Siempre me ha sorprendido la validez del lenguaje del Evangelio, después de casi dos mil años de su redacción. Cuántos pobres, cuántos enfermos, cuántas personas solas a imagen de las viudas del Antiguo Testamento, no tenemos hoy en nuestras sociedades. ¿Cuántos desequilibrios territoriales en el mundo. Jesucristo ha venido a explicarnos que Dios quiere otra cosa. Quiere su Reino: si no lo teníamos claro en todo el Antiguo Testamento, que también lo decía, ahora no podemos dudar de ello. Su nacimiento casi como un sintecho nos exige ser solidarios con estas realidades que él ha querido habitar. Nos estremece escuchar y leer algunos casos de familias sin techo, a quienes vemos caer a veces en manos de mafias que negocian incluso con habitáculos infrahumanos, aprovechándose de la miseria y de la desesperación. que nos advierte de las graves consecuencias sociales de la Covid y que presta especial atención a los problemas de vivienda.
Pero a pesar de su enseñanza, a pesar de su intervención directa en el mundo con hechos y palabras, Jesucristo también nos ha explicado que ni siquiera Él, mientras estuvo en la tierra, consiguió la conversión de la humanidad a los ideales de Dios y del Reino. . Es más: acabó víctima de la misma dolencia humana, y sólo en el ámbito pascual de su resurrección, su mensaje empezó a impregnar el mundo y lo sigue haciendo hasta la fecha. La divinidad entra en la humanidad, para que un día la humanidad pueda entrar en la divinidad, como su destino y su desempeño final. No nos desesperemos pues si nos cuesta ver avanzar a este Reino. Lo único que podemos hacer es seguir luchando por hacerlo real.
Jesucristo nos explica de Dios su generosidad y gratuidad como también dice el evangelio: y a nosotros nos ha hecho el don de poder acoger su Palabra. Pero fíjese: poder acogerla. Ninguna obligación, ninguna exigencia. Dios admite de nuevo los límites humanos y nos deja la libertad de seguirle. ¿Podría ser de otro modo si hablamos de un Dios manifestado en un niño, en humildad y debilidad cuando nace en un Portal sin techo? Gracia y libertad son también sus dones por su Espíritu. Gracia porque todo es gratis: Porque sí: porque podemos decirnos cómo decía San Agustín hablando de la Encarnación en el final de uno de sus sermones de Navidad: Pregunta qué mérito, pregunta qué causa, pregunta qué justicia, y verás que sólo encuentras gracia: gratuito. Quaere meritum, quaere causam, quaere iustitiam; te vide utrum invenias nisi gratiam.
Y por si aún no lo hubiéramos entendido del todo, finalmente Jesucristo nos ha contado un Dios que ha ido hasta el extremo del amor, que no sólo ha querido hacerse hombre sino que ha querido todavía bajarse más, hasta la misma materia de cada día y quedarse con nosotros en el pan y el vino de la eucaristía, en su cuerpo y su sangre: gratuitos, ofrecidos a todos, signo de un Reino que empezó ciertamente en un Pesebre de Belén, en la primera Navidad, y que continuaremos celebrando hasta su regreso glorioso.
Es él quien nos lo contó. Ipso arrebatado. Creo que Dios en Jesucristo y su Evangelio nos lo ha dejado bastante claro todo su Amor por cada uno de nosotros hijos de Dios.
Juliana, (o Ileana) Mártir, Santa
Virgen y Mártir, 16 de febrero
Martirologio Romano: En la Campania, santa Juliana, virgen y mártir (s. inc.).
Breve Biografía
Cuando llegó la paz de Constantino, la matrona Sofronia tomó las reliquias del cuerpo de la mártir Juliana con la intención de llevarlas consigo a Roma. Por una tempestad, tuvo que desembarcar en Puzoli donde le edificó un templo que luego destruyeron los lombardos. Las reliquias se vieron peligrar y prudentemente se trasladaron a Nápoles donde reposan y se veneran con gran devoción.
En Nicomedia tuvieron lugar los hechos, de mil maneras narrados y con toda clase de matices comentados, en torno a esta santa que hizo un proyecto de su vida contrapuesto al deseado por su padre. Los narraré escuetamente adelantando ya que fue por la persecución de Maximiano.
Juliana es hija de una conocida familia ilustre pero con un padre pagano metido en el ejercicio del Derecho – que cuando llega el momento llega a convertirse en perseguidor de los cristianos – y una madre agnóstica. Ella, por la situación del entorno familiar nada favorable para la vivencia cristiana, se ha hecho bautizar en secreto. Además se le ha ocurrido entregarse enteramente a Cristo y no entra el casamiento en sus planes de futuro. Este es el marco.
La dificultad del caso comienza cuando Eluzo, que es un senador joven, quiere casarse con Juliana. La cosa se pone aún más interesante porque, conociendo que Eluzo bebe los vientos por su hija, ya ha concertado el padre el matrimonio entre el senador y la joven, comprometiendo su honorabilidad.
La supuesta novia lo recibe amablemente y con cortesía haciendo gala de su esmerada educación. Pero, al llegar el momento culminante de los detalles matrimoniales, salta sobre el tapete una condición al aspirante con la intención de desligarse del compromiso. No lo aceptará -le dice- mientras no sea juez y prefecto de la ciudad. Claro que eso era como pedir la luna; pero se vio pillada en sus palabras ya que en poco tiempo, gracias a influencias, dinero y valía personal, Eluzo se ha convertido en juez y prefecto de Nicomedia; además, continúa insistiendo en sus pretensiones matrimoniales con Juliana. La doncella mantiene la dignidad dándole toda clase de felicitaciones y parabienes, al tiempo que le asegura no poder aceptar el matrimonio hasta que se dé otra condición imprescindible para cubrir la sima que los separa: debe hacerse cristiano.
Ante tamaño disparate es el propio Eluzo quien pondrá al padre al corriente de lo que está pasando y de la «novedad» que se presenta.
«Si eso es verdad, seremos juez y fiscal para mi hija». Juliana sólo sabe contestar a su padre furioso que ansía ser la primera dama de la ciudad, pero que sin ser cristiano, todo lo demás lo estima en nada.
«Por Apolo y Diana! Más quiero verte muerta que cristiana».
Convertida al cristianismo, se destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por lo que fue encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo fue trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente su reliquias llegaron a España, donde en su honor los condes de Castilla levantaron el célebre monasterio de Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos de la Edad Media española.
En la conversación tratará a su padre con respeto y amor de hija, pero… «mi Salvador es Jesucristo en quien tengo puesta toda mi confianza».
Vienen los tormentos esperados cuando las razones no son escuchadas.
Estaño derretido y fuego; además, cárcel para darle tiempo a pensar y llevarla a un cambio de actitud. Finalmente, con 18 años, se le corta la cabeza el 16 de febrero del 308.
Alguna vez hay padres «se pasan» al forzar a sus hijos cuando tienen que elegir estado.
Esto tiene más complicaciones si razones profundas, como la fe práctica, dificulta la comprensión de los motivos que distancian. ¿No pensaría el padre de Juliana que sin matrimonio y cristiana su hija sería desgraciada?
Quizá con viva fe cristiana llegara a vislumbrar que Jesucristo llena más que el dinero, el poder, la dignidad y la fama.
Uno de los hechos más característicos de las «Actas», es la discusión que tuvo la santa con el demonio, el cual, disfrazado como un ángel de luz, trataba de persuadirla para que accediese a los deseos de su padre y de su pretendiente.
Por ello, el arte medieval representaba comúnmente a Santa Juliana con una cadena o una cuerda disponiéndose a atar a un demonio alado.
Salir de los propios esquemas
Santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26. Miércoles VI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro». (Proslogion, san Anselmo)
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». El ciego empezando a ver, le dijo: «Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan».
Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
El encuentro con Jesús renueva nuestra vida, nos da una nueva mirada y más allá de eso, nos da un nuevo corazón. Cambia en nosotros esa mentalidad complicada y nos da un corazón de niño. Gracias a eso podemos ver las cosas con una pureza plena y ver en los demás las grandes maravillas. El Señor nos hace salir de nosotros mismos, de nuestros paradigmas y esquemas. Nos hace salir de nuestra “aldea” y nos lleva de la mano a un lugar nuevo. Es ahí donde podemos contemplar a Dios en su plenitud, donde podemos gozar de su presencia y donde podemos ser auténticamente felices.
El encuentro con Cristo transforma nuestras vidas. El encuentro con Cristo es el encuentro con el amor mismo. Es el encuentro con alguien que me ama desde toda la eternidad y me mira tal cual soy. Y esta experiencia consiste en darse cuenta que Jesús, me mira profundamente, en lo más profundo de mi alma. Me mira, sí, pero no con una mirada cualquiera sino con una mirada cargada de misericordia. Y es ahí cuando el hombre se siente amado. Y es justamente esto la experiencia de la misericordia. El darnos cuenta que somos amados antes que podamos hacer algo. Que somos amados por lo que somos.
Y el darnos cuenta de esto nos cambia la vida, nos hace ver que así como somos amados así podemos amar, pero que para amar como Dios me ama, tengo que dejar a un lado mis esquemas tan reducidos y ver en los demás, en todos, un hermano. Tengo que dejar mi aldea pequeña y limitada para ver como lo hace Jesús. Tengo que ser un misionero de la misericordia y llevar a los hombres al encuentro con Jesús, que los ama y los espera.
«Santa María, Madre de Dios, tú has dado al mundo la verdadera luz, Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios. Te has entregado por completo a la llamada de Dios y te has convertido así en fuente de la bondad que mana de Él. Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él. Enséñanos a conocerlo y amarlo, para que también nosotros podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor y ser fuentes de agua viva en medio de un mundo sediento». (Deus Caritas est, Benedicto XVI).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Jesús, voy a hacer un acto de caridad con la persona que más me cueste.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Curar las cegueras del alma
Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas, cobardías, orgullos y egoísmos y los ojos dejan de ver la luz.
A base de pequeñas traiciones a la conciencia, el corazón puede endurecerse. Poco a poco inicia una ceguera que dificulta ver el bien, la verdad, la justicia. Entonces alma queda encarcelada entre caprichos y pecados que destruyen y que ahogan.
Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas y cobardías, desde ambiciones y envidias, desde lujurias y odios, desde orgullos y egoísmos, los ojos dejan de ver la luz y quedan prisioneros de las tinieblas.
Como enseña san Juan, “quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn 2,11). San Pablo ofrece un análisis más detallado del camino que lleva a la oscuridad y al pecado:
“Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos. (…) Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados” (Rm 1,21?31).
¿Cómo salir de ese estado de ceguera? ¿Cómo recuperar nuevamente la vista?
Si nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos tocar nuestros párpados y humedecer nuestras pupilas, volveremos a ver la luz (cf. Jn 9; Ap 3,18).
“Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14b). Con el Maestro podemos salir de las cegueras del alma. Entonces todo quedará iluminado de una manera distinta, y nuestros ojos percibirán, gracias a la misericordia que cura, un horizonte maravilloso de bondad y de belleza. Seremos así capaces de vivir la plenitud de la Ley: amaremos a Dios y a los hermanos (cf. Mt 22,36-39).
El Papa transfiere a los obispos competencias reservadas a la Santa Sede
Con un motu proprio, S.S. Francisco establece que los ordinarios de las Iglesias locales podrán intervenir en varios temas.
Ya no es una «aprobación» del Vaticano, sino una «confirmación». La novedad esencial del motu proprio con el que el Papa ha decidido modificar la asignación de algunas competencias previstas por el Código de Derecho Canónico, tanto de la Iglesia latina como de las Iglesias orientales.
Entre ellas, se encuentra la competencia de las Conferencias Episcopales para publicar catecismos. Una de las primeras novedades se refiere a la transferencia de la Santa Sede al obispo diocesano de la facultad de crear un seminario en su territorio sin tener que esperar la aprobación de Roma, sino simplemente su confirmación. El objetivo, como se define en la introducción del motu proprio, es fomentar una «sana descentralización» que dinamice las decisiones en el ámbito eclesial.
Una posibilidad análoga se concede a los obispos en lo que respecta a la formación sacerdotal (los obispos pueden adaptarla «a las necesidades pastorales de cada región o provincia») y a la incardinación de los sacerdotes, que a partir de ahora podrán incardinarse -además de en una Iglesia o Instituto religioso concreto- también en una «asociación pública clerical», reconocida por la Santa Sede, para evitar «clérigos acéfalos y errantes».
El criterio de descentralización, pero también de «proximidad», se refleja igualmente en el alargamiento de 3 a 5 años del periodo de «exclaustración», es decir, la posibilidad que autoriza a un religioso a vivir fuera de su propio Instituto por motivos graves.
El motu proprio, además de intervenir sobre la competencia de las Conferencias Episcopales para publicar los catecismos, interviene transfiriendo de la Santa Sede a las Iglesias locales, la responsabilidad de las decisiones sobre posibles reducciones en el número de misas a celebrar con respecto a las intenciones y recepciones.
El ayuno, necesario para creer
Tiene que convertirse, para nuestra generación, en algo imprescindible para descubrir lo imprescindible.
Muchos bautizados no comprenden el valor del ayuno, no saben para qué ayunar y por qué ayunar. Algunos, porque ni siquiera conocen qué enseña el Evangelio y la Iglesia sobre el tema. Otros, porque han dejado la propia fe en el armario del pasado. Otros, simplemente, porque ven el ayuno como algo que va contra los propios gustos, contra la «realización personal».
Mientras no se produzca un despertar religioso en muchos corazones, el ayuno seguirá en el olvido. O será vivido, entre quienes desean «cumplir» y obedecer lo que pide la Iglesia, con rutina, con fastidio, como una norma del pasado que se soporta con la esperanza de que pronto termine la Cuaresma y llegue la Pascua.
La fe profunda y el sentido religioso permiten descubrir el porqué del ayuno. Pero si no hay fe, si la religión es una dimensión raquítica, ¿qué hacer?
Lo que hay que hacer es, precisamente, ayunar para abrirnos al mundo de la fe. Porque sólo cuando aprendemos a romper con la esclavitud de la avaricia, del placer, de la gula, del vivir esclavos de la curiosidad malsana y de los caprichos, empezamos a dejar espacio libre a la acción de Dios en las almas.
En otras palabras: la tibieza con la que se ve el ayuno se destruye cuando acogemos el mismo ayuno como camino para romper esa tibieza y para abrirnos al mundo de la fe, de la esperanza, del amor.
El ayuno no sirve sólo para fortalecer al creyente (algo muy importante); sirve, sobre todo, para iniciar el camino de la fe. No sirve sólo para alimentar la esperanza; sirve, especialmente, para alejarnos de seguridades falsas y para confiar en el único Omnipotente. No sirve sólo para que repartamos nuestros bienes y nuestro tiempo con quien lo necesita; sirve, de un modo concreto y profundo, para romper con los engaños de la ambición y del egoísmo, para abrir los ojos ante tantas personas que necesitan amor, compañía, solidaridad, ayudas concretas y urgentes en su cuerpo y en su espíritu.
Como explicaba el Papa Benedicto XVI, la privación del «alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios» (Mensaje para la Cuaresma 2009).
El ayuno tiene que convertirse, para nuestra generación, en algo imprescindible para descubrir lo imprescindible. De este modo, podremos vivir según un Evangelio que cura, que salva, que levanta y que cambia el corazón y la vida.
¿Jesús en la cárcel?
La prisión sólo tiene sentido cuando sirve para renovar al hombre, ofreciendo una posibilidad para reflexionar, cambiar de vida e integrarse en plenitud a la sociedad
Jesús nos dice en el Evangelio: “Estaba en la cárcel y vinisteis a verme”. ¡Jesús en la cárcel! Sin embargo, no nos consta que Jesús hubiera sido encarcelado. Pero ciertamente lo ha estado, lo está y lo estará en cada una de las personas que aquí y en cualquier parte están encarceladas.
La prisión está dentro de Barcelona. Pero está cerrada y no está presente en la vida de la sociedad. Estos días en torno a la fiesta de la Virgen de la Merced, que es patrona de todas las personas vinculadas a la cárcel, es una ocasión oportuna para recordar a estas personas, a los presos, a las personas que trabajan en ella y a las que de forma voluntaria ayudan de diversas maneras a los internos.
El papa Francisco nos da también ejemplo en este sentido. Tanto en Roma como en sus viajes, visita las prisiones o recibe a los internos y a veces comparte mesa con ellos. La celebración religiosa del Jueves Santo suele celebrarla en una prisión, ya sea de jóvenes o de adultos.
Con motivo del Jubileo conmemorativo de la redención de Jesucristo, san Juan Pablo II dirigió un mensaje a todos los que están en prisión. Este mensaje está repleto de esperanza, reconoce que Jesús busca a cada persona, sea cual sea la situación en que se encuentre, para ofrecerle la salvación, no para imponérsela. Cristo espera del hombre una aceptación confiada de que hay que vivir practicando el bien. Se trata de un camino a veces largo pero estimulante, porque no se recurre en solitario sino en compañía del mismo Cristo. El papa polaco decía que “Jesús es un compañero de viaje paciente, que sabe respetar los tiempos y los ritmos del corazón humano, a la vez que anima constantemente en el logro de la meta de la salvación”.
Los que están en la cárcel piensan con nostalgia o con remordimiento en el tiempo en que eran libres. Sufren con amargura el momento presente, que parece que no pasa nunca. Pero incluso el tiempo transcurrido en prisión es tiempo de Dios y debe ser vivido ofreciéndolo a Dios como ocasión de verdad y conversión.
La prisión sólo tiene sentido cuando, afirmando las exigencias de la justicia y reprobando el delito, sirve para renovar al hombre, ofreciendo a quien se ha equivocado una posibilidad para reflexionar, cambiar de vida e integrarse en plenitud a la sociedad. San Juan Pablo II afirmaba que si esto se consigue “toda la sociedad se alegrará y las mismas personas a las que se ha ofendido con los delitos experimentarán que se les ha hecho más justicia al ver el cambio interior de los delincuentes que al constatar el castigo que han pagado”.
Creo que el próximo Jubileo de la Misericordia propuesto por el papa Francisco debería ayudarnos a todos a avanzar en este sentido. Y no quisiera terminar sin manifestar mi agradecimiento a todas las personas que, como profesionales o como voluntarias, están al servicio de las personas internadas en nuestras cárceles y trabajan para humanizar y mejorar su situación.
Si estás enamorado, ¡no te cases!
Es mejor no correr y estrellarse con un beso lleno de sensaciones para luego darse un contrasuelazo con la realidad.
Cuando los papás, y sobre todo los abuelos, nos dan un consejo hay que escuchar, hay que prestar muchísima atención con lo que están diciendo. La experiencia vale más que mil presentes. ¡Ojo!
Cuando uno está enamorado y los sentimientos son tan potentes, muchas veces esperar parece una tarea casi imposible. «Pero, ¿cómo me piden esperar?», «¿nadie entiende lo que tú y yo sentimos?»… La experiencia nos muestra las dos caras de la moneda matrimonios felices y duraderos y matrimonios rotos. ¿En qué lado queremos estar? Para reflexionar sobre esto, el portal soyamante.org han producido un increíble video que está perfecto para celebrar san Valentín.
Estar enamorado es increíble, el mundo parece perfecto, todo es completo júbilo, pero todo esto no es lo suficientemente grande como para casarse. Es suficiente para empezar a conocer a alguien, para ver si detrás de todo el torbellino de sentimientos finalmente viene una calma duradera en donde podamos vislumbrar un horizonte claro y prometedor.
El matrimonio es algo hermoso. Difícil, como todo lo bueno y valioso en la vida, pero cuando es real y comprometido es absolutamente hermoso. Es mucho más que un simple sentimiento de ardor, bueno digo simple, pero no pocas veces este sentimiento termina siendo complicado. Es por eso que es mejor seguir el consejo, y en lugar de apurar las cosas, esperar. Tantos poemas, tantas historias de amor, tantas… ¿tragedias? Sí, tragedias. Porque a veces ese sentimiento ardoroso termina quemándolo todo y dejando a su paso muertos y heridos (demos un vistazo a las estadísticas de divorcios y entenderemos un poco la figura).
En el amor conyugal, el matrimonio es una carrera de largo alcance: no importa quién llega primero sino quién mantiene el ritmo y la vida durante todo el trayecto. La convivencia, lo cotidiano, el descubrirse diferentes pero mirando hacia un el mismo lugar, el construir una vida juntos, el armar una historia que es co-biográfica, el seguir siendo tú y yo, pero a la vez ser también un nosotros, no sucede de la noche a la mañana.
Es mejor no correr y estrellarse con un beso lleno de sensaciones indescriptibles para luego darse un contrasuelazo con la realidad. Mirar la idea de un amor dibujado en corazones de color rosa es lindo, pero nunca suficiente para construir algo tan grandioso como es el matrimonio.
Que en estos días en que los corazones, el rosa, los besos y los enamorados nos toman por asalto pensemos un momento qué es lo que estamos buscando detrás de todo eso: una sensación pasajera o una historia de amor que dure para siempre, un siempre feliz que necesita construirse día a día.
«(…) Ciertamente es algo bello que hoy los jóvenes puedan elegir casarse sobre la base de un amor recíproco… la libertad del vínculo requiere una armonía consciente de la decisión, no solo un simple entendimiento de la atracción o del sentimiento» (Papa Francisco – 15 de mayo 2015).
Papa Francisco recuerda a sacerdote víctima del Daesh
Audiencia General. El papa Francisco pide la intercesión de San José en estos momentos difíciles para las comunidades y la Iglesia
El Papa Francisco rindió homenaje a un «joven fraile» congoleño, miembro de la Orden de Clérigos Regulares Menores, asesinado el 2 de febrero en la República Democrática del Congo. Lo hizo al final de la audiencia general del 16 de febrero de 2022.
El sacerdote ha sido asesinado por miembros de un grupo islamista de Uganda vinculado al Daesh, o Estado Islámico, cuando regresaba a su parroquia tras celebrar la misa.
El padre Richard Masivi Kasereka, dijo el pontífice, fue «víctima de un acto de violencia injustificable y deplorable».
El Obispo de Roma pidió a sus familiares y a toda la comunidad cristiana de la República Democrática del Congo que no se desanimen y «sean heraldos y testigos de la bondad de la fraternidad, a pesar de las dificultades, imitando el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor».
El padre Richard Masivi Kasereka, sacerdote de 36 años, ejercía su ministerio pastoral en la zona nororiental de Lubero cuando fue atacado por la banda armada.
Acababa de celebrar una misa con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada y regresaba a su parroquia en coche. Se había ordenado tres años antes.
En el aula Pablo VI del Vaticano, el Pontífice ha continuado su ciclo de catequesis sobre la figura de San José.
San José protector en momentos difíciles
Así animó a pedir la intercesión de San José en momentos difíciles de vuestras vidas y de vuestras comunidades. Protector de la Iglesia, pues como padre putativo, José se ocupó de proteger a la Virgen María y al pequeño Jesús.
Y recordó la enseñanza del Evangelio: “Este Niño es Aquel que dirá: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).”.
El Papa, por tanto, dijo que “toda persona que tenga hambre y sed, todo extranjero, toda persona sin ropa, todo enfermo, todo preso es el “Niño” que José custodia.
Por esto, san José “es invocado como protector de todos los necesitados, de los exiliados, de los afligidos, y también de los moribundos – hablamos de ello el miércoles pasado”.
Y “también nosotros debemos aprender de José a “custodiar” estos bienes: amar al Niño y a su madre; amar los Sacramentos y al pueblo de Dios; amar a los pobres y nuestra parroquia. Cada una de estas realidades es siempre el Niño y su madre (cfr Patris corde, 5)”.
Escándalos y tiempos difíciles
El Papa instó a “pedir la intercesión de San José precisamente en los momentos más difíciles de vuestras vidas y de vuestras comunidades”.
“Allí – sostuvo – donde nuestros errores se convierten en escándalo, pidamos a San José tener la valentía de hacer verdad, pedir perdón y empezar de nuevo humildemente.”
Por último, invitó a todos los fieles y peregrinos presentes en la audiencia general a imitar a San José y por esto rezó junto a ellos la oración que ha puesto en la conclusión de la Carta Patris corde.
Una oración en la que encomienda las intenciones, de forma especial por la Iglesia que sufre y que está en la prueba:
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal.
Amén.