La historia del Icono de María Auxiliadora
El icono recoge toda la teología de Don Bosco sobre la Auxiliadora de los Cristianos.
Por: Redacción | Fuente: es.gaudiumpress.org
En la Basílica de María Auxiliadora en Turín se encuentra una de las imágenes más representativas de la Virgen en su advocación de «Auxiliadora de los Cristianos». El precioso cuadro, que se halla tras el altar y se aprecia desde cualquier punto del templo salesiano, tiene tras de sí una historia llena de misticismo.
Fue el mismo San Juan Bosco -gran propagador de la devoción a María Auxiliadora-, quien mandó pintar la majestuosa obra al pintor italiano Tomás Lorenzone y le dio instrucciones precisas sobre cómo debía realizarla. El artista tardó tres años en culminar el cuadro, que luego fue entronizado en la Basílica de María Auxiliadora con el título de «María Madre de la Iglesia». Tiempo después, cuando ya había culminado el cuadro, Lorenzone confesó que al representar el rostro de la Virgen sintió como si una mano invisible guiaba su pincel; de ahí la preciosa expresión del rosto de Nuestra Señora.
De acuerdo con varios expertos, el icono recoge toda la teología de Don Bosco sobre la Auxiliadora de los Cristianos. Es una obra barroca en la que se contempla y exalta a la Virgen María como Reina y Madre de la Iglesia, especialmente al Niño Jesús, quien lleva en sus brazos y es representado como el Rey que acoge. Se observa en detalle cómo toda la Iglesia -apóstoles, santos y ángeles del cielo- le rinde tributo al pequeño Rey.
En el cuadro también hay varios símbolos representativos, entre ellos el cetro que lleva la Virgen en su mano derecha, que es símbolo de la monarquía, así como los atuendos que hablan de los usos sacerdotales, confeccionados con finos linos y bordados de oro. El vestido el Niño Jesús es de una sola pieza, que recuerda el pasaje evangélico de Juan sobre el reparto de las vestiduras de Cristo: «La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo».
Ambos atuendos, el de María y el Niño, se inspiran en las monarquías europeas vigentes durante la Edad Media, además de las dos coronas doradas que muy bien se relacionan con el texto del Apocalipsis que dice: «Una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». La imagen fue coronada solemnemente mediante decreto del Papa León XIII el 17 de mayo de 1904.
Una antigua devoción
La devoción a María Auxiliadora se remota a los primeros cristianos en Grecia, Egipto, Antioquía, Éfeso, Atenas y Alejandría, quienes acostumbraban llamar a la Virgen como «Auxiliadora». Pero es gracias a la Batalla de Lepanto, ocurrida en el siglo XVI cuando los mahometanos estaban invadiendo Europa y el Papa San Pío V llamó a los príncipes católicos salir a defender a los cristianos, que la devoción ganó fuerza. Muy pronto se formó el ejército de los cristianos, que el 7 de octubre de 1572, cuando se encontraba en el Golfo de Lepanto, se topó con el enemigo: eran 88 mil soldados mahometanos, mientras que los cristianos eran inferiores.
Antes de empezar la batalla los cristianos se confesaron, participaron de la Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y rindieron tributo a la Madre de Dios. Los cristianos salieron victoriosos gracias al viento que corrió en dirección opuestas impidiendo a los enemigos alcanzar a los cristianos.
Mientras la defensiva tenía lugar, San Pío V se congregó con una multitud de fieles en las calles de Roma para rezar también en Santo Rosario. Fue en agradecimiento a lo sucedido que el Pontífice estableció que cada 7 de octubre la Iglesia Católica celebrase la fiesta de la Virgen del Rosario, y que en las letanías se ore diciendo: «María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros».
Pero es San Juan Bosco, junto con la Familia Salesiana, quien extendió por el mundo la devoción a esta advocación. El propio santo narra en uno de los sueños que fue la propia Virgen María quien le solicitó edificase un templo en su honor.
Flor del 24 de mayo: María Auxiliadora de los Cristianos
Fiesta de María Auxiliadora
Meditación: “Todos estaban unidos, insistiendo en la oración, con María la Madre de Jesús” (Hechos 1,14). María siempre ha estado presente en todas las persecuciones de la Iglesia, por su ayuda en Lepanto protegió milagrosamente a toda la cristiandad, incluyéndola San Pío X en las Letanías.
También es el auxilio de la Iglesia del silencio, ya que todo cristiano fiel “padecerá persecución” (Segunda carta a Timoteo 3,12), pero “de los perseguidos por causa de la Justicia es el Reino de los Cielos” (Mateo 5,10).
¿Defendemos a Cristo y Su Doctrina con la voz, con el corazón y con nuestra labor, o sólo tenemos un corazón tibio y poco digno?. Seamos soldados valientes, enamorados de Jesús y María, quien como Capitana nos defenderá con la Espada de la Justicia y el Manto de la Verdad. Y a través de Ella el Espíritu con Sus Alas nos cubrirá y nada nos pasará.
Oración: ¡Oh María auxilio de los cristianos!, cúbrenos con tu Manto de toda amenaza física y espiritual, para así poder luchar por la Patria Celestial. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Auxiliar a un hermano cercano que esté en dificultad física o espiritual, dando testimonio mediante ésta obra de misericordia de la fe en Cristo a través de Su Madre.
María y el Don del Espíritu
En la espera que reinaba en el Cenáculo después de la Ascensión, ¿cuál era la posición de María?
Por: San Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net
Si meditamos este hermoso texto de la Catequesis de Juan Pablo II, titulada «María y el Don del Espíritu» en compañia de María podremos experimentar que «…En la comunidad de los creyentes en oración, María está presente, no sólo en los orígenes de la fe, sino en todo tiempo. (Juan Pablo II, Ángelus 13-11-83).
Queridísimos hermanos y hermanas:
1. Recorriendo el itinerario de la vida de la Virgen María, el Concilio Vaticano II recuerda su presencia en la comunidad que espera Pentecostés: «Dios no quiso manifestar solemnemente el misterio de la salvación humana antes de enviar el Espíritu prometido por Cristo. Por eso vemos a los Apóstoles, antes del día de Pentecostés, «perseverar en la oración unidos, junto con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y sus parientes» (Hch 1, 14). María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra» (Lumen gentium, 59).
La primera comunidad constituye el preludio del nacimiento de la Iglesia; la presencia de la Virgen contribuye a delinear su rostro definitivo, fruto del don de Pentecostés.
2. En la atmósfera de espera que reinaba en el Cenáculo después de la Ascensión, ¿cuál era la posición de María con respecto a la venida del Espíritu Santo?
El Concilio subraya expresamente su presencia, en oración, con vistas a la efusión del Paráclito. María implora «con sus oraciones el don del Espíritu». Esta afirmación resulta muy significativa, pues en la Anunciación el Espíritu Santo ya había venido sobre ella, cubriéndola con su sombra y dando origen a la encarnación del Verbo.
Al haber hecho ya una experiencia totalmente singular sobre la eficacia de ese don, la Virgen santísima estaba en condiciones de poderlo apreciar más que cualquier otra persona. En efecto, a la intervención misteriosa del Espíritu debía ella su maternidad, que la convirtió en puerta de ingreso del Salvador en el mundo.
A diferencia de los que se hallaban presentes en el Cenáculo en trepidante espera, Ella, plenamente consciente de la importancia de la promesa de su Hijo a los discípulos (cf. Jn 14, 16), ayudaba a la comunidad a prepararse adecuadamente a la venida del Paráclito.
Por ello, su singular experiencia, a la vez que la impulsaba a desear ardientemente la venida del Espíritu, la comprometía también a preparar la mente y el corazón de los que estaban a su lado.
3. Durante esa oración en el Cenáculo, en actitud de profunda comunión con los Apóstoles, con algunas mujeres y con los hermanos de Jesús, la Madre del Señor invoca el don del Espíritu para sí misma y para la comunidad.
Era oportuno que la primera efusión del Espíritu sobre Ella, que tuvo lugar con miras a su maternidad divina, fuera renovada y reforzada. En efecto, al pie de la Cruz, María fue revestida con un nueva maternidad, con respecto a lo discípulos de Jesús. Precisamente esta misión exigía un renovado don del Espíritu. Por consiguiente, la Virgen lo deseaba con vistas a la fecundidad de su maternidad espiritual.
Mientras en el momento de la Encarnación el Espíritu Santo había descendido sobre Ella, como persona llamada a participar dignamente en el gran misterio, ahora todo se realiza en función de la Iglesia, de la que María está llamada a ser ejemplo, modelo y Madre.
En la Iglesia y para la Iglesia, Ella, recordando la promesa de Jesús, espera Pentecostés e implora para todos abundantes dones, según la personalidad y la misión de cada uno.
4. En la comunidad cristiana la oración de María reviste un significado peculiar: favorece la venida del Espíritu, solicitando su acción en el corazón de los discípulos y en el mundo. De la misma manera que, en la Encarnación, el Espíritu había formado en su seno virginal el cuerpo físico de Cristo, así ahora en el cenáculo, el mismo Espíritu viene para animar su Cuerpo místico.
Por tanto, Pentecostés es fruto también de la incesante oración de la Virgen, que el Paráclito acoge con favor singular, porque es expresión del amor materno de ella hacia los discípulos del Señor.
Contemplando la poderosa intercesión de María que espera al Espíritu Santo, los cristianos de todos los tiempos, en su largo y arduo camino hacia la salvación, recurren a menudo a su intercesión para recibir con mayor abundancia los dones del Paráclito.
5. Respondiendo a las plegarias de la Virgen y de la comunidad reunida en el cenáculo el día de Pentecostés, el Espíritu Santo colma a María y a los presentes con la plenitud de sus dones, obrando en ellos una profunda transformación con vistas a la difusión de la buena nueva. A la Madre de Cristo y a los discípulos se les concede una nueva fuerza y un nuevo dinamismo apostólico para el crecimiento de la Iglesia. En particular, la efusión del Espíritu lleva a María a ejercer su maternidad espiritual de modo singular, mediante su presencia, su caridad y su testimonio de fe.
En la Iglesia que nace, Ella entrega a los discípulos, como tesoro inestimable, sus recuerdos sobre la Encarnación, sobre la infancia, sobre la vida oculta y sobre la misión de su Hijo divino, contribuyendo a darlo a conocer y a fortalecer la fe de los creyentes.
No tenemos ninguna información sobre la actividad de María en la Iglesia primitiva, pero cabe suponer que, incluso después de Pentecostés, Ella siguió llevando una vida oculta y discreta, vigilante y eficaz. Iluminada y guiada por el Espíritu, ejerció una profunda influencia en la comunidad de los discípulos del Señor.
Juan Pablo II Audiencia general del miércoles, 28 de mayo de 1997
María Auxiliadora, la Virgen que ayuda en las dificultades
Conoce la advocación que el papa san Pío V incorporó en las letanías del rosario y san Juan Bosco propagó
La advocación a la Virgen Santísima como auxilio de los cristianos es de larga tradición en la Iglesia.
San Juan Crisóstomo, en al año 345, decía: «Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios».
San Sabas, en el 532, habla de una imagen de la Virgen “Auxiliadora de enfermos”. Y san Juan Damasceno propuso la jaculatoria “María Auxiladora, rogad por nosotros”.
Dificultades, oportunidades
Pero en 1572, viendo el peligro que corría la cristiandad en la batalla de Lepanto, el papa san Pío V incluyó el “María Auxiliadora, ruega por nosotros” en las letanías del rosario. Y las tropas cristianas se alzaron con la victoria contra el imperio otomano.
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En 1600, esta vez el peligro era el protestantismo y la Guerra de los Treinta Años. Y de nuevo se invocó a la Virgen, en el sur de Alemania, con la advocación de María Auxiliadora.
En 1683, los católicos obtuvieron una nueva victoria y de ella nació la asociación de María Auxiliadora.
En tiempos de Napoleón, el papa Pío VII quedó preso del emperador y prometió a la Virgen que si era liberado, declararía aquel día fiesta de María Auxiliadora. Y el 24 de mayo de 1814 fue puesto en libertad y llegó a Roma.
En 1860, la Virgen se apareció a san Juan Bosco y le comunicó que quería ser honrada como “Auxiliadora” del Pueblo de Dios.
Además, le indicó dónde debía construirse un templo con esta advocación. Fueron tantos los milagros, que la basílica, que debía hacerse con donativos, quedó terminada en cuatro años.
Hoy la devoción a María Auxiliadora está extendida en todo el mundo:
Las imágenes más bonitas de la Virgen María Auxiliadora en el mundo: Galería fotográfica
Oración
Santísima Virgen, Madre de Dios, aunque soy miserable me arrodillo ante tus pies en presencia de Dios omnipotente y te ofrezco mi corazón con todos sus afectos. A ti te lo consagro y quiero que sea siempre tuyo y de tu hijo Jesús.
Acepta esta humilde ofrenda, tú que siempre has sido la auxiliadora del pueblo cristiano.
Oh, María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me hace sufrir, del apuro extremo en que me encuentro.
Reina de los cielos, en tu manos pongo mi causa. Sé bien que en los casos desesperados se muestra más poderosa tu misericordia y nada puede resistir a tu poder. Regálame, Madre mía, la gracia que te pido si le gusta a mi Dios y Señor. Amén.