Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
Hoy Jesús vino a la puerta bajo la apariencia de un joven pobre. Un joven macilento, en harapos, descalzo y con la cabeza descubierta, estaba pasmado de frío porque hacia un día lluvioso y frío. Pidió algo de comer caliente. Pero cuando fui a la cocina no encontré nada para los pobres; sin embargo tras buscar un rato encontré un poco de sopa que calenté y puse un poco de pan desmigajado. Se lo di al pobre que lo comió. En el momento en que le retiraba el vaso, me hizo saber que era el Señor del cielo y de la tierra. En cuanto lo vi tal como es, desapareció de mis ojos. Cuando entré en la casa pensando en lo que había sucedido en la puerta, oí estas palabras en el alma: Hija Mía, han llegado a Mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta misericordia tuya dentro de los límites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia.
Reflexión: Reconocer a Cristo en los enfermos
Hoy Jesús, vino a la puerta, bajo la apariencia de un joven pobre, estaba pasmado de frío. Pidió algo de comer caliente. Oí estas palabras en mi alma: Hija mía han llegado a mis oídos, las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta, me bendicen.
Al ponerse el sol, “Todos los que tenían enfermos de cualquier mal se los traían y Él poniendo las manos sobre cada uno, los curaba”. Jesús se fija en cada uno de los enfermos, de manera especial en la persona que sufre, es muy importante para Él, porque su corazón es compasivo y misericordioso. Porque pasó haciendo el bien. Curaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos. Era sensible a todo sufrimiento del cuerpo y del alma.
Hermanos, nosotros debemos aprender de Él a tratar y amar a los enfermos. En el trato con los que padecen y sufren se hacen realidad las palabras del Señor. “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, por mí lo hicisteis”. La enfermedad llevada por amor de Dios es un medio de santificación, de apostolado, es un modo excelente de participar en la cruz redentora del Señor. El dolor que tantas veces acompaña la vida del hombre puede ser un medio de que Dios se vale para purificar las culpas e imperfecciones, para fortalecer las virtudes. En la enfermedad debemos estar cerca de Cristo.
Visitar al enfermo, es visitar a Cristo, servir al que sufre, es servir al mismo Cristo. Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón. Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos, especialmente en los pobres.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda el amor a los enfermos a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.