Jesús y los niños

Jesús siente una gran predilección por los niños, y los pone como ejemplo de inocencia

¿Quién no recuerda los años de la infancia? En general, fueron años vividos en la alegría e inocencia. Es bueno adentrarnos en los Evangelios para ver cómo se comportaba Jesús con los niños. Viviendo en una época que ponía la perfección en la ancianidad y despreciaba la infancia, Jesús era un apasionado de los niños, se atrevió a poner a los pequeños como modelos. Él que no quiso tener hijos de la carne, disponía de infinitos ríos de ternura interior; y repartió su amor simultáneamente entre los pecadores y los niños.

Jesús siente una gran predilección por los niños, y los pone como ejemplo de inocencia, sencillez y pureza de alma.

Es más, Él mismo se identifica con ellos al decir que quien reciba a uno de este pequeños a Él recibe.

Para entrar en el cielo hay que hacerse como niño.

Los niños eran en ese tiempo “tolerados” por la simple esperanza de que llegarían a mayores. No eran contados como personas. Su presencia nada significaba en las sinagogas, ni en parte alguna. Parecía que el llegar a viejo era la cima de los méritos. Conversar con un niño era tirar y desperdiciar las palabras. Cuando veamos a los apóstoles apartando de su Maestro a los críos entenderemos que no hacían sino lo que hubiera hecho cualquier otro judío de la época.

Pero Jesús, una vez más, rompería con su época. Donde prevalecía la astucia, entronizaría la sencillez; donde mandaba la fuerza, ensalzaría la debilidad; en un mundo de viejos, pediría a los suyos que volvieran a ser niños.

  1. Postura de Jesús frente a los niños

Jesús conoce a los niños: Sabe cuáles son sus juegos y sus gracias. Y habla de ellos con alegría. En Mateo 11, 16 nos cuenta la parábola de los chiquillos que tocan la flauta a sus amigos y que juegan a imaginarios llantos. En cada pupila de los niños vería su propio rostro y su propia alma. Jesús conoce la ilusión de los niños de correr, hacer sanas travesuras, gritar.

Jesús valora a los niños: Dice que de la boca de los niños sale la alabanza que agrada a Dios (cf. Mt 21, 16). Los pone como modelos de pureza e inocencia. Son ellos, los niños, los que saben, los inteligentes, porque es a ellos a quienes Dios ha entregado su palabra y lo profundo de sus misterios (cf. Mt 11, 25). ¡Cuántos niños nos sorprenden con sus preguntas y respuestas! Un niño vale no porque sea lindo o feo, rico o pobre, listo o menos dotado. Vale por el tesoro de gracia e inocencia que porta dentro de su alma.

Jesús les quiere: Sólo dos veces encontraremos en los Evangelios la palabra “caricias” aplicada a Jesús.

Y las dos veces serán caricias dirigidas a los niños (cf. Mc 9, 35-36; Mt 18, 1-5).

Les abrazaba, dice uno de los evangelistas, describiendo una efusión que nunca vimos en Jesús ni referida a su madre siquiera. Será una caricia limpia, sin dobles intenciones. Será un abrazo lleno de ternura divina. Al abrazar a un niño, Jesús abrazaba lo mejor de la humanidad.

Jesús se preocupa por ellos: Reprende a quienes les mirasen con desprecio (cf Mt 18, 10); señala, sobre todo, los más duros castigos para quien escandalizare a un niño (cf. Mt 18, 6). Y hasta nos ofrece una misteriosa razón de esta especial preocupación de Dios por ellos: “Porque sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18, 10). Como que los ángeles custodios de los niños están en primera fila en el cielo, recreándole y contándole a Dios las travesuras de esos niños, a ellos encomendados.

Jesús los cura: Cura a esa niña de doce años (cf. Mc 5, 39), a quien llama con dulzura Talitha, es decir, “niña mía”; y la aprieta contra su corazón. Detrás de esta niña se encuentra toda niña de ayer, de hoy y de siempre.

Y pide a sus padres que le den de comer. Sí, comida abundante, no sólo para su cuerpo, sino también para su alma.

Cura a la hija endemoniada de una mujer pagana (cf. Mt 15, 21-28). Pagana porque no creía en el Dios verdadero; creía en Baal, el dios engañador, el dios cruel, el dios fornicario, el dios vengativo. Baal es el símbolo del demonio, y los baales equivale a decir, demonios. Pues uno de esos demonios poseía el cuerpecito de esta niña pagana. La fe y la humildad de la madre arrancaron el milagro de Jesús.

Cura al hijo único de una viuda (cf. Lc 7, 11-15). Esta viuda no le pide nada a Jesús, ni por su hijo adolescente ni por ella. Era tan grande su pena y tantas sus lágrimas que no se entera de nada de lo que le rodea. Fue Jesús quien se fijó en el tamaño de la cruz que llevaba aquella mujer. “Joven, a ti te lo digo: levántate”. Levántate y crece, por dentro y por fuera.

Cura al hijo de un oficial real (cf. Jn 4, 46-54). El padre creyó en la palabra de Jesús. Y con la curación creyó también toda su familia. ¿Qué tienen los niños que arrancan de Jesús el milagro?

¿Cómo respondían los niños a Jesús? Los niños, por su parte, quieren a Jesús, también. Corrían hacia Él. Y es misterioso que este Jesús, un tanto frío y adusto ante los lazos familiares, al que encontramos un tanto tenso ante sus apóstoles, sea tan querido por los niños. Los niños tienen un sexto sentido, y jamás correrían hacia alguien en quien no percibieran esa misteriosa electricidad que es el amor.

  1. La llamada de Jesús a la infancia espiritual

Jesús no sólo ama a los niños, sino que les presenta como parte suya, como otros Él mismo: “El que por Mí recibiere a un niño como éste, a Mí me recibe” (Mt 18, 5). Esta frase se ahonda más con otra: “Quien recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a Mí me recibe, y quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me ha enviado” (Mc 9, 37).

Hay en Jesús como una eterna infancia, porque vive en permanente pureza, limpieza de alma, ausencia de ambición y egoísmo. Estas son las cosas que van manchando mi infancia espiritual. Por eso, Jesús se atreverá a pedir a todos el supremo disparate de permanecer fieles a su infancia, de seguir siendo niños, de volver a ser como niños (cf. Mt 18, 2-5).

¿Qué le pedía a Nicodemo? Renacer del agua y del Espíritu (Jn 3, 3). ¿Qué condición les puso a los apóstoles para entrar en el cielo? Hacerse como niños.

La infancia que Jesús propone no es el infantilismo, que es sinónimo de inmadurez, egoísmo, capricho. Es, más bien, la reconquista de la inocencia, de la limpieza interior, de la mirada limpia de las cosas y de las personas, de esa sonrisa sincera y cristalina, de ese compartir generosamente mis cosas y mi tiempo. Infancia significa sencillez espiritual, ese no complicarme, no ser retorcido, no buscar segundas intenciones. Infancia espiritual significa confianza ilimitada en Dios, mi Padre, fe serena y amor sin límites. Infancia espiritual es no dejar envejecer el corazón, conservarlo joven, tierno, dulce y amable. Infancia espiritual es no pedir cuentas ni garantías a Dios.

Ahora bien, la infancia espiritual no significa ignorancia de las cosas, sino el saber esas cosas, el mirarlas, el pensarlas, el juzgarlas como Dios lo haría.

La tergiversación de las cosas, la manipulación de las cosas, los prejuicios y las reservas, ya traen consigo la malicia de quien se cree inteligente y aprovechado. Y esta malicia da muerte a la infancia espiritual.

La infancia espiritual no significa vivir sin cruz, de espaldas a la cruz; no significa escoger el lado dulzón de la vida, ni tampoco escondernos y vendar nuestros ojos para que no veamos el mal que pulula en nuestro mundo. No. La infancia espiritual, lo comprendió muy bien santa Teresita del Niño Jesús, supone ver mucho más profundo los males y tratar de solucionarlos con la oración y el sacrificio. Y ante la cruz, poner un rostro sereno, confiado e incluso sonriente. Casi nadie de sus hermanas del Carmelo se daba cuenta de lo mucho que sufría santa Teresita. Ella vivía abandonada en las manos de su Padre Dios. Y eso le bastaba.

Cuatro son las características de la infancia espiritual: apertura de espíritu, sencillez, primacía del amor y sentimiento filial de la vida. Apertura, no cerrazón. Sencillez, no soberbia. Primacía del amor, no de la cabeza. Sentimiento filial, no miedo ni desconfianza.

¿No será el purgatorio probablemente la gran tarea de los ángeles de quitarnos emplastos, capas, láminas que hemos ido acumulando durante la vida…para que vuelva de nuevo a emerger de nosotros ese niño que tenemos dentro y que Dios nos dio el día de nuestro bautismo?

CONCLUSIÓN

Gran tarea: hacernos como niños. Requiere mucha dosis de humildad, de sencillez. Dios nos dice que debemos pasar por la puerta estrecha, si queremos entrar en el cielo. En el Reino de Dios sólo habrá niños, niños de cuerpo y de alma, pero niños, únicamente niños. Dios, cuando se hizo hombre, empezó por hacerse lo mejor de los hombres: un niño como todos. Podía, naturalmente, haberse encarnado siendo ya un adulto, no haber “perdido el tiempo” siendo sólo un chiquillo…Pero quiso empezar siendo un bebé. Lo mejor de este mundo, ¡vaya que lo sabía Dios!, son los niños. Ellos son nuestro tesoro, la perla que aún puede salvarnos, la sal que hace que el universo resulte soportable. Por eso dice Martín Descalzo que si Dios hubiera hecho la humanidad solamente de adultos, hace siglos que estaría podrida. Por eso la va renovando con oleadas de niños, generaciones de infantes que hacen que aún parezca fresca y recién hecha. Los niños huelen todavía a manos de Dios creador. Por eso huelen a pureza, a limpieza, a esperanza, a alegría. ¡No maniatemos a ese niño que llevamos dentro con nuestras importancias, no lo envenenemos con nuestras ambiciones! Por la pequeña puerta de la infancia se llega hasta el mismo corazón del gran Dios.

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[1] Así lo expresaba Papini, con cruel paradoja: “Jesús, a quien nadie llamó padre, sintióse especialmente atraído por los niños y los pecadores. La inocencia y la caída eran, para él, prendas de salvación: la inocencia, porque no ha menester limpieza alguna; la abyección, porque siente más agudamente la necesidad de limpiarse. La gente de en medio está más en peligro: está medio corrompida y medio intacta; los hombres que están infectos por dentro y quieren parecer cándidos y justos; los que han perdido en la niñez la limpieza nativa y no son capaces de sentir el hedor de la putrefacción interna”.

JUAN 21, 1-19

Amigos, debemos prestar atención a la profundidad mística del Evangelio de hoy. Al amanecer, los discípulos ven una misteriosa figura en una orilla lejana que les grita: «Hijos, ¿acaso tienen algún pescado?» Cuando responden negativamente, Él les indica que echen la red sobre el lado derecho de la barca. Cuando lo hacen, consiguen pescar una gran cantidad de peces.

Esta expedición de pesca es un símbolo de la Iglesia (la barca de Pedro), a través del espacio y el tiempo, en la tarea apostólica de buscar almas. La vida y obra de la Iglesia, nos dice Juan, será una larga lucha hasta el crepúsculo, un arduo trabajo que a menudo nos parecerá tener poco o ningún fruto. Pero después de la larga noche, al amanecer una nueva vida y orden irrumpirán, un mundo transfigurado es inaugurado por Jesús. La pesca de los peces que Él hace posible son en realidad todas las personas que Cristo reunirá para Sí mismo; es el nuevo Israel, la Iglesia escatológica.

Esto lo sabemos a través de un sutil simbolismo. Cuando los peces son llevados a tierra, Juan se molesta en decirnos cuál es su número exacto, 153: una cantidad que en el mundo antiguo era comúnmente considerada para indicar el número total de las especies de peces del mar conocidas.

Seguimos celebrando la Pascua del Señor. “Dios resucitó a Jesús y le constituyó Señor”, anuncia Pedro ante el Sanedrín (1ª lectura). Es el centro del mensaje cristiano, en todos los tiempos. Esta convicción profunda de  fe, convierte a los discípulos en apóstoles de la Resurrección: “Nosotros somos testigos de ello” sigue Pedro. La resurrección de Jesús cambió la vida de sus discípulos y dio una identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina y se lanzan a anunciar el evangelio (M. de Burgos). A ello estamos llamados hoy también nosotros. ¿Cómo ser hoy testigos vivientes de la Resurrección de Jesús?  No sabemos del todo cómo fue el proceso de conversión a la fe, de los primeros discípulos. El evangelio dice que Jesús “se les manifestó”, se hizo ver, pero al principio no le reconocieron. Fue “el discípulo amado” el que le reconoció y le descubrió a los demás discípulos: ¡Es el Señor!  Y será la triple declaración de amor la que exige Jesús para ponerle a Pedro al frente de la comunidad. ¿En qué gestos de amor manifestamos y pueden los hombres reconocer hoy al Señor?

José Obrero, Santo

Memoria Litúrgica, 1 de mayo

El carpintero de Nazaret

Martirologio Romano: San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en el día de hoy, en que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.

Breve Semblanza

Se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos.

Fácilmente en las grandes ciudades se observaba un paro general y con no menos frecuencia se podían observar las consecuencias sociales que llevan consigo la envidia, el odio y las bajas pasiones repetidamente soliviantadas por los agitadores de turno.

En nuestro occidente se aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas calumnias contra la Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el capitalismo y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores.

Fue después de la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de proletarios. También hay otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases.

Era entonces una fiesta basada en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha por los que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en otro tiempo fuera la Iglesia la que se ocupó de prestar asistencia a sus antepasados en la cama del hospital en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos que un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de la enseñanza primera los recibieron de unas monjas que no les cobraban a sus padres ni la comida que recibían por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos que, sin esperar ningún tipo de aplauso humano, queman sus vidas ayudando en todos los campos que pueden a los que aún son más desafortunados en el ancho mundo.

Como Calcuta, territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas de abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando del amor que disfrutan, ayudando con lo que tienen y con lo que otros les dan, consolando lo que pueden y siendo testigos del que enseñó que el amor al hombre era la única regla a observar. Y son bien conscientes de que han sido siempre y son hoy los débiles los que están en el punto próximo de mira de la Iglesia. Quizá sean inconscientes, pero el resultado obvio es que su mala propaganda daña a quien hace el bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar.

El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante.

Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos.

Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana… es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.

Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso.

Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.

Reconocer la voz del Maestro

Santo Evangelio según san Juan 21, 1-19. Domingo III de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Acompáñame, Señor, en esta Pascua para que pueda reconocer tu voz y amarte como Tú me amas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-19

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «También nosotros vamos contigo». Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿han pescado algo?». Ellos contestaron: «No». Entonces él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces». Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: «Es el Señor». Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar». Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: «Vengan a almorzar». Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

”Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con que género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El maestro ha muerto, resucitó y lo vimos… pero… ¿Ahora qué? Muchos de nosotros nos hemos ido preparando para tener una experiencia espiritual en Semana Santa, así como vivimos la alegría de la Pascua, pero hemos regresado a nuestra barca de todos los días, a nuestras ocupaciones ordinarias. Quizás, como a los apóstoles, nos cuesta ver los frutos espirituales, lanzamos la red y no encontramos pesca.

«Echen la red a la derecha de la barca». Cuando nos sentimos de nuevo en la rutina, el secreto está en agudizar los oídos para reconocer la voz del Maestro. El segundo paso es ponernos en marcha, ir al encuentro del Señor quien, a pesar de haberle fallado tantas veces, está esperándonos con su mirada amorosa y nos pregunta: ¿Me amas más que a éstos? ¿Me amas más que lo que te aleja de mí y te genera sólo una alegría pasajera?

Después de este gran reencuentro personal con el Maestro, la vida de Pedro nunca fue la misma, nunca fue una rutina más, sino que tuvo una misión encomendada por el mismo Jesús. En estos días reencontrémonos con el Señor, con su misericordia. Digámosle que quizás no somos capaces de amarle como lo merece, solo de quererle como Pedro, pero que queremos hacerlo con la mayor intensidad para que nuestra alma sea sanada y, a través nuestro, muchos otros puedan tener la experiencia de conocer a Cristo. También el Señor nos quiere dar una misión. Agudicemos nuestros oídos del espíritu para escuchar su voz.

«Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor. El buen Pastor, que en Navidad viene para dar la vida a las ovejas, en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todos nosotros, la cuestión final: “¿Me amas?”. De la respuesta dependerá el futuro del rebaño. Esta noche estamos llamados a responder, a decirle también nosotros: “Te amo”. La respuesta de cada uno es esencial para todo el rebaño».

(Homilía de S.S. Francisco, 24 de diciembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dedicaré un tiempo al silencio interior para escuchar más atentamente lo que Dios me está pidiendo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Por qué y cómo hacer la bendición antes de tomar los alimentos?

Es un modo de hacer presente a Dios en medio de la jornada diaria

Uno de los momentos que más disfrutamos cada día es la hora de la comida. En cada comida podemos hacer memoria del amor de Dios que se ocupa de nosotros: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mt 6,26) y que hizo criaturas tan bellas, tan variadas y tan sabrosas para que nosotros las disfrutáramos. La comida puede ser un momento de alabanza o de pecado, de egoísmo y presunción o de generosidad, gratitud y de testimonio de la propia fe.

Hacer memoria del amor de Dios en las comidas y bendecirlo

Es muy bello ver matrimonios, familias, grupos de amigos o personas solas rezar en un lugar público antes de comer. Para muchas familias o grupos de amigos es la única oportunidad de rezar juntos. Es un modo de hacer presente a Dios en medio de la jornada, de avivar la conciencia de que todos somos hermanos hijos del Padre eterno, de reconocer públicamente su bondad y de proclamar nuestra fe con alegría.

Jesucristo nos enseñó a pedir al Padre que nos dé nuestro pan de cada día. A Dios le pertenece el mundo y todo cuanto contiene (cf Sal 24,1) y como buen Padre provee a sus hijos de lo necesario para su sustento.

Nosotros, al sentarnos a la mesa, reconocemos su bondad, le damos gracias, lo bendecimos y le pedimos nos bendiga y bendiga los alimentos que vamos a tomar.

Ojalá que se mantenga viva esta costumbre que ayuda a fundir de manera sencilla el amor humano y el amor divino, lo temporal y lo eterno, las criaturas y el Creador, los deleites de esta vida y el gran banquete que nos espera en la vida eterna.

Jesucristo nos enseña a bendecir al Padre al tomar los alimentos

Para el pueblo judío la bendición antes de la comida es una expresión fundamental de su religiosidad. Jesús mismo nos enseñó a rezar al inicio de la comida; Él oró y dio gracias antes de la multiplicación de los panes: “Tomó Jesús los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los  panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Asimismo repartió los dos peces entre todos.” (Mc 6,41) Y también lo hizo en la última cena: “Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos.” (Mc 26,26)

La bendición va dirigida a Dios

La bendición, antes que a los alimentos, va dirigida sobre todo a Dios. Podemos estar seguros de que Jesús lo haría a diario con José y María, también cuando visitaba a sus amigos en Betania, de camino en las posadas y en el campo con los apóstoles.

La gratitud nos sensibiliza ante los dones recibidos, aún aquellos que han sido resultado de nuestro esfuerzo. Podemos estar sanamente satisfechos de lo que hemos conseguido, pero reconociendo siempre que todo nos viene de Dios, que ha sido Él quien hizo prosperar las obras de nuestras manos. (cf Sal 89)

Oraciones de bendición antes de tomar los alimentos

Ofrezco estas cuatro oraciones de bendición de Dios y de los alimentos:

  1. Señor Dios, te damos gracias porque nos haces partícipes de tus maravillas; te alabamos por los dones de tu amor y te bendecimos por la amistad que nos concedes vivir en torno a esta mesa. Que esta comida en sencillez de corazón y en alegría sea profecía del banquete del reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
  2. Bendícenos Señor y bendice estos alimentos que dados por tu bondad vamos a recibir, por Cristo Nuestro Señor.
  3. Señor, bendice estos alimentos que recibimos de tu generosidad. Da pan a los que tienen hambre y hambre de Dios a los que tienen pan.
  4. Bendícenos Señor, bendice los alimentos que vamos a recibir y a quienes los han preparado, da pan a quienes no lo tienen y concédenos sentarnos contigo en el banquete celestial.

Puede usarse siempre la misa fórmula o decir una oración espontánea. La oración espontánea ayuda a avivar la frescura y la autenticidad del encuentro con Dios y a no caer en la rutina. O primero puede hacerse la oración espontánea y en seguida la bendición ordinaria.

¿Cómo se hace la bendición al tomar los alimentos?

Cualquiera de los comensales puede pronunciar la oración de bendición. Ojalá que muchas veces la haga el papá, transparencia de nuestro Padre del cielo, protector y proveedor, sabiendo que la fuerza del testimonio ante sus hijos es de las lecciones más poderosas que puede dejarles para toda la vida.

En muchos hogares se tiene la costumbre de leer después de la bendición un versículo de la Sagrada Escritura. Para ello, hay mamás que se han dado a la tarea de imprimir 365 tarjetas con frases bíblicas y tenerlas al centro de la mesa, otros tienen una Biblia a la mano y la van leyendo progresivamente, teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos para leer pasajes adecuados en Adviento, Cuaresma y Semana Santa, Pascua y Pentecostés.

Al terminar de comer normalmente tenemos un momento de calma, a veces una larga sobremesa… Es buen momento para celebrar la convivencia tenida y el gusto de los alimentos recibidos y bendecir a Dios por ello. Antes de ponerse de pié puede hacerse una breve oración de acción de gracias o simplemente la señal de la cruz.

Construyan la paz con gestos cotidianos de caridad y acogida

S.S. Francisco recibió en audiencia en el Vaticano a un numeroso grupo de peregrinos eslovacos.

“Llevo en el corazón nuestros encuentros del pasado septiembre”: comienza recordando su viaje apostólico a Bratislava el Papa Francisco, al dirigirse esta mañana en el Aula Pablo VI a unoss 2.500 mil peregrinos eslovacos llegados a Roma para agradecerle por esa visita, en la que pudo ver “cómo la Iglesia de Eslovaquia vive la riqueza de la diversidad de los ritos y de las tradiciones, como un puente que une el Occidente y el Oriente cristianos”.

Caminar en el estilo del encuentro

“Su pueblo es muy unido a la sede de los Santos Pedro y Pablo” les dice a continuación el Papa, notando la presencia numerosa de los peregrinos en la audiencia y les manifiesta que su intención al encontrarlos es la de animarlos a “caminar en el estilo del encuentro, todos juntos”: jóvenes, familias, ancianos y las diferentes comunidades que forman parte de la sociedad. Por ello, les indica cómo hacerllo.

La cultura del encuentro se construye en la búsqueda de la armonía entre las diversidades, una armonía que requiere acogida, apertura y creatividad. En la raíz de este estilo de vida está el Evangelio, está el Espíritu Santo. Pero sabemos que en la historia y en la vida concreta esta armonía se ve a veces herida por nuestros pecados y limitaciones. Por eso, durante mi visita, también rezamos por la curación de las heridas. Por favor, ¡no se cansen de invocar al Espíritu Santo, que es el creador de la armonía y el bálsamo de las heridas.

La solidaridad del pueblo eslovaco hacia los refugiados ucranianos

Francisco prosigue su discurso relatando que supo que la gran alfombra utilizada para el escenario durante el encuentro con la comunidad romaní en Košice fue cortada y distribuida entre las familias del barrio para ser utilizada en el ingreso de las casas para la acogida. Recordando que a su llegada fue recibido con el pan y la sal, explica que la sal de la acogida, se refiere a “la sal del Evangelio”. Una acogida que hoy se ha vuelto a manifestar en el “contexto trágico de la guerra”:

En los últimos meses, muchas de sus familias, parroquias e instituciones han acogido bajo su techo a mamás con niños de familias ucranianas obligadas a separarse para salvarse, llegadas con su pobre equipaje. Al mirarles a los ojos, son ustedes testigos de cómo la guerra hace violencia a los lazos familiares, priva a los hijos de la presencia del papá, de la escuela, y deja a los abuelos en el abandono. Los exhortos a seguir rezando y trabajando por la paz, que se construye en nuestra vida de cada día, también con estos gestos de caridad acogedora.

Prosiguiendo su discurso, el Pontífice evidencia la solidaridad del pueblo eslovaco que se extiende “no sólo con sus hermanos vecinos, sino también con los que están lejos, como los de Cuba”. Y subraya que quien acoge a un necesitado “no sólo hace un acto de caridad, sino también de fe, porque reconoce a Jesús en el hermano y en la hermana”.

Construir puentes de fraternidad

“Que su sal no pierda nunca el sabor”, les dice, invitándolos a custodiar la herencia de los “Santos Cirilo y Metodio”:

Los invito a custodiar y cultivar siempre esta herencia, para construir puentes de fraternidad junto a todos los pueblos que se nutren de las mismas raíces de la evangelización de Europa, con los dos pulmones del cristianismo, de los que hablaba el Santo Papa Juan Pablo II.

Finalmente, agradeciéndoles por su fidelidad a Cristo, se dirige a Nuestra Señora de los Siete Dolores, Patrona de Eslovaquia:

Que sea para ustedes la Mamá que los acompaña siempre en el camino y les enseña a consolar y a llevar esperanza. Esa esperanza que no defrauda y que tiene un nombre: Cristo resucitado. ¡Christos voskrese!

El saludo de Monseñor Zvolenský al Papa

«Como primer fruto de su predicación en Eslovaquia, Santo Padre, inmediatamente después de su visita, los eslovacos estaban deseosos de mostrar su solidaridad con sus hermanos y hermanas de familias desfavorecidas», dijo al Papa monseñor Stanislav Zvolenský, presidente de la Conferencia Episcopal Eslovaca y arzobispo metropolitano de Bratislava, al comienzo del encuentro de esta mañana. Explicando que habían elegido un país lejano -al igual que el Señor había llamado al Papa Francisco desde lejos- para estar cerca de las necesidades de las personas a través de una colecta nacional.

Monseñor Zvolenský habló de los esfuerzos actuales para proporcionar «asistencia social y espiritual» a los refugiados ucranianos, miles de los cuales también han huido a Eslovaquia. «Algunas de nuestras hermanas de Ucrania están hoy aquí con nosotros, junto con niños que han huido de los horrores de la guerra», continuó, «también están aquí con nosotros representantes de la comunidad romaní, muchos de nuestros ancianos, enfermos, discapacitados. La presencia del Papa y sus palabras en Eslovaquia «han sembrado muchas semillas excelentes», dijo, asegurando que la Iglesia local se esfuerza ahora por cultivarlas «para que den buenos frutos».

San José, hombre de trabajo

Fiesta de San José Obrero. Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el ejemplo de este. Por: SS Juan Pablo II

«Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor… Servid a Cristo Señor» ( Col 3, 23 s.).

¿Cómo no ver en estas palabras de la liturgia de hoy el programa y la síntesis de toda la existencia de San José, cuyo testimonio de generosa dedicación al trabajo propone la Iglesia a nuestra reflexión en este primer día de mayo? San José, «hombre justo», pasó gran parte de su vida trabajando junto al banco de carpintero, en un humilde pueblo de Palestina. Una existencia aparentemente igual que la de muchos otros hombres de su tiempo, comprometidos, como él, en el mismo duro trabajo. Y, sin embargo, una existencia tan singular y digna de admiración, que llevó a la Iglesia a proponerla como modelo ejemplar para todos los trabajadores del mundo.

¿Cuál es la razón de esta distinción? No resulta difícil reconocerla. Está en la orientación a Cristo, que sostuvo toda la fatiga de San José. La presencia en la casa de Nazaret del Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de su esposa María, ofrecía a José el cotidiano por qué de volver a inclinarse sobre el banco de trabajo, a fin de sacar de su fatiga el sustento necesario para la familia. Realmente «todo lo que hizo», José lo hizo «para el Señor», y lo hizo «de corazón».

Todos los trabajadores están invitados hoy a mirar el ejemplo de este «hombre justo». La experiencia singular de San José se refleja, de algún modo, en la vida de cada uno de ellos. Efectivamente, por muy diverso que sea el trabajo a que se dedican, su actividad tiende siempre a satisfacer alguna necesidad humana, está orientada a servir al hombre. Por otra parte, el creyente sabe bien que Cristo ha querido ocultarse en todo ser humano, afirmando explícitamente que «todo lo que se hace por un hermano, incluso pequeño, es como si se le hiciese a Él mismo» (cf. Mt 25, 40). Por lo tanto, en todo trabajo es posible servir a Cristo, cumpliendo la recomendación de San Pablo e imitando el ejemplo de San José, custodio y servidor del Hijo de Dios.

Al dirigir hoy, primer día de mayo, un saludo cordialísimo a todos vosotros, (…), mi pensamiento va con todo afecto especialmente a los trabajadores presentes y, mediante ellos, a todos los trabajadores del mundo, exhortándoles a tomar renovada conciencia de la dignidad que les es propia: con su fatiga sirven a los hermanos: sirven al hombre y, en el hombre, a Cristo. Que San José les ayude a ver el trabajo en esta perspectiva, para valorar toda su nobleza y para que nunca les falten motivaciones fuertes a las que pueden recurrir en los momentos difíciles.

MAYO, MES CONSAGRADO A LA VIRGEN

Hoy comienza el mes que la piedad popular ha consagrado de modo especial al culto de la Virgen María. Al hablar de San José y de la casa de Nazaret, el pensamiento se dirige espontáneamente a Aquella que, en esa casa, fue durante años la esposa afectuosa y madre tiernísima, ejemplo incomparable de serena fortaleza y de confiado abandono. ¿Cómo no desear que la Virgen Santa entre también en nuestras casas, obteniendo con la fuerza de su intercesión materna -como dije en la Exhortación Apostólica «Familiaris consortio»- que «cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una ´pequeña Iglesia´, en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo» (n. 86)?

Para que esto suceda, es necesario que en las familias florezca de nuevo la devoción a María, especialmente mediante el rezo del Rosario. El mes de mayo, que comienza hoy, puede ser la ocasión oportuna para reanudar esta hermosa práctica que tantos frutos de compromiso generoso y de consuelo espiritual ha dado a las generaciones cristianas, durante siglos. Que vuelva a las manos de los cristianos el rosario y se intensifique, con su ayuda, el diálogo entre la tierra y el cielo, que es garantía de que persevere el diálogo entre los hombres mismos, hermanados bajo la mirada amorosa de la Madre común.

El trabajo es una cosa sagrada

No solamente hay millones de personas desempleadas sino que millones más están también confundidas sobre lo que significa el trabajo y para qué es

Nuestro hermano César Chávez habría cumplido 85 años este año.
El tiempo se desvanece, los recuerdos se vuelven borrosos y las jóvenes generaciones pueden sentirse muy lejos de las preocupaciones de aquellos que se han ido antes que nosotros. Pero nosotros no deberíamos dejar que eso pase con él.

César fue uno de nuestros pioneros más grandes de los derechos civiles de la nación. Él fue un valiente luchador por la dignidad de nuestra gente hispana, especialmente los pobres y aquellos que trabajaban en los “campos agrícolas.”
Él fue un hombre cuyas convicciones públicas estaban arraigadas en la oración y creadas por su profunda fe católica.
Él dijo una vez, “Yo no pienso que podría basar mi voluntad de lucha en alguna fría economía, o sobre alguna doctrina política. No creo que eso sería suficiente para perdurar. Para mi, la base debe ser la fe”.

Igual que otros dos grandes líderes morales de su generación, el Reverendo Martin Luther King y Dorothy Day, fundadora del movimiento de los Trabajadores Católicos, la fe de César lo condujo a luchar contra la injusticia usando la no-violencia como una arma espiritual de la oración, el ayuno, el sacrificio de si mismo y las obras de amor.

A través de la influencia de su fe y de los esfuerzos de algunos sacerdotes heroicos y laicos, su Unión de Campesinos de América fue fundada sobre los principios de la Doctrina Social Católica.

César entendió una verdad que todavía no es ampliamente conocida, que la Iglesia Católica es la primera institución en la historia de la humanidad que respeta la dignidad del trabajo.

En una de sus declaraciones públicas durante la Huelga de la Uva en Delano en 1966, él citó esas fuertes palabras del Papa Leo XIII: “El primer deber de cada uno de nosotros es proteger a los trabajadores de la ambición de los especuladores que usan a los seres humanos como instrumentos de trabajo para ganar dinero para ellos mismos. No es ni justo ni humano oprimir a los hombres y mujeres con trabajo excesivo hasta el punto donde sus mentes se debilitan y sus cuerpos se agotan”.

Hijo de un trabajador migrante que vino a California en los años19 30 y 40, César pasó muchos días en los campos debajo del ardiente sol. Él siempre dijo que estaba trabajando para un diferente sistema que debería tratar a los trabajadores campesinos como a seres humanos importantes.

“Dios sabe que nosotros no somos bestias de carga, no somos instrumentos agrícolas o esclavos rentados, nosotros somos hombres y mujeres”, él siempre dijo.
César todavía tiene un mensaje para nosotros hoy en día sobre la dignidad humana y la santidad del trabajo.

Hoy en día tenemos una crisis de empleo en nuestra sociedad. No solamente hay millones de personas desempleadas sino que millones más están también confundidas sobre lo que significa el trabajo y para qué es.

Nuestra sociedad ha reducido el trabajo a una idea materialista y “funcionalista”. Ya sea que se trate de cuello blanco o de cuello azul, industrial o de servicio, manual o intelectual, nosotros vemos el trabajo nada más que como un medio para un fin material. Un medio para hacer dinero. Un medio para lograr que se hagan las cosas. Por eso, entre aquellos suficientemente afortunados que tienen trabajos, vemos algunos que son “adictos al trabajo” mientras que otros solo tienen trabajo para el fin de semana.

Nada de esto es lo que Dios quiere para el trabajo humano.

César lo entendió bien cuando dijo: “El trabajo es una cosa sagrada… Cada individuo esta dotado de dignidad”.

Nuestra actual crisis económica demanda que todos nosotros -trabajadores, dueños de negocios y líderes políticos- nos prometamos a nosotros mismos a trabajar juntos por el bien común.

Nosotros no podemos darnos el lujo solamente de ver por nuestras propias necesidades, o de buscar los intereses solamente de nuestro “grupo”. Demasiada gente está sufriendo. Demasiada gente necesita nuestra ayuda.

Así que otra lección que podemos aprender de César Chávez es buscar orientación de la doctrina social de la Iglesia.

En nuestros días, el Papa Benedicto XVI nos ha mostrado “un nuevo camino” para el futuro en su encíclica social “Caridad en la Verdad.”

El Papa dice que la pobreza en nuestra economía global a menudo resulta en una “violación de la dignidad del trabajo humano”. Él nos llama a promover una economía donde el trabajo verdaderamente sirva a nuestros hermanos y hermanas y nos ayude a crecer más unidos a nuestras familias y de Dios.
César Chávez tenía la misma perspectiva. Él dijo:

“Los seres humanos son únicos porque son creativos. Cuando nosotros reprimimos esa creatividad, destruimos el espíritu del individuo… Necesitamos un trabajo que mejora la calidad de vida, porque este tipo de trabajo es la piedra angular de la dignidad humana. Y ya que la gente es tan importante, trabajar por la gente –aun sacrificando un poco por ellos- aporta mucho más sentido a la vida de las personas. Hay mucho trabajo significativo que hacer.”

Mantengámonos orando unos por otros .
Y pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe que ayude a quienes trabajan en nuestros campos agrícolas. Pidámosle a Ella más amor, preocupación y solidaridad en nuestra sociedad – empezando con nuestros propios corazones.

Treinta días de oración a la Reina del Cielo. Flores del 1 al 5 de mayo

Devoción a la Virgen con audio

La Iglesia ha dedicado el mes de mayo a María, a la dulce Reina de nuestras vidas, es por eso que comenzando con una simple oración le regalamos nuestro corazón:

Oh María, oh dulcísima, oh dueña mía!. Vengo a entregarte lo poco que poseo yo, pues sólo tuyo soy para que lo pongas en oblación ante el Trono de nuestro Señor. Te doy mi voluntad, para que no exista más y sea siempre la Voluntad del Padre Celestial.

Cada día del mes de mayo tiene que ser una flor para María. Por eso le regalaremos en cada jornada de su mes una meditación, una oración, una decena del Santo Rosario y una florecilla. De este modo iremos formando un ramo de flores para nuestra Reina del Cielo que nuestros ángeles custodios le llevarán en actitud de veneración.

Flor del 1 de mayo: Santa María
Fiesta de San José Obrero, su casticismo esposo.

Meditación: “El nombre de la Virgen era María” (Lucas 1,27). Según la tradición cristiana a la Santísima Virgen le impusieron ese nombre por especial designio de Dios, significando en arameo Señora, en hebreo Hermosa y en egipcio Amada de Dios.

Oración: ¡Oh hermosa Señora, nos alegramos en tu Hijo Resucitado ya que Dios te ha amado tanto para hacerte Hija del Padre, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Su Hijo!. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Hacer un especial examen de conciencia por la noche, antes de ir a dormir.

Flor del 2 de mayo: Lirio Perfecto de Dios

Meditación: “Hágase en mi según Tu Palabra”. “El que haga la Voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Marcos 3,35). María cumplió como nadie la Voluntad de Dios. Esto vale más que todos los demás dones suyos, sean cualidades humanas o gracias espirituales. Del mismo modo, por cumplir la Voluntad del Padre, Jesús sufre Su Pasión y Muerte, alcanzándonos la Redención.

Oración: ¡Oh María, Preciosísima, Cáliz de Amor!. Te ofrecemos nuestro corazón para que lo guardes junto a vos, uniéndolo al de tu Hijo Dios, como entrega de amor. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Prontitud y alegría para el trabajo, empezando por levantarme sin pereza y agradeciendo a Dios por un nuevo día.

Flor del 3 de mayo: Madre de Dios
Fiesta de nuestra Señora del Valle.

Meditación: “Por ser su Hijo Dios, María es Madre de Dios” (Lucas 1,3-5). Dios nos amó tanto que no sólo nos entregó a Su Hijo sino que nos dio a Su Madre. “Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo nacido de Mujer…para que recibiésemos la adopción de Hijos de Dios” (Gálatas 4,5). Este es el maravilloso final del Plan del Padre y el sublime oficio de María, hacernos hijos de Dios, uno en Dios.

Oración: ¡Oh María, te agradecemos el regalo que nos ha hecho nuestro Dios amado, ponernos en tus hermosas manos para hacernos santos. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Examinar mi devoción a la Virgen y cómo la practico.

Flor del 4 de mayo: Madre de Cristo

Meditación: “De Ella nació Jesús, llamado el Cristo” (Mateo 1,16). Jesús significa Salvador, y es el Cristo, es decir el Ungido, el Mesías enviado por Dios para la Salvación de Su pueblo. Y Su Madre, Madre de Cristo, del Ungido, ha sido asociada a Su Empresa Redentora.

Ella es Corredentora con su amor y su dolor. También Cristo nos llama a cada uno a participar en Su grandiosa Empresa de salvar a todos los hombres.

Oración: ¡Oh Madre de Dios, oh Madre del dolor!. Como Corredentora que sos, imprime en nuestro corazón las Llagas del Señor, para participar de la Fiesta de la Salvación. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día:Examinar y renovar mi consagración a Cristo y a Su Sagrado Corazón.

Flor del 5 de mayo: Madre de la Divina Gracia
Fiesta de Nuestra Señora de la Gracia

Meditación: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, después dijo al discípulo, he ahí a tu Madre” (Juan 19,26-27). Madre no sólo adoptiva sino que nos da la Vida, nos da a Cristo, más exactamente nos da la gracia santificante, la vida sobrenatural, algo físico y real que consiste en la unión con Cristo.

Oración: ¡Oh Madre de la Divina Gracia, que nos llevas a la Vida!. Muéstranos como Manantial de Gracia el camino hacia la verdadera Patria. Tu, llena de Gracia, sed la Salvación de nuestras pobres almas. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Poner los medios para estar en gracia de Dios.

San José obrero, el perfil profesional del esposo de María

El patrono de todos los trabajadores guarda un secreto de Dios para ti

El 1 de mayo de 1955, el papa Pío XII declaró esa fecha como fiesta de san José Obrero. Era un modo de proclamar la unión de la Iglesia con el trabajo humano, con el que Dios bendijo al hombre desde su creación.

En el Génesis se lee: “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara” (Gen 2, 15). Esto no incluye el cansancio y la fatiga, que son consecuencia del posterior pecado original.

El 1 de mayo es el Día Internacional de los Trabajadores. Esta fecha del movimiento obrero mundial arranca del 1 de mayo de 1886. Ese día 4.200.000 trabajadores de Estados Unidos iniciaron una huelga para lograr la jornada laboral de 8 horas. Desde finales del XIX es la referencia anual para reivindicar mejoras laborales.

La fiesta de San José Obrero aporta un mensaje católicoque no se basa en la lucha de clases ni la confrontación.

Es el mensaje del Evangelio canalizado en la figura de quien hizo de padre de Jesucristo en la tierra y sabemos que trabajó con sus manos, como carpintero, como artesano. San José es miembro de la Sagrada Familia y modelo de virtudes en el trabajo.

Santo patrón

zatletic | DepositPhotos

San José Obrero es patrono de todos los trabajadores.

Oración. Para el Año de San José, el papa Francisco escribió en la carta apostólica Patris corde:

“Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la Rerum novarum de León XIII, es su relación con el trabajo.

San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia.

De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo. En nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar.

El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión.

El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?

La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea.

La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva ‘normalidad’ en la que nadie quede excluido. La obra de san José nos recuerda que el mismo Dios hecho hombre no desdeñó el trabajo.

La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades.

Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!”.

Papa Francisco: «Es el momento de volver a empezar con Jesús»

Papa Francisco, durante el Regina Coeli nos invita a volver a empezar desde Jesús, renovados, sin miedo a perder algo y sin demasiados cálculos

Papa Francisco rezó hoy el Regina Coeli en una plaza abarrotada, como viene siendo habitual los últimos domingos. En su mensaje y antes de la oracion reflexionó sobre el Evangelio de este domingo que narra la tercera aparición de Jesús resucitado a los apóstoles

«A orillas del lago de Galilea, algo desmoralizados y desilusionados, mientras el Resucitado se hace esperar, los discípulos deciden volver a la vida de antes, la de pescadores que, sin embargo, no pescan nada. Un sentimiento y un estado de ánimo, en particular de Pedro, que también nosotros podemos experimentar» afirmó Papa Francisco.

Papa Francisco puso algún ejemplo cuando: «no dedicamos tiempo a hablar en familia, y preferimos los pasatiempos personales; nos olvidamos de la oración, dejándonos arrebatar por nuestras necesidades; descuidamos la caridad, con la excusa de las prisas diarias. Pero al hacer esto nos sentimos como Pedro, desmoralizados y con las redes vacías”.

Seguir echando las redes

“Hermanos, hermanas, cuando en la vida tenemos las redes vacías, no es el momento de autocompadecernos, de divertirnos, de volver a los viejos pasatiempos. Es el momento de volver a empezar con Jesús, de hallar el valor de recomenzar, de navegar mar adentro con Él”, añadió el Pontífice.

Por todo ello sugirió tres verbos:  avanzar, recomenzar y retomar las riendas ante una decepción o una vida que ha perdido algún sentido. Si sientes que has retrocedido, afirmó el Papa «vuelve a avanzar con Jesús; vuelve a empezar, vuelve a ponerte en marcha», porque «te está esperando y sólo piensa en ti, en mí, en cada uno de nosotros».

“Queridos hermanos y hermanas, hoy estamos invitados a un nuevo impulso, a zambullirnos en el bien sin miedo de perder algo, sin hacer demasiados cálculos, sin esperar a que empiecen los otros. Porque para ir al encuentro de Jesús hay que comprometerse”, recordó Papa Francisco.

El Papa pide que en mayo se rece el Rosario por la paz: «Sufro y lloro por el pueblo ucraniano»

Francisco animó a los cristianos a arriesgarse y comprometerse para ir al encuentro con Jesús, sin esperar a ver qué hacen los demás.

Tras el rezo del Regina Coeli este domingo en la Plaza de San Pedro, Francisco hizo una petición muy concreta: «Hoy comienza el mes dedicado a la Madre de Dios. Quisiera invitar a todos los fieles y comunidades a rezar el Rosario por la paz todos los días de mayo«.

En su pensamiento, obviamente, la guerra en Ucrania, en particular la ciudad de Mariúpol (etimológicamente, ‘ciudad de María’), «bárbaramente bombardeada y destruida». El Papa pidió que se establezcan «corredores humanitarios seguros para las personas atrapadas en la acería de esa ciudad», algo que no ha sido posible al fracasar las negociaciones entre ambos contendientes.

«Sufro y lloro pensando en los sufrimientos de la población ucraniana y en particular de los más débiles, los ancianos y los niños», confesó: «Llegan incluso terribles noticias de niños expulsados y deportados… Por favor, no nos rindamos a la lógica de la violencia, a la perversa espiral de las armas. ¡Tomemos el camino del diálogo y de la paz! Oremos».

El pontífice recordó las dos celebraciones civiles del 1 de mayo, la fiesta del trabajo, en la cual pidió «renovar el compromiso de que el trabajo sea digno en todas partes y para todos», y el día mundial de la libertad de prensa, que le llevó a rendir un homenaje «a los periodistas que pagan personalmente su servicio a este derecho» y que «con valentía, nos informan sobre las plagas de la humanidad», incluso a costa de su vida: 47 murieron durante 2021 ejerciendo su profesión y 350 fueron encarcelados.

Antes de esta tradicional oración dominical, que durante el tiempo pascual sustituye al Ángelus, Francisco glosó el Evangelio del Día, que recoge la tercera aparición de Jesús a los apóstoles, a orillas del lago de Galilea (Jn 21, 1-19), cuando, desalentados, vuelven a su vida anterior como pescadores. Pero no pescan nada en toda la noche.

Comprometerse con Jesús sin demasiados cálculos

«También a nosotros nos puede pasar que, por cansancio, desilusión, quizás por pereza, nos olvidemos del Señor y descuidemos las grandes opciones que hemos tomado, para contentarnos con otra cosa», dijo el Papa: «Por ejemplo, no dedicamos tiempo a hablar en familia, y preferimos los pasatiempos personales; nos olvidamos de la oración, dejándonos arrebatar por nuestras necesidades; descuidamos la caridad, con la excusa de las prisas diarias. Pero al hacer esto nos sentimos desilusionados: era precisamente la desilusión que sentía Pedro, con las redes vacías, como él».

¿Qué hace Jesús ante esto? «No hace reproches, sino que llama a sus discípulos con ternura», y esta vez las redes «se llenan hasta lo inverosímil».

«Hermanos y hermanas», ofreció el Papa como lección, «cuando en la vida tenemos las redes vacías, no es el momento de autocompadecernos, de divertirnos, de volver a los viejos pasatiempos. Es el momento de ponerse en camino con Jesús, es el momento de hallar el valor de recomenzar, es el momento de navegar mar adentro con Jesús… Él piensa solo en ti, en mí, en cada uno de nosotros».

Hoy Cristo Resucitado nos invita también «a zambullirnos en el bien sin miedo de perder algo, sin hacer demasiados cálculos, sin esperar a que empiecen los otros. ¿Por qué? No esperar a los otros, porque para ir al encuentro de Jesús hay que comprometerse».