Jeremías 38:4-6.8-10 / Hebreos 12:1-4 / Lucas 12:49-53
Las tres lecturas de la Liturgia de hoy nos traen el mismo mensaje: el pecado de la confrontación, de la oposición be-mal.
¿De dónde vienen las oposiciones, a veces tan violentas? ¿No sólo en el campo internacional, sino también entre religiones, entre ciudades, entre familias, entre ideologías? En cualquier lugar donde hay convivencia.
Hemos escuchado en la primera lectura como Jeremías anunciaba guerras y derrotas en Israel. No eran palabras halagadoras. Y le sale un falso profeta que le contrapone un mensaje triunfal. Jeremías es castigado y metido en un pozo fangoso. El problema fue de no querer atender a las amenazas evidentes que anunciaba Jeremías. Fue el preferir el engaño del bienestar engañoso. Esto nos exhorta a tener coraje para abrir los ojos a la realidad y no al deseo engañoso y ficticio del bienestar.
Ésta, también, es la enseñanza que nos ofrece la carta a los Hebreos. Nos pone el ejemplo de los cristianos que han dado la vida por la fe y nos han dejado el ejemplo de una vida santa. Han luchado y han vencido, por su constancia. Han sabido posponer el bienestar ficticio, asumiendo la contrariedad al igual que Cristo, el modelo por excelencia, que ha llegado al trono de Dios a través de la cruz. Él no se avergonzó de aguantar los escarnios y el martirio, porque la verdad no se puede jugar en los dados. Resistió hasta la muerte, que él puso en manos del Padre, Juez justo que premia el bien, y lo resucitó. Él es nuestro modelo de comportamiento cristiano. Como cristianos también seremos criticados e incluso mofados. Pero nuestra fe tiene el sello de la inmortalidad. Y la verdad no puede desmentirla nadie, aunque le cueste triunfar. ¡Creamos!
La contrariedad de Jesús se resume en su mensaje: “amaos unos a otros tal y como yo os he amado”. Éste es el fuego que Jesús quería que quemara la tierra. Y éste es el fuego que quisieron apagar con su crucifixión. Él predicaba un fuego que arde el mal de la división, del egoísmo, del dominio del fuerte sobre el débil, del rico sobre el pobre, del sabio sobre el ignorante, del sano sobre el enfermo, de la injusticia sobre la justicia . Anunciaba la era del amor, de la comunión, del perdón, del respeto, de la solidaridad, de la compasión. Pero los hombres de la Ley judía no quisieron hacerle caso.
Y parece que sus seguidores no hemos sabido practicarlo durante todos los siglos de cristianismo: porque, ya durante la época apostólica hubo divisiones: si era necesario o no seguir la observancia de la circuncisión y los preceptos del judaísmo. También, en preferencias de las viudas judías sobre las de origen griego. Y no hablemos de la lucha de St. Paz con los judaizantes. Y, en el s. II, y siglos posteriores, las diversas interpretaciones de la figura de Jesús. Y la división actual de los cristianos, que tanto dificulta la predicación del Evangelio.
Jesús nos reveló quién es Dios, y que en él no hay división alguna, y quiere que los hombres seamos uno, con comunión, en comprensión por las diferencias; que cada uno trate de abrirse a lo que dice el otro, que se abra a los avances de la civilización, que haya adaptación a las novedades positivas de los hombres. Es lo que predica tan insistentemente el Papa Francisco: No encerrarse, no anquilosarse en ideas pasadas, saber acoger lo bueno que nos aporta la nueva cultura, saber cambiar de estilo pastoral y de lenguaje. Superar el clericalismo. El amor sabe acomodarse a todo lo bueno y noble, y las potencia.
A nivel personal tratamos de poner comunión donde hay división, perdón donde existe enemistad, bondad donde existe rigidez, paciencia donde hay dificultad de cambiar. Es decir, intentar hacer la comunión y poner comprensión en las diferencias inevitables que existen entre los hombres. Pero sabiendo que quien pule una piedra, colabora en la cohesión del edificio de la Iglesia.
El amor jamás destruye, siempre edifica. El amor es Dios en nosotros.
Dejémoslo actuar.
Conoce la vida de Maximiliano Kolbe: mucho más que su muerte en Auschwitz
Es uno de los grandes santos del siglo XX: fundador de una ciudad, misionero en Asia y creador de revistas
San Maximiliano María Kolbe fue una figura grandiosa del catolicismo del siglo XX.
Kolbe fue un hombre de un celo apostólico extraordinario, un precursor en el uso de los medios de comunicación social para la transmisión del Evangelio, que consumó su vida con el testimonio del amor más grande: ser mártir de la caridad en Auschwitz.
El manantial de todo su dinamismo fue su amor apasionado a la Madre de Dios. Es conocido como “el loco de la Inmaculada».
En medio de muchas dificultades exteriores, limitado físicamente por la tuberculosis, trabajó con pasión por la extensión del Evangelio.
Fue misionero en Japón, y sus publicaciones llegaron hasta India, China, e incluso Arabia. Fundó en Polonia una ciudad para la Inmaculada: Niepokalanow.
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San Maximiliano María es un ejemplo vivo de la generosidad apasionada en la entrega a Dios que puede suscitar la devoción a María, cuando es auténtica.
Ser posesión de la Inmaculada era su ideal. Ella le llevó al don completo de sí mismo, a ser imitador perfecto de Jesucristo:
«Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por su amigos» (Jn. 15, 13).
Los Siervos del Hogar de la Madre, con la colaboración con H.M. Televisión, han realizado este documental de 30 minutos sobre la vida de san Maximiliano María Kolbe para su difusión gratuita a través de Youtube: os lo recomendamos.
Traer la paz o la división
Santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53. Domingo XX del Tiempo Ordinario
Por: Cristian Gutiérrez, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero estar contigo en este momento y decirte tantas cosas: contarte de mi vida, aunque ya la conoces, hablarte de mis proyectos, desahogarte mis problemas, platicarte mis ilusiones y mis fracasos. Quiero escucharte, verte, experimentarte, tocarte con la fe. Necesito de ti tanto como del agua o del aire. Cuando me alejo de ti soy tan triste, tan débil, tan frágil. Pero sé también que contigo todo lo puedo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
El Evangelio me muestra cómo eres y en este pasaje contemplo una faceta de tu persona que pocas veces se descubre. Eres un hombre celoso por la salvación de las almas, un hombre luchador, aguerrido, lanzado. Sabes bien que tu mensaje va contra corriente y que no será bien acogido por el mundo, por ello adviertes de las consecuencias de tus actos.
Eres un apasionado, un loco de amor que quisiera que el mundo ardiera por este amor, pero se topa con la frialdad del hombre que pocas veces y con resistencia se deja encender.
Con esto me enseñas a cultivar en mi vida ese celo a hacer que más personas te conozcan y te amen, porque así sus vidas serán mejores. Esa pasión por evangelizar no sólo a unos cuantos, sino alcanzar el mundo entero.
Dame, Señor, un poco de ese celo tuyo que me mueva a ser dócil instrumento en tus manos para llevar tu mensaje por toda la tierra. Que me queme por dentro el anhelo de llevarte a los que no te conocen. Que me mueva, me motive a sudar y desgastarme consciente que de ti depende la salvación.
Evangelizar no es siempre motivo de unión, aunque debería serlo. Esto me lo dejas claro en este pasaje. Es difícil que los hombres dejemos las formas de pensar, de actuar, de ser, contrarias al Evangelio. Por ello tu mensaje no es siempre acogido con docilidad y apertura. Sin embargo esto no es motivo de desánimo. El fuego de tu amor puede consumir esas dificultades y hacer que todos seamos un solo rebaño, con un solo Pastor.
«El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Este –el fuego– es una fuerza creadora que purifica y renueva, quema toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro, nos regenera y nos hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo estalle como el fuego en nuestro corazón, porque sólo partiendo del corazón el incendio del amor divino podrá extenderse y hacer progresar el Reino de Dios».
(Angelus de S.S. Francisco, 14 de agosto de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me esforzaré por vivir mis deberes con espíritu de perfección, ofreciendo al Señor este acto de amor por la salvación de quienes no han sido evangelizados.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.