JUAN 17, 11B-19
Amigos, el Evangelio de hoy es la oración sacerdotal de Jesús en la noche de la Última Cena. Aquí están las primeras palabras del Señor: “Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros”. Dios es, en su naturaleza más íntima, una comunidad de amor, y el propósito de Dios respecto del mundo es atraerlo a su unidad. Dios es una gran fuerza de unión.
Jesús continúa: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno”. Precisamente porque el mundo está tan opuesto al camino de Jesús siempre es tentador para los cristianos huir en mayor o menor medida, buscar vivir en enclaves privados donde podamos cultivar la vida del discipulado.
Es cierto que, a veces, la Iglesia debe luchar para preservar su vida contra una cultura hostil. Pero el propósito final de la Iglesia nunca es doblegarse o escapar. Es transformar la cultura. La Iglesia existe siempre para el mundo. Si Dios simplemente nos sacara del mundo estaría quitando la levadura necesaria para levantar la masa.
Predicar a Jesús y su evangelio y nunca a Pablo
Esta primera lectura nos relata la despedida de Pablo de los principales de la iglesia de Éfeso. Nos les augura una situación tranquila. Les habla de los muchos peligros que les van a acechar en orden a desviarles del evangelio de Jesús, que él les ha predicado, el que les conduce a la salvación. Les habla de que algunos se portarán con ellos como lobos feroces que atacarán al rebaño, a los nuevos cristianos. Puede incluso que algunos de los dirigentes de la iglesia deformen la verdadera doctrina que él les predicó para confundirlos.
San Pablo, desde que el Señor salió a su camino y le convenció de que era el Hijo de Dios y que su evangelio era la mejor noticia para vivir la vida humana, ha proclamado en Éfeso y en otros lugares esta buena noticia, alegrando así el corazón de sus oyentes. Y la ha predicado, como recuerda a los efesios, presentando solo a Jesús y su evangelio y nunca a él. Nunca se ha aprovechado de sus oyentes y vivido a costa de ellos, nunca se ha predicado a sí mismo, justamente para no contaminar lo predicado, para que el evangelio les llegase limpio, tal como lo predicó Jesús.
Una buena encomienda de Jesús a su Padre: cuidar de sus seguidores. El amor no tiene medida, los que aman hacen lo posible y lo imposible para demostrar su amor a los que aman. Mucho hizo Jesús durante su estancia en la tierra para demostrarnos su amor, para regalarnos su buena noticia iluminando nuestros ojos y nuestro corazón, indicándonos el camino a seguir. Y nos guardó y nos custodió como “a la niña de sus ojos”, hasta dar su vida por nosotros. .
Ahora, “que voy a ti”, se dirige a su Padre para que también les guarde, nos guarde, en medio del mundo en que les toca y nos toca vivir. No le pide que les retire, nos retire del mundo, sino que les guarde, nos guarde del mal, de todo aquello contrario a lo que él les ha predicado.
Además, sabemos que, a pesar de las palabras de Jesús en el evangelio de hoy, Él también sigue cuidando de nosotros en nuestra tarea evangelizadora. “No os dejaré huérfanos… Estaré siempre con vosotros, todos los días, hasta la consumación de los siglos”. Cada día, en cada eucaristía, sigue con nosotros y nos entrega su persona, su cuerpo, su sangre. Aunque nuestra tarea en el mundo es ardua, tan ardua como la de Jesús, tenemos muy buenos cuidadores.
El mundo odia a los cristianos por la misma razón por la cual ha odiado a Jesús, porque Él ha traído la luz de Dios y el mundo prefiere las tinieblas para esconder sus obras malvadas. Seguir a Jesús quiere decir seguir su luz, que se encendió en la noche de Belén, y abandonar las tinieblas del mundo. (Ángelus, 26 diciembre 2016)
Justino, Santo
Memoria Litúrgica, 1 de junio
Mártir. Martirologio Romano: Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital († c. 165)
Etimológicamente: Justino = Aquel que obra con justicia, es de origen latino.
Breve Biografía
Filósofo cristiano y cristiano filósofo, como con razón fue definido, Justino (que nació a principios del siglo II en FIavia Neápolis—Nablus—, la antigua Siquem, en Samaria, de familia pagana) pertenece a ese gran número de pensadores que en todo período de la historia de la Iglesia han tratado de hacer una síntesis de la provisional sabiduría humana y de las inalterables afirmaciones de la revelación cristiana.
El itinerario de su conversión a Cristo pasa a través de la experiencia estoica, pitagórica, aristotélica y neoplatónica. De aquí el desemboque casi inevitable, o mejor providencial, hacia la Verdad integral del cristianismo.
El mismo cuenta que, insatisfecho de las respuestas que le daban las diversas filosofías, se retiró a un lugar desierto, a orillas del mar, a meditar, y que un anciano al que le había confiado su desilusión le contestó que ninguna filosofía podía satisfacer al espíritu humano, porque la razón es incapaz por sí sola de garantizar la plena posesión de la verdad sin una ayuda divina.
Así fue como Justino descubrió el cristianismo a los treinta años; se convirtió en convencido predicador y, para proclamar al mundo este feliz descubrimiento, escribió sus dos Apologías.
La primera se la dedicó en el año 150 al emperador Antonino Pío y al hijo Marco Aurelio, y también al Senado y al pueblo romano. Escribió otras obras, por lo menos unas ocho. Entre ellas la más importante es la titulada Diálogo con Trifón, y se la recuerda porque abre el camino a la polémica antijudaica en la literatura cristiana.
Pero las dos Apologías siguen siendo el documento más importante, pues gracias a estos escritos sabemos cómo se explicaba el cristianismo en ese tiempo y cómo se celebraban los ritos litúrgicos, sobre todo la administración del bautismo y la celebración de la Eucaristía.
Aquí no se encuentran argumentos filosóficos, sino testimonios conmovedores de vida en la primitiva comunidad cristiana, de la que Justino está feliz de pertenecer: “Yo, uno de ellos…”. Semejante afirmación podía costarle la vida. Y, en efecto, Justino pagó con la vida su pertenencia a la Iglesia.
Había ido a Roma, y allí fue denunciado por Crescencio, un filósofo con quien Justino había disputado mucho tiempo. El magistrado que lo juzgó, Rústico, también era un filósofo estoico, amigo y confidente de Marco Aurelio. Pero para el magistrado, Justino no era más que un cristiano, igual a sus compañeros, todos condenados a la decapitación por su fe en Cristo. Todavía hoy se conservan actas auténticas del martirio de Justino.
La unión y la caridad
Santo Evangelio según san Juan 17, 11-19. Miércoles VII de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por tu amor. Gracias por estar siempre conmigo, y muy especialmente te agradezco tu presencia en este rato de oración. Señor Jesús, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras. Sólo te pido la gracia de amarte cada día más y de transmitir este amor a las personas que encuentre en este día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En el momento de su pasión, Jesús respondió a Pilato “mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). En el mundo vemos cada día noticias de guerras, de discusiones, de odios. Cristo, en cambio, vino a traer un Reino nuevo, un reino de paz, de unión, de concordia entre todos los hombres y mujeres. Dedicó toda su vida a predicar e instaurar este Reino, y en la hora suprema nos dio el ejemplo de la ley más alta: el amor como entrega sin reservas.
El signo característico de un cristiano es la unión y la caridad. Ya los primeros paganos decían entre ellos: “mirad cómo se aman, y cómo están dispuestos a dar la vida unos por otros”. Este espíritu de unión es tan importante porque refleja en este mundo la imagen de Dios. Cuando nos amamos de verdad, estamos siendo santificados en la verdad más alta y más divina, que es el amor de Dios.
Tal vez nos dé miedo a veces de entregarnos sin reservas, o de dejar a un lado nuestros gustos o intereses. Por eso Cristo mismo se “santificó a sí mismo por nosotros” (cfr. versículo 19). Él es nuestro ejemplo y, al mismo tiempo, la fuerza que necesitamos para amar más y amar mejor. Es así que colaboramos con Él en la construcción de su Reino.
«Un aspecto esencial del testimonio del Señor Resucitado es la unidad entre nosotros, sus discípulos, como la que existe entre Él y el Padre. Y la oración de Jesús en la víspera de su pasión ha resonado hoy en el Evangelio: «Que sean una sola cosa como nosotros». De este eterno amor entre el Padre y el Hijo, que se extiende en nosotros por el Espíritu Santo, toma fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de allí nace siempre nuevamente la alegría de seguir al Señor».
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de mayo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En la comida o cena me dedicaré especialmente a mi familia, escuchando y sirviendo a cada uno.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El bien de la unidad
Un diálogo que lleve a conseguir objetivos comunes, certeros y verdaderos
La unidad es un bien moral, social, económico, familiar y religioso. La unidad no es uniformidad sino colaboración, enriquecimiento de dones e intercambio de los mismos.
Cada uno, con sus virtudes y valores, colabora al bien común que es la unidad. En el refranero se nos recuerda que ‘la unión hace la fuerza’. El mismo sentimiento humano nos lleva a la unidad. Nada de lo que nos ocurre es indiferente y lo que da densidad a la relación humana es la búsqueda de hacer que prevalezca más lo que nos une que lo que nos divide. Y en ese buscar juntos el bien de la unidad nos lleva a ser creíbles porque por los ‘frutos los conoceréis’. La unidad nace de corazones nobles y sinceros puesto que si hay intereses o corruptelas interesadas, como una termita, corroen la verdadera fuerza de la comunión y unidad humana.
Cuando contemplamos a la humanidad constatamos inmediatamente que tanto los gozos como las alegrías parten de la unión que existe entre los miembros de un pueblo o de una nación. Por el contrario cuando la violencia y la conculcación de los derechos humanos vienen extirpados y pisoteados por la malicia y los poderes del ser humano, estamos ya ante una sociedad fragmentada y dividida.
Jesucristo, que enseñaba con autoridad, manifiesta que la esencia fundamental de la comunidad cristiana ha de estar basada en la unidad, para que siendo todos una misma cosa, este ejemplo haga posible que los demás se adhieran a la fe y crean. No son los hermosos discursos, por muy bien trabados que estén los que llevarán a la consecución de este fin, sino el testimonio de un enlace fraterno que haga posible ‘ver y palpar’ que la unidad es afectiva y efectiva.
La sociedad tiene hambre de fraternidad y unidad. Los mecanismos sociales e instituciones han de procurar buscar más lo que une que lo que divide y esta es la forma leal y justa de servir al pueblo que les ha confiado tal servicio. Cuando los intereses personales o ideológicos priman y excluyen se está haciendo un gran mal a la sociedad. Con tales criterios la misma sociedad se fragmenta y va hacia la deriva. La unidad no quiere decir uniformidad pero sí confluencia de voluntades para conseguir un bien común y general. Todas las fuerzas bien armonizadas y conjuntadas harán posible que se consigan los objetivos que más preocupan a todos: la justicia, la paz, el respeto y la solidaridad.
Se comprende que esto es muy difícil pero no imposible. La imposibilidad indicaría que existe incapacidad, por el contrario, se tiene la suficiente capacidad para trabajar y conseguir la unidad siendo conscientes que los intereses y las cerrazones de mente y corazón lo bloquean. Todo es cuestión de conversión del corazón y de un diálogo que lleve a conseguir objetivos comunes, certeros y verdaderos. Ante el mal se ha de ser implacables –‘tolerancia cero’- pero ante el bien común ‘todos a una’.
¿Por qué junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús?
Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, Jesús se le apareció a Margarita María de Alacoque y le mostro su Corazón
La Iglesia Católica dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, para que los fieles veneren, honren e imiten más intensamente el amor generoso y fiel de Cristo por todas las personas.
Es un mes donde se le demuestra a Jesús a través de las obras cuánto se le ama, correspondiendo a su gran amor demostrado al entregarse a la muerte por sus hijos, quedándose en la Eucaristía y enseñando el camino a la vida eterna.
En ocasión de esta fiesta, en Buenos Aires, Argentina, se realizará la 56º Peregrinación anual a pie al Sagrado Corazón de Jesús, que saldrá el sábado 24 de junio a las 2:30 pm, desde el atrio de la Catedral hacia la Basílica de Barracas donde se celebrará la Misa.
Así también en Mendoza, el sábado 17 de junio a las 4:00 pm se celebrará la Eucaristía en la Catedral.
Sobre esta fiesta, el Papa Benedicto XVI afirmó que «al ver el corazón de Señor, debemos de mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios, no puede considerarse culto pasajero o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, la cual sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios«.
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los inicios de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el corazón abierto del Señor.
Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, el Hijo de Dios se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y le mostro su Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior del mismo salía una cruz.
Santa Margarita escuchó al Señor decir: «he aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio».
Meditaciones del 1 al 5 de junio del Sagrado Corazón de Jesús con audio
Meditación y oración para cada día del mes de Junio, dedicado a Sagrado Corazón
Junio ha sido proclamado como el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, para que oremos por El con fervor y entrega.
Les presentamos una meditación para orar cada día, inspirada en los nardos, esa flor que tanto agrada al Señor.
Oremos para que el Sagrado Corazón de Jesús aumente nuestra fe.
Recordemos que es el primer viernes el que se dedica a la celebración del Sagrado corazón y el primer sábado de mes el cual es consagrado a nuestra Madre la Virgen Maria.
¡Oh Sagrado Corazón, Luz en este mundo de oscuridad!
Meditación: Corazón Sagrado, enllagado y martirizado por nuestros pecados, sé nuestra Luz para vivir sólo en Ti, y así poder seguir nuestro camino para llegar un día a habitar junto al Padre Celestial
Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús! ¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Que sepamos plasmar en nuestro pobre corazón, lo que nos enseñó el Hijo de Dios. Meditemos cuán poco sabemos de El.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
El Don del Entendimiento
Los dones del Espíritu Santo y la oración. Permite admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas.
Frutos del don de entendimiento
«No quiero, hermanos, que Uds. ignoren lo que se refiere a los dones espirituales… Por eso les hago saber que nadie puede decir «Jesús es el Señor», sino por el Espíritu Santo» (1Co 12, 1.3). Mediante el don del entendimiento, el Espíritu Santo, que «escruta las profundidades de Dios» (1 Co 2, 10), comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le permite casi ver los misterios de Dios.
Por la fe creemos las verdades reveladas, sin entenderlas, pues son misterio. Reflexionando y orando, nuestro entendimiento se adentra a las profundidades del misterio. Cuanto más descubre el intelecto, más misteriosa se hace la verdad divina. Cuánto más luz recibe, más se vislumbra la inmensidad del misterio. El Espíritu de Amor responde a esta búsqueda amorosa del creyente. Aporta una penetración diversa, un ver, una intuición, un saber, que da a la mente un conocimiento inmediato, sereno, de la verdad sobrenatural sin que deje de ser misterio.
En la oración, este don ayuda y perfecciona al intelecto. Mientras no actúa el Señor, sería una temeridad querer orar sin la labor de nuestras mentes. Cuando el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, captamos de un modo nuevo, claro y, por lo general, gozoso las verdades. El alma puede prorrumpir en la respuesta de alabanza y amor. Ya no hace falta investigar, ya se goza del conocimiento.
El don del entendimiento en las Escrituras
Así Isabel reconoció la maternidad divina de María: «Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»».
Es así nuestra experiencia cuando se nos revela el sentido de una palabra de la Escritura. En ese momento se renueva en nosotros la experiencia de los discípulos de Emaús tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan: «¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?» (Lc 24, 32).
Otras veces el don del entendimiento permite al orante admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas. Puede ser que captemos en alguna de ellas un resumen de todas. Así, por ejemplo, meditando el prólogo de San Juan, quizás alguno descubra en la frase «El verbo se hizo carne», todo el misterio del amor de Dios Creador y Redentor, y sólo le queda inclinar la cabeza, como hace la Iglesia al llegar a estas palabras en el Credo.
Cómo pedir el don del entendimiento
¿Cómo propiciamos este don en la oración?
El evangelio nos ha dado el presupuesto: sencillez de corazón. Jesús lleno de gozo en el Espíritu Santo dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito… Nadie conoce quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». El orgullo del espíritu, con todas sus manifestaciones, es contrario a la presencia de este don. Dice Santa Catalina de Siena que la soberbia cubre el ojo de la inteligencia como una nube y le impide ver. La humildad del corazón abre la puerta para el Espíritu.
Luego, detenernos en la luz, según el sabio consejo de San Ignacio: «No el mucho saber harta y satisface el alma sino el sentir y gustar internamente de las cosas de Dios» (Ejercicios, nn. 2 y 76). María aquí es el gran ejemplo: escrutaba sin cansarse el sentido profundo de los misterios realizados en Ella por el Todopoderoso, dándoles vueltos en su corazón, es decir, con el amor más que con el raciocinio (cf. Lc 2, 19 y 51).
San Justino, el creador de la primera escuela de filosofía cristiana
Era filósofo grecorromano y se le considera el más importante de los apologetas. Murió mártir en tiempos de Marco Aurelio
San Justino nació en la antigua Siquem, actualmente Nablus (Palestina) a comienzos del siglo Il.
Se interesó desde joven por la Filosofía porque buscaba la verdad. Estudió a los estoicos, a los pitagóricos, a los platónicos… En esa búsqueda recibió la fe y se convirtió gracias al testimonio de los cristianos de su época y a las Escrituras de los profetas de la Biblia, «los únicos que han anunciado la verdad».
Una vez en Roma, en la época del emperador Marco Aurelio, fundó una escuela de conocimiento que aunaba filosofía y teología. Era la primera escuela de filosofía cristiana.
Su aportación está centrada en la defensa argumentada de la fe, es decir, la apologética. Aunque nos han llegado referencias sobre otras obras, hoy conservamos solo dos apologías y el “Diálogo con el judío Trifón”. En este escribe: “Cuanto más se nos persigue tanto más crece el número de los que se convierten a la fe por el nombre de Jesús. Nos sucede como con la cepa, a la que se podan los sarmientos que han dado ya fruto, para que broten otros más vigorosos y lozanos.”
Pero san Justino no se conformó con un conocimiento teórico de la fe en Dios sino que selló su fe con su testimonio. Murió mártir, decapitado, en el año 165.
Santo patrón
San Justino es patrón de los apologetas, de los que se considera el principal.
Oración
Señor, tú que has enseñado a San Justino a encontrar en la locura de la cruz la incomparable sabiduría de Cristo, concédenos, por intercesión de tu mártir, la gracia de alejar los errores que nos cercan y de mantenernos firmes en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.