LUCAS 9:51-62

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús reprende a Santiago y Juan por su deseo de venganza. Jesús y los discípulos caminaban en dirección a Jerusalén. Al pasar por Samaria, se les niega la hospitalidad, ya que su destino era Jerusalén, y esto no les gustaba a los samaritanos. ¿Fue algo molesto? ¿Estúpido? ¿Racista? Seguro, todas esas cosas. Como resultado, Santiago y Juan (hijos del trueno) gritan: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”.

¿Puedes escuchar los ecos de este grito a través de los tiempos? Cada vez que las personas han sido tratadas injustamente, excluidas, despreciadas, experimentan, naturalmente, sentimientos de odio y el deseo de corresponder. Correctamente, dirán que su familia, su raza o su país fueron ofendidos, y así, con justificación, reaccionan.

Pero Jesús se vuelve hacia ellos para reprenderlos. ¿Por qué? Porque seguirlo a Él y su forma no violenta es más importante que la raza, el país o el grupo étnico. Nuestros sentimientos hacia Él tienen que ir más allá incluso de nuestros sentimientos justificados por estas otras cosas buenas.

Amigos, voy a ser directo con ustedes: el Evangelio de hoy es realmente desafiante. Apunta directo al corazón de las implicancias éticas del Evangelio. Hay una cierta cualidad de “ser lo principal” en Jesús, algo como “una de dos”. Como él dice, “El que no está conmigo, está contra mí”. Lo que se desprende de esto es lo que yo llamo el principio del desapego y la clarificación de los motivos. Si Jesús es inequívocamente el centro de tu vida, entonces todo lo demás debe encontrar el lugar adecuado en relación con él. Si las cosas buenas de este mundo se convierten en más importante que seguirlo, entonces algo se ha descompaginado.

En cambio Jesucristo, en el Evangelio de hoy, comenzaba «tomando una decisión» para ir a otro sitio: a Jerusalem, porque allí es donde Dios Padre le espera y le quiere. Aunque eso, como sabemos, le trajera muchos riesgos e inconvenientes. Nosotros, sin embargo, somos más bien indecisos: nos planteamos la vida como ése que está a la orilla del mar, pensando si entra o no entra, que mete los pies en el agua, se moja un poco la cara con las manos, se pasea un rato por la orilla, mira «lo grande que es el mar», y lo peligrosas que pueden ser las olas…, y no termina de lanzarse al agua.

O tal vez sí, nos lanzamos al agua por donde no cubre mucho, quizá con salvavidas, con el socorrista cerca, sin meternos muy adentro, por si acaso. O chapoteamos un poco y, nos salimos enseguida del agua como si ya estuviéramos agotados ¿de nadar?

Algunos hay que van probando un poco de todo, sueñan y diseñan mil proyectos, puede que empiecen alguno de ellos… pero acaban dejándolos a medias. 

En el Evangelio de hoy encontramos a varios que: «sí, pero espera un poco», «es que antes tengo que…»  Maneras de vivir que no le interesan a Jesús, no son compatibles con su camino. Cuando Jesús llama y ofrece su camino, pide con claridad:

  ♠ Romper con el pasado (deja que los muertos entierren a sus muertos). Los muertos son los que no tienen planes, los que no se mueven, los que se dejan llevar. Y suelen ir acompañados de los que siempre tienen que llorar, quejarse y lamentarse porque «ya nada tiene remedio», porque ¡qué pena!, porque «todo está muy mal», porque «y ahora qué hacemos…», porque «antes las cosas eran mejores»…

  ♠ Lanzarse adelante, hacia la meta, sin andar pendientes de lo que se queda atrás (el que pone la mano en el arado…). Mirar hacia adelante, es tener expectativas, ilusiones, sueños, proyectos que merezcan la pena. No conformarse con lo ya conseguido…  

  ♠ Disponibilidad para vivir en la inseguridad (las zorras tienen madriguera...), para ir donde haga falta, con quien haga falta, en el momento que sea… ¡Que nos salgamos del surco y no permitamos más que los bueyes sean los que nos marquen el camino, el tiempo y el cansancio!

A su modo nos lo decía hoy San Pablo: «estamos llamados a la libertad». No podemos vivir a golpe de deseos (de lo que me apetece), de satisfacciones inmediatas («vive el presente como puedas y no te comas la cabeza»), de «devorarnos» unos a otros para defender lo nuestro, sin metas, sin sueños.

Los que prefieren andar arando al remolque de la publicidad, de lo que dicen en las tertulias, de lo que han leído por cualquier sitio, o les ha contado no se quién, (o les ha llegado por WhatsApp); los que encuentran mil excusas y razones muy razonables para no lanzarse al camino con Jesús… ¡NO VALEN PARA EL REINO DE DIOS!.

Que cada cual elija si prefiere andar entre bueyes, y en los mismos surcos… o prefiere las alas de la libertad de los hijos de Dios, para levantar vuelo y llegar a lo más Alto, donde nos espera Dios. Y eso empieza por responder sin excusas, con decisión y confianza la llamada de Jesús.

¿Pero se puede seguir a Jesucristo? El Evangelio de hoy nos suscita esta pregunta, pero no perdamos de vista un dicho bien popular: “Querer es poder”; lo que nos lleva a reformular la pregunta: ¿Queremos en verdad seguir a Jesucristo?, que también puede inducirnos a formular un corolario: “¿Merece la pena seguir a Jesucristo? Porque si en realidad no nos merece la pena seguir a Jesucristo, tampoco valdrá la pena reflexionar sobre las condiciones de este seguimiento que el evangelista pone en boca de Jesús, y que resultan ser algunas de las expresiones más duras que aparecen atribuidas a Él. Si, como estamos acostumbrados a escuchar, todos hemos sido ya redimidos por Cristo y cabe esperar un mismo destino salvífico para todos, en verdad, que no merecerá la pena complicarnos la existencia con estas preguntas ni con la necesidad de darle una respuesta: ya está todo hecho.

Josemaría Escrivá de Balaguer, Santo

Sacerdote y Fundador, 26 de Junio

Fundador de la Prelatura «Opus Dei»

Martirologio Romano: En Roma, san Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero, fundador del Opus Dei y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz ( 1975).

Fecha de beatificación: 17 de marzo de 1992 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 6 de octubre de 2002 por S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía

Infancia y Juventud

Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. Sus padres se llamaban José y Dolores. Tuvo cinco hermanos: Carmen (1899-1957), Santiago (1919-1994) y otras tres hermanas menores que él, que murieron cuando eran niñas. El matrimonio Escrivá dio a sus hijos una profunda educación cristiana.

En 1915 quebró el negocio del padre, que era un industrial de tejidos, y hubo de trasladarse a Logroño, donde encontró otro trabajo. En esa ciudad, Josemaría percibe por primera vez su vocación: después de ver unas huellas en la nieve de los pies descalzos de un religioso, intuye que Dios desea algo de él, aunque no sabe exactamente qué es. Piensa que podrá descubrirlo más fácilmente si se hace sacerdote, y comienza a prepararse primero en Logroño y más tarde en el seminario de Zaragoza. Siguiendo un consejo de su padre, en la Universidad de Zaragoza estudiará también la carrera civil de derecho como alumno libre.

La fundación del Opus Dei

D. José Escrivá muere en 1924, y Josemaría queda como cabeza de familia. Recibe la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer el ministerio en una parroquia rural y luego en Zaragoza.

En 1927 se traslada a Madrid, con permiso de su obispo, para obtener el doctorado en Derecho. En Madrid, el 2 de octubre de 1928, Dios le hace ver la misión que desde años atrás le venía inspirando, y funda el Opus Dei. Desde ese día trabaja con todas sus fuerzas en el desarrollo de la fundación que Dios le pide, al tiempo que continúa con el ministerio pastoral que tiene encomendado en aquellos años, que le pone diariamente en contacto con la enfermedad y la pobreza en hospitales y barriadas populares de Madrid.

Al estallar la guerra civil, en 1936, Josemaría se encuentra en Madrid. La persecución religiosa le obliga a refugiarse en diferentes lugares. Ejerce su ministerio sacerdotal clandestinamente, hasta que logra salir de Madrid. Después de una travesía por los Pirineos hasta el sur de Francia, se traslada a Burgos.
Cuando acaba la guerra, en 1939, regresa a Madrid. En los años siguientes dirige numerosos ejercicios espirituales para laicos, para sacerdotes y para religiosos. En el mismo año 1939 termina sus estudios de doctorado en Derecho.

Guiando el crecimiento del Opus Dei
En 1946 fija su residencia en Roma. Obtiene el doctorado en Teología por la Universidad Lateranense. Es nombrado consultor de dos Congregaciones vaticanas, miembro honorario de la Pontificia Academia de Teología y prelado de honor de Su Santidad. Sigue con atención los preparativos y las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965), y mantiene un trato intenso con muchos de los padres conciliares. Desde Roma viaja en numerosas ocasiones a distintos países de Europa, para impulsar el establecimiento y la consolidación del Opus Dei en esos lugares. Con el mismo objeto, entre 1970 y 1975 hace largos viajes por México, la Península Ibérica, América del Sur y Guatemala, donde además tiene reuniones de catequesis con grupos numerosos de hombres y mujeres.

Fallece en Roma el 26 de junio de 1975. Varios miles de personas, entre ellas numerosos obispos de distintos países —en conjunto, un tercio del episcopado mundial—, solicitan a la Santa Sede la apertura de su causa de canonización.

Beatificación y Canonización
El 17 de mayo de 1992, Juan Pablo II beatifica a Josemaría Escrivá de Balaguer en la plaza de San Pedro, en Roma, ante 300.000 personas. «Con sobrenatural intuición», dijo el Papa en su homilía, «el beato Josemaría predicó incansablemente la llamada universal a la santidad y al apostolado».

Diez años más tarde, el 6 de octubre de 2002, Juan Pablo II canoniza al fundador del Opus Dei en la plaza de San Pedro ante una multitud de más de 80 países. El Santo Padre, en su discurso a los participantes en la canonización, dijo que «san Josemaría fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son camino de santificación. Se podría decir que fue el santo de lo ordinario».

Una nueva visión de la vida y del prójimo

Santo Evangelio según san Lucas 9, 51-62. Domingo XIII del Tiempo Ordinario

Por: Manuel Frutos, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, haz que tu Espíritu ilumine mis acciones y me comunique la fuerza para seguir lo que tu Palabra me revela y que, como María tu madre, pueda no sólo escuchar sino también poner en práctica lo que me dices. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-62

Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”. Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.

Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.

A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.

Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Los frecuentes conflictos de mentalidad con el pueblo y con las autoridades religiosas confirmaron a Jesús a lo largo del camino como el Mesías Siervo, previsto por Isaías y asumido por Él desde el comienzo de su actividad apostólica. En este contexto, a Jesús no le fue fácil formar a sus discípulos. Porque no es por el hecho de que una persona vaya en camino con Jesús o que viva en una comunidad religiosa, por lo que esta persona es ya santa y perfecta. Porque hay un obstáculo frecuente, «la levadura» que caracterizaba a los fariseos y a Herodes.

Por eso es importante no dejarse llevar por «la levadura» de la cultura dominante y de la religión pagana de un dios disminuido o que no existe. El «fermento» de la sociedad actual, divulgado por los medios de comunicación, propaga la mentalidad consumista y hedonista, contraria a los valores del Evangelio.

No es fácil para la persona descubrir que la están engañando o qué es lo realmente correcto.

Inspirado por el ejemplo del profeta Elías, Santiago y Juan quieren hacer «bajar fuego del cielo» para que extermine a los habitantes de aquella aldea (2Re 1,10.12; 1Re 18,38). Piensan que por el simple hecho de que están con Jesús, todos deben acogerlos. Ellos poseen la vieja mentalidad la de ser gente privilegiada. Piensan que Dios se va actuar de acuerdo a sus deseos.. «Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió», el hecho de que alguien esté con Jesús, no da derecho a nadie a pensar que es superior a los otros o que los otros deben rendirle honores. El «Espíritu» de Jesús pide lo contrario: perdonar setenta veces siete (Mt 18,22), vengan los que están agobiados por la cruz (Mt 11,28), Jesús escoge el perdonar al ladrón que le rogaba en la cruz (Lc 23,43).

Jesús es exigente en la práctica del amor y lo demuestra con los requerimientos que pone para su seguimiento. Jesús se esfuerza en hacer entender a sus discípulos lo que implica su misión. La formación de los auténticos discípulos misioneros de Jesús es exigente, lenta y dolorosa ya que no es fácil hacer nacer en nosotros la nueva experiencia de Dios que anuncia Jesús, una nueva visión de la vida y del prójimo. Dejar a un lado la invitación del mundo a lo transitorio, renunciar a lo pasajero para abrazar el sacrificio, necesita de una gran dosis de amor que hay que hacer crecer diariamente, ¿cómo lo podemos lograr? ¿Qué nos puede ayudar a decir siempre «sí» a lo que Dios nos pide? ¿Cómo cultivar una nueva visión sobre Dios y el prójimo para que nuestro testimonio acerque a quienes dan prioridad a las cosas pasajeras?

«Todos sabemos, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, el mal que hace ha Iglesia y el escándalo dado por aquellas personas que se dicen muy católicas, que van con frecuencia a la Iglesia, pero que después en su vida cotidiana descuidan la familia, hablan mal de los otros, etc. Esto es lo que Jesús condena, porque esto es un anti-testimonio cristiano».

(Homilía de S.S. Francisco, 30 de agosto de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy me esforzare por poner a Dios en primer lugar, sobre todos y sobre todo, llegando puntualmente a mis actividades, dando el tiempo necesario a mi oración personal, renunciando a un tiempo de esparcimiento para ayudar a otro, por poner algunos ejemplos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Condiciones para seguir a Jesús

Cristo no encuentra generosidad de parte de aquellos a quienes Él llama

Jesús al estar entre tanta gente pasa a la otra orilla del lago, no para apartarse, sino para estar también con los del otro lado, para que todos le puedan escuchar, pues cuando Jesús habla, su corazón arde con el deseo de glorificar a su Padre, arde por mostrar el amor que Dios nos tiene. Un amor que no es masificado, sino personal, un amor que se dirige a cada uno por nuestro nombre y apellido.

Apenas llega Jesús a la otra orilla, e inmediatamente un escriba le dice: «Te seguiré adondequiera que vayas», y Jesús le da esa respuesta que nadie se esperaba, seguramente que el escriba quedó helado ante esta respuesta, pues ya no supo ni que decir.

¿Cómo Jesús siendo Dios no tiene dónde reclinar la cabeza? Jesús es quien invita, «Llama» pero no encuentra generosidad de parte de aquellos a quienes Él llama. Muchas veces encuentra temor, egoísmo, búsqueda de propias realizaciones y proyectos… por eso no tiene dónde reclinar la cabeza. Pero Él también ha dicho: «No tengáis miedo, yo he vencido al mundo»

Jesús sigue caminando, dirige su mirada a un discípulo, y todavía no le lanza la pregunta, es más ni le dice nada, el discípulo se adelanta diciéndole «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre», hasta parecería un poco fuera de contexto. Sin embargo Jesús, con esa mirada serena, llena de paz, le mira a los ojos, le pone su mano en el hombro y le dice: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Señor si tu tienes palabras de vida eterna ¿Porqué me hago sordo a tu voz?. Jesús nos llama a todos, Él nos pide algo a cada uno. Hay a quienes llama a un mayor amor y comprensión en el matrimonio, en el noviazgo, a otros a un mayor compromiso concreto para ser mejores cristianos, vivir la caridad en la familia como expresión de Su amor, o una mayor entrega de nuestra vida, quizá me pide seguirle más de cerca en la vida religiosa o consagrada.

En fin, Dios nos está llamando y Él Espíritu Santo inspira a cada uno.

Nardo del 26 de Junio

¡Oh Corazón Sagrado, amado reposo de las almas!

Meditación: ¿Sabes, Señor?, cuando te miro Tu sabes que sonrío, pues veo Tu Dulzura y Poder. Yo sé que eres mi Rey, sé cuánto me conoces y me quieres, que estás junto a mi y me sigues, que evitas que caiga, y que consuelas mi alma. Cuando tengo dolor, cuando la oscuridad me quiere atrapar, Te me acercas y Tu mano me das, y es entonces cuando siento cuánto me cuidas. Y me dices: «descansa ya, pues Yo, el Amor, estoy junto a vos». Es allí cuando se disipa mi aflicción y siento Tu calor, me siento dichoso y mi alma goza. Y el dolor y la noche ya no están, pues Tú lo permitiste para que vea mi debilidad y conozca Tu Fortaleza. El sufrimiento que purifica, la oscuridad que hace ver la Luz, porque allí siempre estas Tú.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Preparemos y seamos un Altar a Jesús, tanto físico como espiritual, para agradecer cuánto nos da.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

El Papa: aprendamos a vencer la ira, dominándonos haciendo como Jesús

“Antes de dejarnos vencer por la ira, pidamos a Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza. No ser vengativo e intolerante cuando surgen dificultades, cuando nos gastamos para bien y los demás no lo entienden”. Alocución del Papa Francisco previa al rezo mariano del Ángelus.

En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco, hablando del Evangelio de hoy, dijo que «dejarse vencer por la ira en la adversidad es fácil, es instintivo». Lo difícil, en cambio, afirmó es dominarse a sí mismo, haciendo como Jesús, que -dice el Evangelio- se puso «en camino hacia otra aldea»:

«Esto significa que cuando encontremos cierres, debemos recurrir a hacer el bien en otro lugar, sin recriminaciones. Así, Jesús nos ayuda a ser personas serenas, contentas con el bien que hemos hecho y sin buscar la aprobación humana».

Y nos cuestiona, cuál es nuestra posición ante los desacuerdos, los malentendidos, el Pontífice nos pregunta si nos dirigimos al Señor, le pedimos su constancia para hacer el bien, o por el contrario, pregunta el Papa, buscamos la confirmación en los aplausos y acabamos amargados y resentidos cuando no los escuchamos y recuerda: 

«A veces creemos que nuestro fervor se debe a un sentimiento de rectitud por una buena causa, pero en realidad la mayoría de las veces no es más que orgullo, combinado con debilidad, susceptibilidad e impaciencia. Pidamos entonces a Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza. No ser vengativo e intolerante cuando surgen dificultades, cuando nos gastamos para bien y los demás no lo entienden».

El gran viaje a la Ciudad Santa

Mencionando el Evangelio de la Liturgia de este domingo Francisco nos dijo que habla de un punto de inflexión: «Cuando se acercaban los días en que iba a ser elevado a lo alto, Jesús tomó la firme decisión de ponerse en camino hacia Jerusalén» (Lc 9,51). Comienza el «gran viaje» a la ciudad santa, que requiere una decisión especial por ser la última, señaló y los discípulos, «llenos de un entusiasmo todavía demasiado mundano, sueñan que el Maestro está en camino hacia el triunfo», Jesús, en cambio, recordó el Papa, sabe que en Jerusalén le esperan el rechazo y la muerte; «sabe que tendrá que sufrir mucho; y esto requiere una decisión firme», afirmó y añade:

«Es la misma decisión que debemos tomar nosotros si queremos ser discípulos de Jesús. ¿En qué consiste esta decisión? Porque debemos ser discípulos de Jesús en serio, con verdadera decisión, no como decía una anciana que conocí: «cristianos de agua de rosas». ¡No, no, no! Cristianos decididos. Y para entenderlo nos ayuda el episodio que el evangelista Lucas relata inmediatamente después.

Nos ayuda a entenderlo el episodio que el evangelista Lucas relata inmediatamente después. Una aldea de samaritanos, al enterarse de que Jesús se dirigía a Jerusalén -una ciudad contraria- no le da la bienvenida. Los apóstoles Santiago y Juan, indignados, sugieren a Jesús que castigue a esa gente haciendo bajar fuego del cielo. Jesús no sólo no acepta la propuesta, sino que reprende a los dos hermanos. Quieren involucrarlo en su deseo de venganza y Él no está de acuerdo. El «fuego» que vino a traer a la tierra es el Amor misericordioso del Padre». Y para hacer crecer este fuego, dijo el Papa, hace falta paciencia, hace falta constancia, hace falta espíritu penitencial.

La ira de Santiago y Juan

El Santo Padre, mencionando el Evangelio, dijo que Santiago y Juan, se dejaron vencer por la ira. Esto también nos sucede a nosotros, recordó, cuando, aunque hagamos el bien, quizás con sacrificio, en lugar de acogida encontramos una puerta cerrada:

«Entonces surge la ira: incluso intentamos involucrar a Dios mismo, amenazando con castigos celestiales. Jesús, en cambio, recorre otro camino, el de la firmeza, que, lejos de traducirse en dureza, implica calma, paciencia, longanimidad, sin por ello aflojar lo más mínimo en nuestro empeño por hacer el bien. Esta forma de ser no denota debilidad, sino, por el contrario, una gran fuerza interior».

En este Evangelio, Jesús nos enseña a dominar la ira, siguiendo su ejemplo, dominarnos a nosotros mismos como hizo Él, sino nos aceptan, si encontramos cierres, no importa, ir a hacer el bien a otra parte con serenidad, contentos, dijo el Papa con el bien que hemos hecho, sin buscar la aprobación humana. No confundirnos con ese «fervor» que creemos sea un «sentimiento de rectitud por una buena causa», añadió Francisco, es un orgullo, una debilidad, una susceptibilidad e impaciencia nuestra.

El Papa concluyó su alocución con el deseo que cada uno de nosotros pida a «Jesús la fuerza para ser como Él, para seguirle con firmeza. No ser vengativo e intolerante cuando surgen dificultades, cuando nos gastamos para bien y los demás no lo entienden». y a la Virgen María que nos ayude a hacer nuestra la firme decisión de Jesús de permanecer en el amor hasta el final.