LUCAS 22, 14-23. 56 (O LUCAS 23, 1-49)
Amigos, ¡qué oscuras son las lecturas del Domingo de Ramos! Leemos la narración de la Pasión en el Evangelio de Lucas, dejando de lado las buenas nuevas de la Resurrección. Llegar al fondo de este énfasis en el sufrimiento, descifrar su significado religioso, es descubrir el sentido teológico de este día.
¿Recuerdas la primera vez que la vida realmente te golpeó? Puede haber sido un fracaso extraordinario; puede haber sido la primera vez que te enfrentaste con violencia u odio real; puede haber sido una gran decepción; puede haber sido la muerte de alguien que amabas. Estos conflictos, estos problemas, nos afectan a todos.
El enfoque bíblico es claro: Dios prepara una operación de rescate —la formación de un pueblo sagrado, Israel, que seguiría sus mandamientos, lo adoraría adecuadamente y, por ello, se convertiría en un imán para todo el mundo. Ellos enseñarían y mostrarían la salida del dilema.
Formaría un pueblo listo para recibirlo; y Dios llevaría a cabo, gradualmente, la unidad entre divinidad y humanidad; y cierto día aparecería un siervo de Yahweh, alguien despreciado y maltratado por los hombres. Y esta misteriosa figura resolvería el problema al quitar los pecados del mundo, cargándolos a través de su propio sufrimiento.
Entra Jesús en la ciudad, sobre un asno:
Rechazando todo triunfalismo, rechazando imponerse, o aprovecharse de tantos que le apoyan y aclaman
Rechazando cualquier tipo de violencia, llega «en son de paz»
Rechazando las expectativas de la gente, que aguardan un Mesías Libertador.
Dios no llega como quisiéramos, como nos gustaría que llegara…
No es un político populista, que se aproveche del desencanto de las gentes.
Por eso, este asno que ha elegido Jesús ciertamente nos estorba ya que nos obliga a renunciar a nuestros sueños de grandeza, de triunfo,de ser muchos y con influencia para alcanzar nuestros nobles objetivos…
Y en cambio, optar por el trabajo sencillo, humilde y tenaz, entre gente sin poder…
Optar por la Palabra que construye, por la cercanía a los que sufren, por sanar,por la transformación de los corazones, por integrar a los descartados, … aunque esto sea fatigoso y de lentos resultados;nos obliga a bajar la guardia, renunciando a nuestras armas y escudos,para acogerle con paz, con nuestros mantos, con nuestros cantos, con nuestras gritos de esperanza,reconociendo que necesitamos la presencia de Dios entre nosotros,
y atentos cuando se presente de manera tan desconcertante, acogiéndolo y aclamándole con la alegría de los niños.
Pero siempre corremos el peligro de que el espectáculo exterior, las aclamaciones, la procesión, los cantos, las liturgias…. tengan poco que ver con lo que «pasa» por dentro. Toda aquella gente que ha acudido a la procesión con sus palabras y ramos de olivo, que le recibe, le aclama, le aplaude… ¿dónde está los días siguientes? ¿De qué modo han sintonizado con él, se han identificado con él, se han puestos a su disposición? Según terminaron con su desfile, se marcharon a casa como si no hubiera pasado nada. Decían que estaban con el Mesías, que confiaban en él… pero no se han quedado con él. Por dentro no parece que haya cambiado nada. Como si lo esperaran todo de Dios… pero sin poner nada de su parte.
Por eso, la lectura de la Pasión (según San Lucas) y la Primera Lectura nos ponen sobre aviso.
Este hombre que se despojó de su grandeza, que se presentó (se presenta) como un esclavo, que soporta escupitajos, latigazos, insultos y desprecios, que quedó sin túnica, HOMBRE DESNUDO, sin títulos, sin multitudes alrededor, nos deja a nosotros al desnudo, con nuestra verdad al aire.
Cuando él realmente se presenta como es —y no es fácil reconocerlo— habrá quienes:
– Como la gente, podremos cruzarnos de brazos y marcharnos a nuestras cosas y cambiar de opinión en un sólo día, del «hijo de David» al «crucíficalo».
– Como los sumos sacerdotes, podremos acusarle de muchas cosas:
+ de descolocar nuestras ideas y expectativas sobre Dios
+ de poner en evidencia hipocresía de nuestra religiosidad y culto
+ de protestar y quejarnos porque no resuelve nuestros problemas: ¿Dónde estás cuando estalla una guerra que no queremos? ¿Dónde estás cuando la enfermedad agarra a los nuestros? ¿dónde estás cuando no sabemos qué elegir en nuestra vida? ¿Por qué nos haces sentir mal cuando nuestros estilos, planes, y opciones… no están de acuerdo, no se parecen a los tuyos?
– Como Pilatos, tendríamos muchísimas preguntas que hacerle, pero ningún interés por sus respuestas, si pretendemos defender nuestros «tronos», si suponen reconocer que tenemos otros señores a los que servimos, si podríamos « perder » algo… si preferimos lavarnos las manos en vez de mojarnos por defender la justicia y la verdad.
– Como Simón de Cirene, se muestren dispuestos a ayudarle con sus cruces, aunque la iniciativa no haya sido nuestra, y a lo mejor lo hagamos con desgana
– Como Pedro, puede ser puesto a prueba nuestro testimonio público y hacer que se tambaleen nuestra autosuficiencia y chulería.
– Podemos burlarnos de él: ¿Quién necesita un rey como ése? Demuéstranos quién eres, cuál es tu poder, danos buenas razones para ponernos de tu parte frente a los tiranos de siempre.
– Podemos también permanecer orando con él en la noche de la fe (orad para no caer en la tentación), o quedarnos dormidos primero, y salir huyendo después.
– Podemos aceptar su Pan y su Copa, permitir que nos lave los pies… o negarnos, venderle, marcharnos
En fin, ya se irá viendo dónde y cómo se coloca cada uno en la celebración de esta Semana Santa. Porque el Evangelio es Palabra Viva hoy, no es un simple «recuerdo» de lo que ocurrió entonces… sino de lo que hoy sigue ocurriendo entre nosotros. La historia se repite y cada cual elegiremos uno o más «papeles» para asistir a la Pasión del Cristo de HOY.
Un Rey que, con su palabra, con su ejemplo y con su vida inmolada en la Cruz, nos ha salvado de la muerte, e indica —este rey— el camino al hombre perdido, da luz nueva a nuestra existencia marcada por la duda, por el miedo y por la prueba de cada día. Pero no debemos olvidar que el reino de Jesús no es de este mundo. Él dará un sentido nuevo a nuestra vida, en ocasiones sometida a dura prueba también por nuestros errores y nuestros pecados, solamente con la condición de que nosotros no sigamos las lógicas del mundo y de sus «reyes». (Angelus, 25 de noviembre de 2018).
El ramo y la cruz
Meditación al Evangelio 10 de abril de 2022
Para San Lucas todo gira en torno a una subida a Jerusalén donde se manifestará el triunfo, la pasión y la resurrección. Así coloca una única entrada en Jerusalén, llena de alegría, de simbolismos y de júbilo. Cada palabra tiene una intención y una fuerte carga simbólica, desde el burrito que nadie ha montado, hasta las alabanzas bíblicas y la oposición de los fariseos. Jerusalén “recibe a su rey que viene montado en burrito, hijo de asna” como lo predijo el profeta. Él es el rey que rompe los arcos de guerra, el rey de la paz y de la sencillez, un rey que los pobres aclaman con espontaneidad, al que se acercan y en el que ven cumplidas todas sus esperanzas. Jesús reivindica un derecho regio retomando las promesas del Antiguo Testamento pero al mismo tiempo excluye las falsas esperanzas de un mesianismo militar y una paz sostenida con las armas y el poder. Jesús no se apoya en la violencia, no emprende una insurrección contra Roma. Su poder es de carácter diferente, reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, y en la pobreza y pequeñez de sus seguidores. Los mantos, los cantos, los ramos, son signos evidentes de una realeza. Las palabras, “¨Paz en el cielo y gloria en las alturas”, retoman el anuncio de los ángeles cuando llegaba el salvador a la tierra. Todo parece una alabanza jubilosa en el momento de aquella entrada, se siente la esperanza de que la hora del Mesías ya hubiera llegado, al mismo tiempo parece una procesión y súplica de que sea instaurado el reinado de Dios sobre el pueblo de Israel. Todos parecen tan comprometidos: los apóstoles, las masas que se entregan fervorosas, los cánticos y hasta los indiferentes que se unen al homenaje.
¿Un triunfo de Jesús? ¡Qué difícil decir que es un triunfo! Ciertamente es una manifestación de un rey, pero muy distinto a los otros reyes… y cuando comienzan los problemas, comienzan las dudas, las deserciones, las negaciones y se inicia la debacle. Domingo de Ramos nos presenta en unos cuantos minutos lo que sucede en la vida real de los cristianos y seguidores de Jesús: del encanto y la sublime alabanza se pasa a los vituperios de la pasión, a los insultos y agravios, a los golpes y agresiones, a la condena y a la muerte. ¿Hemos entendido la realeza de Jesús? ¿No nos pareceremos un poco, o un mucho, no solamente a la turba que parece cambiar constantemente de parecer, sino a aquellos íntimos, a los más cercanos, que también caen en la alabanza fácil para después emprender la huída vergonzante? La multitud, entendemos, cambia rápidamente de pensamiento y de corazón, siguiendo el correr de los vientos, pero ¿los discípulos? ¿Los más cercanos? ¿Los que tienen autoridad? ¿Hemos divorciado el ramo, de la cruz y el triunfo, del fracaso?
Contradicción: los discípulos que tanto gritaban y vitoreaban después no son capaces de velar una hora con el mismo Maestro, se dispersan ante las dificultades y lo dejan solo en su agonía. Nosotros ensalzamos y vitoreamos al Señor Jesús, pero después no somos consecuentes en la construcción del Reino, queremos una religión a nuestro modo que no nos exija ni vaya en contra de nuestros gustos y ambiciones. Nos falta coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Nos escandalizamos de Judas porque con un beso traiciona al Maestro y lo vende por unas monedas y buscamos entre la oscuridad la razón de su traición… pero después también nosotros traicionamos al Maestro en cada uno “de estos pequeños”, cuando nos interesan más nuestras ganancias, la moneda fácil, el negocio corrupto o la ideología intransigente.
Somos débiles como Pilato que aunque “no ha encontrado ningún delito” se atreve a darle un escarnio y después de exhibirlo como más repugnante que Barrabás, autoriza que lo crucifiquen ante la gritería de un populacho manipulado. Somos débiles porque no somos capaces de luchar contra la injusticia y la corrupción que condena al inocente y al desamparado; que tememos los gritos e insultos de una masa manipulable que se rinde ante el poder del dinero y de la poderosa globalización, que condena a muerte a inocentes víctimas, y da libertad a grandes estafadores y criminales. Nosotros nos lavamos las manos y acusamos a los demás, pero somos débiles para defender al Jesús víctima inocente que cae entre las ruedas de la gran maquinaria del poder. Como Pedro fanfarroneamos diciendo que no actuaremos igual, seremos fieles y lo seguiremos a donde quiera que vaya, pero después temblamos de miedo ante el reto de seguir sus caminos, vivir su doctrina y tomar su cruz. También nosotros temblando decimos: “No lo conozco, no sé de qué me hablas, no soy su seguidor”. Tanto miedo nos da la cruz, tanto miedo nos da el dolor y la entrega generosa.
Domingo de ramos nos presenta el gran reto de ser coherentes. Decirle a Jesús un “Bendito el que viene” y sostenerlo con nuestra vida. Seguir sus pasos, uno a uno, con nuestra cruz. Contemplar su entrega a plenitud y junto con el oficial romano exclamar: “Verdaderamente éste es el Hijo de Dios”. ¡Qué ironía! ¡Uno de los extranjeros es el que lo reconoce! ¿Cuál es nuestra actitud esta Semana Santa y en nuestra vida cotidiana? Al mirar a Jesús hoy renovemos nuestro esfuerzo por aprender a pensar, sentir, amar y vivir como Jesús y hacerlo con coherencia. Esto es lo que debería de estar en el corazón de todo creyente. Sus dificultades ha de tener al iniciarse con la celebración de una entrada triunfal muy especial, para después, y a partir de la proclamación del evangelio de este día, manifestarse en la entrega plena, dolorosa, de amor y compasión por todos los hombres. Semana Santa es la manifestación de la misericordia de Jesús. Su donación, su cruz, muerte y resurrección, serán el grito que clama por la vida en una cultura de muerte, corrupción y mentira. Hoy acompañemos a Jesús con gritos de alegría y hosannas, pero durante toda la semana acompañémoslo en su pasión, muerte y resurrección. Somos sus discípulos ¡Vivamos esta semana con Jesús!
Dios, lleno de amor y de bondad, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su pasión, para participar con Él de su gloriosa resurrección. Amén
Estar cerca de Jesús
Santo Evangelio según san Lucas 22, 14-23. 56. Domingo de Ramos
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te entrego este momento de mi vida e inspira en mi alma las actitudes correctas para entrar en el misterio de tu pascua con la mejor disposición.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-23. 56
He deseado celebrar esta Pascua con ustedes antes de padecer
Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.
Hagan esto en memoria mía
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!
Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!” Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Ya estoy en medio de ustedes como el que sirve
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: “Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel”
Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos
Luego añadió: “Simón, Simón. mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”. Él le contestó: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte”. Jesús le replicó: Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.
Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito
Después les dijo a todos ellos: “Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?” Ellos contestaron: “Nada”. Él añadió: “Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”. Ellos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Él les contestó: “ Basta ya!”.
Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”.
Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: “ ¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”.
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”.
Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: “Señor, ¿los atacamos con la espada?” Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: “ ¡Dejen! ¡Basta!” Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido.
Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas”
Pedro salió de ahí y se soltó a llorar
Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: “Éste también estaba con él”. Pero él lo negó diciendo: “No lo conozco, mujer”. Poco después lo vio otro y le dijo: “Tú también eres uno de ellos”. Pedro replicó: “ No lo soy!” Y como después de una hora, otro insistió: “Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”. Pedro contestó: “¡Hombre no sé de qué hablas!” Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Adivina quién te ha pegado
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: “ ¿Adivina quién te ha pegado?” Y proferían contra él muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante el sanedrín
Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: “Si tú eres el Mesías, dínoslo”. El les contestó: “Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso”. Dijeron todos: “Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?” El les contestó: “Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy”. Entonces ellos dijeron: “ necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”.
Pilato preguntó a Jesús: “ ¿Eres tú el rey de los judíos?” Él le contesto: “Tú lo has dicho». Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: “Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”. Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: “Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: “ Mata a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!” A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: “Crucifícalo, crucifícalo!” Él les dijo por tercera vez:
“¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”. Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ‘ Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’. y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?”.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado ‘La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: “Padre. perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
Éste es el rey de los judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Éste es el rey de los judíos”.
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “ ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo”. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro
Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro, excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Domingo de Ramos, que comienza la Semana Santa, está marcado simultáneamente por la entrada de Jesús en Jerusalén y la narración de su pasión y muerte. La liturgia, uniendo estos dos acontecimientos temporalmente distintos en una sola celebración, parece querer eliminar de nuestras mentes cualquier malentendido sobre el triunfo de Jesús: Él, es cierto, entra en Jerusalén acogido como un rey por una muchedumbre que lo aclama; pero inmediatamente añade, con la narración de la pasión, que es un rey diferente de los reyes de este mundo: reina desde un trono que no es como el de los palacios de reyes; no gana con ejércitos o pactos, ni se afirma a sí mismo con un grupo de presión grande y fuerte de su grupo.
Jesús mismo aclara este malentendido que surgió entre los discípulos en la misma tarde del Jueves Santo. Volviéndose sobre sí mismos, y por lo tanto insensibles al drama que Jesús estaba experimentando, comenzaron a discutir quién de ellos era el más grande. Jesús les dijo con infinita paciencia: «Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor.» (Lc 22, 25-26). No eran sólo palabras de conveniencia; unas pocas horas fueron suficientes y Jesús llevó estas declaraciones a sus consecuencias extremas en su carne.
Por otra parte, la historia de la Pasión parece muy lineal: hubo un buen hombre que habló del Evangelio, tanto en la pobre e infame Galilea como en la capital Jerusalén; y muchos se apresuraron a escucharle. En un momento dado, los poderosos decidieron que había hablado demasiado y que muchos le estaban escuchando; entonces tomaron la decisión de silenciarle; encontraron a un amigo suyo que les señaló el lugar a donde solía ir: un jardín a las puertas de Jerusalén. Esa noche se quedó allí con los suyos, lo aprendieron y lo llevaron ante las más grandes autoridades: Pilato, el representante del mayor imperio del mundo, y Herodes, el astuto rey y líder religioso. Pero ambos no querían asumir ninguna responsabilidad por ese hombre. La multitud, que sólo había gritado «hosanna» cinco días antes, empezó a gritar «crucifícalo, crucifícalo», y Pilato no supo evitarlo. Ese hombre, después de haber sido vestido, satíricamente, con la ropa del rey, fue torturado, abofeteado, coronado de espinas; luego fue conducido fuera de la ciudad (incluso para nacer tuvo que encontrar un establo fuera de Belén) hacia una pequeña colina, llamada Gólgota, y fue clavado en una cruz, con dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
En esa cruz, ese buen hombre murió. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret. No hace falta mucho para decir que esa muerte fue injusta. La muerte como pena, después de todo, nunca está bien, incluso después de los peores crímenes; pero es realmente fácil decir que la muerte de ese hombre fue verdaderamente injusta. Los que escuchan la historia de esta muerte, con un poco de corazón, están conmovidos y apenados: ese buen hombre tuvo que sufrir tanto y morir en la cruz, sólo porque habló del Evangelio y dijo que era el Hijo de Dios.
Al final de la lectura de la Passio, cada uno de nosotros se siente afligido y arrepentido y se siente tentado a decir: «Yo no lo habría hecho», o a justificarse: «No soy Pilato, no soy Herodes, ni siquiera Judas…»; además, se puede confesar la propia impotencia ante la cobardía de Pilato y la crueldad de los sumos sacerdotes. Pero también está Pedro; no es el peor de los discípulos; de hecho, si no es el mejor, es sin duda el más importante, al que Jesús confió la mayor responsabilidad. Pedro tiene una gran idea de sí mismo, es orgulloso, incluso susceptible. Se ofende cuando Jesús le dice que lo traicionará: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte», responde. Sin embargo, una mujer es suficiente para derribar todo. Fue el encuentro con la mirada de Jesús lo que liberó a Pedro: «El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho» (Lc 22, 62).
Los cristianos, nosotros, no somos héroes; somos como todos los demás; pero si nuestros ojos cruzan los ojos de ese hombre que va a morir, nosotros también recordaremos las palabras del Señor y seremos liberados de nuestros temores. Es la gracia de esta semana; poder estar cerca de aquel hombre que sufre y muere para poder cruzar su mirada.
«Han cambiado: esa semilla sembrada por el diablo ha empezado a crecer. Se levantaron, lo echaron, entraron en esta actitud de manada: no eran personas, eran un grupo de perros salvajes que lo echaron fuera de la ciudad. No razonaban. Jesús callaba. Lo llevaron al borde de la montaña para tirarlo. “Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó”. La dignidad de Jesús: con su silencio vence esa multitud salvaje y se va. Porque no había llegado todavía la hora. Lo mismo sucederá el Viernes Santo: la gente que el Domingo de Ramos había hecho fiesta por Jesús y le había dicho “Bendito Tú, Hijo de David”, decía “crucifícalo”: habían cambiado. El diablo había sembrado la mentira en el corazón, y Jesús guardaba silencio. Esto nos enseña que cuando está esta forma de actuar, de no querer ver la verdad, queda el silencio. El silencio que vence, pero a través de la cruz. El silencio de Jesús».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Entrar a la Semana Santa con una actitud humilde y con profundo arrepentimiento de mis culpas, para poder encontrarme con Cristo sufriente y triunfante.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El significado de las Palmas benditas
¿Qué significado tienen las palmas benditas del Domingo de Ramos?
1º. ¿Qué significado teológico y espiritual tiene la celebración del Domingo de Ramos?
Para comprender el significado de la liturgia del Domingo de Ramos no podemos perder de vista el hecho de que se trata, ante todo, de un domingo. Y como todos los domingos, lo primordial en él es la celebración de la Resurrección del Señor; es decir, de la victoria de Cristo sobre la muerte, la garantía de nuestra propia resurrección.
La estructura de la celebración del Domingo de Ramos corresponde, sustancialmente a la de cualquier celebración de la Eucaristía dominical:
– Unos ritos iniciales.
– Una liturgia de la Palabra.
– La liturgia de la Eucaristía.
No obstante, el Domingo de Ramos presenta una peculiaridad que le distingue de otros domingos:
– La proclamación de la Pasión del Señor, como elemento más relevante de la liturgia de la Palabra.
– Y la procesión de los ramos, como elemento más destacado de los ritos iniciales.
Veamos con detalle cada uno de ellos:
PRIMERO: LA LECTURA DE LA PASIÓN DEL SEÑOR:
o La liturgia de la Palabra del Domingo de Ramos nos trae cada año, como elemento principal, la lectura del relato de la Pasión de uno de los Evangelios sinópticos.
o La lectura del relato de la Pasión nos recuerda que la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte se ha conseguido a través de su entrega amorosa hasta dar la vida. Se trata de una entrega que es fruto del amor, y que le ha hecho capaz de aceptar voluntariamente el riesgo, el sufrimiento y la misma muerte.
o La muerte de Jesús no es un imprevisto. Es el resultado de un modo de vida libremente asumido. Es fruto de su amor al Padre y de su entrega al servicio del Evangelio de la salvación. La muerte de Jesús es la muerte de un mártir, del Rey de los Mártires.
Precisamente por eso, el color litúrgico morado, propio de la Cuaresma, se trueca este día por el rojo, como en las fiestas de los mártires, para recordarnos que la sangre del mártir Jesús se derrama por nuestra salvación.
o La Iglesia cuida con mimo y solemnidad la lectura del Evangelio de la Pasión. Donde es posible, se proclama por tres lectores (un cronista, uno que presta voz a los diversos personajes que intervienen y otro que presta su voz al Señor, y que suele reservarse al sacerdote que preside). También se intercalan aclamaciones cantadas por el pueblo.
o Junto a la Plegaria Eucarística, la lectura de la Pasión es la parte más importante de la Misa del Domingo de Ramos. La procesión de entrada, con las palmas y los ramos, aunque resulte tan vistosa y entrañable, posee una importancia mucho menor. Por eso no se hace más que en una de las misas del día, mientras que la Pasión debe leerse también en todas las demás, al menos en su forma resumida.
SEGUNDO: LA SOLEMNE PROCESIÓN CON QUE DA COMIENZO LA MISA:
o Por medio de esta procesión nosotros conmemoramos la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Imitando a aquellos primeros discípulos, aclamamos al Señor, marchando en procesión con palmas y ramos en las manos, y entonando salmos en su honor.
o Pero no se trata de representar simplemente un hecho del pasado. Es hoy cuando aclamamos al Mesías Jesús que, a través de su muerte y resurrección, ha entrado triunfante, no ya en la Jerusalén terrena, sino en la Jerusalén del cielo, para sentarse a la derecha del Padre.
o Jesús quiso entrar en Jerusalén como Rey Mesías. Pero, lo hizo en la forma que había profetizado Zacarías: no con prepotencia, montado en un carro de guerra y al frente de un ejército imponente, sino humildemente montado en un burrito, rodeado de niños que le aclamaban agitando ramas de olivo.
o Jesús rehusó encarnar esa imagen de Mesías entendido como líder que lucharía al frente de un ejército contra la dominación de Roma.
o El Mesías Jesús no entraba en Jerusalén para luchar contra la dominación romana, sino contra el dominio del pecado y de la muerte.
- Jesús entra como Rey, pero no viene a dominar, sino a servir a la humanidad.
- Entra glorioso y aclamado, pero de forma completamente humilde.
- Viene dispuesto a combatir, pero su lucha es contra el pecado.
- Viene pertrechado para la lucha, pero su única arma es el amor.
- Triunfa en su batalla, pero su victoria, que es el triunfo de la fidelidad a Dios y de la solidaridad con el hermano, encuentra su máxima consumación en el aparente fracaso de la cruz.
- Finalmente, el victorioso acaba entronizado, pero no en un palacio humano, sino en la misma gloria del Padre, por medio de su Resurrección y Ascensión a los cielos.
2º. Lo que tratamos de vivir el Domingo de Ramos:
¿Qué es, por tanto, lo que nos invita vivir la celebración del Domingo de Ramos?
Mediante la procesión, se nos invita a alabar y bendecir al que ha venido en nombre del Señor, para traer su Reino a los hombres.
o ¡Y a abrir de par en par nuestras puertas a Jesucristo!
o ¡Y a trabajar para que todos los pueblos y todos los corazones se abran para acoger al Mesías Salvador!
Mediante la lectura de la Pasión recordamos que el Reino de Dios que acogemos no es como los reinos de este mundo:
o No se basa en el poder, sino en el amor.
o No impulsa a dominar, sino a servir.
o No anima a competir por los primeros puestos, sino a saber escoger los últimos, por amor.
o No se realiza sólo cuando se cosechan triunfos espectaculares, sino que el verdadero triunfo consiste en vivir una entrega humilde, servicial, callada y cotidiana.
La plegaria y la comunión Eucarística nos invitan, finalmente, a asociarnos a la Pascua del Señor, uniendo nuestra entrega a la suya.
¿Qué significado tienen las palmas benditas del Domingo de Ramos?
Las palmas benditas recuerdan las palmas y ramos de olivo que los habitantes de Jerusalén batían y colocaban al paso de Jesús, cuando lo aclamaban como Rey y como el venido en nombre del Señor.
Las palmas benditas no son cosa mágica. Las palmas benditas que recogemos cada Domingo de Ramos en las Iglesias Católicas significan que con ellas proclamamos a Jesús como Rey de Cielos y Tierra, pero -sobre todo- que lo proclamemos como Rey de nuestro corazón.
Y ¿cómo es ese Reinado de Jesús en nuestro corazón? Significa que lo dejamos a El reinar en nuestra vida; es decir, que lo dejamos a El regir nuestra vida. Significa que entregamos nuestra voluntad a Dios, para hacer su Voluntad y no la nuestra. Significa que lo hacemos dueño de nuestra vida para ser suyos.
Así el Reino de Cristo comienza a estar dentro de nosotros mismos y en medio de nosotros, pues el Reino de Cristo va permeando paulatinamente en medio de aquéllos -y dentro de aquéllos- que acogen la Buena Nueva, es decir, su mensaje de salvación para todo el que crea que El es el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Cielos y Tierra. Así nos preparamos adecuadamente para cuando Cristo venga glorioso entre las nubes a establecer su Reinado definitivo.
Los súbditos de ese Rey, su pueblo, somos todos los que hayan cumplido la Voluntad de Dios, todos los santos, todos los salvados por la sangre de ese Rey derramada en la cruz.
Por todo esto, Jesús nos enseñó a orar así en el Padre Nuestro: “venga a nosotros tu Reino”. Y por eso en cada Misa, después de que el pan y el vino son transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, toda la asamblea anuncia la muerte de Jesús, proclama su resurrección gloriosa y terminamos la Aclamación Eucarística diciendo todos a una voz: “Ven Señor Jesús”. Y con esta frase, que es la última de toda la Sagrada Escritura, estamos pidiendo la pronta venida de Jesús para instaurar su Reino definitivo, en el que seguirá siendo el Rey.
Con María, en Domingo de Ramos
Después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.
¿Sabes, María…? El lunes empezamos la Semana Santa, mañana es domingo de Ramos.. Por misericordia de Dios, este año he tomado mayor conciencia de del sentido de estos días en mi propia vida, por un exquisito detalle de amor de mi Señor he aprendido a ver, en mi propio dolor, no una ausencia de Dios, sino una presencia real de su amor, dándome, en cada momento difícil, la oportunidad de transitar con Él mi propio camino de Salvación….por eso quiero acercarme hoy a ti, maestra del alma, para que, como mi madre que eres, me tomes de la mano y me muestres el camino hacia tu Hijo.
– El camino hacia mi Hijo, el único camino que vale la pena transitar… Mi alma quisiera que todos anhelaran ese camino… pero. No importa, no hablaremos de eso ahora, ven vamos a Jerusalén, que la gente ya se está acercando a Jesús y nos costará trabajo abrirnos paso entre la multitud…
Y te sigo… ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si seguirte termina siendo siempre luz para el corazón, paz para el alma.
Tal como lo dijiste, la gran multitud que había venido para la fiesta de la Pascua se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén…llegamos justo cuando Jesús estaba montando un asno para entrar a la ciudad, la gente se apretujaba por acercársele, muchos habían visto la resurrección de Lázaro y daban testimonio… nos acercamos, vimos a las mujeres de Galilea, silenciosas, que le seguían a Él por donde fuera, tú, Madre querida, te acercaste para verlo sin que Él lo notara, tenias ganas de abrazarle, de cuidarle, de atenderle como cuando era pequeño. Le nombraste Jesús, amor de mi alma Fue apenas un susurro en el griterío de la gente, apenas si yo, que estaba pegadita a vos, lo oí con dificultad. Pero el alma de tu Hijo te oyó, giró la cabeza y sus ojos purísimos y mansos se encontraron con los tuyos, fue una mirada larga, llena de palabras que iban de corazón a corazón. Por un instante sé que estuvieron en ese lugar sólo ustedes dos, miles de ángeles inclinaron la cabeza con respeto, fue una mirada de amor profundo, de entrega sin límites a la Voluntad del Padre, una mirada de despedida.
Luego Él se volvió a las gentes, el tosco animal inició su marcha triunfal, mientras el pueblo extendía sus mantos como improvisada alfombra real… las ramas de olivos, arrancadas por cientos de manos, fueron verdes pañuelos que saludaban al Mesías, claro, que en ese momento nadie pensaba que los verdes pañuelos hoy serían ramas marchitas en pocos días, que se quemarían con el fuego de la indiferencia o el abandono. Al llegar a la pendiente del monte de los Olivos, comenzamos a escuchar de mil gargantas…» ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y Gloria en las Alturas!»
Tú y yo, María, caminábamos entre las gentes, nadie te reconocía, nadie veía en ti a la mujer por cuyo sí hoy tenían ellos a quien aclamar.
– Mucha gente – dijiste con tristeza- mucha gente hoy, como en la multiplicación de los panes o en el sermón de la barca, todos le dejarán solo en pocos días…
– Señora – y sentí vergüenza por mi, ya que muchas veces yo le había saludado desde mi Monte de los Olivos y le había dejado solo después- cuanto nos ama tu Hijo, cuanto.
– Mi corazón puede sentir la angustia del suyo, hija mía, al mirarle, hace un momento, note una mirada triste, aunque no arrepentida de su decisión, angustiada, mas no por Él sino por toda esta gente, solitaria, porque su alma sabía que este bullicio es pasajero, decidida, porque mi Hijo vino para hacer la Voluntad del Padre, valiente, porque sabia que aún faltaba la lucha final y estaba determinado a vencer pues su victoria es nuestra única esperanza. Una mirada en paz, con la tranquilidad profunda de la verdadera libertad que es hacer lo que debe hacerse, aquello para lo que cada ser fue concebido desde el principio de los tiempos.
– Señora ¿Iras a la casa donde se hospedará Él?, es que así le tendrás mas cerca.
– No, yo estaré cerca, Él sabe que estoy, mas debo dejarle en libertad, Él debe cumplir su misión hasta el final… y ambas sabemos la clase de final.
– ¿Qué siente tu corazón ahora, Madre querida? Perdona la torpeza de la pregunta, pero… Es admirable como estas de pié, en silencio, sin gritos, aun en medio del dolor te mantienes serena. ¿De dónde sacas fuerza, Señora?
– Pues del mismo por quien sufro, amiga mía. Verás, cuando el ángel me anunció que sería la madre del Mesías, yo sentí que aceptar era como dar un gran salto al vacío, pero sabía que mas vacía quedaría si me negaba. Desde ese momento hasta hoy he pasado por muchísimas circunstancias que me han ido enseñando quien es en realidad este Hijo mío, que es mío pero no me pertenece, aprendí que ser su mamá era sólo ser un puente, que mi «sí» unía su decisión de salvar la humanidad con la humanidad misma, pero nada más, no me asistía el derecho de anteponer mis sentimientos a su misión salvadora, debía aprender el valor de la renuncia, debía aprender que, la única manera de estar junto a Él era estar desde lejos.
– Señora ¿Qué debe aprender mi alma de este día?
– Debe aprender que es fácil reconocerle y amarle cuando todo marcha bien, que no es gran merito aclamar su nombre cuando todos lo hacen y «queda bien» debes recordar que, después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.
– ¿Qué hacer, entonces?
– Seguirlo siempre, aun en medio de tu propio dolor, ver que te espera detrás del sufrimiento, que no te deja sola, que está contigo, sobre todo cuando tu crees que está lejos. Recuerda siempre que Él te amó tanto que padeció todo esto por ti, para que tuvieses vida eterna.
Seguimos a Jesús hasta que llegó a la ciudad, luego Él fue al Templo, Maria quedó contemplándole desde lejos. Antes de entrar al recinto Jesús la miró desde lo profundo del alma, su mirada era… indescriptible, una extraña mezcla de amor, tristeza, paciencia y soledad. En pocos días todo habría terminado y, al mismo tiempo, todo habría comenzado…
– Hija querida- dijiste mientras me abrazabas con ternura- espero que tu corazón haya aprendido, haya crecido, haya conocido de cuanto es capaz el amor de Dios… aunque, hija mía… la verdadera dimensión de ese amor no puede ser comprendida en este mundo…
– Gracias, Señora mía, por este tiempo que nos dedicas a tus hijos…. gracias….
Y te fuiste… te fuiste y te quedaste al mismo tiempo…. como dice la Escritura, nadie puede separarnos del amor de Cristo… y, por consiguiente, Señora mía, tampoco nadie puede separarnos de tu amor….
Amigo, amiga que lees estas líneas… ten un Domingo de Ramos acompañado de María
NOTA:
Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de «Cerrar los ojos y verla» o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna.
Domingo de Ramos
Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesías
Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
«¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.
¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey…” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.
Explicación de la Misa del Domingo de Ramos
La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.
Oración para poner las palmas benditas en el hogar:
Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.
¿Dónde se vuelve a crucificar a Jesús? Papa Francisco responde
Emotiva celebración del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro: No nos olvidemos del perdón de Dios
Hacía más de 2 años que en la Plaza de San Pedro no se celebraba una ceremonia al aire libre. Los fieles y peregrinos tenían ganas de asistir a una celebración como esta y se notó. Mucho. Volvieron el ambiente y las palmas, volvió la procesión, volvió la alegría, tras una pandemia que parece que se va dejando atrás.
Papa Francisco presidió sentado toda la celebración y quiso hablar, en su homilía del Calvario y de dos mentalildades que se enfrentan. Las palabras de Jesús y las de los que lo crucifican. “El sálvate a ti mismo discuerda con el Salvador que se ofrece a sí mismo”, explicó el Papa: “En el Evangelio de hoy también Jesús, como sus opositores, toma la palabra tres veces en el Calvario (cf. vv. 34.43.46). Pero en ningún caso reivindica algo para sí; es más, ni siquiera se defiende o se justifica a sí mismo. Reza al Padre y ofrece misericordia al buen ladrón. Una expresión suya, en particular, marca la diferencia respecto al sálvate a ti mismo: «Padre, perdónalos» (v. 34).”
Precisamente en estas palabras Papa Francisco se quiso detener: “En esos momentos, uno sólo quisiera gritar toda su rabia y sufrimiento; en cambio, Jesús dice: Padre, perdónalos. A diferencia de otros mártires, que son mencionados en la Biblia (cf. 2 Mac 7,18-19), no reprocha a sus verdugos ni amenaza con castigos en nombre de Dios, sino que reza por los malvados. Clavado en el patíbulo de la humillación, aumenta la intensidad del don, que se convierte en perdón.”
Por todo ello, Papa Francisco recordó, una vez más en su Pontificado la importancia del perdón y la misericordia: “Contemplemos a Jesús en la cruz y veamos que nunca hemos recibido una mirada más tierna y compasiva. Contemplemos a Jesús en la cruz y comprendamos que nunca hemos recibido un abrazo más amoroso. Contemplemos al Crucificado y digamos: “Gracias, Jesús, me amas y me perdonas siempre, aun cuando a mí me cuesta amarme y perdonarme”.
Rápidamente Papa Francisco quiso llevar esta reflexión a nuestra vida cotidiana: “Pensemos en alguien que nos haya herido, ofendido, desilusionado; en alguien que nos haya hecho enojar, que no nos haya comprendido o no haya sido un buen ejemplo. ¡Cuánto tiempo perdemos pensando en quienes nos han hecho daño! Y también mirándonos dentro de nosotros mismos y lamiéndonos las heridas que nos han causado los otros, la vida, la historia”.
En cierto punto para luego cambiar de idea, como estamos tentados de hacer nosotros”, explicó el Papa, que pidió: “No nos cansemos del perdón de Dios, ni nosotros sacerdotes de administrarlo, ni cada cristiano de recibirlo y testimoniarlo.”
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” afirmó el Papa e hizo alusión a “la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo”: “Sí, Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos. Cristo es crucificado allí hoy”.
Terminó su reflexión mostrando la certeza de que “con Jesús siempre hay un lugar para cada uno; de que con Jesús nunca es el fin, nunca es demasiado tarde. Con Dios siempre se puede volver a vivir. Ánimo, caminemos hacia la Pascua con su perdón. Porque Cristo intercede continuamente ante el Padre por nosotros (cf. Hb 7,25) y, mirando nuestro mundo violento y herido, no se cansa nunca de repetir: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.