Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Lucas 3,1-6

 

 

La larga enumeración de nombres y eventos al inicio del Evangelio, busca ubicarnos en un punto exacto en el tiempo y el espacio para confirmar la verdad histórica de la que se nos narra. Un hombre concreto y real llamado Juan, nos anuncia un tiempo nuevo.

Por otro lado no deja llamar la atención, la metáfora geológica o geográfica empleada por el evangelista para describir los obstáculos que podrían impedir la llegada del Señor, o mejor dicho, que una vez llegado, no encontraría un camino digno de ser andado.

Está claro que por sus solas fuerzas el hombre nada puede y esta lectura revela también el poder de Dios que no tiene oponente.

En un primer momento se nos pide allanar el camino. Ese camino, no es otro que nuestro propio mundo interior. Y es cierto, mientras más oscuro esté, sólo a tientas podremos intentar ir hacia adelante, con la inexorable consecuencia de caer en un pozo hondo, aún más oscuro.

Pero luego se afirma que los valles serán rellenados, los montes y colinas rebajados, lo torcido, enderezado, lo escabroso, camino llano. Esto nos supera, rebasa cualquier buena intención. Esto, sólo puede venir de Dios mismo. Por ello, culmina el párrafo: toda carne verá la salvación de Dios.

Pero además decíamos que la lectura, nos habla de un momento exacto en la historia. Dios ha venido y por tanto puede volver y lo hará y lo hace. Por ello, ese Jesús concreto nos interpela a través del Profeta y nos exige una disposición, no sólo del corazón sino también de la mente. Recordemos que se nos habla de un bautismo de conversión y conversión es metanoia y metanoia, es cambio de pensamiento.

En definitiva, Dios viene y quiere una ofrenda digna y acorde con su llegada: todo nuestro ser. E ahí donde estriba nuestra salvación. Tal y como reza una de las oraciones más emblemáticas y significativas que identifican la fe del pueblo de Israel:

Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. Dt 6,4-7

por Mario Aquino Colmenares