JUAN 15, 9-11
En el Evangelio de hoy Jesús nos instruye sobre la forma de amar a los demás en el amor de Dios: “Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”.
Mucho depende de esa pequeña palabra “permanecer” —menein en griego— que Juan usa frecuentemente en su Evangelio. El amor de Dios se da incondicionalmente como una gracia, pero permanecer en ese amor es realmente cuestión de observar ciertos mandamientos.
Así es como funciona: el amor de Dios puede verdaderamente habitar en nosotros y convertirse en nuestra “posesión”, solo en la medida en que lo regalamos a otros. Si nos resistimos o tratamos de aferrarnos a él, nunca llegará a nuestros propios corazones, cuerpos y mentes. Pero si lo regalamos como un acto de amor, entonces obtenemos más de él, entrando en un delicioso flujo de gracias. Si regalas el amor divino, entonces este “permanece” en ti.
Esta es la gran doctrina católica de la gracia y la cooperación con la gracia. No empuñamos división alguna entre ley y gracia, como hicieron algunos reformadores. Más bien, decimos que la ley y mandamientos nos permiten participar en el amor de Dios. Es un juego, si quieres verlo de ese modo, del amor, tanto condicional como incondicional. Y es precisamente por eso que podemos crecer en el amor.
Dios, que penetra los corazones mostró su aprobación -a la conversión de los gentiles-dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros
El relato de esta primera lectura presenta la clausura de la “fuerte discusión” que surgió entre los apóstoles más significativos sobre el acceso a la comunidad y fe cristiana de los provenientes de la gentilidad: ¿estaban obligados a cumplir las prescripciones de los judíos, emanadas de los libros del Antiguo Testamento y tradiciones posteriores? Sabemos que Pablo, fariseo él, no exigió que se sometieran a esas prescripciones. A Pedro le costó convencerse de ello. Santiago era claramente opuesto a que los cristianos prescindieran de ellas. Fueron horas de reflexión, diálogo: el llamado Concilio de Jerusalén.
Al fin, en la lectura de hoy leemos el acuerdo que comunica Santiago, que preside la comunidad de Jerusalén. Ha habido algunas concesiones de Pablo y Pedro sobre las prescripciones relativas a los alimentos, que se mantienen para no escandalizar a los judeocristianos; son decisiones más bien profilácticas, no comer carne no sangrada. Los responsables de las nuevas comunidades han sabido dialogar, han sido capaces de prescindir de lo heredado y cumplido fielmente antes conocer a Jesús de Nazaret; se han dejado llevar por el Espíritu, no por sus preconcebidas ideas, han sido generosos, se han escuchado. Ese estilo conciliar es el que en nuestros días el Papa quiere que sea el espíritu que mueva el Sínodo en el que esta la Iglesia inmersa. Es necesario para la fidelidad de la Iglesia Cristo y a la sociedad. A esta le da, con ese espíritu de sinodal, un ejemplo, un testimonio de la necesidad de escucharse, abrirse a las ideas, sentimientos del otro, y caminar juntos, sinodalmente.
Podemos preguntarnos: ¿cómo estamos cooperando en la reflexión comunitaria que se nos pide para lograr caminar juntos, tras haber reflexionada y orado juntos, para ayudar a construir una Iglesia sinodal?
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud
Una vez más Juan recoge palabras de Jesús en las que insiste en el amor. Un amor que se inicia en el amor del Padre a él, que Jesús transmite a los discípulos. Amor, que no es amorío de tanta intensidad, como perentorio; es amor que exige fidelidad, madurez, compromiso de todo el ser, que se manifiesta en las obras, en lo que piden los mandamientos, que el mismo Jesús guardó.
Ser fiel a estos mandamientos asegura la permanencia en el amor. La reacción a este amor, que se manifiesta en obras, es la alegría.
Esta última apreciación merece una leve consideración. La alegría no exige la correspondencia en el amor. Esta es reacción lógica que espera el que ama, ser amado por quien ama. Pero no es imprescindible: el hecho de amar, de amar con un sentimiento sincero que impulsa a la acción, a la generosidad, a darse, a entregarse, es ya motivo de alegría, sin exigir la compensación afectiva del otro…, que siempre se agradecerá. Es una manifestación más de que obrar bien, actuar de manera propia de la dignidad humana, nuestra y de los demás, vista a luz del mensaje y vida de Jesús, es hondo motivo de alegría. En nuestra espiritualidad hemos juzgado necesario con la compensación o premio de nuestras buenas obras, sea aquí en la tierra o en el cielo, y nos olvidamos de que la bondad es la razón más fuerte para la alegría. Que nada nos ha de alegrar más que actuar, sentir de acuerdo con los valores del Evangelio.
El texto nos invita a que esa palabra tan usada, manoseada, abusada, como es el amor, la reconsideremos. ¿Qué es el amor en nosotros? Qué exigimos del amor: ¿compensaciones o solo eso, amar? Si es sentimiento auténtico y hondo, ¿cómo se manifiesta en la vida de cada día, en concreto respecto a los demás?
Hoy celebra la Iglesia y de modo especial las Dominicas de la Anunciata la fiesta de su fundador San Francisco Coll. La Familia dominicana se une a la celebración. El P. Coll pasó por dificultades para llegar a ser dominico. Ya dominico, predicador, sufrió la disolución de las comunidades por las leyes de la desamortización. Ello no evito que se dedicara a la predicación popular, desde un sentir cariñoso hacia su pueblo. Que se manifestó en buscar cómo dar educación a la infancia desatendida, pobre. De ahí surgieron la Dominicas de la Anunciata. El P. Coll se movió por amor a los sencillos, pobres, en ellos amó a Dios. Y vivió la alegría de amar.
Podemos preguntarnos: ¿qué hemos de hacer para permanecer en este amor? Dice Jesús: «Si cumplís mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (v. 10). Jesús resumió sus mandamientos en uno solo, este: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (v. 12). Amar como ama Jesús significa ponerse al servicio, al servicio de los hermanos, tal como hizo Él al lavar los pies de los discípulos. Significa también salir de uno mismo, desprenderse de las propias seguridades humanas, de las comodidades mundanas, para abrirse a los demás, especialmente a quienes tienen más necesidad. Esto quiere decir amar no de palabra, sino con obras. (Regina Caeli, 9 mayo 2021)
María Bernarda Bütler, Santa
Virgen y Fundadora, 19 de mayo
Martirologio Romano: En Cartagena de Nueva Granada, en Colombia, beata María Bernarda (Verena) Bütler, virgen, la cual, nacida en Suiza, fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras Franciscanas de María Auxiliadora († 1924).
Fecha de beatificación: 29 de octubre de 1995 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 12 de octubre de 2008 por S.S. Benedicto XVI
Etimologicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.
Etimologicamente: María = la amada por Dios, es de origen hebreo
Breve Biografía
María Bernarda, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, nació en Suiza y murió en Cartagena de Indias (Colombia).
Siendo ya religiosa franciscana en su patria, marchó a Ecuador para desarrollar su vocación misionera, y luego pasó a Colombia. Dimensiones principales de su vida fueron la intensa oración, el apostolado, el servicio a los enfermos y desamparados, y la dirección de la Congregación en que se convirtió lo que en principio iba a ser una casa filial del monasterio suizo. El 29 de octubre de 1995, Juan Pablo II la beatificó. junto a otras dos hijas espirituales de san Francisco: María Teresa Sherer (16 de junio) y Margarita Bays (27 de junio).
María Bernarda (de nombre de pila: Verena) nació y fue bautizada en Auw (cantón de Argovia, Suiza) el día 28 de mayo de 1848. Era la cuarta hija de Enrique y de Catalina Bütler, campesinos humildes y católicos practicantes.
Al concluir la enseñanza escolar básica, se dedicó a los quehaceres domésticos y al trabajo en el campo. En plena juventud ingresó en una casa de religiosas. Al sentir que Dios no la llamaba a vivir en aquel lugar, regresó a la casa paterna, donde, entregada al trabajo, a la oración y al apostolado, continuó alimentando su vocación hasta que, el día 12 de noviembre de 1867, a los 19 años de edad, ingresó en el monasterio franciscano de María Auxiliadora, en Altstätten (Suiza). El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Bernarda del Sagrado Corazón de María. Hizo la profesión religiosa el 4 de octubre de 1869.
Destacaba por su profunda virtud y sus cualidades humanas; por ello, no tardó en ser nombrada maestra de novicias y, más tarde, superiora, servicio que prestó hasta su partida para las misiones.
Cuando Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo (Ecuador), escribió relatando el total abandono en que vivía la gente de aquellas tierras y ofreciendo su diócesis como campo misionero, María Bernarda tuvo el convencimiento de que aquella invitación era una clara llamada de Dios a anunciar el Evangelio y a fundar una casa filial del monasterio de Altstätten en tierras ecuatorianas. Tras vencer la resistencia inicial de las autoridades eclesiásticas y obtener el permiso pontificio para dejar el monasterio, el 19 de junio de 1888, se dirigió, con seis compañeras, a Le Havre, Francia, donde embarcaron las siete rumbo a Ecuador.
Aquel paso, concebido sólo como el inicio de la fundación de una filial misionera del monasterio suizo, fue, de hecho, el inicio de un proceso que convirtió a María Bernarda en fundadora de un nuevo instituto, la congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.
Cuando llegaron a Ecuador, el obispo asignó a las siete religiosas la población de Chone, lugar difícil y espiritualmente abandonado, que contaba con unos 13.000 habitantes. Puso como base de su actividad misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio de las obras de misericordia. Se encargaron de la educación de los niños y jóvenes, anunciándoles el Evangelio, animaban la liturgia, visitaban y asistían a los enfermos y a los pobres.
La semilla derramada por esta gran mujer germinó y fructificó. Surgieron varias casas filiales en Ecuador. Pero la obra estuvo marcada también por el misterio de la cruz: pobreza absoluta, clima tórrido, inseguridades y dificultades de toda especie, se agregaron a malentendidos por parte de algunas autoridades de la Iglesia y la separación del instituto de algunas hermanas de su primera fundación fuera de Ecuador.
En 1895 la madre María Bernarda y más de 15 hermanas tuvieron que huir de Ecuador, a causa de una violenta persecución contra la Iglesia. En el puerto de Bahía se embarcaron rumbo a Colombia. Durante la travesía recibieron la invitación de Mons. Eugenio Biffi, obispo de Cartagena de Indias, a trabajar en su diócesis. El día 2 de agosto de 1895 llegaron al puerto de Cartagena. Mons. Biffi las atendió paternalmente y les asignó como residencia un ala del hospital de mujeres, llamado Obra Pía, donde María Bernarda murió años más tarde.
El número de las hermanas creció y la congregación fundó casas en Colombia, Austria y Brasil. La madre Bernarda permanecía temporadas con las hermanas en los diversos lugares, compartía con ellas su trabajo y su vida, era ejemplo vivo de sencillez evangélica, edificaba y animaba a todas. Atendía con ternura y misericordia a todos los necesitados en el alma o en el cuerpo, pero sus predilectos eran los pobres y los enfermos. Oraba, exhortaba, escribía y evangelizaba con asombrosa entrega e intensidad.
Dirigió su congregación durante 32 años. Y cuando renunció con gratitud y humildad a este servicio, continuó animando a las hermanas con su ejemplo, su palabra y sus innumerables escritos, que son una mina de doctrina y de fecundidad espiritual.
Falleció el 19 de mayo de 1924, en la Obra Pía, a los 76 años de edad, 56 de vida religiosa franciscana y 36 de misionera en América Latina.
Su Intercesión comprobada
Dos milagros han sido reconocidos expresamente por la Iglesia Católica, atribuidos a la intercesión de la Madre María Bernarda Bütler, que sirvieron, primero, para la beatificación y, luego, la canonización. Cabe señalar que la Iglesia pide en estos casos el testimonio oficial de un tribunal médico, el cual corrobora que no hay explicación científica para las curaciones.
El milagro tomado para la beatificación ocurrió en 1969: la pequeña Liliana Sánchez, que por aquel entonces contaba con sólo 15 días de vida, presentaba ausencia de los huesos de la bóveda craneana e iba a morir en el corto plazo. Una religiosa de la congregación, la Hermana Filomena Martínez, le entregó a la mamá de la niña una reliquia de la Madre Bernarda y una novena. La señora puso la reliquia en la cabeza de su hija y rezó. De la noche a la mañana, se produjo una reconstrucción ósea completa, verificada por los médicos.
Por otra parte, en el año 2002, Mirna Jazime Correa, una médico de 29 años de edad de Cartagena, presentaba neumonía atípica complicada con derrame pleural bilateral y síndrome distrés respiratorio del adulto (SDRA). A pesar de los tratamientos médicos y farmacológicos no mejoraba y el 5 de julio se encontraba completamente desahuciada, conectada a las máquinas, mientras sus signos vitales iban decayendo.
Al igual que lo había hecho en su momento la madre de la niña Liliana Sánchez, la mamá de Mirna colocó sobre la cabeza de su hija una reliquia de la Beata María Bernarda y pidió durante todo el día la curación. Refieren testigos que a la oración se unió el personal de la unidad de cuidados intensivos.
La sorpresa llegó el día después, cuando se observó en la enferma una mejoría general, que se acentuó con el correr de las jornadas, sin que quedara ninguna secuela en los pulmones, luego de un cuadro de extrema gravedad.
Varios médicos del centro de salud testificaron: “No hay explicaciones naturales o clínicas en dicha curación. Lo que esperábamos en el cuadro tan complicado de la doctora Mirna era la muerte. La recuperación fue sorpresiva”.
El 6 de julio del 2007, el Papa Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto sobre este milagro, que ha sido el último paso en el proceso que ahora terminará con la canonización de la beata Madre María Bernarda Bütler.
ORACIÓN
Te bendecimos, Señor,
porque has elegido a Santa María Bernarda,
para hacer presente tu amor misericordioso
y cooperar en la extensión de tu Reino.
Concédenos las gracias que por su
intercesión te pedimos,
haz que su ejemplo de vida
nos ayude a crecer en la bondad
y el amor al servicio de los hermanos.
Afirma, Señor, en nosotros, la fe, la esperanza y la caridad.
Amén
El deseo de Dios
Santo Evangelio según san Juan 15, 9-11. Jueves V de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por amarme tanto. Ayúdame a corresponder a tu amor descubriendo tu presencia en cada persona que se cruce en mi camino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 9-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo.
Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muchos de nosotros hemos pedido un deseo cuando nos tocaba apagar una vela de cumpleaños. En lo personal, cada año era uno diferente o parecido, pero casi nunca era el mismo; pero en Dios, por toda la eternidad, el deseo es el mismo, que permanezca en su amor, que esté con Él y me deje amar.
El Creador del universo desea que me quede con Él; el Todopoderoso me pide que no me vaya, y yo, ¿quiero cumplir su deseo? La respuesta es algo personal porque depende plenamente de mí que se cumpla. Solamente permanecer y nada más.
Pero el permanecer ciertamente no es algo estático, sin hacer nada; el permanecer con Dios requiere vivir como un niño en casa de sus padres, y así como el niño respeta las reglas, así el cristiano respeta las reglas. Pero no son reglas impuestas porque sí, son reglas regaladas para mi bienestar.
Así como nadie duda del amor de los padres a sus hijos, un cristiano no puede dudar del amor de Dios para sí. El mayor deseo de los padres no es que los hijos se vayan, sino que sean felices; el mayor deseo de Dios no es que sus hijos se vayan, sino que sean lo que deben ser. Pero el cristiano solo puede ser cristiano permaneciendo en la casa de Dios, cumpliendo el deseo de estar junto a Él, dejándose amar cada día por Dios.
Vivamos nuestro día permaneciendo junto a Dios, sin alejarnos. Cumplamos el deseo de nuestro Señor, dejémonos amar por Él y vivamos en la casa del Padre permaneciendo en su amor.
«La vid es una planta que forma un todo con el sarmiento; y los sarmientos son fecundos únicamente cuando están unidos a la vid.
Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el evangelista Juan la expresa con el verbo «permanecer», que en el pasaje de hoy se repite siete veces.
“Permaneced en mí” dice el Señor; permanecer en el Señor. Se trata de permanecer en el Señor para encontrar el valor de salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestros espacios restringidos y protegidos, para adentrarnos en el mar abierto de las necesidades de los demás y dar un respiro amplio a nuestro testimonio cristiano en el mundo. Este coraje de salir de sí mismos y de adentrarse en las necesidades de los demás, nace de la fe en el Señor Resucitado y de la certeza de que su Espíritu acompaña nuestra historia». (Regina coeli de S.S. Francisco, 29 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Examinar cómo estoy viviendo mi día a día. ¿estoy con el Señor?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo es la fuente de nuestra alegría
Dios, compasivo y misericordioso, nos ama desde toda la eternidad.
El discernimiento, don precioso del Espíritu Santo, es clave para el proceso de conversión. ¿Qué debemos hacer? Preguntaba la gente a Juan. Y, Él les recomendaba cosas sencillas, al alcance de todos: compartir la ropa y el alimento; actuar honestamente sin aprovecharse de los demás; optar por los pobres y marginados. No tan fácil, pero tampoco imposible.
No podemos resignarnos a vivir en la rutina y la mediocridad, diciendo: “siempre fue así”. Debemos dejarnos invadir por la novedad del Espíritu Santo que desborda de amor, sabiduría y esperanza.
Juan, la voz de Cristo la eterna Palabra, nos recuerda que el Señor está en medio de nosotros. Él es la causa de nuestra alegría. La liberación de nuestra soberbia, mezquindad y envidia; la victoria sobre la enfermedad, el mal y la muerte, que nos aturde y entristece.
Dios, compasivo y misericordioso, nos ama desde toda la eternidad. El es la fuente de nuestra alegría. Como nos recuerda el Papa Francisco: “Hoy se necesita valentía para hablar de alegría, ¡se necesita sobre todo fe! El mundo se ve acosado por muchos problemas, el futuro gravado por incógnitas y temores. Y sin embargo el cristiano es una persona alegre, y su alegría no es superficial o efímera, sino profunda y estable, porque es un don del Señor que llena la vida…con su ternura, su misericordia, su perdón y su amor”.
Dios prefiere una oración de protesta y no una religiosidad hipócrita
Catequesis del Papa Francisco, 18 de mayo de 2022.
El Papa Francisco, en su catequesis de hoy dedicada a la vejez, recordó la figura de Job, como testigo de la fe que no acepta una “caricatura” de Dios, más bien le “grita”, le protesta a Dios “frente al mal, para que Dios responda y revele su rostro. Y Dios al final responde, como siempre de forma sorprendente -dijo el Papa- muestran a Job su gloria, pero sin aplastarlo, es más, con soberana ternura».
El Papa en su Catequesis, recuerda la manera de rezar de Job, protestando a Dios, pero sin considerarlo un perseguidor. Al respecto, el Papa dijo a los fieles presentes, que protestarle a Dios es una forma de rezar, los niños o los jóvenes le protestan a los padres, es una forma de llamar la atención y pedirles que se ocupen de ellos:
“Si tienes en tu corazón alguna llaga, algún dolor y tienes ganas de protestar, protesta también [contra] Dios, Dios te escucha, Dios es Padre, Dios no se asusta por nuestra oración de protesta, ¡no! Dios lo entiende. Pero sé libre, sé libre en tu oración, no aprisiones tu oración en patrones preconcebidos. ¡No! La oración debe ser así, espontánea, como la de un hijo con su padre, que le cuenta todo lo que le viene a la boca porque sabe que su padre le entiende”.
Las pruebas de Job
Francisco dijo que el libro de Job representa de “forma dramática y ejemplar lo que en la vida sucede realmente. Es decir, que sobre una persona, sobre una familia o sobre un pueblo se derriban pruebas demasiado pesadas, desproporcionadas respecto a la pequeñez y fragilidad humana. En la vida a menudo, come se dice, “llueve sobre mojado”. Y algunas personas se ven abrumadas por una suma de males que parece verdaderamente excesiva e injusta”.
Cada uno de nosotros nos hemos impresionado del grito, de personas que conocemos, que son así:
“Todos hemos conocido personas así. Nos ha impresionado su grito, pero a menudo nos hemos quedado también admirados frente a la firmeza de su fe y de su amor. Pienso en los padres de niños con graves discapacidades, o en quien vive una enfermedad permanente o al familiar que está al lado… Situaciones a menudo agravadas por la escasez de recursos económicos. En ciertas coyunturas de la historia, este cúmulo de pesos parecen darse como una cita colectiva. Es lo que ha sucedido en estos años con la pandemia del Covid-19 y lo que está sucediendo ahora con la guerra en Ucrania”.
Al respecto, el Papa confirmó que no podemos justificar estos “excesos” como una racionalidad superior de la naturaleza y de la historia, ni tampoco bendecirlos religiosamente como respuesta justificada a las culpas de las víctimas, que se lo han merecido.
La protesta a Dios es una forma de rezar
Es “una especie de derecho de la víctima a la protesta, en relación con el misterio del mal, derecho que Dios concede a cualquiera, es más, que Él mismo, después de todo, inspira. El “silencio” de Dios, en el primer momento del drama, significa esto. Dios no va a rehuir la confrontación, pero al principio deja a Job el desahogo de su protesta. Quizás, a veces, deberíamos aprender de Dios este respeto y esta ternura”. Y a Dios no le gusta esa enciclopedia -llamémosla así- de explicaciones, de reflexión que hacen los amigos de Job. Aseveró Francisco, ese es el jugo del lenguaje, que no es el correcto: es esa religiosidad la que explica todo, pero el corazón permanece frío. A Dios no le gusta eso. Le gusta más la protesta de Job o el silencio de Job.
Dios nos guarde del pietismo hipócrita y presuntuoso
Repasando el pasaje bíblico, el Pontífice recuerda a los amigos de Job, que cuando los necesitaba, en vez de consolarlo, se dedicaron a juzgarlo con esquemas preconcebidos:
“Cuando finalmente Dios toma la palabra, Job es alabado porque ha comprendido el misterio de la ternura de Dios escondida detrás de su silencio. Dios reprende a los amigos de Job que suponían que sabían todo, de Dios y del dolor y, habiendo venido a consolar a Job, terminaron juzgándolo con sus esquemas preconcebidos. ¡Dios nos guarde de este pietismo hipócrita y presuntuoso! ¡Dios nos preserve de esa religiosidad moralista y de esa religiosidad de preceptos que nos da cierta presunción y te lleva al fariseísmo y a la hipocresía!”.
La protesta de Job y el silencio de Dios
Dios se expresa con ira contra los amigos de Job, pero no los castiga porque Job intercede por ellos. La declaración de Dios nos sorprende, afirmó el Santo Padre, porque hemos leído las páginas encendidas de la protesta de Job, que nos han dejado consternados. “Sin embargo – dice el Señor – Job ha hablado bien, porque se ha negado a aceptar que Dios es un “Perseguidor”. Y como recompensa, Dios le devuelve a Job el doble de todos sus bienes, después de pedirle que ore por esos malos amigos suyos”, Job, incluso cuando estaba enojado contra Dios, ha negado que sea un perseguidor, lo busca, señaló Francisco:
“El punto de inflexión de la conversión de la fe se produce precisamente en el culmen del desahogo de Job, donde dice: «Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará, sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro» (19,25-27)”.
Podemos interpretarlo así, dijo el Papa: “Este pasaje es hermoso. Me recuerda el final de ese brillante oratorio de Haendel, el Mesías, después de esa celebración del Aleluya la soprano canta lentamente este pasaje: ‘Sé que mi Redentor vive’, con paz. Y así, después de todo este asunto del dolor y la alegría de Job, la voz del Señor es otra cosa. «Sé que mi Redentor vive»: es algo hermoso. Podemos interpretarlo así: ‘Dios mío, sé que Tú no eres el Perseguidor. Mi Dios vendrá y me hará justicia. Es una simple fe en la resurrección de Dios, una simple fe en Jesucristo, una simple fe en que el Señor siempre nos espera y vendrá”.
La sabiduría de la vejez
El Papa nos recordó que la profesión de fe de Job – que emerge precisamente en su incesante llamamiento a Dios, a una justicia suprema – se completa al final con la experiencia casi mística que le hace decir: «Yo te conocía solo de oídas, más ahora te han visto mis ojos» (42,5). Y exclamó el Papa, que muchas personas, después de una experiencia mala, algo oscura, cedemos y conocemos a Dios mejor que antes. Y decimos, como Job:
«Que te conocía un poco de memoria, o de oídas, pero ahora te he visto, porque a ti te he conocido. Este testimonio es especialmente creíble si la vejez lo asume, en su progresiva fragilidad y pérdida. ¡Las personas mayores han visto mucho en la vida! Y también han visto la inconsistencia de las promesas de los hombres. Hombres de derecho, hombres de ciencia, hombres de religión incluso, que confunden al perseguidor con la víctima, imputando a esta toda la responsabilidad de su dolor. ¡Se equivocan!”.
Por eso, el Pontífice aseveró que los ancianos que encuentran el camino de este testimonio, que convierte el resentimiento por la pérdida en tenacidad para seguir la promesa de Dios -hay un cambio, no es así, del resentimiento por la pérdida a la tenacidad para seguir la promesa de Dios-, estos ancianos, dijo por último, son una guarnición insustituible para la comunidad a la hora de afrontar el exceso de maldad:
«La mirada de los creyentes que se dirigen al Crucificado aprende precisamente esto. Que lo aprendamos también nosotros, de tantos abuelos y abuelas, de tantos ancianos que, como María, unen su oración, a veces desgarradora, a la del Hijo de Dios que en la cruz se entrega al Padre. Miremos a los ancianos, miremos a los ancianos, a las ancianas, a los viejitos; mirémoslos con amor, miremos su propia experiencia que han sufrido tanto en la vida, que han aprendido, tanto en la vida, que [han] pasado, por tanto, y cómo al final tienen esta paz, una paz -diría- casi mística, que es la paz del encuentro con Dios, que pueden decir ‘te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te han visto’. Que estos ancianos se parezcan a esa paz del hijo de Dios en la cruz que se entrega al Padre».
Flor del 19 de mayo: Estrella de la mañana
Meditación: María, como el lucero del alba, nos anuncia el Nacimiento de Jesús, Sol de Justicia. Ella, la puerta del Cielo, nos sube peldaño a peldaño hacia su Hijo Amado, pidiéndonos con amor que tengamos humildad de corazón, viviendo las virtudes que en Ella destellan, como verdaderos discípulos y dignos hijos. Seamos sinceros y de corazón recto para subir de su mano al Cielo.
Oración: ¡Estrella de la mañana, nuestra soberana!, marca nuestro camino que es el mismo Cristo, para que no caigamos en ningún desvío y estemos siempre contigo. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Dar testimonio a alguien cercano sobre las virtudes de María, y su importancia como el más fácil y corto camino a Cristo. Recomendar también la lectura del libro de San Luis Grignon de Montfort: “Tratado sobre la verdadera devoción a María”.
San Francisco Coll, promotor de la educación de las niñas
Conoce al dominico y misionero catalán que fundó la Congregación de las Dominicas de la Anunciata
Francisco Coll Guitart nació en Gombrèn (Girona, España) el 18 de mayo de 1812. Era el pequeño de 11 hermanos y su padre falleció cuando tenía 4 años.
Su madre se encargó de formarlo cristianamente y hacer de él un joven recio y piadoso.
Estudió en el seminario de Vic (Barcelona) y vivió tiempos de incertidumbre ya que en esa época el Gobierno decretó la supresión de las órdenes religiosas en España. El 4 de agosto de 1835 él y sus compañeros son expulsados del convento.
Finalmente, pese a la prohibición del Gobierno, fue ordenado sacerdote e ingresó en la Orden de los Dominicos.
El padre Coll entendió que Dios lo llamaba a recristianizar llevando la Palabra de Dios de forma amable y sencilla a la gente. Propagó la devoción a la Virgen y en especial el rezo del rosario.
Fundó la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata y destacó como un hombre entregado a la educación de la infancia y la juventud, especialmente de las niñas.
San Francisco Coll falleció a los 57 años, el diciembre de 1869.
Oración
“…¡Oh Rosario!
Tú eres un libro breve, sí,
pero que enseña lo más santo y lo más sagrado de nuestra Religión,
tú eres un arca que ocultas un tesoro riquísimo
digno de que todos los hombres lo busquen con gran ansia,
tú eres un regalo del Cielo
que nos descubres los elementos de la Religión,
los principios, los motivos, y la práctica de todas las virtudes,
tú nos enciendes en caridad, y amor
hacia aquel Dios que tanto se dignó hacer y padecer por nosotros:
Tú despiertas a los somnolientos, caldeas a los tibios,
empujas a los perezosos, sostienes a los justos, conviertes a los pecadores,
reduces o confundes a los herejes, espantas al demonio, haces temblar al infierno
o, por decirlo mejor,
eres una devoción que incluyes y contienes todas las demás devociones.”