Mientras continuamos nuestra lectura del Evangelio de Lucas, tenemos hoy un magnífico retrato de la Iglesia —cómo luce la Iglesia, cuáles son sus preocupaciones centrales, cuáles son las exigencias para ella. El escenario es Jesús que envía los setenta y dos discípulos. Colóquense en ese lugar: todos nosotros los bautizados somos discípulos del Señor y estamos en esta relación con él. Nos está enviando en misión.
JESUS designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante de dos en dos, a todos los pueblos y lugares donde pensaba ir. Lo primero que aprendemos es que somos una Iglesia Misionera. El Cristianismo no es tanto una espiritualidad silenciosa, de quedarse sentada. Hay espacio para toda la dimensión monástica contemplativa. Por supuesto. Pero el impulso básico del Cristianismo es hacia la MISION. ¨MITERE¨ en latín es ENVIAR, y Misión, sencillamente viene de esa palabra.
SOMOS ENVIADOS. El Evangelio no es para nosotros sólo para saborearlo para nuestra propia edificación. Podemos y deberíamos, pero luego el ímpetu, la trayectoria, es siempre hacia el compartirlo. He dicho esto muchas veces, que muchos de los bautizados comunes como católicos no lo piensan de este modo. ¨Si iré a Misa y recibiré los Sacramentos e intentaré ser una persona decente, pero no soy un misionero, no soy como un sacerdote, o un obispo o una Sister, hermana o un misionero profesional. ¿Bueno, tal vez no? Pero si como persona bautizada, es como uno de estos SETENTA Y DOS, QUE HAN SIDO ENVIADOS EN MISION. ¿Cómo se vería su vida? Piensen en esto: Si cuando se levanta por la mañana se preguntara ¿cómo llevaré hoy el Evangelio de CRISTO a alguién? Podría no ser mediante la predicación más elocuente o mediante un debate teológico elevado o algo como ello. Podría ser tan simple como un acto de amor. Un acto de amabilidad. Contarle a alguién sobre CRISTO, un padre a su hijo, un amigo a su amigo, un compañero de trabajo a otro. ¿Pero cuánto cambiaría tu vida si sintieras cada mañana: ¨SI SOY UNO DE LOS SETENTA Y DOS QUE HA SIDO ENVIADO¨. Adoro el hecho de que los envía por pares, es muy importante. Hacemos este trabajo en relación con otros. No es bueno hacerlo una sola persona la tarea.
JESUS los envía de dos en dos, para tener un compañero en este trabajo, alguien con quien poder conversar, alguien que pueda ver lo que haces y te corrija y te de una devolución de ideas. Alguien con quien puedas rezar y compartir el pan, con quién puedas reir y llorar. Ello es esencialmente importante en la vida espiritual. No hacemos esto solos. Pienso esto no sólo GRAN ESCALA realizar la misma tarea. Piensen en tantas personas a través de las épocas: San Benito y San Crisóstomo, San Gerónimo, San Francisco y Santa Clara, Santo Domingo, San Ignacio, Madre Teresa… Todos ellos atrajeron gente, hacia sí. Habrán comenzado, piensen en San Ignacio. Comenzó en la Cueva de Manresa, que estaba por las suyas. Pero por su gran obra apostólica, reunió consigo a esta Sociedad de JESUS. La Madre Teresa, comenzó más o menos por si misma, luego se le añadieron de modo muy rápido, antiguas estudiantes que se unieron, y su orden, creció y creció. Lo mismo con San Francisco, comenzó, con una especie de actitud solitaria, pero luego en seguida la gente se le acercó. Es que el SEÑOR NOS ENVIA DE DOS EN DOS A REALIZAR SU OBRA.
Sigamos escuchando al SEÑOR: ¨LA COSECHA ES MUCHA Y LOS TRABAJADORES POCOS. RUEGUEN POR TANTO AL DUEÑO DE LA MIES, QUE ENVIE OBREROS A SUS CAMPOS. Esta es una ocupación peligrosa, en cierto modo, para la gente espiritual y religiosa y es que empezamos a pensar, que este es nuestro proyecto, nos involucramos entonces, sea lo que fuere el trabajo, a enseñar, catequizar o el trabajo misionero, el trabajo de evangelización, la atención de los pobres… lo que sea y empiezan a pensar: ¨Oh, este es mi programa, y voy a elaborar mis planes: tendremos nuestras reuniones y definiremos que es lo que vamos a hacer. Me refiero que está bien en si mismo. Pero en la BIBLIA, no sucede nunca nada grande sin ORACION. Si los planes y proyectos y todo lo demás está bien en si mismo. PERO NO SUCEDE NUNCA NADA GRANDE SIN ORACION. ¨RUEGUEN AL DUEÑO DE LA MIES¨. Si le hacen una pregunta de si han rezado antes por esto. ¿Antes de la reunión? o ¿antes de lanzar un programa?
Hasta en las parroquias con gente buena, SOLO SI SE RESPALDAN CON LA ORACION Y PREGUNTAN UDS. HAN REZADO POR ESO. ¿LE PIDIERON AL SEÑOR DE LA COSECHA? El predicador y evangelista Billy Grahan, que lo veía en sus prédicas, siempre enviaba a un equipo delante con un año de anticipación, a una de sus cruzadas a una gran ciudad. El enviaba a un equipo no para hacer logística, sino para rezar. Todo su trabajo era rezar por él, y el éxito de su misión. Eso es bueno. ¨RUEGUEN AL DUEÑO DE LA MIES¨. Así que sea lo que sea que hagan en la Iglesia, RECEN, RECEN, RECEN. ¿De acuerdo?
Sigamos escuchando a NUESTRO SEÑOR: ¨No lleven dinero ni alforja, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino¨. Hay algo sobre la pobreza y simplicidad de vida que le transforman en un evangelista y misionero más efectivo. Miren mucho de mi trabajo es la Evangelización, digo esto como un auto-reproche, todos somos pecadores. Soy un pecador, pero aquellos que viven una vida simple, una vida de pobreza, pienso que tienen una eficacia mayor, en lo que respecta la proclamación del Evangelio.
El que ha sido en esto muy bueno es el Papa FRANCISCO, lo recordamos cuando se presenta en una ciudad para dar la fuerza y la presencia del SEÑOR, ante todo el clero y cardenales, políticos que van con sus carrazos, El se presenta en un utilitario ordinario, y de repente sale SU SANTIDAD del mismo. Cuando nos despojamos de un montón de los bienes del mundo, no estamos confiando en ellos, sino que confiamos en la ¨PROVIDENCIA DE DIOS¨.
De algún modo tenemos un poder evangelizador más efectivo. ¨NO LLEVEN NI DINERO, NI ALFORJA ¨CONFIEN EN LA PROVIDENCIA DE DIOS¨.
Ahora bien, noten que hay una contra cara de ello, lo que dice el SEÑOR, es: ¨QUEDENSE EN ESA CASA, COMAN Y BEBAN DE LO QUE TENGAN, PORQUE EL TRABAJADOR TIENE DERECHO A SU SALARIO¨. Así que su pobreza y simplicidad de vida. Absolutamente. ¿Pero existe una oligación de parte de los creyentes de apoyar a aquellos que realizan el trabajo explícito dela IGLESIA? A aquellos que son los predicadores y los celebrantes dela liturgia y aquellos que están cuidando a los pobres de un modo formal. ¿Está la IGLESIA a favor de apoyarla? Creo que la respuesta es claramente -SI-. ¨EL TRABAJADOR TIENE DERECHO A SU SALARIO¨. Ahora estoy hablando en términos generales: ¨ ¿EN REALIDAD APOYAMOS A LA GENTE QUE ESTA INVOLUCRADA MAS DIRECTAMENTE EN LAS TAREAS DEL MINISTERIO DE EVANGELIZACION Y EL CUIDADO DE LOS POBRES? Es como una especie de cosa extraña, y tal vez dejemos unos pocos soles en la canasta de la colecta, o lo vemos como algo básico de justicia lo que damos a aquellos que están haciendo de un modo mas explícito el trabajo de la IGLESIA. Si la pobreza, la simplicidad de vida, pero está también la obligación de los creyentes de apoyar a aquellos que están realizando esta tarea.
Lo se, a partir de muchos años de servir en la IGLESIA, no tendríamos nada en términos de parroquias, hospitales, escuelas, seminarios, instituciones, sino fuera LA EXTRAORDINARIA GENEROSIDAD DE LOS LAICOS. EN LA COMUNIDAD DE JESUS, LOS CORAZONES DE SUS MIEMBROS HAN HECHO POSIBLE A PAX TV. SU CREACION PARA DAR EL MENSAJE DE CRISTO Y DE LA IGLESIA. Es cierto que el trabajador tiene derecho a su salario. BIEN GRACIAS A DIOS POR ESTOS CORAZONES TAN GENEROSOS. ¿De acuerdo? ¿Qué debería hacer el ministro cuando llega a una ciudad? JESUS dice: ¨CUREN A LOS ENFERMOS¨. Muy bueno e interesante. JESUS era un SANADOR. Una de sus principales cosa que conocemos sobre EL es que curaba a los enfermos. Lo llamaban el ¨SOTER¨ eso es en el griego del Nuevo Testamento significa SANADOR. Hay autores cristianos y alguno tocan países de África en desarrollo y no es algo superfluo, sino que tienen servicios de sanación. ES ESENCIAL A LA VIDA DE LA IGLESIA QUE LAS PERSONAS VENGAN A SER CURADAS. Si bien hemos perdido confianza en eso. JESUS DIJO: ¨SANEN A LOS ENFERMOS. La curación acontece a muchos niveles, por supuesto, desde el intelectual y espiritual y psicológico. La IGLESIA hace todo eso, está involucrada, es la curación. Pero pienso también en eso, incluso en el modo más directo ¿tomamos eso en serio? ¿Oh, es uno de los tiempos pasados? No lo se.
¿Qué TAL UNO MAS? La segunda gran tarea, luego de curar a los enfermos les dice JESUS: ¨DIGANLES QUE ESTA CERCA EL REINO DE DIOS¨. BIEN, AQUÍ ESTA EL TEMA CENTRAL DE SU PROPIA PREDICACION. Cuando apareció por primera vez en Galilea, esto era lo que estaba en sus labios. ¨EL REINO DE DIOS¨. JESUS MISMO ES EL REINO DE DIOS. ¿Qué significa eso? Significa que es la unión de la Divinidad, con la humanidad. Es como luce la Humanidad apropiadamente ordenada en relación con el AMOR infinito de DIOS y por tanto el mundo que EL revela es el REINO DE DIOS, AMOR Y PAZ Y PERDON Y NO VIOLENCIA. AMAR ESPECIALMENTE A NUESTROS ENEMIGOS. Piensen en el mundo y en todas sus manifestaciones de crueldad y odio e injudticia y violencia y chivos expiatorios y todo eso es el reino del mundo. JESUS EN SU PROPIA PERSONA ES EL REINO DE DIOS. EL ES EL REINO DE DIOS.
¿Qué hacemos entonces como IGLESIA? LO PROCLAMAMOS, LO ANUNCIAMOS A EL. Le ofrecemos al Mundo y es un desafío al reino terrenal que domina nuestro pensamiento y nuestro comportamiento. ¿De acuerdo? Regresen al capítulo 10 de San Lucas y repasen este Evangelio mis HERMANOS Y HERMANAS Y AMIGOS BAUTIZADOS Y VERAN PASO APASO QUE ASPECTO TIENE QUE TENER LA IGLESIA Y TIENE QUE HACER LA IGLESIA PARA BIEN DE MUCHOS.
MATEO 9:18-26
El tema central del Evangelio de hoy es la historia de la hemorroísa. Para poder comprender el poder de este Evangelio tenemos que familiarizarnos antes con las actitudes y conductas judías respecto de lo puro y lo impuro. En el Levítico encontramos prescripciones cuidadosamente diseñadas que tratan sobre animales, plantas, alimentos, y situaciones que son impuras. Estas prescripciones eran entendidas como algo que identificaba a los judíos como grupo de personas. Pero también tenían un serio aspecto negativo ya que ubicaban a ciertas personas en situaciones extremadamente difíciles.
Tener flujo de sangre durante doce años significaba que durante todo ese período de tiempo esta mujer de nuestro Evangelio había sido una paria o marginada social.
Al tocarlo a Jesús tendría que haberlo convertido en impuro. Pero tan grande es su fe que cuando lo toca, ella se vuelve limpia. Jesús la restaura efectivamente a la plena participación en su comunidad.
La consecuencia más importante es esta: Jesús implícitamente pone fin al código ritual del Levítico. La identidad de la nueva Israel, la Iglesia, no será ya a través de conductas rituales sino a través de imitarlo a Él.
Me desposaré contigo para siempre. Este hermoso canto de amor que Oseas, prestando su voz a Dios y en nombre de Dios, dedica a Israel, pone en escena todo lo bello que Dios quiere para su pueblo. Es un canto cuya esencia podemos encontrar en varios lugares. Pensemos en el Cantar de los Cantares del A. T.; pensemos también en los bellísimos versos que San Juan de la Cruz y Santa Teresa dedican al Amado, y tantos otros poetas y místicos, pintores y escultores, arquitectos, músicos y artistas en general, que a lo largo de la historia de la humanidad, desde antes de Altamira hasta hoy mismo, cantan la belleza y, a veces sin pretenderlo ni quererlo, ponen el amor de Dios ante nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro tacto, nuestra voz. El amor infinito de Dios no tiene medida, se entrega hasta su propia infinitud. Es Dios el que se da a si mismo completo, sin reservas de ningún tipo. Sin tiempo de caducidad. No tenemos que ir muy lejos para encontrarlo. Nos bastará con girar la vista a cualquier lado para encontrar un rasgo, un verso suelto, de la belleza y el amor que Dios nos regala. Abramos los ojos y busquemos al esposo que nos regala todo lo bueno y bello que en él está presente y nos lo da gratuitamente. Vayamos al salmo y bendigamos al Señor todos los días, todos los minutos de nuestra vida, porque es incalculable su grandeza.
Animo, hija; tu fe te ha salvado
Las gentes están ávidas de la fuerza que emana de Jesús. El Jefe de los judíos se arrodilla ante él porque la necesidad le aprieta y tiene algo que pedir: La vida de su hija peligra y sabe que Jesús podrá salvarla. Este hombre tiene fe; tal vez una fe utilitaria, pero cree en Jesús y Jesús ve su fe y se apresta a llevar su ayuda allí donde se la piden. No podría ser de otra forma: Jesús revive a la niña entre las burlas de los asistentes al velatorio.
Imagino que la noticia causó estupor entre los presentes y entre los que se fueron enterando de la noticia después. Jesús se va haciendo notar y su fama irá creciendo. Una fama que él no busca, pero que tampoco rechaza si resulta favorable para el cumplimiento de su misión. La Buena Noticia, el Evangelio, se va derramando por donde Jesús y sus discípulos pasan, logrando adeptos y despertando envidias y rencores entre sus enemigos. Intercalado en el viaje aparece el episodio de la hemorroisa.
Es una mujer que se arriesga a ser descubierta y tal vez castigada porque su enfermedad, su impureza contaminaría todo lo que ella tocara o la tocara. De hecho, Jesús quedó contaminado, impuro por haber sido tocado por la mujer. No parece que le importara demasiado: sabe que le ha tocado alguien que necesitaba ayuda y se la presta sin dudar. Al igual que tocará a los leprosos y evitará entrar en las ciudades pues es consciente de su impureza legal aunque los evangelistas lo presenten como un rasgo de humildad. Otro pequeño rasgo que no debemos perder de vista es la importancia de las manos. Las manos sirven para hacer daño, pero en Jesús las manos sirven para tocar, para transmitir salud y vida. Toca los ojos del ciego para que recupere su vista, da la mano al paralítico para que se levante. Toma de la mano a la niña muerta para volverla a la vida y tantas otras acciones, milagros, a lo largo de su vida. Miremos con atención nuestras manos: ¿Han servido para bendecir o para hacer daño? ¿Las hemos usado para ayudar o nos han servido para abofetear al prójimo? Hagamos que nuestras manos sean las manos con las que Dios quiere terminar su obra creadora. Esa es nuestra misión: amar con el corazón y bendecir ayudando con nuestras manos.
Isabel de Portugal, Santa
Memoria Litúrgica, 4 de julio
Reina de Portugal y Terciaria Franciscana.
Martirologio Romano: Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en conseguir que reyes enfrentados hiciesen las paces y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de las Clarisas de Estremoz, en Portugal, que ella misma había fundado, y en el cual murió cuando se esforzaba por conseguir la reconciliación entre un hijo y un nieto suyos que estaban enfrentados († 1336).
Etimológicamente: Isabel = «Promesa de Dios», viene de la lengua hebrea
Breve Biografía
Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.
Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: «Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas». Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .
La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.
El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.
Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.
Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.
Forjadora de la paz
El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.
Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.
Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.
A su esposo: «Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre».
A su hijo: «Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey».
Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.
Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar
Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.
Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.
Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.
Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.
Fue canonizada en 1625.
Santa Isabel de Portugal, ruega por la paz en nuestros países.
Es patrona de los territorios en guerra.
Tocar la salvación
Santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26. Lunes XIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Vengo ante ti, Señor, pues Tú eres mi Dios y mi Salvador. Te adoro y te alabo por todas las cosas buenas que has hecho conmigo, y pongo en tus manos todo aquello que me preocupa. Tú conoces ya mi pequeñez, mi debilidad, mis dificultades y las de mis seres queridos. ¡Jesús, confío en ti! Concédeme en este rato de oración experimentar de nuevo tu amor y tu misericordia. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir».
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: «Con sólo tocar su manto, me curaré». Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: «Hija, ten confianza; tu fe te ha curado».
Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: «Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida». Y todos se burlaron de él.
En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Pongámonos por un momento en la situación de esta mujer del Evangelio. Una enfermedad aparentemente incurable, doce años de sufrimiento, mil remedios fallidos… O bien, imaginémonos estar pasando por la misma agonía del jefe de la sinagoga: tenía dinero y buena fama, pero un vacío inmenso en lo más importante. Su hija pequeña no había sobrevivido la enfermedad y murió en la flor de su vida, dejando una oscuridad tremenda para sus padres. Ambas son realidades que desgarran el corazón. Hunde el alma con sólo pensarlo…
Hay realidades que desalientan incluso a los más optimistas. Con todo realismo, hay poco o nada que hacer; y por eso nos impacta aún más ver personas que incluso en estas pruebas mantienen viva la esperanza, que siguen luchando, que no pierden la fe. La hemorroísa y el jefe de la sinagoga son dos ejemplos claros de esta actitud. No dieron todo por perdido, nunca se dejaron caer en el vacío de la desesperación. Sabían que tenía que haber una salvación. Y la buscaron en Jesús de Nazaret.
Cristo trajo la salud a una persona y la vida a otra gracias a un contacto.
La mujer tocó el manto de Jesús, el jefe de la sinagoga lo dejó entrar en su casa. Y es que Cristo no sólo trae la salvación: Él es la Salvación. Lo que Él toca, sana; donde Él entra, hay vida. Cristo es mucho más que un buen hombre: Él es también verdadero Dios, la fuente de todo bien, el consuelo profundo y verdadero del corazón humano.
La enfermedad, el sufrimiento y la muerte son realidades que nos tocan a todos nosotros. ¿Tenemos una confianza invencible como la de esta mujer? ¿Nuestra fe se mantiene viva como la de este hombre? En esos momentos o situaciones en que parece que no hay esperanza, recordemos las palabras del Señor: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre» (Jn 11, 25-26).
«El Nuevo Testamento nos habla de la divina misericordia (eleos) como síntesis de la obra que Jesús vino a cumplir en el mundo en el nombre del Padre (cfr. Mt 9,13). La misericordia de nuestro Señor se manifiesta sobre todo cuando Él se inclina sobre la miseria humana y demuestra su compasión hacia quien necesita comprensión, curación y perdón. Todo en Jesús habla de misericordia, es más, Él mismo es la misericordia».
(S.S. Francisco, Mensaje del Santo Padre para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, 28 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré dar ánimo y consuelo a alguien que se encuentre en un momento difícil.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
7 consejos ante la muerte de un ser querido
Dos verdades absolutamente ciertas de la vida: nuestra existencia y lo inevitable de nuestra muerte.
“Ven, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 21)
1. La muerte es un momento de dolor donde sólo la fe puede iluminar de esperanza ese momento de tristeza. La muerte duele porque es un parto al cielo. Cuando muera un ser querido piensa si existía un “derecho” para retenerlo aquí y si era más tuyo que de Dios. Mira si no es egoísmo querer privarle de lo que ahora tiene: la felicidad eterna. ¿Estás seguro de que más tarde se iba a salvar…?
2. ¿Qué es la muerte? La muerte no tiene la última palabra: la vida no termina, se transforma. Los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo viven en la esperanza de la Resurrección. La muerte nos revela lo que el hombre es: “polvo, ceniza, nada”. Quien muere deja una luz y alcanza otra. La muerte es el paso a la eternidad. La muerte es fin e inicio. Morir en gracia de Dios significa conquistar la cumbre, la meta, el abrazo eterno del Padre. San Francisco cantó: “Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!”.
3. ¿Es mejor vivir o morir? “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor…” (Flp 1, 21-23). La felicidad del hombre consiste en amar y ser amado. Cuando un alma parte a la casa del Padre ahí es amada por Dios y ama a Dios. Un día el hombre dejará de sonreír, de caminar y de cantar… pero nunca dejará de amar. En vez de recibir la muerte con lágrimas, deberíamos recibirla con una sonrisa porque nos conduce al encuentro, cara a cara, con nuestro Creador.
4. ¿Qué podemos aprender de la muerte? En la entrada de un cementerio español está escrito: “Hoy a mí, mañana a ti”. Lo capital para el hombre no es morir antes o después, sino bien o mal. San Agustín confesó: “Como es la vida, así es la muerte”. Ten presente que “Cuando un padre muere es como si no muriese, pues deja tras de sí –algunas veces- un hijo semejante a él”. (Si. 30, 4).
5. ¿Hay que temer la muerte? No, pero cuando se tiene miedo, por algo será… Opta por una muerte que te lleve al cielo. Que no te pase como aquel epitafio que decía: “Aquí yace un hombre que murió sin leer el libro que lo iba a salvar: la Biblia”. O aquel otro que decía: “He aquí un ateo que no tiene a dónde ir”. Hay que vivir de tal manera que si volviéramos a nacer elegiríamos seguir el mismo camino. Santa Teresa no temía la muerte, al contrario, ella decía: “Muero porque no muero”. Para desear la eternidad es necesario imaginar el abrazo del Padre.
6. ¿Por qué existe la muerte? Porque el hombre quiere ver a Dios y para verlo es necesario morir. El hombre surgido del polvo debe retornar al polvo y el alma surgida de Dios debe volver a Dios. Las dos verdades absolutamente ciertas de la vida son nuestra existencia y lo inevitable de nuestra muerte. Todos los hombres mueren, pero no todos viven. San Ambrosio predicó: “Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio (…). En efecto, la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia (…) No debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación”.
7. ¿Por qué no sabemos el día que vamos a morir? Si supiéramos el día de nuestra muerte no viviríamos cada día con la misma intensidad. Nadie sabe ni cómo ni cuándo morirá. Nadie por más que se esfuerce puede añadir una hora al tiempo de su vida. La muerte es lo más cierto, pero el día es lo más incierto. No olvides que no es necesario ser viejo para morir. No vale la pena indagar el cómo, el cuándo ni el dónde moriré; pero sí vale estar preparado.
8. ¿Qué actitud debemos tomar ante la muerte de un ser amado? No rechazar a Dios porque nos lo ha quitado, sino agradecerle porque nos lo ha dado. “¿Conviene llorar a un muerto? Sí, pero no lamentarse cuando muere en aras de Dios”, como dijo un amigo. Dios es misericordioso y “la misericordia se siente superior al juicio” (St 2, 13) Porque “nuestra maldad es una gota que cae en el océano de la misericordia de Dios”. “Jesucristo crucificado está como un tapón entre la muerte y el infierno”. Dios es comprensivo porque sabe todo y saberlo todo es perdonarlo todo. Jesús nos enseñó: “Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso”. Mientras que el apóstol Santiago escribió: “Habrá un juicio sin misericordia para el que no tenga misericordia hacia los demás” (St 2, 13) Recuerda: para obtener misericordia para uno mismo, es necesario tener misericordia hacia los demás. “Al final de la vida sólo queda lo que hayamos hecho por Dios y los demás”.
Los discípulos saben ceder la palabra a otro
Ángelus del Papa Francisco, 3 de julio de 2022.
La tarea de los discípulos es ir por delante a las aldeas y preparar a la gente para recibir a Jesús; y las instrucciones que Él les da no se refieren tanto a lo que deben decir, sino a cómo deben ser, es decir, no sobre “lo que tienen escrito en la libreta” que tienen que decir, no; sino sobre el testimonio que han de dar. Lo explicó el Papa Francisco al comentar el Evangelio de la Liturgia de este domingo, en el que leemos que “el Señor designó a otros setenta y dos [discípulos] y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y lugares a los que iba a ir” (Lc 10,1).
El Maestro envía a los discípulos de dos en dos, y los llama “obreros”, es decir, que están llamados a “trabajar”, a evangelizar “por medio de su comportamiento”, dijo el Santo Padre.
Los discípulos saben ceder la palabra a otro
Esto significa, explicó, que “no son ‘francotiradores’, es decir, «predicadores que no saben ceder la palabra a otro”, sino que es “la vida misma de los discípulos la que anuncia el Evangelio”:
“Su saber estar juntos, su respeto mutuo, su no querer demostrar que son más capaces que el otro, su referencia unánime al único Maestro”.
Por eso el Santo Padre advirtió que “se pueden hacer planes pastorales perfectos, poner en marcha proyectos bien elaborados, organizarse hasta el más mínimo detalle; se pueden convocar multitudes y disponer de muchos medios; pero si no hay disponibilidad para la fraternidad, la misión evangélica no avanza”.
La misión no se basa en el activismo personal
Como ejemplo, Francisco contó de un misionero que partió a África junto con un hermano de comunidad, pero que al cabo de un tiempo se separó de él, quedándose en una aldea donde llevó a cabo con éxito una serie de actividades de construcción para el bien de la comunidad.
Todo funcionaba bien. Pero un día tuvo un sobresalto: se dio cuenta de que su vida era la de un buen empresario, ¡siempre entre obras y papeleo! Entonces, dejó la gestión en manos de otros y volvió con su hermano. Así comprendió por qué el Señor había enviado a los discípulos «de dos en dos»: la misión evangelizadora no se basa en el activismo personal, es decir, en el «hacer” ¡no!, sino en el testimonio, el testimonio de amor fraterno, incluso a través de las dificultades que conlleva convivir con otro.
¿A la manera de Jesús o a la manera del mundo?
Por eso este domingo el Papa llamó a preguntarnos en qué manera llevamos la Buena Noticia del Evangelio a los demás, si con espíritu y estilo fraterno, o “a la manera del mundo”, es decir, “con protagonismo, competitividad y centralidad en la eficacia”. Preguntémonos – animó el Santo Padre – si tenemos la capacidad de colaborar, si sabemos tomar decisiones juntos, respetando sinceramente a los que nos rodean y teniendo en cuenta su punto de vista, si lo hacemos en comunidad y no solos. Porque, en efecto, dijo, es “sobre todo así, como la vida del discípulo deja traslucir la del Maestro, anunciándolo verdaderamente a los demás”.
«Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos enseñe a preparar el camino del Señor con el testimonio de la fraternidad», concluyó.
«El mundo necesita paz»
Tras la oración mariana el pensamiento del Papa en la guerra en Ucrania, con un nuevo llamamiento a los jefes de las naciones y de las organizaciones internacionales para que reacciones ante la tendencia a acentuar la conflictividad y la oposición. «El mundo necesita paz», reiteró.
También los mártires beatificados ayer en Argentina, Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas, fueron recordados por el pontífice, que manifestó su esperanza de que su ejemplo nos ayude a dar testimonio de la Buena Noticia «sin compromisos, dedicándonos generosamente al servicio de los más débiles».
Independencia, ¿para vivir mejor?
Uno de los argumentos, no el único, que usan algunos para defender la independencia de una zona geográfica es sencillo y atrayente: «si nos separamos viviremos mejor».
Uno de los argumentos, no el único, que usan algunos para defender la independencia de una zona geográfica es sencillo y atrayente: “si nos separamos viviremos mejor”.
El argumento puede estar construido en una simple suposición sin ninguna garantía: suena bien, convence. Luego, si se consigue la independencia, habrá que ver qué pasa…
Otras veces el argumento puede tener apoyos sólidos y buenas garantías de que sea verdadero. Cuando se dan esas garantías, y si llega a fraguarse el proyecto independentista, es bastante posible que logre mejorías.
Sin embargo, ¿es correcto buscar una independencia de una región para vivir mejor? En otras palabras, ¿no se corre el riesgo de olvidar argumentos que, bien considerados, llevarían a mantener la unidad con otras zonas geográficas?
Bastaría con pensar en los posibles costos de la independencia sobre otros. Es cierto que atrae la idea “si nos separamos viviremos mejor”. Pero también es cierto que es mucho más hermoso buscar caminos para seguir juntos y ayudarnos con una solidaridad a veces sacrificada.
Si vamos más a fondo, descubriremos la belleza de sanos esfuerzos por construir unidades solidarias y abiertas a la colaboración mutua. Quizá algunos no vivan tan bien como desearían, pero si logran que otros mejoren su nivel de vida, ¿no vale la pena mantenerse unidos?
Construir una unidad entre regiones o incluso entre pueblos diferentes es posible cuando hay horizontes y valores grandes, deseos de ayuda mutua, con división de dones. Entonces quedan a un lado separatismos insolidarios y egoístas, y se construyen comunidades que saben compartir y apoyarse, en vistas a un proyecto común.
Tal proyecto común, hay que recordarlo, no puede quedar encerrado bajo las fronteras de un Estado: vivimos en un mundo donde también otros pueblos necesitan ayudas generosas para superar graves carencias y para avanzar en el camino hacia la paz, el desarrollo y la justicia social.
¿Independencia para vivir mejor? La pregunta podría ser otra: ¿mantenernos unidos para promover la ayuda mutua y tener mejores posibilidades de ayudar a otros Estados? ¿Dejar de lado intereses incluso legítimos para crecer en solidaridad y en colaboración con otras regiones más necesitadas?
Oración a Nuestra Señora del Refugio
Advocación Mariana celebrada en México e Italia.
Esta advocación de la Santísima Virgen ha infundido un gran fervor en el pueblo cristiano ocasionando la conversión de muchos pecadores. Es la razón de llamarla “Refugio de los pecadores”. En ella expresa la Virgen María su protección maternal.
Santísima Virgen María Refugio de los pecadores, Tú que eres seguro cobijo en nuestro caminar por este mundo, con todos sus males, peligros, dificultades, angustias y luchas.Esto es la Biblia: Episodio 4 – Génesis 3.pecado 10:32
Tú que eres Abogada, Auxiliadora, Intercesora y Mediadora ante Jesucristo, nuestro Señor.
Tú que alientas en nosotros la esperanza de la enmienda y de la perseverancia en el bien.
Tú que nunca rechazas a nadie y a todos con bondad nos entregas tus gracias y favores, dame un corazón lleno de fortaleza y acoge con benignidad mis desesperadas y urgentes suplicas.
Concédeme, oh Reina del Cielo, que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo Santísimo; que por tantos beneficios recibidos y por los que quedan por recibir, no cese de alabarle con humildes acciones de gracias.
Que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión y un firmísimo y doloroso arrepentimiento y finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia.
Por la confianza que tengo en ti puesta, te imploro con ardor que me ayudes, que me asistas y medies ante tu Sagrado Hijo para que pueda conseguir la gracia que ardientemente deseo y que ahora pido confiadamente con amorosa insistencia: (nuestras intenciones)
Nuestra Señora Refugio de pecadores, en ti pongo ahora y para siempre toda mi confianza a ti acudo Madre afable y llena de piedad solicitando tu bálsamo consolador para que mitigues mi dolor y me obtengas de Jesús que mis grandes problemas y necesidades presentes sean escuchadas y cuanto antes atendidas.
Pídele también, te suplico, el perdón de todos mis pecados y que viva y muera recibiendo sus bendiciones así como gustando las delicias de tu santo Amor. Amén.
Rezar la Salve, Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Las cartas con las que conquistaba la paz la reina Isabel de Portugal
«No con las armas arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos»
La reina Isabel de Portugal fue una mujer que con gran audacia llevó una vida colmada de actos heroicos en su determinación por construir la paz con su presencia ¡y con sus palabras!
Isabel supo cultivar la paz ante todo en sí misma. Una paz interior que proviene de saberse amada por Dios y de corresponder a su amor.
Con esa conciencia profunda, supo afrontar con éxito las difíciles situaciones de violencia y de guerra llevando la paz a su matrimonio, su familia y su pueblo.
Paz en su matrimonio
Con tan solo doce años, la princesa española se casó con el rey Dionisio de Portugal, un hombre de poca moral, violento e infiel. Con gran valor supo afrontar dicha situación orando y haciendo sacrificios por él.
Aceptó a los hijos que tuvo con otras mujeres, lo trató siempre con bondad y tan admirable fue su ejemplo, que su esposo murió arrepentido por sus acciones.
Paz en su familia
Otro gran desafío en su tarea pacificadora fue la rivalidad que se desató entre el rey y su hijo Alfonso sumergiendo al país en una guerra civil.
Estos enfrentamientos le causaron gran sufrimiento, pero su determinación fue tan firme que consiguió la paz en su familia y en su reino en varias ocasiones siendo sus cartas un poderoso instrumento.
A su marido le escribía: “No permitáis que se derrame sangre de vuestra generación que estuvo en mis entrañas. Haced que vuestras armas se paren o entonces veréis cómo enseguida me muero. Si no lo hacéis, iré a postrarme delante de vos y del infante, como la leona en el parto si alguien se aproxima a los cachorros recién nacidos. Y los ballesteros han de herir mi cuerpo antes de que os toque a vos o al infante. Por santa María y por el bendito san Dionisio, os pido que me respondáis pronto para que Dios os guíe”.
Y a su hijo le decía: «Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey«.
Pero Isabel también realizó otras intervenciones que fueron decisivas con su presencia: el perdón de su esposo y la reconciliación con su hijo en el mismo campo de batalla tras una inminente lucha; su contribución para conciliar a Portugal con el Papa; su aporte al afianzar la paz entre castellanos y portugueses mediante la unión matrimonial de sus hijos; su exitosa entrevista con la reina María de Molina durante la crisis peninsular que llevó a la preservación de los reinos amenazados por las discordias que comprometían a su yerno, su marido y su hermano; así como también, y ya en su vejez, la paz lograda luego de un largo viaje en el que arriesgó la vida cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno.
Paz en su pueblo
No sólo fue en momentos de guerra donde Isabel promovió la paz de su pueblo, sino también en los actos de violencia social y en su prevención. Entre las innumerables obras de caridad, hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas por la mala vida que habían llevado y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo.
Frecuentemente distribuía monedas del tesoro real a los pobres para que pudieran comprar el pan y prestaba sus bellos vestidos y coronas para la bodas de jóvenes pobres.
Su entrega fue tal, que después de enviudar se despojó de todas sus riquezas entregándole su corona al arzobispo para recibir el hábito de las clarisas como terciaria.
Habiendo conquistado el corazón de su pueblo, murió a los 65 años en el convento que ella misma había fundado y tras numerosos milagros, hoy continúa colmándolo de infinitas gracias.
Fue canonizada en 1625 y su cuerpo permanece incorrupto en el convento de las Clarisas en Coimbra.
Isabel fue capaz de ser como reina una fiel servidora para transmitir plenamente sus dones a todos, cambiando positivamente el ambiente donde vivía y forjando la historia con palabras que abogaban la unidad sustancial de la familia humana, la cual llevaba escrita perpetuamente en su corazón. Esa fue la premisa más valiosa para la consolidación de una paz auténtica.