Cristo Rey del Universo
Solemnidad, último domingo del año litúrgico
Solemnidad
Martirologio Romano: Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: a El todo el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos.
Fue el Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, quien instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia a profesado y por la que todo fiel está dispuesto a morir.
Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21
Nadie y ninguna ley esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la «Inmortale Dei» la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.
Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios.
Construye el Reino de Cristo en tu corazón
Santo Evangelio según Juan 18, 33-37. Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te doy gracias por la especial protección que me has dado en este día. Alcánzame la gracia de ser siempre fiel a tu amistad y haz que este momento, se convierta en un verdadero encuentro, un encuentro que me anime a hacer lo que debo hacer, andar hacia donde Tú me llamas y así logre enamorarme aún más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según Juan 18, 33-37
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?» Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?». Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este mundo.
Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí».
Pilato le dijo: «¿Conque tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hay un reino que sobrepasa cualquier montaña o mar, que se extiende a lo largo de generaciones. Un reinado ante el cual cada hombre levanta libremente las fronteras de su intimidad o se abre generosamente para formar parte de este reino integrado, no personas perfectas y sin pecado, sino por aquellos que inspiran y dirigen su vida en la instauración de este reino.
Su rey, coronado de espinas y de oro, tiene la intención de entrar completamente en la realidad humana. Quiere estar ahí, donde las sonrisas abundan y, al mismo tiempo, donde caen las lágrimas. Sueña con dar esperanza entre los que no creen en un futuro y transmitir un porqué a los que no encuentran sentido.
Es Cristo el rey que supo atravesar el terreno del dolor para poder acompañar a todo hombre en el sufrimiento y la desolación. Pero que, también viajó a lo largo del camino del gozo para recordar el sentido y la fuente de la verdadera alegría.
Él demostró que, aunque haya parecido humanamente un miserable crucificado, puede hacer brillar la belleza de la entrega incondicional, enviando un rayo de esperanza a lo largo de todo su reinado.
Este reino no está terminado. La primera piedra sabemos quién la ha puesto, pero Él quiso dar la oportunidad de que cada hombre se sienta comprometido a edificar, levantar y extender edificios concretos, caminos proyectados, una misión específica en cada miembro que recibe un encargo para seguir construyendo este reino. Surge el anhelado llegar a toda alma necesitada.
Podrá ser Cristo el Rey del universo, sin embargo, Él quiso ser aún más cercano para que podamos decir Cristo Rey Nuestro.
«Pidamos que las familias encuentren apoyo en sus esfuerzos por difundir el Reino de Cristo y por ocuparse de los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Que en medio de los vientos y las tempestades que azotan nuestros tiempos, sean las familias baluartes de fe y de bondad que, según las mejores tradiciones de la nación, resisten a todo lo que pretende disminuir la dignidad del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios y llamados al sublime destino de la vida eterna. Que la Virgen mire con misericordia a todos los miembros de la familia de su Hijo que sufren».
(Ángelus de S.S. Francisco, 26 de agosto de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré una forma concreta para extender el reino de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, el Rey de Reyes que reina desde una cruz
¿Empezamos esta Semana Santa con un corazón abierto a este asombro o vamos a escuchar el mismo cuento de todos los años?
“Existe un Rey por sobre todos los reyes, detrás de todos los reyes, y los más grandes reyes de la tierra no son sino oscuros reflejos del verdadero Rey. Desde la quietud el Rey pronunció la luz, las formas, la belleza, la vida. Él creó a la humanidad a su imagen y semejanza y la humanidad caminó con el Rey pero esta relación no duraría. Un nuevo rey ascendería al trono de cada corazón humano. El pecado, un rey con muchos nombres: lujuria, adicción, codicia, envidia, violencia, orgullo. Su reinado trajo miseria y muerte pero el verdadero Rey hizo la promesa de que algún día la humanidad encontraría refugio bajo Él. Un día el verdadero Rey retornaría en un pueblo oscuro, recostado en un pesebre, en medio de la pobreza, la violencia y la opresión. Esa promesa fue cumplida, el Rey no vino como un emperador pero sí como un servidor, no para juzgar sino para salvar rompiendo el poder del pecado, abriendo camino a los hombres para volver a casa como hijos e hijas del Rey. ¡Él es el Rey de reyes! Su nombre es Jesús”.
Podemos imaginarnos ahora al cuenta-cuentos cerrando su libro y levantando la mirada por sobre sus anteojos para mirar el rostro asombrado de los niños que lo escuchan. Y es que este relato recuerda a esos cuentos que escuchan los niños antes de acostarse: la trama es sencilla, las acciones son coherentes, aparece un problema que intriga y que compromete, y finalmente aparece un héroe que ayuda a que la historia termine de manera feliz.
Hasta aquí una descripción desde las formas del relato anterior realizado por Dan Stevers, pero en realidad desde el inicio nos dimos cuenta de qué historia se trataba. Ese cuento nos tiene completamente implicados, esos hombres mencionados somos nosotros, esas aparentes analogías e imágenes resultan no serlo en absoluto. Esa historia es verdadera y permanece abierta a seguirse escribiendo.
El mundo en el que vivimos será testigo de las celebraciones que realizaremos en esta Semana Santa cuando celebremos con fe el misterio de la Pascua del Señor. Verán distintas manifestaciones religiosas en las calles y cerca de las Iglesias y tal vez dirán en su interior: “Estos siguen creyendo en esos cuentos”. La Iglesia ha recibido esos comentarios desde los inicios, basta revisar los relatos de los Evangelios y de los Hechos de los apóstoles para constatarlo. Es que anunciar lo que anunciamos nos puede definir sólo de dos maneras: somos unos ilusos engañados o somos testigos de la mayor maravilla del mundo.
Estamos a puertas de que nuestra Madre la Iglesia nos cuente una vez más la mejor y más verdadera historia de todas. ¿Empezamos esta Semana Santa con un corazón abierto a este asombro o vamos a escuchar “el mismo cuento” de todos los años? ¿Hay todavía en nosotros un corazón como el de un niño atento capaz de quedar deslumbrado con un relato al punto de pedir que se lo cuenten otra vez, sin acostumbrarse y sin aburrirse? Que podamos ser parte de aquellos sobre quienes dice el Señor: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y los inteligentes, y se las has revelado a los niños” (Mt 11, 25).
«Den juntos una patada a la exclusión»
S.S. Francisco recibió en audiencia a los participantes del partido de fútbol amistoso.
El partido de mañana domingo en la ciudad italiana de Formello, en el campo del club deportivo del Lazio, será un partido de fútbol marcado por «un estilo de pasión deportiva vivido con solidaridad y gratuidad, con un espíritu amateur e inclusivo». Así lo recordó el Papa Francisco al recibir esta mañana a los participantes en el partido amistoso asociado a un evento de recaudación de fondos para apoyar el proyecto «Un calcio all’esclusione» (Una patada contra la exclusión), promovido por la Diócesis de Roma con el objetivo de favorecer la inclusión de los rom (gitanos, romaníes, cíngaros o rom, una comunidad o etnia originaria del subcontinente indio) y las personas más vulnerables. El «equipo del Papa – Fratelli tutti» está compuesto por guardias suizos, empleados del Vaticano, hijos de empleados y sacerdotes. El Pontífice recordó la especialcomposición de esta formación:
En el terreno de juego -con una camiseta con la leyenda «Fratelli tutti» (Hermanos todos)- también habrá un joven futbolista con síndrome de Down, un miembro de las «Olimpiadas Especiales» y tres inmigrantes. Estos tres migrantes, tras un viaje marcado por los abusos y la violencia, que les hizo pasar del campo griego de Lesbos al italiano, han sido acogidos por la Comunidad de Sant’Egidio y están viviendo una experiencia de integración. Gracias a todos por aceptar formar parte del «equipo del Papa». Es un equipo en el que no hay barreras y que hace de la inclusión la simple normalidad.10:21
El Papa Francisco, que aceptó la propuesta de la Organización Mundial del Rom de organizar un partido de fútbol para relanzar el compromiso contra el racismo y la discriminación, alentó entonces «con particular afecto» el proyecto «Una patada contra la exclusión». Y expresó su agradecimiento al club Lazio que «amable y generosamente acoge y apoya esta iniciativa», encomendada por el Pontífice al Consejo Pontificio de la Cultura. El Santo Padre también recordó su visita del pasado 14 de septiembre a Košice, en Eslovaquia, con la comunidad gitana. En aquella ocasión, Francisco había instado a «pasar de los prejuicios al diálogo, de los cierres a la integración»:
Después de escuchar los testimonios de algunos miembros de la comunidad -historias de dolor, redención y esperanza- recordé a todos que «ser Iglesia es vivir como un convocado por Dios, es sentirse dueño de la vida, ser parte del mismo equipo». Utilicé precisamente estas expresiones, tomadas del lenguaje del fútbol, que además encajan muy bien con el significado de su partido. Demasiadas veces, les dije a los gitanos de Košice, los gitanos han sido objeto de preconceptos y juicios despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios. Como resultado, todos nos hemos empobrecido en humanidad.
El deporte puede tender puentes de amistad
Por eso, dijo el Papa, el evento deportivo previsto para el domingo 21 de noviembre «tiene un gran significado»: indica que «el camino de la convivencia pacífica es la integración». A continuación, el Pontífice recordó a los representantes de la Organización Mundial de Gitanos, con sede en Zagreb, que los objetivos decisivos son los que hacen ganar la esperanza.
Queridos amigos gitanos, sé que en Croacia dais vida a muchas iniciativas deportivas de inclusión, para ayudar al conocimiento mutuo y a la amistad. Es un signo de esperanza. Porque los grandes sueños de los niños no pueden romper nuestras barreras. Los niños, todos los niños, tienen derecho a crecer juntos, sin obstáculos y sin discriminación. Y el deporte es un lugar de encuentro e igualdad, y puede construir una comunidad a través de puentes de amistad. Gracias por esta visita. Le deseo un buen partido. No importa quién marque más goles, porque el gol decisivo es el que marcáis juntos, el que hace que gane la esperanza y da una patada a la exclusión.
Mañana, domingo 21 de noviembre, Radio Vaticano y Vatican News transmitirán el comentario radiofónico del partido de fútbol «Fratelli tutti», programado para las 14.30 horas (la transmisión comienza a las 14.00 horas) en el Centro de Entrenamiento del Club Deportivo Lazio en Formello.
La adoración eucarística: Presencia real de Cristo en la Eucaristía (1)
Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera
–Mi abuelo era de la Adoración Nocturna.
–Gran obra de Dios. Y hoy, por designio de la Providencia, se van multiplicando las capillas de Adoración Perpetua.
En los anteriores artículos fui explicando los diferentes momentos de la Misa, el Mysterium fidei por excelencia. Y al tratar de la consagración, del acto máximo de la Eucaristía (275), no me detuve en considerar con amplitud el misterio de la transubstanciación, para contemplarlo ahora más detenidamente, pues él es el fundamento de la adoración eucarística.
–La presencia de Cristo en la Eucaristía es real, verdadera y substancial desde el momento en que sea realiza la consagración del pan y del vino. Y para exponer misterio tan grandioso prefiero ceder la palabra a la misma Iglesia, tal como lo confiesa concretamente en el Catecismo:
1373 «“Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Rm 8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (LG 48): en su Palabra, en la oración de su Iglesia, “allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre” (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25,31 46), en los sacramentos de los que él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, “sobre todo, [está presente] bajo las especies eucarísticas” (SC 7).
1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos” (S. Tomás de A., STh III, 73, 3). En el santísimo sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (Trento: Denz 1651). “Esta presencia se denomina `real’, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen `reales’, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente” (Pablo VI, enc. Mysterium fidei 39).
1375 Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión maravillosa. Así, S. Juan Crisóstomo declara que:
No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas (Prod. Jud. 1,6).
Y S. Ambrosio dice respecto a esta conversión:
Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada… La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela (myst. 9,50.52).
1376 El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación» (Denz 1642).
1377 La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (Trento: Denz 1641)».
Ésta es la fe católica de la Iglesia, la misma que se confiesa en el Credo del Pueblo de Dios (1968, 24-26) o en la encíclica Mysterium fidei de Pablo VI.
* * *
–Algunos profesores católicos de teología niegan hoy la fe de la Iglesia en la transubstanciación eucarística. Y debemos denunciarlos, porque hay una relación intrínseca entre la exposición de la verdad y la refutación de la falsedad. En ese sentido escribe Santo Tomás al comienzo de la Summa contra Gentiles, «mi boca medita en la verdad y mis labios aborrecerán al impío» (Prov 8,7).
Según el profesor Dionisio Borovio, al tratar de la transubstanciación en su obra Eucaristía (BAC, Madrid 2000), la explicación de la presencia sacramental de Cristo «per modum substantiæ» es un concepto que, aunque contribuyó sin duda a clarificar el misterio de la presencia del Señor en la eucaristía, «condujo a una interpretación cosista y poco personalista de esta presencia» (286).
En la «concepción actual» de sustancia [¿cuántas «concepciones actuales» habrá de substancia?], en aquella que, al parecer, Borobio estima verdadera, «pan y vino no son sustancias, puesto que les falta homogeneidad e inmutablidad. Son aglomerados de moléculas y unidades accidentales. Sin embargo, pan y vino sí tienen una sustancia en cuanto compuestos de factores naturales y materiales, y del sentido y finalidad que el hombre les atribuye: “Hay que considerar como factores de la esencia tanto el elemento material dado como el destino y la finalidad que les da el mismo hombre” (J. Betz)» (285).
Si se parte de esta equívoca filosofía de la substancia, parece evidente que un cambio que afecte al destino y finalidad del pan y del vino en la Eucaristía (transfinalización-transignificación) equivale a una transubstanciación.
«Para los autores que defienden esta postura (v. gr. Schillebeeckx) es preciso admitir un cambio ontológico en el pan y el vino. Pero este cambio no tiene por qué explicarse en categorías aristotélico-tomistas (sustancia-accidente), sometidas a crisis por las aportaciones de la física moderna, y reinterpretables desde la fenomenología existencial con su concepción sobre el símbolo. Según esta concepción, la realidad material debe entenderse no como realidad objetiva independiente de la percepción del sujeto, sino como una realidad antro-pológica y relacional, estrechamente vinculada a la percepción humana. Pan y vino deben ser considerados no tanto en su ser-en-sí cuanto en su perspectiva relacional. El determinante de la esencia de los seres no es otra cosa que su contexto relacional. La relacionalidad constituye el núcleo de la realidad material, el en-sí de las cosas» (307).
Apoyándose, pues, en esta falsa metafísica, explica el profesor Borobio la transubstanciación del pan y del vino, y la presencia real de Cristo en la Eucaristía. En ella «las cosas de la tierra, sin perder su consistencia y su autonomía, devienen signo de esa presencia permanente», sin perder «nada de su riqueza creatural y humana» (266). El pan y el vino, por tanto, siguen siendo pan y vino, no pierden su realidad creatural, pero puede en la Eucaristía hablarse de una transubstanciación de tales elementos materiales porque han cambiado decisivamente su finalidad y significado.
Esta explicación de la Presencia eucarística real de Cristo no es conciliable con la fe de la Iglesia, tal como la expresa, por ejemplo, Pablo VI en la Mysterium fidei (1965), que en buena parte escribe precisamente esta encíclica para denunciar y rechazar éstos errores:
«Cristo se hace presente en este Sacramento por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo, y de toda la substancia del vino en su sangre […] Realizada la transubstanciación, las especies de pan y de vino adquieren sin duda un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria bebida, sino el signo de una cosa sagrada. Pero adquieren un nuevo significado y un nuevo fin en tanto en cuanto contienen una “realidad” que con razón denominamos ontológica. Porque bajo dichas especies ya no existe lo que había antes, sino una cosa completamente diversa, y esto no únicamente por el juicio de fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que, convertida la substancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino las solas especies. Bajo ellas, Cristo, todo entero, está presente en su “realidad” física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar».
La especulación filosófica-teológica que propone Borovio –siguiendo dócilmente a tantos otros autores modernos– sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía no prescinde solamente, como él dice, de la explicación en clave aristotélico-tomista de ese misterio, sino que contradice abiertamente la doctrina católica, la de siempre, la que ha sido enseñada por los Padres, la Liturgia, las Catequesis antiguas más venerables, el concilio de Trento, la Mysterium fidei o el Catecismo de la Iglesia Católica. La que, por ejemplo, en el siglo IV, sin emplear las categorías aristotélico-tomistas, exponía San Cirilo de Jerusalén (+386).
«Habiendo pronunciado Él y dicho del pan: “éste es mi cuerpo”, ¿quién se atreverá a dudar en adelante? Y habiendo Él afirmado y dicho: “ésta es mi sangre”, ¿quién podrá dudar jamás y decir que no es la sangre de Él?… Con plena seguridad participamos del cuerpo y sangre de Cristo [en la comunión eucarística]. Porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre [de Cristo]… No los tengas, pues, por mero pan y mero vino, porque son el cuerpo y sangre de Cristo, según la afirmación del Señor. Pues aunque los sentidos te sugieran aquéllo, la fe debe convencerte. No juzgues en esto según el gusto, sino según la fe cree con firmeza, sin ningun duda, que has sido hecho digno del cuerpo y sangre de Cristo» (Catequesis mistagógica IV, 1-6).
Ahora bien, si en la celebración de la Eucaristía el pan y el vino se han transformado en el cuerpo y la grande de Cristo, y esta presencia suya es real, verdadera y substancial permanece después de celebrada la Misa, ¿cuál deberá ser la respuesta del pueblo cristiano a esta Presencia del Señor?… El Catecismo lo expresa:
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1378 –«El culto de la Eucaristía. En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. “La Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión” (Mysterium fidei 56).
1379 El Sagrario [tabernáculo] estaba primeramente destinado a guardar dignamente la Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas. Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento.
1380 Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que [en la Ascensión] Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado «hasta el fin» (Jn 13,1), hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros (cf. Ga 2,20), y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor:
«La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración» (Juan Pablo II, lit. Dominicae Cenae, 3).
1381 «La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, “no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino solo por la fe , la cual se apoya en la autoridad de Dios”» (STh III, 75,1)…
«Habiendo aprendido estas cosas y habiendo sido plenamente asegurado de que lo que aparece pan no es pan, aunque así sea sentido por el gusto, sino el cuerpo de Cristo; y que le que aparece vino no es vino, aunque el gusto así lo crea, sino la sangre de Cristo… fortalece tu corazón participando de aquel pan como espiritual que es y alegra tú el rostro de tu alma.
«Ojalá que teniendo patente este tu rostro con la conciencia pura, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, crezcas de gloria en gloria en Cristo nuestro Señor, a quien sea el honor y el y el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (ib. IV, 9)
Crece en la Iglesia el culto a la Eucaristía
El pueblo cristiano, con sus pastores al frente, al paso de los siglos, ha ido prestando un culto siempre creciente a la eucaristía fuera de la Misa: oración ante el Sagrario, exposiciones en la Custodia, procesiones, Horas santas, visitas al Santísimo, asociaciones de Adoración nocturna o perpetua, las Cuarenta Horas, etc. Ese crecimiento en la Iglesia de la adoración eucarística se va realizando por obra del Espíritu Santo, que nos conduce «hacia la verdad plena» (Jn 14,26; 16,13). Ya dijo Cristo del Espíritu Santo: «Él me glorificará» (Jn 16,14)… Colaboremos, pues, con el Espíritu Santo para suscitar esta suprema devoción cristiana a Cristo en la Eucaristía. Así lo hacía el Santo Cura de Ars:
«En el púlpito, comenzaba a veces a tratar de diferentes materias, pero siempre volvía a Nuestro Señor presente en la Eucaristía. “Este atractivo por la presencia real [según testimonio de Catalina Lasagne] aumentó de una manera sensible hacia el fin de su vida… Se interrumpía y derramaba lágrimas; su figura aparecía resplandeciente y no se oían sino exclamaciones de amor”» (A. Trochou, El Cura de Ars, Palabra, Madrid 2003, 12ª ed., 631).
El mundo ha de saber que Cristo es el Rey
Hoy festejamos a Cristo Rey
Último Domingo de Calendario Litúrgico, dedicado a celebrar la festividad de Jesucristo Rey.
Instituida por la Iglesia precisamente en los tiempos de la democracia, para demostrar que la soberanía de Jesucristo no tiene condicionamientos humanos, ni es Jesucristo un Jefe elegido por votación popular, ni va a ser un día echado de su trono o suplantado por otro rival que le venga a privar de sus derechos.
Empezamos por escuchar al mismo Jesús, que reivindica su condición real ante una autoridad civil, la cual le puede hacer pagar caro su atrevimiento de proclamarse Rey.
Condenado ya como blasfemo por la Asamblea del pueblo judío, Jesús es llevado al tribunal de Roma, que no se va a meter en cuestiones religiosas sino en asuntos civiles.
Y empieza Pilato por la pregunta clave:
– ¿Tú eres el rey de los judíos?
Jesús sabe muy bien que esto no lo puede decir Pilato por cuenta suya, sino por otros que se los han ido a contar para prevenirlo en contra del acusado. Así que Jesús le pregunta a su vez:
– ¿Lo dices esto por ti mismo, o porque otros te lo han dicho de mí?
Pilato se molesta un poco, aunque le muestra a Jesús respeto y temor:
– ¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contesta, porque la pregunta es sincera, y, además, se la hace la autoridad:
– Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis vasallos hubiesen luchado por mí, para no ser entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí abajo.
Hay mucha dignidad en estas palabras de Jesús, de modo que Pilato, pagano y que nada sabe de la religión judía, sospecha algo misterioso. Por eso vuelve a la primera pregunta, haciéndosela más concreta:
– Entonces, ¿tú eres rey?
Jesús sigue el diálogo con Pilato en un plano de mucha seriedad y sinceridad:
– Sí; yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Quien es de la verdad, escucha mi palabra.
Pilato no entiende. Pero se da cuenta de que tiene delante de sí a una persona muy especial. De ahí sus esfuerzos por salvarlo de las iras y del griterío que le viene de la calle, azuzada como está la gente por los jefes del pueblo. Su pecado, como le insinuará después el mismo Jesús, es estar haciendo caso a los enemigos personales de este reo en vez de atender los gritos de su conciencia. Jesús le deja como palabra última a Pilato esta confesión:
– Yo soy rey. Aunque mi reino no es de este mundo.
Y Pilato, que quede tranquilo… Jesús no causará ningún problema a los romanos, desde el momento que le asegura que su reino no es político sino espiritual, no de este mundo sino del otro…
Juan escribe su Evangelio para los cristianos, y más que narrar con taquigrafía el dialogo de Jesús con Pilato, quiere hacer ver que aquella calumnia lanzada contra Jesús –de que había sido condenado por revoltoso contra Roma–, carecía de todo fundamento.
La Iglesia de nuestros días ha reflexionado mucho sobre este hecho de la realeza de Jesucristo. Y ha mantenido y mantiene una fiesta que para muchos es inoportuna.
El mundo -que se aleja de Dios con un laicismo y una secularización tan peligrosos, ha de saber que por encima de los acontecimientos humanos y sobre los gustos de la sociedad hay un Rey que reivindica los derechos de Dios.
Ese mundo debe rendirse a Dios, y Jesucristo se proclama Rey para ser el primer testigo de la verdad.
A su Iglesia la constituye signo visible de esta autoridad que Él mantiene sobre el Reino de Dios en el mundo, y le encarga transformar las estructuras sociales de un modo conforme con el querer de Dios.
Jesucristo es Rey, y por eso hace de nosotros los cristianos un pueblo real, libre de toda esclavitud.
En particular nosotros los seglares –instruidos por el Concilio–, sabemos que participamos de la realeza de Jesucristo; somos reconocidos como encargados de promocionar a la persona humana; y se nos encarga meter el Evangelio en la sociedad como el fermento en la masa, llenando del espíritu de Jesucristo todas las realidades sociales, ya que estamos metidos dentro de todas las vicisitudes del pueblo.
Esta nuestra vocación dentro del Pueblo de Dios es un testimonio de la realeza de Cristo.
Porque, si Jesucristo no fuera Rey y no tuviera el dominio y la soberanía sobre todos los hombres y sobre todas las cosas, ¿con qué derecho y autoridad, o con qué título legítimo, nos presentaríamos nosotros ante los demás para hacerles cambiar de opinión, para mudar sus estructuras y modos de ser, para transformar el mundo conforme a nuestro parecer y nuestros gustos?… Aunque este parecer y estos gustos no son nuestros –afortunadamente–, sino del mismo Jesucristo y de su Iglesia.
¡Jesucristo es Rey!
Lo proclamamos nosotros a los cuatro vientos con humildad gozosa.
Lo proclamaron con valentía ante las balas muchos mártires modernos.
Y esta fe que profesan nuestros labios, la queremos proclamar, sobre todo, con la fidelidad diaria a nuestros deberes cristianos.
El Papa a los jóvenes: “Sean críticos, auténticos, no ser equilibristas”
VINCENZO PINTO | AFP
El pontífice presidió la misa en ocasión de la celebración de la JMJ diocesana durante la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
El papa Francisco dijo hoy a los jóvenes: “Sean libres, auténticos, sean la conciencia crítica de la sociedad, tengan miedo de ser jóvenes equilibristas«. Pues, sostuvo, “necesitamos vuestras críticas”.
Francisco invitó hoy a los jóvenes del mundo a no seguir el mal ejemplo de los “equilibristas”, personas que se alejan de la fe cristiana persiguiendo sus intereses personales y la lógica del mundo.
“Equilibristas que buscan siempre un camino para no ensuciarse las manos” para no “comprometerse” y “jugársela” por los demás.
A las 10:00 horas de esta mañana, 21 de noviembre, en la Basílica Vaticana, el papa Francisco presidió la Misa en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
La misa se realizó con motivo de la celebración diocesana de la XXXVI Jornada Mundial de la Juventud, con el tema: «¡Levántate! Te hago testigo de lo que has visto» (cf. Hch 26,16).
“Nuestro mundo, herido por tantos males, no necesita de más pactos ambiguos, de gente que va de aquí para allá como las olas del mar, de quienes están un poco a la derecha y un poco a la izquierda después de haber olfateado lo que les conviene”.
Ir contracorriente
El Papa pidió a los jóvenes de ir contracorriente, especialmente contra el egoísmo.
De este modo, “en la libertad de Jesús también encontramos la valentía de ir contracorriente, no contra alguien, como hacen los victimistas y los complotistas, que siempre cargan la culpa sobre los demás”.
En esta línea, Francisco quiere que los jóvenes salgan de esa “corriente malsana de nuestro yo egoísta, cerrado y rígido, para ir tras las huellas de Jesús”.
“Él nos enseña a ir contra el mal con la única fuerza mansa y humilde del bien. Sin atajos, sin falsedad”.
Jóvenes críticos
El Pontífice aplaudió a los jóvenes que critican a los adultos por no hacer lo suficiente para evitar la contaminación ambiental. “Necesitamos de esto”.
“Sean libres, libres al criticar, tengan pasión por la verdad, para que con sus sueños puedan decir: mi vida no es esclava de las lógicas de este mundo, porque reino con Jesús por la justicia, el amor y la paz”, añadió.
Los jóvenes son reyes con Jesús
“Deseo que cada uno de ustedes pueda sentir la alegría de decir: “También yo soy rey con Jesús”.
“Soy rey, soy un signo viviente del amor de Dios, de su compasión y ternura. Soy un soñador deslumbrado por la luz del Evangelio y profundizo con esperanza en las visiones nocturnas.
Y cuando caigo, encuentro en Jesús la valentía de luchar y de esperar, el coraje de volver a soñar. En cualquier edad de la vida”, expresó el Papa en la celebración en preparación del camino hacia la Jornada Mundial del 2023 en Lisboa.
VINCENZO PINTO | AFP
¡Gracias!
En la homilía, el Papa instó a los “jóvenes a soñar” y les agradeció por ello. Lo afirmó frente a un público de casi 2000 jóvenes, operadores pastorales y sacerdotes, pertenecientes a la Diócesis de Roma, durante la celebración eucarística.
“Les estamos agradecidos cuando ustedes sueñan, cuando hacen de Jesús el sueño de sus vidas y lo abrazan con alegría, con un entusiasmo contagioso que nos hace bien”.
Francisco ha propuesto dos imágenes en su homilía: La primera, basada en el Apocalipsis de san Juan está descrita con estas palabras: “Viene entre las nubes” (cf. Ap 1,7; Dn 7,13). “Esta profecía de esperanza ilumina nuestras noches”.
Jóvenes “reconozcamos” a Jesús, sostuvo, que miremos más allá de la noche, que levantemos la mirada para verlo en medio de la oscuridad.
No tengan miedo de soñar
El Papa subrayó “muchos de sus sueños se corresponden con los del Evangelio”. “La fraternidad, la solidaridad, la justicia, la paz, son los mismos sueños de Jesús para la humanidad”.
Por tanto, el Papa pidió: “No tengan miedo de abrirse al encuentro con Él, que ama sus sueños y los ayuda a cumplirlos”.
“El Cardenal Martini decía que la Iglesia y la sociedad necesitan «soñadores que nos mantengan abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo»…Me gustaría que ustedes se encuentren entre esos soñadores”.
VINCENZO PINTO | AFP
Valentía y libertad
Por otro lado, la segunda imagen que ha propuesto el Papa es del Evangelio, Cristo está ante Pilato y le dice: «Soy rey» (Jn 18,37).
“Impacta – explicó el Papa- su determinación, su valentía, su libertad suprema”.
Jesús ha sido sido arrestado, pero él no ha querido “defenderse, quizá buscando “arreglar las cosas”, pactando una solución de compromiso.
En cambio, “Jesús no escondió la propia identidad, no camufló sus intenciones…No. Con la valentía de la verdad respondió: “Soy rey”.
El papa Francisco muestra a Jesús que es rey porque dona su vida para traer la salvación de los demás, rey para traer un reino de amor.
“Su Reino es de amor, de quien da la propia vida por la salvación de los demás”, expresó.
“Queridos jóvenes, la libertad de Jesús es fascinante. Dejemos que vibre dentro de nosotros…la valentía de la verdad”.
Las falsedades de la vida
“Ante la verdad de Jesús, ante la verdad que es Jesús, ¿cuáles son esas falsedades mías que no se sostienen, esas dobleces mías que a Él no le gustan?
Necesitamos ponernos delante de Jesús para reconocer nuestra propia verdad.”
El Obispo de Roma invitó a los jóvenes a “no dejarnos engañar por las modas del momento, por los fuegos artificiales del consumismo que deslumbra y paraliza”.
“Amigos, no estamos aquí para dejarnos encantar por las sirenas del mundo, sino para tomar las riendas de la propia vida, para “gastar la vida”, para vivirla plenamente”.
La Jornada Mundial de la Juventud es un evento instituido por el papa Juan Pablo II que convoca a los jóvenes de todo el mundo a ser discípulos de Jesús.
La JMJ se realiza anualmente en cada diócesis del mundo durante la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, con una ceremonia principal en la Ciudad del Vaticano.
Las más hermosas estatuas de Cristo Rey en el mundo
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Hoy es la fiesta de Cristo Rey del Universo
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La fiesta de Cristo Rey del Universo es una de las fiestas más importantes del rito litúrgico.
Fue instituida por el papa Pío XI a raíz de la Primera Guerra Mundial, con la acentuación del comunismo en Rusia, el 11 de Marzo de 1925 con la carta encíclica “Quas Primas”.
De esta manera se quería afirmar que a pesar de todos los poderes de la tierra que pueda adquirir un hombre, Cristo es el único y verdadero rey que debe reinar en su corazón.
“Es necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido…”.
Quas Primas
Esta fiesta coincide con el último domingo del año litúrgico. En varias partes del mundo se realizan importantes fiestas tradicionales y peregrinaciones. Muchos visitan los monumentos dedicados a Cristo Rey.
Algunos son de importantes magnitudes como la de Świebodzin en Polonia, que mide 33 metros de alturas.
Unas más impotentes que otras, estas estatuas a lo largo y ancho del mundo nos recuerdan que Cristo debe reinar siempre en nuestros corazones:
El Papa: Ser cristiano no es llevar la máscara que más conviene
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«Pecadores sí, corruptos jamás». Ángelus: «La mejor prueba de que Cristo es nuestro rey es el desapego de lo que contamina la vida, haciéndola ambigua, opaca, triste».
«Pecadores sí, corruptos jamás”. El papa Francisco pidió hoy abandonar las máscaras sociales de la falsedad y buscar la verdad que viene de Jesús. “Es su verdad la que nos hace libres (cfr Jn 8,32)”.
“La vida del cristiano no es una actuación donde se puede llevar la máscara que más conviene. Porque cuando Jesús reina en el corazón, lo libera de la hipocresía, de las escapatorias, de las dobleces”, dijo el pontífice antes del rezo dominical del Angelus ante los fieles reunidos en la plaza San Pedro este 21 de noviembre de 2021.
“La mejor prueba de que Cristo es nuestro rey es el desapego de lo que contamina la vida, haciéndola ambigua, opaca, triste.”, sostuvo de frente a muchos jóvenes que habían participando hace algunos minutos a la misa presidida por el Papa en la Basílica en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
El Obispo de Roma reiteró en varias ocasiones que reinar es servir. El cristianismo no es trepar socialmente, pisar a los demás y seguir los propios intereses.
Todos tenemos defectos
“Cierto, debemos lidiar siempre con los límites y los defectos: todos somos pecadores. Pero cuando se vive bajo el señorío de Jesús, uno no se vuelve corrupto, falso, con la inclinación a cubrir la verdad. No se lleva una doble vida. Que la Virgen nos ayude a buscar cada día la verdad de Jesús, Rey del Universo, que nos libera de las esclavitudes terrenas y nos enseña a gobernar nuestros vicios”, expresó.
El Papa comentó el Evangelio de la Liturgia de hoy, último domingo del Tiempo ordinario, que culmina en una afirmación de Jesús, que dice: «Sí, como dices, soy Rey» (Jn 18,37).
«Él no viene para dominar, sino para servir. No llega con los signos de poder, sino con el poder de los signos».
Cristo, delante de Pilato, demuestra, así, «soberanamente libre del deseo de la fama y de la gloria terrena». Y nosotros, preguntémonos, ¿sabemos imitarle en esto? ¿Sabemos cómo gobernar sobre nuestra tendencia a ser continuamente buscados y aprobados, o hacemos todo para ser estimados por parte de los otros? En lo que hacemos, en particular en nuestro compromiso cristiano, ¿cuentan los aplausos o el servicio?«, dijo el Papa.
Reinar es servir
Reinar es servir, no servirse de los demás. El Papa sostuvo que Jesús no solo evita toda búsqueda de grandeza terrenal, sino que también hace libre y soberano el corazón de quien le sigue.
«Él, queridos hermanos y hermanas, nos libera del sometimiento del mal. Su Reino es liberador, no tiene nada de opresivo. Él trata a cada discípulo como amigo, no como súbdito.
Cristo, aun estando por encima de todos los soberanos, no traza líneas de separación entre sí y los demás; desea más bien tener hermanos con los que compartir su alegría (cfr Jn 15,11). Siguiéndolo no se pierde, sino que se adquiere dignidad.
Porque Cristo no quiere en torno a sí servilismo, sino gente libre. Y, preguntémonos ahora, ¿de dónde nace la libertad de Jesús? Lo descubrimos volviendo a su afirmación frente a Pilato: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37).
La libertad de Jesús viene de la verdad. Es su verdad la que nos hace libres (cfr Jn 8,32). Pero la verdad de Jesús no es una idea, algo abstracto: es una realidad, es Él mismo que hace la verdad dentro de nosotros, nos libera de las ficciones y de las falsedades que tenemos dentro. Estando con Jesús, nos volvemos verdaderos”, concluyó el pontífice, que tras el Angelus saludó a varios grupos de fieles presentes en la plaza, especialmente a los fieles de Ecuador que celebran a su evocación mariana: la Virgen de El Quinche.
El saludo del Papa y de los jóvenes
El Papa también compartió escena con dos jóvenes de la diócesis de Roma. Ellos dieron un saludo a los fieles presentes: «Testimoniar con alegría a Jesús», dijo el joven. Precisamente, hoy, el Papa a las 10:00 horas de esta mañana, presidió la Misa, en la Basílica Vaticana, con motivo de la celebración diocesana de la XXXVI Jornada Mundial de la Juventud, con el tema: «¡Levántate! Te hago testigo de lo que has visto» (cf. Hch 26,16).