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Amigos, en el Evangelio de hoy, el Señor resucitado encomienda a los once Apóstoles que proclamen a todos la Buena Nueva. Y este encargo de evangelizar a todas las personas del mundo se extiende a todos los cristianos bautizados.

Evangelizar es proclamar a Jesucristo crucificado y resucitado de entre los muertos. Cuando este kerygma, este Misterio Pascual, no está en el corazón del proyecto, la evangelización cristiana desaparece, convirtiéndose en una convocatoria a una religiosidad liviana o espiritualidad general. Cuando no se proclama a Jesús crucificado y resucitado, surge un Catolicismo blando no amenazante, un sistema de pensamiento que es, en el mejor de los casos, un eco de la cultura del ambiente.

 

 

Peter Maurin, uno de los fundadores del movimiento Obrero Católico, dijo que la Iglesia tomó su propia dinamita y la colocó en contenedores herméticamente cerrados y luego se sentó sobre ellos. En un modo similar, Stanley Hauerwas comentó que el problema del Cristianismo no es ser socialmente conservador o políticamente liberal, ¡sino “ser demasiado aburrido”!

Tanto para Maurin como para Hauerwas, lo que lleva a esta atenuación es la negativa a predicar ese acontecimiento peligroso e inquietante de que Jesús ha resucitado de entre los muertos.

La misión confiada por Jesús a los apóstoles ha proseguido a través de los siglos, y prosigue todavía hoy: requiere la colaboración de todos nosotros. Cada uno, en efecto, por el bautismo que ha recibido está habilitado por su parte para anunciar el Evangelio. Precisamente el Bautismo nos capacita y nos impulsa también a ser misioneros, a anunciar el Evangelio. (Regina Caeli,

No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído

 

Las lecturas en este sábado de Octava de Pascua nos van a introducir en una serie de contrastes que nos llevan a comprender mejor lo que celebramos. El fenómeno de la resurrección tiene la capacidad de transformar toda realidad: «Notando que eran hombres sin letras ni instrucción», dieron testimonio y así pudieron ser signo del resucitado: «Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).

Pares de contrarios que nos hablan de actitudes, intereses particulares, la forma de actuar que tiene el corazón humano cuando su centro no es Dios. Hay unos testigos oculares que nos hablan del triunfo de la vida, la resurrección, frente al miedo que alberga el esconderse en el Cenáculo. Bien por las actitudes del Sanedrín, la ambición de poder, la fiebre desmedida por el control, endurecer la ley para poder manipular a la masa, el prestigio. A quién no le gusta ostentar el poder económico, el primer puesto de honor y que por la calle reconozcan su status y te hagan la venia. O el miedo del discipulado que se siente vulnerable. Cómo alzar la voz en medio de lobos. Cómo ser coherentes y que eso nos acarree dificultades en la misión y perder la propia vida.

 

¿Se puede poner freno a que brote la vida? La semilla dentro de la tierra está dispuesta a buscar la luz, como el rayo que despunta al alba. El Sanedrín trata de frenar eso, que Jesús el Nazareno ha resucitado. Y que sus discípulos en su nombre están obrando el milagro de curar a un lisiado. Siguen los pares de contrarios en la lectura de los Hechos de los Apóstoles: No hay salvación fuera de Cristo. En su nombre os mostramos la Salvación. ¿Roca o arena es vuestro cimiento? ¿Seguís al Mesías Hijo del Dios vivo? ¿O va creciendo en vosotros el ídolo del becerro que se alimenta de hierba? ¿Estáis vacíos por dentro? ¿Ciegos en vuestros intereses mezquinos? O ¿Queréis llenaros de la fuerza del Espíritu Santo que resucita a los muertos?

 

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana

«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43,18). Comienza el primer día de la semana y con ella, toda la carga de agenda que nos devora. María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, haciendo sus cálculos sobre vendas, aromas, perfumes, que nos hablan de mortajas y de llanto ante la muerte. Los once encerrados. Se habían asegurado muy bien de poner todo tipo de cerrojos y maderos para atrincherarse en el Cenáculo. El miedo es así, ahora solo queda llorar ante el fracaso y la derrota de una historia que ha acabado con la muerte del Maestro. No hay lugar para la sorpresa y la vida, en medio de unos ojos cansados por la rutina. Demasiado concentrados en hacer lo correcto, sin embargo, el plan de Dios está brotando.

La oscuridad de que se cierne sobre la noche de nuestra vida hace que no se note que despunta el rayo de la esperanza y la vida. En el encuentro que el Resucitado tiene con María Magdalena, trata de despertar el centro de su corazón. Ella, que muy de mañana va concentrada en los pasos que hay que seguir a la hora de amortajar al Mesías. María: ¿No te estás dando cuenta de que en la belleza de esta mañana algo está brotando? ¿No recuerdas que soy un Dios de vivos? ¿No recuerdas la Palabra de Dios que habla de Resurrección y Vida? Y, así, cae en la cuenta. Se le abren los ojos. ¡Maestro! Estás Vivo. Y nosotras agobiadas en la rutina de lo yerto.

 

Jesús, mira con ternura a María Magdalena y la envía a sus discípulos, que también necesitan hacer todo un proceso interior. Se han encerrado en sí mismos. Ya no recuerdan esos años en los que han ido presenciando el mensaje revolucionario del Maestro. Ahora solo ven las sombras del miedo que los acecha, no hay ilusión en su horizonte. La fe en la figura del Nazareno, ha sido sometida a un duro golpe. Ahora ha anidado en el corazón la duda y la incertidumbre. Ahora el corazón tiene los mismos cerrojos que la puerta del Cenáculo. En la ventana que con Jesús permanecía abierta para que entrara la brisa de la primavera, ahora la cierra un pesado madero. No hay posibilidad de que entre ese rayo de esperanza, que grita con fuerza María Magdalena desde el exterior: ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

 

 

Cuando el corazón ya no se conmueve ante las noticias. Cuando el corazón solo dialoga con el fracaso, la esperanza se pierde. Sin embargo, en esa mañana, que está brotando la vida, siguen llegando emisarios, testigos oculares, con voces de buena nueva: ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!Parece ser que ese grito tampoco hace romper la fuerza de los cerrojos del miedo. Va a tener que ser la presencia del mismo Cristo vivo y resucitado, la que entre en medio de la habitación. La fuerza de la presencia resucitada es la que transforma todas sus vidas. Muerte, miedo, dolor, vulnerabilidad, escusas, en presencia resucitada. Ahora sí, ya sois luz: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

 

 

Jorge, Santo

Memoria Litúrgica, 23 de abril

Mártir

Martirologio Romano: San Jorge, mártir, cuyo glorioso certamen, que tuvo lugar en Dióspolis o Lidda, en Palestina, celebran desde muy antiguo todas las Iglesias, desde Oriente hasta Occidente († s. IV).

Etimológicamente: Jorge = Aquel que trabaja la tierra, es de origen griego.

Breve Biografía

La vida de San Jorge se popularizó en Europa durante la Edad Media, gracias a una versión bastante «sobria» de sus actas.

Según cuenta la tradición, el santo era un caballero cristiano que hirió gravemente a un dragón de un pantano que aterrorizaba a los habitantes de una pequeña ciudad. El pueblo sobrecogido de temor se disponía a huir, cuando San Jorge dijo que bastaba con que creyesen en Jesucristo para que el dragón muriese. El rey y sus súbditos se convirtieron al punto y el monstruo murió.

 

Por entonces estalló la cruel persecución de Diocleciano y Maximiano; el santo entonces comenzó a alentar a los que vacilaban en la fe, por lo que recibió crueles castigos y torturas, pero todo fue en vano.

El emperador mandó a decapitar al santo, sentencia que se llevó a cabo sin dificultad, pero cuando Diocleciano volvía del sitio de la ejecución fue consumido por un fuego bajado del cielo.

Esta versión popular de la vida del santo, induce a que en realidad San Jorge fue verdaderamente un mártir de Dióspolis (es decir Lida) de Palestina, probablemente anterior a la época de Constantino.

 

 

No se sabe exactamente como llegó a ser San Jorge patrón de Inglaterra. Ciertamente su nombre era ya conocido en las islas Británicas antes de la conquista de los normandos.

En todo caso, es muy probable que los cruzados especialmente Ricardo I hayan vuelto del oriente con una idea muy elevada sobre el poder de intercesión de San Jorge.

Consulta también San Jorge de Capadocia de Jesús Martí Ballester

 

 

Estamos llamados a dejarnos amar

Santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15. Sábado de la Octava de Pascua

 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia las obras de sus manos» (Salmo 19). Al ver tu mano en el mundo, al ver la belleza de un atardecer, al contemplar desde lo alto la majestuosidad de las montañas y al darme cuenta del gran misterio de Dios que se hace hombre y se queda en un trozo pan, tan frágil y al mismo tiempo tan grande, caigo de rodillas a tus pies y te alabo. ¡Qué grande ha sido tu amor para con el hombre! Señor, te pido que me des la gracia de estar aquí, delante de ti, con el respeto y la veneración que le debo a mi Dios y a mi Señor. Al mismo tiempo te pido que me ayudes a abrirte las puertas de mi corazón como se le abren a un amigo, es más, al mejor amigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.

Por último se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo entonces: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura».

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

¿Quién es digno de ser discípulo de Cristo y mensajero de la Buena Nueva? ¿Quién es el predilecto de Jesús? El consentido de Jesús y su mensajero es cada uno. Todos estamos llamados a dejarnos amar por Jesús, pues Él quiere tocar nuestra miseria y nuestra debilidad para que nos demos cuenta que para Él eso no es importante. No importa el pecado que podamos llevar con nosotros, no importan las tristezas que nos puedan abatir. Lo importante es dejar que Cristo las sane, pues es Él el médico que viene a demostrarnos que no hay nada imposible para Él.

En el Evangelio de hoy vemos algo que sin duda nos puede llenar de esperanza. A la primera persona a la que Jesús se aparece resucitado es a María Magdalena de la que había sacado siete demonios. Y es a ella a quien manda en primer lugar para anunciar su resurrección, para llevar su alegría y su testimonio a los que lloraban. Pero no le creyeron porque su tristeza era profunda y pensaban que no había salida, que todo había acabado. Y tuvo que venir otro mensajero y después otro, pero sólo hasta que Jesús se les apareció creyeron y su tristeza se convirtió en gozo.

 

 

¿Qué no dice a nosotros esto? Dos cosas. La primera es la necesidad de encontrarnos con Cristo, de dejar que entre en nuestros corazones y nos transforme porque sólo así podremos ser sus apóstoles y llevar la alegría al mundo de hoy, que tanto necesita de un mensaje de esperanza. La segunda cosa es que nosotros somos esos mensajeros que preparamos el camino, no somos los que convertimos a las personas o quienes damos alegría. Somos una chispa, en medio de la oscuridad, que prepara los corazones para el encuentro con Cristo. Somos los que dejamos desconcertados y demostramos que un cambio es posible, pero sólo Cristo, en el encuentro personal, es capaz de dar a los corazones lo que necesitan.

«Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos más oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los otros; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando contamos nuestra experiencia de fe a quien está buscando el sentido y la felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida, decimos: ¡Jesús ha resucitado! Lo decimos con todo el alma». (Homilía de S.S. Francisco, 7 de abril de 2015).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Jesús, voy a llevar en el rostro una sonrisa y me esforzaré por ser amable con los demás. Además aprovechare esta semana para acercarme al sacramento de la reconciliación para hacer la experiencia personal de tu amor que supera cualquier pecado.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

La misión de los cristianos

La misión cristiana es un don para compartir, educar y comunicar la fe para entonces proceder a evangelizar la Palabra de Dios.

 

 

Las misiones y los misioneros siempre han sido importantes en el cristianismo. Más aún, son la vanguardia y el referente primero de la evangelización. Al mismo tiempo, todos los cristianos tenemos una misión. Esto significa nuestro nombre, “cristiano”, que deriva de Cristo, el “ungido” por Dios para la salvación del mundo.

En nuestro tiempo se siguen manifestando los límites del hombre, a pesar de los enormes avances de la ciencia y de la tecnología en el mundo de la globalización. No es solo la muerte (el límite más claro y común), sino la persistencia del hambre y las enfermedades, de la ignorancia, de las injusticias, la imposibilidad de hacer todo lo que querríamos, por muy bueno que nos parezca. Nuestra mente, nuestro corazón, nuestra capacidad de trabajo y nuestro tiempo tienen sus límites. No somos Dios. Pero además no funcionamos como sería quizá de esperar.

Decía Sófocles que el hombre está panta poros aporon, abierto a todas las cosas, pero a la vez cerrado. En perspectiva cristiana observaba San Pablo: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7, 19). Estamos “heridos” en nuestra inteligencia, en nuestra voluntad y en nuestros deseos y actitudes. Y a esto habría que añadir la confusión y manipulación de que somos objeto continuamente. Todo ello nos hace lentos para percibir la verdad, el bien y la belleza. Y esto se muestra con frecuencia en la extraña ceguera para percibir las necesidades de los otros, incluso de los más cercanos. Y también para perdonar, como se puede ver en la película “El Cuarteto” (Quartet, D. Hoffman, 2012) (ver trailer).

En el momento actual cabe subrayar tres aspectos: la misión nos corresponde efectivamente a todos los cristianos, según nuestras condiciones y circunstancias en la Iglesia y en el mundo; la misión cristiana es un aspecto esencial de la educación en la fe; esta misión requiere hoy antes que nada del testimonio y de la misericordia.

La misión, o la evangelización, corresponde a todos los cristianos

1. Los cristianos hemos recibido la buena noticia (el Evangelio) de que Dios nos ama y el encargo o la misión de anunciarla al mundo. Cristiano significa ungido, como Cristo y en Cristo, para esa misión. Como ha señalado el Papa Francisco, se trata de “un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 20-X-2013).

 

 

Con esa buena noticia y la misión de anunciarla a todos, también tenemos los cristianos el impulso y la energía para hacerlo, saliendo de nosotros mismos e incluso, como nos insiste el Papa, yendo a las “periferias”, especialmente a aquellas que no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. “La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida” (ibid.).

Esta necesidad y su permanente actualidad la han percibido los santos de todos los tiempos. Por eso existen las “misiones”, que el Concilio Vaticano II quiso integrar en la gran y única misión cristiana, en este compromiso evangelizador que nos compromete a todos, porque “los ‘confines’ de la fe no solo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer” (ibid.).

Educar para la evangelización

 

 

2. Con otras palabras, “todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio” (ibid). Esta misión, la misión de los cristianos, no es simplemente un programa que habría que lograr a un plazo más o menos largo, sino también un horizonte que hemos de tener en todas nuestras actividades cotidianas, aquí y ahora. Con ello llegamos a un segundo punto. En la educación de la fe es esencial formar a los cristianos para su misión; para una misión que pueden y deben llevar a cabo ya desde niños, entre los parientes y los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo y los simples conocidos.

Ahora bien, la evangelización encuentra obstáculos fuera y dentro de la comunidad eclesial. “A veces –reconoce el Papa– el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles”. En otras ocasiones se piensa que evangelizar es violentar la libertad; más bien sucede que si se lleva a cabo con claridad y respeto, la evangelización es un servicio y un homenaje a la libertad humana (cf. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 80). En un ambiente como el nuestro, que destaca la violencia, la mentira y el error, es urgente que resuene esta buena noticia.

Evangelización, testimonio y misericordia

 

 

3. Tercero y último, la evangelización requiere ante todo el testimonio de vida. La evangelización no es una apelación a seguir o adherirse a una doctrina o unos intereses meramente humanos. Es una proposición a la razón y a la libertad de las personas. Se trata de ayudarlas a abrirse ante las necesidades materiales y espirituales de los otros, de modo que se muevan a la compasión y al amor efectivo, con hechos. Y esto solo puede proponerse con el testimonio (es decir, el ejemplo y la coherencia manifestados en la vida y en las palabras) y la misericordia.

En efecto, el Evangelio de Cristo es “anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación”. Hemos de ser capaces de anunciar “que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien”. En esto consiste la naturaleza misionera de la Iglesia, y, por tanto, la misión de los cristianos: es “testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor” (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 20-X-2013; cf. también su Discurso al Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, 14-X-2013).

 

«Toda guerra es anacrónica en este mundo»

El Papa al diario La Nación

 

 

“No puedo hacer nada que ponga en riesgo objetivos superiores, que son el fin de la guerra, una tregua o, al menos, un corredor humanitario. ¿De qué serviría que el Papa fuera a Kiev si la guerra continuara al día siguiente?”, es una de las respuestas que dio el Papa Francisco en la entrevista concedida al periódico argentino “La Nación”, y que fue publicado este jueves 21 de abril de 2022, en el cual trata sobre la dramática situación que se vive en Ucrania.

Toda guerra es anacrónica en este mundo

Una de las primeras cuestiones afrontadas en la entrevista con el periodista Joaquín Morales Solá, fue el de la guerra en Ucrania. Al respecto, el Papa Francisco señaló que, “toda guerra es anacrónica en este mundo y a esta altura de la civilización”. Además, aclaró que nunca nombra al Presidente Ruso ni a Rusia cuando habla de la guerra, porque “un Papa nunca nombra a un jefe de Estado ni mucho menos a un país, que es superior a su jefe de Estado”. Asimismo, reiteró que la Santa Sede está siempre dispuesta a mediar en todo conflicto, “siempre hay gestiones. El Vaticano no descansa nunca. Los detalles no se los puedo contar porque dejarían de ser gestiones diplomáticas. Pero los intentos no cesarán nunca.

 

 

Estoy dispuesto a hacer todo para frenar la guerra

Sobre su visita a la Embajada de Rusia ante la Santa Sede, el Pontífice señaló que fue sólo, que “fue una responsabilidad personal. Fue una decisión que tomé en una noche de vigilia pensando en Ucrania. Está claro para quien quiere verlo bien que estaba señalando al gobierno que puede poner fin a la guerra en el próximo instante. Para serle sincero, quisiera hacer algo para que no haya una sola muerte más en Ucrania. Ni una más. Y estoy dispuesto a hacer todo”.

Solidaridad con la población ucraniana

Asimismo, el Santo Padre explicó que ha realizado algunos gestos de solidaridad con la población ucraniana, “con sus muertos, con sus familias y con los que sufren la emigración”. Y sobre, la posibilidad de visitar Kiev, el Pontífice afirmó que, “no puedo hacer nada que ponga en riesgo objetivos superiores, que son el fin de la guerra, una tregua o, al menos, un corredor humanitario. ¿De qué serviría que el Papa fuera a Kiev si la guerra continuara al día siguiente?”.

 

 

Promoción del diálogo interreligioso

Otro de los temas tratados en la entrevista fue sobre la relación del Papa con el Patriarca Kirill, Patriarca de Moscú y de toda Rusia, con quien se reunió en La Habana, en febrero de 2016. El Santo Padre indicó que su relación es muy buena y lamentó que “el Vaticano haya tenido que levantar una segunda reunión con el Patriarca Kirill, que teníamos programada para junio en Jerusalén”. Además, el Papa Francisco recordó su compromiso y empeño en la promoción del diálogo interreligioso. “Cuando era Arzobispo de Buenos Aires junté en un fructífero diálogo a cristianos, judíos y musulmanes. Fue una de las iniciativas de las que me siento más orgulloso. Es la misma política que promuevo en el Vaticano. Como usted me escuchó muchas veces, para mí el acuerdo es superior al conflicto”.

 

 

María es la primera partícipe de todo el sacrificio

Sábado Santo. Tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor, que la sostienen en medio de la prueba.

 

 

Contemplemos el corazón de la Santísima Virgen -dolorido en la pasión, en las lamentaciones del profeta Jeremías. El profeta está refiriéndose a la destrucción de Jerusalén, pero en esta poesía, que es la lamentación, hay muchos textos que recogen el dolor de una madre, el dolor de María. Como dice el profeta: «Un Dios que rompe las vallas y entra en la ciudad».

Podría ser interesante el tomar este texto desde el capítulo II de las lamentaciones de Jeremías, e ir viendo cómo se va desarrollando este dolor en el corazón de la Santísima Virgen, porque puede surgir en nuestra alma una experiencia del dolor de María, por lo que Dios ha hecho en Ella, por lo que Dios ha realizado en Ella; pero puede darnos también una experiencia muy grande de cómo María enfrenta con fe este dolor tan grande que Dios produce en su corazón.

Un dolor que a Ella le viene al ver a su hijo en todo lo que había padecido; un dolor que le viene al ver la ingratitud de los discípulos que habían abandonado a su hijo; el dolor que tuvo que tener María al considerar la inocencia de su hijo; y sobre todo, el dolor que tendría que provenirle a la Santísima Virgen de su amor tan tierno por su hijo, herido por las humillaciones de los hombres.

María, el Sábado Santo en la noche y domingo en la madrugada, es una mujer que acaba de perder a su hijo. Todas las fibras de su ser están sacudidas por lo que ha visto en los días culminantes de la pasión. Cómo impedirle a María el sufrimiento y el llanto, si había pasado por una dramática experiencia llena de dignidad y de decoro, pero con el corazón quebrantado.

María -no lo olvidemos-, es madre; y en ella está presente la fuerza de la carne y de la sangre y el efecto noble y humano de una madre por su hijo. Este dolor, junto con el hecho de que María haya vivido todo lo que había vivido en la pasión de su hijo, muestra su compromiso de participación total en el sacrificio redentor de Cristo. María ha querido participar hasta el final en los sufrimientos de Jesús; no rechazó la espada que había anunciado Simeón, y aceptó con Cristo el designio misterioso de su Padre. Ella es la primera partícipe de todo sacrificio. María queda como modelo perfecto de todos aquellos que aceptaron asociarse sin reserva a la oblación redentora.

¿Qué pasaría por la mente de nuestra Señora este sábado en la noche y domingo en la madrugada? Todos los recuerdos se agolpan en la mente de María: Nazaret, Belén, Egipto, Nazaret de nuevo, Canaán, Jerusalén. Quizá en su corazón revive la muerte de José y la soledad del Hijo con la madre después de la muerte de su esposo…; el día en que Cristo se marchó a la vida pública…, la soledad durante los tres últimos años. Una soledad que, ahora, Sábado Santo, se hace más negra y pesada. Son todas las cosas que Ella ha conservado en su corazón. Y si conservaba en el corazón a su Hijo en el templo diciéndole: «¿Acaso no debo estar en las cosas de mi Padre?». ¡Qué habría en su corazón al contemplar a su Hijo diciendo: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, todo está consumado!»

 

¿Cómo estaría el corazón de María cuando ve que los pocos discípulos que quedan lo bajan de la cruz, lo envuelven en lienzos aromáticos, lo dejan en el sepulcro? Un corazón que se ve bañado e iluminado en estos momentos por la única luz que hay, que es la del Viernes Santo. Un corazón en el que el dolor y la fe se funden. Veamos todo este dolor del alma, todo este mar de fondo que tenía que haber necesariamente en Ella. Apenas hacía veinticuatro horas que había muerto su hijo. ¡Qué no sentiría la Santísima Virgen!

 

Junto con esta reflexión, penetremos en el gozo de María en la resurrección. Tratemos de ver a Cristo que entra en la habitación donde está la Santísima Virgen. El cariño que habría en los ojos de nuestro Señor, la alegría que habría en su alma, la ilusión de poderla decir a su madre: «Estoy vivo». El gozo de María podría ser el simple gozo de una madre que ve de nuevo a su hijo después de una tremenda angustia; pero la relación entre Cristo y María es mucho más sólida, porque es la relación del Redentor con la primera redimida, que ve triunfador al que es el sentido de su existencia.

Cristo, que llega junto a María, llena su alma del gozo que nace de ver cumplida la esperanza. ¡Cómo estaría el corazón de María con la fe iluminada y con la presencia de Cristo en su alma! Si la encarnación, siendo un grandísimo milagro, hizo que María entonase el Magníficat: «Mi alegría qué grande es cuando ensalza mi alma al Señor. Cuánto se alegra mi alma en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava, y desde ahora me dirán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí, su nombre es Santo». ¿Cuál sería el nuevo Magníficat de María al encontrarse con su hijo? ¿Cuál sería el canto que aparece por la alegría de ver que el Señor ha cumplido sus promesas, que sus enemigos no han podido con Él?

Y por qué no repetir con María, junto a Jesús resucitado, ese Magníficat con un nuevo sentido. Con el sentido ya no simplemente de una esperanza, sino de una promesa cumplida, de una realidad presente. Yo, que soy testigo de la escena, ¿qué debo experimentar?, ¿qué tiene que haber en mí? Debe brotar en mí, por lo tanto, sentimientos de alegría. Alegrarme con María, con una madre que se alegra porque su hijo ha vuelto. ¡Qué corazón tan duro, tan insensible sería el que no se alegrase por esto!

 

 

Tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor. Fe, esperanza y amor que la sostienen en medio de la prueba; fe, esperanza y amor que la hicieron llenarse de Dios. La Santísima Virgen María debe ser para el cristiano el modelo más acabado de la nueva criatura surgida del poder redentor de Cristo y el testimonio más elocuente de la novedad de vida aportada al mundo por la resurrección de Cristo.

Tratemos de vivir en nuestra vida la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, Madre amantísima de la Iglesia, que consiste especialmente en la imitación de sus virtudes, sobre todo de su fe, esperanza y caridad, de su obediencia, de su humildad y de su colaboración en el plan de Cristo.

 

 

¿Qué idioma hablaba Jesucristo?

Un reportaje exclusivo narrando las evoluciones del lenguaje y los idiomas que se hablaban en Palestina hace dos mil años

 

Quien peregrina a Tierra Santa usualmente se deja llevar por una triste ilusión: pensar que Nuestro Señor Jesucristo hablaba la misma lengua que las gentes que hoy ocupan los Santos Lugares. Es más, el error se extiende incluso a quienes – por motivos que desconozco y no puedo comprender – se empeñan en fundar sociedades católicas con nombres en hebreo.

Hoy en día, el hebreo es la lengua oficial del moderno estado de Israel. Con una sabia determinación, se ha impuesto esta lengua como una forma de unificar a los habitantes del territorio y formar la unidad nacional. Sin embargo, este espectáculo se diferencia mucho del que ofrecía a la vista del peregrino de hace dos mil años.

 

 

Diremos, para comenzar, que el hebreo vivo es una lengua moderna, nacida de los esfuerzos del publicista Ben Yehuda durante el siglo pasado, pensando en la creación del «Hogar» sionista que posteriormente se constituyó sobre una porción de Palestina. Ahora bien, esto NO significa que porque el hebreo no fuera usado por el Pueblo Elegido no sea una lengua antigua, considerada por los lingüistas dentro de las lenguas semíticas (1). Todas estas lenguas son parientes entre sí, como el francés lo es de las románicas, del italiano, español o rumano.

Quienes acompañaban a Abraham hablaban un dialecto semítico análogo al babilónico de la baja Mesopotamia. Los cananeos, en cambio, hablaban uno más preciso, mejor construido. Al regresar de Egipto, los hebreos «fijaron» su idioma adoptando construcciones del cananeo. Y así como en la Francia medieval existían los de ´oil´ y de ´oc´, los de Judea pronunciaban ´ch´ la ´s´ de los efraimitas. Por esto el cántico de la profetiza Débora está basado en un vocabulario tan particular. Y como el Libro Sagrado fue redactado casi exclusivamente en Judea, el hebreo judaico prevaleció sobre el resto.

 

 

El Rey-Profeta David y Salomón hablaban este hebreo. Y así fue hasta la deportación a Babilonia. Al regreso se produjo un lento declinar de esta lengua y fue suplantada por un dialecto local. Sin embargo los sabios y escritores de las Sagradas Escrituras utilizaban este hebreo como «lengua santa» al modo que los escolásticos y la Santa Iglesia utiliza el latín como lengua sagrada. El hebreo se convirtió, por tanto, en «lengua de santidad», leshon da kodesh, o «la lengua de los sabios». Los doctores de la Ley enseñaban en hebreo como nuestros teólogos enseñaban en latín. Las plegarias y rogatorios se pronunciaban en hebreo al modo de nuestro Pater o el Ave María.

Es notable ver que poco antes de la venida del Salvador, el hebreo conoció un resurgimiento. Se cree que en la comunidad de los esenios, amigos del Señor, se hablaba en hebreo. Nuestro Señor, según nos cuenta San Lucas, enseñaba en el Templo, «desenrollando el libro del profeta Isaías y leyendo». Por tanto para Sus prédicas a los doctores, utilizaba la lengua sacra. Pero en la vida corriente, se utilizaba otro idioma: el arameo. Para Sus prédicas populares, es creíble que el Divino Redentor no utilizase el hebreo sino el arameo para expresarse.

Ahora bien, el arameo no era una lengua corrompida como muchos progresistas «expertos» propagan sin empacho, incluso en libros o documentales de televisión. Ellos dicen que el arameo es una degradación de la lengua, un dialecto degenerado que habrían traído del exilio en Babilonia.

Pero el arameo es una lengua tan original como lo es el hebreo. Era la lengua que hablaban las tribus nómades que fundaban reinos efímeros a lo largo y ancho de la Fértil Medialuna, si lograr jamás unificarse. A causa de esto los israelitas les llamaban «allegados». Por razones poco comprendidas, esta lengua no se perdió cuando el esplendor político de los arameos decayó, sino que, por el contrario, ingresó a una prodigiosa expansión. En toda el Asia anterior, del mar de Irán, de las fuentes del Éufrates al golfo Pérsico, el arameo sustituyó todas las lenguas nativas.

Tan impresionante fue esto que los Reyes de los Reyes persas la adoptaron como lengua administrativa, lo que contribuyó aún más a imponerlo. Israel no fue ajeno a esta dominación.
Aprecie el lector la magnitud del cambio: en el siglo VIII A.C. solamente los grandes hablaban arameo y el pueblo hablaba hebreo; en tiempos del Señor, el pueblo hablaba masivamente el arameo y sólo los grandes hablaban hebreo.

El arameo era una lengua más civilizada que el hebreo, mucho mas flexible, más apta para expresar los matices y circunstancias de un relato o las evoluciones del pensamiento. Además contaba con muchísimas sutilezas: los galileos no pronunciaban como la gente del Jerusalén. Recuerde el lector que la noche dolorosa del Jueves Santo, San Pedro es reconocido como galileo por una criada.

Los evangelios están poblados de numerosos vocablos arameos, utilizados incluso por el propio señor: Abba, haceldama, Gabbata, Gólgota, Mamonas, Mestriah, Pascha y hasta frases enteras como el mandamiento «thalita qumi», que Cristo da a la hija muerta de Jairo. O el célebre «Eloi, Eloi, lamma sabachtani», de la suprema angustia.

Por muestra tenemos que en ciertas partes del libro de Esdras y de Jeremías, los de Daniel y San Mateo se empleó el arameo en la primera redacción, antes de su traducción al griego.

La literatura talmúdica se sirve de las Targum (targumin), que son «traducciones» al arameo del original hebreo. En la época de Nuestro Señor en cada sinagoga habían un «targoman» o traductor al arameo de las enseñanzas y preceptos divinos, que explicaba y traducía al arameo los textos para quienes no sabían o no dominaban el hebreo.

Hoy en día subsiste el arameo oriental, o más bien «arameos» en la zona de Mesopotamia. Al sur de Damasco, en Maamula (Mamula) se habla el arameo occidental y gracias a esta preservación se ha podido transcribir el Pater en arameo.

Pero, ¿esto quiere decir que el hebreo y el arameo eran las dos únicas lenguas que se hablaban en la época del Redentor? Los relatos evangélicos nos cuentan que Pilatos ordenó clavar un letrero sobre la Cruz que estaba escrito en tres idiomas: hebreo, griego y latín.

 

 

El latín era la lengua de los invasores y tenía muy poco uso, pero era el idioma oficial del Imperio y se utilizaba para todas las comunicaciones oficiales. Flavio Josefo concuerda con esto y añade que todas las comunicaciones y decretos se acompañaban de una traducción en griego.
El griego estaba muy difundido en el Cercano Oriente y en todo el Imperio. Los rabinos levantaban una lucha cultural contra el invasor que imponía costumbres paganas: «Quien enseña griego a su hijo – decían – es maldito al igual que el que come puerco». Pero esto no impedía que sus grandes sabios, como Gamaliel, lo conocieran perfectamente. El Libro de Hechos narra cómo, por darle el gusto a la población de Jerusalén tras su detención, San Pablo habla en arameo y no en griego, ya que el griego era la lengua de la gente culta, distinguida, de los ricos, la lengua de herodes y la lengua internacional de los negocios.

Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, casi todas las Epístolas y el Apocalipsis, fueron escritos en lengua griega, o la menos traducidos inmediatamente a ésta.

¿Hablaba griego el Mesías Esperado? En ninguno de los discursos que registran los Evangelios le escuchamos pronunciar una sola cita griega, ni siquiera una alusión, como sí lo hace San Pablo. Pero cuando es interrogado por Poncio Pilato no se sirve de ningún traductor. Y Pilatos no se tomaba la molestia de estudiar la lengua de los sometidos y esclavos. ¿Que tipo de griego se hablaba en Palestina? El que a partir de Alejandría se había impuesto a los idiomas locales: ático, jonio, dorio, eolio y se difundió en el mundo helenístico no sin sufrir deformaciones.

El griego de la Koiné se había simplificado, suprimiéndole palabras difíciles y se dejaron de lado las particularidades de las declinaciones y conjugaciones: utilizaba las construcciones analíticas con preposiciones de preferencia a las formas del griego clásico, pero ante todo había adoptado muchas palabras latinas y formas sonoras orientales. Definitivamente no era el griego de Platón, pero era cómodo y muy bien adaptado para el papel internacional que habría de desempeñar.

Esta pequeñísima introducción nos permite abrir una nueva visión del mundo que contemplaron los Divinos Ojos del Creador.

Este mundo que le recibió y no le acogió fue perfeccionándose gradualmente y depurando, gracias a las saludables influencias de la Santa Iglesia, todos los resabios de paganismo y maldad que eran costumbres incuestionadas por los hombres de aquella época. Sirva decir que fue gracias a la Iglesia y no a las bravatas masónicas de la ilustración, sino mas de diecisiete siglos antes, que se comenzó a luchar por el fin de la esclavitud y que fue la Iglesia quien consiguió abolir esa práctica infame. Sólo con el Renacimiento de los errores antiguos, hacia el fin de la Edad Media, resurge el esclavismo de manos de personas, consagradas al culto del dinero y del poder. Fue la Iglesia, recordémoslo siempre, quien creó el concepto de persona y dignidad, y no es ésta una invención moderna.

Comencemos, pues, a amar y estudiar más nuestra historia para desterrar las idear perversas que nos introducen las creaciones literarias y hollywoodenses sobre nuestro pasado y en particular del contexto histórico y de la Sagrada Persona de Nuestro Señor Jesucristo.

Hoy en día, en que se quiere hacer creer y sentir que la Iglesia erró por dos mil años y que, por tanto, debe volver a sus primeros tiempos, es momento oportuno para recordar, divulgar y defender.

 

 

Y tu… ¿Qué haces ahí mirando al cielo?

¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para meditar y anunciemos lo que hemos vivido con Cristo resucitado.

 

Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir. (Hechos de los Apóstoles 1, 11)

A estos hombres que veían como el Maestro, el amigo Jesús, el resucitado de entre los muertos, el que había pasado cuarenta días con ellos después de haberlo visto morir en la cruz un día viernes, hablando y comiendo con ellos… se iba, como ya les había dicho, terminada su misión a volver con el Padre… pero también que un día volvería…

Acababan de recibir una llamada de atención. Ya no podían «quedarse mirando al cielo»

Había que dejar la contemplación, el estar ensimismados, absortos, pensativos y ponerse alertas, decididos, enérgicos, firmes, valientes e intrépidos. Así fue como comenzó todo.

¿No será eso mismo lo que Dios nos está pidiendo aquí y ahora, en este momento de nuestras vidas, con las circunstancias en que la vida nos ha colocado a cada quién ?

Quizá enfermos, quizá con una reciente pérdida, esa, que tanto nos duele, con un serio problema económico que nos quita el sueño, o tal vez porque somos muy jóvenes y tenemos ansias de conquistar el mundo o porque estamos cansados, decaídos, tristes, porque sentimos que los años ya nos pesan y tal vez porque estamos felices y tenemos la alegría de vivir…

Cada quién con su momento diferente pero todos con la misma misión.

¡Hoy, en la oficina, en el taller, en el hogar, en la escuela, en la universidad, en el nuevo empleo, con los amigos, en las reuniones familiares o sociales, en tantos lugares donde la vida nos pone, podemos cumplir con esta misión que Jesús nos pidió al final de su paso por la tierra.

También nos habló del Espíritu Santo: «pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra».

Y vuelve a decir en el Evangelio: Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolos a cumplir todo cuánto yo les he dicho; y sepan que YO ESTARÉ CON USTEDES TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO (Mt 28, 16-20)

 

 

Hay Sacramentos y ritos expresamente para los sacerdotes y religiosos pero la firmeza en la vocación cristiana, la audacia en la confesión de la fe y la enseñanza del amor a Dios y el seguir los pasos de Aquel que nos vino a decir: Yo soy la Luz , yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” sabemos nos toca a todos y cada uno de nosotros.

¿Qué más queremos oír? Vámonos dando un tiempo para pensar, para meditar, en el torbellino y ruidoso mundo en que vivimos para hacer conciencia de que ESO y solo ESO es nuestra misión, mientras caminamos hacia la Casa del Padre.

Hace falta nuestro «granito de arena» para que al final podamos decir:

¡Misión cumplida, Señor!

 

 

San Jorge: El verdadero y las leyendas

Posiblemente un soldado mártir en Palestina

 

 

San Jorge es un hombre que murió por su fe cristiana como mártir en Dióspolis o Lidda, en Palestina, la actual ciudad de Lod, en Israel, a 16 kilómetros al sur de Tel Aviv, en la costa. Poco más sabemos con rigor histórico de este mártir tan venerado por todas las Iglesias en Oriente y Occidente especialmente desde el siglo IV.

Fue entonces cuando parece que se originó su leyenda: Jorge era hijo de Geroncio, un oficial del ejército romano, y Policromía, quien educó a su hijo en la fe cristiana. Cuando murió su padre se trasladó a la ciudad natal de su madre, Lidda.

Un soldado con conciencia. Poco después de cumplir la mayoría de edad, Jorge entró en el ejército. Fue un brillante soldado y antes de los 30 años ya fue destinado a Nicomedia como guardia personal de Diocleciano.

En el año 303, este emperador emitió un edicto que autorizaba perseguir a los cristianos en todo el imperio. Jorge recibió órdenes de participar.

Entonces confesó que él también era cristiano y Diocleciano ordenó que le torturaran para que renunciara a su fe cristiana.

No lo logró, así que se ordenó su ejecución. Fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia el 23 de abril de 303.

Princesas y dragones

En otra de las leyendas sobre su figura aparece el famoso dragón, un monstruo que se comía dos ovejas diarias. Cuando ya no quedaba ganado, se sacrificaban doncellas.

San Jorge logró matar a la bestia con su lanza y liberar a la princesa antes de ser devorada por ella.

Es patrón de Inglaterra, Portugal, Bulgaria, Etiopía y Georgia, y en España de las comunidades autónomas de Cataluña y Aragón, así como de varias poblaciones.