Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
5 XI. Esta mañana vinieron a la puerta cinco desempleados que querían entrar a toda costa. La Hermana N. tras discutir con ellos y sin poder despedirlos, vino a la capilla a hablar con la Madre quien me ordenó ir. Estaba aún lejos de la puerta cuando oí sus insistentes golpes en ella. En un solo momento me invadieron dudas y temor, no sabía si abrirles o responder por la mirilla como había hecho la Hermana N. Pero, de repente oí una voz en el alma: Ve y ábreles la puerta y conversa con ellos con la misma dulzura con la que hablas Conmigo. Abrí la puerta enseguida y me acerqué al más amenazador y me puse a hablarle con tanta dulzura y serenidad que ellos mismos no sabían qué hacer y también empezaron a hablar con gentileza y dijeron: ¿Qué hemos de hacer? Si el convento no puede darnos trabajo. Y se han ido en paz. He sentido claramente que Jesús, al que había recibido en la Santa Comunión una hora antes, obró en sus corazones a través de mí. Oh, qué bello es obrar bajo la inspiración de Dios.
Reflexión: Magnanimidad
5-XI-1937. Esta mañana vinieron a la puerta, cinco desempleados que querían entrar a toda costa. En un momento me entraron dudas y temor, no sabía si abrirles. De repente oí una voz en el alma: Ve y ábreles la puerta y conversa con ellos con la misma dulzura con la que hablas conmigo.
La magnanimidad o benignidad que algunos le llaman también compasión a los demás; es un fruto del Espíritu Santo, se caracteriza porque no molesta ni mortifica a nadie, busca que los demás sean felices, ser magnánimo es tener un corazón grande como el de Cristo: bendecir a quienes nos maldicen, orar por quienes nos inspiran, hacer el bien sin esperar nada a cambio, ser compasivos como Dios es compasión. Este fruto del Espíritu Santo lo va formando en e corazón de los años.
Este fruto es una reproducción de la misericordia de Dios en nuestra alma. Como resultado del encuentro con Cristo brota en el corazón una profundad misericordia hacia las personas y seres de este mundo. La magnanimidad nos hace acreedores a una de las bienaventuranzas: Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia. La benignidad, quita de nosotros la aspereza, la crueldad y la venganza con los demás y más bien nos llena de dulzura y delicadeza con el trato a los demás. Esta virtud es la que movió a Jesús a decir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Esta virtud está muy relacionada con la fortaleza, que nos lleva a realizar cosas grandes por Dios y por los demás. Ser magnánimos, es la entrega a Cristo sin medida ni condiciones. Es un fruto del trato con Jesús a una vida interior, rica y exigente, llena de amor. Es audaz en el apostolado porque es consciente que el Espíritu Santo se sirve de la palabra del hombre como instrumento, pero Él perfecciona la obra.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda magnanimidad con y tu prójimo, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.