Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
La Pureza de Corazón
SU NATURALEZA Y SUS PROPIEDADES
La pureza de corazón consiste en no tener en él nada que sea contrario, ni tan siquiera un poco, a Dios y a las operaciones de la gracia.
Todo cuanto hay de creado en el mundo, todo el orden de la naturaleza y también el de la gracia,, todo el orden de la Providencia, todo ello tiende a quitar de nuestras almas lo que es opuesto a Dios. Porque jamás llegaremos a Dios mientras no hayamos corregido, cercenado y destruido, en esta vida o en la otra, lo que sea contrario a Dios.
ARTÍCULO II. – Cuán necesaria nos es la pureza de corazón.
El primer medio para llegar a la perfección, es la pureza de corazón. Por este solo medio un San Pablo el Ermitaño, una Santa María Egipciana y tantos otros santos solitarios, llegaron a poseerla. Después de la pureza de corazón, vienen los preconceptos y la doctrina espiritual de los libros, luego la dirección y la fiel cooperación a las gracias. Ese es el gran camino de la perfección. Debemos poner todo nuestro interés en purificar nuestro corazón, porque ahí está la raíz de todos nuestros males. Para imaginar lo necesaria que nos el la pureza de corazón, es preciso comprender la corrupción natural del corazón humano. Hay en nosotros una malicia infinita que no vemos, porque no entramos nunca seriamente entra e nosotros mismos.
Si lo hiciéramos, encontraríamos un número incontable de deseos y de apetitos desarreglados de honor, de placer, de comodidades, que le agitan sin celar en nuestro corazón. Estamos tan llenos de ideas falsas y de juicios erróneos, de afectos desordenados, de pasiones y de malicia, que sentiríamos vergüenza de nosotros mismos si nos viésemos tal como somos. Imaginémonos un pozo cenagoso del cual le saca agua incesantemente: al principio todo lo que se saca casi no es sino barro ; pero a fuerza de sacar, se purifica el pozo y el agua irá saliendo cada vez más limpia ; de manera que al final saldrá ya completamente pura y cristalina. No de otra manera : trabajando sin cesar en purificar nuestra alma, el fondo se va descubriendo poco a poco y Dios manifiesta su presencia en ella por los poderosos y maravillosos efectos que opera en el alma, y por medio de ella para bien de los demás. Cuando el corazón está bien purificado, Dios llena de su santa presencia y de su amor el alma y todas sus potencias, la memoria, el entendimiento y la voluntad. De ese modo la pureza de corazón lleva a la unión divina y no se llega a ella de ordinario por otros caminos.
El camino más corto y seguro para llegar a la perfección, es dedicarnos a la pureza de corazón con más empeño que a cualquier otro ejercicio de las virtudes; porque Dios está dispuesto a concedemos toda clase de gracias con tal de que no le pongamos obstáculos. Ahora bien : únicamente purificando nuestro corazón, es como destruiremos todo lo que impide la acción de Dios. De forma que, quitados los impedimentos, casi no podemos ni imaginar los admirables efectos que Dios obra en el alma. San Ignacio decía que hasta los mismos santos podían grandes estorbos a las gracias de Dios.
A ninguna de las prácticas de la vida espiritual se opone tanto el demonio como al trabajo para conseguí la pureza de corazón. Nos deja hacer algunos actos exteriores de virtud, como ir a los hospitales y a las prisiones, porque a veces con esto nos quedamos satisfechos, y do sirve más que para engreídos, y para acallar el remordimiento interior de la conciencia; pero do puede soportar que fijemos los ojos en nuestro corazón, que examinemos sus desórdenes y que dos apliquemos a corregirlos.
Incluso nuestro mismo corazón de nada huye tanto como de esta búsqueda y de esta cura que le obliga a ver y a sentir sus miserias. Todas nuestras potencias están infinitamente desordenadas; mas no nos gusta conocer su desorden, porque este conocimiento nos humilla.
ARTÍCULO III. – Orden que hay que seguir para la pureza del corazón y diversos grados de pureza.
El orden que hay que seguir para purificar el corazón, es:
primeramente, darnos cuenta de los pecado veniales y corregirlos.
Segundo, observar los movimientos desordenados de nuestro corazón y ordenarlos.
Tercero, vigilar los pensamientos y regularlos.
Cuarto, conocer las inspiraciones de Dios, sus designios, su voluntad y animarse para cumplirlos. Todo esto debe hacerse suavemente y uniendo a ello el amor a Nuestro Señor, que comprende un alto conocimiento de sus grandezas, un profundo respeto hacia su persona y a todo lo que con Él se relacione; su amor y su imitación.
Hay cuatro grados de pureza, que podemos conseguir con una fiel cooperación a la gracia.
El primero es purificarnos de los pecados actuales y de la pena que les es debida.
El segundo es hacernos de nuestros malos hábitos y afectos desordenados.
El tercero, libertarnos de esta corrupción original, que se llama «forres peccatin, alimento del pecado, que está en todas nuestras potencias y en todos nuestros miembros, como aparece en los niños, que tienen inclinación al mal sin que puedan todavía hacer actos pecaminosos.
El cuarto, desprendernos de esta debilidad que nos es connatural, como a criaturas sacadas de la nada, y que se llama «defectibilidad».
El primer grado se adquiere principalmente por la penitencia.
El segundo, por la mortificación y por el ejercicio de las demás virtudes.
El tercero, por los Sacramentos, que operan en nosotros la gracia de nuestra reparación.
El cuarto, por nuestra unión con Dios; porque únicamente Él, por ser nuestro principio y la fuente de nuestro ser, puede fortalecernos contra las debilidades a las que nuestra nada por sí misma nos lleva.
Un alma puede llegar a un grado de pureza, en el que tenga tal dominio sobre su imaginación y sobre sus potencias, que ya no tengan otro ejercicio más que el servicio de Dios. No podrá querer nada, ni acordarse de nada, ni pensar en nada, ni oír nada, sino en relación con Dios; de modo que si en la conversación ocurre que se habla de cosas vanas o inútiles, no podrá comprender lo que se dice ni acordarse de ello, a falta de especies sobre la materia, sino haciendo un esfuerzo por concentrarse y entender.
Francisco de Borja, Santo
Memoria Litúrgica, 3 de octubre
Tercer Superior General de la Compañía de Jesús
Martirologio Romano: Memoria de san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572).
Etimología: Francisco = el abanderado, viene del germano
Breve Biografía
San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos.
A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas.
En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre
Santo Evangelio según san Marcos 10, 2-16. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que me regalas para poder estar contigo. Sólo Tú sabes lo mucho que he tenido que pasar para poder llegar a estar en tu presencia. Conoces bien todas mis batallas, victorias y derrotas. Conoces bien todo lo que me pasa, pues jamás te has alejado de mi lado. Ayúdame a darme cuenta que eres el amigo que nunca me abandona, el Papá más amoroso que me espera y anima siempre. Aumenta mi fe en ti, Señor. Ayúdame a saber escuchar tu voz en este momento de oración y jamás permitas que pierda de vista que Tú siempre estás a mi lado. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 2-16
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?».
Él les respondió: «¿Qué les prescribió Moisés?». Ellos contestaron: «Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa». Jesús les dijo: «Moisés les prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre».
Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: «Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Después de esto la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataron de impedirlo.
Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Después tomó en brazos a los niños y los bendigo imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús, me dices que lo que Tú has unido, no lo separe el hombre. Al escuchar tus palabras me viene inmediatamente la realidad del matrimonio, pero creo que hoy me invitas a ampliar mis horizontes, a ver que el matrimonio no es la única cosa que Tú has unido y no quieres que nadie lo separe.
Justo después de explicar la grandeza del matrimonio a tus discípulos, te intentaron acercar unos niños, pero los discípulos lo impedían. Te enojaste, ¡y con razón! Tú habías ya unido el Reino de los cielos, tu infinito amor, con aquellos pequeños, y los discípulos intentaban separarlos.
¡Qué gran verdad me revelas en este pequeño gesto! Tú quieres estar conmigo, a mi lado, y no quieres que nada, ni nadie, me separe de Ti. Jamás me has abandonado y jamás lo harás. Siempre estarás a mi lado, si yo te lo permito. Has querido unir… lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Jesús, ayúdame a nunca separarme de tu lado, así como Tú nunca te separas del mío.
«La pregunta es sobre el divorcio, sobre el matrimonio: para ellos, el matrimonio parece que fuera “se puede o no se puede”; hasta qué punto debo ir adelante, hasta qué punto no. Jesús va arriba y llega hasta la creación y habla del matrimonio que tal vez es la cosa más hermosa: “Desde el inicio de la creación Dios les hizo hombre y mujer; por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una sola carne. Así ya no son dos, sino una sola carne”. Es fuerte lo que dice el Señor. Dios les creó desde el inicio así y no dice “son solo un espíritu, un solo amor”, no: “una carne”, ¡precisamente no se puede dividir eso! Pero, deja el problema de la separación y va a la belleza del matrimonio, a la belleza de la pareja que debe estar unida».
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy, voy a buscar mantenerme unido a Dios rezando alguna jaculatoria a lo largo del día y haré una oración especial por los matrimonios que tienen dificultades.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El matrimonio es dinámico.
El matrimonio es dinámico porque los esposos pasan diversas etapas afectivas y efectivas.
El M no es estático, es dinámico y evolutivo no solo por el desarrollo de los hijos que es lo más aparente sino también por el cambio que experimenta la IM por el crecimiento del M y La evolución de la afectividad matrimonial.
Varios factores en el cambio evolutivo de la IM pero fundamentalmente por la edad de los esposos que cambia la pasión –por razones de edad o enfermedad- se hace menos dominante con preponderancia de la interioridad que se hace tan preponderante que los esposos ya no saben vivir más que en el M sólidamente constituido (Ver Interioridad)
Este cambio de la interioridad, vulgarmente llamado amor, cariño, etc de los esposos se mezcla con el cariño hacia los hijos, que irá cambiando al ver su independencia. Los esposos sienten que no pueden vivir más que en el M; los hijos ya se han casado.
Por eso se puede dividir la evolución del M en tres periodos
1° desde casamiento hasta primer hijo
2° periodo de crianza de los hijos
3° periodo que los esposos vuelven a quedar solos por casamiento de los hijos.
Sería muy largo comentar en detalle cada periodo, solo una breve descripción
El primer periodo desde luna de miel hasta el primer hijo, tiempo corto o largo; es la misma luna de miel que se prolonga
Es una época tan romántica, tan de buscarse, vivir demostrando su amor y preparando su casa a su gusto.
El segundo periodo se inicia con la llegada del primer hijo. Esto llevará al M a múltiples cambios y responsabilidades como se comenta en el capítulo PARTO, sin olvidar las diferencias entre HIJO BIOLÓGICO E HIJO DE ELECCIÓN.
Se vive un largo periodo, en general, con múltiples evoluciones buenas y malas. Todo ello afianza al M que será la máxima protección de los hijos.
No se puede filosofar sobre la IM y M: este libro no es para eso, pero sí mencionar que el M es avasallante, ocupa a los esposos al máximo en las distintas etapas evolutivas del mismo aún antes de su llegada con el casamiento, es decir el NOVIAZGO nada tan hermoso ni importante para el futuro matrimonio (Ver Tomo I)
2.-el matrimonio, imposible de describir en detalles, sí mencionar el cambio de afectividad más que en ninguna otra situación. Cariño a ella y cariño a él; el embarazo ¿qué sentimiento no provoca?; el parto qué nuevos sentimientos y proyectos no provoca (ver PARTO), los hijos, ya es tan amplio y diferentes los sentimientos que condicionan toda la vida de los esposos – padre.
Esto se prolonga hasta que los hijos se casan y abandonan el hogar paterno.
3.-Esta tercera etapa es la que debe ser la más solida, mas de sentimientos de unión, mas de tratarse con máxima confianza. Los esposos vuelven a estar solos pero con una carga afectiva y recuerdos de la familia formada que les sirve hasta la extrema vejez (Ver Interioridad)
Prestigio y generosidad del M que justifica la existencia humana que será más que hermosa si se cumplen sus deseos o trágica y desgraciada si es al revés.
El matrimonio ofrece todo, hay que saber vivirlo
¿Sabiendo esto quien querrá vivir fuera del matrimonio?
Nadie porque los mismos esposos son los protagonistas y artífices de su propio matrimonio; ellos mismos se eligieron y lo forman a gusto propio; nadie más debe tener injerencia en ello.
DIOS da esa posibilidad de elección y es tan generoso que hasta le otorga el matrimonio; por ello hay que vivirlo con tanta dignidad que sea un agradecimiento al Señor por tanto afecto la especie humana y da el mayor ejemplo al enviar a su hijo a este mundo a través de una mujer para valorar a todas las mujeres y brinda el matrimonio para perfeccionar la afectividad en máxima dimensión.
¿Qué sería de la especie humana si no existiera el matrimonio?
Se repite (Ver tomo I)
Esto debe ser enseñado a los adolescentes para que influyan en sus noviazgos y matrimonios sin olvidar jamás que esos hijos, un día, abandonarán el hogar paterno para hacer el propio.Por eso el M no debe reemplazado ni superado por nada ni nadie.
Cuando se llegue al tercer periodo, estando los esposos solos no los debe sorprender no haber cambiado el amor matrimonial por el amor a los hijos; son afectividades diferentes.
El M es hijo de elección, es único que acompañará a los esposos hasta que la muerte los separe.
Este tercer periodo es de máxima belleza, de interioridades hechas una SOLA donde los ya abuelos no saben vivir más que juntos
Todo se debe al M. entonces ¿por qué tantos comentarios en T.V., revistas, radio, etc., siempre negativos?
¿Quien no quiere que sus hijos se casen?
Los que viven en pareja, en su inmensa mayoría prefieren que sus hijos contraigan matrimonio
Entre sus infinitas cualidades positivas matrimonio significa también comienzo de madurez afectiva que se extenderá a la familia; madurez afectiva que controla gran parte de la conducta humana.
ESPOSO – PADRE
Es muy fácil ser padre, hasta una violación lo puede convertir en padre; la naturaleza no tiene escrúpulos, cumple en forma infalible con las leyes biológicas.
El ser humano tiene el privilegio de conducirse gobernado por la inteligencia, cultura, religión, etc. Es el animal que tiene o debería tener, el mayor dominio sobre sus instintos.
Los animales son gobernados por los instintos y hormonas. En el ser humano la educación, cultura religión, etc gobiernan los instintos. Es obligación de los gobiernos de todo el mundo hacer que la especie humana domine sus instintos (influenciado por las hormonas) con inteligencia y cultura gran diferencia con los animales. La especie humana es la que tiene la máxima autonomía sobre sus instintos.
El M es el máximo ordenador en ese sentido, por ello la necesidad de enseñarlo a todos los jóvenes junto con el significado y responsabilidad de “ser papá”
ES MAS DIFÍCIL Y EXIGE MÁS EDUCACIÓN SER “ESPOSO”.
La calidad del esposo está basada en la cultura y formación
Si se deja que se actúe obedeciendo a los instintos se está más cerca de los animales que de la especie humana privilegiada con la inteligencia que eleva a la especie humana al orden social a traves del m.
Si todos tuvieran presente esta verdad entonces sí el m. tendría la importancia en toda la especie humana que en realidad tiene y todas las naciones se preocuparían por la educación matrimonial como debe ser.
El M lo hace al hombre esposo, fruto de la evolución de la especie humana: cuanto más sólidos los matrimonios más se destacan los esposos y más se benefician y privilegian los hijos.
Biológicamente tener descendencia es un hecho común con los animales; pero la especie humana con toda su capacidad intelectual que la coloca al frente de toda la especie animal, ha organizado el MATRIMONIO y ha evolucionado a la generación del AMOR. Solo así se ha podido llegar a la organización y orden social actual GRACIAS AL M. ¿Qué sería de la especie humana si no existiera el matrimonio?
Así ser “papá” puede ser biológico, instintivo, por violación,
Pero ser esposo es fruto de la inteligencia, de la organización social mundial que lo lleva a formar M unidad de constitución de la especie y a quién se debe la extraordinaria evolución presente que tanto la distancia de las otras especies.
Todo el presente y futuro de la especie humana se lo debemos al matrimonio y además influye tanto sobre la evolución afectiva que genera “amor”, exclusivo humano.
Toda esta simple explicación (como es este libro) es para destacar la íntima relación (información, enseñanza, etc, etc, en escuelas y colegios) y calidad del M. Ahí es donde deben actuar las autoridades imponiendo programas de estudio correspondientes para que los (las) jóvenes sepan todos los detalles evolutivos para vivir un M sólido y feliz que será más que beneficioso para la familia y entonces para toda la sociedad.
Cualquier presupuesto es poco para semejante beneficio. Dominar, humanizar los instintos es en último indispensable para que este aspecto de la biología iguale a la inteligencia que ha evolucionado en forma sorprendente en otros campos.
Toda mujer debe sentirse más que orgullosa recordando que Dios eligió una de ellas para colocar su hijo en este mundo.
Poner la fraternidad al centro
El Papa a jóvenes de «Economía de Francisco».
«A ustedes jóvenes, les renuevo la tarea de poner la fraternidad en el centro de la economía» para demostrar, «guiados por el amor del Evangelio», que «existe una economía diferente», y que puede ser «más justa, sostenible y solidaria, es decir, más común». Así se ha dirigido el Papa Francisco a los jóvenes empresarios y economistas protagonistas del segundo evento mundial de la «Economía de Francisco», esta tarde, retransmitido en directo desde Asís y conectado con 40 ciudades del mundo.
La pandemia ha revelado y amplificado las desigualdades
En su Videomensaje al final de la jornada, el Papa comenzó explicando que había escuchado «las experiencias e iniciativas que han construido juntos» y agradeció a los jóvenes «el entusiasmo con el que llevan a cabo esta misión de dar un alma nueva a la economía». Subrayó que la tragedia del Covid-19 no sólo «nos ha revelado las profundas desigualdades que infectan nuestras sociedades: también las ha amplificado». Y recuerda «el gran aumento del desempleo, la pobreza, la desigualdad, el hambre» y la exclusión de muchos de la atención sanitaria necesaria.
No olvidemos que algunos pocos han aprovechado la pandemia para enriquecerse y encerrarse. Todo este sufrimiento recae de forma desproporcionada en nuestros hermanos y hermanas más pobres.
La olvidada relación recíproca entre nosotros y la naturaleza
El Papa Francisco habla de numerosos «fallos en el cuidado de la casa común y de la familia» durante los casi dos años de pandemia, y denuncia que «a menudo olvidamos la importancia de la cooperación humana y de la solidaridad global», así como «la existencia de una relación de reciprocidad responsable entre nosotros y la naturaleza».
No somos dueños de la creación, sino custodios
La Tierra nos precede y nos ha sido dada, recordó el Pontífice, y «somos administradores de los bienes, no propietarios», pero «la economía enferma que mata» surge precisamente «de la suposición de que somos propietarios de la creación, capaces de explotarla para nuestros propios intereses y crecimiento».
La pandemia nos ha recordado este profundo vínculo de reciprocidad; nos recuerda que hemos sido llamados a cuidar los bienes que la creación da a todos; nos recuerda nuestro deber de trabajar y distribuir estos bienes para que nadie quede excluido. Por último, también nos recuerda que, inmersos en un mar común, debemos abrazar la necesidad de una nueva fraternidad.
Por una economía más justa, sostenible y «común»
Este, explica el Papa Francisco a los jóvenes, es un momento propicio para volver a sentir «que tenemos una responsabilidad hacia los demás y hacia el mundo, porque «la calidad del desarrollo de los pueblos y de la Tierra depende sobre todo de los bienes comunes».
Por eso debemos buscar nuevas formas de regenerar la economía en la era post-Covid-19 para que sea más justa, sostenible y solidaria, es decir, más común.
Necesitamos más procesos circulares, para producir y no desperdiciar los recursos de nuestra Tierra, formas más justas de vender y distribuir los bienes y un comportamiento más responsable cuando consumimos.
Son la última generación que puede salvar la Tierra
También necesitamos, continúa el Papa Francisco, «un nuevo paradigma integral», para formar a las nuevas generaciones de economistas y empresarios para que «respeten nuestra interconexión con la Tierra». Esto es lo que, según reconoce el Papa, se está haciendo en la «Economía de Francisco», así como en muchos otros grupos de jóvenes. Pero no queda mucho tiempo: «Hoy nuestra Madre Tierra gime y nos avisa de que nos acercamos a umbrales peligrosos». Y ustedes, dice el Pontífice a los jóvenes, «son quizá la última generación que puede salvarnos: no exagero». Necesitamos «su creatividad y resistencia» para «corregir los errores del pasado y conducirnos hacia una nueva economía más solidaria, sostenible e integradora».
Sin embargo, esta misión de la economía incluye la regeneración de todos nuestros sistemas sociales: inculcando los valores de la fraternidad, la solidaridad, el cuidado de nuestra Tierra y los bienes comunes en todas nuestras estructuras podríamos abordar los mayores retos de nuestro tiempo, desde el hambre y la malnutrición hasta la distribución equitativa de las vacunas Covid-19. Debemos trabajar juntos y soñar en grande.
Poner la fraternidad en el centro de la nueva economía
Así, «con la mirada fija en Jesús», es la esperanza del Papa Francisco, «encontraremos la inspiración para diseñar un mundo nuevo y el valor para caminar juntos hacia un futuro mejor».
A vosotros, jóvenes, les renuevo la tarea de poner la fraternidad en el centro de la economía. Nunca como en este tiempo hemos sentido la necesidad de jóvenes que sepan, a través del estudio y la práctica, demostrar que existe una economía diferente.
No se desanimen: déjense guiar por el amor del Evangelio, que es el resorte de todo cambio y que nos impulsa a entrar en las heridas de la historia y a resucitar.
Economistas que vivan el Evangelio en las empresas y mercados
El encargo final del Papa a los jóvenes economistas y empresarios es que «se lancen con creatividad a la construcción de nuevos tiempos, sensibles a la voz de los pobres» y comprometidos a incluirlos «en la construcción de nuestro futuro común». Porque hoy se necesita «una nueva generación de economistas que vivan el Evangelio dentro de las empresas, las escuelas, las fábricas, los bancos, dentro de los mercados». Nuevos comerciantes «a los que Jesús no expulsa del templo, porque sois sus amigos y aliados de su Reino». Y que aporten al mundo, a la Iglesia y a los demás jóvenes «la profecía y la belleza» de la que son capaces.
No eres el futuro, eres el presente. Otro regalo. El mundo necesita tu valor. Ahora.
El Santo Rosario
Como rezarlo: Misterios, Letanias
Guía para el rezo del Santo Rosario
Introducción
T.- Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
T.- Abre Señor mis labios, para alabar tu nombre y el de Tu Santa Madre.
T.- Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y redentor mío, por ser tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Y confío en que en tu bondad y misericordia infinita, me los perdonarás y me darás la gracia para no volverte a ofender. Amén.
G.- Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
R.- Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
G.- Envía tu Espíritu Creador
R.- Y renueva la faz de la tierra.
G.- Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Peticiones
Ofrecemos este rosario por…
Las oraciones del decenario: cada Misterio, incluye un Padre Nuestro, diez Avemarías, un Gloria, una jaculatoria a María y la Oración de Fátima.
G.- Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
R.- Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.
G.- Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres tú entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús
R.- Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores; ahora y en la hora de nuestra muerte.
G.- Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
R.- Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
G.- María, Madre de Gracia y Madre de Misericordia,
R.- En la vida y en la muerte ampáranos Gran Señora.
T.- Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. Amén
Misterios y meditaciones
Misterios de Gozo: Lunes y sábado
1º La Anunciación del Angel a la Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios.
«Entonces María dijo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38)
Dios escoge por Madre a María, una jovencita de Nazaret, pura, santa, humilde y adornada de todas las virtudes. ¡Qué poco caso hace Dios de las grandezas humanas!
Procuraré ser limpio de corazón para agradar a Dios. Mantendré mi pureza y me impondré una fecha fija para mi confesión sacramental.
2º La visita de María Santísima a su prima Isabel.
«Y María entrando en casa de Zacarías, saludó a Isabel» (Lc 1, 40)
María estuvo tres meses en casa de su prima; y a pesar de que era Madre de Dios, sirvió a Isabel como una diligente empleada.
Prometo ayudar a mis semejantes siempre que pueda, tanto en lo espiritual como en lo material.
3º El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en el portal de Belén.
«Y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2, 7)
Jesús nos da un ejemplo de humildad contra la vanidad y soberbia de la vida; de pobreza contra el hambre insaciable de riquezas; de mortificación contra el desmesurado afán de delicias.
Prometo llevar con resignación las penas, incomodidades y tribulaciones que deba sufrir, por amor a Jesús que quiso sufrir por mi desde el momento de Su nacimiento.
4º La purificación de María Santísima y la presentación de Su Hijo en el Templo de Jerusalén.
«María y José llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor» (Lc 2,22)
¿Por qué nos excusamos con tanta facilidad cuando se trata de cumplir con nuestros deberes ?
Cumpliré con mis obligaciones sin rebeldía, considerándome criatura de Dios. Acataré las leyes de la Iglesia de Jesucristo, a la que pertenezco.
5º María y José encuentran a Jesús en el Templo, después de tres días.
«Después de tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores.» (Lc 2, 46)
La Sagrada Familia fue al Templo según su costumbre. ¿Tenemos nosotros esta costumbre de ir al Templo por lo menos los días mandados? Encontraron a Jesús en el Templo donde se quedó para demostrar que los hijos tienen voluntad de seguir su vocación y que los padres no deben oponerse a ella.
Guardaré siempre el respeto al Templo, Casa de Dios. Procuraré ayudar a los demás a tener devoción a la Iglesia.
Misterios y meditaciones
Misterios y meditaciones
MISTERIOS LUMINOSOS
(JUEVES)
1° El Bautismo de Jesús en el Jordán.
«Tenía Jesús al comenzar su vida pública, unos treinta años. Por aquellos días, como todo el pueblo se bautizaba, vino Jesús desde Nazaret de Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan. Y he aquí, que estando Él en oración, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo en forma de paloma se posó sobre Él, y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi hijo muy amado escuchenlo»(Lc. 3, 21-23; Mt. 3,13)
2° Las bodas de Caná
«Se celebraba una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos. Y como faltaba vino, María le dijo a Jesús:»No tienen vino». Respóndió Jesús: «¿Qué nos va a ti y a mi? Además no ha llegado mi hora». Pero la madre dijo a los que servían: «Haced lo que Él os diga».
Había colocadas seis tinajas de piedra y Jesús les dijo: «Llenen de agua las tinajas» Y les dice:»Llevenlo al maestrala» Cuando éste gustó el vino dijo: «Todo hombre pone primero el vino bueno y cuando ya han tomado el peor, pero tu has guardado el mejor vino hasta ahora».(Jn 2, 2-11)
3° El anuncio del Reino de Dios
«Jesús comenzó a predicar la Palabra de Dios y decía:»Se cumplió el tiempo y ha llegado el reino de Dios: arrepentíos hy creed en el Evangelio» Y su fama se extendió por toda la región. (Mt. 4, 13-17 Mc. 1,15 Lc 4,15)
4° La Transfiguración
«Tonmando jesús a Pedro, Santiago y Juan, subió a un monte a orar. Mientras oraba su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente, y Moisés y Elías hablaban con Él. Pedro le dijo a Jesús: Maestro ¡qué bien se está aquí! Hagamos tre tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mientras decía esto, apareció una nube que los cubrió y salió una luz que decía: «Este es mi hijo elgido, escuchadle». (Lc. 9, 28-36)
5° La Institución de la Eucaristía
«Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con sus discípulos y les dijo: «Ardientemente he querido comer ésta Pascua con ustedes antes de padecer, porque no la comeré más hasta que sea cumplida en el reino de Dios. Tomando el cáliz, dio gracias y dijo: tomen y beban todos de el , porque éste es el cáliz de mi sangre que será derramada por ustedes. Después tomó el pan, dando gracias lo partió y se los dió diciendo: Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mia.» (Lc. 22, 14-23)
Misterio de Dolor: martes y viernes
1º La oración y agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní.
«Y sumido en agonía, insistía mas en su oración» (Lc 22,44)
Jesús no tenía la necesidad de orar; pero quiso hacerlo para enseñarnos qué tanto necesitamos hacerlo. Hemos de orar para no caer en la tentación, y si caemos, levantarnos del pecado.
Me propongo hacer oración al despertar, antes de dormir y antes de mis actividades mas importantes.
2º La flagelación de Jesús.
«Entonces Pilato tomó a Jesús y Mandó azotarle» (Jn 19,1)
Jesús quiso padecer la flagelación para la expiación de los pecados de deshonestidad que marchitan tantas flores juveniles, que roban la salud a tantos cuerpos y que ocasionan la perdición eterna de tantas almas.
Huiré de todo acto y espectáculo que repugne la moral cristiana. Evitaré que los pequeños y jóvenes vean programas deshonestos.
3º La coronación de espinas de Nuestro Señor.
«Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza» ( Jn 19, 2)
Sí, Jesús es el rey de las inteligencias y de los corazones; Rey que redime de la esclavitud del pecado a los individuos, a las familias, a los pueblos y a las naciones
Seguiré la doctrina de Jesús para reinar con El eternamente. Seré valiente para profesar públicamente mi fe y para cumplir sin avergonzarme mis deberes de piedad.
4º El camino hacia el Calvario, llevando Jesús la Cruz a cuestas, por nuestros pecados.
«Y Jesús cargando su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario» (Jn 19, 17)
Hemos de llevar nuestra cruz, hemos de padecer tristezas y dolores. Nos será difícil caminar entre penas y trabajos. Tendremos nuestras caídas y no nos desanimaremos. Dios lo permite para que pensemos más en la vida eterna que nos espera. Pidámosle que no nos deje caídos.
Al sufrir alguna pena, pensaré en lo que padeció Jesús por mí y cuando sea demasiado el sufrimiento le pediré que El sea mi Cireneo.
5º La crucifixión y muerte de nuestro Señor.
«Lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio» (Jn 19, 18)
Jesús muere por ti, mírale bien. Tiene sus manos clavadas para no castigarte y abiertas para abrazarte. Tiene sus ojos cerrados para no confundirte y abiertos para mirarte amorosamente. Sus labios se cierran para no clamar venganza y se abren para perdonarte.
Besaré el crucifijo al levantarme por la mañana y al acostarme. Cuando me llegue alguna tentación apretaré el crucifijo de mi Rosario o el que llevo al cuello.
Misterios y meditaciones
Misterios de Gloria: miércoles y domingos
1º La triunfante Resurrección de Jesús.
«¿Porqué buscáis entre los muertos al que está vivo? No esta aquí: ha resucitado» (Lc 24, 5-6)
Jesús se apareció muy en particular a los pecadores arrepentidos como Pedro, Tomás y la Magdalena. Se ve en esto su bondad y misericordia.
Viviré cristianamente para poder resucitar gloriosamente, recordando que una vida cristiana culmina en una muerte cristiana.
2º La admirable Ascensión de Jesús al cielo.
«Mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc 24, 51)
Nuestra verdadera patria no está en la tierra, sino en el cielo, donde no existen ni el dolor, ni la tristeza, ni la enfermedad, ni la muerte. Ahí veremos a Dios, gozaremos de su presencia y estaremos eternamente con El.
Pensando que estamos en este mundo, esperando ir a la patria verdadera, procuraré utilizar los dones terrenales en tal forma que me ayuden a ganar el cielo.
3º La venida del Espíritu Santo sobre María Santísima y los Apóstoles.
«Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo» (Hch 2, 3-4)
Los Apóstoles cambiaron: de tímidos se convirtieron en valerosos, de ignorantes en sabios; de tibios en la fe en fervorosos. Pedro predicó su primer sermón convirtiendo a tres mil personas.
No me bastará ser católico; daré testimonio de que he recibido al Espíritu Santo en el Bautismo y lo he aceptado en plenitud en la Confirmación, practicando mi fe.
4º La Asunción de María al cielo en cuerpo y alma.
«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45)
¿Nos preparamos nosotros con una vida santa para tener una muerte santa?
Pediré siempre a la Virgen Santísima en el Rosario, que sea mi abogada ante Dios en la hora de mi muerte.
5º La Coronación de María Santísima como Reina y Señora del universo.
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1)
Jesús antes de morir, nos dio a María como nuestra Madre, es nuestra abogada y medianera. Es el refugio de los pecadores. Pongamos en ella nuestra confianza, acudamos a ella en nuestras penas y sufrimientos.
Trataré de rezar el rosario todos los días.
Al terminar el 5° Misterio
G. Por las intenciones del Santo Padre, rezaremos un Padre Nuestro, un Avemaría y un Gloria.
T. Padre Nuestro, que estás en el cielo…
T. Dios te salve María, llena eres de gracia…
T. Gloria al Padre…
G. Dios te salve María, Hija de Dios Padre, en tus manos encomendamos nuestra fe para que la ilumines, llena eres de gracia..
G. Dios te salve María, Madre de Dios Hijo, en tus manos encomendamos nuestra esperanza para que la alientes, llena eres de gracia…
G. Dios te salve María, Esposa de Dios Espíritu Santo, en tus manos encomendamos nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia…
G. Dios te salve María, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin culpa original, llena eres de gracia…
T. Dios te salve Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. ¡Ea pues!, Señora y abogada nuestra: vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús: fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén
Letanías
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo,ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo óyenos,Cristo óyenos
Cristo escúchanos,Cristo escúchanos
Dios Padre celestial,ten piedad de nosotros
Dios Hijo redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios
Santa María, Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre virginal,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consuelo de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los ángeles,
Reina de los patriarcas,
Reina de los profetas,
Reina de los apóstoles,
Reina de los mártires,
Reina de los confesores,
Reina de las vírgenes,
Reina de todos los santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina elevada al cielo,
Reina del santísimo rosario,
Reina de las familias,
Reina de la paz,
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Oremos:
Te rogamos, Señor, que nos concedas a nosotros tus sievos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo y, por la gloriosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, seamos librados de la tristeza presente y disfrutemos de la eterna alegría. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
¡No caigamos en la trampa de la autocompasión!
¡No valgo! ¡Nada me sale bien! ¡Pobre de mí! Estas proclamas catastrofistas constituyen la trampa de la autocompasión
Los directores espirituales, los psicólogos, los psiquiatras, los amigos, las personas que han ganado la confianza de otras, están acostumbradas a escuchar una sentencia enunciada de infinitas de maneras: ¡No valgo! ¡Nada me sale bien! ¡Pobre de mí! Estas proclamas catastrofistas constituyen la “trampa de la autocompasión”.
Las personas dedicadas a la ayuda y al consejo aprenden a “desarmar” semejantes pensamientos. Partiendo desde una perspectiva espiritual, ¿acaso el valor personal no se enraíza en el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros, con nombre y apellido, y que se ha manifestado en el sacrificio de su Hijo? Por otro lado, confrontando la realidad, el consabido “no valgo” difícilmente resiste un adecuado cuestionamiento.
El problema está quizá en dimensiones más profundas, y a la vez, cotidianas. Para enumerar algunas, el desconocimiento personal y los hábitos de pensamiento. Es necesario introducir otra consideración: el contenido que le otorgamos a la palabra “valor”. Lo que entiendo por ello es muy importante. Asimismo necesito preguntarme sobre qué base, qué patrones o modelos juzgo si valgo o no.
Es válido afirmar que difícilmente nos escaparemos de los hábitos mentales autocompasivos. Nos veremos asaltados por ellos, posiblemente, en circunstancias de aflicción. Cuando las cosas están serenas, comprendemos que aquellas cavilaciones no conducen a ningún lugar, salvo al abatimiento. Sabemos que es necesario mostrar firmeza con los abismos mentales, destructivos y catastrofistas. Pero, en momentos de fragilidad, y, especialmente, cuando está extendido el hábito de la autocompasión, estas maneras de pensar brotarán, requiriendo una respuesta de nuestra parte.
Durante la reciente canonización del Papa Juan XXIII recordaba la providencial pero difícil trayectoria que le acercó al Pontificado. Nombrado Nuncio, pasó 20 años destacado a dos destinos remotos, considerados superficialmente de “limitada importancia”: Bulgaria y Turquía. La tentación hubiese sido pensar que “se le tenía en menos”. Pero no fue así. Relata Angelo Giuseppe Roncalli en sus memorias que aquellos años fueron fundamentales para su aprendizaje pastoral y diplomático, adquiriendo una cosmovisión sobre las relaciones con las Iglesias Orientales y el diálogo interreligioso. Ideas que se plasmarían, más tarde, en la preparación del Concilio Vaticano II.
La “trampa” de la autocompasión
El psicólogo Jay Adams prevenía que el continuo rumiar y el circunloquio de pensamientos autocompasivos conduce a consecuencias desastrosas: «La autocompasión es pensar sin acción. Es hablar con uno mismo sin considerar las soluciones de Dios. Sólo puede producir efectos perniciosos. Cuando uno cavila sobre problemas pasados, permite que lo que ya no tuviera existencia, excepto en la mente, le haga desgraciado. Los problemas pasados no tienen este poder. Lo que hace uno sobre ellos es lo que determina el traerlos al presente. Cuando lo que uno hace es cavilar y compadecerse, está haciéndose a sí mismo desgraciado, creando su propio malestar» (1). La autocompasión puede constituirse en un hábito mental que no responde a la realidad. Una especie de “piedra de molino” atada al cuello que perturba la vida. Aquellos hábitos se acrecientan cuando se cede en materias que podrían “no ser”.
Los hábitos, incluidos los de pensamiento, son el producto de las costumbres acondicionadas a nuestro entorno. Nunca podremos dejar de valorar la importancia de los hábitos cuando están correctamente educados y encausados. El Cardenal Tomás Spidlik afirmaba que «la vida adquiere estabilidad por los hábitos que se convierten como una segunda naturaleza» (2).
Algo que se descubre tempranamente es el costo de desterrar un mal hábito. Alguien afirmaba que el mejor método era semejante al empleado para extraer un clavo: introduciendo otro por el lado contrario. Se trata de practicar buenos hábitos, evangélicos, para desplazar a los nocivos. A este orden pertenecen también las formas de pensar. Con la ayuda de Dios, los hábitos forjan el carácter y dan soltura en las prácticas del bien. «El hombre virtuoso es siempre feliz al practicarlas» (3). De lo contrario, si asumimos normas erradas o complacientes, sobreviene el fracaso y la frustración.
En cierta forma la autocompasión es una respuesta condicionada, una manera de pensar que puede ser “desarmada” mediante el despojamiento de hábitos de pensamiento que están en desacuerdo con la verdad, que es la adecuación a la realidad.
La autocompasión suele ser, por otra parte, una manifestación de orgullo. Por ejemplo, podemos pensar: “Me encuentro frustrado porque ansío que las cosas siempre me salgan bien o resulten a mi antojo”. Aquello no suele ocurrir. Existen situaciones que deseamos, pero que no son necesariamente las mejores. «Todos los argumentos de la razón son contrarios», explicaba Spidlik. «Entonces, se intenta justificar dicha acción con otras cosas, por ejemplo, con un texto de la Sagrada Escritura, que lo interpretamos de manera tal que nuestro pensamiento parezca recto» (4).
San Doroteo de Gaza señalaba que difícilmente se podrá ayudar a quien está tercamente aferrado a sus propias ideas, a su voluntad caprichosa. Doroteo explicaba que el proceso del desorden viene de formas de pensar que suscitan una viva atención. En circunstancias correctas y prudentes existen instancias de discernimiento: la perspicacia espiritual, o la escucha al padre espiritual, por ejemplo. Pero quien está aferrado a su voluntad, trata de justificarse. Sobreviene entonces la obstinación. Entre los argumentos más recurrentes: “es justo”; “tengo derecho”; “me lo he ganado”. En lenguaje corriente, se trata de testarudez y terquedad.
La humildad, primer paso para salir de la autocompasión
¿Cómo quebrar el ciclo obstinado? Primeramente, movilizándonos fuera de la autocompasión, y avanzando hacia el auténtico conocimiento personal. Susan Annette Muto consideraba la humildad como el primer ingrediente del reconocimiento caritativo de las propias limitaciones (5).
Muto destacaba el significado que Santa Teresa de Jesús atribuyó a la humildad, como andar en verdad, reflejando auténticamente quiénes somos. La mística carmelita recomendaba meditar en nuestra unión con Jesucristo quien, a pesar de conocer nuestras miserias y pecados, nos ama, nos dignifica y salva. Las voces de la autocompasión, por el contrario, nos conducen a tener lástima de nosotros mismos.
Los afligidos tienen siempre a mano una colección de excusas y racionalizaciones para justificar el complejo de “víctimas”. Una típica actitud, por ejemplo, es “echarle la culpa” de nuestros problemas a los demás, o a las circunstancias. También solemos fijarnos en nuestras características negativas. Por el contrario, es común que pasemos por alto las buenas cualidades, fijándonos exclusivamente en nuestras características negativas. Toda persona tiene valores, capacidades y recursos, pero se hace necesario edificarlos de manera realista.
Otro psicólogo, en este caso Charles Kemp, considera que mucha gente no es realista, poseyendo por lo general ideas falsas sobre sí mismas: «Algunos se comparan con otros y resultan perdiendo. También necesitan preguntarse si es una equivocada humildad la que hace que no se valoren. Algunos creen erróneamente que si se les aprueba son unos vanidosos. Ser humildes no quiere decir que tengamos que negar nuestros puntos fuertes, o despreciarnos. Significa que conocemos nuestras limitaciones» (6).
Con su acostumbrada clarividencia, el pensador inglés G.K. Chesterton escribió: «Somos demasiado orgullosos para sobresalir». Empleando alguna ironía Chesterton se refería a la «soberbia de la timidez», cuyo peor vicio son los respetos humanos. Una persona que esconde su timidez tras la falsa modestia es en esencia egocéntrica. Habitualmente tiene una gran preocupación por la opinión de los demás, y un gran temor a ser considerado como un fracasado. Se paraliza ante una acción buena y necesaria por el miedo a quedar mal, especialmente si falla en su realización. Son los típicos intérpretes después del acontecimiento: “Yo lo hubiese hecho mucho mejor”.
Está el caso de un joven intelectual, toda una promesa en su ramo. Lamentablemente solía caer presa de la autocompasión y de aquella «soberbia de timidez», buscando justificar su pereza y temor de no cumplir con sus expectativas perfeccionistas. Estos pensamientos minaban sus motivaciones para entregarse al trabajo.
Tras años de reproches por haber abandonado libros proyectados y artículos comprometidos, se estrelló, cara a cara, con la verdad. Había desperdiciado un enorme caudal de talento creativo, echándole la culpa a las circunstancias, a los estados de ánimo, o a sus colegas, según su opinión, poco comprensivos, cuando en realidad quien era responsable era él mismo. Nunca se enfrentó seriamente con sus responsabilidades. Se concentró tanto tiempo en pensamientos autocompasivos y en sentir lástima de sí mismo, que no le quedó espacio mental ni inspiración emocional para dar rienda suelta a su capacidad creativa.
Como tantas personas, este talento frustrado creía firmemente que un cambio de circunstancias señalaría el inicio de la recuperación de su estado afligido. El problema estaba en que la transformación de las circunstancias se muestra incapaz de modificar necesariamente los esquemas de pensamiento. En la medida en que las creencias antievangélicas prevalezcan, se afincará el abatimiento.
San Pablo llamaba a ser implacables en la lucha contra el derrotismo: «Por lo tanto no nos rendimos; más bien, aunque el hombre que somos exteriormente se vaya desgastando, ciertamente el hombre que somos interiormente va renovándose de día en día. Porque aunque la tribulación es momentánea y liviana, obra para nosotros una gloria que es de más y más sobrepujante peso y es eterna; mientras tenemos los ojos fijos, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2Cor 4, 16-18).
Cuando el Santo Juan Pablo II visitó España en el mes de mayo del año 2003, se reunieron innumerables jóvenes para celebrar una vigilia en Cuatro Vientos. Uno de los testimonios que se dejaron escuchar aquella noche pertenecía a Lourdes Cuní, una muchacha que sufría de parálisis múltiple:
«Soy Lourdes, disminuida física. No puedo hablar y tampoco puedo andar; por ello debo utilizar una silla de ruedas. Durante mucho tiempo he vivido angustiada. A menudo me he preguntado cuál era el sentido de mi vida y por qué me ha pasado esto a mí. Esta pregunta ha sido constante y la prueba ha sido dura. Durante años la única respuesta ha sido descubrir cada mañana que estaba siempre en el mismo sitio: atada a una silla de ruedas. A veces he sentido que me habían arrancado la esperanza. Me sentía como si llevara una cruz, pero sin el aliento de la fe. Un día descubrí a Jesucristo y cambió mi vida. El Señor con su gracia me ayudó a recobrar la esperanza y a caminar hacia delante. Ahora, cuando veo a otros jóvenes enfermos al lado mío, pienso que mi cruz es muy pequeña comparada con la de ellos, y me gustaría mostrarles cómo yo encontré al Señor para transformar su dolor en un camino de esperanza, de vida y de santidad. Sé que mi silla de ruedas es como un altar en el que, además de santificarme, estoy ofreciendo mi dolor y mis limitaciones por la Iglesia, por Vuestra Santidad, por los jóvenes y por la salvación del mundo».
Nuestras cruces y sufrimientos son, quizá, menos graves que los de estas personas. Testimonios como el de Lourdes constituyen un aliento para no dejarnos vencer. En el misterio de la Cruz, del abatimiento y del dolor cotidiano, se esconde también el secreto de la alegría.
Notas:
1.Jay E. Adams, Manual del consejero cristiano, Clie, Barcelona 1987, p. 370
2.Tomás Spidlik, El camino del espíritu, PPC, Madrid 1998, p. 51
3.Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1810
4.Tomás Spidlik, Ob. cit., pp. 75-76
5.Ver Susan Annette Muto, Blessings that make us be. A formative approach to living the beatitudes, Crossroad, New York, 1982, pp. 25-26
6.Ver Betty Tapscott y Robert De Grandis, S.S.J., Sanación de la propia imagen, Publicaciones de la RCC, Madrid 1991, p. 31
Cuando las hojas caen…
¡Cómo varían los sentimientos!
No era nada fácil concentrarme en mis tareas de la escuela cuando estudiaba en mi cuarto durante el otoño. A unos cuantos metros de mi ventana, bien enfrente de mí, estaba el árbol que mi bisabuelo había plantado. Grande, imponente, majestuoso era aquel árbol. Pero durante el otoño, bajo la acción constante del viento que llegaba como un enemigo sutil, poco a poco aquel frondoso árbol empezaba a desnudarse.
Lo que más me distraía en esa metamorfosis eran las hojas que caían de las ramas. Otrora tan verdes y vivas, ahora amarillas, pálidas y enfermas, dejaban el árbol al cual habían sido fieles por casi un año. Al caer, encontrándose con el viento, tomaban otra dirección, imprevisible, siempre nueva e inconstante. Era muy difícil para mí prever cuál sería el próximo movimiento que aquellas hojas harían. De hecho, jamás atinaba, hasta que después que la quinta o sexta tocaba el suelo, me daba cuenta de que había perdido otros diez minutos de estudio.
¡Qué parecidos a esas hojas secas son los sentimientos!
Los sentimientos son algo en sí buenos porque son parte de nuestra naturaleza humana. Pero pueden ser peligrosos si no sabemos cuidarlos. Y digo cuidarlos porque a veces son como visitantes locos que llegan y se van sin pedir permiso. ¡Cómo varían los sentimientos! Hoy estoy de buenas porque el sol salió y brilla en medio al cielo azul, ayer estaba de malas porque amaneció nublado y el día era gris. Hoy es viernes, no puedo contenerme de felicidad, el lunes pasado amanecí de mal humor porque…era lunes.
Como hojas secas al viento los sentimientos se balancean, a la derecha e izquierda para arriba y para abajo, siempre inconstantes, casi nunca previsibles, sorprendiéndonos una y otra vez.
¿Pero adónde está el peligro en los sentimientos? Pensemos, por ejemplo, en la afectividad, más concretamente en el amor entre un hombre y una mujer o entre un chico y una chica (hoy día conviene aclarar). Es un hecho que mucha gente confunde amor con sentimiento: amo si siento algo dentro de mí, si me enchina la piel, si suspiro o si mi corazón late más fuerte.
Este es el “amor” que Hollywood exporta a todo el mundo. En las películas el amor dura poco, exactamente lo que dura el sentimiento. Y cuando esta emoción pasajera pasa, se cambia de pareja, Así de sencillo. Lo que se promueve en las pantallas es atracción, pasión inmediata, deseo ardiente e inmediato, todo menos amor verdadero. Tal vez sea por eso que muchos actores de Hollywood se casan 3 veces o más en la vida real. Trágico como suena.
Y hablando de amor que no dura, me viene a la memoria el caso de mi primo Nando. Estábamos en la fiesta de Chuy, platicando a gusto. De repente, veo que la mirada de Nando se perdía en el horizonte. Era claro, había visto algo, o mejor, alguien. ¡Y qué alguien! Su vista se encontraba con la de Paulina, seguramente la chica más guapa de la fiesta. Sin darse cuenta de que es una tremenda falta de educación dejar alguien hablando sólo, se olvidó de quién tenía enfrente y se lanzó como un águila a su presa. Sacó a Paulina a bailar y después de unos cuántos minutos ya estaban entre besos y abrazos.
Al día siguiente le hablé para saludarlo, en la esperanza de terminar la conversación que se había interrumpido, pero vana fue mi expectativa. Nando no paraba de hablar que estaba apasionado, que nunca había sentido nada igual, que esa era la mujer de su vida, etc.
Después de un mes de intensa pasión, me sorprendió ver, en otra fiesta, a Nando por un lado y Paulina por otro. Me acerqué a mi primo y le pregunté qué había pasado. “Es que el amor se acabó…”
¿Desde cuándo el amor se acaba? Esto me suena a contradicción. El amor es donación personal y libre entre dos personas que se quieren mucho, al punto de establecer una relación sincera de entrega mutua. Lo que se acaba es una naranja cuando la termino de chupar en un día de verano. Si hacemos el amor depender sólo de los sentimientos, estamos construyendo sobre arena y la relación estará condenada al fracaso.
Por eso, la clave es ser dueños de nuestros sentimientos, encauzando los buenos y superando los malos. Sólo así se conquista la constancia por encima de la variedad de las emociones. Las pasiones son ciegas, impulsivas, primarias, el amor ve y muy bien, es constante, razonado, sólido. Esto no quiere decir que no debamos sentir. Al contrario, el sentimiento es bienvenido e incluso necesario en el amor. Pero el punto es no subordinar el amor al sentimiento, no depender de las emociones, sino tener el control del timón para llegar a ser dueño de uno mismo. Y lo más importante: no confundir el amor con sentimiento, porque el amor va mucho más allá de un mero sentir.
Los sentimientos son como hojas secas en una tarde de otoño. Pero qué bellas se veían las hojas del mismo árbol delante de mi ventana durante la primavera. Verdes, vivas y verdaderas, sólidas y firmes, fieles al árbol al cuál pertenecen, inmovibles como es el amor que madura en la entrega sincera y constante por encima de las emociones pasajeras.
San Francisco de Borja
San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina.
A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos.
A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta.
Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con san Pedro de Alcántara y con el beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura.
En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía.
El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas.
En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica.
A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual.
Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto.
Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
«En la vida, reconocerse pequeño es el punto de partida para llegar a ser grande», explica Francisco
El Papa Francisco invitó a hacerse pequeño para así poder ser grande
El Papa Francisco comentó antes del rezo del Ángelus de este domingo tanto el Evangelio del domingo como los de semanas anteriores y dijo que Jesús enseñó “precisamente los pequeños, es decir, los que dependen de los demás, los que tienen necesidad y no pueden restituir, han de ser servidos primero”.
Por ello, Francisco ha asegurado que quien busca a Dios lo encuentra allí, “en los pequeños, en los necesitados no solo de bienes, sino también de cuidados y de consuelo, como los enfermos, los humillados, los prisioneros, los inmigrantes, los presos. Allí está Él. He aquí por qué Jesús se indigna: cada afrenta hecha a un pequeño, a un pobre, a un indefenso, se le hace a Él”.
Tal y como recoge Vatican News, el Santo Padre recalcó que “esta es la novedad: el discípulo no solo debe servir a los pequeños, sino que también ha de reconocerse pequeño él mismo”. Saberse pequeños, saberse necesitados de salvación, dijo el Pontífice, es indispensable para acoger al Señor. Es el primer paso para abrirnos a Él.
Sin embargo, Francisco aseveró que a menudo nos olvidamos de “reconocernos pequeños”, en la prosperidad, en el bienestar, manifestó el Papa, “vivimos la ilusión de ser autosuficientes, de bastarnos a nosotros mismos, de no tener necesidad de Dios”.
“En la vida, reconocerse pequeño es el punto de partida para llegar a ser grande. Si lo pensamos bien, crecemos no tanto gracias a los éxitos y a las cosas que tenemos, sino, sobre todo, en los momentos de lucha y de fragilidad. Ahí, en la necesidad, maduramos; ahí abrimos el corazón a Dios, a los demás, al sentido de la vida. Cuando nos sintamos pequeños ante un problema, una cruz, una enfermedad, cuando experimentemos fatiga y soledad, no nos desanimemos. Está cayendo la máscara de la superficialidad y está resurgiendo nuestra radical fragilidad: es nuestra base común, nuestro tesoro, porque con Dios las fragilidades no son obstáculos, sino oportunidades”, agregó Francisco.
Es en nuestra fragilidad, que descubrimos cuánto nos cuida Dios, dijo el Santo Padre, “el Evangelio de hoy dice que Jesús es muy tierno con los pequeños: ‘Los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos’. Las contrariedades, las situaciones que revelan nuestra fragilidad son ocasiones privilegiadas para experimentar su amor. Lo sabe bien quien reza con perseverancia: en los momentos oscuros o de soledad, la ternura de Dios hacia nosotros se hace -por así decir- aún más presente. Nos da paz, nos hace crecer”.
En la oración, dijo por último Francisco, el Señor nos abraza como un papá a su niño. Así nos hacemos grandes: no con la ilusoria pretensión de nuestra autosuficiencia, sino con la fortaleza de depositar en el Padre toda esperanza. Justo como hacen los pequeños. El Papa dijo que pongamos nuestras fragilidades ante Dios, es una buena actitud.
El amor en el principio
Meditación al Evangelio 3 de octubre de 2021
¿Vale la pena casarse hoy? La inquietud surge entre jóvenes, pero ya no tan jóvenes, que han ido dilatando la propuesta del matrimonio, de los hijos y de una nueva familia. Se ponen los argumentos de lo difícil que es la vida, el deterioro de la naturaleza que cada día amenaza más, de no traer niños a sufrir en un mundo violento; pero pronto va quedando de manifiesto que para casarse se necesita un compromiso serio para toda la vida y una entrega generosa a la persona amada. Y así “perder” la libertad, comprometerse para siempre y la generosidad que implica un matrimonio en serio aparecen como las principales dificultades para “amarrarse” de por vida. Mejor disfrutar sin compromisos.
En tiempos de Jesús, ya aparecían también algunos interrogantes sobre el matrimonio y la pregunta de los fariseos no espera una respuesta, sino que busca un motivo de acusación, quieren poner a prueba a Jesús, y qué mejor que ponerlo en una cuestión candente, tanto de aquel tiempo como de ahora: el divorcio. Se basaba en una prescripción del Deuteronomio (24, 1-4) que buscaba proteger a la mujer y garantizarle una cierta libertad pero que, con el tiempo, en una sociedad machista, se había convertido en un arma para los hombres y se les concedía el divorcio con suma facilidad y denigraba a la mujer. Las razones para despedirla eran ridículas: si la mujer dejaba quemar la comida, si el hombre había encontrado otra mujer más atractiva o bien razones más fuertes como el caso del adulterio de la mujer. Hoy añadiríamos muchas razones más para los divorcios al vapor que se cocinan en unos cuantos días, que dejan hombres y mueres en angustiosa soledad y que provocan gran desconcierto en los hijos. Las discusiones se centran en qué será mejor si un ambiente de agresiones, de falta de respeto, de desinterés mutuo, o bien una separación dolorosa, que a cada quien deja por su lado. Pero no se cuestiona la verdadera esencia de la pareja: ¿no será mejor vivir a plenitud el amor?
La respuesta de Jesús no pretende salvar el matrimonio recurriendo a tecnicismos legales o condenando a quienes se encuentran en tan difíciles situaciones. Jesús vuelve a proponer el matrimonio como se presentaba en la aurora de la creación. El proyecto divino respecto al matrimonio es un proyecto de amor, de vida, de armonía, de luz y de unidad. El encuentro del hombre y la mujer es el cara a cara de dos sujetos de igual dignidad, cada uno “insuficiente”, pero que se completa plenamente en el don de si mismo, en la donación recíproca para la alegría del otro. El amor que realiza a la persona es indisoluble, pero no en la trampa de una obligación externa, sino en una especie de necesidad interna. Por desgracia, en lugar del grito gozoso de Adán: “Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne”, como un canto inicial de apertura y encuentro, ahora le presentan a Jesús la exigencia de “una acta de divorcio”, como si esto pudiera sanar el corazón lastimado del ser que ya no se quiere. La poesía espontánea de los orígenes se apaga para dar lugar a las normas jurídicas; la gratuidad se transforma en cálculo y egoísmo.
En la primera lectura, el Génesis nos hacía la afirmación: “No es bueno que el hombre esté solo”, y nos presentaba a Dios preocupado por hacerle una ayuda semejante a él. Le había ofrecido las maravillas de su jardín y toda la grandiosidad del universo, pero el hombre necesitaba alguien igual a él. El hombre en estado de separación no puede gozar de la propia felicidad. Cuando Cristo da la respuesta a los fariseos pretende reencontrar la unidad y la armonía perdida, el hombre no debe separarse del proyecto divino. No busca razones legales sino ponerlo en una perspectiva más profunda. No se trata de casuística, sino de razones del corazón: “Por la dureza del corazón…” La dureza del corazón es la que no permite abrirse a la pareja, la dureza del corazón es la que obliga al otro a acomodarse a nuestros caprichos, la dureza del corazón es la que lleva a hacer cálculos y ventajas personales. Y se pone el mismo Jesús como ejemplo (segunda lectura) y ofrece una solución a este problema: la Pasión de Cristo, que es el camino para llegar a la gloria, nos recuerda el precio de la fidelidad. Cuando hablamos de amor, al estilo cristiano, no podemos quitarnos de la mente la imagen del Crucificado que se ha entregado hasta del don total de si mismo.
En este camino del verdadero amor nos falta mucho trecho por recorrer. Al matrimonio se llega sin la preparación suficiente y sin el compromiso de una entrega total. Hay muchos condicionamientos que hacen que fácilmente se abandonen los sueños comunes porque no se han satisfecho las ambiciones personales. Hay muchos que abandonan antes de haber luchado. Pero también como Iglesia nos falta mucha más comprensión y acompañamiento a quienes, por una u otra razón, han sufrido una separación desgarrante y dolorosa y que no encuentran caminos. Jesús para ellos tiene una palabra de amor, de aliento y nunca los deja solos. Jesús acompaña su camino. Nosotros tendremos que buscar diligentemente y con valentía caminos que hagan menos dura esa soledad.
El Papa: en la fragilidad descubrimos cuánto nos cuida Dios
Ángelus del Papa Francisco desde la Plaza de San Pedro
“En la fragilidad descubrimos cuánto nos cuida Dios… las contrariedades, las situaciones que revelan nuestra fragilidad son ocasiones privilegiadas para experimentar su amor, lo sabe bien quien reza con perseverancia: en los momentos oscuros o de soledad, la ternura de Dios hacia nosotros se hace aún más presente. Nos da paz, nos hace crecer»
El Papa en su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, haciendo referencia al Evangelio de la Liturgia de hoy, en el que Jesús se indigna con quienes, “para aliviarle el cansancio, le alejan a los niños”, y recordando el Evangelio de hace dos domingos en el que Jesús, “ realizando el gesto de abrazar a un niño, se había identificado con los pequeños: había enseñado que precisamente los pequeños, es decir, los que dependen de los demás, los que tienen necesidad y no pueden restituir, han de ser servidos primero”.
Quien busca a Dios lo encuentra en los pequeños
Porque como dijo el Papa en su alocución de hoy, quien busca a Dios lo encuentra allí, “en los pequeños, en los necesitados no solo de bienes, sino también de cuidados y de consuelo, como los enfermos, los humillados, los prisioneros, los inmigrantes, los presos. Allí está Él. He aquí por qué Jesús se indigna: cada afrenta hecha a un pequeño, a un pobre, a un indefenso, se le hace a Él”, afirmó.
En el Evangelio de hoy, señaló Francisco, “el Señor completa esa enseñanza, y añade: «El que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,15). Esta es la novedad: el discípulo no solo debe servir a los pequeños, sino que también ha de reconocerse pequeño él mismo”. Saberse pequeños, saberse necesitados de salvación, dijo el Pontífice, es indispensable para acoger al Señor. Es el primer paso para abrirnos a Él.
Reconocerse pequeños, necesitar de Dios
Sin embargo, Francisco aseveró que a menudo nos olvidamos de “reconocernos pequeños”, en la prosperidad, en el bienestar, manifestó el Papa, vivimos la ilusión de ser autosuficientes, de bastarnos a nosotros mismos, de no tener necesidad de Dios. Es un engaño, porque cada uno de nosotros es un ser necesitado, pequeño. Tenemos que buscar nuestra pequeñeces, dijo, y allí reconrl ay oceremos a Jesús.
“En la vida, reconocerse pequeño es el punto de partida para llegar a ser grande. Si lo pensamos bien, crecemos no tanto gracias a los éxitos y a las cosas que tenemos, sino, sobre todo, en los momentos de lucha y de fragilidad. Ahí, en la necesidad, maduramos; ahí abrimos el corazón a Dios, a los demás, al sentido de la vida. Cuando nos sintamos pequeños ante un problema, una cruz, una enfermedad, cuando experimentemos fatiga y soledad, no nos desanimemos.
Está cayendo la máscara de la superficialidad y está resurgiendo nuestra radical fragilidad: es nuestra base común, nuestro tesoro, porque con Dios las fragilidades no son obstáculos, sino oportunidades”.
En la fragilidad descubrimos cuánto Dios nos cuida
Es en nuestra fragilidad, que descubrimos cuánto nos cuida Dios, dijo el Santo Padre, “el Evangelio de hoy dice que Jesús es muy tierno con los pequeños: «Los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos». Las contrariedades, las situaciones que revelan nuestra fragilidad son ocasiones privilegiadas para experimentar su amor. Lo sabe bien quien reza con perseverancia: en los momentos oscuros o de soledad, la ternura de Dios hacia nosotros se hace -por así decir- aún más presente. Nos da paz, nos hace crecer”.
En la oración, dijo por último Francisco, el Señor nos abraza como un papá a su niño. Así nos hacemos grandes: no con la ilusoria pretensión de nuestra autosuficiencia, sino con la fortaleza de depositar en el Padre toda esperanza. Justo como hacen los pequeños.El Papa dijo que pongamos nuestras fragilidades ante Dios, es una buena actitud.