MUY QUERIDOS HERMANAS Y HERMANOS DE LA COMUNIDAD DE JESÚS. DESEO COMUNICARLES DE UN ARDUO TRABAJO QUE REALIZÓ POR AÑOS A PETICIÓN DE SU QUERIDA ESPOSA +LUCY DE LINARES, NUESTRA QUERIDA HERMANA CUYA SEGUNDA CASA ERA ¨PAX¨ Y UN MIEMBRO ILUSTRE DE LA COMUNIDAD DE JESÚS. SOLAMENTE HA REALIZADO UN LIBRO QUE ME HA REGALADO PARA TODOS UDS. EN COMUNIÓN.

ES DIGITAL PARA TENER UN HOMENAJE AL PERÚ DE LOS SANTOS PERUANOS EN FORMATO DE SELLOS POSTALES. ES TODO UN TRABAJO LLENO DE AMOR, QUE REALIZO CON SU HIJO CÉSAR Y SU NIETO CÉSAR, QUE PINTÓ LA PORTADA SE LO COMPARTO CON LA ALEGRÍA DE LLENAR DE AMOR A SU HERMOSA PATRIA Y ESTÁ DEDICADO A LA COMUNIDAD DE JESÚS Y A TODOS USTEDES Y AMIGOS DE PAX.

ES DE DON CÉSAR LINARES VELASQUEZ QUE LO OFRECE CON JESÚS PARA +LUCY

Con AMOR. P. Roberto +

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MATEO 6:1-6, 16-18

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos aconseja la disciplina esencial de la oración, el ayuno y la limosna. Concentrémonos en el ayuno y la limosna.

Los apetitos por la comida y la bebida son tan apremiantes, tan elementales, que a menos que sean enfocados y disciplinados simplemente se harán cargo del alma. Son como niños que claman constantemente por atención y que, si uno lo permite, en poco tiempo dirigen la casa.

Por lo tanto, si queremos despertar la pasión por Dios los deseos más urgentes deben ser silenciados, y este es el propósito del ayuno. Pasamos hambre y sed para poder sentir el hambre y la sed más profundas. En cierto modo, el ayuno es como una “calma de la mente” efectuada por el rosario: ambos son medios para aquietar la mente superficial que se mueve entre una preocupación y otra.

Pero la comida y la bebida no son los únicos objetos del deseo concupiscente. Las cosas materiales y la riqueza también están siempre listas para sustituir la pasión por Dios. Por lo tanto, ayunar también de lo que el dinero puede comprar es una práctica importante. Muy frecuentemente Jesús recomienda que sus discípulos den a los pobres, y con la misma frecuencia toda la tradición cristiana ha enfatizado la entrega de limosnas.

Clemente Vismara, Beato

Sacerdote Misionero, 15 de junio

Martirologio Romano: En Myanmar (Birmania), Beato Clemente Vismara, sacerdote profeso del Pontificio Instituto Missioni Estere (P.I.M.E.). ( 1988)

Fecha de beatificación: 26 de junio de 2011, siendo Papa Benedicto XVI

Breve Biografía

Nacido en Agrate Brianza en 1897, participa como infante de trinchera en la primera guerra mundial, al final de la cual es sargento mayor con tres medallas al valor militar. Entiende que «la vida tiene valor sólo si las donas a los otros» (como escribía); ingresa en Milán al Seminario Lombardo para las Misiones Extrangeras, que luego pasaría a llamarse Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, PIME, es ordenado el 26 de mayo de 1923 y casi inmediatamente parte para Birmania. En Toungoo, la última ciudad con un gobernador británico, se queda seis meses en casa del obispo para aprender inglés, luego es destinado a Kengtung, territorio forestal, montañoso, casi inexplorado y habitado por tribus, todavía bajo el dominio de un rey local (saboá) patrocinado por los ingleses. En catorce días a caballo llega a Kengtung, allí vivirá tres meses con el fin de aprender algo de las lenguas locales, luego el superior de la misión lo lleva a Monglin, en el límite entre Laos, China y Tailandia. 

Llega a su destino en el mes de octubre de 1924 y permancerá allí por los próximos 32 años (con la segunda guerra mundial de por medio y el hecho de haber sido tomado prisionero por los japoneses). Clemente Vismara funda de la nada tres parroquias: Monglin, Mong Phyak y Kenglap. Escribía en Agrate: «Aquí estoy a 120km. de Kengtung, si quiero ver otro cristiano debo mirarme al espejo». Vive con tres huérfanos en un galpón de barro y paja. Su apostolado consiste en dar vueltas a caballo por las aldeas tribales, pintar sus tiendas y darse a conocer: lleva medicinas, saca dientes que duelen, se adapta a vivir con ellos, al clima, a los peligros, al alimento, al arroz y salsa picante, la carne se la procura cazando. Desde el inicio llega a Monglin huérfanos y niños abandonados para educarlos. En seguida fundó un orfanato que se convierte en la casa de 200-250 huérfanos, hombres y mujeres. Hoy es invocado como «protector de los niños».

Su vida es pobrísima, Clemente escribe: «Aquí es peor que cuando estaba en la trinchera en el Adamello y el Monte Maio, pero esta guerra la he querido yo y debo combatirla hasta el fin con la ayuda de Dios. Estoy siempre en las manos de Dios». Poco a poco nace una comunidad cristiana, llegan las religiosas de María Niña a ayudarlo, funda escuelas y capillas, arrozales y granjas, canales de irrigación, enseña carpintería y mecánica, construye casas con muros y lleva nuevos cultivos, el trigo, el maíz, el gusano de seda, verduras (zanahoria, cebolla, ensalada: «el padre come hierbas», decía la gente).

En breve, el beato Clemente fundó la Iglesia en un rincón del mundo donde no hay turistas sino sólo contrabandistas de opio, brujos y guerrilleros de varias facciones; ha traído la paz y estabilizado en el territorio las tribus nómades que a través de la escuela y la atención de la salud, se incrementaron y hoy tienen médicos y enfermeras, artesanos y maestros, sacerdotes y religiosas, autoridades civiles y obispos. No pocos se llaman Clemente y Clementina.

En 1956, después que había fundado la ciudadela cristiana de Monglin y había convertido a unas cincuenta aldeas a la fe en Jesucristo, el obispo lo traslada a Mongping, a 250 kilómetros de Monglin en la exterminada diócesis de Kengtung, donde debe volver a comenzar de cero. Clemente escribía a un hermano de comunidad: «obedezco al obispo, porque entiendo que si hago lo que pienso entonces me equivoco». Con sesenta años da inicio a una nueva misión y funda la ciudadela cristiana y la parroquia de Mongping, una segunda parroquia en Tongta y deja en herencia otras cincuenta aldeas católicas.

Muere el 15 de junio de 1988 en Mongping y es sepultado cerca a la iglesia y a la gruta de Lourdes construida por él. Sobre su tumba, visitada también por muchos no cristianos, no faltan nunca flores frescas y velas encendidas. 23 años después, el 26 de junio del 2011, el padre Clemente Vismara fue proclamado beato de la Iglesia universal y primer beato de Birmania.

15 de junio de 2022

La recompensa de lo secreto

Santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18. Miércoles XI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por el inmenso amor que me has tenido. Te doy las gracias de todo corazón por este momento de encuentro personal contigo. Aumenta mi fe. Creo en ti, Jesús, pero bien sabes que mi fe es débil. No la dejes desfallecer. Confío en ti, Jesús. Quiero abandonarme totalmente a tus paternales manos; todo lo que tengo y lo que soy, te lo doy. Te amo, pero dame la gracia de aprender a recibir tu inmenso amor. Dame la gracia de dejarme amar por ti, de amarte y de ser un reflejo de tu amor para los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, hoy me pides que todo lo que haga sea de manera humilde, escondida, allí donde sólo tu mirada puede penetrar.

Me dices que allí es donde el Padre me recompensará… y yo me pregunto, ¿qué he hecho de extraordinario para que Tú me recompenses?, ¿qué puedo darte yo que no haya recibido de ti? Nada; y sin embargo, Tú me quieres dar la mejor recompensa: Tu amor.

¿Acaso no me amas ya aunque no ayune, ore ni dé limosna? ¡Claro que sí! Me amas por lo que soy, y no por lo que hago. Y entonces, ¿para qué hacer todo lo que me dices? Tú me pides todo esto, no para que Tú me regales tu amor, sino para que yo pueda recibirlo.

Me pides orar en lo secreto, en medio del silencio, ya que sabes que sólo allí, en la intimidad, puedo escuchar tu voz que dice: «Te amo».

Me pides dar limosna sin esperar que me pongan una estatua en la ciudad o un comercial en la tv… pues sabes cuán presto los hombres olvidamos. Tú, en cambio, quieres darme un amor sin fecha de caducidad, un amor que dure para siempre…, pero yo no puedo recibirlo si estoy lleno de alabanzas humanas, del mismo modo que sólo puedo llenar una copa con un buen vino si está vacía.

Tú me pides ayunar sin poner cara de viernes santo, pues sabes que la verdadera felicidad no me la dan los banquetes, sino el privarme de algo para dárselo al que está a mi lado.

Jesús, ¡yo no quiero otra recompensa que no seas Tú! Mírame. Dame la gracia de aprender a cifrar mi felicidad sólo en ti.

«Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les infligen y perdonan de corazón; bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía; bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran; bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común; bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros; bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos… Todos ellos son portadores de la misericordia y ternura de Dios, y recibirán ciertamente de él la recompensa merecida».

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a privarme de alguna cosa que me guste y se la voy a regalar a alguien.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Un secreto

¿Sigues bien dispuesto…? Pues, ¡adelante…!

A punto estamos de alcanzar la cima. No te impacientes. Nuestra expedición ya toca su fin. Sólo me queda revelarte un secreto.
Creo que te interesa…

Amar, ¿el qué?
Hemos apreciado la necesidad del amor y de las cualidades con que conviene abonarlo para que de él germine una felicidad como la estamos buscando. Pero todo amor es amor a algo o a alguien. Por ello, el objeto de nuestro amor (aquel bien que queremos) juega también un papel primordial que influye determinantemente en la felicidad que nos invade al amarlo y poseerlo.

Por ejemplo: el gozo que experimentamos al contar con un amigo sincero aventaja en mucho a la dicha que nos acompaña después de aprobar un examen parcial de bachillerato.

Así como no tiene parangón la alegría profunda de haber conseguido por fin un puesto de trabajo, con la pequeña satisfacción de encontrar la solución a un problema de matemáticas.

No sólo el grado de amor condiciona la felicidad resultante; también lo hace el valor del bien al que va dirigido el amor.

Nuestra capacidad de amar (lo mismo que nuestra capacidad de conocer) está abierta a todo, es ilimitada. Tú y yo siempre podremos conocer y amar más cosas y a más personas.
El conocimiento y el amor no ocupan espacio en nosotros. Muy diverso es lo que nos ocurre, por ejemplo, con la comida. Al comer, puede llegar un momento en el que estemos saturados y ya no nos entre ni un bocado más. Con el amor y el conocimiento no puede nunca pasarnos lo mismo. No se nos hincha el cerebro al conocer o el corazón al amar.
Por eso digo que nuestra capacidad de amar es ilimitada. De aquí se desprende, por una parte, que podamos amar sin límites y dirigir nuestro amor a todo; y por otra, que seamos capaces de conquistar una felicidad igualmente ilimitada.

Resumiendo en pocas y más sencillas palabras: cada bien que amemos logrará satisfacer, sólo en cierta medida, nuestra capacidad de amar y con ella nuestra capacidad de felicidad. Y esa medida será siempre directamente proporcional no únicamente a la calidad del amor, sino además a la valía, grandeza y consistencia de aquello que amemos.

Si te empeñas en amar algo baladí, efímero e inconsistente, de ese estilo será la felicidad que obtendrás al conseguirlo.
Cuanto más grande y valioso, cuanto más sublime y duradero sea el objeto de tu amor, tanto más grande y valiosa, sublime y duradera será tu felicidad al alcanzarlo y amarlo. Y precisamente por esto en el objeto del amor se esconde nuestro secreto.

Un pergamino
Imagina que estoy poniendo ahora en tus manos un pergamino sellado. En él está encerrado el secreto que te prometí y que ya se ha ido delineando a lo largo de los párrafos anteriores.

Sólo tienes que hacer tres cosas para hacerte sabedor del mismo y apto para practicarlo en tu vida: romper el sello, leer su contenido y poner manos a la obra.
Romper el sello significa un nuevo y -quién sabe si no- pequeño esfuerzo de tu parte (…una prueba más para demostrar tu valentía). Se trata de que eches una ojeada a tu interior. Comprueba si tu amor está ahora sinceramente abierto, sin barreras y dispuesto a todo.

Sólo así estarás en grado de amar de veras y de poseer aquel bien que descubrirás como el único capaz de colmar toda la capacidad de tu amor y de tu felicidad. Aquel bien que amado generosamente, será el único fundamento plenamente seguro para tu gozo auténtico. El único capaz de dar verdadera consistencia y solidez a cualquier otro cimiento sobre el que decidas afianzar tu dicha.
Si encuentras tu intimidad en esas disposiciones -que así lo espero de ti- te auguro de gran provecho lo que sigue.

El Sumo Bien
Recuerdas que definimos la felicidad como «el gozo (o placer) en la posesión y amor de un bien querido», como ese suspenderse en la fruición o deleite que se apodera de nosotros cuando adquirimos aquello que tanto anhelábamos. Pues, bien, si -como ya hemos analizado- la felicidad se halla en estrecha dependencia con el amor y el bien al que va encaminado, en una sana lógica habrá que concluir que la felicidad más grande será aquella que brote de un amor sin límites hacia el mayor bien que pueda haber.

Ahora bien. De entre todos los bienes, sobresale uno que excede en valor, en riqueza, en bondad, en duración…, en fin, en todo y a todos los demás. Aquel bien superior en todo, a todos y en toda medida, nosotros lo llamamos Dios, el Sumo Bien.

Quién o qué cosa mayor que Dios, de cuyas manos salió el universo entero. Quién más sabio y mejor dotado, siendo Él la perfección misma y el único omnisciente.
Quién más poderoso y de mayor duración si sólo Él lo puede todo y es el único que no tuvo principio ni tendrá jamás fin.

Sólo un bien de esta categoría (y sólo puede haber uno) está a la altura de llenar y colmar por completo y para siempre nuestra capacidad de amar. Porque una capacidad infinita de amar -como la nuestra- tan sólo puede saciarse con un bien igualmente infinito. «Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta», decía con acierto Santa Teresa.

A esta luz comprenderás mejor porqué incluí entre los «caminos inseguros» ciertas amistades. Tu dicha o gozo en el amor no depende sólo de lo mucho y muy intensamente que ames a alguien. Si ese alguien es limitado, mortal y pasajero, también lo será la felicidad que brote de ese amor, si sólo en él la asientas.

Por eso trata de hacer que tal amor por alguien esté sostenido y comprendido dentro de tu amor a Dios. Así, la dicha que brote de esa amistad permanecerá sostenida por la felicidad verdadera que mana precisamente de tu mismo amor a Dios.

Únicamente amando sin límites a Dios, el Sumo Bien, llegaremos a la felicidad suma.
Porque el máximo grado de amor hacia el mayor de todos los bienes garantiza la máxima felicidad. De aquí se desprende ya, como fruto maduro, el gran secreto.

¿Sigues bien dispuesto…? Pues, ¡adelante…! ¡Rompe el sello!

No salva el activismo, sino la atención sincera y generosa

La Jornada Mundial de los Pobres tendrá lugar el próximo 13 de noviembre.

“Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (cf. 2 Co 8,9): las palabras del apóstol Pablo a los primeros cristianos de Corinto son el tema de la VI Jornada Mundial de los pobres del próximo 13 de noviembre. Palabras que representan, tal como escribe el Papa en su Mensaje dado a conocer este 14 de junio, el “fundamento al compromiso solidario con los hermanos necesitados”.

La insensatez de la guerra y el chantaje de algunos poderosos

EL Santo Padre presenta en los primeros párrafos del mensaje el contexto actual en el que se enmarca la jornada de este año, el mundo saliendo de “la tempestad de la pandemia” y la guerra en Ucrania que “vino a agregarse a las guerras regionales que en estos años están trayendo muerte y destrucción”. Constata Francisco que el cuadro de la guerra se ve agravado en este caso a causa de la intervención de una “superpotencia” que “pretende imponer su voluntad contra el principio de autodeterminación de los pueblos”. “Se repiten escenas de trágica memoria y una vez más el chantaje recíproco de algunos poderosos acalla la voz de la humanidad que invoca la paz”, escribe.

¡Cuántos pobres genera la insensatez de la guerra! Dondequiera que se mire, se constata cómo la violencia afecta a los indefensos y a los más débiles. […] ¿Cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad?

No ceder ante el compromiso de la solidaridad

Como sucedió con los cristianos de Corinto, que tras la gran colecta organizada por Pablo para la comunidad de Jerusalén – en graves dificultades por la carestía que azotaba al país – se mostraron “muy sensibles y disponibles”, comenzando luego, sin embargo, su compromiso “a disminuir”, así sucede, según el Papa, también hoy. Lo escribe pensando en la disponibilidad que “ha movido a enteras poblaciones a abrir las puertas para acoger millones de refugiados de las guerras en Oriente Medio, en África central y ahora en Ucrania”. Constatando que, sin embargo, “mientras más dura el conflicto, más se agravan sus consecuencias”, señala que “a los pueblos que acogen les resulta cada vez más difícil dar continuidad a la ayuda” porque se empieza a sentir el peso “de una situación que va más allá de la emergencia”. Y anima: 

Este es el momento de no ceder y de renovar la motivación inicial. Lo que hemos comenzado necesita ser llevado a cumplimiento con la misma responsabilidad.

“La solidaridad, – explica el Papa– es, en efecto, precisamente esto: compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra. Mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad.

El bienestar alcanzado por algunos países

Un punto importante que menciona el Santo Padre en el mensaje es el bienestar que han alcanzado diversos países en las últimas décadas, gracias “a la iniciativa privada y a leyes que han apoyado el crecimiento económico articulado con un incentivo concreto a las políticas familiares y a la responsabilidad social”. Francisco espera que “el patrimonio de seguridad y estabilidad logrado –pueda ahora ser compartido con aquellos que se han visto obligados a abandonar su hogar y su país para salvarse y sobrevivir”.

Como miembros de la sociedad civil, mantengamos vivo el llamado a los valores de libertad, responsabilidad, fraternidad y solidaridad. Y como cristianos encontremos siempre en la caridad, en la fe y en la esperanza el fundamento de nuestro ser y nuestro actuar.

La importancia del testimonio de los cristianos

Volviendo al Apóstol, y haciendo presente que él “no quiere obligar a los cristianos forzándolos a una obra de caridad”, sino que invita a realizar la colecta “para que sea un signo del amor, tal como lo ha testimoniado el mismo Jesús”, el Santo Padre asevera que “frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin delegar en nadie”. Sucesivamente pone en guardia sobre la “relajación” que conduce a “comportamientos incoherentes, como la indiferencia hacia los pobres”, y también sobre “el excesivo apego al dinero” que “impide observar con realismo la vida de cada día y nubla la mirada, impidiendo ver las necesidades de los demás”:

Son situaciones que manifiestan una fe débil y una esperanza endeble y miope.

El problema – añade – no es el dinero en sí, porque este forma parte de la vida cotidiana y de las relaciones sociales de las personas. Lo que debemos reflexionar es sobre el valor que tiene el dinero para nosotros: no puede convertirse en un absoluto, como si fuera el fin principal.

No salva el activismo, sino la atención sincera y generosa

El Santo Padre enseña, pues, que “no se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder”, sino que se necesita “hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario”. “No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído”, explica. Y acrecienta: 

Es urgente encontrar nuevos caminos que puedan ir más allá del marco de aquellas políticas sociales «concebidas como una política hacia los pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos» (Carta enc. Fratelli tutti, 169). En cambio, es necesario tender a asumir la actitud del Apóstol que podía escribir a los corintios: «No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad» (2 Co 8,13).

La pobreza que libera y enriquece y la que “humilla y mata”

Es necesario aprender que “no estamos en el mundo para sobrevivir, sino para que a todos se les permita tener una vida digna y feliz”. Jesús, dice Francisco “nos muestra el camino y nos hace descubrir que hay una pobreza que humilla y mata, y hay otra pobreza, la suya, que nos libera y nos hace felices”. La que mata “es la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos”. “Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no ofrece perspectivas ni salidas”. Se trata de “la miseria” que, “mientras constriñe a la condición de extrema pobreza, también afecta la dimensión espiritual que, aunque a menudo sea descuidada, no por esto no existe o no cuenta”.

Cuando la única ley es la del cálculo de las ganancias al final del día, entonces ya no hay freno para pasar a la lógica de la explotación de las personas: los demás son sólo medios. No existen más salarios justos, horas de trabajo justas, y se crean nuevas formas de esclavitud, sufridas por personas que no tienen otra alternativa y deben aceptar esta venenosa injusticia con tal de obtener lo mínimo para su sustento.

La que libera, en cambio, es que permite centrarse “en lo esencial”, explica el Santo Padre. De hecho, existe esa “sensación de insatisfacción” que muchos experimentan, “porque sienten que les falta algo importante y van en su búsqueda como errantes sin una meta”. Así, esas personas deseosas de encontrar lo que pueda satisfacerlos, “tienen necesidad de orientarse hacia los pequeños, los débiles, los pobres para comprender finalmente aquello de lo que verdaderamente tenían necesidad”.

El encuentro con los pobres permite poner fin a tantas angustias y miedos inconsistentes, para llegar a lo que realmente importa en la vida y que nadie nos puede robar: el amor verdadero y gratuito. Los pobres, en realidad, antes que ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad.

Seguir el camino de Jesús

El Papa Francisco vuelve sobre las riquezas de las que habla Pablo, que tenemos “gracias a la pobreza” y las menciona: son el conocimiento de la piedad, la purificación de los pecados, la justicia, la santificación y otras mil cosas buenas que nos han sido dadas ahora y siempre.

Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, el camino es el suyo: es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza.

Recordando, por último, a San Charles de Foucald, “un hombre que, nacido rico, renunció a todo para seguir a Jesús y hacerse con Él pobre y hermano de todos”, el Santo Padre concluye el mensaje con la esperanza de que la próxima Jornada Mundial de los Pobres “se convierta en una oportunidad de gracia, para hacer un examen de conciencia personal y comunitario, y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida”.

El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre

Sábado, quinta semana de Cuaresma. Dios promete, pero Dios también pide. Y pide que por nuestra parte le seamos fieles en todo momento.

La cercanía a la Semana Santa va haciendo que la Iglesia nos vaya presentando a Jesucristo en contraposición con sus enemigos. En el Evangelio de hoy se nos presenta la auténtica razón, la razón profunda que lleva a los enemigos de Cristo a buscar su muerte. Esta razón es que Cristo se presenta ante los judíos como el Enviado, el Hijo de Dios. Este conflicto permanente entre los dirigentes judíos y nuestro Señor, se convierte también para nosotros en una interrogación, para ver si somos o no capaces de corresponder a la llamada que Cristo hace a nuestra vida.

Cristo llega a nosotros, y llega exigiendo su verdad; queriendo mostrarnos la verdad y exigiéndonos que nos comportemos con Él como corresponde a la verdad. La verdad de Cristo es su dignidad, y nosotros tenemos que reflexionar si estamos aceptando o no esta dignidad de nuestro Señor. Tenemos que llegar a reflexionar si en nuestra vida estamos realizando, acogiendo, teniendo o no, esta verdad de nuestro Señor.

Cristo es el que nos muestra, por encima de todo, el camino de la verdad. Cristo es el que, por encima de todo, exige de los cristianos, de los que queremos seguirle, de los que hemos sido redimidos por su sangre, el camino de la verdad.

Nuestro comportamiento hacia Cristo tiene que respetar esa exigencia del Señor; no podemos tergiversar a Cristo. No podemos modificar a Cristo según nuestros criterios, según nuestros juicios. Tenemos necesariamente que aceptar a Cristo.

Pero, a la alternativa de aceptar a Cristo, se presenta otra alternativa -la que tomaron los judíos-: recoger piedras para arrojárselas. O aceptamos a Cristo, o ejecutamos a Cristo. O aceptamos a Cristo en nuestra vida tal y como Él es en la verdad, o estamos ejecutando a Cristo.

Esto podría ser para nosotros una especie de reticencia, de miedo de no abrirnos totalmente a nuestro Señor Jesucristo, porque sabemos que Él nos va a reclamar la verdad completa. Jesucristo no va a reclamar verdades a medias, ni entregas a medias, ni donaciones a medias, porque Jesucristo no nos va a reclamar amores a medias. Jesucristo nos va a reclamar el amor completo, que no es otra cosa sino el aceptar el camino concreto que el Señor ha trazado en nuestra vida. Cada uno tiene el suyo, pero cada uno no puede ser infiel al suyo.

Solamente el que es fiel a Cristo tiene en su posesión, tiene en su alma la garantía de la vida verdadera, porque tiene la garantía de la Verdad. «El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre».

Nosotros constantemente deberíamos entrar en nuestro interior para revisar qué aspectos de mentira, o qué aspectos de muerte estamos dejando entrar en nuestro corazón a través de nuestro egoísmo, de nuestras reticencias, de nuestro cálculo; a través de nuestra entrega a medias a la vocación a la cual el Señor nos ha llamado.
Porque solamente cuando somos capaces de reconocer esto, estamos en la Verdad.

Debemos comenzar a caminar en un camino que nos saque de la mentira y de la falsedad en la que podemos estar viviendo. Una falsedad que puede ser incluso, a veces, el ropaje que nos reviste constantemente y, por lo tanto, nos hemos convencido de que esa falsedad es la verdad. Porque sólo cuando permitimos que Cristo toque el corazón, que Cristo llegue a nuestra alma y nos diga por dónde tenemos que ir, es cuando todas nuestras reticencias de tipo psicológico, todos nuestros miedos de tipo sentimental, todas nuestras debilidades y cálculos desaparecen.

Cuando dejamos que la Verdad, que es Cristo, toque el corazón, todas las debilidades exteriores —debilidades en las personas, debilidades en las situaciones, debilidades en las instituciones—, y que nosotros tomamos como excusas para no entregar nuestro corazón a Dios, caen por tierra.

Nos podemos acomodar muchas cosas, muchas situaciones, muchas personas; pero a Cristo no nos lo podemos acomodar. Cristo se nos da auténtico, o simplemente no se nos da. «Se ocultó y salió de entre ellos». En el momento que los judíos se dieron cuenta de que no podían acomodarse a Cristo, que tenían que ser ellos los que tenían que acomodarse al Señor, toman la decisión de matarlo.

A veces en el alma puede suceder algo semejante: tomamos la decisión de eliminar a Cristo, porque no nos convence el modo con el que Él nos está guiando. Y la pregunta que nace en nuestra alma es la misma que le hacen los judíos: «¿Quién pretendes ser?». Y Cristo siempre responde: «Yo soy el Hijo de Dios».

Sin embargo, Cristo podría regresarnos esa pregunta: ¿Y tú quién pretendes ser? ¿Quién pretendes ser, que no aceptas plenamente mi amor en tu corazón? ¿Quién pretendes ser, que calculas una y otra vez la entrega de tu corazón a tu vocación cristiana en tu familia, en la sociedad? ¿Por qué no terminar de entregarnos? ¿Por qué estar siempre con la piedra en la mano para que cuando el Señor no me convenza pueda tirársela?

Cristo, ante nuestro reclamo, siempre nos va a responder igual: con su entrega total, con su promesa total, con su fidelidad total.

Las ceremonias que la Iglesia nos va a ofrecer esta Semana Santa no pueden ser simplemente momentos de ir a Misa, momentos de rezar un poco más o momentos de dedicar un tiempo más grande a la oración. La Semana Santa es un encuentro con el misterio de un Cristo que se ofrece por nosotros para decirnos quien es. El encuentro, la presencia de Cristo que se me da totalmente en la cruz y que se muestra victorioso en la resurrección, tenemos que realizarla en nuestro interior. Tenemos que enfrentarnos cara a cara con Él.

Es muy serio y muy exigente el camino del Señor, pero no podemos ser reticentes ante este camino, no podemos ir con mediocridad en este camino. Siempre podremos escondernos, pero en nuestro corazón, si somos sinceros, si somos auténticos, siempre quedará la certeza de que ante Cristo, nos escondimos. Que no fuiste fiel ante la verdad de Cristo, que no fuiste fiel a tu compromiso de oración, que no fuiste fiel en tu compromiso de entrega en el apostolado, que no fuiste fiel, sobre todo, en ese corazón que se abre plenamente al Señor y que no deja nada sin darle a Él.

Cristo en la Eucaristía se nos vuelve a dar totalmente. Cada Eucaristía es el signo de la fidelidad de la promesa de Dios: «Yo estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo». Dios no se olvida de sus promesas. Y cuando vemos a un Dios que se entrega de esta manera, no nos queda otro camino sino que buscarlo sin descanso.

Buscarlo sin descanso a través de la oración y, sobre todo, a través de la voluntad, que una vez que ha optado por Dios nuestro Señor, así se le mueva la tierra, no se altera, no varía; así no entienda qué es lo que está pasando ni sepa por dónde le está llevando el Señor, no cambia.

Dios promete, pero Dios también pide. Y pide que por nuestra parte le seamos fieles en todo momento, nos mantengamos fieles a la palabra dada pase lo que pase. Romper esto es romper la verdad y la fidelidad de nuestra entrega a Cristo.

Que la Eucaristía abra en nuestro corazón una opción decidida por nuestro Señor. Una opción decidida por vivir el camino que Él nos pone delante, con una gran fidelidad, con un gran amor, con una gran gratitud ante un Dios que por mí se hace hombre; ante un Dios que tolera el que yo muchas veces haya podido tener una piedra en la mano y me haya permitido, incluso, intentar arrojársela. Y sobre todo, una gratitud profunda porque permitió que mi vida, una vez más, lo vuelva a encontrar, lo vuelva a amar, consciente de que el Señor nunca olvida sus promesas.

Nardo del 15 de Junio

¡Oh Sagrado Corazón, Corazón del Uno y Trino Dios!

Meditación: Corre una brisa fresca y parece que junto al pequeño río algo de naturaleza despierta…es el Jordán…un pequeño gentío, allí está el Bautista…se acerca imponente mi Jesús, sin pompas, con sencillez pues es el Verdadero Rey. Se miran, se dicen unas pocas palabras y en ese instante el Cielo habla…se abrieron los Cielos y descendió el Espíritu de Dios. Al mismo tiempo se oyó una Voz que desde el Cielo dijo: «Este es Mi Hijo, el Amado, este es Mi Elegido» (Mateo 3-16).

La misma Trinidad se presentaba en la tierra Santa, mostrándonos en lo pequeño un gran misterio. Tres personas distintas y Un sólo Dios. Jesús, al decirle Sus discípulos «muéstranos al Padre» respondería: «hace tanto tiempo estoy entre ustedes y todavía no me conocen». Nuestra limitada naturaleza no puede entender la ilimitada magnificencia de Dios, Uno en el Otro está, y el mismo Corazón es de nuestro Unico Dios. Pidamos al Corazón del Hijo conocer el Amor del Padre, y encerrarnos en El, cubiertos con las Alas del Espíritu Santo.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Hagamos la oración de los pastorcitos de Fátima: Oh Dios mío, yo creo, espero, adoro y Os amo y Os pido perdón por todos los que no creen, no esperan, no adoran y no Os aman (repetir tres veces). Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo, Os adoro profundamente y Os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los Tabernáculos de la tierra en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales El mismo es ofendido, y por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y por la intercesión del Inmaculado Corazón de María Os pido por la conversión de los pecadores. Amén

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

Papa Francisco: Descartar a los ancianos es traicionar a la humanidad

Catequesis hoy en la audiencia general, sobre la curación de la suegra de Pedro.

El Papa Francisco recalcó el mensaje de que las personas mayores no pueden quedar fuera de la sociedad o de la Iglesia, durante la Audiencia General del 15 de junio de 2022. Reconociendo que los mayores, como él, necesitan tomar conciencia de sus limitaciones físicas, destacó su sabiduría y volvió a abogar por un diálogo entre los ancianos y los jóvenes. El Papa comenzó su catequesis, impartida en la Plaza de San Pedro, con una breve confidencia personal. «De viejos, no podemos hacer lo mismo que hicimos cuando éramos jóvenes. El cuerpo tiene otro ritmo y tenemos que escuchar al cuerpo y aceptar sus límites. Todos los tenemos, ¿no?. Yo también tengo que caminar con bastón ahora…», confió, provocando algunos aplausos en la multitud. Durante varias semanas, el Papa Francisco ha estado usando una silla de ruedas o un bastón para aliviar su rodilla. En esta nueva reflexión sobre la vejez, el Papa quiso comentar la historia de la curación de la suegra del apóstol Pedro; e insistió en la necesidad de visitar a las personas de edad y enfermas, «especialmente en nuestro tiempo en que el número de ancianos va en aumento”. «Debemos sentir la responsabilidad de visitar a los ancianos que a menudo están solos y presentarlos al Señor con nuestra oración», insistió. Explicó que, a través de esta atención concreta, se comunica al enfermo la «Salvación». Dejando de lado el discurso que llevaba preparado, volvió a lamentar la cultura del descarte en la que se margina o se oculta a los ancianos. «No los matamos, pero los apartamos socialmente, como si fueran una carga», condenó.

Diálogo entre generaciones

Esta cultura de «elegir la vida según la utilidad» es para él «una traición a la humanidad». Debemos, advirtió, considerar la vida «como es», con «la sabiduría de los ancianos», con sus límites también. Recordando que el diálogo entre jóvenes y mayores es «fundamental» para la sociedad y para la Iglesia, advirtió contra la creación de una generación «sin pasado» y «sin raíces» si el encuentro entre las edades deja de darse. Volviendo al relato de la curación de la suegra de Pedro, el Papa subrayó el agradecimiento de ella que, una vez curada, se levantó y se puso al servicio de Jesús y de los discípulos. Luego señaló que Dios no rechaza a las personas porque son viejas. Al contrario, les da «fuerza para servir». Antes de concluir su catequesis, el Papa aclaró que el servicio mencionado en el Evangelio no era «simplemente un asunto de mujeres».

«El servicio evangélico de la gratitud por la ternura de Dios no está en modo alguno inscrito en la gramática del amo y de la sierva», aseguró. Y añadió también que las mujeres, «sobre la gratitud y la ternura de la fe, pueden enseñar a los hombres cosas que a éstos les cuesta más entender».

Santa María Micaela, la aristócrata que se preocupó de las prostitutas

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Dolors Massot – publicado el 13/06/21

Dejó su vida acomodada y fundó las Adoratrices. Su misión es adorar a Cristo en la Eucaristía y velar por las mujeres en riesgo de exclusión

Santa María Micaela Desmaisières y López de Dicastillo nació en Madrid el 1 de enero de 1809. Era de familia noble. Su madre era camarista de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Ella tenía el título de vizcondesa de Jorbalán.

Desde muy joven destacó por un profundo amor a la Eucaristía y por la preocupación por los más necesitados.

Visitando el hospital de san Juan de Dios, conoció las salas de enfermedades de transmisión sexual y vio la explotación y el desamparo en que vivían las prostitutas.

María Micaela decide entonces, en abril de 1845, abrir una primera casa de atención para que estas mujeres puedan recuperar una vida digna.

En Pentecostés de 1847 recibió una gracia mística que la une a Cristo en la Eucaristía. Prescindió de la Junta de Señoras que había colocado al frente de la casa de atención a las prostitutas, y en 1850 asumió la dirección y fue a vivir con ellas. Les buscó maestras que las alfabetizaran y les dieran educación.

En 1856 recibió la aprobación eclesiástica de la obra religiosa que había fundado y reunió a un primer grupo de mujeres que seguían esta llamada. Será la Congregación de las Adoratrices, Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad. Su misión es la de Adoración-Liberación. Viven la adoración de Cristo en la Eucaristía y al mismo tiempo la atención a mujeres en riesgo de exclusión social.

Muerte heroica en pandemia

Santa María Micaela, que tomó el nombre de Madre Sacramento, fundó varios colegios en España. En agosto de 1865 se enteró de que a Valencia había llegado la pandemia de cólera y acudió para ayudar a las religiosas y las colegialas. En este acto heroico se contagió y murió el día 24 de agosto de ese mismo año.

Hoy la Congregación de las Adoratrices está en 24 países.

La fiesta de santa María Micaela se celebra el 15 de junio.

Oración a Santa María Micaela

Tú fuiste la sonrisa del Sagrario;

te pedimos que se nos pegue la locura por la Eucaristía que nos morimos de cuerdos. Jesús en la Eucaristía era tu pasión dominante, tu delirio y tu locura. Tú supiste ver en el sagrario cómo se derramaba la gracia del Señor sobre la tierra. Toda tu vida y la de tus hermanas y el pan de la vida. En la Eucaristía encontraste el anuncio más conmovedor de un Amor que se da como alimento y de una transformación del mundo que puede realizarse verdaderamente. Tu creíste firmemente en las palabras de Jesús, compartiste plenamente su mandato y te dejaste implicar en el espléndido proyecto de salvación que el Señor Jesús inauguró en la historia. Tu vida nos vuelve a presentar el testimonio de fe en la presencia del Hijo de Dios en la vida de la Iglesia, centrada en la Eucaristía. Fascinada por el misterio eucarístico, consagraste toda tu vida transfigurándola en un acto de adoración. Concédenos mirar el rostro de Cristo, para que, iluminados por la luz del Resucitado, los bautizados podamos contemplar el mundo y la historia de sus pueblos con ojos pascuales, reflejando el gozo de ser discípulos de Cristo, camino, verdad y vida. Es hora, por tanto, de volver a la escuela de Cristo, para aprender de él la lección de una vida buena y feliz, también en esta tierra. Tú eres nuestro modelo.  Amén.