Una voz de Pax
Reflexión del Evangelio Dominical
Lucas 21,25-28.34-36
Hay lecturas que por su contenido pueden resultarnos mucho más cercanas que otras. Son estas, las que mayor atención deberían tener de nuestra parte por el sentido que pueden darle a nuestra vida o a la circunstancia particular que estemos viviendo tanto en lo personal como comunitariamente.
Creo que el Evangelio de este primer domingo de Adviento, que acabamos de escuchar el día de ayer nos habla de modo muy particular y actual.
Ciertamente, no somos testigos de grandes eventos metereológicos, pero la pandemia, sí que ha sumido a la humanidad entera, en la angustia y la ansiedad. Sin embargo, señala el texto evangélico, que estos no son más que signos que anuncian la venida del Hijo del hombre. Ante esta comprobación la lectura nos amonesta y solicita de nuestra parte, una actitud de esperanza: «…levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Por otro lado, el texto advierte paradójicamente, el peligro de que se nos embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida. Paradójico decíamos, porque: ¿Quién en medio de la catástrofe podría pensar en otra cosa que no sea salvar la propia vida?. La debilidad humana, si embargo, rompe cualquier pauta mínima de racionalidad.
Una cosa es cierta, y es que los signos enumerados en el Evangelio anuncian la venida del Señor. Y esa venida tendría que estar marcada por la paz. Algo que la lectura parece no indicar, sin embargo el llamado a estar de pie ante la llegada de Jesús, reclama de nuestra parte un verdadero acto de fe que crea en lo aparentemente increíble. Estamos claros que humanamente es posible que las pruebas, dificultades y las tragedias, puedan confundirnos pero lo cierto es que Dios anuncia salvación y liberación.
El primer domingo de Adviento marca el inicio de un nuevo año litúrgico, el cual ciertamente, no es un mero reordenamiento de fechas, liturgias y lecturas bíblicas.
El nuevo ciclo nos dice que Jesús está viniendo nuevamente y esa es la clave de nuestra historia: Jesús no es algo que ocurrió o sólo un hombre que vivió hace dos mil años. Jesús vive y vive para darnos vida nueva y verdadera. Por ello, el estado de alerta no ha ser porque viene algo malo de lo que debamos huir. No, muy por el contrario, el estar en vela es precisamente para que lo que venga no pase delante de nosotros sin apenas darnos cuenta, es para apropiarnos de la presencia siempre nueva de Jesús.
Por ello el Adviento marca la espera del niño Dios. Un comienzo nuevo, inaugurado por Aquel, que hace nuevas todas las cosas.
Hoy te propongo aquella antigua oración de Fátima: » Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no te aman»
por Mario Aquino Colmenares