Este 13 de Septiembre recordamos al representante más importante de la Escuela de Antioquia, uno de los cuatro grandes Padres griegos: San Juan Crisóstomo. Considerado el orador más elocuente de todos los Padres de la Iglesia y aclamado doctor de la Iglesia en 1568 por Pío V.
Nació en el seno de una familia cristiana noble hacia el año 344, en Antioquia. Fue asceta desde sus años juveniles, a la muerte de su madre, se retira al desierto de Siria donde estuvo durante seis años. Su mala salud lo forzó a regresar a Antioquia y allí fue ordenado diácono, luego de cinco años de preparación es ordenado sacerdote. Hacia el 397 fue consagrado obispo de Constantinopla.
Desde el primer momento emprendió una actividad pastoral y organizativa admirable: evangelización en los campos, fundación de hospitales, severas exhortaciones a los monjes y a los eclesiásticos, sermones encendidos que duraban más de dos horas, la gente tomaba nota de ellos. Con gran pericia usaba todos los recursos de la oratoria, con el fin de instruir, corregir y reprochar. Esto produjo numerosas incomprensiones y celos de los obispos cortesanos, el rencor de la emperatriz Eudoxia, las intrigas de Teófilo de Alejandría, motivos de su deposición y destierro hacia los años 403-404. Sin embargo, la ejemplaridad de sus horas de oración, de sus continuas penitencias y de sus limosnas influyó en la reforma general de costumbres, en mayor grado que sus admirables sermones.
San Juan Crisóstomo es el mayor predicador y el mayor exegeta de la antigüedad. Comentó en sus Homilías a San Mateo, San Lucas, San Juan y los Hechos de los Apóstoles y su comentario a San Pablo no tiene rival. Su exégesis se considera histórica y doctrinal así como rica en aplicaciones morales. Entre los Padres griegos es el que ha dejado la herencia literaria más copiosa, su producción literaria se puede dividir en tratados (anteriores a su ordenación sacerdotal), homilías y cartas (236).
Entre sus obras principales se tienen: “Comparación de un rey y un monje”, “Libro de la Virginidad”, “Tratado de la Providencia”, “Tratado Sobre el Sacerdocio”- una de las joyas de la literatura cristiana de todos los tiempos sobre la excelencia y dignidad del sacerdocio cristiano y por último “Las ocho Catequesis sobre el Bautismo”, descubiertas en este siglo, en las que expone las exigencias de la pelea espiritual del cristiano.
La sabiduría pastoral, más que la originalidad del pensamiento de este santo, es siempre una fuente de inspiración actual. Murió a los sesenta y tres años, su cuerpo es venerado en la Capilla Clementina de la Basílica de s. Pedro en el Vaticano.
Hoy pidamos a nuestro Señor que así como nos exhorta San Juan Crisóstomo nos esforcemos en reconstruir en nosotros aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adornándonos con la modestia y la humildad, haciéndonos resplandecientes con la luz de la justicia; adornando nuestro ser con buenas obras, como con oro acrisolado, y embelleciéndolo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar un edificio, pongamos la oración a fin de preparar a Dios una casa perfecta, y poderle recibir como si fuera una mansión regia y espléndida.
Compartamos algo de la espiritualidad de San Juan Crisóstomo.
[…] Es una cosa muy buena la lectura de las divinas Escrituras. Da sabiduría al alma, eleva la mente al cielo, hace al hombre agradecido, nos impulsa a no admirar las realidades de aquí abajo, sino a vivir con el pensamiento puesto allá arriba, a realizar todas nuestras obras con la mirada fija en la recompensa que nos dará el Señor, a dedicarnos al trabajo de la virtud con gran entusiasmo […] (Sobre la Lectura frecuente de la Sagrada Escritura – De las Homilías sobre el Génesis, 35, 1-2. San Juan Crisóstomo.)
[…] ¿Dios no te ha dado más que una armadura? No, ha preparado también un alimento más vigoroso que cualquier arma, para que no te desmoralices en el combate. Es necesario que tu victoria sea la de un hombre que rebosa contento. Si el enemigo te ve regresar del festín del Señor, huye más rápido que el viento, como quien ve un león cuya boca escupe fuego […] (La pelea del cristiano, Catequesis sobre el Bautismo, Vlll, 8-15, San Juan Crisóstomo)
[…]Donde la naturaleza de las enfermedades debería llevarnos a la desesperación, ponemos todo nuestro cuidado como si conserváramos mil esperanzas de salud; donde no hay motivo para desalentarnos, desistimos y nos descuidamos, como si estuviéramos desahuciados. Hasta tal punto nos preocupamos más del cuerpo que del alma. En verdad que, por este camino, ni el cuerpo mismo podremos salvar […] (Tratado: Exhortación a Teodoro caído, 1, 14-15, San Juan Crisóstomo)
[…] El sacerdocio pertenece al orden de las instituciones celestes […] el sacerdote ha de ser tan puro como si se hallara en los cielos […]. Los sacerdotes debieran merecernos más reverencia que los magistrados y reyes […]. Lo que los sacerdotes hacen aquí abajo, Dios lo ratifica allá arriba […] (Sobre el sacerdocio, San Juan Crisóstomo)
[…]Si somos débiles, […] se debe precisamente […] a que no nos rodeamos—como de una cerca—de la caridad de Dios. Por el contrario, buscamos otros motivos de amistad: el parentesco, la comunicación, la mera vecindad… Cualquier cosa nos sirve para hacer amistad, menos la religión, cuando habría de ser esto lo que más nos uniera a unos con otros. […] (La educación de los hijos, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 59, 6-7, San Juan Crisóstomo)
[…] No nos preocupamos de nosotros mismos, sino de nuestras cosas, como tampoco nos preocupamos de la mujer ni de los hijos, sino de las cosas de la mujer y de los hijos. Nos comportamos como aquél que, teniendo la casa en ruinas, con las paredes que se tambalean, no se preocupa de levantarlas o reforzarlas, sino que construye una gran cerca alrededor de la casa […] (La educación de los hijos, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 59, 6-7, San Juan Crisóstomo)
Jesús te ama.