Fieles difuntos
Memoria litúrgica, 2 de noviembre
Conmemoración de todos los fieles difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud en celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.
Un poco de historia
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.
Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.
Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.
A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.
Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. «No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos».
Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.
Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”. (CEC 1479)
Costumbres y tradiciones.
El altar de muertos
Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.
Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.
Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino.
Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban.
La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.
Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra.
El difunto ese día se convertía en el «huésped ilustre» a quien había de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de regreso a Mictlán.
Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.
La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.
El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida.
Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la salvación del difunto.
Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios
El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imágen de la Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único camino para llegar al cielo.
El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza la purificación.
Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado a lo largo de su vida.
Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él. Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados “calaveras” en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.
La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres “estadios” de la Iglesia:
1) La Iglesia Purgante, conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.
2) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.
3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.
En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.
Cuida tu fe
Halloween o la noche de brujas: Halloween significa “Víspera santa” y se celebra el 31 de Octubre. Esta costumbre proviene de los celtas que vivieron en Francia, España y las Islas Británicas.
Ellos prendían hogueras la primera luna llena de Noviembre para ahuyentar a los espíritus e incluso algunos se disfrazaban de fantasmas o duendes para espantarlos haciéndoles creer que ellos también eran espíritus.
Podría distraernos de la oración del día de todos los santos y de los difuntos. Se ha convertido en una fiesta muy atractiva con disfraces, dulces, trucos, diversiones que nos llaman mucho la atención.
Puede llegar a pasar que se nos olvide lo realmente importante, es decir, el sentido espiritual de estos días.
Si quieres participar en el Halloween y pedir dulces, disfrazarte y divertirte, Cuídate de no caer en las prácticas anticristianas que esta tradición promueve y no se te olvide antes rezar por los muertos y a los santos.
Debemos vivir el verdadero sentido de la fiesta y no sólo quedarnos en la parte exterior. Aprovechar el festejo para crecer en nuestra vida espiritual.
Algo que no debes olvidar
La Iglesia ha querido instituir un día que se dedique especialmente a orar por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.
La Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo entre el 1 y el 8 de noviembre, podemos abreviar el estado de purificación en el purgatorio.
Oración
Que las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así sea.
Catholic.net ha organizado, juntamente con diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, una novena de oraciones por todos los Fieles Difuntos, con adoraciones, oraciones, el rezo del rosario, y una intención especial en la Santa Misa el día 2 de noviembre celebrada por sacerdotes amigos de Catholic.net que se han sumado a nuestra primer Novena de los Fieles Difuntos.
Únase a nuestras oraciones, y envíenos los nombres de los difuntos a quienes usted desea que encomendemos. Tendremos un recuerdo especial para ellos durante los nueve días previos a la fiesta de los Fieles Difuntos el día 2 de noviembre. Si desea enviarnos los nombres y sus intenciones es muy sencillo, rellenando el formulario en nuestro sitio Novenas Catholic.net (click aquí) Nosotros enviaremos estos nombres e intenciones a los diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, y sacerdotes diocesanos que se han sumado a esta Novena de los Fieles Difuntos.
Y dando un fuerte grito, expiró
Santo Evangelio según san Marcos 15, 33-39; 16, 1-6
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria
Jesús, me invitas a un momento de oración contigo, ayúdame a profundizar contigo tu Palabra viva. Que el Espíritu Santo me ilumine para que descubra tu mensaje en mi corazón. En ti confío.
Evangelio del día
Del santo Evangelio según san Marcos 15, 33-39; 16, 1-6
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní». (Que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?») Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, está llamando a Elías.» Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.» Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.»]
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy recordamos a los «Fieles Difuntos». En sí, recordamos a todos nuestros seres queridos que partieron de esta vida para encontrarse con Dios. Los encomendamos a su misericordia, pedimos porque el Señor de la vida les brinde el descanso eterno, ahí donde la vida ya no perece. A nuestros difuntos se les extraña, especialmente a quienes nos hayan marcado en el corazón por su bondad, dedicación, cariño, enseñanzas. Me pregunto cómo habrá sido extrañar a Jesús cuando subió al cielo.y todos quienes lo vieron, quienes compartieron con Él sus palabras, sus milagros y enseñanzas, de repente no lo vieron más, solo quedaba el recuerdo todavía reciente de todo lo que pasó. Y con el paso de los años esa primera comunidad cristiana fue descubriendo su presencia amorosa en su Palabra, en la fracción del pan, en la Iglesia primitiva. Fue ya una vivencia de fe, de que la muerte no tiene la última palabra.
Esa fe en Cristo y en su Palabra es la que nos debe mover también para recordar a nuestros familiares difuntos, pedir por ellos y honrarlos con una vida acorde al Evangelio. Y todavía podemos dar un paso más. Si tenemos la oportunidad de ir a llevar flores a nuestros difuntos, ahí donde reposan sus restos, seguramente llegaremos a ver lugares muy abandonados, de desconocidos para nosotros pero que sin duda son familia de alguien. Difuntos a quienes ya nadie pide por ellos, nadie les lleva una flor, y puede ser por muchas causas: olvido, enfermedad (no pueden ir por sí solos), lejanía física (viven en otra ciudad o país), etc., pero la oración no tiene fronteras ni sabe de desconocidos; y nosotros podemos también encomendar en nuestras oraciones a estos difuntos olvidados y abandonados.
Algo muy importante es que el recuerdo de nuestros difuntos, y el pedir por ellos, no debe ser ocasión de desánimo ni de tristeza sin esperanza. Todo lo contrario. El recordarlos debe ser motivo de esperanza en la Resurrección, de fortaleza en el camino sabiendo que nos espera la corona de la victoria si vivimos en Cristo, que debemos aprovechar cada instante para edificar nuestro futuro en la eternidad. ¿En qué morada del cielo me gustaría vivir? Esa morada se construye hoy.
«Estas palabras, hermanos y hermanas, acogidas con fe, hacen que la oración por nuestros hermanos fallecidos sea verdaderamente cristiana. También nos permiten tener una visión más real de su existencia: comprender el sentido y el valor del bien que han hecho, de su fortaleza, de su compromiso y de su amor desinteresados; comprender lo que significa vivir aspirando no a una patria terrena, sino a una mejor, es decir, la patria celestial (cf. Hb 11,16). La oración en sufragio por los difuntos, elevada en la confianza de que viven con Dios, extiende así sus beneficios también a nosotros, peregrinos aquí en la tierra. Nos educa para una auténtica visión de la vida; nos revela el sentido de las tribulaciones que debemos atravesar para entrar en el Reino de Dios; nos abre a la verdadera libertad, disponiéndonos a la búsqueda continua de los bienes eternos» (S.S. Francisco, Homilía 5 de noviembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Nunca es tarde para empezar. Si no lo hemos hecho, pidamos hoy por nuestros familiares difuntos y hagamos esto una práctica. Recordemos en la oración frecuentemente a nuestros familiares difuntos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La muerte de Jesús en la cruz
La Pasión de Jesús. La cruz revela la misericordia, es amor que sale al encuentro del que experimenta el mal.
La muerte de cruz
«En medio del griterío desbordado, Pilato les entregó a Jesús para que fuese crucificado» (Jn). No es una mera condena por rebelión, ni siquiera una condena a muerte sin más, sino la muerte en la cruz. Era tan injuriosa la condena que estaba prohibida para los ciudadanos romanos. A la tortura se añadía la infamia. Era una muerte lenta y exasperante, una tortura cruel, era el peor suplicio que podían encontrar para matar. Se clavaban las manos y los pies en el madero y al colgar, el cuerpo se consumía en la asfixia. Al desangrarse, se padecía gran sed y fiebres, unido a unos dolores intensos al estar colgado el cuerpo de tres hierros. Era una muerte pública, de escarmiento por la gravedad de los delitos.
Demostración de amor
Jesús va a dar un paso en ese abajamiento y humillación para salvar a los hombres. Podía haber sido de otro modo, pero entonces no se hubiera descubierto el misterio de iniquidad del pecado y su gravedad, ni se hubiera revelado la hondura del amor de Dios. La cruz era el modo de expresar un océano sin límites de verdad y de bondad. Demuestra el amor excedente de Dios, un amor que se da, dispuesto a todo, un amor hasta el vaciamiento total. La cruz muestra el valor del hombre, el gran precio que Dios está dispuesto a pagar por la salvación de cada uno. El mismo Dios se humilla y sufre, y las ideas humanas sobre Dios tiemblan ante la realidad de tanto sufrimiento de un Dios que quiere ser un juguete para los juegos macabros de los hombres perversos. La crueldad y el dolor se hacen medios para expresar el amor misericordioso. Y Jesús como hombre asume su papel con generosidad y convierte la muerte en acto de amor humano con valor infinito, porque también es Dios.
La cruz revela la misericordia, es amor que sale al encuentro del que experimenta el mal. La cruz es la inclinación más profunda de la divinidad hacia el hombre; es como un toque de amor eterno sobre las heridas más dolorosas, es un amor que vence en todos los elegidos las fuentes más profundas del mal. Y ¿por qué es esto así? Porque Jesús ama sobre todo al Padre. Y con ese amor ama a los hombres esclavos del pecado.
Hacia el Gólgota
«Después de reírse de Él, le quitaron la púrpura y le pusieron sus vestidos. Entonces lo sacaron para crucificarlo»(Mc). Lo desnudan de sus indignas vestiduras y quedan en evidencia todas las heridas y los golpes de la flagelación. La heridas, ya infectadas, se reabren y vuelven a sangrar; no hay en Él parecer ni hermosura; es el hombre que lleva marcados los signos de los pecados. Le colocan sus vestidos, y la túnica inconsútil fabricada por manos amorosas, vuelve a cubrir su cuerpo. Todos podrán distinguir bien quién es, pues ha vuelto a recuperar su aspecto. La corona de espinas la dejan, y cada movimiento hace que vuelva a sangrar la cabeza: el rojo de la sangre se confunde con el de la túnica. «Tomaron, pues, a Jesús; y Él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Los pontífices de los judíos decían a Pilato: No escribas el Rey de los judíos, sino que Él dijo: Yo soy Rey de los judíos. Pilato contestó: Lo que he escrito, escrito está»(Jn). Pilato, sin saberlo, le ha proclamado rey, una vez más y definitivamente. Pero Cristo es rey, desde la cruz, sólo en aquellos corazones que captan el reinado de amor venciendo la tiranía del pecado y del diablo. El título ha quedado escrito en tres idiomas, pero el reino de Cristo será universal, pues por todos derrama su sangre.
El trayecto del pretorio hasta el lugar de la crucifixión no es largo, de un kilómetro, más o menos. Primero recorre unas pocas calles de Jerusalén, después atraviesa la puerta judiciaria, y, a campo abierto, asciende el pequeño montículo de Calvario, bien visible desde las murallas de la ciudad; los caminos pasan cerca del lugar de la ejecución.
Las mujeres en el camino
Llevaban con Él dos malhechores para ser ejecutados. Forma el centurión con un buen grupo de soldados, y avanza la comitiva con gran dificultad. Las calles se llenan de gente que hay que apartar sin contemplaciones. No todos insultan, lloran algunas mujeres. Jesús puede detenerse ante ellas. «Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque he aquí que vienen días en que se dirá: dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotras; y a los collados: sepultadnos; porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué se hará en el seco?»(Lc).
Las mujeres lloran
Estas mujeres son distintas de las galileas que acompañaban a Jesús en su caminar, anunciando el Reino de los cielos. Eran de Jerusalén, convertidas en los diversos viajes de Jesús a la ciudad santa. Lloran porque es grande el dolor. Lloran, pero no huyen. Lloran, pero siguen creyendo. Su amor no les permite dudar de la verdad de lo creído en los momentos de luz. Ahora todo es oscuro, dramático, sangriento, no hay milagros, Dios parece enmudecido. Pero no dudan de Jesús. El amor les lleva a una intensa compasión y hacen lo que pueden: lloran. En la pasión donde pocos discípulos estarán presentes, las mujeres tendrán una parte muy importante. El amor es el fin de la fe, y ellas saben querer, también cuando todo lo externo parece hundirse
Jesús, entrecortadamente, les explica la gran tragedia del pecado. Si al inocente lo ven tan destrozado, ¿como será la condición de los pecadores? Leña seca para el fuego eterno, que Jesús intenta apagar con las lágrimas de un amor verdadero por los que no pueden, ni a veces quieren, rectificar. Las lágrimas de las mujeres son sinceras y doloridas. Nada puede dar consuelo a su dolor. Jesús lo sabe y se lo agradece, a la vez que les enseña, una vez más, cual es el sentido de su cruz.
Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar su cruz
«Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que llevara la cruz de Jesús»(Mc). Simón pasaba por las cercanías de Jerusalén y se encontró con Jesús cargando con la Cruz salvadora, abrumado por el peso. Simón venía del campo y pasaba por aquel lugar situado fuera ya de las murallas de la ciudad y próximo al montículo del Calvario. El hecho de llamarle cirineo indica que debía proceder de esta región del Norte de África, aunque fuese judío. Cabe que estuviese en Jerusalén de paso, o en peregrinación por la Pascua, o viviese establemente allí después de haber vivido un tiempo fuera. Los nombres de sus hijos, Alejandro y Rufo, revelan procedencia griega y latina respectivamente.
Transformación
Todo parece casual en aquel encuentro con Cristo y su Cruz. Casual es su presencia en la ciudad, casual es su paso por aquel lugar, casual es que le fuercen a llevar la Cruz del Señor. Pero aquellas circunstancias son ocasión de una transformación profunda en aquel hombre, más llamativa, si cabe, por inesperada.
No estaba ni con los que insultan o gritan contra Jesús, ni con los discípulos. Tampoco parece un espectador curioso, simplemente «venía del campo» (Mc). Y «le obligaron a llevar la cruz»(Mt). «Le cargaron con la cruz para que la llevase detrás de Jesús»(Lc).
No parece difícil imaginar la conmoción de Simón. Andaba tranquilamente por el camino, como se va por los caminos de la vida; oye un tumulto, le llama la atención, se acerca… y de repente los soldados le rodean y a gritos le fuerzan a llevar la cruz de uno a quien van a crucificar. Quizá le dió tiempo para enterarse quién era aquel a quien ayudaba; quizá no pudo preguntar pero leyó la inscripción de la cartela que indicaba el delito: «Jesús Nazareno Rey de los judíos». Al coger la cruz, Jesús, se ha vuelto y le ha mirado; no hay en él hermosura, es un desecho de los hombres…y, sin embargo, aquella mirada conmueve el corazón del cirineo, rudo quizá, pero noble… Aquel hombre quiere la cruz; sabe que va a morir y se dirige –exhausto, pero sereno- a emprender la última ascensión; varias decenas de metros de desnivel, pero empinadas. El condenado –a rastras el último tramo- sigue subiendo hasta la cima del Gólgota, si no es que fue llevado en parte por los mismos soldados.
Al mismo tiempo oye los insultos feroces de una multitud, además, muchos de ellos eran fariseos y escribas, incluso estaban allí ancianos del Sanedrín y Sacerdotes. La sorpresa de Simón debió crecer. Si era un rebelde contra los romanos y por esto condenado, los judíos debían estar tristes y apesadumbrados, pues era de los suyos. Pero los más indignados son los judíos importantes, que le gritan cosas tremendas y blasfemas.
Cuando llegaron al lugar de la crucifixión la sorpresa debió ser mayor. Simón, cansado, deja la cruz en el suelo y, muy probablemente, permanece allí. Entonces contempla la escena tremenda de la crucifixión, tanto la de Jesús como la de los ladrones. Debieron ser muy distintas. La costumbre era darles una bebida que calmase un poco el dolor, los ladrones debieron beber con ansia; Jesús se negó a tomarla, aunque, agradeciendo el gesto, probó un poco. Luego, entre varios hombres, se sujetaban los cuerpos que iban a ser enclavados.
No sabemos si permaneció allí mucho más tiempo, pero aquello bastaba para hacerle reflexionar y buscar enterarse a fondo sobre quien era aquel Rey de los judíos a quien él habían ayudado a llevar su Cruz. Si presenciar cualquier muerte conmueve, mucho más una muerte lenta como la crucifixión, y, más aún, la de uno que perdona a los que le están matando. Aquello no podía tener una explicación natural, y realmente no la tenía. Simón acaba de tener un encuentro con la Cruz de Cristo, una Cruz que era la Salvación del mundo; él no lo sabía, pero aquel encuentro, fastidioso al principio, fue el comienzo de su salvación. La referencia a sus hijos lo muestra como bien conocido entre los primeros cristianos.
Dolor que convierte
Simón de Cirene se encontró con el dolor de Cristo y se convirtió. Bienaventurado el hombre de Cirene llamado Simón, porque él no buscaba a Dios y se lo encontró.
«Rumiar» la Palabra de Dios que no es cualquier noticia
Ángelus del Papa Francisco, 31 de octubre de 2021
A la hora del ángelus del último domingo de octubre el Papa Francisco – desde la ventana de su estudio frente a la Plaza de San Pedro – explicó a los fieles y peregrinos de diversos países, y a quienes lo seguían a través de los medios de comunicación, que en la Liturgia del día el Evangelio habla de un escriba que se acerca a Jesús y le pregunta: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”.
Amar a Dios y al prójimo
Al comentar que Jesús responde, citando la Escritura, “que el primer mandamiento es amar a Dios”, el Santo Padre dijo que “de este, como consecuencia natural, se deriva el segundo: amar al prójimo como a sí mismo: Y añadió que, tras esta respuesta, “el escriba no sólo reconoce que es.
“Amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Tras preguntar “¿por qué, al dar su asentimiento, el escriba siente la necesidad de repetir las mismas palabras de Jesús?”, Francisco expresó que “esta repetición es aún más sorprendente si pensamos que estamos en el Evangelio de Marcos, que tiene un estilo muy conciso”. Mientras del sentido de esta repetición dijo que “es una enseñanza para nosotros que escuchamos”:
Rumiar la Palabra de Dios
“Porque la Palabra del Señor no puede ser recibida como cualquier noticia: hay que repetirla, asumirla, custodiarla”.
Además, el Papa subrayó que la tradición monástica utiliza un “término audaz, pero muy concreto: la Palabra de Dios ha de ser ‘rumiada’. Podemos decir que es tan nutritiva que debe llegar a todos los ámbitos de la vida: implicar” “todo el corazón, toda el alma, toda la inteligencia, todas las fuerzas”. De manera que”’
“La Palabra de Dios debe resonar, ser un eco dentro de nosotros. Cuando existe este eco interior, significa que el Señor habita nuestro corazón”.
El Señor corazones dóciles
Hacia el final de su comentario el Obispo de Roma dijo que “el Señor busca, no tanto hábiles comentaristas de las Escrituras, sino corazones dóciles que, acogiendo su palabra, se dejan transformar dentro”. Por esta razón, es importante “familiarizar con el Evangelio, tenerlo al alcance de la mano siempre, leerlo y releerlo, apasionarse. Cuando lo hacemos, Jesús, Palabra del Padre, entra en nuestro corazón, se vuelve íntimo y nosotros damos frutos en Él”.
“Tomemos como ejemplo el Evangelio de hoy: no es suficiente leerlo y comprender que hay que amar a Dios y al prójimo. Es necesario que este mandamiento, el ‘gran mandamiento’, resuene en nosotros, sea asimilado, se convierta en voz de nuestra conciencia. Entonces no se queda en letra muerta, porque el Espíritu Santo hace brotar en nosotros la semilla de esa Palabra”.
Después de reafirmar que “la Palabra de Dios actúa, es viva y eficaz”, el Papa dijo que así cada uno puede “convertirse en una “traducción viva, diferente y original, de la única Palabra de amor que Dios nos dona”.
¿Este mandamiento orienta mi vida?
Invitando a retomar hoy el ejemplo del escriba, el Pontífice pidió que “repitamos las palabras de Jesús, hagámoslas resonar en nosotros: ‘Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y al prójimo como a sí mismo’. Y preguntémonos: ¿Orienta realmente mi vida este mandamiento? ¿Se refleja en mi vida diaria?”.
“Nos hará bien esta noche, antes de dormirnos, hacer un examen de conciencia sobre esta Palabra, para ver si hoy hemos amado al Señor y hemos dado un poco de bien a los que nos hemos encontrado. Que la Virgen María, en quien se hizo carne el Verbo de Dios, nos enseñe a acoger en nuestro corazón las palabras vivas del Evangelio”.
Nuevos beatos españoles
Después de rezar el ángelus el Papa recordó que ayer en Tortosa, España fueron beatificados Francisco Sojo López, Millán Garde Serrano, Manuel Galcerá Videllet y Aquilino Pastor Cambero, presbíteros de la Fraternidad de los Sacerdotes Obreros diocesanos del Corazón de Jesús, todos ellos asesinados por odio a la fe.
“Pastores celosos y generosos, durante la persecución religiosa de los años treinta se mantuvieron fieles a su ministerio incluso arriesgando sus vidas”. «Que su testimonio sea un modelo especialmente para lossacerdotes. ¡Aplaudamos a estos nuevos beatos!».
Día de muertos: ¡qué es y cómo vivirlo!
Todo lo que se vive en familia deja una huella profunda.
En México tenemos una cultura muy rica y llena de tradiciones.
Una de ellas es el Día de muertos y fíjate bien que no dije halloween.
El Día de muertos es un día especial en el que dedicamos un tiempo particular para recordar a nuestros seres queridos que ya están gozando de la presencia de Dios.
Esta tradición viene de muchos años atrás y tiene características particulares que pueden variar dependiendo del lugar o la región del país.
Pero lo que todos tienen en común es ese deseo de hacer oración y recordar a las personas que ya fueron llamadas a regresar a la casa del Padre.
Hay diferentes elementos que forman parte de esta tradición. Una de ellas es ir a visitar a nuestros familiares difuntos al panteón y rezar por ellos.
Otra es mandar a decir una misa por ellos.
Y la más conocida es el altar de muertos. Que consiste en poner una foto del difunto y adornarla con papel picado de colores, poner flores, objetos y comida que le gustaba al difunto para recordarle.
A veces se confunde el significado de todo esto y se pierde el sentido Católico pero es necesario conservar nuestras tradiciones y procurar que nuestros hijos las conozcan y las vivan bien, al estilo católico.
Por eso hoy te dejo mis 5Tips para transmitir las tradiciones a nuestros hijos y vivirlas en familia.
PRIMERO. Explícales en qué consiste.
Es básico que nuestros hijos comprendan en que consiste la verdadera tradición y entiendan por que se lleva a cabo.
En el caso del Día de muertos es importante que sepan distinguir lo que es el recuerdo de los fieles difuntos y lo que ya se vuelve un culto a la muerte, lo cual pierde todo el sentido católico.
También es importante tener claro que tampoco es lo mismo Día de muertos que halloween.
Podemos usar algún libro para que iluminen y comprendan en qué consiste, o alguna película didáctica donde se explique con claridad. La idea es que estemos seguros de que a nuestros hijos les ha quedado claro qué es y en qué consiste esta tradición.
SEGUNDO. Que participen adornando.
Siempre es mejor involucrar a nuestros hijos de forma activa para que les quede el recuerdo y la impronta de esta tradición.
Claro que su participación debe ser de acuerdo a la edad y madurez, pero siempre habrá oportunidad para que nos ayuden.
TERCERO. Que hagan manualidades sobre esta tradición.
Una bellísima forma de adornar es hacer manualidades que podemos preparar con tiempo y donde los niños y los jóvenes expresen su sentir sobre esta tradición, de esta forma la harán suya y la adoptarán para toda su vida.
¿Qué manualidades pueden hacer? Siempre deben ir de acuerdo a su edad pero hay infinidad de cosas que pueden hacer.
Especialmente para el día de muertos pueden comenzar por hacer papel picado de diferentes colores, pueden hacer algún dibujo de lo que le gustaba al difunto para el altar, pueden hacer esculturas con plastilina de la comida y bebida que le gustaba o también, los más grandes, pueden hacer un retrato del difunto.
Otra forma de colaborar puede ser ayudando a cocinar los platillos que se van a poner en el altar.
CUARTO. Que vigilen que la tradición no sufra influencia de otras tradiciones.
Un punto importante es que estemos atentos a que nuestras tradiciones no se contaminen con influencia extranjera.
En este caso, el halloween ha venido a contaminar nuestra tradición y le ha dado un giro poco agradable por lo que podemos decirles a nuestros hijos que seamos inspectores y guardianes de las tradiciones, de tal forma que ellos mismos puedan detectar cuando algo esté fuera de lugar y sean capaces de dar una pequeña explicación del por qué esta mal eso.
Estoy segura que a muchos de nuestros hijos les emocionará esta actividad y les hará amar más nuestras tradiciones porque ellos mismos las estarán resguardando.
Y QUINTO. Que lo vivan en familia. La familia es muy importante.
Si, es muy bello que nuestras tradiciones nos permitan pasar tiempo de calidad en familia y que nos den la oportunidad de crear y vivir juntos estas fechas importantes para nosotros.
A veces pensamos que nuestros hijos no son aptos para comprender lo qué pasa, pero no nos damos cuenta que los chicos de ahora cada día son más despiertos y participativos, así que podemos dejarles vivir a su nivel nuestras tradiciones.
En cuanto al Día de muertos, mientas mas pequeños menos comprenden el sentido mas trascendente de la tradición pero si pueden ir aprendiendo que la vida tiene un término en este mundo y que después continua en la vida eterna y que nosotros recordamos a nuestros seres queridos que ya se nos adelantaron, con cariño y respeto y que, por lo menos una vez al año, dedicamos un tiempo para rezar por ellos y recordarlos.
Todo lo que se vive en familia deja una huella profunda y muy especial en cada uno de nuestros hijos.
En día en que el día de muertos se celebró por primera vez
Establecida por san Odilón y celebrada por primera vez en 998 en Cluny, esta celebración busca guiar a las almas del purgatorio al paraíso
Cluny, 998. Empieza a hacerse tarde en la abadía de Cluny. Las campanas de la iglesia tocan el final de la última misa del día. Uno a uno, los fieles saludan al padre Odilón antes de regresar a su casa.
Es entonces cuando una joven vestida toda de negro se le acerca. Con ojos húmedos y mirada furtiva, pregunta con voz frágil:
-Padre, mi padre murió repentinamente hace unos días sin confesión. ¿Lo recibirá el Señor?
Sorprendido por esta repentina pregunta, el corazón de Odilón tiembla. Sin embargo, esta no es la primera vez que se le pregunta esto. Pero, como siempre, no está seguro de cómo responder.
El cielo está abierto
-¿Tu padre era un buen hombre?
-Ha sido un buen cristiano toda su vida. Pero murió acusando a Dios de haberlo destruido.
-Los delirios de un paciente no pueden reflejar su alma. Es en el purgatorio donde tu padre expiará sus últimos pecados. El paraíso no le está cerrado.
Un suspiro poco convencido se le escapa a la joven que sin embargo agradece al abad antes de irse.
El problema no deja a Odilón. Una vez despedidos los monaguillos, se arrodilla ante el altar para orar por el difunto.
¿Qué les pasa a las almas?
Nunca deja de imaginarse a estas almas gimiendo de miedo y sed, vagando por una tierra árida y hostil.
Siempre se ha preguntado qué les sucede a las almas que no son lo suficientemente malas para haber rechazado a Dios, pero tampoco lo suficientemente puras para estar al lado de Cristo.
Y desde que ha conocido la visión de un ermitaño mediterráneo, la angustia no ha hecho más que aumentar.
No deja de imaginarse a estas almas gimiendo de miedo y sed, vagando por una tierra árida y hostil.
Intentan avanzar hacia una luz deslumbrante. Pero unas criaturas monstruosas las agarran para evitar que avancen.
Qué concepto tan extraño, el purgatorio …
¿Quién está orando por estas cientos de miles de almas olvidadas? Entonces, ¿quién las libera de esas sombras malignas?
Esta pregunta sin respuesta nunca deja de perturbar su sueño. Qué concepto más extraño, el purgatorio.
Por un lado, cruel, imponiendo juicios personalizados a cada uno después de la muerte. Por el otro, misericordioso, dando a los pecadores una última oportunidad.
Según las palabras del ermitaño, la oración hace ceder a los demonios. Odilón, por tanto, reza por ellos todos los días.
Pero, ¿cuántas almas más pueden salvar unas pocas canciones más? De repente, el abad interrumpe sus pensamientos, dándose cuenta de su absurdo.
Una idea inspirada
¡Qué orgullo, Odilón! No creí que pudieras, se ríe para sí mismo. ¿Qué hombre puede afirmar que realiza tal tarea por sí solo?
¿No es el deber de los cristianos orar por la salvación de las almas perdidas?
La solución es bastante simple, al final. Los fieles rezan por los santos, que ya están con Dios. Entonces, ¿por qué no orar por aquellos que no han terminado su viaje hacia el reino eterno?
¿Y no es el deber de los cristianos orar por la salvación de las almas perdidas? Para que superen sus pruebas y recuperen la pureza para llegar a Dios.
Si la parroquia… no, todas las parroquias de la región conmemoraran a los difuntos, las oraciones por ellos se multiplicarían exponencialmente.
En Cluny, la primera conmemoración de los difuntos
¡Está decidido esperar al año siguiente para ponerlo en práctica! Después de una rápida señal de la cruz, Odilon se apresura al presbiterio para tomar nota.
Así, la primera conmemoración de los fieles difuntos tuvo lugar en Cluny el 2 de noviembre de 998.
Aprobada por el papa León IX (1002-1054), la tradición se extendió por toda la cristiandad.
El Día de Muertos se convirtió en una fiesta universal en la Iglesia en el siglo XIII. Si bien su propósito principal es orar por los muertos en el Purgatorio, también ayuda a reafirmar la inmortalidad del alma.
Todos los fieles difuntos, una fiesta de esperanza
Este día es una buena oportunidad para recordar a fallecidos, con distintas formas y oraciones, por ejemplo visitando un cementerio
El 2 de noviembre es un día especial para pedir que los familiares y amigos que murieron -y también aquellos fallecidos de los que nadie se acuerda- disfruten de la resurrección como Cristo.
Muchos lo hacen en los cementerios.
Es una buena oportunidad para recordar a fallecidos, con distintas formas y oraciones, como esta del papa Francisco:
Oración
Dios de infinita misericordia,
confiamos a tu inmensa bondad
a cuantos han dejado este mundo para la eternidad,
donde Tú esperas a toda la humanidad,
redimida por la sangre preciosa de Jesucristo,
muerto en rescate por nuestros pecados.
No mires, Señor,
tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas
con las que nos presentaremos ante el tribunal
para ser juzgados para la felicidad o la condena.
Míranos con la mirada piadosa
que nace de la ternura de tu corazón,
y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.
Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno,
donde ya no puede haber arrepentimiento.
Te confiamos, Señor, las almas de nuestros seres queridos,
y de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental
o no han tenido manera de arrepentirse
ni siquiera al final de su vida.
Que nadie tenga el temor de encontrarte
después de la peregrinación terrenal,
en la esperanza de ser acogidos
en los brazos de la infinita misericordia.
La hermana muerte corporal
nos encuentre vigilantes en la oración
y llenos de todo bien,
recogido en nuestra breve o larga existencia.
Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra,
sino que en todo nos sostengas
en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente.
Amen.
Celebra un funeral en tu casa
El de los difuntos es un buen día también para meditar sobre el más allá, donde los que ya murieron y nuestro Padre Dios nos espera para darnos un abrazo. Pensar en cómo la eternidad empieza ya en nuestra vida de cada día…
VER VIDEO https://www.youtube.com/watch?v=Otc-hxw3jzQ&t=43s
Rezaremos por tus seres queridos el 2 de noviembre en una misa internacional especial. Llevaremos tus intenciones al altar – gratuitamente
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Día de los Muertos
Desde los orígenes de la humanidad, las personas siempre han dedicado atención a los difuntos y en las distintas culturas se han desarrollado muchísimas tradiciones.
En la Iglesia católica, el 2 de noviembre los sacerdotes pueden celebrar tres misas por los difuntos y los fieles ganan indulgencias plenarias.
El Papa: Mira el cementerio y luego dirige tu mirada al cielo
Conmemoración de los Fieles Difuntos: La homilía de Francisco sobre la esperanza cristiana que no sucumbe en el cementerio.
El papa Francisco afirmó que la esperanza cristiana no sucumbe a pesar de las tumbas frías de un cementerio, pues es un regalo gratuito de Dios.
Lo dijo durante la misa de Conmemoración de todos los fieles difuntos presidida en la pequeña iglesia del Pontificio Colegio Teutónico de Santa María, dentro del homónimo cementerio al interno de las murallas del Vaticano, el 2 de noviembre de 2020.
«La esperanza es un ancla que tenemos al otro lado (de la muerte): nosotros, aferrándonos a la cuerda, nos sostenemos”.
“Pablo nos dijo que la esperanza no desilusiona, yo no veo el más allá”, pero hay está la esperanza eterna. Lo dijo en referencia a la Carta de San Pablo a los Romanos – 6-3-9: “La muerte ya no tiene poder sobre” Cristo.
Pidamos tener esperanza
“Esta certeza es un regalo de Dios. Porque nunca podríamos tener la esperanza con nuestra propia fuerza. Debemos pedirla: la esperanza es un regalo gratuito que nunca merecemos, se da, se dona, es la gracia”.
Francisco lo dijo ante un puñado de religiosas y consagrados que lucían mascarillas y se encontraban distanciados en las butacas de madera de la Capilla del Campo Santo Teutónico debido a las restricciones para evitar aglomeraciones por la pandemia.
En su homilía, afirmó que la esperanza de los fieles consiste en ir al encuentro de Jesús, ‘ancla de salvación’: «El propósito de la esperanza es ir a Jesús”. ‘Y al que venga a mí no lo echaré fuera’.
El Papa exhortó a los fieles a vivir agarrados con sus manos y todas sus fuerzas a la “cuerda”del “ancla de la salvación” que lleva hasta el cielo y “no desilusiona”.
Pensemos en los fallecidos
Asimismo, pidió pensar en quienes fallecieron desde la esperanza cristiana:
«Hoy pensando en tantos hermanos y hermanas que se han marchado nos hará bien mirar los cementerios y mirar hacia el cielo, y repetir como Job: ‘Sé que mi Redentor vive y lo veré, yo mismo, mis ojos lo contemplarán y no otro’»
Las palabras de Francisco, pronunciadas sin hojas en la mano, también estuvieron inspiradas en el enfermo, vencido y moribundo Job.
Él tenía la certeza de la salvación divina y pensaba en ella «en los momentos de alegría y en los malos momentos, en los momentos de la muerte”.
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«Y esta es la fuerza que nos da la esperanza, este don gratuito que es la esperanza», concluyó Francisco: «Que el Señor nos la dé a todos».
Al final de la celebración eucarística el Obispo de Roma se detuvo en oración ante las tumbas del cementerio.
Luego fue a las Grutas de la Basílica Vaticana para un momento de oración en privado, por los Pontífices fallecidos.