El Evangelio de hoy promete vida eterna a quienes crean en el Hijo de Dios.

En casi todas las religiones, una vida de fe tiene que ver con la relación de una criatura con el Creador. Casi todas las religiones hablan de la dependencia de la criatura respecto a Dios, de su sujeción a la providencia divina y de su necesidad de gracia y perdón. El cristianismo también articula estas relaciones básicas, pero las empuja más allá porque habla de la Encarnación y los dones que están asociados con ella.

En el tercer capítulo del Evangelio de Juan escuchamos que “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”. Este conocido versículo resume la fe cristiana y da expresión a su carácter distintivo, ya que habla de la posibilidad de que una criatura pueda compartir la vida de Dios. 


El propósito del envío del Hijo era reunir la raza humana con la vida divina —el ritmo del amor Trinitario— para que podamos relacionarnos con Dios no solo como criaturas sino como amigos. Vemos entonces que el amor sólo se completa cuando hay otro que puede recibir totalmente lo que el amante quiere dar.

Entonces, esto significa que el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia. Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos. Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva. Si somos pecadores —y lo somos todos— le pedimos perdón; y si vamos a Él con ganas de ser buenos, el Señor nos perdona. Pero para ello debemos abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las demás cosas. (Audiencia General, 11 de diciembre de 2013)

MEMORIA DE SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 

JUAN 6, 1-15 

El Evangelio de hoy contiene el relato de cuando Jesús da de comer a unas cinco mil personas, que es una especie de Misa. Jesús no solo está interesado en instruir a las multitudes sino también en darles de comer. Copiando ese ritmo, la Misa pasa de la liturgia de la Palabra a la liturgia de la Eucaristía. 

Los discípulos proporcionan una pobre ofrenda: cinco panes de cebada y dos peces. Jesús realiza el ritual Eucarístico habitual respecto al pan: lo toma, da gracias y lo distribuye. Y todos serán alimentados. 


Durante la sagrada liturgia, el sacerdote, en nombre del pueblo, ofrece a Dios una pobre ofrenda: hostias de pan y algo de vino y agua. Pero como Dios no necesita de estas ofrendas, ellas regresan para el beneficio de la gente pero ahora multiplicadas infinitamente. 


A través del poder de la Palabra de Cristo, estas ofrendas se convierten en Su propio Cuerpo y Sangre, el único alimento capaz de alimentar el hambre más profunda del corazón humano. Este ritmo litúrgico se expresa bellamente en una frase lacónica: “Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios y lo distribuyó a las personas que estaban allí sentadas . . . y todos quedaron satisfechos”

Jesús promete dar alivio a todos, pero nos hace también una invitación, que es como un mandamiento: «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). El «yugo» del Señor consiste en cargar con el peso de los demás con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad del corazón nos ayudan no sólo a cargar con el peso de los demás, sino también a no cargar sobre ellos nuestros puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia. (Ángelus, 6 de julio de 2014 )

Jesucristo es el médico que nos ha dado la sangre como medicina

Dice el refrán popular que «la mona aunque se vista de seda, mona se queda» Redes sociales, marketing de alto nivel, influencer…todo cabalga a ritmo de perfectísimo, bellísimo. En esta sociedad nuestra secuestrada por la imagen, la puesta en escena, nos viene como anillo al dedo la máxima citada. No se deja cabida a la fealdad, a lo corriente y moliente. Y con todo, la verdad es que «Nada de palo y zanahoria, sino el pobre y feo crucifijo» (Fabrice Hadjadj).

¿Será éste un planteamiento agorero en plena cincuentena pascual? ¡Nada más lejos de quien suscribe esta reflexión! Sí, un intento de llamada a la verdad, que no es otra que aceptar que somos barro (Sal 102,14), pero no el polvo de estrellas acuñado por el astrónomo Carl Sagan sino un barro conocido por su Hacedor y por ello colmado de gracia y de ternura que se traduce en salvación.

Condición creatural es lo nuestro, premisa imperecedera en el devenir del ser humano, siempre en camino, dejándose hacer, lo que implica luces y sombras. El texto joánico ilumina cual candela nuestra realidad pecadora, que no es otra que prescindir de Dios para erigirnos en dios. Pareciera de entrada que este pretender salirse de finitud pone un The End a nuestra historia…Nada más lejos. «Si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Jn 1, 7).

Jesucristo es el puente entre el Padre y nosotros, entre el cielo y la tierra, «el que nos posibilita no ahogarnos en el mar tempestuoso de la vida presente» (Sta. Catalina de Siena).

De nuestra orilla está el reconocer y por ello consentir a la Verdad.

La grandeza de un hombre consiste en saber reconocer su propia pequeñez (Blaise Pascal)

Admitir que se es pequeño es la puerta que posibilita el descanso, sabatizar, fundamentar la vida es lo que realmente es importante y por ello disfrutar del AQUÍ Y AHORA. Ni más ni menos se trata de conjugar la vida en clave con-sentido, lo que supone dieta de aditivos, colorantes y conservantes.

Los sabios a los que Jesús saca los colores en el texto mateano son los escribas y fariseos de cada época histórica que de forma invariable amanecen para intentar quedarse en los ámbitos políticos, económicos, educativos, religiosos…liando fardos pesados y cargándolos a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar (23,4) Catalina de Siena en El Diálogo radiografía a los letrados soberbios como estudiantes en mucha ciencia…dan lo que llevan en sí -vida de oscuridad- (Capítulo 85).

Jesús de Nazaret nos ofrece camino alternativo, todo él grabado por el alivio y luz para el alma. Cuidado con confundir este consuelo con la erradicación de los problemas a cualquier precio, quizá buscando hadas madrinas con varita mágica. No pasa de ser espejismo y como tal no soluciona las contrariedades, tal vez las ceba y enquista.

De carga a carga va mucho. Ya nos lo indica el Maestro. La suya es liviana, pero es.

Al hilo de lo compartido, cabe preguntarse:

  • ¿Cuáles son mis fardos? ¿Reales?. quizá.. ¿Virtuales?
  • ¿Dónde se asienta mi vida? ¿En mis solas fuerzas?, ¿A merced de los otros?, ¿En los poderosos de este mundo?…¿En el Dios con nosotros que afirma que su yugo es llevadero y su carga ligera?

Catalina de Siena, Santa

Memoria Litúrgica, 29 de abril

Virgen y Doctora de la Iglesia
Patrona de Italia y de Europa

Martirologio Romano: Memoria de santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, que habiendo entrado en las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, deseosa de conocer a Dios en sí misma y a sí misma en Dios, se esforzó en asemejarse a Cristo crucificado y trabajó también enérgica e incansablemente por la paz, para que el Romano Pontífice regresara a la Urbe y por la unidad de la Iglesia, dejando espléndidos documentos llenos de doctrina espiritual ( 1380).

Etimológicamente: Aquella que es pura y casta, es de origen griego.

Breve Biografía

Lo que más maravilla en la vida de Santa Catalina de Siena no es tanto el papel insólito que desempeñó en la historia de su tiempo, sino el modo exquisitamente femenino con que lo desempeñó. Al Papa, a quien ella llamaba con el nombre de “dulce Cristo en la tierra”, le reprochaba la poca valentía y lo invitaba a dejar Aviñón y regresar a Roma, con palabras humanísimas como éstas: “¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar”. A un joven condenado a muerte y a quien ella había acompañado hasta el patíbulo, le dijo en el último instante: “¡a las bodas, dulce hermano mío! que pronto estarás en la vida duradera”.

Pero la voz sumisa de la mujer cambiaba de tono y se traducía frecuentemente en ese “yo quiero” que no admitía tergiversaciones cuando entraba en juego el bien de la Iglesia y la concordia de los ciudadanos.

Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347 y era la vigésimo cuarta hija de Santiago y Lapa Benincasa. A los quince años entró a la Tercera Orden de Santo Domingo, comenzando una vida de penitencia muy rigurosa. Para vencer

Catalina de Siena, Santa

la repugnancia hacia un leproso maloliente, se inclinó y le besó las llagas. A los diecinueve años (1366) celebró su místico matrimonio con Cristo. Esto no se debió a fantasías juveniles, sino que era el comienzo de una extraordinaria experiencia mística, como se pudo comprobar después.

Como no sabía leer ni escribir, comenzó a decir a varios amanuenses sus cartas, afligidas y sabias, dirigidas a Papas, reyes, jefes y a humilde gente del pueblo. Su valiente compromiso social y político suscitó no pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377, para explicar su conducta.

En Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el “Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de amor. En los comienzos del gran cisma aceptó el llamamiento de Urbano VI para que fuera a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos a quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía un mes que había cumplido 33 años.

Fue canonizada el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999 S.S. Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.

Además Santa Catalina tiene los siguientes patronatos:
° contra los incendios;
° contra los males corporales;
° contra la enfermedad;
° contra los abortos involuntarios;
° contra las tentaciones;
° Allentown, Pennsylvania;
° para la prevención de incendios;
° de los bomberos;
° de las enfermeras;
° de las personas ridiculizadas por su piedad;
° de los enfermos.

El alimento que nos da la vida

Santo Evangelio según san Juan 6, 1-15. Viernes II de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Aumenta, Señor mi amor por ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?”. Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió:

“Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?”. Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.

Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: “Este es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El día de hoy, el Evangelio te invita a que reconozcas lo mejor para tu vida; la palabra que se proclama dice que «Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo». Juzgando esta actitud con base a sentimientos y emociones, podemos pensar que es un tonto porque despreció todos los «beneficios» que implica ser rey; sin embargo, haciendo un esfuerzo para ver la Sabiduría de Dios, hay que reconocer que la euforia del momento impide ver la realidad y dar pasos firmes.

Las personas sintieron el impulso de proclamarlo rey porque su vientre estaba lleno. Hoy en día sucede lo mismo ya que hay una buena cantidad de personas que dicen «dios, con minúscula, me ha bendecido porque tengo trabajo, tengo salud, voy a la iglesia…»; éstos al igual que aquellos han reducido su relación con Cristo a simples banalidades.

Jesús no quiere ser proclamado rey por las banalidades que tienes en esta vida, quiere que vuelvas a la cima del monte, te encuentres contigo mismo y veas el verdadero sentido de tu vida; que superes toda superficialidad de hoy y siempre; que en tu búsqueda de ti misma(o) y de Él veas lo que realmente vale la pena en tu vida.

Jesús, hoy nuevamente, vuelve a la montaña solo, esperando le sigas por el simple hecho de querer estar con Él. Subir al monte sola(o) es superarte a ti mismo, trascender el plano superficial en que puedas encontrarte, alcanzar la cima de la felicidad y no la cima del mundo, encontrarte con Dios y no con los dioses. Sube al monte sola(o), no temas encontrarte contigo misma(o), renueva y enfrenta la razón de tu vida.

Que san José, la Virgen María y Jesús sigan acompañándote por el camino que te lleva a la cima de tu vida.

«Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que nos ayude a redescubrir la importancia de alimentarnos no sólo de pan, sino de verdad, de amor, de Cristo, del cuerpo de Cristo, participando fielmente y con gran conciencia en la Eucaristía, para estar cada vez más íntimamente unidos a él. En efecto, “no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; ‘nos atrae hacia sí’”. Al mismo tiempo, oremos para que nunca le falte a nadie el pan necesario para una vida digna, y para que se acaben las desigualdades no con las armas de la violencia, sino con el compartir y el amor».

(Benedicto XVI, Angelus, 29 de julio de 2012).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré tener un rato de oración para encontrarme con Jesús, preferentemente en familia, antes o después de la celebración de la Eucaristía.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Dadles vosotros de comer

A medida que el cristiano va madurando en su fe, percibe que Cristo le confía mayor responsabilidad en su Reino

A medida que el cristiano va madurando en su fe, percibe que Cristo le confía mayor responsabilidad en su Reino, como que le va dando confianza.

Comienza a escuchar, cada vez con mayor frecuencia, la invitación a dar testimonio de su fe a aquellos que de alguna manera dependen de él o sobre los que puede influir: amigos, familiares, compañeros…

Contempla a Cristo que se compadece del dolor de los hombres, que sigue el derrotero de cada uno… y experimenta un fortísimo deseo de colaborar con Él: ayudando al que vacila en su vida de gracia o enseñando a Cristo al que no lo conoce… Siente que Cristo le dirige a él también la palabra: «Dales tú de comer», igual que a los apóstoles en la multiplicación de los panes.

Como a los apóstoles la tarea le parece desproporcionada, demasiado grande. Hace el recuento de sus reservas espirituales y comprueba lo que ya intuía. Apenas alcanza para sí mismo, ¿cómo va a repartir a los otros?

Le viene la tentación: «ya tengo suficientes problemas con ser buen cristiano yo, ¿para qué me meto en más líos?»

Pero no. Cristo insiste. «Dales tú de comer».

Los apóstoles se quedan boquiabiertos pero reaccionan maravillosamente. Observémosles.

Le llevan a Cristo todo lo que tienen, aunque les pareciese una ridiculez en comparación con su necesidad.

Creen en Él y no temen exponerse al ridículo. Hubiera sido más lógico que Cristo hiciera primero el milagro y después ellos, ya con los panes en la mano, mandaran sentar a la gente. Pero obedecen a Cristo. Se arriesgan con las manos vacías, sin saber cómo les sacará Cristo del atolladero en el que se meten.

Ponen en manos de Cristo sus pocos panes pues sólo Él los puede multiplicar (sólo Él es capaz de convertir a las almas, de tocar el corazón de los amigos a quienes deseamos el bien…)

Y Jesús hace el milagro. Pero, detalle curioso, no reparte Él los panes, sino los discípulos. Ése es su método ordinario para llegar a los hombres: a través de la fidelidad y el celo de sus colaboradores, de nosotros los cristianos.

Mi fe en Ti, Señor, el amor del Espíritu Santo que late en mí no es un asunto estrictamente privado. Debo salir de la órbita de mi egoísmo en busca de mi hermano necesitado de Cristo.

Renueven su celo por seguir sirviendo a los más pequeños

El Santo Padre recibió en audiencia a los miembros de la Papal Foundation.

“Vuestra labor caritativa sigue extendiéndose a los marginados de la sociedad que viven en la pobreza material y a menudo espiritual”, lo dijo el Papa Francisco en sus saludos a los miembros de la Papal Foundation, a quienes recibió en audiencia la mañana de este jueves, 28 de abril, en la Sala Clementina del Vaticano, con ocasión de su peregrinación a Roma.

Gratitud por el apoyo al Papa y a la Iglesia

En sus saludos, el Santo Padre expresó su alegría por el “regalo” de poder recibirlos personalmente después de las fuertes medidas restrictivas impuestas en todo el mundo a causa de la pandemia del coronavirus. “Esto me da la oportunidad de expresar mi profunda gratitud por el generoso apoyo que me han dado a mí y a la Iglesia en tantas partes del mundo. Al celebrar la victoria del Señor sobre el pecado y la muerte y el don de la vida nueva – indico el Papa – en este santo tiempo de Pascua, espero que la alegría de la Resurrección llene siempre sus corazones y que su visita a las tumbas de los Apóstoles y de los  Mártires fortalezca aún más su fidelidad al Señor y a su Iglesia”.

Seguir construyendo la cultura de la solidaridad y la paz

Asimismo, el Papa Francisco destacó que, a lo largo de los años, la Papal Foundation ha favorecido globalmente el desarrollo integral de tantas personas. En particular, indicó el Pontífice, su respuesta a las diversas solicitudes de ayuda que reciben para proyectos educativos, caritativos y eclesiales, le permite apoyar el compromiso permanente de la Iglesia en la construcción de una cultura de la solidaridad y la paz. En este sentido, su labor caritativa sigue extendiéndose a los marginados de la sociedad que viven en la pobreza material y a menudo espiritual.

Llevar el Evangelio del amor, la esperanza y la misericordia

A los miembros de la Papal Foundation el Santo Padre los alentó, en estos días, a ser testigos de los efectos devastadores de la guerra y otros conflictos, “ustedes están dispuestos a reconocer la necesidad de prestar atención y asistencia humanitaria a las víctimas, a los refugiados y a los que se ven obligados a abandonar sus países en busca de un futuro mejor y más seguro para ellos y sus seres queridos”. Su acción – subrayó el Papa – ayuda a llevar el Evangelio del amor, la esperanza y la misericordia a todos los que se benefician de su generosidad y compromiso. “Por eso les doy las gracias y les pido que se renueven en su celo por servir al Señor sirviendo a los más pequeños, como nos enseñó el propio Jesús”.

La solidaridad con el Sucesor de Pedro

Finalmente, el Papa Francisco recordó que, desde su creación, la Papal Foundation, ha tenido como característica la solidaridad con el Sucesor de Pedro. “Por eso, sé que puedo contar con sus oraciones por mí y por mi ministerio – afirmó el Pontífice – por las necesidades de la Iglesia, la difusión del Evangelio y la conversión de los corazones”. Encomendándose a la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, por ellos y sus familias, el Santo Padre les impartió la bendición apostólica como prenda de alegría y paz en Cristo nuestro Salvador Resucitado.

¿Danza Litúrgica?

¿Qué dicen los documentos de la Iglesia?

En el año 1975, la Congregación para los Sacramentos y la Alabanza Divina publica -en la Revista Notitiae, págs. 202-205- un ensayo con carácter «autoritativo» y de referencia  para cada discusión respecto a la «Danza Litúrgica»  que dice lo siguiente:

Congregación  para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

La Danza Religiosa, una Expresión de Alegría Espiritual

La danza puede ser un arte: una síntesis de las artes medidas (música y poesía) y las artes espaciales (arquitectura, escultura, pintura). Como arte que, por medio del cuerpo, expresa sentimientos humanos, la danza está especialmente adaptada para que signifique alegría.

Así, entre los místicos, encontramos intervalos de danza como expresión de la plenitud de su amor a Dios. Recuerden los casos de S. Teresa de Ávila, S. Felipe Neri, S. Gerardo Mayela.

Cuando el Doctor Angélico deseó representar el paraíso, lo representó como una danza ejecutada por ángeles y santos.

La danza puede tornarse en oración que se exprese con un movimiento que implique todo el ser, alma y cuerpo. Generalmente, cuando el espíritu se eleva a Dios en oración, también involucra al cuerpo.

Se puede hablar de la oración del cuerpo. Éste puede expresar su alabanza o su petición con movimientos, igual a como se dice de las estrellas que con su movimiento alaban al Creador (Cfr. Baruc 3, 34). Varios ejemplos de este tipo de oración existen en el Antiguo Testamento.

Esto es especialmente cierto para los pueblos primitivos. Ellos expresan su sentimiento religioso con movimientos rítmicos. Entre ellos, en cuestión de adoración, la palabra hablada se hace un canto, y el gesto de ir o caminar hacia la divinidad se transforma en un paso de danza.

Entre los Padres y escritores eclesiásticos y en los textos conciliares hay mención de la danza, una evaluación de ésta, un comentario sobre el texto bíblico en que hay una alusión a la danza; más frecuentemente hay una condenación de las danzas profanas y los desórdenes a los que dan origen las danzas.

En textos litúrgicos, hay en ocasiones alusiones a la danza de los ángeles y elegidos en el paraíso (Cfr. «Entre los lirios que alimentas, rodeados por grupos de vírgenes que danzan») para expresar el «gozo» y el «júbilo» que caracterizarán la eternidad.

Danza y Alabanza

La danza nunca ha sido una parte integral de la alabanza oficial de la Iglesia Latina. Si las iglesias locales han aceptado la danza, algunas veces incluso en la construcción de la iglesia, ha sido en la ocasión de fiestas para manifestar sentimientos de gozo y devoción. Pero eso siempre tuvo lugar fuera de los servicios litúrgicos.

Las decisiones conciliares han condenado a menudo la danza religiosa porque conduce poco a la alabanza y porque podría degenerar en desórdenes.

Actualmente, en favor de la danza en la liturgia, se podría obtener un argumento del pasaje de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, en que se dan las normas para la adaptación de la liturgia al carácter y tradiciones de los varios pueblos:

«La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la Liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con su verdadero y auténtico espíritu.»

Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, n. 37.

Teóricamente, podría deducirse de este pasaje que ciertas formas de danza y ciertos patrones de danza podrían introducirse al culto Católico. Sin embargo, no puede prescindirse dos condiciones.

La primera, que en la medida en que el cuerpo es reflejo del alma, danzar, con todas sus manifestaciones, tendría que expresar sentimientos de fe y adoración para volverse una oración. La segunda condición es que así como todos los gestos y movimientos encontrados en la liturgia son regulados por la autoridad eclesiástica competente, así también la danza como un gesto tendría que estar bajo su disciplina.

Concretamente, hay culturas en que esto es posible en tanto danzar refleje aún los valores religiosos y se vuelva una clara manifestación de ellos. Tal es el caso de los Etíopes. En su cultura, incluso hoy, existe la danza religiosa ritualizada, claramente distinta a la danza marital y a la danza amorosa. La danza ritual es realizada por sacerdotes y levitas antes de empezar una ceremonia y en descampado se encuentran en frente a la iglesia. La danza acompaña el canto de salmos durante la procesión. Cuando ésta entra a la iglesia, entonces el cántico de salmos se lleva a cabo con, y es acompañado por, el movimiento corporal.

Esto mismo se encuentra en la liturgia Siria, por medio del cántico de salmos. En la liturgia Bizantina hay una danza extremadamente simplificada en ocasión de una boda, cuando los esposos hacen un movimiento circular alrededor del ambón junto con el celebrante.

Tal es el caso de los Israelitas: en la sinagoga su oración es acompañada por un continuo movimiento para recordar el precepto de la tradición: «Cuando ores, hazlo con todo tu corazón y todos tus huesos». Y la misma observación puede hacerse para los pueblos primitivos.

No obstante, el mismo criterio y juicio no puede aplicarse en la cultura occidental. Aquí la danza está vinculada con el amor, la diversión, la profanidad, el desenfreno de los sentidos; tal danza, en general, no es pura. Por esa razón no puede introducirse en las celebraciones litúrgicas de ningún tipo: eso sería introducir en la liturgia uno de los elementos más desacralizados y desacralizantes, y así sería equivalente a crear un ambiente de profanidad que recordaría con facilidad a los presentes y participantes los lugares y situaciones mundanos de la celebración.

Tampoco puede aceptarse la propuesta de introducir en la liturgia el así denominado ballet artístico [1] porque habría también en este caso un espectáculo al cual se asistiría, mientras que en la liturgia una de las normas de las cuales no se puede prescindir  es aquella de la participación.

Por tanto, hay una gran diferencia en las culturas: lo que se recibe bien en una cultura puede no tomarse por la otra. La reserva tradicional de la seriedad del culto religioso, y en particular del culto Latino, nunca debe olvidarse. Si la propuesta de la danza religiosa en Occidente debe realmente ser acogida, deberá tenerse cuidado que en su consideración debe hallar un sitio fuera de la liturgia, en áreas de asamblea que no sean estrictamente litúrgicas. Aún más, los sacerdotes deben siempre excluirse de la danza.

Podemos recordar cuánto se logró de la presencia de los Samoanos en Roma para el festival misionero de 1971. Al final de la Misa, realizaron su danza en la plaza de S. Pedro: y todos estuvieron alegres.

Hasta aquí el documento.

En vistas generales, este documento prohíbe la danza de cualquier tipo dentro de la Liturgia. ¿Danzar fuera de la Liturgia? Si es permisible pero solo bajo ciertos aspectos dejando bien en claro que la participación de los sacerdotes en la misma está terminantemente prohibida.

En su libro El Espíritu de la Liturgia, el por entonces Cardenal Ratzinger expresaba:

Bailar no es una forma de expresión de la liturgia cristiana. Allá por el siglo III ciertos círculos gnóstico-docéticos trataron de introducirlo en la liturgia. …Los bailes cúlticos de las distintas religiones tienen propósitos diferentes – encantamientos, la magia imitativa, éxtasis místico – ninguno de los cuales son compatibles con el propósito esencial de la liturgia.

Es totalmente absurdo tratar de hacer la liturgia «atractiva» introduciéndole pantomimas danzarinas (generalmente ejecutados por grupos de bailes profesionales) los cuales terminan con frecuencia (y desde el punto de vista de los profesionales, normal) en aplauso. Todas las veces que el aplauso ocurre en la liturgia debido a algún logro humano, es signo seguro de que la esencia de la liturgia ha desaparecido, habiendo sido reemplazado por un tipo de entretenimiento religioso…

Yo mismo he experimentado el reemplazo del rito penitencial por un baile el cual, no es necesario decir, fue recibido con una ronda de aplauso. ¿Se puede pensar en algo que no sea más extraño a la penitencia verdadera?

Ninguno de los ritos cristianos incluye el baile. Lo que la gente llama «baile» en rito etíope o en la forma zaireana de la liturgia romana es simplemente una procesión con orden rítmico, algo que se ajusta muy bien a la dignidad de la ocasión.

Así mismo dentro de la Instrucción General del Misal Romano, no existe, ninguna referencia a la introducción de la danza dentro de la liturgia.

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en su Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia en uno de sus apartados dice:

El canto y la música

  1. También el canto, expresión natural del alma de un pueblo, ocupa una función de relieve en la piedad popular. El cuidado en conservar la herencia de los cantos recibidos de la tradición debe conjugarse con el sentido bíblico y eclesial, abierto a la necesidad de revisiones o de nuevas composiciones.

El canto se asocia instintivamente, en algunos pueblos, con el tocar las palmas, el movimiento rítmico del cuerpo o pasos de danza. Tales formas de expresar el sentimiento interior, forman parte de la tradición popular, especialmente con ocasión de las fiestas de los santos Patronos; es claro que deben ser manifestaciones de verdadera oración común y no un simple espectáculo. El hecho de que sean habituales en determinados lugares, no significa que se deba animar a su extensión a otros lugares, en los cuales no serían connaturales.

Resumiendo, dentro del Rito Latino de la Misa, no se preveé ni se establece ningún tipo de danza o de manifestación artística dentro de la Liturgia. Los textos normativos al respecto establecen que la danza o cualquier otra manifestación debe realizarse fuera de la liturgia y de los lugares destinados a la misma, como así también dejan explícito que los sacerdotes no pueden participar de dichas «danzas».
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NOTA:

[1] A favor de la inserción de la danza artística en la liturgia, también puede hacerse referencia del texto de Gaudium et Spes, ns. 53, 57, 58. No obstante, los textos citados hablan de la manifestación de la cultura en general, y del arte que se eleva con la verdad y belleza. No hablan de la danza de manera específica. Danzar también puede ser un arte. Sin embargo, no puede decirse que los Padres conciliares, al hablar del arte en el Concilio, tuvieran “en mente” también la realidad de la danza.

El n. 62 de tal constitución, Gaudium et Spes, no puede apelarse a esta instancia. Cuando tal número habla de las formas artísticas y su importancia en la vida de la Iglesia, pretende hacer referencia a las formas artísticas relacionadas con accesorios sagrados. La contraprueba se encuentra en los textos citados en la nota al pie: artículo 123 de la Constitución sobre la Liturgia y la alocución de Paulo VI a los artistas en Roma en 1964 (735).

Jesucristo, muestra de la misericordia del Padre

No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él.

Por: De los sermones de San Bernardo | Fuente: www.la-oracion.com

Dios, nuestro Salvador; hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en éste nuestro destierro, en ésta vida tan llena aún de miserias.

Antes de que apareciera la humanidad de nuestro Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era imposible conocer su magnitud. Ya había sido prometida, pero el mundo aún no la había experimentado y por eso eran muchos los que no creían en ella. Dios había hablado, ciertamente, de muchas maneras por ministerio de los profetas. Y había dicho: Sé muy bien lo que pienso hacer con ustedes: designios de paz y no de aflicción. Pero, con todo, ¿qué podía responder el hombre, que únicamente experimentaba la aflicción y no la paz? «¿Hasta cuándo – pensaba- irán anunciando: «Paz, paz», cuando no hay paz?» Por ello los mismos mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra predicación? Pero ahora, en cambio, los hombres pueden creer, por lo menos, lo que ya contemplan sus ojos; ahora los testimonios de Dios se han hecho sobremanera dignos de fe, pues, para que este testimonio fuera visible, incluso a los que tienen la vista enferma, el Señor le ha puesto su tienda al sol.

Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada; no es retrasada, sino concedida; no es profetizada, sino realizada: el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame aquel precio de nuestro rescate, que él contiene; un saco que, si bien es pequeño, está totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad. Esta plenitud de la divinidad se nos dio después que hubo llegado la plenitud de los tiempos. Vino en la carne para mostrarse a los que eran de carne y, de este modo, bajo los velos de la humanidad, fue conocida la misericordia divina; pues, cuando fue conocida la humanidad de Dios, ya no pudo quedar oculta su misericordia. ¿En qué podía manifestar mejor el Señor su amor a los hombres sino asumiendo nuestra propia carne? Pues fue precisamente nuestra carne la que asumió, y no aquella carne de Adán que antes de la culpa era inocente.

¿Qué cosa manifiesta tanto la misericordia de Dios como el hecho de haber asumido nuestra miseria? ¿Qué amor puede ser más grande que el del Verbo de Dios, que por nosotros se ha hecho como la hierba débil del campo? Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Que comprenda, pues, el hombre hasta qué punto Dios cuida de él; que reflexione sobre lo que Dios piensa y siente de él.

No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él. De lo que quiso sufrir por ti puedes concluir lo mucho que te estima; a través de su humanidad se te manifiesta el gran amor que tiene para contigo. Cuanto menor se hizo en su humanidad, tanto mayor se mostró en el amor que te tiene, cuanto más se abajó por nosotros, tanto más digno es de nuestro amor. Dios, nuestro Salvador -dice el Apóstol-, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. ¡Qué grande y qué manifiesta es esta misericordia y este amor de Dios a los hombres! Nos ha dado una grande prueba de su amor al querer que el nombre de Dios fuera añadido al título de hombre.

Bailar la música de Dios

¿Serás capaz de seguir el ritmo de un Dios que te invita a bailar con Él?

En un mundo lleno de sonidos: tambores, trompetas, guitarras, órganos, bubucelas, matracas, etc., pareciera ser que no tenemos ni un segundo libre para pensar. La música atraviesa en nuestros oídos penetrando en nuestra mente. Así es como se “pegan” ritmos que luego se manifiestan en la consonancia rítmica de los dedos sobre la mesa, el pie en el suelo del salón de clases o las improvisados “bongós” sobre cualquier material sonoro.

La música es parte de nuestra vida, debemos reconocerlo. Es más, ahora con la música online, youtube y todos los aparatajes disponibles para buscar ritmos y melodías, somos capaces de reconocer con facilidad a qué artista hace referencia. Pero, ¿somos capaces de escuchar la música de Dios?

Sí, dije bien: la música de Dios. Es una música tenue, no con muchos arreglos musicales o sonidos extravagantes. No es ni reggaetón ni balada, ni merengue ni bachata, ni cumbia ni villera. La música de Dios es un estilo propio, único e inigualable que resuena en lo más profundo de nuestro interior. Esta música tiene compases; notas mayores y menores. Usa blancas, negras y corcheas. Fusas y semifusas. Todas ellas en la más perfecta melodía que jamás oído alguno ha podido escuchar de mano humana ni de computadora electrónica.

La música de Dios transmite un mensaje genuino. 

Un mensaje cuyo destinatario es único, porque eres tú mismo. Dios te canta al oído, te canta sólo a tí. Podrías preguntar, pero ¿qué es lo que canta? Canta para que bailes. Canta el plan que desde siempre ha pensado para tí porque te quiere ver feliz. Canta la melodía de tu vida, titulada con tu nombre y firmada con su puño y letra; y quiere que sigas esta melodía, que bailes su música.

Bailar la música de Dios es seguir su voluntad. A algunos les pedirá un ritmo más rápido, porque pueden ser capaces de seguirlo; a otros, más bien, les pedirá ritmos más lentos debido a su flaqueza o dificultad personal. Sea cual sea el ritmo que Dios te invite a bailar: ¡báilalo! No tengas miedo a seguir sus compases. Cada nota está perfectamente pensada. No te sueltes ni te alejes de Él para no perder el ritmo. ¿Ves qué fácil es bailar la música de Dios?
¿Cómo saber qué ritmo Dios me pide seguir?

Siempre necesitarás ayuda para descubrirlo, por ello Dios ya lo pensó y puso en su Iglesia sacerdotes y religiosos/as para ayudarte a escucharle. Basta abrir el corazón a Dios y a acercarse a sus instrumentos que te ayudarán a conocer esta dulce melodía. Sé que la imagen de la “música de Dios” suele resultar un poco”cursi”, pero cuando hay amor las cosas más cotidianas se tornan las más profundas. Así como en una composición maestra la música es melódica, tiene armonía en tonos bajos y altos, es rica en movimientos sonoros… así también Dios nos muestra su voluntad a diario.

¿Estás dispuesto a bailar la música de Dios? No lo pienses tanto y déjate llevar por su ritmo siempre, como ya dijimos, acompañado por alguien que sabe bailar. Que Dios te bendiga en este camino que emprendes junto a Él y te haga ver las maravillas que se descubren siguiendo sus pasos. La vida es hermosa, más hermosa será si la vives al ritmo de Dios. ¡Que disfrutes el baile!

¿Sabías que santa Catalina de Siena no era monja?

Puede que pareciesen religiosos, pero algunos de nuestros santos dominicos más queridos eran laicos

Parecía una monja. En todas las imágenes, Catalina de Siena aparece vistiendo el hábito de una moniale, o hermana religiosa, de la Orden de Predicadores. En realidad era laica, la única persona laica con el título de Doctora de la Iglesia en la actualidad.

Entonces, ¿por qué lo parece? Caterina Benincasa nació en Siena, Italia. Fue la hija número 23 de Lapa Piagenti y Giacomo di Benincasa, aunque la mitad de sus hermanos fallecieron a una edad temprana.

Decidida a ser solo para Dios

A los 13 años, Catalina era una adolescente muy enérgica sin intención de contraer matrimonio.

Cuando era joven, tuvo una visión de Cristo sentado en la gloria con san Pedro, san Pablo y san Juan. Eso le sirvió como inspiración para hacer un voto privado y dedicar su vida a Dios.

Nadie conocía dicho voto, así que cuando alcanzó la edad para casarse, sus padres buscaron a un esposo respetable para ella.

Esto no acabó bien. Catalina rechazó la idea, se cortó el pelo y comenzó a vestir harapos para no tener un aspecto atractivo. Hasta que sus encolerizados padres entendieron que todos los intentos para persuadirla serían en vano.

Aceptaron la devoción de su hija y construyeron en su casa una celda de convento para ella.

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Dominica con hábito… pero laica

Catalina estaba interesada en la Orden Dominicana, pero no sintió la llamada de la clausura.

Descubrió en Siena a las Hermanas de la Penitencia de la Tercera Orden de Santo Domingo, que ayudaba a los feligreses locales.

Al presentar su deseo de ser admitida, fue rechaza inicialmente. Porque el grupo se componía generalmente de viudas y solteronas. Pero pudo ingresar más adelante.

Se convirtió entonces en una terciaria dominica, o un miembro «de tercera orden», y se le permitió vestir un hábito, algo común en esta época.

La intensa actividad caritativa de santa Catalina

Después de pasar tres años recluida en su celda, Catalina reapareció. Y se unió a la labor de catequizar a los jóvenes, ofrecer guía espiritual, cuidar de los enfermos y ayudar a los más desfavorecidos; actividades que realizó sin descanso durante el resto de su vida.

Si bien la mayor parte de su tiempo lo pasó en Siena, Catalina también viajó en múltiples ocasiones para ofrecer asesoramiento. Porque sus consejos eran muy valorados.

Era la corresponsal (incluso a veces se encargaba de sermonear directamente) para la realeza e incluso el propio Papa. Su biografía es digna de leer.

Terciarios santos

No obstante, Catalina no es la única santa dominica que fue seglar y perteneció a la Orden como terciaria.

Muchas personas se sorprenden al conocer que algunos de los santos más importantes y queridos de la Iglesia fueron dominicos y laicos, como Santa Rosa de LimaSan Martín de Porres, el beato Pier Giorgio Frassati, la beata Margarita de Castello y el beato Bartolo Longo.

Cualquier católico con buena reputación puede ser admitido en una orden terciaria, incluidas las personas casadas y los sacerdotes diocesanos.

Las órdenes terciarias, oblaciones o asociaciones son otro camino para todo aquel creyente laico que busque la santidad y desee acercarse a Dios en la oración y la caridad.

Aunque las ordenes terciarias siguen existiendo, sus miembros ya no visten con el hábito religioso, excepto al fallecer.

Los dominicos llevan un escapulario blanco de unos 40 centímetros cuadrados, los carmelitas llevan uno similar en marrón (diferente al conocido Escapulario Marrón), los franciscanos llevan una cruz Tau y los oblatos benedictinos una medalla conmemorativa de San Benito.

Las órdenes terciarias, o seculares, ofrecen una oportunidad para que las personas laicas llenen su vida con oraciones y buenas acciones según una espiritualidad concreta que deseen que sea la «levadura del mundo».

Y, como vemos en el ejemplo de santa Catalina y otras muchas hermanas y hermanos de las ordenes terciarias, a menudo lo consiguen.