JUAN 8, 1-11

Amigos, el Evangelio de hoy presenta la historia de la mujer atrapada en adulterio, que es una de las muestras más claras sobre lo que René Girard llamó el mecanismo del chivo expiatorio.

Los escribas y fariseos le traen a Jesús una mujer que habían atrapado en adulterio. ¿Dónde habrán estado y cuánto tiempo habrán esperado para atraparla? Su afán por encontrar una víctima es testimonio de la insaciable necesidad humana de chivos expiatorios.

La novedad del Evangelio se revela en el rechazo de Jesús a contribuir a la energía de la tormenta que se avecina: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Jesús dirige la energía de la violencia del chivo expiatorio hacia los acusadores. Él revela el peligroso secreto de que el orden inestable de la sociedad se ha basado en los chivos expiatorios. Los Padres de la Iglesia enfatizaron este punto con una clara interpretación: imaginaron que Jesús estaba escribiendo en la arena nada menos que los pecados de aquellos que amenazaban a la mujer.

Entonces vemos, al menos de forma germinal, el nuevo orden: “Vete, y de ahora en adelante no peques más”. La conexión entre Jesús y la mujer no es la consecuencia de la condena sino el fruto del perdón ofrecido y aceptado.

¿Qué escribe Jesús en la arena?

Evangelio en la arena Jesús escribe en el polvo y coloca la ley de Dios en lo más profundo de la persona y escribe en su corazón

Jesús escribe con el dedo en el polvo del suelo del templo. Tal como Dios escribió en las tablas de piedra en el sagrado Monte Sinaí. Allí Moisés recibió el Decálogo, la ley permanente e invariable para el pueblo de Dios. ¿Qué escribe Jesús, el Hijo de Dios?

El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra

Los fariseos afirman que, según la ley religiosa, la mujer debe ser apedreada porque ha pecado. Intentan atrapar a Jesús.

Bajo la ocupación romana, los tribunales judíos no podían dictar legalmente sentencias de muerte, pero había casos de autojuicio.

Jesús dice que el que puede juzgar es el que no ha pecado. La única persona que puede hacer un juicio entre los reunidos es el propio Jesús. Pero Él no lo hace.

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo

Jesús escribe en el polvo, creando a la mujer de nuevo. Coloca la ley de Dios en lo más profundo de su ser y escribe en su corazón, como predice el profeta Jeremías. La ley en la tabla viva del corazón es la ley del amor y la misericordia.

Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante

La mujer sigue de pie en el medio cuando los acusadores se han ido. Sólo quedaron Jesús y ella.

San Agustín escribió que sólo quedaron los dos: ella, miserable, y Él, pura misericordia («Relicti sunt duo, misera et misericordia«). 

No peques más

Jesús, el único sin pecado y justo que puede juzgar a la mujer, no la condena. Él perdona. La mujer que ha experimentado su misericordia está llamada a la conversión.

Todos experimentamos exactamente la misma situación cuando acudimos a Jesús con nuestros pecados en el sacramento de la penitencia y la reconciliación.

Confesión en el metro de Kiev

Йосафат Ковалюк | Facebook

Dios no nos rechaza, aunque la gente nos condene. Él escribe la ley del amor y la misericordia en nuestros corazones para que ya no pequemos.

¿Te confiesas?

Este Evangelio nos plantea muchas preguntas. ¿Cómo vivo el sacramento de la penitencia? ¿Creo que Jesús me perdona todo y me da el poder de vivir su amor y su misericordia?¿Cómo miro a los demás? ¿No los juzgo precipitadamente? ¿Cómo es mi misericordia con las personas con las que me encuentro en la vida cotidiana?

Domingo, 03 de abril de 2022

Francisco rezó en la gruta de San Pablo

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«En nuestra religiosidad puede insinuarse la carcoma de la hipocresía y la costumbre de señalar»

El Papa celebró la Eucaristía en Malta ante más de 20.000 personas / Fotos- Vatican Media

En la segunda jornada del viaje a Malta, el Papa ha celebrado la Eucaristía, el acto más multitudinario, congregando a más de 20.000 fieles en la plaza de los Graneros de Floriana.

En su homilía centrada en el Evangelio de la adultera que se ha proclamado este domingo, Francisco pidió fijarse en los acusadores de la mujer. “En ellos vemos la imagen de los que se jactan de ser justos, que se jactan observantes de la ley de Dios, personas buenas y honestas. No tienen en cuenta sus propios defectos, pero están muy atentos a descubrir los de los demás. Así se presentan ante Jesús; no con el corazón abierto para escucharlo, sino ‘para ponerlo a prueba -dice el Evangelio- y poder acusarlo’”, señaló.

De este modo, el Santo Padre recalcó que “a los ojos de la gente parecen expertos de Dios, pero, precisamente ellos, no reconocen a Jesús; más aún, lo ven como un enemigo que hay que quitar del medio. Para esto, le ponen delante a una persona, como si fuera una cosa, llamándola con desprecio ‘esta mujer’ y denunciando su adulterio públicamente”.

Por ello, advirtió que estos personajes recuerdan que “también en nuestra religiosidad pueden insinuarse la carcoma de la hipocresía y la mala costumbre de señalar con el dedo. En todo tiempo, en toda comunidad. Siempre se corre el peligro de malinterpretar a Jesús, de tener su nombre en los labios, pero desmentirlo con los hechos. Y esto también puede producirse elevando estandartes con la cruz”.

Entonces, ¿cómo reconocer al discípulo de Jesús? “Por nuestra mirada, por el modo en que miramos al prójimo y nos miramos a nosotros mismos. Este es el punto para definir nuestra pertenencia. Por el modo en que miramos al prójimo: si lo hacemos como Jesús nos muestra hoy, es decir, con una mirada de misericordia; o de una manera que juzga, a veces incluso que desprecia, como los acusadores del Evangelio, que se erigen como paladines de Dios, pero no se dan cuenta de que pisotean a los hermanos”.

Por otro lado, el Papa indicó que es importante también examinar cómo se mira cada uno a sí mismo. Según explicó, “los acusadores de la mujer están convencidos de que no tienen nada que aprender. Ciertamente, su estructura exterior es perfecta, pero falta la verdad del corazón. Son el retrato de esos creyentes de todos los tiempos, que hacen de la fe un elemento de fachada, donde lo que se resalta es la exterioridad solemne, pero falta la pobreza interior, que es el tesoro más valioso del hombre”.

Por ello, invita a hablar directamente con el Señor y preguntarle: “‘Jesús, estoy aquí contigo, pero Tú, ¿qué quieres de mí? ¿Qué quieres que cambie en mi corazón, en mi vida? ¿Cómo quieres que vea a los demás?’. Nos hará bien rezar así, porque el Maestro no se conforma con la apariencia, sino que busca la verdad del corazón. Y cuando le abrimos el corazón en la verdad, puede hacer grandes cosas en nosotros”.

“¡Qué diferencia entre el Maestro y los acusadores! Estos habían citado la Escritura para condenar; Jesús, la Palabra de Dios en persona, rehabilita completamente a la mujer, devolviéndole la esperanza. De esta situación aprendemos que cualquier observación, si no está movida por la caridad y no contiene caridad, hunde ulteriormente a quien la recibe. Dios, en cambio, siempre deja abierta una posibilidad, Dios, en cambio, siempre deja abierta una posibilidad, y sabe encontrar caminos de liberación y de salvación en cada circunstancia”, agregó.

Ángelus en Malta, el Papa Francisco reza por la «martirizada» Ucrania

La guerra es un “sacrilegio”. En el Ángelus al final de la misa en la plaza de los Graneros de Floriana.

La guerra es un “sacrilegio”. En el Ángelus al final de la misa en la plaza de los Graneros de Floriana, el papa Francisco agradeció a los malteses la acogida recibida y recordó una vez más la «tragedia humanitaria» del atormentado país del Este. 

A los jóvenes malteses pidió “enamórense de Cristo y no olviden a sus abuelos, el tiempo de amor los hace libres”, dijo el Papa en la presencia de 20.000 fieles congregados para la misa en este segundo y último día de su 36º Viaje Apostólico este domingo, 2 de abril de 2022. 

El Pontífice había dicho este sábado que la gente tiene sed de paz, no de las agresiones infantiles de los poderosos. 

Después del Ángelus, el Papa volvió a recordar la guerra en Ucrania y rezó por la «tragedia humanitaria» de un país «martirizado», con la petición de no cansarse de rezar y ayudar a los que sufren por una guerra que vuelve a definir como «sacrílega», como ya hizo el pasado domingo y el anterior del 20 de marzo, cuando aseguró que era “repugnante” y que no hay “justificación”. 

“Que el Señor os acompañe y que la Virgen os proteja. Recemos ahora por la paz, pensando en la tragedia humanitaria de la atormentada Ucrania, que sigue siendo bombardeada. No nos cansemos de rezar y ayudar a los que sufren. ¡La paz sea contigo!”. 

El Papa recuerda a la «cadena de santidad» que ha llevado a tantos malteses a hacer de su vida un regalo, citando en particular a San Jorge Preca, el primer santo maltés de la historia del catolicismo:

“En estas islas se respira el sentido del Pueblo de Dios. Sigan así, recordando que la fe crece en la alegría y se fortalece en la entrega”. 

Agradecimiento del Papa

El Papa agradeció a las autoridades, a los sacerdotes y a todos los que han trabajado para esta visita, que estaba prevista inicialmente para la primavera de 2020 y aplazada a causa de la pandemia: 

«Deseo expresar mi gratitud al Presidente de la República y a las Autoridades, a mis Hermanos Obispos, a vosotros, queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, y a todos los ciudadanos y fieles de Malta y Gozo por la acogida y el afecto recibidos. 

También agradezco a quienes han trabajado para esta visita y quiero saludar cordialmente a los hermanos y hermanas de diversas denominaciones y religiones cristianas con los que me he encontrado».

Alegría y raíces

Por último, el Papa dirigió sus palabras a los jóvenes, que son su futuro. “Queridos amigos, comparto con vosotros lo más bonito de la vida. ¿Sabes lo que es? Es la alegría de gastarse en el amor, lo que nos hace libres.

Pero esta alegría tiene un nombre: Jesús. Les deseo la belleza de enamorarse de Jesús, Dios de la misericordia, que cree en ustedes, sueña con ustedes, ama sus vidas y nunca los defraudará”. Y añadió: «no olviden sus raíces. Habla con los viejos, habla con los abuelos, habla con los ancianos”.

Al final del servicio, el Arzobispo Metropolitano de Malta, Monseñor Charles J. Scicluna, dirigió unas palabras de agradecimiento al Papa.

San Sixto I, Papa

Aleteia

Fue el séptimo papa y su nombre se reza en el Canon Romano de la Misa

Su nombre hace probablemente referencia a que fue el sexto sucesor de san Pedro, entre los años 114 y 125 aproximadamente.

Su nombre se cita en el Canon Romano de la Misa.

Mandó que el cáliz solo fuera tocado por los sacerdotes. También ordenó que los obispos no fueran recibidos por sus diócesis hasta que presentaran las Cartas Apostólicas que aseguraban su plena comunión con el Papa.

Murió mártir. Sus restos se encuentran en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Oración (del Canon Romano)

Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago y Juan, Tomás, Santiago y Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

¿Qué es la Cuaresma?

La Cuaresma ha sido, es y será un tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia

Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net

El tiempo de la Cuaresma rememora los cuarenta años que el pueblo de Israel pasó en el desierto mientras se encaminaba hacia la tierra prometida, con todo lo que implicó de fatiga, lucha, hambre, sed y cansancio…pero al fin el pueblo elegido gozó de esa tierra maravillosa, que destilaba miel y frutos suculentos (Éxodo 16 y siguientes).

También para nosotros, como fue para los israelitas aquella travesía por el desierto, la Cuaresma es el tiempo fuerte del año que nos prepara para la Pascua o Domingo de Resurrección del Señor, cima del año litúrgico, donde celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal, y por lo mismo, la Pascua es la fiesta de alegría porque Dios nos hizo pasar de las tinieblas a la luz, del ayuno a la comida, de la tristeza al gozo profundo, de la muerte a la vida.

La Cuaresma ha sido, es y será un tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia, si es que nos hubiéramos alejado de Él, como aquel hijo pródigo (Lucas 15, 11-32) que se fue de la casa del padre y le ofendió con una vida indigna y desenfrenada. Esta conversión se logra mediante una buena confesión de nuestros pecados. Dios siempre tiene las puertas de casa abiertas de par en par, y su corazón se le rompe en pedazos mientras no comparta con nosotros su amor hecho perdón generoso. ¡Ojalá fueran muchos los pecadores que valientemente volvieran a Dios en esta Cuaresma para que una vez más experimentaran el calor y el cariño de su Padre Dios!

Si tenemos la gracia de seguir felices en la casa paterna como hijos y amigos de Dios, la Cuaresma será entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados y presentes que han herido el amor de ese Dios Padre; esta purificación la lograremos mediante unas prácticas recomendadas por nuestra madre Iglesia; así llegaremos preparados y limpios interiormente para vivir espiritualmente la Semana Santa, con todo la profundidad, veneración y respeto que merece. Estas prácticas son el ayuno, la oración y la limosna.

Ayuno no sólo de comida y bebida, que también será agradable a Dios, pues nos servirá para templar nuestro cuerpo, a veces tan caprichoso y tan regalado, y hacerlo fuerte y pueda así acompañar al alma en la lucha contra los enemigos de siempre: el mundo, el demonio y nuestras propias pasiones desordenadas. Ayuno y abstinencia, sobre todo, de nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad ante las miserias del prójimo. Ayuno y abstinencia, incluso, de cosas buenas y legítimas para reparar nuestros pecados y ofrecerle a Dios un pequeño sacrificio y un acto de amor; por ejemplo, ayuno de televisión, de diversiones, de cine, de bailes durante este tiempo de cuaresma. Ayuno y abstinencia, también, de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos; ayuno aquí significará renunciar a todo lo que alimenta nuestra tendencia a la curiosidad, a la sensualidad, a la disipación de los sentidos, a la superficialidad de vida. Este tipo de ayuno es más meritorio a los ojos de Dios y nos requerirá mucho más esfuerzo, más dominio de nosotros mismos, más amor y voluntad de nuestra parte.

Limosna, dijimos. No sólo la limosna material, pecuniaria: unas cuantas monedas que damos a un pobre mendigo en la esquina. La limosna tiene que ir más allá: prestar ayuda a quien necesita, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que nos lo pide, compartir alegrías, repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido. La limosna es esa disponibilidad a compartir todo, la prontitud a darse a sí mismos. Significa la actitud de apertura y la caridad hacia el otro. Recordemos aquí a san Pablo: “Si repartiese toda mi hacienda…no teniendo caridad, nada me aprovecha” (1 Corintios 13, 3). También san Agustín es muy elocuente cuando escribe: “Si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aún cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna”.

Y, finalmente, oración. Si la limosna era apertura al otro, la oración es apertura a Dios. Sin oración, tanto el ayuno como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración, Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más generoso…en una palabra, va transformando nuestras actitudes negativas y creando en nosotros un corazón nuevo y lleno de caridad. La oración es generadora de amor. La oración me induce a conversión interior. La oración es vigorosa promotora de la acción, es decir, me lleva a hacer obras buenas por Dios y por el prójimo. En la oración recobramos la fuerza para salir victoriosos de las asechanzas y tentaciones del mundo y del demonio. Cuaresma, pues, tiempo fuerte de oración.

Miremos mucho a Cristo en esta Cuaresma. Antes de comenzar su misión salvadora se retira al desierto cuarenta días y cuarenta noches. Allí vivió su propia Cuaresma, orando a su Padre, ayunando…y después, salió por nuestro mundo repartiendo su amor, su compasión, su ternura, su perdón. Que Su ejemplo nos estimule y nos lleve a imitarle en esta cuaresma. Consigna: oración, ayuno y limosna.