¿Podría ser que con el Espíritu Santo, Dios se hubiera superado a sí mismo?
Con esta expresión: te has superado, expresamos, queridas hermanas y hermanos, esa acción que nos ha sorprendido porque va más allá de las expectativas. Alguna vez, irónicamente, te ha superado, lo decimos en sentido negativo, cuando has hecho algo mal más allá de lo esperado.
¿Por qué me pregunto si Dios se ha superado enviando al Espíritu Santo? Quizás porque es el aspecto, la persona, más imprevisible de Dios.
En la celebración de nuestra fe fácilmente seguimos los hechos de Dios-Padre, autor de cuya Creación encontramos huellas en la belleza de la naturaleza y de las personas, confesamos también Dios- Hijo, autor de la redención, Jesucristo, de quienes tenemos la historia de su persona y de su vida y el testimonio de la comunidad que le reconoció mesías y salvador. Pero ¿y del Espíritu Santo? Naturalmente también lo confesamos en el Credo y en cada invocación a la Trinidad, pero ¿somos conscientes de que el Dios-Espíritu Santo es el actualizador? ¿Aquél a través del cual actúan y abren en nosotros el Padre y el Hijo, renovando la creación, haciendo que la redención de Jesucristo sea creída y tenga efectos reales en nuestra vida?
Enviar el Espíritu Santo fue una superación de una historia de Dios que hubiera podido quedar como un relato antiguo, como una mitología con su sabiduría religiosa y humana, pero desconectada de cada persona desde los inicios de los tiempos hasta hoy, en el siglo XXI .
El Espíritu Santo es la intimidad del padre con su hijo, con Jesús. Él mismo, Jesucristo, quiso que su presencia entre nosotros fuera mucho más que el recuerdo de una maestría excepcional y de un testimonio coherente entre vida, palabra y muerte. Quiso una conexión diferente y por eso como nos ha dicho el Evangelio, el mismo día de Pascua, quiso quedarse con los apóstoles y lo hizo con su Espíritu, que después sería enviado a toda la comunidad, y que desde entonces no ha dejado de ser protagonista de la vida del mundo, de la Iglesia, de cada sacramento, de cada vida espiritual, de cada discernimiento. Con razón de las pocas cosas que confesamos del Espíritu Santo en el Credo, una de las más importantes dice que infunde la vida: es Señor e infunde la vida.
Recientemente un libro que dice que el mundo lleva unos cuarenta años sometido a una doctrina llamada TINA. No es un diminutivo de un nombre, sino las siglas en inglés de la frase There Is No Alternative; es decir, no hay alternativa. La frase viene a decir que existe una doctrina económica, antropológica, social presentada como inevitable. El autor critica esta doctrina y es favorable a defender que sí existen alternativas.
Cuando ponemos juntos el Espíritu Santo y el mundo en el que vivimos, podemos decir que para los cristianos esta TINA es inaceptable y que el Espíritu Santo es precisamente la superación de un mundo sin alternativas. Cuántas razones prueban esto:
Dios se supera en la historia porque el motor inmediato que mueve al mundo es la acción del hombre y la mujer. Esta acción puede ser inspirada por muchas causas, pero es el Espíritu Santo quien asegura la presencia de Dios en cada persona, Afirmar que no hay alternativas es realizar un análisis pobre de nuestro mundo y de nuestra humanidad, renunciando al protagonismo de dirigir y controlar la Creación guiados por este Santo Espíritu, del que decimos en el himno Veni Sancte Spiritus que es el guía que nos va delante. (ductore sic te previo)
¿Dónde viene a encontrarnos el Espíritu de Dios? ¿Dónde está presente? Dios se supera también siempre en la persona humana. Es muy significativo que utilicemos la misma palabra, espíritu, para hablar de aquella parte de nuestra humanidad que permanece abierta a la trascendencia, a la mística, a todo lo que no podemos tocar pero que podemos sentir desde nuestra sensibilidad. Hay una especie de zona 0, de zona de encuentro previo, íntimo, en toda persona que necesitamos afirmar. Los más jóvenes, los niños, muy especialmente los sirven en el altar o se preparan para las Primera Comunión, o son más pidosos.
Una de las grandes propuestas del cristianismo hoy es la de la afirmación radical de que la espiritualidad forma parte de la persona humana y la enriquece. Quizás para alguien sea muy obvio, pero yo cuando miro a mi alrededor y veo tanta dependencia de la tecnología, de las plataformas, de los móviles, del bombardeo constante de información y de entretenimiento, me pregunto qué espacio dejamos en el espíritu. Ojalá esta solemnidad de Pentecostés fuera una reivindicación de la espiritualidad. Me parece que hacer memoria es una de las misiones de la vida monástica hoy. Este espíritu humano es el que naturalmente nos permite también permanecer abiertos a la propuesta cristiana, a la que nos viene del Espíritu Santo, del Espíritu de Dios, del Espíritu en mayúsculas: de permanecer abiertos en definitiva a la fe . El espíritu es el actualizador de todo. Aunque no seamos a veces conscientes somos colaboradores del Espíritu cuando cantamos, cuando celebramos, lo son los monaguillos cuando facilite que la gente descubra la belleza. Porque las cosas del Espíritu son las que más pueden acercarnos a todos, son nuestra gran oportunidad pastoral.
Si nos creemos esta conexión espiritual entre Dios y nosotros por el Espíritu Santo, más que de la TINA, (del no hay alternativa) deberíamos hacernos seguidores de la TIA, There is Alternative y defender que naturalmente sí hay alternativas.
Dios se supera con el Espíritu Santo porque permite que la persona tal y como he dicho que la entendemos y la historia se combinen correctamente, en una acción que busca siempre la mejor opción, y por tanto llenarnos de confianza en el futuro.
Esta correcta combinación es la alternativa cristiana fundamentada en la conversión personal, obra del Espíritu Santo. La conversión de un solo hombre o una sola mujer ha tenido efectos multiplicadores en tantos momentos de la historia. De la capacidad del Espíritu Santo para convertirnos hablaba hoy también la secuencia, ese fragmento que hemos cantado en gregoriano después de la segunda lectura y que tenía tres frases llenas de sentido que traducidas dicen: Doble lo rígido, caliente lo frío, dirija lo que va desviado.
¡Creer que el Espíritu es capaz de todo esto es realmente creer que Dios se ha superado y que nos propone un verdadero camino a cada uno de nosotros a todos colectivamente de superación!
En cambio, la pretendida conversión de estructuras, olvidando a las personas, se ha acabado ahogando siempre bajo su mismo peso, carente de ese dinamismo que permite respirar, adaptarse, carente de la fluidez tan propia del Espíritu, de quien decimos que es viento, fuego y agua: fíjese, elementos que nos cuesta mucho controlar.
La influencia del Espíritu Santo en la historia por la acción de las personas provoca que la propuesta cristiana sea socialmente transformadora. Me atrevería a decir que es en términos históricos la que más lo ha transformado todo, pero el camino siempre comienza en Dios, de Él pasa al espíritu de los hombres y de las mujeres que actúan para cambiar las cosas. Y la superación de Dios en el Espíritu no ha terminado. Su gran característica es que se actualiza, cada día, como los programas y las aplicaciones y por tanto queda siempre abierta a versiones mejores de nosotros mismos y del mundo, y con esta actualización el Espíritu nos da finalmente una especie de actualización diaria en el don de la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino de la eucaristía. ¿Qué más podríamos pedir?
MEMORIA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA
JUAN 19:25-34
Hoy celebramos a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia.
Recordamos las palabras que, desde la Cruz, Jesús pronunció a San Juan: “Aquí tienes a tu Madre”. Al decir esto, no sólo estaba creando una relación filial entre María y Juan sino a través de Juan con toda la Iglesia. María será madre de todos los amados discípulos de Jesús a lo largo de todos los siglos.
También recordamos que en la Anunciación el Ángel dijo a la doncella de Nazaret: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios”. Hubo dos personas requeridas para la Encarnación, y ellas fueron el Espíritu Santo y la Santísima Madre.
Ahora podemos hacer la conexión: al convertirse en la madre de Cristo, María se convierte por extensión en madre de todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo a través del tiempo y espacio. Así como necesitamos del Espíritu Santo y la Santísima Madre para que se produjera la Encarnación en nuestra historia, ellos mismos son necesarios para que nazca Cristo en nuestras almas.
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven
La tradición de la Iglesia siempre ha considerado este texto a modo de profecía de quien sería la mujer cristiana por antonomasia: la Virgen María, Nuestra Señora. Esta es la razón por la que el papa Francisco determinó en 2018 declarar la fiesta de la Bienaventurada Virgen María como memoria obligatoria para toda la Iglesia.
“Eva” es ciertamente la madre de todos los creyentes. Su nombre significa “Vida” o “Madre”. Así nos lo refiere el autor sagrado indicando que es el hombre, Adán, quien la llama así. Y no es una denominación cualquiera. Su significación, esa esperanza más allá del “pecado original” es toda una apuesta de Dios por la mujer fiel que, como María, recibirá la Gracia extraordinaria de ser la Madre de Todos los Hombres. La “Llena de Gracia” supera ese pecado de origen que conllevaba el dolor y la discriminación… aunque, lamentablemente, lo que el autor yahvista ya entonces señala, todavía está demasiado presente en nuestra sociedad y también entre los cristianos.
El texto alternativo del libro de los Hechos es bien significativo de la importancia de María en la comunidad apostólica que, tras la Ascensión del Señor, se reúne en oración con “algunas mujeres y María, la madre de Jesús y sus hermanos” en el Cenáculo. Es el preludio de Pentecostés y una referencia fundamental de esta primitiva Iglesia que espera.
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
En esta frase se contiene el cumplimiento de la promesa y enlaza con Génesis 3, que ya hemos referenciado. María estaba al pie de la cruz y de pie, esperando un signo, una palabra. Y esta llega y quizá primeramente la desconcierte, pero seguramente calibraría la responsabilidad que implicaba. Es el nuevo Sí que da María en un momento decisivo en el Plan de Salvación.
“Ahí tienes a tu hijo”: a todos y cada uno de nosotros más allá de la carne y la sangre, una llamada y una mirada para “ver” al Hijo en sus hermanos los hombres. Y “ahí tienes a tu Madre”, la nueva Eva, desde el sí definitivo donde antes hubo una duda, un recelo… María es Nuestra Madre por antonomasia por generar a Jesús y por dar ejemplo de esperanza y determinación a pesar del sufrimiento y las dudas tras el drama del Calvario.
Pero en el relato de San Juan también hemos de destacar la entrega del Espíritu por parte de Jesús en la hora de la muerte, un Pentecostés anticipado al del Cenáculo y en medio de un paisaje desolador y oscuro. Y allí también estaba María, mirando expectante hacia su Hijo y recibiendo de inmediato este signo divino de Amor como en la Anunciación.
En esta fiesta de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, tal como la proclamó San Pablo VI en el Concilio Vaticano II, acerquémonos en oración y con devoción a Quien, con su Sí, disipó las brumas del mal de origen y nos posibilitó una nueva Esperanza.
“La Iglesia es femenina, porque es ‘iglesia, ‘esposa’: es femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y los Padres van más allá y dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre’. Y en esta actitud que viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta actitud podemos comprender esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando falta, hace que la Iglesia pierda su verdadera identidad y se convierta en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero no en la Iglesia”. (Homilía del Papa Francisco en la capilla de Santa Marta, día de la Virgen María, Madre de la Iglesia: la Iglesia, como María, es mujer y madre, lunes 21 de mayo de 2018)
Queridos hermanos u hermanas:
Tras la cincuentena pascual, proseguimos el tiempo ordinario. Lo hacemos en la décima semana. El evangelio de San Mateo nos acompañará durante casi tres meses, nada menos que hasta el 30 de agosto.
Es bueno que, al comienzo de un nuevo libro, nos informemos acerca de su plan de conjunto. Esto nos permitirá entender mejor cada parte. No todos disponemos de tiempo y de medios para un estudio a fondo, pero siempre podemos dar un nuevo paso. Por esa razón, os ofrezco algunos enlaces que nos proporcionan un acercamiento sencillo. Os invito a recordar alguna experiencia de sufrimiento.
¿Qué sentimos cuando nos visita el dolor, cuando tenemos la impresión de que las cosas salen torcidas, cuando parece que la alegría dura tan poco en casa del pobre? ¿Cómo es posible que en la gran familia de Dios, que es la humanidad, haya tantos millones de personas que pasan hambre, que lloran, que son perseguidas? ¿A qué extraño plan responde tanta injusticia, tanta corrupción, tanta violencia? ¿De qué han servido dos mil años de cristianismo?
Contemplando a los pobres y excluidos de su tiempo, Jesús debió de sentir en carne propia el abismo que hay entre el sueño de Dios y la dura realidad de cada día. Debió de sentir a un tiempo la impotencia de quien apenas puede hacer nada y la tentación de quien sueña que Dios es un recurso mágico para resolver todo a golpe de deseo.
¿No sentimos esto mismo cada uno de nosotros? ¿No nos debatimos entre el “no hay nada que hacer” y el “que venga Dios y lo arregle”?
Mateo comienza el ministerio público de Jesús con la proclamación de las bienaventuranzas. Todos los detalles de este “discurso programático” son importantes:
- Jesús contempla la muchedumbre (Al ver Jesús el gentío) que simboliza a toda la humanidad doliente. Y siente, como en tantas ocasiones, compasión. Hace suyos los sufrimientos de cada uno. Los entiende por dentro porque también él, desde el comienzo de su vida hasta el final, se siente atravesado por la tentación del sinsentido, de reducir a Dios a un poder mágico.
- Sube a la montaña, se sienta y comienza a hablar. Todo nos hace pensar que lo que va a decir tiene el sello de su Padre.
- El contenido es paradójico: todos los que sufren (por situaciones injustas o por incomprensión hacia su tarea) tienen dentro de sí la semilla de la felicidad. La tienen, no en virtud de su rectitud moral, de sus cualidades, de su resignación o de no sé qué extraña medida compensatoria. Son felices, sin comparación ninguna con cualquier otro ser humano (rico, satisfecho, potente), porque Dios se ha puesto de su parte. Son felices porque en el centro mismo de su dolor habita Dios, por difícil, paradójico y casi inhumano que resulte.
Escribo esto y experimento dos reacciones contrapuestas. La primera se parece mucho a la crítica marxista de la religión. Si no se entienden estas palabras de Jesús en su verdad, pueden ser utilizadas como justificación del orden establecido. Si se las acoge a la luz de su propia vida (esta es la segunda reacción), entonces, no solamente alimentan un gran coraje para luchar por la dignidad de todos los seres humanos sino que dan sentido a todo sufrimiento que se vive en comunión con el Cristo que sufre y muere.
No estoy seguro de haber entendido esto, pero sé que sí lo ha entendido Pablo cuando escribe a los corintios: Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo. O cuando más adelante remacha: Si sois compañeros en el sufrir, lo sois en el buen ánimo. Y también sé que lo han entendido y vivido muchos sufrientes que han hecho de la prueba un trampolín de fe, de alegría, de capacidad de lucha, de esperanza contra toda esperanza. En otras palabras, de felicidad.
¿Se puede vender esta “fórmula” en el supermercado de propuestas para estar bien y ser feliz? Se puede, pero no tendría ningún éxito de ventas. Seguimos empeñados en transitar otros caminos de rápida gratificación. Pero chocamos siempre contra la misma piedra. No deberíamos extrañarnos de nuestra profunda infelicidad.
Norberto, Santo
Memoria Litúrgica, 6 de junio
Obispo
Martirologio Romano: San Norberto, obispo, hombre de austeras costumbres y totalmente dedicado a la unión con Dios y a la predicación del Evangelio, que instituyó, cerca de Laon, en Francia, la Orden Premonstratense de Canónigos Regulares, y luego, designado obispo de Magdeburgo, en Sajonia, se mostró pastor eximio en la renovación de la vida cristiana y en la difusión de la fe entre las poblaciones vecinas († 1134).
Fecha de canonización: El Papa Gregorio XIII lo reconoció oficialmente como santo en 1582.
Breve Biografía
Norberto nació en Xanten (Alemania) de la noble familia, de los Gennep, hacia el 1080.
Como era costumbre para todo segundo hijo de la nobleza, a Norberto le correspondía seguir la carrera militar o eclesiástica. Prefirió el segundo camino, no por vocación, sino por simple oportunidad. En efecto, siendo diácono pudo gozar de los muchos privilegios al lado del gran elector de Colonia y del emperador Enrique V, que lo propuso para una importante sede episcopal. Pero Dios tenía otros planes. Durante un paseo a caballo por el bosque, lo sorprendió un violento huracán que lo derribó del caballo y, como Saulo en el camino de Damasco, dijo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”.
La respuesta que cambió radicalmente su vida poco edificante fue: “Abandona el camino del mal y haz el bien”. Ese episodio fue el comienzo de su conversión. Abandonó los lugares mundanos y se puso a la escuela del abad benedictino de Siegburg y de los canónigos de Klosterrath; después siguió el ejemplo del ermitaño Liudolfo pasando tres años en penitencia y en oración. En 1115 fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Colonia, y comenzó su actividad misionera itinerante.
Quiso dar el ejemplo despojándose de todos sus bienes y distribuyéndoselos a los pobres. Conservó para él una mula y diez monedas de plata, pero después dejó también esto y continuó sus peregrinaciones a pie y descalzo. En Francia, cerca a Nimes, se encontró con el Papa Calixto II quien lo animó a continuar por ese camino. El obispo de Laon, para tenerlo en su diócesis, le propuso ser el guía de los Canónigos regulares que seguían la Regla de San Agustín, y a quienes se les había asignado el convento de Praemonstratum. Así nació la Orden de los premonstratenses. Mientras tanto Norberto había continuado su actividad de predicador ambulante. Se encontraba en Magdeburgo asistiendo a los funerales del obispo de esa ciudad, cuando el clamor popular lo eligió como sucesor. Fue un obispo incómodo para muchos. Tenaz, buen organizador, se ganó aplausos y enemistades. El emperador Lotario lo nombró canciller del imperio para Italia y el Papa Inocencio II extendió su jurisdicción a Polonia. Pero Norberto no olvidó la regla monástica de la pobreza y del ejercicio del apostolado entre la gente humilde del campo, y vivió integralmente el ideal de vida activa y contemplativa de los premonstratenses aun en el fulgor de los altos cargos. Murió en Magdeburgo, de regreso de una misión de paz en Italia, el 6 de junio de 1134. Fue canonizado en 1582.
Dichosos los misericordiosos
Santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12. Lunes X del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, nos permitas que sea un desmemoriado; hazme recordar todas las veces que tu amor y tu gracia han borrado mi pecado, para que así, pueda ofrecer un corazón bondadoso y misericordioso a mis hermanos.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos.
Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo:
«Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Durante nuestra juventud hicimos muchas elecciones y, dentro de ellas, muchas no fueron muy sabias. Fueron más bien tontas e inmaduras. Esto a pesar de que nuestros padres nos orientaban y aconsejaban para que no cometiéramos errores. Pero a pesar de ellos, considerábamos que nosotros teníamos la razón. Esto se debe a que no teníamos una visión completa y madura de las cosas, dada nuestra corta edad.
Lo que llama la atención es que, ahora que somos adultos, seguimos cometiendo errores en incluso más graves. ¿Por qué? Porque ignoramos los consejos de Dios, que lejos de ser prohibiciones como los llaman muchos, son los consejos de un Padre amoroso lleno de misericordia que sabe qué es lo que verdaderamente nos conviene. Cuando Él nos dice sean misericordiosos, es porque sabe que sólo así seremos felices, ¡dichosos! Sólo así podemos esperar que Dios tenga misericordia de nosotros.
Señor, ayúdame a encontrar la verdadera felicidad que se encuentra en el dar y no tanto en el recibir, en el amar y no tanto en el ser amado.
«¡Ese es el camino! Pero para eso hace falta sacrificio, hace falta andar contracorriente. Las Bienaventuranzas que leímos hace un rato son el plan de Jesús para nosotros. El plan… Es un plan contracorriente. Jesús les dice: “Felices los que tienen alma de pobre”. No dice: “Felices los ricos, los que acumulan plata”. No. Los que tienen el alma de pobre, los que son capaces de acercarse y comprender lo que es un pobre. Jesús no dice: “Felices los que lo pasan bien”, sino que dice: “Felices los que tienen capacidad de afligirse por el dolor de los demás”. Y así, yo les recomiendo que lean después, en casa, las Bienaventuranzas, que están en el capítulo quinto de San Mateo».
(Discurso de S.S. Francisco, 12 de julio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré la experiencia de servir a alguien que se encuentre en una necesidad para salir de mí mismo y de mis problemas que sólo me mantienen en un egoísmo nervioso y estresante.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Qué es la pobreza Cristiana?
¿Virtud o condición de vida?
El Papa Francisco tiene muy presente el tema de la pobreza y constantemente nos está recordando que quiere que seamos una Iglesia pobre. Comprender la pobreza como la vivió y la quiere nuestro Señor Jesucristo es el primer paso para poder ser esta Iglesia que el Papa desea. Aunque podría parecer muy simple, la verdad es que existe mucha confusión sobre lo que la pobreza Cristiana es en verdad.
Virtud o Condición de Vida
Es muy importante comprender que en la Iglesia hablamos de dos tipos distintos de pobreza. Existe la pobreza como condición que consiste en la carencia de bienes materiales, sabemos que muchas personas lo padecen y es un problema que debemos trabajar para solucionar. Esta pobreza es un mal. No hay nada positivo sobre la pobreza material, en el mejor de los casos, algo positivo se puede sacar de ello pero jamás se puede considerar un bien.
La virtud de la pobreza es la que valoramos. Cristo habla sobre la pobreza espiritual como aquella que merece ser premiada, aquella que es digna del Reino de los Cielos (Mt 5-3). Esta consiste en una decisión de vida, una actitud con la que Cristo nos pide vivir para poder llegar al cielo, no depende de la condición económica de la familia o del país del cual provenimos, no depende que hayamos perdido todo en un incendio o hayamos ganado la lotería y no depende de las capacidades que tengamos de hacer más o menos dinero. La virtud de la pobreza, como todas las virtudes, depende de la voluntad humana.
El don de los bienes materiales
¿Quiere decir esto que la pobreza espiritual nos exige hacernos pobres materialmente de forma voluntaria? Al parecer muchas personas creen esto, quizás no conozcamos a ninguna persona que viva con carencias materiales por decisión personal pero constantemente escuchamos cómo se habla en la Iglesia sobre vivir la pobreza y esto nos hace pensar en la pobreza material. Entonces, ¿somos los católicos personas incoherentes?
¿Está mal tener cosas materiales?
Si Dios creó el mundo sensible, este no puede ser un mal, Él nos puso en ese mundo para que disfrutaramos de su creación. El mundo material es un don de Dios, un medio para que podamos ser felices y podamos amarlo a Él. Lo único que le ofende es cuando ponemos estas cosas antes que a Él y antes que a nuestros hermanos. Dios nos da por amor, como una madre da a sus hijos por amor, pero cuando un hijo ama más los regalos que a su madre es cuando el niño está rechazando el don más grande que puede recibir, está rechazando el mismo amor de su madre.
La pobreza voluntaria no es una exigencia de Cristo y tampoco de la Iglesia. Cuando Cristo habla de la pobreza que debemos vivir, Él quiere decir que debemos vivir desprendidos de lo material, que le demos poca importancia a estas cosas. Este desinterés por lo material debe brotar de un auténtico interés por lo espiritual y por la vida futura en el cielo. Quien tiene los ojos en el cielo no se preocupa por las cosas que este mundo nos puede ofrecer sino que se vale de ellos para lo que necesita, en esto consiste esta virtud.
El verdadero pobre de espíritu no permite que el dinero ni ninguna otra posesión se interponga entre él y el cielo y no piensa dos veces antes de decidir deshacerse de algo material si esto le causa problemas en su relación con Cristo.
La Pobreza de Cristo
Es cierto que Cristo vivió con mucha austeridad y esto lo debemos tomar en cuenta, pero también es cierto que Cristo, no se limitó a cubrir sus necesidades básicas, sino que dió de comer a más de cinco mil personas y “Comieron todos y se saciaron”(Mt 14 -20), participaba en banquetes por lo que los fariseos lo criticaron (Mt 11, 19), no se quejó cuando María de Betania le untó los pies con nardo puro (Jn 12, 3) y su primer milagro fue el de convertir el agua en vino en las bodas de Caná (Jn 2, 1-12). De esto no podemos concluir que Cristo vivió sin disfrutar de las cosas materiales y mucho menos pensar que es así que debemos vivir nosotros.
Lo que vemos hacer a Cristo es poner todos los medios necesarios para poder realizar la misión que el Padre le encomienda y de deshacerse de todo aquello que pueda interferir en su misión. Por esto Cristo deja el hogar y no se establece en un solo lugar sino que se dedica a recorrer las ciudades y lo poblados para difundir la buena nueva. Nada se puede interponer entre Cristo y su misión, ni el cansancio, ni el temor, ni el dinero. Cristo ama al Padre y vive para el Padre, todo lo demás queda en un segundo plano.
Bienaventurados los pobre de espíritu…
“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5-3).
Finalmente lo que esto significa es que para heredar el cielo simplemente hay que quererlo, porque quien de verdad quiere algo dedica su tiempo y energías para conseguirlo. Por esto pedimos a nuestro Señor Jesucristo que nos conceda la virtud de la pobreza, de modo que vivamos día a día con la ilusión de luchar por alcanzar el cielo y cuando este deseo esté profundamente en nuestros corazones, ya no seremos ciudadanos de la tierra sino del paraíso que el Padre nos tiene preparado.
El llamado de Cristo en el monte de las bienaventuranzas es a identificar cuales son esas cosas que nos atan a la tierra y no nos permiten ascender hacia Él y preguntarnos ¿Cómo quisiera Cristo que usara esto? ¿Lo puedo aprovechar para crecer en mi relación con Dios o debo desprenderme y alejarme de ello?
El Espíritu Santo mantiene la fe siempre joven
Regina Coeli, 5 de junio de 2022.
“El Espíritu enseña y recuerda lo que Cristo dijo”. Lo afirmó el Papa Francisco este mediodía antes de rezar la oración del Regina Coeli con los fieles romanos y peregrinos en la Plaza de San Pedro, en la solemnidad de Pentecostés.
Tras la celebración de la Santa Misa en la Basílica Vaticana, el Pontífice, reflexionando sobre el Evangelio de la liturgia del día, explicó el significado de esta solemnidad que recuerda “la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que tuvo lugar cincuenta días después de la Pascua”.
“Jesús lo había prometido varias veces” afirma Francisco y el Evangelio de este domingo recoge una de estas promesas, cuando Jesús dijo a los discípulos: “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26).
El Papa centra su reflexión en estas dos acciones “enseñar” y “recordar”, porque así es como Él penetra nuestros corazones con el Evangelio de Jesús.
El Espíritu Santo nos ayuda a acortar distancias
“En primer lugar, el Espíritu Santo enseña”, ayudándonos a superar el obstáculo de la distancia, explica el Papa. Y señala que “puede surgir la inquietud de que hay mucha distancia entre el Evangelio y la vida cotidiana” porque «Jesús vivió hace dos mil años, eran otros tiempos, otras situaciones”. “¿Qué puede decir el Evangelio en la era de Internet y de la globalización? ¿Cómo puede impactar su palabra?” Pregunta el Papa y añade:
“El Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias; nos enseña a superarlas. Es Él quien conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y cada persona. ¡Con Él, las palabras de Cristo cobran vida, hoy! Sí, el Espíritu las hace vivas para nosotros. A través de la Sagrada Escritura nos habla y nos orienta en el presente. Él no teme el paso de los siglos, sino que hace que los creyentes estén atentos a los problemas y acontecimientos de su tiempo. De hecho, cuando el Espíritu enseña, actualiza, mantiene la fe siempre joven”
El Espíritu trae el Evangelio de vuelta a nuestro corazón
“Nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo, Él en cambio la pone en sintonía con los tiempos” advierte Francisco, y explica cómo actúa el Espíritu, a través de la memoria, haciendo que recordemos, “re-cordar, es decir, traer de vuelta al corazón”.
“El Espíritu trae el Evangelio de vuelta a nuestro corazón. Ocurre como con los Apóstoles: habían escuchado a Jesús muchas veces, pero lo habían comprendido poco. Pero a partir de Pentecostés, con el Espíritu Santo, recuerdan y comprenden, pasan de un conocimiento externo a una relación viva, convencida y alegre con el Señor. Es el Espíritu el que hace esto, el que pasa del hecho de “haber escuchado acerca de él” al conocimiento personal de Jesús, el que entra en el corazón”
Sin el Espíritu que nos recuerda a Jesús, la fe se vuelve olvidadiza
El Pontífice evidencia cómo tantas veces la fe se vuelve un recuerdo sin memoria. En cambio – asegura – la memoria está viva y la memora viva lleva al Espíritu Santo. Entonces cuestiona: ¿somos cristianos olvidadizos? ¿Quizás basta una adversidad, un cansancio, una crisis para olvidar el amor de Jesús y caer en la duda y el miedo? El remedio – dice – es invocar al Espíritu Santo: “Hagámoslo a menudo, especialmente en los momentos importantes, antes de las decisiones difíciles. Tomemos el Evangelio en la mano e invoquemos al Espíritu. Podemos decir: “Ven, Espíritu Santo, recuérdame a Jesús, ilumina mi corazón”. Luego, abrimos el Evangelio y leemos un pequeño pasaje, lentamente. Y el Espíritu lo hará hablar a nuestras vidas”.
Los hijos, ¿propiedad o misión?
Estamos acostumbrados a hablar de los hijos como si se tratase de algo propio, de una posesión
Estamos acostumbrados a hablar de los hijos como si se tratase de algo propio, de una “posesión”. Tenemos un coche, tenemos una casa, tenemos un libro, tenemos un perro y… “tenemos cuatro hijos”.
Gracias a Dios, el coche no va a exigir sus derechos, ni va a gritar que no nos quiere. Si no arranca, lo llevamos al taller. Si después de dos semanas de arreglos no funciona, lo vendemos al chatarrero. En cambio, si el niño “no arranca” en la escuela…
Es cierto que los niños nacen dentro de una familia, por lo que resulta natural que la familia asuma la responsabilidad de esa vida que empieza. Pero el niño tiene un corazón, un alma, y eso no es propiedad de nadie. La filosofía nos enseña que el alma, lo más profundo de cada uno, no puede venir de los padres, sino que viene de Dios. Los padres dan a su hijo el permiso para la vida y asumen la hermosa tarea de ayudarle, pero no pueden dominarlo como al coche o al perro.
Entonces, ¿cuál es la actitud más correcta ante el hijo que hoy “camina” a gatas por el pasillo y que pronto empezará a darse coscorrones en la cabeza? ¿Le dejamos hacer lo que quiera? Este era el sueño de Rousseau con su “creatura”, Emilio. No hace falta ser un gran psicólogo para comprender que el niño ideal de Rousseau llegaría a la juventud sólo por obra de un milagro… La realidad es que los padres están llamados a dar una formación profunda, correcta, clara, a sus hijos.
Primero enseñamos al niño normas de “seguridad”: no asomarse por la ventana, no meterse en la boca objetos peligrosos, no tocar animales extraños. Después, la búsqueda de la salud nos hace pedirle que tenga las manos limpias, que no se llene el estómago con caprichos, que no se rasque las heridas…
Simultáneamente enseñamos al hijo a hablar. Sus ojos cada día brillan de un modo distinto, y pronto su mundo interior, su corazón, se nos abre no sólo con las miradas, las manos y la sonrisa, sino con esas primeras y temblorosas palabras que empieza a decir con la confianza de ser acogido. Los padres que escuchan por vez primera “mamá”, “papá”, sienten muchas veces un vuelco en el corazón. El niño crece, y habla, y habla, y habla… Cuando ya ha aprendido un vocabulario básico, impresiona por su hambre de saber, de comunicar, de decir que nos quiere, o que ha dibujado un avión, o que ha visto una lagartija, o que acaba de encontrar un amigo de su edad…
Alguno podría pensar que la misión de los padres termina aquí, y que el resto le toca a la escuela. Sin embargo, el hijo todavía tiene que aprender detalles de educación que van mucho más allá de las normas de supervivencia o del usar bien las palabras del propio idioma. Dar las gracias, pedir permiso, saludar a un maestro, prestarle un juguete al amigo, hacer los deberes en vez de contemplar lo que pasan por la tele…
La educación moral es uno de los grandes retos de toda la vida familiar. La mayor alegría que pueden sentir unos padres es ver que sus hijos son, realmente, buenos ciudadanos. El dolor de cualquier padre es darse cuenta de que su hijo hace lo que quiere y que empieza a engañar a los maestros, a robar del monedero de mamá, a golpear a los compañeros o hermanos más pequeños, e, incluso, a levantar la voz en casa contra sus mismos padres…
San Agustín se quejaba de que sus educadores le regañaban más por un error de ortografía que por una falta de comportamiento. La queja tiene una triste actualidad en quienes se preocupan más por el 10 de sus hijos en inglés que por la pornografía que vean en internet o por las primeras drogas que puedan tomar con los amigos. Si somos sinceros, es mucho mejor tener un hijo agradecido y bueno, aunque no sepa alta matemática, en vez de tener un hijo ingeniero que ni siquiera es capaz de interesarse por lo que les ocurra a sus padres ancianos…
Los hijos no son propiedad de nadie, ni de la familia, ni de la escuela, ni del Estado. Pero todos, especialmente en casa, estamos llamados a ayudar a los niños y adolescentes a crecer en su vida como buenos ciudadanos y como hombres de bien. Esa es la misión que reciben los padres cuando inicia el embarazo de cada niño. Quienes hemos tenido la dicha de tener unos padres que nos han ayudado a respetar a los demás, a amar a Dios y a vivir de un modo honesto y justo, nunca seremos capaces de darles las gracias como se merecen. Quienes no han tenido esta dicha… pueden, al menos, preguntar cómo se puede enseñar a los hijos a ser, de verdad, buenos, no sólo en la formación científica, sino en los principios éticos más elevados.
Esa es la misión que reciben los esposos cuando su amor culmina en la llegada de un hijo. Cumplirla puede ser difícil, pero la alegría de un hijo bueno no se puede comprar ni con todo el dinero del Banco Mundial…
Si tienes algo que compartir con nosotros visita los FOROS DE CATHOLIC NET donde siempre encontrarás a alguien al otro lado de la pantalla, que agradecerá tus comentarios y los enriquecerá con su propia experiencia.
Meditaciones del 6 al 10 de junio del Sagrado Corazón de Jesús
Meditación y oración para cada día del mes de Junio, dedicado a Sagrado Corazón
Nardo del 6 de Junio:
¡Oh Sagrado Corazón, valiente y obediente!
Meditación: Oh Delicioso Señor, que nos enseñaste desde Tu ímpetu juvenil a combatir, cuando a Tu Madre confiaste, a Tus dulces doce años, que a los doctores explicabas las cosas de Tu Padre. Eras apenas un niño, pero en Ti el Amor había vencido a todo temor, ya que cumplías con obediencia el Querer de Quien te había enviado. No importaban los escarnios, las burlas ni tu pequeñez, pues la Sabiduría y el Amor habían de vencer. ¡Que vergüenza la de mi pobre alma siempre llena de temor para defender las cosas de mi Dios, tanto con la voz como con el testimonio que doy! ¿Y no es el miedo acaso falta de Fe?, pues yo nada soy, todo lo es y lo hace el Señor. Entonces si El habita en mí, y me hace vivir, sólo tengo que servir para llegar a ser un instrumento y un puente hacia el Cielo.
Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Seamos discípulos del Señor haciéndolo conocer más y más, prediquemos a un hermano para que pueda encontrar a Cristo en su corazón.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
¿Cómo celebrar la memoria de la Virgen María Madre de la Iglesia?
Una fiesta instituida recientemente por el papa Francisco para el lunes después de Pentecostés
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 27 de marzo de 2018 una carta sobre la memoria obligatoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, que la Iglesia celebra el lunes después de Pentecostés.
El cardenal Robert Sarah, prefecto del dicasterio firmó el documento que explica que tras la inscripción en el Calendario Romano de la memoria, “parece oportuno ofrecer algunas indicaciones»:
Misa de Pentecostés
“La rúbrica que se lee en el Misal Romano después de los formularios de la Misa de Pentecostés: «Donde el lunes o también el martes después de Pentecostés son días en los que los fieles deben o suelen asistir a misa, puede utilizarse la misa del domingo de Pentecostés o decirse la misa votiva del Espíritu Santo» (Misal Romano), sigue siendo válida porque no deroga la precedencia de los días litúrgicos que, por su celebración, son regulados únicamente por la Tabla de los días litúrgicos (cf. Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario, n. 59)”.
Del mismo modo, la precedencia está ordenada por la normativa para las Misas votivas: «Las misas votivas, de suyo, están prohibidas los días en que coincide una memoria obligatoria, o una feria de Adviento hasta el día 16 de diciembre, o una feria del tiempo de Navidad desde el 2 de enero, o del tiempo pascual después de la octava de Pascua. Pero si la utilidad pastoral lo pide, en la celebración con el pueblo puede utilizarse una misa votiva que responda a esa utilidad, a juicio del rector de la iglesia o del mismo sacerdote celebrante» (Misal Romano; cf. Ordenación general del Misal Romano, n. 376).
Lecturas y condiciones. Sin embargo, en igualdad de condiciones, se prefiere la memoria obligatoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, cuyos textos van anexos al Decreto, con las lecturas indicadas, consideradas propias, porque iluminan el misterio de la Maternidad espiritual. En una futura edición del Ordo Lectionum Missae n. 572 bis, la rúbrica indicará expresamente que las lecturas son propias y, por tanto, aunque se trate de una memoria, deben tomarse en lugar de las lecturas del día (cf. Leccionario, Prenotandos, n. 83).
Año litúrgico y el Calendario
En el caso que coincida esta memoria con otra memoria, se siguen los principios de las normas generales para el Año litúrgico y el Calendario (cf. Tabla de los días litúrgicos, n. 60). Dada la vinculación de la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia con Pentecostés, al igual que la memoria del Inmaculado Corazón de la bienaventurada Virgen María con la celebración del Sagrado Corazón de Jesús, en caso de coincidencia con otra memoria de un Santo o de un Beato, según la tradición litúrgica de la preeminencia entre personas, prevalece la memoria de la bienaventurada Virgen María”.
La misiva a 24 de marzo de 2018, en la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, también está firmada por el arzobispo Arthur Roche, Secretario del dicasterio vaticano.