Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Marcos 9,38-43.45.47-48

 

 

La lectura del día de ayer es una defensa de la conciencia recta y buena. En efecto, los mandamientos que consignan el decálogo no son normas de conducta porque estén escritos, más bien al revés: están escritos porque lo son.

Es decir, no puede haber nada auténticamente bueno que no provenga de Dios o no esté en sintonía con él.

Indiscutiblemente el reclamo de Juan revela un celo humano pero que no va acorde con el corazón de Jesús, quien lejos de darle la razón al apóstol, lo corrige: “Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

No es la primera vez que la vehemencia de Juan se topa con la sobriedad espiritual de su maestro.

Recordemos que junto a su hermano Santiago, eran llamados “Los Hijos del Trueno”. Precisamente en la otra versión de este pasaje que narra San Lucas, más adelante  ante la negativa de dar posada a  Jesús en un pueblo de samaritanos le sugieren que haga llover fuego sobre ella.

Pero esta lectura rescata para nosotros, la dimensión pastoral de la vocación apostólica. La fe que han recibido no es propiedad privada, todo lo contrario.

El mensaje evangélico debe ser comunicado y para ello debemos valernos de todo lo que esté a nuestro alcance destacando por encima de ello la persona misma del creyente, tal y como hizo el converso anónimo que no temió hablar y actuar en nombre de Jesús, sin un encargo previo y expreso.

 

Pero, a este actuar, Jesús le añade una exigencia sumamente grave.

Si somos portadores y comunicadores de la auténtica fe, nuestra conducta debe estar a la misma altura, puesto que, un fallo en este ámbito traería como consecuencia una de las cosas que Dios más detesta: el escándalo >

“Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar”.

Por ello más adelante, confirmará con  elocuente y terrible sintonía lo que el compromiso por la causa evangélica comporta:

“Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno…”.

La crudeza de las imágenes que Jesús emplea para amonestar a sus oyentes demuestran la exigencia extrema que el Señor espera de los llamados a proclamar su Evangelio. Así como perder un miembro del cuerpo o perder la vista condicionarían radicalmente nuestra vida, el  pecado nos haría perder la vida eterna.

Luego entonces, antes que vigilar, juzgar o fiscalizar lo que cada cual debe hacer en materia catequética y en cualquier ámbito, seamos celosos con nuestra propia conducta y con el encargo que Dios nos ha dado para que nunca seamos ocasión de pecado de los pequeños que creen en Él. En otras palabras, celo sí, pero por el Evangelio, fidelidad a la enseñanza de Jesús y una conducta que por sí misma, hable de Dios y comunique a Cristo como salvador de todos los hombres.

por Mario Aquino Colmenares