Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
Oh Jesús, Tú Mismo Te dignaste poner el fundamento al edificio de mi santidad, ya que mi colaboración no ha sido grande. Por la indiferencia en el uso que hago de las criaturas y en la elección de las mismas. Tu me has ayudado, oh Señor, porque mi corazón es débil por si mismo y por eso Te he rogado, Maestro mío, que no Te fijes en el dolor de mi corazón sino que cortes todo lo que pueda retenerme en el camino del amor. No Te entendía, Señor, en los momentos del sufrimiento cuando cumplías la obra en mi alma, pero hoy Te comprendo y gozo de la libertad del espíritu. Jesús Mismo vigiló para que ninguna pasión enredara mi corazón. He conocido bien de cuáles peligros me había librado, y por eso mi agradecimiento a Dios no tiene límites.
Reflexión: Lucha ascética
Oh Jesús, tú mismo te dignaste poner el fundamento al edificio de mi santidad. No te entendía Señor, en los momentos del sufrimiento cuando cumplías la obra en mi alma, pero hoy te comprendo y gozo de la libertad del espíritu.
El Señor anuncia: «El reino de los cielos padece de violencia y quienes se esfuerzan, lo conquistan». Padece violencia el alma de cada hombre inclinada al mal, como consecuencia del pecado original. Será necesario luchar hasta el final de nuestros días para seguir al Señor y conseguir la salvación. Está lucha es necesaria, es fortaleza para combatir las propias debilidades y miserias. ¿Qué implica esta lucha ascética? 1. Fortaleza para cumplir actos de piedad y caridad 2. Corrigiendo nuestro mal carácter, teniendo buen humor, delicadeza con los demás. 3. En hacer un apostolado eficaz, en realizar bien el trabajo que hemos ofrecido a Dios. También es una lucha en los pequeños detalles. Oigamos al Maestro, que nos dice: “Quién es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho, y quién es injusto en lo poco. También lo es en lo mucho”; como si nos recordara: lucha cada instante en esos pequeños detalles, pero grandes a mis ojos, vive con puntualidad el cumplimiento del deber, usa el tiempo necesario a la oración. Hemos de luchar contra los propios defectos y pasiones hasta el final de nuestros días. El Señor desea que comencemos de nuevo, después de cada fracaso: ese es el fundamento de nuestra esperanza. Vuelve a empezar con más humildad, pidiendo más ayuda al Señor. Con frecuencia, el progreso de la vida interior viene después de fracasos. La perseverancia no consiste en no caer nunca, sino en levantarse siempre. Cuando caigas, confía en su misericordia, prosigue el camino de santidad que habías abandonado.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda volver a empezar, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.