JUAN 16, 20-23

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos exhorta a orar con fe y esperanza: «Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, Él se lo concederá en mi Nombre». Invocar el nombre de Jesús es una forma efectiva de controlar la calidad y dar forma al contenido de nuestra oración.

Cuando oramos «por Cristo nuestro Señor» estamos asumiendo la postura y actitud de Jesús, alineándonos con Él, obligándonos a desear lo que Él desea. Por consiguiente, es totalmente consistente orar en el nombre de Jesús por la paz, la justicia, el perdón de nuestros enemigos, una fe mayor o la salud de aquellos a quienes amamos.

Esos son todos bienes que Jesús querría. ¡Pero sería anormal rezar por venganza contra nuestros enemigos en el nombre de Jesús, o por un Maserati, a través de Cristo nuestro Señor!

No temas, yo estoy contigo, muchos en esta ciudad son pueblo mío

Esta narración de los Hechos nos cuenta un episodio vivido por Pablo en Corinto. San Pablo viene de Atenas donde, después de muchos esfuerzos en su misión evangelizadora, había conseguido pocos resultados.

Como siempre, se dirige primeramente a la comunidad judía para el anuncio del Evangelio y ésta rechaza el mensaje con fuerte oposición hasta conducirlo al tribunal con esta acusación: «Este induce  a la gente a dar a Dios un culto contrario a la ley» Acusación que es acogida con indiferencia por Galión, procónsul de Acaya, y a la que no hizo el menor caso.

Pero el Señor sale al encuentro de Pablo en una visión, durante la noche, (Dios no nos abandona aunque todo, a nuestro alrededor, se vista de tinieblas), y le dice: «No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte daño; muchos de esta ciudad son pueblo mío» Esto hace que San Pablo, animado e impulsado por el Señor, permanezca en Corinto durante un año y medio, anunciando el Evangelio aún en medio de las dificultades.

Este texto nos presenta distintas actitudes en la acogida del Evangelio. ¿Somos indiferentes como Galión que considera el Mensaje Evangélico como “palabras”? ¿Somos como los judíos que rechazamos la Novedad del Evangelio porque rompe con nuestras tradiciones y nuestros esquemas? ¿Somos como ese “pueblo de Dios”, sediento de verdad, que acoge sin prejuicios la predicación evangélica? ¿Somos como Pablo, incansable, que no se rinde ante las dificultades, sino que, confiado en la Gracia de Dios, insiste en la predicación a tiempo y a destiempo? ¿A qué grupo pertenecemos?

Nadie os quitará vuestra alegría

El fragmento del Evangelio que estamos meditando pertenece al capítulo 16 de San Juan. Este capítulo tiene dos partes: la venida del Paráclito y la despedida, de ahí que hable insistentemente del sentimiento de tristeza y de alegría de los discípulos, de la Iglesia. Tristeza porque Jesús nos deja para volver al Padre (Jn 16,5); alegría porque nos envía su Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad que nos guiará hasta la verdad plena (Jn 16,13).

El texto de hoy forma parte de la despedida de Jesús. Hace referencia a la mujer que está a punto de dar a luz y está triste porque le ha llegado su hora. Esta imagen es muy utilizada por los profetas Isaías, Jeremías, Oseas, Miqueas, para significar el doloroso nacimiento del mundo nuevo mesiánico.

Nacer de nuevo exige morir a lo anterior y esto es doloroso. Morir a lo seguro, a lo fácil y cómodo. Morir a mi criterio, incluso a mi “imagen y concepto de Dios”. Morir a mi pecado, a todo lo que me esclaviza y me impide seguirle en libertad. Todo eso no es fácil, nos cuesta y nos produce tristeza. Pero sólo esa experiencia dolorosa nos permitirá nacer a la vida nueva en el Espíritu. Una vida en Cristo y en comunión con el Padre, impulsada por el Espíritu y en perfecta armonía con su voluntad. Sólo eso puede alegrar nuestro corazón y esa alegría no nos la puede quitar nada ni nadie.

Esta imagen que nos presenta Jesús en el evangelio de hoy, también se recoge en un bello himno pascual: Pascua sagrada, ¡cantemos al Señor! Vivamos la alegría dada a luz en el dolor.

Oración. No se turbe tu corazón ni se acobarde. Tan sólo, cree en mí. He venido para que tengas vida y vida abundante. Me deleito en ti con gozo, te renuevo con mi amor. Alégrate, no te dejaré, siempre estoy contigo, soy tu vida. Aunque todos te fallen, aunque todo se oscurezca a tu alrededor, yo estaré contigo para siempre, no te dejaré ni te abandonaré, dice el Señor que te quiere. Ven a mí y te daré lo que pide tu corazón. Hasta ahora no has pedido nada en mi nombre. Pide y recibirás para que tu alegría sea completa. Ese día no me preguntarás nada, sólo me dejarás amarte.

Lo que hacen, en nuestra vida, la alegría y la esperanza juntas cuando pasamos por tribulaciones, cuando tenemos problemas, cuando sufrimos. No se trata, ciertamente, de una anestesia. El dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto nuevo. Esta imagen del Señor nos debe ayudar mucho en las dificultades, peores, en las situaciones feas, que incluso nos hacen dudar de nuestra fe. Pero con la alegría y la esperanza sigamos adelante, porque después de esta tempestad llega un hombre nuevo, como la mujer cuando da a luz. Esta alegría que el Señor nos da. Esta alegría nadie la puede quitar, es duradera. (Santa Marta, 6 mayo 2016)

Agustín de Canterbury , Santo

Memoria Litúrgica, 27 de mayo

Obispo

Martirologio Romano: San Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa san Gregorio I Magno para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales en esta tierra. Murió el día 26 de mayo († 604/605)

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

Breve Biografía

La Gran Bretaña, evangelizada desde los tiempos apostólicos (según la leyenda, el primer misionero que desembarcó en la isla fue José de Arimatea), había recaído en la idolatría después de la invasión de los sajones en el quinto y sexto siglo. Cuando el rey del Kent, Etelberto, se casó con la princesa cristiana Berta, hija del rey de París, éste le pidió que fuera erigida una iglesia y que algunos sacerdotes cristianos celebraran allí los ritos sagrados. Cuando el Papa san Gregorio Magno supo la noticia, juzgó que los tiempos estaban maduros para la evangelización de la isla. Le encomendó la misión al prior del monasterio benedictino de San Andrés, cuya principal cualidad no era la valentía, sino la humildad y la docilidad. Ese monje era Agustín.

En el año 597 salió de Roma encabezando un grupo de cuarenta monjes. Se detuvo en la isla de Lérins. Aquí le hablaron del temperamento belicoso de los sajones, y esto lo aterró hasta el punto de hacerlo regresar a Roma a pedirle al Papa que le cambiara de programa. Para animarlo, Gregorio lo nombró abad y poco después, casi para hacerle dar el paso definitivo, tan pronto llegó a Galia, lo hizo consagrar obispo. Continuó su viaje con breves etapas. Finalmente llegó a la isla británica de Thenet, a donde el rey fue personalmente a darle la bienvenida, por invitación de su piadosa esposa.

Los misioneros avanzaron hacia el cortejo real en procesión y cantando las letanías, según el rito recientemente introducido en Roma. Para todos fue una feliz sorpresa. El rey acompañó a los monjes hasta la residencia que le habían preparado en Canterbury, a mitad de camino entre Londres y el mar, en donde se levantó la célebre abadía que después llevará el nombre de Agustín, corazón y sagrario del cristianismo inglés. La obra de los monjes misioneros tuvo un éxito inesperado, pues el mismo rey pidió el bautismo, llevando con su ejemplo a miles de súbditos a abrazar la religión cristiana.
El Papa se alegró con la noticia que llegó a Roma, y expresó su satisfacción en las cartas escritas a Agustín y a la reina. El santo pontífice envió con un grupo de nuevos colaboradores el palio y el nombramiento a Agustín como arzobispo primado de Inglaterra, y al mismo tiempo lo amonestaba paternalmente para que no se enorgulleciera por los éxitos alcanzados y por el honor del alto cargo que se le confería. Siguiendo las indicaciones del Papa para la repartición en territorios eclesiásticos, Agustín erigió otras sedes episcopales, la de Londres y la Rochester, consagrando obispos a Melito y a Justo.

El santo misionero murió el 26 de mayo del 604 y fue enterrado en Canterbury en la iglesia que lleva su nombre.

Recomendación de Jesús

Santo Evangelio según san Juan 16, 20-23. Viernes VI de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hoy, Señor Jesús, vengo ante ti para sanarme. Sana las heridas de mi corazón, sana todo aquello que no me permite permanecer en tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 20-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría.

Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo. Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría. Aquel día no me preguntarán nada”.

Palabra de Dios.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El padre de un buen amigo solía repetirle: «En este vida lo único que necesitas para conseguir cosas es a Dios y tener amigos». Esto es un hecho constatado. El mundo gira a través de influencias y recomendaciones.

Por ejemplo, para conseguir un puesto de trabajo, solemos pedir la recomendación de alguien. Es más, al momento de elegir un candidato para una vacante laboral, no sólo se toma en cuenta lo cualificado del candidato, sino también por quién viene recomendado.

Si esto funciona con personas influyentes y poderosas, pero que no dejan de ser personas humanas limitadas, cuanto más si pedimos al Padre con la recomendación de Jesús, que es perfecto Dios y perfecto hombre.

Dios Padre no se resiste ante las recomendaciones de su Hijo y, además, en su nombre nos prepara y regala el mejor lugar en su Reino.

Ayúdame, Jesús, a comprender que toda tristeza se transforma en alegría si tengo fe y confianza en tus promesas. Nada ni nadie podrá quitarme del corazón esa alegría que sólo Tú me puedes dar.

«Un cristiano sin alegría no es cristiano. Un cristiano que continuamente vive triste, no es cristiano. Y un cristiano que, en el momento de las pruebas, de las enfermedades, de tantas dificultades, pierde la paz, le falta algo. La alegría cristiana no es una simple diversión, no es una alegría pasajera; la alegría cristiana es un don, es un don del Espíritu Santo. Y hay que tener el corazón siempre alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del Padre, el Señor me ha mirado y me ha enviado y me ha dado su gracia y me ha hecho hijo del Padre… Es esa la alegría cristiana. Un cristiano vive en la alegría».

(Homilía de S.S. Francisco, 15 de mayo del 2015, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezaré la coronilla a la misericordia Divina por todas aquellas personas tristes, abandonadas, para que experimenten la misericordia de Dios y sientan el consuelo del Espíritu Santo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La alegría, ¿un mandamiento?

¿Se puede mandar la alegría? Quizá podríamos responder que sí, si entendemos por alegría ese gozo de ser cristianos

Nos dejaría sorprendidos si alguien nos dijese: “te ordeno que seas alegre”. Porque la alegría no parece que caiga bajo ningún mandamiento. Porque, según parece, estar alegres, vivir en un gozo profundo, conseguir un estado de felicidad completa, se colocaría en un nivel que no depende de nuestras decisiones, propósitos o buenos deseos. Y si no depende de nuestra voluntad, tampoco podría ser mandado.
Sin embargo, en cierto sentido sí se puede “mandar” la alegría. San Pablo se atrevió a pedirlo con su pluma limpia, desde su escucha al Espíritu Santo. “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Flp 4,4).

Jesucristo mismo, al final de las bienaventuranzas, nos dijo: “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos…” (Mt 5,12). O, como leemos en otro pasaje: “alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos” (Lc 10,20).

El mensaje cristiano es un mensaje de alegría. Es “Evangelio”, que significa “buena noticia” o “noticia alegre”. Es esperanza, es paz, es consuelo, es gozo profundo. Porque Dios ha entrado en la historia humana. Porque el demonio ha sido arrojado fuera. Porque la misericordia destruye el pecado. Porque el Hijo nos muestra el rostro del Padre. Porque la muerte ha sido derrotada. Porque el Señor tiene preparado un lugar para cada uno en el Reino de los cielos.

Necesitamos aprender a ver con alegría nuestra fe cristiana. Necesitamos presentarla con toda su belleza a los hombres. Lo recordaba en una de sus primeras entrevistas el Papa Benedicto XVI, poco antes de ir a Colonia para reunirse con los jóvenes de todo el mundo (agosto de 2005). A la pregunta ¿qué querría decir a los jóvenes? el Papa respondía:

“Quisiera mostrarles lo bonito que es ser cristianos, ya que existe la idea difundida de que los cristianos deban observar un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios, etc, y que por lo tanto el cristianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime la vida y que se es más libre sin todos estos lastres.

Quisiera en cambio resaltar que ser sostenidos por un gran Amor y por una revelación no es una carga, sino que son alas, y que es hermoso ser cristianos. Esta experiencia nos da amplitud, pero sobre todo nos da comunidad, el saber que, como cristianos, no estamos jamás solos: en primer lugar encontramos a Dios, que está siempre con nosotros; y después nosotros, entre nosotros, formamos siempre una gran comunidad, una comunidad en camino, que tiene un proyecto de futuro: todo esto hace que vivamos una vida que vale la pena vivir. El gozo de ser cristianos, que es también bello y justo creer”.

¿Se puede mandar la alegría? Quizá podríamos responder que sí, si entendemos por alegría ese “gozo de ser cristianos” que nace del mayor acto de “obediencia” que los hombres podemos hacer: la obediencia, llena de Amor, que nos permite acoger libremente al Hijo de Dios hecho Hombre por nosotros.

Acoger su Evangelio de esperanza y de misericordia, sentirlo presente y vivo en la Iglesia, recordar sus palabras desde la luz interior del Espíritu Santo, ¿no es una fuente de profunda alegría?
Podemos, por lo tanto, vivir alegres, darnos con gozo y sin miedos al Padre que nos ama, servir con entusiasmo a nuestro hermano. Vale la pena recordar siempre que “Dios ama al que da con alegría” (2Co 9,7) y que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35).

Entonces, sí se puede mandar la alegría. Porque también Dios nos ha mandado que le amemos desde su mismo Amor, desde su entrega plena, desde su Encarnación redentora, desde su Cruz humilde, desde una presencia callada y constante en su Iglesia. Amados y amantes, seremos felices, seremos dichosos, seremos perfectos como perfecto es nuestro Padre de los cielos.

La compasión transforma la vida de las personas y las comunidades

Epílogo del Papa Francisco al libro ‘El tejido del mundo’, un diálogo a varias voces.

Por: Papa Francisco

«Las historias que contamos y re-contamos y que transmitimos los unos a los otros son tiendas bajo las cuales reunirse, estandartes para seguir en la batalla, cuerdas indestructibles para conectar a los vivos y los muertos, y el entretejido de estas vastas tramas a través de los siglos y las culturas nos une con fuerza unos a otros y a la historia, guiándonos a través de las generaciones». Así escribe Donna Tartt después de haber leído este volumen que recoge las reflexiones de 44 escritores, artistas, teólogos y periodistas sobre el tema del relato. La novelista estadounidense capta con agudeza uno de los puntos en los que convergen muchos de los autores de este libro: el relato como “tejido”, hecho de “cuerdas indestructibles” que conecta todo y a todos, presente y pasado, y permite abrirse hacia al futuro con sentimientos de confianza y de esperanza. Este aspecto del textum (en latín para indicar tejido, de donde procede el español texto) estuvo en el centro de mi Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones del año 2020 que fue como la chispa que generó todas las demás reflexiones aquí recogidas. De hecho, desde febrero a octubre de 2020, en las páginas de L’Osservatore Romano, fueron publicados estos textos “provocados” por la lectura de mi Mensaje. Luego se me pidió que agregara una conclusión final para terminar esta rica y hermosa serie que ya había leído con gran placer a medida que se desarrollaba a lo largo de los meses. Por lo tanto, acepté con gusto, siempre que no se considere “final” un poco porque, como dice Frodo, el protagonista de El Señor de los Anillos de Tolkien, «los relatos nunca terminan» y luego porque un aspecto muy hermoso de este libro es precisamente el sentido de apertura, de circularidad, de diálogo.

Antes de volver al tema del “contenido”, me gustaría detenerme brevemente en el “método” de este volumen: al principio hay un mensaje que se lanza; este mensaje se comparte y se ofrece a la atención de algunas personas que se dejan cuestionar y enriquecen ese mensaje con su aportación; el autor del mensaje lee todas estas contribuciones y relanza una nueva reflexión más rica que la inicial gracias a la aportación de todos; finalmente, el lector de este libro entrará en este diálogo y lo continuará en su vida diaria. Aquí están las “tiendas bajo las cuales reunirse” de las que habla Tartt, aquí está el entretejido que “nos une con fuerza” incluso a través de las generaciones.

Todo esto dice mucho. Y dice en particular que en las historias lo que cuenta obviamente es el decir, pero quizás aún más escuchar. Este libro es el resumen de un diálogo que no termina en la última página y, como diálogo, tiene su corazón en la escucha. También silencioso. En estas páginas sobre el relato se siente con fuerza la presencia del silencio. Desde este punto de vista es importante que también haya un ensayo, me refiero al texto “Tú hablas también cuando cayas” de Massimo Grilli, dedicado directamente al silencio. Casi un contrapunto, un contraste, tan esencial como el tema principal interpretado por el resto de la orquesta. Palabra y silencio, juntos.

Y aquí quiero volver a los aspectos de contenido para destacar, entre los muchos posibles (la colección es preciosa precisamente por la libertad y variedad de enfoques y puntos de vista), tres temas que me parecen los más recurrentes: el primero ya lo he subrayado, el contar historias como “tejer”; el segundo se esconde dentro de la referencia al silencio, y es el tema del “misterio”, el tercero es el tema de la “compasión”.

Sobre el primero, como ya he dicho, el tejer, es quizás el aspecto en el que se centran la mayoría de los autores, algunos enfatizando el papel de la mujer, como por ejemplo Marcelo Figueroa, otros destacando la “ductilidad” del tejido de historias «capaces de acoger en sí situaciones siempre nuevas y destinatarios siempre nuevos» (J.P.Sonnet), mientras que otros como Antonella Lumini se detienen en la consistencia “magmática” de las historias que sin embargo “existen”, tienen una “capacidad” y una tendencia, «como las aguas en el nacimiento de un río que luego desemboca en el mar».

El tema del misterio, declinado como sentido del límite pero también como “magia” que interviene en el momento de la inspiración poética, está presente desde el primer texto, el del arquitecto Renzo Piano para quien «los seres humanos estamos todos unidos por esta conciencia de un misterio que nos sobrevuela, nos supera. Esto también tiene que ver con la poesía». «Lo que no sé, lo sé cantar» recita una canción del cantautor romano Francesco De Gregori entrevistado en la recopilación, y los artistas, añade Judith Thurman, con profunda intuición, «deben escribir no tanto sobre lo que saben, sino sobre lo que no sabían que sabían hasta que lo rescataron de la oscuridad».

El sentido del misterio abre a lo trascendente, hacia una dimensión inconfundiblemente espiritual, religiosa. Donna Tartt observa que «quizás, más propiamente, las historias son tela para velas que izamos para capturar un soplo de lo divino. Los pensamientos de otras personas adquieren una vida extraña en nosotros, y por eso la literatura es el arte más espiritual de todos y ciertamente el más transformador. Como ninguna otra forma de comunicar, una historia puede cambiar nuestra forma de pensar, en el bien o en el mal […] las culturas antiguas y modernas siempre han considerado que las historias son mágicas, – y peligrosas – por una razón: porque se puede escuchar una historia y, al final, ser una persona totalmente diferente».

Y esto lleva al tercer aspecto, la compasión, también presente en varios textos recogidos en el volumen. En particular, la escritora Marylinne Robinson, recordando las historias y las canciones que le leía su madre, reflexiona sobre la compasión que en su sentido más amplio es según ella «en la vida del alma, el equivalente humano de la gracia divina» y luego añade que: «la historia demuestra cuán importantes son las narraciones para las comunidades». La literatura, por tanto, está ligada a la compasión y esto conduce a la transformación que se produce en toda experiencia de escritura y lectura, y se produce de forma ambigua, ambivalente y, por tanto, arriesgada: el relato también puede desprender una fuerza negativa, manipuladora, destructiva.

La compasión, como repito a menudo en mis discursos, es una de las tres características del estilo de Dios, junto con la cercanía y la ternura. Se trata, pues, de una fuerza poderosa, y no puede reducirse sólo a un aspecto interior, íntimo, porque también posee una dimensión evidentemente pública, social, de manera que el relato se revela como una fuerza de la memoria, por tanto, custodia del pasado, pero también, precisamente por esto, levadura de transformación para el futuro. La compasión encuentra el icono más representativo en la figura del Buen Samaritano narrada en el capítulo 10 del Evangelio de Lucas. Este hombre se compadece del hombre herido y le ofrece no sólo cuidados y curaciones sino con estos también otro relato de su vida que con su gesto ha “redimido de la oscuridad”. La compasión transforma la vida de los dos protagonistas, y esto vale para cada persona y para cada comunidad. Esta dimensión si queremos “política” de la narración también está muy presente en los 44 textos del libro. Pienso en la reflexión de Alessandro Zaccuri que habla de Jesús como el “Mesías narrador”, aparentemente desarmado, pero en realidad dotado del arma poderosa del relato. Así como el novelista irlandés Collum McCann ve en la narración «uno de los medios más poderosos que tenemos para cambiar nuestro mundo. […] La narración es nuestra gran democracia. Es eso a lo que todos tenemos acceso. Contamos nuestras historias porque necesitamos ser escuchados. Y escuchamos historias porque necesitamos pertenecer. La narrativa traspasa fronteras. Cruza los confines. Rompe los estereotipos. Y nos da acceso al pleno florecimiento del corazón humano». A lo que alude McCann es a la conclusión a la que llega Daniel Mendelsohn cuando afirma que «La palabra es un puente […] a través del relato podemos reducir la distancia que nos separa y creo que esto es hoy más necesario que nunca». Mendelsohn hace referencia al momento en que se escribieron estos textos, su contribución es de abril de 2020, e indica una referencia literaria precisa: el Decamerón de Boccaccio, ambientado en época de peste. También este libro con sus 44 textos fue compuesto en tiempos de pandemia y se siente la importancia, la urgencia de volver a la actividad más antigua y más humana: el arte de contar historias, es decir, de construir puentes que puedan «conectar los vivos a los muertos» para guiarnos, a través de los siglos y las generaciones, hacia un futuro para construir, tejer, juntos.

El Espíritu Santo está de moda

Es moda en el sentido de que hemos renovado en la Iglesia algo que nunca se debiera haber arrinconado.

Empiezo con una pregunta que tiene que ver muy poco con Dios: ¿Qué es la moda? Extraña la pregunta en estos mensajes que nos quieren llevar a pensar solamente en Dios. Pero hoy nos hacemos esta pregunta, y la vamos a responder.

La moda es una costumbre pasajera que se mete en la sociedad, entusiasma de momento, pero pronto pasa, porque no tiene consistencia y carece de futuro. Es de hoy, y mañana ha desaparecido.

Según esto, ¿existen modas en la Iglesia? No. Propiamente hablando, ni pueden existir. Porque, lo que no se remonta a los Apóstoles y a Jesucristo, carece de autenticidad, no es genuinamente cristiano y no podemos en modo alguno aceptarlo, lo mismo en nuestra fe que en nuestra vida.

Dios dijo la última palabra por Jesucristo, y todo el que venga después diciendo y predicando algo en nombre de Dios, o repite lo que Dios dijo por Jesucristo o sus Apóstoles, o es un mentiroso y falsificador de la verdad de Dios.

En este sentido, no puede haber modas en la Iglesia. Todo es viejo, aunque todo es actual y muy del día.

Sin embargo, hoy vamos a pensar en una moda feliz dentro de la Iglesia, como es la devoción al Espíritu Santo. Pero, ya se ve, es una moda muy diferente de las que acostumbramos a tener en la sociedad. No es moda en el sentido de que la hayamos inventado nosotros, o de que haya de pasar pronto. Todo lo contrario. Es moda en el sentido de que hemos renovado en la Iglesia algo que nunca se debiera haber arrinconado.

Por inspiración del mismo Espíritu Santo, hemos tenido la magnífica ocurrencia de sacar del armario el vestido más lujoso que lucían los cristianos de los primeros siglos, pues el Espíritu Santo, junto con la Eucaristía, constituían el núcleo viviente de la piedad de la Iglesia. Meternos en la moda del Espíritu Santo, es renovarnos hoy en lo más genuino de la vida cristiana en sus orígenes.

Cuando los Apóstoles hablaban de la Gracia, se referían ante todo al don, a la merced, al regalo que Dios nos hizo mandando a su Iglesia y a cada uno de los fieles el Espíritu Santo. Así, Pedro le recrimina severamente a Simón Mago:
– Que tu dinero te valga sólo para tu perdición, pues has pensado que con él podías comprar el DON de Dios.

¡El Espíritu Santo!… ¡Qué nombre y qué calificativo tan bello el que lleva la Tercera Persona de la Santísima Trinidad! No lo hemos llamado así nosotros, sino que fue el mismo Jesús quien nos lo dictó.

Espíritu significa aire, viento, soplo…
Por eso, Jesús resucitado exhaló su aliento sobre los Apóstoles para comunicarles el Espíritu, y la irrupción del Espíritu en Pentecostés vino acompañada de un viento huracanado. Siguiendo, pues, la comparación del aire, empleada por el mismo Jesús, digamos nosotros lo que podemos expresar del Espíritu Santo.

El aire es uno de los dones más grandes de la Naturaleza. Invisible, no lo percibimos sino por sus efectos. El movimiento de las hojas, el polvo que se levanta o las nubes que cruzan el espacio, nos dicen que existe un aire al que no vemos, pero que lo llena todo. Sin el aire en nuestros pulmones, nos asfixiaríamos en pocos minutos. Sin el aire, la naturaleza se volvería pesada y la vida se extinguiría aceleradamente. Y así como el aire puro renueva continuamente nuestro organismo, la contaminación del aire es uno de los más serios problemas que hoy tienen planteado las grandes ciudades.

Si Jesús se fija en el aire para hablarnos del Espíritu Santo y darle su nombre propio, por algo lo haría… Jesús aplica maravillosamente al Espíritu Santo la naturaleza y la acción del aire.

El Espíritu Santo es la vida de nuestra vida divina. Sin Él, seríamos unos cadáveres, privados de la vida de Dios.

El Espíritu Santo es el motor de nuestro amor. Somos capaces de amar como Dios, porque el Espíritu Santo, que es el amor del mismo Dios, ha sido derramado en nuestros corazones.

El Espíritu Santo empuja nuestra oración, y nos hace capaces de elevarnos a Dios con la plegaria.

El Espíritu Santo inspira todos nuestros movimientos hacia Dios, hablándonos muy callandito, pero sin dejarnos parar un instante en nuestra aspiración hacia el Cielo.

El Espíritu Santo -seguimos con la misma comparación de Jesús- invade todo nuestro ser, como el aire puro nuestra casa bien ventilada, y nos impulsa a realizar toda la obra de Dios.

Jesús decía: -El aire sopla por donde quiere, oyes su ruido, pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Esto le pasa al que ha nacido del Espíritu Santo. Es decir, hay que abrirse a lo que el Espíritu quiere de nosotros.

Estar abierto al Espíritu Santo para orar, para cantar, para evangelizar, para sentir profundamente a Dios, no es una moda moderna, introducida por la providencial Renovación Carismática. Ella nos ha enseñado a volver a lo más puro de la piedad cristiana. A ponernos a disposición del Espíritu, que nos empuja sin parar a encontrarnos siempre con Jesús, el Señor.

Moda feliz, la del Espíritu Santo en la Iglesia. Y lo mejor que podemos hacer es lucir este vestido de gala que estaba un poquito arrinconado. ¡Bendita la devoción al Espíritu Santo, el Espíritu del Señor Jesús!…

Mensajero de María

Grupo de jóvenes que queremos promover la devoción a la Santísima Virgen María, por ser Ella la Madre del Señor, su Maestra, su Servidora y primera discípula

Somos un grupo de jóvenes que queremos promover la devoción a la Santísima Virgen María, por ser Ella la Madre del Señor, su Maestra, su Servidora y primera discípula. Es así como nos hemos reunido varios amigos que llevamos muchos años conociendo la Palabra de Dios, y formándonos para el servicio en la Renovación Carismática Católica de la Iglesia; en un proceso constante de crecimiento y oración en comunidad hasta llegar a proponernos evangelizar y predicar en la red a través de esta hermosa Web.

Nuestro único deseo es compartir nuestros conocimientos, carismas y aprendizaje que Jesús Nuestro Señor nos ha regalado para la obra de Dios en su Iglesia, sirviéndole a ustedes nuestros hermanos que se comunican con nosotros por medio de este Web Site en la red.

¿De qué forma? – Promoviendo la advocación de la Rosa Mística, por ser esta devoción mariana a la que nos ha llamado Dios y la Santísima Virgen María, para ayudar a extender su Reino en el mundo y puedan cumplirse estas palabras pronunciadas por la misma Virgen María » Al fin Mi Inmaculado Corazón triunfará».

Es por eso que en su honor y en el de su Hijo Jesús Nuestro Salvador, nos hemos sentido más identificados con esta gracia de ser la Madre de la Iglesia, para poder dar a conocer tantos temas de interés religioso y de formación.

¿Qué hacemos? – Llevamos una imagen de María Rosa Mística como misión y apostolado visitando numerosas familias en sus casas y ayudándolas en sus necesidades espirituales y materiales, enseñándoles el evangelio de una manera personal a cada uno de los miembros que conforman estos hogares. Los testimonios son muchos y en todas las áreas de nuestras vidas; conversión de personas, noviazgos consagrados a Dios, matrimonios de personas que vivían en unión libre, liberación de secuestrados, liberación de personas atormentadas por espíritus inmundos, solución a problemas económicos y de empleo, obtención de mejores ingresos y solución de vivienda, sanación de toda clase de enfermedades, especialmente cáncer y sida.

También visitamos a muchos grupos de oración con quienes hemos compartido formación, oración y predicación. Al ser nuestro carisma la propagación de la devoción de la Rosa Mística y la Divina Misericordia, nos hemos comprometido con un proyecto que busca la unión de todos los devotos, misioneros y líderes de grupos de Rosa Mística en un mismo mensaje, criterios, compartir de gracias, carismas y servicio en el mundo y especialmente en Colombia. Para ese fin contamos con esta página, para que el cuerpo del Señor que está tan dividido en este tiempo, encuentre su unión entre nosotros y entonces hagamos realidad que la Rosa Mística es la Madre del Cuerpo Místico de Cristo que somos todos y nos congrega en la Iglesia.

Flor del 27 de mayo: María Rosa Mística

Meditación: ¡Quien puede dejar de admirar la perfección de la Rosa que el Señor nos dio!. De pequeña un capullo tierno bajado del Cielo que guardaba silencio y era la alegría de los que con Ella vivían. Al Templo la entregaron no sabiendo que Ella era un Templo Sagrado. Llena de pureza crecía, y aquella Virgen Bendita a Dios le consagraba su vida, sin advertir que el Señor su alma inmaculada miraba, haciéndola Su Esposa amada. La Rosa más hermosa se abría y en su corola escondido estaría el Mesías. Nueve meses los perfumes de aquella Flor abrigarían al Redentor, para darle permanentemente su amor como eterna oblación. Aquella pequeña Rosa excelsa nos guía como Rosa Mística, pues es María Madre de la Iglesia.

Oración: ¡Oh María Rosa Mística, preciosísima!. Muéstranos la pureza de corazón para agradar a Dios como lo hiciste vos, y haznos templos perfectos del Espíritu Santo para que seamos por El guiados. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Colocar en cada hogar un pequeño altar consagrado a María, como regalo a Su Hijo que busca que la amemos como El la ama.

San Agustín de Canterbury, el mayor evangelizador de Inglaterra

Un sabio monje enviado como misionero que se ganó el favor del rey y llevó a cabo una gran misión

San Agustín de Canterbury nació a mediados del siglo VI. Fue monje y prior del monasterio benedictino de San Andrés en Roma.

El papa san Gregorio Magno le envió en el año 596 como misionero a evangelizar Inglaterra.

En aquel país ya había cristianos pero las invasiones de algunos pueblos (entre ellos los sajones) había mermado la expansión de la fe y había hecho que muchos cayeran en la idolatría.

San Agustín, que destacaba por su bondad y sencillez, llegó a Gran Bretaña con el nombramiento de abad con otros monjes.

La admiración del rey

Fue recibido por el rey Ethelberto, cuya esposa era una princesa merovingia cristiana.

El ejemplo de ella influyó para que el monarca viera con buenos ojos la labor de los misioneros.

Los escuchó, los atendió, valoró con rectitud lo que hacían los misioneros y finalmente se convirtió.

Ethelberto (que llegaría a ser santo) pidió al monje san Agustín y su grupo que se evangelizara en todo el territorio inglés y les dio permiso para que fundaran el monasterio de Canterbury.

También ayudó a construir iglesias y a convertir templos paganos en cristianos.

Al mismo tiempo, san Agustín le enseñó a que diera libertad a sus súbditos para que se convirtieran o decidieran no hacerlo, sin que eso supusiera un castigo. Además, el rey cedió su palacio para que fuera monasterio y sede del obispo.

San Agustín de Canterbury murió el 26 de mayo del año 605. Está considerado el evangelizador más importante que tuvo Inglaterra.

Santo patrón

San Agustín de Canterbury es patrón de Inglaterra.

Oración. Dios nuestro,
que por la predicación del obispo san Agustín de Canterbury
hiciste brillar la luz del Evangelio sobre el pueblo de Inglaterra,
haz que la semilla de sus trabajos apostólicos continúe dando frutos en tu Iglesia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.