SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
JUAN 3, 16-21
Amigos, hoy en el Evangelio Jesús nos describe la naturaleza de Su misión: “Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”.
En su pasión por arreglar un universo desarticulado, Dios abrió su propio corazón dispuesto al amor. El Padre no solo envía un representante sino a su propio Hijo a este mundo disfuncional, para poder reunir al mundo en la dicha de la vida divina. Lo central en Dios —el amor entre el Padre y el Hijo— ahora es ofrecido para ser nuestro centro; el corazón de Dios se abre para incluir también a los peores y más desesperados de nosotros.
En muchas tradiciones espirituales el énfasis se pone en la búsqueda humana de Dios. Pero esto se invierte en el cristianismo. Los cristianos no creen que Dios esté tontamente “allá afuera”, como una montaña esperando ser escalada por exploradores religiosos. Al contrario, como el sabueso del Cielo del poema de Francis Thompson, Dios viene incansablemente a buscarnos.
Por este amor divino que nos busca y se entrega totalmente es que nos hacemos amigos de Dios, y participamos en la comunión de la Trinidad
«Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn 3, 17). Ante la luz de este Juez de misericordia, nuestras rodillas se doblan en adoración y nuestras manos y nuestros pies se fortalecen. Podemos hablar de humanismo solamente a partir de la centralidad de Jesús, descubriendo en Él los rasgos del auténtico rostro del hombre. Es la contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado la que recompone nuestra humanidad, también la que está fragmentada por las fatigas de la vida, o marcada por el pecado. (Reunión con representantes del 5º Congreso Nacional de la Iglesia Italiana, Catedral de Santa María de la Flor, Florencia, 10 de noviembre de 2015)
Seguid predicando este modo de vida. Los apóstoles, con valentía, anunciaban al pueblo la resurrección de Jesús, y muchos creían en sus palabras. Las autoridades judías estaban molestas con esta situación y les encarcelaron para que dejasen de hablar de Jesús resucitado.
Estando en la cárcel, “por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas y los sacó afuera pidiéndoles que siguiesen predicando este modo de vida”. Lo que volvieron a hacer porque no podían callar, tenían que seguir predicando a Jesús. Las autoridades les volvieron a detener con la misma prohibición de hablar de Jesús. Sabemos bien que libres no hicieron caso a esta prohibición y gastaron su vida escuchando a su Maestro: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”. La mejor noticia que podían ofrecer a sus oyentes.
A lo largo de estos XXI siglos de cristianismo, los seguidores de Jesús muerto y resucitado, se han encontrado con diversas actitudes de las autoridades o del mismo pueblo, actitudes de acogida, y actitudes de rechazo y de prohibición. Pero los cristianos, viviendo distintas circunstancias, de una manera o de otra, han seguido predicando la buena noticia de Jesús, la mejor noticia de todos los tiempos. Un grupo numeroso de esos cristianos han pagado y siguen pagado con su vida, con su martirio, este proclamar a Jesús, que les espera después de su muerte para regalarles la vida de total felicidad y para siempre.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único
Todo lo que hizo Dios fue movido por el amor, no por la malicia, por la vanidad. Todo lo que sale de las manos de Dios es producto del amor, porque Dios es Amor, no sabe más que amar.
De entrada, en el dialogo de Jesús con Nicodemo le recuerda que Dios nos envió a su hijo movido por el amor. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único”. Y ¿para qué le mandó hasta nosotros? No para condenar, para castigar a los habitantes de la tierra, sino para todo lo contrario para salvarlos a todos “para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.
Esta fue la intención amorosa de Dios con el envío de su hijo Jesús. Pero no quiere salvarnos sin nuestra colaboración. Nos deja libres para aceptar o rechazar su sublime regalo. Ahí está la grandeza y a la vez la tragedia de toda persona humana. Ejerciendo nuestra libertad podemos aceptar a Jesús, su salvación, la vida plena y eterna, siguiendo los pasos que él nos indica; o podemos ejercer nuestra libertad rechazando su regalo, al mismo Jesús y a todas sus sindicaciones. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
En nuestras manos está el elegir.
Zita de Lucca, Santa
Virgen, 27 de abril
Patrona de las sirvientas domésticas. Se le invoca también por las llaves perdidas.
Martirologio Romano: En Luca, de la Toscana, santa Zita, virgen, la cual, nacida de hogar humilde, a los doce años entró a servir a la familia de los Fatinelli, y perseveró hasta la muerte, con admirable paciencia, en este servicio doméstico († 1278).
Breve Biografía
Nació cerca de Lucca, Italia en 1218 y murió en Lucca el 27 de abril de 1278.
Su familia era pobre pero muy devota. Su hermana mayor entró en el convento cisterciense y su tío era ermitaño con fama popular de santidad. No tuvo dinero y ni siquiera se sabe su apellido. Sin embargo, logró lo único que es necesario para que la vida sea un verdadero éxito: la santidad.
Para mantener a su familia, a los doce años de edad se hizo sirvienta de los Fatinelli, una familia rica de Lucca, y les sirvió el resto de su vida, por 48 años.
Desde pequeña demostró un gran amor para con todos, especialmente los pobres y abandonados. Esto no agradaba mucho a la familia Fatinelli. Pero el Señor intervino. En una ocasión, Zita fue a servir a un necesitado dejando momentáneamente su trabajo en la cocina. Otros sirvientes se lo dijeron a la familia Fatinelli, pero cuando ésta fue a la cocina a investigar encontró a ángeles haciendo su trabajo. Desde aquel día le permitieron mas libertad para servir a los pobres.
No por eso cesaron las burlas y los ataques de los otros sirvientes.
Una vez que el hambre azotó la ciudad, Zita tenía la costumbre de repartir todo lo suyo, incluso su comida, con los pobres. Pero la necesidad era muy grande, por lo que repartió la despensa de granos de la familia con los pobres. Cuando la familia fue a investigar encontró la despensa repleta. Fueron muchos los incidentes milagrosos de su vida. En la víspera de Navidad, Zita encontró que en la puerta de la Iglesia de San Fredaino, un hombre que temblaba de frío. Ella tomó un valioso manto de la familia y se lo entregó, advirtiéndole que debía devolverlo después de la misa para que ella pudiese a su vez regresarlo a su dueño. Pero el hombre desapareció. Aquello fue demasiado para el Señor Fatinelli quién al próximo día montó en cólera contra Zita. Así estaba cuando un anciano vino a la puerta y devolvió el manto. La gente del pueblo interpretó que aquel anciano era un ángel, por lo que desde entonces la puerta de San Fredaino se llamó «El Portal del Angel».
Zita tenía particular devoción por los prisioneros condenados a muerte.
Murió a los 60 años e inmediatamente su culto se propagó especialmente en Palermo, Sicilia, otras partes de Italia e Inglaterra. Su cuerpo se venera en la capilla de Santa Zita de la Iglesia de San Fredaino, en Lucca, Italia
Fue canonizada por S.S. León X el 5 de Septiembre de 1696.
Jesús está vivo
Santo Evangelio según san Juan 3,16-21. Miércoles II de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, quiero comprender el amor que tienes por mí, quiero dejarme amar por ti; llena mi alma con tu amor para que yo sea capaz de renunciar a todo lo que me aleja de ti
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3,16-21
«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Quisiera gritarlo y compartirlo en el Facebook y Twitter más visitados del mundo. Él está vivo, está presente en cada uno de nuestros corazones, «para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna». Tendría que gritarlo y compartirlo con todo el mundo si de verdad lo creyera. Cómo poder callar este amor que me consume por dentro. Cuando se está enamorado, todas las frases de amor, todos los aromas y todo lo que te produce felicidad te recuerdan y te dan ocasión de traer al pensamiento a la persona amada.
Pues es lo mismo con Jesús, debemos vivir en su amor todos nuestros días. Debemos enamorarnos de Él para, a través de Él, amar a los demás. Sólo así se puede amar verdaderamente, obra el bien conforme a la verdad, sin intereses, sin conveniencias; un amor de donación total, que sólo busca el bien de la persona amada.
Jesús, permite que todos los miembros del movimiento Regnum Christi experimentemos de tal manera tu amor, que seamos capaces de robarle el corazón a las personas para llevártelos a ti.
«La Madre Iglesia es fecunda cuando imita el amor misericordioso de Dios, que se propone y nunca se impone. Es humilde, actúa como la lluvia en la tierra, como el aire que se respira, como una pequeña semilla que lleva fruto en el silencio. Quien anuncia el amor no puede dejar de hacerlo con el mismo estilo de amor. Y la tercera palabra que hemos escuchado es mundo. “Tanto amó Dios al mundo” que envió a Jesús. Quien ama no está lejos, sino que va al encuentro».
(Discurso de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
No se ama lo que no se conoce. Leeré y meditaré un momento algún evangelio que me llame la atención, tratando de conocer más al Señor y saber qué me quiere decir a través de su Palabra.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Nuestra Salvación
La Salvación es nuestra meta y para ello hay que trabajar.
Para nosotros los cristianos, la salvación es nuestra meta y para ello debemos trabajar durante toda nuestra vida terrenal. Y aunque es un misterio, lo certero es que habrán condenados y elegidos.
“Así será en la consumación de los siglos; saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos. Y los meterán en el horno de fuego: allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mateo 13, 49-50).
La lucha para lograr alcanzar el Reino de los Cielo supone el desprendimiento de lo material, una renuncia a todo lo que nos ofrece el mundo y a una purificación gradual de nuestras almas. Implica reconocer en Dios su misericordia y amor, y en Cristo, el camino, la verdad y la vida; son condiciones necesarias y completamente logrables si tenemos la voluntad de hacerlo
Cuando hemos escuchado que la “salvación es un don de Dios”, nos tendemos a preocupar, pues no sabemos si hemos sido elegidos por Él y si gozamos de este Don o no. O más aún, justificamos a quienes no creen, pues suponemos que Dios no ha fijado su mirada en ellos y por tanto se les ha reservado este Don.
“Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2, 8-9)
Sin embargo, ya con existir, nuestro Padre nos ha elegido. Por lo tanto hermanos… todos ya hemos sido elegidos. Esta es la buena noticia, pero no es suficiente; es necesario tener la voluntad de salvarse. El Señor nos llama, pero nosotros al gozar de libre albedrío, podemos seguirle o no. Es decir, si nosotros queremos tener una vida de Fe, debemos pedirle al Padre que nos otorgue tal privilegio, y tener nuestro corazón dispuesto para Él, abandonando nuestros propios intereses para hacer su voluntad.
“pues es Dios el que obra en vosotros el querer y el obrar, según su voluntad.” (Filipenses 2,13)
La voluntad de Dios es que todos logremos la salvación y que gocemos de su Santo Reino. El querer y el hacer no se trata de nuestro propio esfuerzo, sino de hacernos humildes para dejar que Dios obre en nosotros conforme a sus designios. Si pensamos en la eterna misericordia de Dios, que se sensibiliza frente a nuestras variadas peticiones, ¡Cuánto más podría concedernos, si lo que le pedimos es fe y salvación! Tengamos la seguridad de que seremos escuchados ante tal petición.
“La Salvación es siempre un Don gratuito de Dios” (Papa Francisco)
Entonces, ¿quiénes serán condenados? Los que tienen la capacidad de creer en Dios. “El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.” (Juan 3,18)
Somos seres débiles y con inclinación al pecado y quien mejor que nuestro Padre para saberlo. Por ello es que Él está siempre dispuesto a ayudarnos. Simplemente debemos reconocer que solos no podemos, pero con Cristo sí; que solos nos perderemos, pero con la ayuda de Dios volveremos siempre al sendero correcto; que caminamos en penumbra, pero el Espíritu Santo estará ahí para iluminarnos.
Pedir también la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María, pues ella está dispuesta a acompañarnos siempre y a alentarnos para seguir en un caminar seguro hacia la casa del Padre.
«Recognitum librum VI»: Nuevo «Motu Proprio» del Santo Padre Francisco
Se modifica el canon 695 §1, del Código de Derecho Canónico
La Oficina de prensa de la Santa Sede publicó la Carta Apostólica que el Papa Francisco firmó este 26 de abril en forma de Motu Proprio, cuyo título es Recognitum librum VI, y mediante la cual se modifica el canon 695 §1, del Código de Derecho Canónico.
En el texto original, publicado en latín y traducido en lengua italiana, se lee: “El 1° de junio de 2021, con la Constitución Apostólica Pascite gregem Dei hemos promulgado el nuevo Libro VI del Código de Derecho Canónico, De sanctionibus poenalibus in Ecclesia”. En él se explica que “se han tipificado de forma diferente algunos delitos”, mientras “otros nuevos se han introducido” y, además, “ha cambiado también la sucesión de los cánones”. Y se indica que esto requiere una modificación para garantizar la concordancia con los cánones de otros Libros del Código.
Por lo tanto, habiendo consultado al Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Santo Padre Francisco establece que “el texto del canon 695 § 1 sea modificado de la siguiente manera: “Un religioso debe ser destituido de un instituto por los delitos mencionados en los cánones 1395, 1397 y 1398, a menos que, en el caso de los delitos mencionados en los cánones 1395 §§2-3 y 1398 §1, el Superior mayor considere que la dimisión no sea totalmente necesaria y que se pueda proveer de otro modo tanto a la corrección del religioso como a la reintegración de la justicia, o a la reparación del escándalo”. De manera que el Pontífice ordena que lo deliberado con esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio sea firme y estable en su vigencia, sin perjuicio de cualquier cosa en contrario, aunque merezca una mención especial, y que se promulgue mediante su publicación en el periódico de la Santa
Sede, L’Osservatore Romano, entrando en vigor en el día de la fecha, y que se publique después en el comentario oficial del Acta Apostolicae Sedis.
Esa voz en el silencio
Permanecer en silencio es parte de la contemplación.
Qué extraño decir: escuchar en el silencio… ¿pero cómo? No parece lógico. Más aún, si se lo decimos a un niño, arrojamos las enseñanzas básicas respecto a los sentidos… Pero ya sabemos que si se trata de Dios, lo ilógico puede ser muy real.
Se nos dificulta escuchar con los ruidos del mundo, eso es lógico. Pero tampoco logramos hacerlo con los ruidos interiores y eso no lo entendemos tanto. Escuchamos a nuestros Padres en la infancia, porque le debemos respeto, escuchamos a nuestros profesores en la escuela, pues es lo pertinente, luego a nuestros jefes y así… a todo quien tenga un cierto poder sobre nosotros en cualquier escenario; los escuchamos y les obedecemos. Pero… ¿escuchamos a Dios? Y Él, ¿nos escucha?
“Cuando me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé;” (Jeremías 29,12)
Creemos en Dios, podemos hasta llevar una vida cristiana, sin embargo muchas veces no creemos en su majestuosa presencia, no la logramos percibir, no la sentimos.
Y es que el sin fin de actividades que realizamos de manera diaria, no nos deja tiempo para detenernos y simplemente escuchar. Permanecer en silencio es parte de la contemplación: un estado espiritual en el que silenciamos la mente; una reflexión serena, detenida, profunda e íntima sobre la divinidad, sus atributos y los misterios de la fe. Dejar de pensar o imaginar como estamos acostumbrados y sentir a Dios quien toca nuestra alma en el silencio.
La oración debe ser un diálogo, en el que intervienen dos personas. Y pregunto, ¿Cómo oramos? ¿Dejamos que Dios nos hable? Contamos nuestras aflicciones, nuestras peticiones o nuestras vivencias, es decir, estamos concentrados en nosotros mismos y en lo que tenemos que decir; terminamos nuestro relato y acaba la oración. Luego, suponemos un Dios ausente, que no nos escucha. A todos nos ha pasado alguna vez, incluso se expresa en el libro de los Salmos:
“¡Dios mío! No estés callado, no guardes silencio, no te quedes quieto, ¡Dios mío!” (Sal 83,2)
“¿Por qué escondes tu rostro?” (Sal 44,25)
“¿Por qué han de decir las naciones: Dónde está su Dios?” (Sal 115,2)
El silencio en la oración desemboca en la presencia del Señor y la respuesta vendrá siempre en el momento en que Él así lo determine, pero debemos dejarle espacio para que lo haga.
“Quien ha comprendido las palabras del Señor, comprende su silencio, porque al Señor se le conoce en su silencio” (San Ignacio de Antioquía).
La soledad es el mejor aliado del silencio a la espera de Dios. Una atardecer en el campo en donde sólo se escuche la brisa del viento, una mañana de melodías con los cantos de los pájaros o una noche estrellada percibiendo un aire tibio. Esperar contemplando la naturaleza es maravillarnos por la obra perfecta de nuestro creador y así de alguna forma lo llamamos, lo invocamos, le demostramos que estamos a dispuestos a recibirlo.
“¡Este es el día que ha hecho el Señor, gocemos y alegrémonos en él!” (Salmos 118,24)
Pero no solamente podemos hacer silencio en busca de respuestas; mediante la contemplación podemos pensar en las maravillas de nuestro creador, de su amor infinito, de su misericordia, de su perfección, de sus bendiciones. Alabar todo cuanto ha hecho en nuestras vidas, simplemente, pensar en Él. Esto es lo que le agrada al Señor.
“Que alabe al Señor todo cuanto vive. ¡Aleluya!” (Salmos 150,6)
Lo que todos buscamos es un encuentro personal con Dios y lo intentamos hacer mediante la oración. Aquí es donde cobra importancia no sólo el silenciamiento del mundo, sino también interiormente. El ruido del miedo, rencor, envidia, crítica, orgullo, vanidad y otros tantos, nos impiden escuchar la voz del Señor. Lo buscamos, pero debemos además, trabajar nuestras miserias humanas para encontrarnos con Él en lo profundo de nuestras almas.
“Tu rostro, Señor, buscaré” (Salmos 27,8)
Esperar en el silencio es una prueba no sólo de fe, sino también de humildad y de abandono en las manos maravillosas de Dios. Pues sus tiempos son perfectos y a veces sus respuestas no son inmediatas como quisiéramos. Podríamos pensar que está ausente, inactivo, indiferente, pero sólo se está abriendo camino en nuestros corazones, pues su deseo es que permanezcamos en Él, con fe ardiente a pesar de no hacerse sentir. Orar aún más, debe ser nuestra respuesta para fortalecernos en la fe pidiendo que se haga siempre su voluntad.
“Propio es del hombre hacer planes, pero la última palabra es de Dios”. (Proverbios 16,1)
Como niños elevemos nuestras palabras a la espera de esa voz en el silencio que entibiece nuestros corazones… la voz del Señor.
Afuera todo es gran agitación, ruido de vida…y la Vida está aquí
Desde aquí se oye el clamor del mundo. Ruido de coches, motocicletas, ruido de gran tráfico y ajetreo, de velocidad, de impaciencia.
Cuando las personas tienen mucho que pensar, mucho que caminar, mucho que correr… andan ahí, Señor, ahí afuera. Desde aquí se oye el clamor del mundo. Ruido de coches, motocicletas, ruido de gran tráfico y ajetreo, de velocidad, de impaciencia. Hace mucho calor. Afuera todo es gran agitación, ruido de vida…y la Vida está aquí. En esta soledad, en este silencio, en esta semipenumbra, en esta quietud…
La nave desierta… Mármol, vitrales, imágenes… nada tiene vida, todo es materia muerta, solo hay algo que tiembla, que se mueve, que parpadea… es la lámpara roja del Sagrario. Está señalando que en ese silencio, en esa quietud, en esa gran paz está Dios. Un Dios que siendo el Rey de todo lo creado, está oculto tras unas cortinillas y una pequeña puerta. Silenciosa y humilde espera. Entrega y sumisa esperanza de un Dios que es todo amor. Mansedumbre infinita, paciencia de siglos… Locura de amor de un Dios enamorado de sus criaturas. Sólo a un Dios que muere por amor se le podía haber ocurrido semejante entrega.
Ahí estás, Señor, encerrado en todos los Sagrarios del mundo, desde los de oro y piedras preciosas, en las imponentes y majestuosas catedrales hasta los más humildes y simples de madera, en las iglesias perdidas de las sierras y en las casi legendarias misiones. Ahí te quedaste, Señor, paciente y sumiso, esperando. Porque los enamorados no pueden dejar a quien aman y tu te ibas a la Casa del Padre Celestial, a tu verdadero Reino con tu Madre, con los Santos, con los Ángeles…y nosotros aquí, solos, tropezando, cayendo perdiendo el CAMINO…, teniendo cada vez más lejano, más borroso, el recuerdo de tu paso por la tierra.
Pero no, te quedaste aquí, dando todo por nada; esperando, siempre esperando en tu gran locura de amor; para que sepamos que no te fuiste, que estás aquí, para ser nuestro alimento, carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre; para compartir nuestra alegría, para acompañarnos en nuestra soledad y nuestras penas.
¡Supremo amor de todos los amores que no pudo dejar solo al corazón del hombre porque sabía que tarde o temprano el corazón del hombre lo buscaría, lo necesitaría, lo llamaría… Y Él, sin pérdida de tiempo le daría la respuesta de amor:
– Aquí estoy, siempre me quedé contigo…nunca me fui, siempre te estoy esperando…
La Virgen de Montserrat y sus secretos
Enrique Lopez-Tamayo Biosca -(CC BY 2.0-modified)
Conoce la historia de la patrona de Cataluña y el emblemático lugar donde millones de personas la veneran
Nuestra Señora de Montserrat (la Mare de Déu de Montserrat) es una de las advocaciones marianas más conocidas en el mundo.
La imagen se encuentra hoy en el monasterio benedictino de Montserrat (España), en un enclave montañoso singular: una formación rocosa de la era terciaria que la hace inconfundible. El nombre de Montserrat hace alusión a ella: “monte serrado”.
La leyenda afirma que, en el siglo IX, unos pastores encontraron la talla de madera en una cueva, entre cantos de ángeles y en medio de un resplandor.
El obispo ordenó trasladarla pero conforme avanzaba la procesión, se hacía cada vez más difícil sostener aquel peso.
Todos entendieron que Dios quería que se venerara en aquel lugar, de modo que se instaló en una ermita que todavía hoy existe.
Posteriormente se construyó muy cerca de allí el templo benedictino, donde hoy se da culto a Nuestra Señora de Montserrat, con peregrinos de los cinco continentes.
Basílica de Montserrat (Barcelona, España)
Ya en la Edad Media, los peregrinos del Camino de Santiago conocieron Montserrat y divulgaban su devoción, que se extendió rápidamente por toda Europa.
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La «Moreneta»
A la imagen de la Virgen de Montserrat se le llama la “Moreneta” (morenita) porque lleva la túnica, la corona y el manto dorados pero la cara y las manos de la Santísima Virgen y el Niño son negros.
La talla pertenece al grupo de “vírgenes negras” de la época románica. Y la teoría de los expertos más aceptada explica que la imagen negra manifiesta simbólicamente a María como Madre del Sol de Justicia, con la piel quemada por ese Sol.
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La talla representa a María coronada y sentada sobre un trono, con el Niño Jesús en su regazo.
Con la mano derecha ella sostiene el mundo mientras que él, Rey del Universo, da la bendición con la derecha levantada y con la izquierda sostiene un objeto con forma de cono de pino.
A lo largo de los siglos, muchos santos han pasado por Montserrat: entre ellos, san Pedro Nolasco, san Raimundo de Peñafort, san Vicente Ferrer, san Francisco de Borja, san Luis Gonzaga, san José de Calasanz, san Antonio María Claret, san Ignacio de Loyola, san Josemaría Escrivá,…
Patrona
El papa León XIII declaró a Nuestra Señora de Montserrat patrona de Cataluña y es que esta advocación se considera uno de los signos de identidad de los catalanes.
También en la América evangelizada pueden encontrarse numerosas ciudades, islas, montes y monasterios que llevan el nombre de Montserrat. En México, Chile y Perú llevan el nombre de Montserrat algunas de las primeras iglesias que allí se construyeron.
Virolai
(Himno a la Virgen de Montserrat, en versión original en catalán y traducción al castellano)
Rosa d’abril, Morena de la serra,
de Montserrat estel,
il·lumineu la catalana terra,
guieu-nos cap al Cel.
Cast. Rosa de abril, Morena de la sierra,
de Montserrat lucero,
iluminad la catalana tierra,
guiadnos hacia el Cielo.
Amb serra d’or els angelets serraren
eixos turons per fer-vos un palau;
Reina del Cel que els Serafins baixaren,
deu-nos abric dincs vostre mantell blau.
Cast. Con sierra de oro los angelitos serraron
esas colinas para haceros un palacio;
Reina del Cielo que los Serafines bajaron,
danos abrigo en vuestro manto azul.
Alba naixent d’estrelles coronada,
Ciutat de Déu que somnià David,
a vostres peus la lluna s’és posada,
el sol sos raigs vos dóna per vestit.
Cast. Alba naciente de estrellas coronada,
Ciudad de Dios que soñó David,
en vuestros pies la luna pone,
El sol sus rayos os da por vestido.
Dels catalans sempre sereu Princesa,
dels espanyols Estrella d’Orient,
sigueu pels bons pilar de fortalesa,
pels pecadors el port de salvament.
Cast. De los catalanes siempre seréis Princesa,
de los españoles Estrella de Oriente,
sed para los buenos pilar de fortaleza,
para los pecadores puerto de salvamento.
Doneu consol a qui la pàtria enyora,
sens veure mai els cims de Montserrat;
en terra i mar oïu a qui us implora,
torneu a Déu els cors que l’han deixat.
Cast. Dad consuelo a quien la patria añora,
sin ver jamás las cimas de Montserrat;
en tierra y mar oíd a quien os implora,
devolved a Dios los corazones que lo han dejado.
Mística Font de l’aigua de la vida,
rageu del Cel al cor de mon país;
dons i virtuts deixeu-li per florida;
feu-ne, si us plau, el vostre paradís.
Cast. Mística Fuente del agua de la vida,
manad del Cielo al corazón de mi país;
dones y virtudes dejadle por florida;
haced, por favor, vuestro paraíso.
Ditxosos ulls, Maria, els que us vegin!
ditxós el cor que s’obri a vostra llum!
Roser del Cel, que els serafins voltegen,
a ma oració doneu vostre perfum.
Cast. ¡Dichosos ojos, Maria, los que os vean!
¡dichoso el corazón que se abre a vuestra luz!
Rosal del Cielo, que los serafines recorren,
a mi oración dad vuestro perfume.
Cedre gentil, del Líbano corona,
Arbre d’encens, Palmera de Sion,
el fruit sagrat que vostre amor ens dóna
és Jesucrist, el Redemptor del món.
Cast. Cedro gentil, del Líbano corona,
Árbol de incienso, Palmera de Sion,
el fruto sagrado que vuestro amor nos da
es Jesucristo, el Redentor del mundo.
Amb vostre nom comença nostra història
i és Montserrat el nostre Sinaí:
sien per tots l’escala de la glòria
eixos penyals coberts de romaní.
Cast. Con vuestro nombre empieza nuestra historia
y es Montserrat nuestro Sinaí:
siendo para todos la escalera de la gloria
esos peñones cubiertos de romero.
Rosa d’abril, Morena de la serra,
de Montserrat estel:
il·lumineu la catalana terra,
guieu-nos cap al Cel.
Cast. Rosa de abril, Morena de la sierra,
de Montserrat lucero:
iluminad la catalana tierra,
guiadnos hacia el Cielo.»
Letra : Mossèn Jacint Verdaguer.
Música: Josep Rodoreda, profesor de solfeo del Conservatorio del Liceo (Barcelona 1875-1883).