Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
26 [XI 1937] Retiro espiritual mensual de un día.
Durante estos ejercicios espirituales el Señor me ha dado la luz de un más profundo conocimiento de su voluntad y al mismo tiempo del total abandono a esta santa voluntad de Dios. Esta luz me ha fortalecido en una paz profunda, dándome a comprender que no debo tener miedo de nada menos el pecado. Cualquier cosa que Dios me envíe, la aceptaré con una total sumisión a su santa voluntad. Dondequiera que Él me ponga, trataré de cumplir fielmente su santa voluntad y todo lo que le agrade, siempre que esté en mi poder, aunque esta voluntad de Dios fuera para mi dura y pesada como lo fue la voluntad del Padre celestial para con Su Hijo que rezaba en el Huerto de los Olivos. Pues, me he dado cuenta de que si la voluntad del Padre celestial se cumple de este modo en Su amadísimo Hijo, entonces precisamente de este mismo modo se cumplirá también en nosotros; sufrimientos, persecuciones, ultrajes, deshonor con todo esto mi alma se asemeja a Jesús. Y cuanto más grande es el sufrimiento, tanto mejor veo que me asemejo a Jesús. Éste es el camino más seguro. Si otro camino fuera mejor, Jesús me lo indicaría. Los sufrimientos no me quitan la paz en absoluto; pero por otra parte, aunque gozo de una paz profunda, no obstante esta paz profunda no me quita la sensación del sufrimiento. Aunque, a veces, tengo la cara inclinada hacia la tierra y las lágrimas corren en abundancia, sin embargo, en ese mismo momento mi alma goza de una paz profunda y de felicidad……
Reflexión: La paz profunda
26-XI-1937. Retiro espiritual mensual de un día. Durante estos ejercicios espirituales el Señor me ha dado la luz de un más profundo conocimiento de su voluntad. Los sufrimientos no me quitan la paz en absoluto aunque gozo de una paz profunda no distante; esta paz profunda no me quita a sensación del sufrimiento. La paz profunda y verdadera es fruto del Espíritu Santo; el que está en la gracia de Dios goza de su paz. El que está en paz con Dios, está en paz consigo mismo y con los demás. Esa paz es fruto de la vivencia del Espíritu Santo. Para Jesús la paz también debe acompañarnos en los momentos más críticos de nuestra existencia. La paz verdadera es profunda, es fruto de la santidad del amor a Dios. Cuando se ama a Dios, el alma se convierte en un árbol bueno que se da a conocer por sus frutos. Las acciones que lleva a cabo revelan la presencia del Paráclito y en cuanto causan un gozo espiritual se llaman frutos del Espíritu Santo. Uno de estos frutos es la paz de Dios que supera todo conocimiento, la misma que Jesucristo deseó a los apóstoles y a los cristianos de todos los tiempos. “Cuando Dios te visite sentirás la verdad de aquellos saludos: la paz os doy, la paz os dejo. La paz sea con vosotros y esto en medio de la tribulación”. La paz verdadera es la tranquilidad en el orden: orden entre Dios y nosotros, orden entre nosotros y los demás. Si mantenemos ese orden tendremos paz y podremos comunicarla. La paz verdadera y profunda lleva a preocuparnos de los demás, de sus proyectos, de sus intereses, de sus penas.
Cristo es nuestra paz, nos repite hace 20 siglos: “La paz os dejo, mi paz os doy”.
Acudamos a la Virgen, nuestra Madre, la Reina de la Paz para no perder nunca la alegría y serenidad.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda la paz profunda a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.