causa. Si en el fondo eran gente buena, con propósitos, metas estructuradas y reglas claras, ¿qué hacían mal, Jesús, si predicaban la ley dada por tu Padre?
El error que cometían los fariseos y seguimos cometiendo hoy en la Iglesia es cerrar el Reino de los cielos dándole más importancia a las estructuras, a los medios, a los apostolados, a la eficacia, olvidándonos del núcleo del Evangelio, de la relación personal, corazón a corazón, con Cristo, de la caridad, la misericordia, la sencillez, la humildad, la acogida del hermano.
Nuestra misión como apóstoles ciertamente necesita de medios para desarrollarse, pero en el momento en que el medio y la norma se convierten en principios rectores, Cristo deja de estar al centro y nosotros nos convertimos en neo-fariseos, porque nos separamos del Evangelio en función del éxito humano.
El Evangelio hoy nos llama a entrar y dejar entrar en el Reino de los Cielos, el Reino de Cristo que se empieza a vivir aquí y ahora. Abramos nuestros ojos y limpiémonos de toda hipocresía y doblez para ser apóstoles según el corazón de Cristo.
«Para el Señor, también para la primera comunidad, es de suma importancia que quienes nos decimos discípulos no nos aferremos a cierto estilo, a ciertas prácticas que nos acercan más al modo de ser de algunos fariseos de entonces que al de Jesús. La libertad de Jesús se contrapone con la falta de libertad de los doctores de la ley de aquella época, que estaban paralizados por una interpretación y práctica rigorista de la ley. Jesús no se queda en un cumplimento aparentemente «correcto», Él lleva la ley a su plenitud y por eso quiere ponernos en esa dirección, en ese estilo de seguimiento que supone ir a lo esencial, renovarse, involucrarse».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré actuar con autenticidad y pureza de intención el día de hoy.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Visita al Santísimo Sacramento
Aquí estoy en vuestra divina presencia, Jesús mío, para visitaros.
La adoración eucarística es un momento de intimidad, de confianza y de amistad con Dios. En esos ratos de oración ante el Santísimo, ante Jesús Sacramentado, recordamos que su presencia es fruto del amor que nos tiene. Es un momento oportuno para renovar nuestro propósito de ser santos y de responder generosamente al amor de Dios. En la adoración a Cristo Jesús también podemos pedir perdón por nuestras faltas y pecados, reconociendo así, con humildad, que sólo Él tiene el poder para perdonarnos y que lo ejerce por medio de sus sacerdotes en el confesionario, renovando nuestra confianza en su misericordia.
Podemos rezar por los demás, por nuestros familiares, los amigos, por los necesitados, los sufrientes, los enfermos, los agonizantes, los pobres…
También por la Iglesia, el Papa, los obispos, los sacerdotes…Por los desvalidos, por los que necesitan de la fe y se creen abandonados de Dios, por la conversión de los infieles y de los seguidores de las falsas religiones, por el arrepentimiento de los herejes…Podemos ofrecer un acto de reparación por los pecados nuestros y ajenos, en especial por las ofensas que se profieren contra el nombre de Dios y los sacrilegios que se realizan contra el Santísimo Sacramento; por los crímenes contra los no nacidos, por los pecados contra la moral y la castidad; por las faltas contra la justicia; por el flagelo del crimen organizado… En fin, en cada uno de nosotros anidan diversas intenciones y necesidades que podemos presentar con fe y confianza. ¡Ojalá podamos hacer de la visita al Santísimo un hábito que tendrá muchos frutos en nuestra vida espiritual!
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
-Por la señal…
-Señor mío Jesucristo…
ORACIÓN PREPARATORIA.
Aquí estoy en vuestra divina presencia, Jesús mío, para visitaros.
He venido, Señor, porque me habéis llamado.
Vuestra presencia real en la Sagrada Eucaristía, es el eco de aquellas palabras que nos dirigís en el Evangelio: «Venid a Mí todos los que estáis cargados con vuestras miserias y pecados y Yo os aliviaré». Aquí vengo, pues, como enfermo al Médico, para que me sanéis; como pecador al Santo, para que me santifiquéis; y como pobre y mendigo al rico, para que me llenéis de vuestros divinos dones.
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento del Altar, tan real y verdaderamente como estabais en Belén, como estabais en la cruz y como estáis ahora en el Cielo.
Espero en Vos, que sois poderoso y bueno, para santificar mi alma y salvarme.
Os amo con todo mi corazón, porque sois la Bondad infinita, digno de ser amado de todas las criaturas del Cielo y de la tierra; y me habéis amado hasta derramar vuestra sangre y dar vuestra vida en la cruz por mi.
Vengo aquí a buscar un refugio contra la corrupción del mundo. En el mundo todo es falsedad y mentira; vengo a Vos que sois la Verdad eterna. El mundo está lleno de abismos de iniquidad; vengo a Vos que sois el único Camino de la felicidad. En el mundo todo es sensualidad y pecado; vengo a Vos que sois Vida y Santidad de las almas.
¡Dadme luz, Señor! ¡Que yo os vea presente en el Sagrario con los ojos de la fe; y que mi corazón beba hasta saciarse de la fuente del Amor divino que brota de vuestro Corazón Sacramentado!
COMUNIÓN ESPIRITUAL.
Creo, Jesús mío, que sois el Hijo de Dios vivo, que habéis muerto en la cruz por mí, y estáis ahora real y verdaderamente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os pido perdón de todos mis pecados. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros. Venid a mi corazón. Os abrazo. No os apartéis jamás de mí.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
ESTACIÓN AL SANTÍSIMO.
Está constituida por el Padrenuestro, el Avemarías y el Gloria, se repiten cinco veces por las cinco llagas de N.S. Jesucristo y una vez por el Papa.
JACULATORIAS CONTRA LA BLASFEMIA.
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, la excelsa Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los Cielos.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
ORACIÓN FINAL.
Gracias, Jesús mío, por la bondad con que me habéis recibido y permitido gozar de vuestra presencia y compañía amorosas.
Me vuelvo a mis ocupaciones. Mi corazón queda contigo. En mi trabajo y en mis descansos me acordaré de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que merece vuestra amistad divina.
Dadme vuestra bendición y concédeme todas las gracias, que necesito, para amaros y serviros con la mayor fidelidad.
Bendice, Señor, al Papa, vuestro Vicario en la tierra; líbrale de todos los enemigos de la Iglesia, ilumínale y santifícale para que confirme en la fe a todos nuestros hermanos. Dale sabiduría y asístelo para que logre que todos los fieles nos mantengamos en la fe de Cristo sin contaminación alguna y nos conservemos unidos a la Iglesia Católica por los vínculos de esa fe, así como también por la caridad en el obrar, para que, de este modo, todos alcancemos la salvación de nuestras almas.
Bendice a vuestra Iglesia Santa y haced que su luz brille en todas las naciones; que los paganos conozcan y adoren al único verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo; que los herejes renieguen de sus yerros; que los seguidores de las falsas religiones se conviertan a la verdadera Iglesia y se integren a la única arca de salvación; que ellos y los pecadores tengamos arrepentimiento.
Bendice a vuestros sacerdotes, consérvalos fieles a las enseñanzas de la Iglesia, protégelos de las tentaciones, santifícalos y multiplícalos. Y danos, Señor, la sabiduría para discernir entre tus buenos ministros y los falsos pastores que son guías ciegos y lobos rapaces que buscan llevarnos al abismo.
Bendice y protege a nuestra nación.
Bendice a todos nuestros bienhechores y concédeles la bienaventuranza eterna.
Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de beneficios.
Bendice a todos nuestros familiares y haced que vivan todos en vuestra gracia y amistad y que un día nos reunamos en la Gloria.
Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles difuntos que están en el Purgatorio.
Da la salud a los enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a todos vuestro divino amor, consérvanos íntegros en la fe y en la obediencia a tus mandamientos hasta el final de nuestra vida para poder alcanzar un día la luz esplendorosa de la Gloria, donde en unidad con el Padre y el Espíritu Santo te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos. Amén.
Otras oraciones que puedes rezar ante el Señor
Alma de Cristo: Es una oración que todo el mundo debería rezar y meditar a menudo
Oración por los sacerdotes en el jueves Santo
Suplica a Jesús Sacramentado a favor del clero Sacerdotal
Oración que salva a millones de pecadores del infierno
Una oración recomendable para el tiempo de cuaresma: letanías de la humildad
Oración para pedir un corazón misericordioso
Para entrar en la vida de Dios, hay que pasar a través de Él
Ángelus del Papa Francisco, 21 de agosto de 2022.
En una Plaza de San Pedro, a la que se dieron cita los fieles y peregrinos, como cada domingo, el Papa Francisco en su alocución después del rezo del Ángelus recordó las palabras del Evangelio de hoy, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará». Esto quiere decir, dijo el Papa, que, para entrar en la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar a través de Él, acoger a Él y su Palabra.
Y nos cuestiona a cada uno de nosotros: ¿De qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos, pero nos permite acoger la vida verdadera que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?, al respecto, su petición a la Virgen María, “que siguió a Jesús hasta la cruz”, para que nos ayude a medir “nuestra vida sobre Él, para entrar en la vida llena y eterna”. Entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone implica limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia, bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz, dijo el Papa.
Traten de entrar por la puerta estrecha
En su alocución, el Pontífice, repasó el pasaje del Evangelio de Lucas de la Liturgia de este domingo: «Un hombre le pregunta a Jesús: «¿Son pocos los que se salvan?» Y el Señor responde: «Traten de entrar por la puerta estrecha» (Lc 13,24)”.
El Papa dijo que es probable, que al imaginarnos una puerta estrecha, esa imagen «podría asustarnos», afirmó, como si la salvación fuera destinada solo a pocos elegidos o a los perfectos. Pero esto contradice lo que Jesús nos ha enseñado en muchas ocasiones, añadió el Pontífice, de hecho, poco más adelante, Él afirma: «Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios». Por lo tanto, animó Francisco, esta puerta es estrecha, ¡pero está abierta a todos
Una puerta estrecha abierta a todos
Más adelante, el Papa Francisco dijo que para «entenderlo mejor, hay que preguntarse qué es esta puerta estrecha. Jesús extrae la imagen de la vida de esa época y, probablemente, se refiere a que, cuando llegaba el atardecer, las puertas de las ciudades se cerraban y solo quedaba abierta una, más pequeña y más estrecha: para regresar a casa se podía pasar únicamente por ahí». Pero manifestó que, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará» (Jn 10,9). Nos quiere decir que para entrar en la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar a través de Él, acoger a Él y su Palabra.
Así como para entrar en la ciudad, había que “medirse” con la única puerta estrecha que permanecía abierta, del mismo modo, señaló Francisco, la vida del cristiano es una vida “a medida de Cristo”, fundada y moldeada en Él. Y la vara de medición es Jesús y su Evangelio, recordó el Papa, y no lo que pensamos nosotros, sino lo que nos dice Él. El Santo Padre nos dijo que es una puerta estrecha no «por ser destinada a pocas personas, sino porque pertenecer a Jesús significa seguirle, comprometer la vida en el amor, en el servicio y en la entrega de sí mismo como hizo Él, que pasó por la puerta estrecha de la cruz».
Limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosufiencia
El Pontífice manifestó que para entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone, implica limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia, bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz. Y citó algunos ejemplo de personas, dijo, no eligieron la puerta ancha:
«Pensemos concretamente a esos gestos cotidianos de amor que llevamos adelante con esfuerzo: a los padres que se dedican a los hijos haciendo sacrificios y renunciando al tiempo para sí mismos; a los que se ocupan de los demás y no solo de sus propios intereses; a quien se dedica a los ancianos, a los más pobres y a los más débiles; a quien sigue trabajando con esfuerzo, soportando dificultades y tal vez incomprensiones; a quien sufre a causa de la fe, pero continúa rezando y amando; a los que, más que seguir sus instintos, responden al mal con el bien, encuentran la fuerza para perdonar y el coraje para volver a empezar».
Solo son algunos ejemplos de personas que no eligen la puerta ancha de su conveniencia, explicó por último, sino la puerta estrecha de Jesús, de una vida entregada en el amor. Estas personas, dice hoy el Señor, serán reconocidas por el Padre mucho más que los que ya piensan ser salvados y, en realidad, son «los que hacen el mal». Y nos preguntó por último ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos pero nos permite acoger la vida verdadera que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?
Santa María, Reina y Madre de Misericordia
Multitud de poetas medievales cantaron con cincelados versos a la Madre Misericordiosa o de la misericordia. Pocas advocaciones habrán sido más celebradas, ya que polarizó la atención y súplica de los fieles deseosos de alcanzar por medio de la Virgen, el perdón divino.
Deseo ocuparme y éste, y en otros posibles artículos de la imagen evangélica de la Virgen en los nuevos Prefacios marianos. Comienzo con un bellísimo formulario, tomado de la colección «Misas de la Virgen María». Es el n1 39, llamado Reina y Madre de misericordia. Los dos se ensamblan armónicamente en la devoción popular hacia la Madre de Dios, como los dos rasgos característicos que mejor configuran la semblanza de nuestra Señora. En el sencillo y breve análisis del Prefacio aparecen las razones doctrinales que justifican el doble título o advocación.
- Riqueza de los títulos bíblicos y eucológicos
El título o advocación de «Reina de misericordia» al que hacen referencia la antífona de entrada y la Colecta alternativa, celebra conjuntamente la bondad, la generosidad, la dignidad de la Virgen que, elevada al cielo, cumple con su misión de rogar incesantemente a su Hijo por la salvación de los hombres. He aquí el saludo inicial: Salve, Reina de misericordia, Madre gloriosa de Cristo, consuelo de los penitentes y esperanza de los pecadores. En cuanto a la segunda Colecta, que se ofrece opcionalmente, su texto resulta bien elocuente: «Dios misericordioso escucha las plegarias de tus hijos que, inclinados por el peso de sus culpas, se convierten a ti e invocan tu clemencia. Movido por ella enviaste a tu Hijo al mundo como Salvador y nos diste a la Virgen Santa María como Reina de misericordia».
En cuanto al mencionado título, recogido en la Colecta primera, Oración sobre las Ofrendas y en el Prefacio, conviene aportar algún dato histórico aclaratorio. Quien atribuyó por primera vez este título a la Virgen fue -según parece- san Odón, abad benedictino de Cluny y fundador del monasterio homónimo, fallecido el año 942. El título cuadraba con entera razón a Santa María, porque dio a luz para nosotros a Jesucristo, misericordia visible del invisible Dios misericordioso, y porque es Madre espiritual de los fieles, llena de gracia y misericordia.
San Lorenzo de Brindis, capuchino y doctor de la Iglesia (1559-1619), hombre de amplia y profunda sabiduría bíblico-teológica, indaga con unción las razones de este título llamado a María «Madre misericordiosísima, Madre clementísima, Madre tiernísima y amantísima». El formulario de esta Misa mariana gira sobre dos goznes de sólida base doctrinal: Ella es Profetisa que ensalza la misericordia de Dios, y a esta idea central alude el pasaje evangélico de la Visitación con el cántico de Magnificat (Lc 1,39-55).
Fue en esta ocasión cuando la Virgen alabó por dos veces a Dios misericordioso: su misericordia llega a sus fieles / de generación en generación (…)./ Auxilia a Israel su siervo / acordándose de la misericordia. Por este motivo, los fieles desean proclamar continuamente la misericordia de Dios para con la bienaventurada Virgen María, como reza la Poscomunión.
El segundo gozne está constituido por la afirmación principal del Prefacio: La Virgen es la Mujer que ha experimentado la misericordia de Dios de un modo único y privilegiado. Comentaremos enseguida esta iluminadora enseñanza que nos hace celebrar con desbordante gozo el título consolador de María, Madre de Misericordia, que desde el comienzo del segundo milenio, pasó a la piedad popular y a la Liturgia. Multitud de poetas medievales cantaron con cincelados versos a la Madre Misericordiosa o de la misericordia. Pocas advocaciones habrán sido más celebradas, ya que polarizó la atención y súplica de los fieles deseosos de alcanzar por medio de la Virgen, el perdón divino.
- El núcleo doctrinal del prefacio
Las tres «estrofas» de esta pieza admirable nos revelan las excelencias sobrenaturales de Nuestra Señora. Después del párrafo introductorio común a todos los Prefacios, escuchamos como una triple cadencia las exclamaciones gozosas de la Iglesia que celebra los divinos misterios: Ella es Reina clemente, / que, habiendo experimentado tu misericordia / de un modo único y privilegiado, / acoge a todos los que en ella se refugian, / y los escucha cuando la invocan. / Ella es la Madre de la misericordia, / atenta siempre a los ruegos de sus hijos, / para impetrar indulgencia, / y obtenerles el perdón de los pecados. / Ella es la dispensadora del amor divino, / la que ruega incesantemente por nosotros / para que su gracia enriquezca nuestra pobreza / y su poder fortalezca nuestra debilidad.
Hasta aquí lo que podemos denominar el núcleo central que canta a la bienaventurada Virgen María, Reina de piedad y Madre de misericordia tanto en sentido objetivo como subjetivo. Si Ella es la Madre de Jesucristo, la misericordia encarnada del Padre, María es la Madre de la misericordia. Y si Dios quiso enriquecerla con la poderosa intercesión haciéndola «Mediadora ante el Mediador», según la bella expresión de san Bernardo, Ella es Madre misericordiosa. El eje diamantino del Prefacio que cruza y vertebra todo el conjunto reside en las palabras clave de la segunda estrofa: María ha experimentado la misericordia del Señor. Consciente de ello prorrumpe ante Isabel en su éxtasis de amor agradecido: «Mi alma proclama la grandeza del Señor. Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador». El nuevo Prefacio se hace eco de las enseñanzas de Juan Pablo II en su encíclica «Dives in misericordia» (30-XI-1980) a la que pertenece este denso pasaje:
«María es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido la llamamos también Madre de la Misericordia. En cada uno de estos títulos se encierra un profundo significado teológico, porque expresan la preparación particular de su alma, de toda su personalidad, descubriendo a través de los complicados acontecimientos de Israel, y de todo hombre, y de la humanidad entera después, aquella misericordia de la que por todas las generaciones, nos hacemos partícipes, según el eterno designio de la Santísima Trinidad. Los susodichos títulos que atribuimos a la Madre de Dios nos hablan de Ella, por encima de todo, como Madre del Crucificado y del Resucitado».
«Sin duda María, y por María, experimentamos la misericordia divina, porque en virtud del tacto singular de su corazón materno y de su extraordinaria sensibilidad compasiva, posee una esencial actitud para llegar a todos aquellos que aceptan más fácilmente el amor misericordioso de parte de una Madre».
Añade como sugestiva apostilla el Pontífice: «Este es uno de los misterios más grandes y vivificantes del cristianismo, tan íntimamente vinculado con el misterio de la Encarnación» (DM, 9). Todas estas ideas pontificias han sido incorporadas de manera sintética al texto del Prefacio que venimos comentando. Ciertamente la importancia teológica y doctrinal de sus contenidos deriva de las Fuentes Reveladas y de la Sagrada Liturgia donde se verifica el aforismo «Lex orandi, lex credendi»: Se ora como se cree, y se cree como se ora. Pero la enseñanza autoritativa de la Iglesia ilumina y enriquece con perfiles muy acusados, el dato revelado.
- Cristianos misericordiosos en el tercer milenio
En la llamada Oración sobre las Ofrendas la Iglesia dice: «Al venerar a la Virgen María Madre de Misericordia, concédenos ser misericordiosos con nuestros hermanos». Esta petición desea corresponder al mandato de Cristo en el Sermón del Monte: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Mt 6,36). Quizá lo que más necesita la Iglesia, cuando ha inaugurado ya el tercer milenio y el nuevo siglo XXI, sea de cristianos misericordiosos que lleven a cabo el programa sobre las virtudes evangélicas, propuesto por san Pablo a los fieles de Colosas: Revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, magnanimidad (Col 3.12).
En una sociedad cada vez más fría e indiferente, de escasos rasgos de apertura a los demás, en los que predominan múltiples formas de egocentrismo insolidario, urge que los discípulos de Jesús den unánime y constante testimonio de caridad compasiva y comprensiva, es decir, de fraternidad evangélica hacia todos los demás. El preámbulo de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual nos señala el camino: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre resonancia en sus corazones» (GS, 1).
Esta es la estampa genuina del cristiano en un nuevo siglo marcado por increíbles avances técnicos y científicos, pero sellado al mismo tiempo por vergonzosas lacras, zonas oscuras y humillantes servidumbres.
La Misa de la Virgen María, Reina y Madre de la misericordia, indica la dirección de nuestros pasos de peregrinos, en la encrucijada incierta que debe conducir a la civilización del amor. Otros equivocados rumbos nos llevarían a un túnel sin salida. En la «Vida de María» -quizá la primera históricamente- escrita por Máximo el Confesor a mediados del siglo VII, se habla así de la bienaventurada Virgen: «Su misericordia no era sólo para los parientes y los conocidos, sino también para los extraños y los enemigos, porque era verdaderamente la Madre de la Misericordia, la Madre del Misericordioso, la Madre de Aquel que por nosotros se encarnó y fue Crucificado, para derramar sobre nosotros, enemigos y rebeldes, su misericordia».
Y san Andrés de Creta fallecido el año 740, ruega así a María: «Levanta con la riqueza de tu misericordia mi alma, vuelta mísera por los pecados, oh Madre de Dios». No olvidemos que la misericordia envuelve a la Virgen María desde el punto de partida de su ser, total y completamente. Toda su vida no cesa de recibir la plenitud de la misericordia de Dios. Si acertamos a comprender cómo María es la mejor obra de arte de esta misericordia, tendremos -de alguna forma- la llave para penetrar en todas las misericordias del Padre y poder vivirlas.
Nos conviene meditar mucho los textos evangélicos marianos de san Lucas. Comprobaremos entonces que el Fiat (Hágase en mí) y el Magnificat (proclama mi alma la grandeza del Señor) son la respuesta más perfecta de María a las misericordias del Padre derramadas sobre Ella. El tema del Magnificat es fundamentalmente el tema de amor del Padre hacia los humildes y los pobres. Por ello Dios ha elegido para su designio salvífico a una doncella pobre y humilde. María es la profetisa de la misericordia del Padre y su más fiel icono después de Cristo.
San Bernardo escribe: «María se ha hecho toda para todos y a todos abre el seno de su misericordia a fin de que todos reciban la gracia que necesitan: el esclavo, el rescate; el enfermo, la salud; el afligido, el consuelo; y el pecador, el perdón». La mirada a María «Reina y Madre de misericordia» nos lleva a lo que Juan Pablo II ha repetido con insistencia: «María Santísima. Hija predilecta del Padre, se presenta ante la mirada de los creyentes, como ejemplo de amor, tanto a Dios como al prójimo».
María es Reina y Madre de misericordia porque su mediación en favor de todos los hombres está unida a su maternidad. Este carácter materno de su mediación siempre subordina a la única mediación de Cristo, y siempre participada, explica por qué, en cuanto Madre, coopera en la acción salvífica del Hijo, Redentor del mundo. Y explica también por qué esta maternidad de María en la economía de la gracia perdura sin cesar hasta la consumación perpetua de todos los elegidos (LG, 62). Nuestros poetas clásicos se hicieron eco de este poder intercesor de María capaz de alcanzarnos la múltiple e infinita misericordia de Dios.
Oigamos estos sentidos versos de Cristóbal de Cabrera: Quién podrá tanto alabarte / según es tu merecer; / Quién sabrá tan bien loarte / que no le falte saber; / pues que para nos valer / tanto vales / da remedio a nuestros males. / ¡Oh Madre de Dios y hombre! / ¡Oh concierto de concordia! / Tú que tienes por renombre / Madre de misericordia; / pues para quitar discordia / tanto vales, / da remedio a nuestros males.
Iglesia perseguida
A la Iglesia nunca la han debilitado las persecuciones. De cada una de ellas ha salido fortalecida
Por: Antonio Maza | Fuente: yoinfluyo.com
A la Iglesia nunca la han debilitado las persecuciones. De cada una de ellas ha salido fortalecida. Lo que puede dañarla verdaderamente es que sea irrelevante. Que no importe porque no influya en la sociedad
¿Puede hablarse de una persecución a la Iglesia? En el siglo XX y lo que va del siglo XXI, hay más mártires que en toda la historia de la Iglesia. La llamada limpieza étnica en los Balcanes y en Medio Oriente en las últimas décadas tuvo un fuerte componente de persecución religiosa, concentrada en los cristianos. Y lo mismo ocurre en África y en zonas de China o la India.
México viene de una persecución religiosa que en unos años más cumplirá 100 años, con un momento álgido en la Cristiada y una persecución de baja intensidad que sigue hasta nuestros días, bajo el pretexto de la república laica que impide la presencia de la Iglesia en radio y televisión abierta y la prohibición de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, violentando el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones.
La persecución más fuerte, sin embargo, no se da ahí. Se da en la cultura, se da en los valores. Cuando se niega el concepto de verdad, por ejemplo. Cuando se hace burla de la religiosidad popular. Cuando en escuelas y universidades se hace escarnio de los alumnos con convicciones religiosas.
En esta situación se ha lanzado en octubre una campaña mundial de oración, propiciada por el papa Francisco, pidiendo por la Iglesia. Vatican News, organismo del Vaticano, explica: “La difusión de esta intención del Santo Padre ha sido encargada a la Red Mundial de Oración del Papa, y en este contexto, su director, padre Frédéric Fornos SJ, explica en entrevista para Vatican News, la importancia de sumarnos a la petición de Francisco.”
En dicha entrevista, el mencionado padre Fornos explica: “Esta petición llega ahora, en particular, tras estos últimos meses donde la Iglesia vive situaciones difíciles, entre ellas, han aparecido con mucha más fuerza que antes, abusos sexuales, abusos de poder y de conciencia por parte de clérigos, personas consagradas y también laicos; sumando así divisiones internas. Y ciertamente, muchos católicos piensan que es un momento difícil de confusión donde se escuchan cosas que pueden sorprender, incluso horrorizar…”.
En resumen, esta campaña nos pide rezar el rosario todos los días de octubre, acompañado por otras conocidas oraciones a la Santísima Virgen y a San Miguel Arcángel. Todo ello en desagravio por estos males terribles y para que la Iglesia se fortalezca.
Puede decirse, sin embargo, que esto no es a causa de una verdadera persecución. Los motivos de estos ataques a la Iglesia no son falsos. Tristemente, los hechos que se señalan son verdaderos. Claro, serán aprovechados para desanimar y decepcionar a los fieles, frustrar vocaciones, enfriar la caridad de muchos. Entre nosotros están los culpables.
Está ocurriendo lo que dijo Paulo VI: “Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios.” La sal ha perdido su sabor, diría el evangelio. Y es un tema de todos. No es solo asunto de los obispos o del Papa. El daño es muy grave y requiere de la fortaleza de toda la Iglesia, de todos sus fieles. No podemos considerarnos ajenos. La Iglesia necesita de las oraciones de todos sus hijos.
A la Iglesia nunca la han debilitado las persecuciones. De cada una de ellas ha salido fortalecida. Lo que puede dañarla verdaderamente es que sea irrelevante. Que no importe porque no influya en la sociedad. Si a los fieles católicos no nos importa esta campaña, habremos contribuido a la irrelevancia de la Iglesia. Porque si a nosotros no nos importa nuestra Madre y Maestra la Iglesia, ¿a quién más le podría importar?
A todos los abuelos y abuelas
Y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad
Con motivo del Santo de hoy San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, retomamos esta carta escrita por + Mons. Francisco J. Chavolla Ramos en agosto de 2014
A todos los abuelos y abuelas y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad
Con gratitud por su vida y aporte, les saludo a nombre de todos los Obispos de México.
Quiero aprovechar esta ocasión para expresarles nuestro reconocimiento. A Ustedes les ha tocado formar a sus hijos en tiempos muy complejos, de profundos cambios, algunos muy buenos otros no tanto. Pero todos ellos han formado una realidad diferente a la que han logrado acoplarse con gran velocidad y generosidad sin perder su fe y valores fundamentales.
La tarea de educar a los hijos nunca termina. Al principio de la vida, cuando son niños, las enseñanzas son muy prácticas: instruirlos a comer, caminar, vestirse, sentarse, lavarse, etc. Sin embargo cuando más crecen, el desafío es más profundo y más humano, pues hay que ayudarlos a entender los grandes rasgos de ser persona, pero sobre todo a sobrellevar la vida, que es un torrente de oportunidades, limitaciones, alegrías y por supuesto adversidades.
Los invitamos a seguir con perseverancia y generosidad su tarea. Que en ningún hogar mexicano falte la palabra sabia, caritativa, prudente y testimonial de los abuelos. Que nuestra sociedad siga contando con un caudal de tradición que nos reúna, encuentre y sobre todo nos descubra el verdadero sentido de la vida.
“Los ancianos son los que traen la historia, que nos traen la doctrina, que nos traen la fe y que la dejan en herencia. Son los que, como el buen vino envejecido, tienen esta fuerza dentro para darnos una herencia noble” (S.S. Francisco. Homilía celebrada en la misa del 19-Nov.-2013, Casa Santa Marta).
Los exhorto también a seguir participando de cada una de sus parroquias, capillas y comunidades eclesiales. No solamente necesitamos fortalecer la vida de las familias, Iglesias domésticas, sino también el servicio que la Iglesia presta al mundo, en una dinámica de misión permanente, transmitiendo el amor de Cristo a cada uno de los hombres y mujeres de este tiempo.
Pidamos hoy a los Abuelos Santos: Simeón, Ana, Policarpo y Eleazar, la gracia de custodiar, escuchar y venerar a nuestros antepasados. Dios bendiga su vida, su paz y sobre todo su alegría, con la presencia del Dios Uno y Trino.
¿Por qué los católicos llaman Reina a la Virgen María?
George Martell-cc
Philip Kosloski – publicado el 20/05/17
Tiene que ver en parte con los antiguos reinos judíos…
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A la Santísima Virgen María se la llama repetidamente en la Iglesia católica «Reina» y a menudo «Reina del Cielo y de la Tierra». ¿Por qué?
En primer lugar, el Catecismo afirma:
«La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte» (CCC 966).
Así María es reconocida como Reina del cielo y la tierra, y un día de fiesta el 22 de agosto está dedicado a su realeza.
Andreas F. Borchert | CC BY-SA 4.0
Más allá de eso, sin embargo, María es llamada reina debido a una antigua tradición que se remonta a la época del rey David. Así lo explica el teólogo Colin B. Donovan:
«En la monarquía del Antiguo Testamento la Reina del Reino de David era la Reina Madre. Los reyes, por razones de estado y de debilidad humana, tenían muchas esposas, ninguna de las cuales podía llamarse reina. Ese honor estaba reservado a la madre del rey, cuya autoridad superaba con creces a las muchas «reinas» casadas con el rey. Vemos que este es el papel que Betsabé jugó respecto al Rey Salomón y las ocasiones en que la Reina Madre actuó como regente en nombre de los sucesores juveniles al trono «.
Hay referencias a la reina madre en el Antiguo Testamento, por ejemplo en el Segundo Libro de Reyes:
«Entonces el rey Joaquín, junto con sus consejeros, nobles y oficiales, y la reina madre, se rindieron a los babilonios» (2 Reyes 24,12).
La reina madre en el Reino Davídico, oía las súplicas del pueblo y las llevaba al rey para su consideración.
¿No es esto exactamente lo que hace la Virgen María, como Reina del Cielo y de la Tierra?
Una corona…
Por estas razones, la Iglesia siempre ha visto a María como una reina sentada junto a su Hijo en el Cielo.
A lo largo de los siglos, el arte cristiano ha destacado esta creencia poniendo una corona en su cabeza tanto en la iconografía oriental como en el arte occidental tradicional.
Fr Lawrence Lew O.P/Flickr
También se desarrolló durante años la tradición de coronar a María con una corona de flores durante el mes de mayo.
Esto a menudo lo hacen los que reciben la Primera Comunión en muchas parroquias, y rinden honores a María ese mes como a nuestra querida Madre y Reina.
Una oración
El Regina Caeli (Reina del cielo) es una oración tradicional que la Iglesia reza especialmente durante el tiempo pascual. Aquí, el bonito texto del Regina Caeli, que llama al reino de María y pide su poderosa intercesión:
- Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
- Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
- Ha resucitado, según predijo; aleluya.
- Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
- Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
- Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
- Amén.
Mira aquí 25 preciosas alabanzas que los santos dedicaron a la Reina:
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