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Cástulo, Santo

Mártir, 26 de marzo

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Labicana, san Cástulo, mártir.

Breve Biografía

Durante el reinado de Diocleciano, el Papa San Cayo estuvo grandemente preocupado por la seguridad de los cristianos en Roma.

Cástulo, un celoso cristiano que era camarero del emperador, se ofreció; a arreglar todo lo necesario para que se tuvieran servicios religiosos en el mismo palacio del emperador, ya que este lugar no se prestaba para investigación alguna; y aún más, Cástulo albergó; a los cristianos en su propia casa, adjunta al palacio y les procuró; un lugar para sus reuniones. No contento con servir así; a la Iglesia, él y su amigo Tiburcio recorrieron Roma convirtiendo hombres y mujeres al cristianismo y llevándoles ante el Papa para que fueran bautizados. Posteriormente fue traicionado por un apóstata cristiano llamado Torcuato. Llevado ante Fabiano, prefecto de la ciudad, fue cruelmente atormentado y después arrojado a un foso cubierto con arena.

La leyenda diría después que fue enterrado en el cementerio que lleva su nombre en las catacumbas de la Via Labicana en Roma.

 

 

Hacia la segunda mitad del siglo VIII, probablemente entre los años 764 y 772, unos monjes llevaron reliquias de San Cástulo desde Roma a un monasterio benedictino en Moosburg. Este monasterio fue importante fuente de cristiandad en las regiones de Holzland y Hallertau. Esta devoción motivó que la Santa Sede declarara a San Cástulo el santo patrono de la Hallertau y de la ciudad de Moosburg.

En las Actas de San Sebastián se menciona que la viuda de Cástulo, Irene de Roma, fue quien se hizo cargo de la recuperación del santo cuando fue herido por las flechas.

Cástulo ser honrado desde la Antigüedad tardía como el santo patrón de los agricultores y pastores.

 

 

Todo es por la gracia de Dios

Santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14. Sábado III de Cuaresma

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre, concédeme la gracia de sentirme hijo tuyo y sentir al mismo tiempo que Tú eres mi Padre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás:

 

“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.

El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, Yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas veces cuando entro a la capilla, me gusta hacer este gesto que hizo el publicano, me quedo hasta atrás y le digo al Señor: Padre, perdóname por todas las veces en las que no te he amado y he preferido mis propios gustos a los tuyos. Sólo quien en la vida se sabe pequeño Dios le hará grande; quien se sabe comportar como hijo, el Padre le dará su herencia; quien es dócil, Dios le enseñará los caminos más seguros. Es ésta, una gracia realmente maravillosa y debemos pedir incesantemente, a Dios nuestro Señor, no ser arrogantes por los dones recibidos, sino sencillos y que nos ayude a comprender que estos regalos nos los da, aunque nosotros le hayamos ofendido con nuestros pecados.

Es cierto que muchas veces nos comportamos como el fariseo, arrogante, erguido por ser un hombre con «tantas cualidades y dones», pero es tanto su egoísmo, que se permite hacer el ayuno, no por Dios, sino por él, para que le vean; paga el diezmo, pero no con pureza de corazón; no roba, no es adúltero, no es injusto… pero se ha olvidado de una cosa, que Cristo vino por los enfermos del alma y los pecadores, y no por los sanos y los que no necesitan de cura espiritual.

 

 

Queridos hermanos, nosotros no tenemos que hacer nada para sentirnos más o menos amados por Dios, puesto que Él ya nos ha amado desde toda la eternidad; solo quien se sabe amado y pequeño, puede corresponder con amor y grandeza de lo que es, un hijo de Dios.

«La Biblia también nos da testimonio de oraciones inoportunas, que al final son rechazadas por Dios: basta con recordar la parábola del fariseo y el publicano. Solo este último, el publicano, regresa a casa del templo justificado, porque el fariseo era orgulloso y le gustaba que la gente le viera rezar y fingía rezar: su corazón estaba helado. Y dice Jesús: éste no está justificado “porque el que se ensalza será humillado, el que se humilla será ensalzado”. El primer paso para rezar es ser humildes, ir donde el Padre y decir: “Mírame, soy pecador, soy débil, soy malo”, cada uno sabe lo que tiene que decir. Pero se empieza siempre con la humildad, y el Señor escucha. La oración humilde es escuchada por el Señor». (Audiencia de S.S. Francisco, 5 de diciembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Que pueda hoy hacer un acto de humildad delante de Dios Padre, sabiendo que soy su hijo.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Humildad, actitud interior

Cuando hablo a mi gente de la humildad piensan que los humildes son unos tontos porque se consideran como inferiores a los otros.

Hola Jesús

Esta mañana, apenas me he aseado, y, antes de partir para el estudio, he leído en tu Evangelio la parábola del publicano y del fariseo. Me he dado cuenta del contraste de personas existentes ayer y hoy. Por ellas no pasa el tiempo.

En esta hora temprana me he preguntado por el sentido de tu parábola. Me doy cuenta de que el publicano es el prototipo de la persona humilde que sabe abrir su corazón a ti, Señor. El fariseo, por el contrario, es el prototipo de la persona orgullosa, incapaz de abrir su corazón a Dios.

Cuando hablo a mi gente de la humildad piensan que los humildes son unos tontos porque se consideran como inferiores a los otros. Les digo que humilde es un ser realista, se ve tal como es. El orgulloso, sin embargo, no ve las cosas ni las personas en su hermosa realidad.

Reconozco que todos los personajes más amados por ti son los pobres, los humildes, las viudas, los indefensos, los niños… Y todos ellos son prototipos de humildad, de capacidad de tener el corazón abierto ante tu presencia, Señor.

Los otros, como el fariseo o el joven rico, son los que aparecen con el corazón duro y cerrado a tu influencia. Les basta su bienestar y su bolsillo lleno de dinero.

Las personas humildes aparecen en tu Evangelio como las que viven tanto una actitud interior de perdón y misericordia como una actitud exterior manifestada en una opción por los pobres.

 

 

¡Menudo ejemplo el que nos ha dejado Madre Teresa de Calcuta!

Quiero en mi carta explicar a mis amigos lo que es un fariseo, ya que tanto en tu tiempo como en el nuestro los hay a punta pala. Un fariseo es una persona que se cree limpia y correcta y que, gracias a su actitud, puede influir en el ánimo de Dios y convencerlo para que venga en seguida y acabe con el mal que corrompe la sociedad. Creían lograr esto mediante una cumplimiento estricto y escrupuloso de normas legales. Entre estas leyes sobresalen la observancia del sábado: no se podía ni andar, ni encender fuego…La ley de la pureza en los alimentos y en las relaciones con las personas y cosas : no se podía hablar con personas desconocidas, no se podía tocar la sangre, tenían que lavarse muchas veces al día y limpiar los utensilios que usaran. El pago escrupuloso de los diezmos en los artículos que mandaba la Ley: el diezmo de la hierbabuena y otras especias aromáticas.

 

Además de todo esto, ayunaban los lunes y jueves. Esta observancia estricta los separaba de la gente normal y corriente.

Su vida espiritual era fundamentalmente externa. Despreciaban a los demás y se creían superiores a todos. No se mojaban en nada comprometido contra la injusticia ni la opresión del pueblo. Eran y siguen siendo autosuficientes.

Los publicanos, por el contrario, eran considerados por los fariseos pecadores. Y desde esta realidad de pecadores, tomaban conciencia de la necesidad de ser perdonados por Dios. En el templo y fuera de él, el publicano se sentía pecador. Pide a Dios que le conceda lo único válido para cambiar su existencia, la misericordia divina. Como Zaqueo, necesitan abrir su corazón a Dios y que El intervenga.

Jesús,¡qué inteligente fuiste en tu respuesta!: El publicano volvió a su casa a bien con Dios y el fariseo no. Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”

Señor, ahora te comprendo mejor que nunca. Tú estás dispuesto a derramar tu ternura con nosotros con tal de que nos abramos a tu misericordia.

Tú sales al encuentro de nuestra vida cuando celebramos tu Eucaristía y cuando abrimos el corazón a los pobres. Solamente así descubrimos tu presencia en nuestra vida.

 

 

Señor, si hoy vinieras a este mundo dirías palabras duras contra los fariseos modernos, cerrados a ti y a los pobres, autosuficientes y orgullosos. Se creen los dueños del mundo.

Perdona, Señor, si mi carta ha sido larga. Tenía ganas de desahogarme contigo y de que supieras que, como publicano, marcho lo mejor posible por el sendero difícil pero atrayente de tu Evangelio.

Buenos días, y gracias.

Un abrazo de Cristina, 16 años

 

 

El Papa consagra Rusia y Ucrania a la Virgen pidiéndole «el fin de la guerra insensata»

S.S. Francisco consagró a Rusia y a Ucrania al Inmaculado Corazón de María.

 

La tarde del viernes 25 de marzo, el Papa Francisco presidió la Celebración de la Penitencia con el acto de consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María, en la Basílica de San Pedro.

Reflexionando sobre el Evangelio de hoy, solemnidad de la Anunciación del Señor, el Santo Padre invitó a los fieles a hacer nuestras las palabras del ángel Gabriel tras su encuentro con la Virgen María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28); sobre todo cuando nos acercamos a recibir el sacramento de la Reconciliación:

«Hermano, hermana, hoy puedes oír estas mismas palabras dirigidas a ti; puedes hacerlas tuyas cada vez que te acercas al perdón de Dios, porque allí el Señor te dice: Yo estoy contigo», dijo Francisco haciendo hincapié en que cuando pensamos en la confesión, no debemos presentarnos «cabizbajos», puesto que confesarse, es dar al Padre la alegría de volver a levantarnos:

“En el centro de lo que experimentaremos no están nuestros pecados sino su perdón. Imaginemos que en el centro del Sacramento estuvieran nuestros pecados: casi todo dependería de nosotros, de nuestro arrepentimiento, de nuestros esfuerzos, de nuestros afanes. Pero no, en el centro está Él, que nos libera y vuelve a ponernos en pie”.

 

 

La Reconciliación es el sacramento de la alegría

En este sentido, el Pontífice exhortó a todos a pedir el don de comprender que la Reconciliación «no es principalmente un paso que nosotros damos hacia Dios, sino su abrazo que nos envuelve, nos asombra y nos conmueve».

Continuando con su alocución el Santo Padre destacó la importancia de confesarse desde la perspectiva de nuestro Creador: «Lo necesitamos, porque cada renacimiento interior, cada punto de inflexión espiritual comienza aquí, en el perdón de Dios», aseveró Francisco alentando, especialmente en este tiempo de Cuaresma, a no descuidar nuestra Reconciliación, sino más bien, a redescubrirla como el Sacramento de la alegría:

“Sí, de la alegría, donde el mal que nos hace avergonzarnos se convierte en ocasión para experimentar el cálido abrazo del Padre, la dulce fuerza de Jesús que nos cura y la ternura materna del Espíritu Santo”.

 

 

Sacerdotes: «No pongan obstáculos a la confesión»

Por ello, el Papa pidió a los sacerdotes que administran el sacramento del perdón de Dios, que ofrezcan este anuncio de misericordia, «Alégrate, el Señor está contigo», a todos los que deciden confesarse sin ser rígidos, sin poner obstáculos o incomodades, ya que en la Confesión -dijo- «estamos especialmente llamados a encarnar al Buen Pastor que toma en brazos a sus ovejas y las acaricia; a ser canales de la gracia, que vierten el agua viva de la misericordia del Padre en la aridez del corazón».

Asimismo, Francisco subrayó otra de las frases del ángel Gabriel a María «No temas» (v. 30).

Un temor que, según el Obispo de Roma, puede invadirnos cuando nuestros pecados nos asustan, nuestro pasado nos inquieta, nuestras heridas no cicatrizan o cuando nuestras caídas nos desmoralizan. En este punto, resulta fundamental seguir el ejemplo de la Virgen María, que siempre nos acompaña brindándonos un mensaje claro y consolador:

“Cada vez que la vida se abre a Dios, el miedo ya no puede convertirnos en sus rehenes. Dios conoce tus debilidades y es más grande que tus errores. Te pide una sola cosa: que tus fragilidades, tus miserias, no las guardes dentro de ti; sino que las lleves a Él, las coloques ante Él, y de motivos de desolación se convertirán en oportunidades de resurrección. ¡No temas!”.

 

 

Ante la guerra sólo Dios elimina el mal y devuelve la paz

Y haciendo alusión a las noticias e imágenes de muerte que nos llegan desde Ucrania en medio de la atroz guerra y las bombas que destruyen las vidas de tantas personas indefensas, el Pontífice reiteró que ante estas experiencias de miedo, impotencia y aflicción, necesitamos escuchar que nos digan “no temas”.

«Sin embargo las seguridades humanas no son suficientes -añadió Francisco- resaltando que, en cambio, es necesaria la presencia de Dios, la certeza del perdón divino, el único que elimina el mal, desarma el rencor y devuelve la paz al corazón. Volvamos a Dios, a su perdón».

Para el Papa la situación es clara: «Nosotros solos no logramos resolver las contradicciones de la historia, y ni siquiera las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y apacible de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor que disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia».

 

 

Sin amor no podemos ofrecer nada al mundo

Igualmente, el Santo Padre recordó que sin amor, en efecto, no podemos ofrecer nada al mundo, de ahí la importancia de cambiar primero nuestros corazones si verdaderamente queremos cambiar lo demás.

Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón de María

Y para que esto suceda Francisco expresó su deseo de dejarnos guiar por la mano de la Virgen:

“En unión con los obispos y los fieles del mundo, deseo solemnemente llevar al Corazón inmaculado de María todo lo que estamos viviendo; renovar a ella la consagración de la Iglesia y de la humanidad entera y consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre”.

Antes de finalizar, el Papa indicó que estas palabras no son una fórmula mágica, sino un acto espiritual ya que es el gesto «de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre, depositando en su Corazón el miedo y el dolor, y entregándose totalmente a ella».

 

 

Francisco concluyó afirmando que los labios de María pronunciaron la frase más bella que el ángel pudiera llevar a Dios: «Que se haga en mí lo que tú dices» (v. 38):

“La Madre de Dios, después de haber pronunciado el sí, afrontó un largo y tortuoso viaje hacia una región montañosa para visitar a su prima encinta (cf. Lc 1,39). Que Ella tome hoy nuestro camino en sus manos; que lo guíe, a través de los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz”.

 

 

¿Milagros? ¿Dónde que no los veo?

Sembrando Esperanza II. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros.

 

La vida es un milagro, tú eres un milagro; sin embargo, no contentos y convencidos de ello, estamos pidiendo más y más. Realmente no hay peor ciego que el que no quiera ver, abre los ojos de tu corazón y deja de pedirle a Dios más pruebas. El estupor y la admiración deben de acompañarnos paso a paso, solo así verás la mano de Dios que no deja de soplar sobre ti, en ese soplo de amor está el milagro que es tu vida.

 

 

Tres personas iban caminando por la vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante que era alumno del sabio.

Terrateniente: -«Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa, inclusive, que puedes hacer milagros».

Sabio: -«La verdad, soy una persona vieja y cansada, ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?»

Terrateniente: -«Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso».

Sabio: -«¿Te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo solo pido que se conceda un favor para el enfermo o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo».

Terrateniente: -«Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios».

 

Sabio: -«A ver, esta mañana, ¿volvió a salir el sol?»

Terrateniente: -«¡Sí, claro que sí..!»

Sabio: -«Pues ahí tienes un milagro, el milagro de la luz».

Terrateniente: -«¡No!, eso no, lo que yo quiero ver es un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, es más, mira, ahí hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas».

Sabio: -«¿Quieres un verdadero milagro?,¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?»

Terrateniente: -«¡Sí!, fue varón y es mi primogénito».

Sabio: -«Pues ahí tienes un segundo milagro, el milagro de la vida».

Terrateniente: -«Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro».

Sabio: -«¿Acaso no estamos en época de cosecha, no hay trigo y sorgo donde solo hace unos meses nada más había tierra?»

Terrateniente: -«Sí, igual que todos los años».

Sabio: -«Pues ahí tienes un tercer milagro».

Terrateniente: -«Creo que no me he explicado lo que quiero»

Sabio: -«Te has explicado bien, solo que yo ya hice lo que podía hacer por ti; si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer».

Y dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba, y entonces el sabio y el alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba ya tan lejos como para no ver lo que hacían el sabio y el alumno, el sabio se dirigió hacia la orilla de la vereda, tomó el conejo herido, sopló sobre él y entonces sus heridas quedaron curadas.

El joven estaba algo desconcertado.

Joven: – «Maestro, te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al terrateniente?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?».

Sabio: -«Lo que él buscaba no era un milagro, sino un espectáculo, mostré 3 verdaderos milagros y no pudo verlos. Para ser rey, primero hay que ser príncipe; para ser maestro, primero hay que ser alumno; así que no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a ver y, sobre todo, a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Él te da todos los días, sin que tú se los hayas pedido».

Cuando estés o te sientas en problemas, pídele a Dios la cordura para pensar claramente; la paciencia necesaria para mantenerte tranquilo y actuar bien; la fortaleza necesaria para afrontar los retos; y la fe suficiente para seguirlo amando sin importar lo que pase. Pídele esos milagros.

 

 

La fe debe sustituir el miedo

Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura

 

“No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.”

Si yo eligiera la frase que con mayor frecuencia Dios me ha introducido en el corazón es: “No tengas miedo”. Esa frase tan propia de un guadalupano me ha hecho comprender la razón de mis debilidades. Es por eso que hoy, si el lector me lo permite les comparto una reflexión acerca de la fe.

 

 

Hay ocasiones en las que tenemos dos opciones a elegir, una buena y una mala. Sabiendo que podemos elegir entre dos opciones, muchas veces elegimos esa manzana envenenada. ¿Por qué?

Por debilidad podría concluirse, pero Dios no nos pone cruces que no podamos superar. En el fondo pecamos porque el mal se nos aparece como un bien.

Pero también concluyo basado en la experiencia propia, que otra razón por la que pecamos es el miedo. El miedo a no recibir ese bien total, pleno y duradero. Obramos en el aquí y en el ahora por miedo a que ese bien no exista. Habita en nuestro corazón esa idea que la bondad no tiene trascendencia. Al fin y al cabo, nuestra “muerte” “sepulta” las cosas buenas o malas que hayamos hecho. Elegir el bien sobre el mal, es un verdadero acto de fe. Es confiar que, aunque el bien no siempre recompensa de manera inmediata, lo hará, en esta vida o en la siguiente.

 

El miedo consume poco a poco la fe que tienes por Dios, por ti y tus hermanos. Destruye la esperanza y sobre todo no te permite ser el fuego que ilumina.

¡Pide más fe! En la oración se encuentra la fortaleza que anhelamos. La fe es un regalo, y una gracia, y se forja en el deseo de acrecentarla en los demás.

Es nuestra falta de oración la que no nos permite ver en cada acto en la presencia de Dios en nuestra vida. El miedo es el demonio tratando de acabar con la esperanza “¡No tengan miedo! ¡Abrir las puertas a Cristo!» (SS Juan Pablo II)

Cristo no solamente nos hace mejores personas, sino que nos convierte en personas nuevas. Cristo no se limita a arreglar las paredes de tu casa, si no las tira para construir en él un palacio. No tengas miedo a que Cristo tome el control de tu vida.

¡Comparte tu fe! Cuando uno va de misiones, se da cuenta de ello, siempre se regresa con una fe más firme. Es la seguridad y paz que te permite ver a Cristo actuando a través de ti. La fe se fortalece, y sobre todo se vivifica en la extensión del Reino de Dios. No le tengas miedo a entregar todo a Cristo, Él nunca decepciona.

Cuando veas a tu hermano triste, tienes una oportunidad invaluable de acrecentar tu fe. Llenémonos de Él, para que podamos compartirlo. El demonio nos llena de miedo y nos presenta el respeto humano, acuérdate que el mundo te necesita, Dios no nos creó inmóviles.

En ocasiones el mal, es por causa nuestra. El pecado propio trae como consecuencia el mal. Es ahí cuando el demonio actúa y dejamos de confiar en la misericordia de Dios. Acerquémonos a la confesión, no tengamos miedo de reconciliarnos con Cristo. Acuérdate que Él ya murió por el pecado que cometiste. No vivas en el pasado, que por delante tienes muchas gracias que Dios te quiere colmar. No nos convirtamos en Judas, no permitamos que el demonio nos llene de miedo, la misericordia de Dios es infinita. Vivir en el pasado no nos trae felicidad.

 

 

El mal de nuestra vida, no siempre es por nuestra culpa. A veces Dios permite males (nunca los ocasiona) para acercarnos más a Él. Confiemos plenamente en la Providencia Divina. Esas cruces de la vida como lo puede ser una enfermedad, la muerte de un ser querido, la pobreza, es una oportunidad para acercarnos más Dios ¡No dejemos que el demonio nos tire, la mano de Dios actúa dando fortaleza y preparando nuestro corazón!

Cuando el mal parezca consumir nuestra vida recordemos que María nos dijo: ”Hijito mío a que vas a tenerle miedo, ¿No estoy aquí que soy tu madre?” Acerquémonos a María para que ella nos pueda enseñar a seguir el camino de Cristo. Cuando creas que el sufrimiento sobrepasa tus posibilidades, es como cuando decía San Pablo, Cristo puede actuar de manera directa:

 

 

«Pero el Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Y me alegro también de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy.”

 

 

Tiempo de Cuaresma: historia y significado

¿Cómo y cuándo empieza a vivirse la cuaresma? ¿por qué 40 días? ¿por qué la imposición de la ceniza?

 

 

La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.

Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

 

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o Cuaresma.

¿Por qué inicia un miércoles?

Cuando en el siglo IV, se fijó la duración de la Cuaresma en 40 días, ésta comenzaba 6 semanas antes de la Pascua, en domingo, el llamado domingo de «cuadragésima». Pero en los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal. Y aquí surgió un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en día domingo por ser «día de fiesta», la celebración del día del Señor. Entonces, se movió el comienzo de la Cuaresma al miércoles previo al primer domingo de ese tiempo litúrgico como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.

 

Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».

¿Por qué la ceniza?

La imposición de cenizas marca el inicio de la cuaresma en la que los cristianos católicos nos preparamos para celebrar la Pascua con cuarenta días de austeridad, a semejanza de la cuarentena de Cristo en el desierto, también la de Moisés y Elías.

Las cenizas nos recuerdan:

• El origen del hombre: «Dios formó al hombre con polvo de la tierra» (Gen 2,7).
• El fin del hombre: «hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho» (Gn 3,19).
• Dice Abrahán: «Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor» (Gn 18,27).
• «todos expiran y al polvo retornan» (Sal 104,29)

La raíz de la palabra «humildad» es «humus» (tierra). La ceniza es un signo de humildad, nos recuerda lo que somos.

Las cenizas, como polvo, son un signo muy elocuente de la fragilidad, del pecado y de la mortalidad del hombre, y al recibirlas se reconoce su limitación; riqueza, ciencia, gloria, poder, títulos, dignidades, de nada nos sirven.

 

En el Antiguo Testamento la ceniza simboliza dolor y penitencia que era practicada para reflejar el arrepentimiento por los pecados cometidos:

• «Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.» (Job 42,6)
• «Ellos harán oír su clamor a causa de ti, y gritarán amargamente. Se cubrirán la cabeza de polvo y se revolcarán en la ceniza.» (Ez 27,30)
• «Un hombre de Benjamín escapó del frente de batalla y llegó a Silo ese mismo día, con la ropa desgarrada y la cabeza cubierta de polvo.» (1 Sam 4, 12)

• «Al tercer día, llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. Cuando se presentó ante David, cayó con el rostro en tierra y se postró.» (2 Sam 1, 2)
• «¡Cíñete un cilicio, hija de mi pueblo, y revuélcate en la ceniza, llora como por un hijo único, entona un lamento lleno de amargura! Porque en un instante llega sobre nosotros el devastador.» (Jer 6, 26)
• «Gemid, pastores, y clamad; revolcaos en ceniza , mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días de vuestra matanza y de vuestra dispersión, y caeréis como vaso precioso.» (Jer 25, 34)
• «En tierra están sentados, en silencio, los ancianos de la hija de Sion. Han echado polvo sobre sus cabezas, se han ceñido de cilicio. Han inclinado a tierra sus cabezas las vírgenes de Jerusalén.» (Lam 2, 10)
• «Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.» (Jonas 3, 6)
• «Cuando Mardoqueo supo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y ceniza, y salió por la ciudad, lamentándose con grande y amargo clamor.» (Ester 4, 1)

 

El mismo Señor Jesús declara que si la buena nueva es proclamada, lo es para que nos arrepintamos y convirtamos al Único y Verdadero Dios, a Él que es el CAMINO, VERDAD Y VIDA:

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. (Mt 11, 21; Lc 10,13)

La costumbre de imponer la ceniza se practica en la Iglesia desde sus orígenes. En la tradición judía, el símbolo de rociarse la cabeza con cenizas manifestaba el arrepentimiento y la voluntad de convertirse: la ceniza es signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida.

Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente a los penitentes, pecadores públicos que se preparaban durante la cuaresma para recibir la reconciliación. Vestían hábito penitencial y ellos mismos se imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad. En los tiempos medievales se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos conversión. La cuaresma es para todos.

Las cenizas se obtienen al quemar las palmas (en general de olivo) que se bendijeron el anterior Domingo de Ramos. Se debe aclarar que no tendría sentido recibir las cenizas si el corazón no se dispone a la humildad y la conversión que representan.

Como se imparten las cenizas

 

La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar en la misa, después de la homilía. En circunstancias especiales, por ejemplo, cuando no hay sacerdote, se puede hacer sin misa, pero siempre dentro de una celebración de la Palabra.

Las cenizas son impuestas en la frente del fiel, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».

Las cenizas son un sacramental. Estos no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia los sacramentales «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella» Catecismo (1670 ss.).

¿Y por qué cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días -o una semana a lo sumo-, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares¬mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

 

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público.

La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.

Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa Crismal -Missa Chrismalis- que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.

En resumen, el tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.

¿Cómo se fija la fecha de la Pascua?

Para el cálculo hay que establecer unas premisas iniciales:

 

26_03_2022_33• La Pascua ha de caer en domingo.
• Este domingo ha de ser el siguiente al plenilunio pascual (la primera luna llena de la primavera boreal). Si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía.
• La luna pascual es aquella cuyo plenilunio tiene lugar en el equinoccio de primavera (vernal) del hemisferio norte (de otoño en el sur) o inmediatamente después.
• Este equinoccio tiene lugar el 20 o 21 de marzo.
• Se llama epacta a la edad lunar. En concreto interesa para este cálculo la epacta del año, la diferencia en días que el año solar excede al año lunar. O dicho más fácilmente, el día del ciclo lunar en que está la Luna el 1 de enero del año cuya Pascua se quiere calcular. Este número -como es lógico- varía entre 0 y 29.
Es un cálculo complejo, que mejor se lo dejamos a los expertos.

 

 

Así consagró el Papa a Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado

«Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear», clamó el Papa Francisco a la Virgen de Fátima junto a los obispos del Mundo

 

 

El papa Francisco consagró hoy a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María durante una celebración penitencial este viernes 25 de marzo de 2022 en la Basílica de San Pedro al cumplirse un mes de inicio de la guerra.

El mismo gesto ha sido realizado este mismo día desde el santuario de Fátima, en Portugal, por el Limosnero Apostólico el cardenal polaco, Konrad Krajewski.

«Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear», clamó el Papa acompañado por 33 cardenales y obispos. Mientras cumplió un gesto de gran valor espiritual que dijo no es «una fórmula mágica«: durante la celebración penitencial en Cuaresma.

«Deseo solemnemente llevar al Corazón inmaculado de María todo lo que estamos viviendo«. Y, «de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso«.

 

 

Asimismo, Francisco para obedecer a la voluntad de la Virgen en las apariciones de Fátima de hace cien años (1917) ha pedido a los obispos del mundo para que se unan él y lo acompañen en este solemne Acto de Consagración.

«Acoge, oh Madre, nuestra súplica. Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra», recitó el Papa en la Basílica de San Pedro.

«Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar».

Francisco sentado delante de una copia de la Estatua de la Virgen de Fátima del Santuario de San Victorio en Tivoli, consagró a la humanidad también:

«Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna«.

Desde que el ejército ruso invadió Ucrania el 25 de febrero, el Obispo de Roma ha pedido en repetidas ocasiones el fin de la «guerra atroz» y de los «ríos de sangre y lágrimas».

En este contexto el Papa rezó: «Reina de la paz, obtén para el mundo la paz».

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A continuación el texto completo:

“Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María” de Rusia y Ucrania:

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes.

Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.

Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.

En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).

Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción.

Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar. Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz.

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27).

Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.

A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.

Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.