Pablo VI, Santo

CCLXII Papa, 26 de septiembre

CCLXII Papa

Pablo VIMartirologio Romano: En Castelgandolfo, Italia, San Pablo VI, en el siglo Giovanni Battista Montini, Sumo Pontífice ( 1978)

Fecha de Beatificación:19 de octubre de 2014, por S.S. Francisco
Fecha de canonización: 14 de octubre de 2018 por el Papa Francisco

Breve Biografía

Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor al estudio.10:44

Acogiendo la llamada sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19 años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del Señor el 29 de mayo de 1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí sus estudios teológicos.

Allí mismo realizó estudios también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al servicio papal como miembro de la Secretaría de Estado. En mayo de 1923 se le nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo que abandonar a finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre Montini dedicó gran parte de sus esfuerzos apostólicos al movimiento italiano de estudiantes católicos (1924-1933), ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931, a sus 32 años, le era asignada la cátedra de Historia Diplomática en la Academia Diplomática.

Pablo VIEn 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que la Santa Sede brindó a numerosos refugiados y presos de guerra.

Arzobispo y cardenal preparando el Concilio Vaticano II En 1944 , ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.

En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán. El nuevo Arzobispo habría de enfrentar muchos retos, siendo el más delicado de todos el problema social. Entregándose con gran energía al cuidado de la grey que se le confiaba, desarrolló un plan pastoral que tendría como puntos centrales la preocupación por los problemas sociales, el acercamiento de los trabajadores industriales a la Iglesia, y la renovación de la vida litúrgica. Por el respeto y la confianza que supo ganarse por parte de la inmensa multitud de obreros, Montini sería conocido como el «Arzobispo de los obreros».

En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente. Durante estos años previos al Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).

Pablo VISumo Pontífice con apretado programa apostólico Su pontificado El Cardenal Montini contaba con 66 años cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres días antes de su coronación, realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor. Además de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial preocupación pastoral.

En torno al Concilio Vaticano II El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II

El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación.

En su primera encíclica, la «programática» Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio, planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a conducir a la Iglesia, respondiendo a los «vientos de renovación» que desplegaban las amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el día anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es espiritual; se refiere a la conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de sí misma. El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica, canónica, que la Iglesia necesita para conformarse a la conciencia mencionada, para ser pura, santa, fuerte, auténtica.

Pablo VIY el tercer camino es apostólico; lo hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe infundir en su actividad ministerial en el concierto disonante, voluble y complejo del mundo contemporáneo. Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se abren ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la encíclica».

Sesiones del Concilio Vaticano II y varios viajes apostólicos Cronología del Concilio bajo su pontificado

El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.

En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.

El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica programática Ecclesiam suam.

La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de la Constitución sobre la Iglesia. En aquella ocasión proclamó a María como Madre de la Iglesia.

Pablo VIEntre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre 1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico Internacional.

El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un histórico llamado a la paz mundial ante los representantes de todas las naciones.

El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas —pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental y Occidental en Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento culminante del cisma entre las Iglesias de oriente y la de occidente—.

El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al 29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda la Iglesia a la luz de las grandes enseñanzas conciliares.

El Post-Concilio La aplicación del Concilio: la época post-conciliar Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se iniciaba el difícil periodo de su aplicación. Ello exigía un hombre de mucha fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo proceso de cambio, de adecuación, de renovación… propias también de la furia del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre la Iglesia de Cristo.

Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado. Como timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una tranquilidad y un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos, cuando parecía que ella era sacudida desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en su compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).

Otras tareas y el primer Papa en América Otras labores de su pontificado

Pablo VIEl Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.

Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo las más significativas el proceso de consilidación de las Conferencias Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos Sínodos locales y también los Sínodos internacionales trienales. Durante su pontificado los temas tratados en estos Sínodos episcopales fueron: el sacerdocio (1971); la evangelización (1974); la catequesis (1977).

Otro hito importante de su pontificado lo constituye el viaje realizado al continente americano para la inauguración de la II Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo ésta la primera vez que un Sucesor de Pedro pisaba tierras americanas.

Su peculiar doctrina Las enseñanzas al Pueblo de Dios

S.S. Pablo VI ha dejado un rico legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo integral de la persona. Esta encíclica fue la base para la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Medellín. También merece ser especialmente mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización, que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de la Iglesia. Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y profundizar la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de fondo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.

Pablo VI

La encíclica programática Ecclesiam suam –la primera que escribió— es asimismo, de gran importancia. Manifiesta que de la «conciencia contemporánea de la Iglesia —nos dice S.S. Juan Pablo II—, Pablo VI hizo el tema primero de su fundamental Encíclica que comienza con las palabras Ecclesiam suam; (…) Iluminada y sostenida por el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una conciencia cada vez más profunda, sea respecto de su misterio divino, sea respecto de su misión humana, sea finalmente respecto de sus mismas debilidades humanas: es precisamente esta conciencia la que debe seguir siendo la fuente principal del amor de esta Iglesia, al igual que el amor por su parte contribuye a consolidar y profundizar esa conciencia. Pablo VI nos ha dejado el testimonio de esa profundísima conciencia de Iglesia. A través de los múltiples y frecuentemente dolorosos acontecimientos de su pontificado, nos ha enseñado el amor intrépido a la Iglesia (…)» (Redemptor hominis, 3).

Pablo VISon muy significativas también todas las enseñanzas dadas con ocasión del Año Santo de la Reconciliación, en 1975, lo que queda manifiesto en una importante exhortación apostólica: La reconciliación dentro de la Iglesia. Por otro lado, es también de especial importancia El Credo del Pueblo de Dios. En el, el Papa Pablo VI hace una hermosa profesión de fe, que reafirma las verdades que el Cuerpo místico de Cristo cree y vive, tomando así una firme postura ante los no pocos intentos de agresión que sufría la fe cristiana. La herencia que ha dejado a la Iglesia con todos sus escritos es invalorable.

Iluminando la plenitud humana de vida próximo ya a su muerte .Su tránsito a la casa del Padre

Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en favor de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su presencia por el Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de la Transfiguración (que curiosamente fue también la fecha de la publicación de la encíclica que anunciaba el programa de su pontificado). Acaso el Señor mismo, con este signo de su amorosa Providencia, quiso rubricar con sello divino aquello que el Santo Padre, pocos años antes, había escrito en una preciosa exhortación apostólica sobre la alegría cristiana: «…existen muchas moradas en la casa del Padre y, para quienes el Espíritu Santo abrasa el corazón, muchas maneras de morir a sí mismos y de alcanzar la santa alegría de la resurrección. La efusión de la sangre no es el único camino. Sin embargo, el combate por el Reino incluye necesariamente la experiencia de una pasión de amor (…) «per crucem ad lucem», y de este mundo al Padre, en el soplo vivificador del Espíritu» (Gaudete in Domino, 37). Y ciertamente, el Padre Eterno quiso que este hijo suyo, habiendo pasado por muchos sufrimientos y habiendo entregado ejemplarmente su vida en el servicio amoroso a la Iglesia, pasase «de la cruz a la luz» en el día en que la Iglesia entera celebraba la gran Fiesta de la Transfiguración, que indica esperanzada la meta final a la que conduce la muerte física de todo cristiano fiel. Y él —como dijera S.S. Juan Pablo I— había transitado ese camino de modo ejemplar: «(…) en quince años de Pontificado, este Papa ha demostrado no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y sufre por la Iglesia de Cristo».

Él mismo, vislumbrando ya esta magnífica realidad, dejaría escrito para todos en su «Testamento»:

«Fijo la mirada en el misterio de la muerte y de lo que a ella sigue a la luz de Cristo, el único que la esclarece; miro, por tanto, la muerte con confianza, humilde y serenamente. Percibo la verdad que ese misterio ha proyectado siempre sobre la vida presente y bendigo al vencedor de la muerte por haber disipado en mí las tinieblas y descubierto su luz.

»Por ello, ante la muerte y la separación total y definitiva de la vida presente, siento el deber de celebrar el don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia: Señor, te doy gracias porque me has llamado a la vida y más aún todavía porque me has regenerado y destinado a la plenitud de la vida».

Su magisterio pontificio

Encíclicas:

Ecclesiam suam (6-8-1964), sobre los caminos que la Iglesia Católica debe seguir en la actualidad para cumplir con su misión.

Mysterium fidei (3-9-1965), sobre la doctrina y culto de la Santa Eucaristía.

Populorum progressio (26-3-1967), sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos.

Sacerdotalis caelibatus (24-6-1967), sobre el celibato sacerdotal.

Humanae vitae (25-7-1968), sobre la regulación de la natalidad.

Exhortaciones apostólicas:

Marialis cultus (2-2-1974), sobre la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen.

Petrum et Paulum

Gaudete in Domino (9-5-1975), sobre la alegría cristiana

Evangelii nuntiandi (8-12-1975), acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo.

Cartas apostólicas:

Octogesima adveniens (1971), con ocasión del 80 aniversario de la encíclica Rerum novarum.

Declaraciones:

Persona humana (29-12-1975), acerca de algunas cuestiones de ética sexual.

Inter insigniores (15-10-1976), sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial.

Otros:

Constitución apostólica Paenitemini (17-2-1966), sobre el valor de la penitencia individual.

El «Credo del Pueblo de Dios» (30-6-1968)

Pablo VI

Milagro contra el aborto

«Un milagro acaecido en la vida de un niño dentro el seno materno es algo insólito que nos dice que hay una vida ahí y que Dios la quiere proteger desde la concepción», ha explicado el Padre Antonio Marrazzo, postulador de la Causa de Canonización del Papa Pablo VI.

El evento ocurrió en Florida, Estados Unidos, en el año 2001 y su protagonista es un niño que, en la semana 24 del embarazo, se encontraba en un estado crítico. Exámenes médicos habían revelado la ruptura de la vejiga, con ascitis –presencia de líquido en el abdomen–, y de oligohidramnios –ausencia de líquido en el saco amniótico–. Todo intento terapéutico resultó ineficaz para resolver su situación.

El diagnóstico fue severo. Era muy probable que el niño muriera dentro del útero o que naciera con una insuficiencia renal grave. El ginecólogo ofreció a la madre gestante la opción de abortar, pero la mujer no aceptó la propuesta.

Siguiendo el consejo de una religiosa de la Caridad de Santa de María Bambina, que habían conocido al Papa Pablo VI, la abuela del niño colocó en el vientre de la madre una imagen del Pontífice con una reliquia e invocó la intercesión. Después de este evento las oraciones dirigidas al Pontífice se sucedieron en comunidad, primero en familia, y después en la parroquia.

A las 34 semanas de embarazo, nuevos análisis demostraron que el cuadro clínico del niño había mejorado y en el momento del nacimiento –un parto por cesárea en las 39 semanas–, el bebé demostró buenas condiciones y fue capaz de respirar y llorar.

“Fue un milagro en consonancia con el magisterio del Papa Pablo VI y la defensa de la vida, y muy interesante –continuó el P. Marrazzo-, porque nos dice que Dios nos protege desde el seno materno, desde el momento en que la vida comienza. Para Dios la vida humana es un valor no manipulable, no desechable, es un valor, porque Dios nos da un valor”.

En efecto, el Papa Montini pasará a la historia entre muchas cosas por escribir la Humanae Vitae, la visionaria encíclica sobre la defensa de la vida y la familia. El menor, del que se reserva su nombre y ubicación exacta por motivos de privacidad, ha sido seguido en el curso de los años por médicos expertos y ha demostrado un correcto desarrollo psicofísico y un funcionamiento normal de sus funciones renales. El 12 de diciembre de 2013 la consulta médica de la Congregación para las Causas de los Santos confirmó por unanimidad la curación inexplicable, mientras que el 18 de febrero de 2014 el Congreso de teólogos de dicha congregación reconoció unánimemente la intercesión del Papa Pablo VI.

Cosme y Damián, Santos

Memoria Litúrgica, 26 de septiembre

Cosme y DamiánMártires

Martirologio Romano: Santos Cosme y Damián, mártires, que, según la tradición, ejercieron la medicina en Ciro, de Augusta Eufratense (hoy Siria), no pidiendo nunca recompensa y sanando a muchos con sus servicios gratuitos (c. s. III).

Etimología: Cosme = ”adornado, bello,” de la lengua griega;
Etimología: Damián = “domador”, también del griego.

Breve Biografía

SANTOS COSME Y DAMIÁN(c. 300). San Gregorio de Tours, en su libro De gloria martyrium, escribe:
«Los dos hermanos gemelos Cosme y Damián, médicos de profesión, después que se hicieron cristianos, espantaban las enfermedades por el solo mérito de sus virtudes y la intervención de sus oraciones… Coronados tras diversos martirios, se juntaron en el cielo y hacen a favor de sus compatriotas numerosos milagros. Porque, si algún enfermo acude lleno de fe a orar sobre su tumba, al momento obtiene curación.

Muchos refieren también que estos Santos se aparecen en sueños a los enfermos indicándoles lo que deben hacer, y luego que lo ejecutan, se encuentran curados. Sobre esto yo he oído referir muchas cosas que sería demasiado largo de contar, estimando que con lo dicho es suficiente».-

A pesar de las referencias del martirologio y el breviario, parece más seguro que ambos hermanos fueron martirizados y están enterrados en Cyro, ciudad de Siria no lejos de Alepo. Teodoreto, que fue obispo de Cyro en el siglo V, hace alusión a la suntuosa basílica que ambos Santos poseían allí.

Desde la primera mitad del siglo V existían dos iglesias en honor suyo en Constantinopla, habiéndoles sido dedicadas otras dos en tiempos de Justiniano. También este emperador les edificó otra en Panfilia.

En Capadocia, en Matalasca, San Sabas († 531) transformó en basílica de San Cosme y San Damián la casa de sus padres. En Jerusalén y en Mesopotamia tuvieron igualmente templos. En Edesa eran patronos de un hospital levantado en 457, y se decía que los dos Santos estaban enterrados en dos iglesias diferentes de esta ciudad monacal.-

En Egipto, el calendario de Oxyrhyrico del 535 anota que San Cosme posee templo propio. La devoción copta a ambos Santos siempre fue muy ferviente.

En San Jorge de Tesalónica aparecen en un mosaico con el calificativo de mártires y médicos. En Bizona, en Escitia, se halla también una iglesia que les levantara el diácono Estéfano.

Pero tal vez el más célebre de los santuarios orientales era el de Egea, en Cilicia, donde nació la leyenda llamada «árabe», relatada en dos pasiones, y es la que recogen nuestros actuales libros litúrgicos.

Estos Santos, que a lo largo del siglo V y VI habían conquistado el Oriente, penetraron también triunfalmente en Occidente. Ya hemos referido el testimonio de San Gregorio de Tours. Tenemos testimonios de su culto en Cagliari (Cerdeña), promovido por San Fulgencio, fugitivo de los bárbaros. En Ravena hay mosaicos suyos del siglo VI y VII. El oracional visigótico de Verona los incluye en el calendario de santos que festejaba la Iglesia de España.-

Mas donde gozaron de una popularidad excepcional fue en la propia Roma, llegando a tener dedicadas más de diez iglesias. El papa Símaco (498-514) les consagró un oratorio en el Esquilino, que posteriormente se convirtió en abadía. San Félix IV, hacía el año 527, transformó para uso eclesiástico dos célebres edificios antiguos, la basílica de Rómulo y el templum sacrum Urbis, con el archivo civil a ellos anejo, situados en la vía Sacra, en el Foro, dedicándoselo a los dos médicos anárgiros.-

Tan magnífico desarrollo alcanzó su culto, por influjo sobre todo de los bizantinos, que, además de esta fecha del 26 de septiembre, se les asignó por obra del papa Gregorio II la estación coincidente con el jueves de la tercera semana de Cuaresma, cuando ocurre la fecha exacta de la mitad de este tiempo de penitencia, lo que daba lugar a numerosa asistencia de fieles, que acudían a los celestiales médicos para implorar la salud de alma y cuerpo.-

Caso realmente insólito, el texto de la misa cuaresmal se refiere preferentemente a los dichos Santos, que son mencionados en la colecta, secreta y poscomunión, jugándose en los textos litúrgicos con la palabra salus en el introito y ofertorio y estando destinada la lectura evangélica a narrar la curación de la suegra de San Pedro y otras muchas curaciones milagrosas que obró el Señor en Cafarnaúm aquel mismo día, así como la liberación de muchos posesos. Esta escena de compasión era como un reflejo de la que se repetía en Roma, en el santuario de los anárgiros, con los prodigios que realizaban entre los enfermos que se encomendaban a ellos.-

Cabría preguntarse: ¿Por qué hoy estos Santos gloriosos no obran las maravillas de las antiguas edades? Tal vez la contestación podría formularse a través de otra pregunta: ¿Por qué hoy no nos encomendamos a ellos con la misma fe, con esa fe que arranca los milagros?.-

Pero lo que conviene es que no se apague la fe, que la mano del Señor «no se ha contraído». Y si San Cosme y San Damián continúan siendo patronos de médicos y farmacéuticos, bien podemos seguirles invocando con una oración como ésta, de la antigua liturgia hispana:

«¡Oh Dios, nuestro médico y remediador eterno, que hiciste a Cosme y Damián inquebrantables en su fe, invencibles en su heroísmo, para llevar salud por sus heridas a las dolencias humanas haz que por ellos sea curada nuestra enfermedad, y que por ellos también la curación sea sin recaída».-

Santos Cosme y Damián

ORACIÓN

Al recordar hoy el triunfo de tus mártires San Cosme y San Damián, tu Iglesia, Señor, te glorifica y te da gracias, porque, en tu admirable providencia, a ellos les has dado el premio merecido de la gloria eterna y a nosotros la ayuda de su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.- ¡Felicidades a quienes lleven este nombre!

Una cierta radicalidad

Santo Evangelio según san Marcos 9, 38-43. 45. 47-48. XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

evangelioEn el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios).

Jesús, ayúdame a valorar la vida de gracia y a luchar contra todo lo que pueda alejarme de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsa a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”.

Jesús le respondió: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua, por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrogado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo: pues más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio de este día nos invita a la radicalidad en el seguimiento de Cristo. Él no nos llama a ser buenos católicos, nos llama para ser santos. La santidad es vivir cada día con radicalidad en el amor a Cristo.

Si vemos la vida de cada santo y santa a lo largo de la historia de la iglesia, nos daremos cuenta que son radicales en el seguimiento de Cristo. No les importa hacer o dejar cualquier cosa por amor a Cristo.

Cristo al decir que, si el ojo es ocasión de pecado, te lo saques, que te cortes la mano o el pie, lo que quiere es invitar a la radicalidad en la vida de cada uno de nosotros. Debemos de ser capaces de cortar tajantemente con el mal que pueda haber en nuestra vida.

Lo que Cristo quiere es un buen testimonio de vida. Él quiere que dejemos todo y lo pongamos en el centro de nuestras vidas. La radicalidad en el camino de santidad es amar a Cristo por encima de cualquier cosa, inclusive por encima de uno mismo. Seamos radicales en nuestras vidas para llegar a ser santos. Todos los santos fueron hombres comunes que supieron poner a Cristo en el centro de toda su vida y dejar lo que en verdad no sirve, para tomar lo que vale la pena. Cristo es el tesoro por el cual se vende todo y se compra, sabiendo que nada nos faltara al tenerlo con nosotros.

«En el fondo, hasta el día en el que no arriesgamos la existencia con el Señor, tocando con la mano que en Él se encuentra la vida, hacemos solo teorías. Este es el cristianismo que toca los corazones. ¿Por qué los santos son así capaces de tocar los corazones? ¡Porque los santos no solo hablan, mueven! Se nos mueve el corazón cuando una persona santa nos habla, nos dice las cosas. Y son capaces, porque en los santos vemos lo que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad».

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de agosto de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para recordar todo su amor por mí y pedirle la gracia de poder amarlo sobre todas las cosas.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¡Estoy en contra! Yo… estoy a favor

¿Qué no es mejor estar a favor de algo, y en consecuencia impugnar las ideas contrarias, frente a lo que consideramos valores superiores y en contradicción con los otros?

En mis tiempos de estudiante y militante de Acción Católica, había en México, y en muchas partes más, una verdadera psicosis de avance del comunismo en el mundo. Había que actuar, y gente de buena fe decidió hacerse ANTI-comunista.

Recuerdo que en Monterrey se formó y financió una organización para hacer frente a la difusión del ideario comunista, a cuyo cargo quedó ejecutivamente un ex-militar; no recuerdo su nombre pero sí una frase que le escuché: “nosotros, los anticomunistas profesionales…”

¡Ah caray! pensé ¿cómo puede ser uno básicamente anti algo? ¿Qué no es mejor estar a favor de algo, y en consecuencia impugnar las ideas contrarias, frente a lo que consideramos valores superiores y en contradicción con los otros?

Si lo que deseábamos defender era (y sigue siendo) la democracia como forma de vida política, los valores de la dignidad humana y la religión, entonces tendríamos que ofrecerlos como opción superior a los errores derivados del marxismo ateo.

Lo mismo vale ahora, frente a la cultura de la muerte, para la defensa del derecho fundamental a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, así como de los conceptos milenarios de la familia celular y el matrimonio, como la unión de un hombre y una mujer y su prole, todo ello íntimamente ligado.

Acabo de estar en un curso dentro del cual surgió la pregunta: ¿estás en contra del aborto? Lógicamente que todos los presentes, en línea con los valores fundamentales señalados, estaban en contra. Pero la respuesta correcta, que de pronto surgió fue: “estoy a favor de la vida”.

defensa de la vidaCorrecto, si estoy a favor de la vida, no puedo aceptar la práctica del aborto provocado. Pero lo esencial es eso de “estar a favor”, en este caso de la vida.

En la terrible lucha ideológica y legislativa sobre la permisión del aborto, si no se está en defensa de la vida, se cae en el juego del falso feminismo de que la mujer puede y debe decidir “sobre su cuerpo”, y por tanto puede decidir abortar si le parece correcto o simplemente útil. Quienes se oponen al aborto, señalan proabortistas y feministas fanáticas, ¡están en contra de las mujeres!

Ser provida es la respuesta; la declaración primaria de la acción en defensa del nonato es: “soy provida”. Con esto derivamos necesariamente la no aceptación del infanticidio del nonato, -y nunca estar contra las mujeres-, hasta llegar al rechazo de la eutanasia, matar por acción u omisión a un enfermo terminal.

Encontrándose el mundo con grandes movimientos a favor de la vida, lo que se llama “cultura de la vida”, es muy difícil que alguien se proclame abiertamente contrario a la vida, ser partidario de la “cultura de la muerte”. Le dan la vuelta como pueden a esa realidad. Por eso se dicen (en inglés) “pro-choice”, pro-decidir libremente si se aborta o no.

Así, los movimientos provida -y no sólo en contra del aborto provocado-, enfrentan una declaración eufemística de los pro-muerte: están a favor de lo que llaman “derecho a decidir” de las mujeres. Evaden así hablar de la supuesta duda de en qué momento empieza la vida del nonato, y de que abortar significa matarlo. Reclaman el “derecho” de la mujer a abortar si cree que su vida corre peligro, por el embarazo o el parto. Muy claro, pero también lo evaden: evitar el posible a daño a la salud materna, incluyendo el mortal, defienden que se vale matar al nonato.

pro vidaCuando somos provida, defendemos el derecho a vivir de un inocente sobre el probable peligro de muerte, sólo probable, de una mujer. Cuando somos provida, enfrentamos también ese derecho como propio de un enfermo que sufre, para que no se le haga morir, o directamente se le de muerte, por quienes diciéndose misericordiosos piensan que le hacen un enorme favor: que muera ¡ya!

Cuando tengamos en la mesa de la discusión opinar sobre el aborto (y en muchos menos casos la eutanasia), debemos dejar bien en claro que no podemos aceptarlo porque va en contra del derecho humano primigenio, el de vivir y, vale la pena repetirlo, del cual depende disfrutar todos los demás derechos humanos.

Debemos decir que somos provida porque es eso: es el derecho humano fundamental, que como base del Derecho Natural del hombre es defendible sin importar la ideología política o el credo religioso que profesemos. Esto último, lo religioso, es un “además de” lo primero, es, digamos, un valioso “plus”.

Lo importante entonces, es ser contrario a algo, como el aborto o la falsa familia, o el falso matrimonio, porque somos un “a favor de” la vida y las instituciones sociales que dan sustento a una cultura vital en el más amplio de los sentidos.

Que el concebido tenga derecho a vivir en el vientre materno, y tenga siempre en ejercicio el trato que le permita que toda su vida sea digna también, en el más amplio de los sentidos: ser amado, educado, alimentado, cobijado, medicado, seguido de un largo etcétera, hasta morir en paz consigo mismo ante Dios.

pro vida

Es tan, tan amplia la militancia provida, que defender al nonato para que no sea abortado es sólo la primera parte (y crítica, sin duda), de la lucha por la vida, ya que como acabo de enumerar, sigue mucho, mucho que hacer hasta llegar a la defensa de la muerte sin eutanasia.

El derecho a vivir es el primigenio, y en cambio el Derecho Natural nos indica que un supuesto “derecho” a matar a un nonato no existe, como tampoco existe el de matar a un bebé ya nacido, aunque algunos legisladores inmoralmente aprueben que sí sea lícito en su ámbito legislativo.

Así, recordemos estar siempre A FAVOR de la vida, y por eso no poder aceptar ninguna práctica (se le haya dado permiso legal o no) que atente contra ella. “¿Estás a favor o en contra del aborto?”…

“¡Estoy a favor de la vida, por eso el aborto me es absolutamente inaceptable!” Estar en contra es una simple consecuencia de estar a favor.

¡Que viva la vida!

  • Esto es la Biblia: Episodio 1 – Génesis Introducción

«Es designio de Dios reconciliar a todos en Cristo»

Papa a los Focolares.

El sábado 25 de septiembre, el Papa Francisco recibió en audiencia en el Vaticano a los miembros del Movimiento de los Focolares quienes celebran su encuentro en Roma bajo el lema «tener la audacia de ser uno».

En su discurso, el Santo Padre saludó al cardenal Francis Xavier Kovithavanij, quien no pudo participar en la audiencia por enfermedad: «¡Recemos por su pronta recuperación!», dijo el Pontífice, compartiendo con todos los presentes una reflexión acerca del «camino de amistad» que caracteriza a este grupo y que tiene «una raíz fuerte y sólida».

La semilla de los Focolares09:19

«La Obra de María, o Movimiento de los Focolares, ha cultivado siempre, a través del carisma recibido de su fundadora Chiara Lubich, el sentido y el servicio de la unidad: unidad en la Iglesia, unidad entre todos los creyentes, unidad en el mundo entero, en círculos concéntricos», afirmó Francisco haciendo hincapié en que esto nos hace pensar en la definición que el Concilio Vaticano II dio de la Iglesia:

“El sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (Const. Lumen Gentium, 1)”

Por otro lado, Francisco subrayó la gran acción del Espíritu Santo en los orígenes de este movimiento, ya que «en medio de las laceraciones y destrucciones de la guerra, puso en el joven corazón de Clara una semilla de fraternidad y comunión», una semilla que creció a partir de aquel grupo de amigas, en Trento, «atrayendo a hombres y mujeres de todas las lenguas y naciones con la fuerza del amor de Dios, que crea la unidad sin anular la diversidad, al contrario, potenciándola y armonizándola».

El sueño de Dios: la fraternidad

Asimismo, el Obispo de Roma profundizó sobre aquello que podemos llamar «el sueño de Dios»: «Un pueblo enviado al mundo para dar testimonio de Cristo, para que Él, Lumen gentium, Luz de los gentiles, atraiga a todos hacia sí, con la fuerza suave y misericordiosa de su Misterio Pascual» ya que «es su designio reconciliar y armonizar todo y a todos en Cristo» (cf. Ef 1,10; Col 1,20).

«Y este es también el sueño de la fraternidad, al que dediqué la Encíclica Fratelli tutti», continuó explicando el Papa:

“Frente a las sombras de un mundo cerrado donde tantos sueños de unidad se hacen añicos donde falta un proyecto para todos y la globalización navega sin rumbo común, donde el azote de la pandemia corre el riesgo de exacerbar las desigualdades, el Espíritu nos llama a tener la audacia, la parresía, de ser uno como dice el título de su encuentro. Osar la unidad. Partiendo de la conciencia de que la unidad es un don”.

Y en este contexto, el Pontífice destacó que el valor de la unidad lo atestiguan sobre todo los santos:

“Hace unos días celebramos a San Cornelio, Papa, y a San Cipriano, Obispo. A este último debemos la maravillosa definición de la Iglesia como pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (De Orat. Dom. 23: PL 4, 553). Pero pensemos también en tantos testigos de nuestro tiempo, pastores y laicos, que han tenido la «audacia de la unidad», pagando en persona un precio a veces muy alto. Porque la unidad que Jesucristo nos ha dado y nos sigue dando no es la unanimidad, no es estar de acuerdo a toda costa. Obedece a un criterio fundamental, que es el respeto a la persona, el respeto al rostro del otro, especialmente del pobre, del pequeño, del excluido”.

Finalmente, el Papa se despidió de los Focolares agradeciendo el empeño con el que llevan adelante este camino de amistad: «Les recomiendo que sea siempre abierto, nunca exclusivo- para crecer en el servicio de la comunión. Sigan sonriendo. Rezo por ustedes y por sus comunidades. Que el Señor los bendiga y que la Virgen los proteja. Y no se olviden de rezar por mí», concluyó.

Lo nuclear de la crisis presente

Esta es una crisis no sólo de un modelo económico sino de todo un modelo antropológico

Esta es una crisis no sólo de un modelo económico sino de todo un modelo antropológico, y los aspectos económicos de esa crisis no deben provocar el olvido de otros aspectos que son aún más ‘críticos’ y que tienen que ver con el orden de lo espiritual y, por tanto, con lo más profundamente humano y real

Más allá de las discusiones de los especialistas a la hora de calificar la crisis en que el mundo se ve envuelto, trataremos aquí de poner el acento en la perspectiva cultural o civilizatoria, desde el presupuesto de que esta crisis del presente no es meramente de naturaleza económica, aunque sea en este ámbito donde su manifestación resulta más actual, flagrante e innegable. Como dice Benedicto XVI «el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común».1 Los aspectos económicos de la crisis no deben provocar el olvido de otros aspectos que son aún más ‘críticos’, aspectos que tienen más que ver con el orden de lo espiritual y, por tanto, con lo más profundamente humano y real. Esta es una crisis no sólo de un modelo económico sino de todo un modelo antropológico. Bajo la apariencia tranquila del ‘estado del bienestar’ se escondía un espejismo tras otro. Al occidental de a pie se le había prometido salud, prosperidad y paz para disfrutar en esta misma generación, sin necesidad de pensar ni en las anteriores ni en las siguientes generaciones. Y de tanto pensar cómo disfrutar el presente, el hombre corriente se ha olvidado de dejar tras de sí alguien que le tome el relevo.

Pronto hará un siglo que un observador tan sagaz como extravagante de la sociedad moderna atestiguó el comienzo de la decadencia de Occidente. Para Oswald Spengler, la mentalidad de la gran urbe es la causa directa de una grave incapacidad para la vida. El hombre corriente de la gran ciudad representa perfectamente el alejamiento total de la naturaleza y la dependencia total de la técnica. Una técnica, por otra parte, tan desconectada de la naturaleza que, cuando falla, le deja sumido a este hombre corriente en la perplejidad y en la incapacidad radical para la acción. Esta incapacidad para la acción viene precedida y provocada por otra incapacidad, la incapacidad para la contemplación: «si se lograra desarraigar en el hombre la contemplación, perdería su consistencia religiosa y quedaría a merced de todos los intelectuales, poderes y afanes egoístas de sí mismo y de los demás».2 Acerca de ella se han pronunciado, de una u otra manera y en diversas ocasiones, los sumos pontífices en el ejercicio de su magisterio. Así, por ejemplo, Juan Pablo II afirmaba que «el descanso mismo, para que no sea algo vacío o motivo de aburrimiento, debe comportar enriquecimiento espiritual, mayor libertad, posibilidad de contemplación y de comunión fraterna».3

Esa decadencia de Occidente a la que dedicó Spengler su famosa obra, pocas veces resulta tan elocuente como cuando analizamos su evolución demográfica. Al afirmar que el hombre de Occidente no ha sabido dejar tras de sí a quien pasarle el relevo, no estamos proponiendo una mera metáfora sino también una realidad, o mejor, una ausencia de realidad. Una ausencia de hijos, en resumen. Decía Spengler: «ahora surge la mujer ibseniana, la compañera, la heroína de una literatura urbana, desde el drama nórdico hasta la novela parisiense. Tienen, en vez de hijos, conflictos anímicos».4 Hoy más que nunca los hijos son presentados en el imaginario colectivo como un mal a evitar, como una de las pocas objeciones perdurables a la ideología de género. Todavía no se ha podido tecnificar ‘suficientemente’ el proceso de ‘planificación’, ‘producción’ y ‘colocación’ de seres humanos en el mundo. Ser madre sigue yendo unido a una serie de situaciones en las que, por más que ‘avance’ la ciencia, parece que sigue siendo insustituible la presencia de la madre misma. Y eso la mentalidad de nuestra época, la cultura de la muerte en expresión preferida de Juan Pablo II, no lo soporta.

Para Spengler, la clave de la decadencia de una cultura está en la mentalidad de la gran ciudad que lo invade todo: «el hombre de la gran urbe lleva eternamente consigo la ciudad; la lleva cuando sale al mar; la lleva cuando sube a la montaña (…) la causa por la cual el hombre de la gran urbe no puede vivir más que sobre ese suelo artificial, es que el ritmo cósmico, en su existencia, retrocede al propio tiempo que las tensiones de su vigilia se hacen más peligrosas». Hoy más que nunca el hombre civilizado salta de actividad en actividad durante su vigilia pero luego es incapaz de conciliar el sueño. Vivimos una era del somnífero, el tranquilizante y el antidepresivo como instrumentos para mantener artificialmente lo que la naturaleza resulta ya incapaz de generar. Y es que para Spengler la era de la civilización quiere decir la decrepitud de una cultura, su pérdida definitiva de vitalidad real bajo la apariencia de una actividad en el fondo mecanizada y petrificada: «la civilización no es otra cosa que tensión. Las cabezas de todos los hombres civilizados (…) poseen la expresión dominante de una tensión extraordinaria (…) Estas cabezas son, en toda cultura, el tipo de sus últimos hombres».5

La tensión a que se refiere el escritor alemán es una cualidad del hombre de la cultura decadente, cualidad exactamente opuesta a la contemplación. Bajo los efectos de tal tensión vigilante se implanta el «dinero abstracto como causalidad pura de la vida económica».6 Palabras estas últimas ciertamente aplicables a una crisis como la actual donde el creciente exceso de ‘irrealidad’ o la falta de un ‘sustrato real’ de la actividad económica incesante se revelan cada vez más como factores decisivos de la propia crisis. Es esa tensión la que se traslada también a los demás ámbitos de la vida de este hombre decadente. Por ejemplo, en la misma vida de ocio donde aparecen fenómenos como el footing hoy día tan integrado en el paisaje urbano pero que en tiempos de Spengler comportaba cierta novedad: «la anulación del intenso trabajo mental práctico por su contrario, el footing, practicado consecuentemente; la anulación de la tensión espiritual por la corpórea del deporte; la anulación de la tensión corpórea por la sensual del ‘placer’ y por la espiritual de la ‘excitación’ que producen el juego y la apuesta (…) el cine, el expresionismo, la teosofía, el boxeo, los bailes negros, el póquer y las apuestas: todo ello se encuentra en Roma».7 No cabe duda de que el hombre occidental actual está saturado de distracciones, distensiones, equivalentes a las señaladas por Spengler.

La tensión anticontemplativa invade su vida laboral, su vida familiar y su tiempo libre hasta el punto de volverlo estéril como una piedra: «la existencia pierde sus raíces y la vigilia se hace cada día más tensa. De este hecho se deriva (…) la infecundidad del hombre civilizado».8 Y aquí tocamos, por así decirlo, lo nuclear de la crisis. No se tienen hijos porque no los contemplamos. En lugar de admirar la imagen de Dios en la criatura, calculamos los pros y los contras, buscamos motivos que justifiquen su existencia. La relación del hombre de hoy con la procreación es también, cómo no, técnica, calculadora, planificadora. Todo, menos contemplativa. Fácilmente nos inclinamos por la situación, tenida por más ventajosa, de evitar la descendencia: así es la falsa prudencia del hombre de hoy. Incluso lingüísticamente hay una clara relación entre mentalidad ‘anti-contemplativa’ y mentalidad ‘anti-conceptiva’ puesto que también contemplar requiere engendrar aunque sea intelectualmente.

Detrás de estas actitudes se esconde una auténtica «propensión metafísica a la muerte. El último hombre de la gran urbe no quiere ya vivir, se aparta de la vida, no como individuo, pero sí como tipo, como masa (…) no nacen niños; y la causa de ello no es solamente que los niños se han hecho imposibles, sino, sobre todo, que la inteligencia en tensión no encuentra motivos que justifiquen su existencia».9 Signo de esa actitud es que «la abundancia de niños pasa por algo provinciano. El padre de numerosa prole es en las grandes ciudades una caricatura».10 Ya antes del Ibsen mencionado por Spengler, el gran Dickens había por su parte transitado de una primera época literaria en que la familia numerosa aparecía benignamente tratada a una segunda época, más pesimista, donde la amargura y el resentimiento llenan sus narraciones de pseudofamilias tan numerosas como desordenadas e inhumanas. También Dickens es hijo de su tiempo y de la gran urbe londinense. Con gran perspicacia hablaba otro londinense, Chesterton, del padre de familia numerosa como prototipo del aventurero épico de nuestro tiempo.

Por otra parte, si se hiciera el retrato robot de la pareja occidental posmoderna probablemente nos sorprendería descubrir que aún más es el varón quien obstaculiza la llegada de los hijos que la propia mujer. De poco vale la afirmación políticamente correcta de uno de los gurús del pensamiento social contemporáneo, F. Fukuyama, según el cual la principal revolución del mundo contemporáneo ha sido el acceso generalizado de las mujeres a los anticonceptivos: a la hora de la verdad son los varones los que gobiernan esta triste revolución. Hasta intelectuales americanos tan representativos del progresismo moral y del espíritu de la gran urbe descrito por Spengler como el escritor Paul Auster y el director de cine Woody Allen, iconos ambos de la gran urbe por antonomasia a día de hoy, Nueva York, dan señales con sus tramas de ficción y sus personajes de reconocer esta realidad: en las novelas de Auster y en las películas de Allen, normalmente son ellos los que no quieren tener hijos. Así que hemos llegado a un punto en el que podríamos completar a Spengler diciendo que las mujeres de hoy día tienen conflictos anímicos no sólo porque no tienen hijos sino especialmente porque no encuentran al padre. Con razón se ha hablado últimamente de la clamorosa ausencia del padre en el mundo posmoderno.

De poco valen en este contexto las políticas supuestamente favorables a la natalidad. Es algo así como si se intentara parar una hemorragia con unas tiritas. Con el añadido de que en las tiritas mismas están las instrucciones para que se desangre completamente la pobre víctima. Cada vez que un gobierno europeo anuncia una medida de apoyo económico o laboral a la maternidad, se realiza una contribución más a la idea tan fuertemente instalada de que tener hijos supone una carga insoportable. Cada mes de septiembre, los medios de comunicación repiten hasta la extenuación los últimos estudios acerca del coste medio para las familias de cada hijo en edad escolar. De poco sirve que a noticias de este tipo le sucedan anuncios gubernamentales acerca de la gratuidad de los libros de texto o similares alivios. Sin quererlo, estamos siendo objeto de campañas ideológicas no muy diferentes de las que proponían los nazis a la hora de exterminar razas «superfluas»: «El Dr. Wetzel, al servicio del III Reich, y a instancias de Himmler, elabora un informe con un claro objetivo: eliminar la población ucraniana en territorios ocupados durante la segunda guerra mundial para asentar población alemana. Las recomendaciones del informe no se alejan en absoluto de prácticas que han llegado a ser habituales en nuestras sociedades democráticas: ‘Se debe inculcar a la población rusa –dice el informe– por todos los medios de la propaganda, en particular por la prensa, la radio, el cine, los volantes, folletos y conferencias, que un gran número de hijos no representa sino una carga pesada. Hay que insistir en los gastos que ocasionan los hijos, en las buenas cosas que podrían tenerse con el dinero que gastan en ellos. Se podría asimismo aludir a los peligros que para la salud de la mujer pueden representar los partos (…) Al mismo tiempo, se debe establecer una propaganda amplia y poderosa a favor de los productos anticonceptivos. Se debe crear una industria apropiada con este objeto. La ley no castigará ni la difusión, ni la venta de los productos anticonceptivos, ni tampoco el aborto. Habrá que facilitar la creación de instituciones especiales para el aborto, entrenar respecto a esto a parteras o enfermeras. La población acudirá con más frecuencia a los servicios de abortos si éstos son efectuados con cuidado. Los médicos deben recomendar igualmente la esterilización voluntaria’. Un programa de genocidio de retardo fundamentado en la filosofía hegeliana, donde toda realidad social debe ordenarse a los intereses del Estado».11

Las medidas económico-políticas extraordinarias de apoyo a la natalidad, aun en los casos en que se prolongan indefinidamente, apenas pueden producir un mínimo de lo que los demógrafos llaman ‘efecto sierra’. Pero una vez una sociedad ha entrado culturalmente en la pendiente resbaladiza de la crisis demográfica, de nada sirven aquellas medidas: «Cuando un estado desea un crecimiento demográfico para cumplir con sus objetivos político-económicos potencia la natalidad mediante medidas de apoyo a las familias (…) pero si en esa sociedad existe una cultura antinatalista, rara vez se logra un incremento constante de los índices de fertilidad. A los pequeños éxitos parciales les suceden caídas de la fecundidad. Las políticas natalistas se tornan estériles frente a una cultura antinatalista».12 En el contexto de un mundo multipolar en el que con cierta facilidad las civilizaciones entran en conflicto no cabe duda de que el aspecto demográfico adquiere una relevancia notable: «La diferencia de tasas de fertilidad es el fruto de la ruptura cultural occidental que se ha transformado en una cultura anticonceptiva. La extensión de los métodos anticonceptivos y la sexualidad desligada de la descendencia llevan a una espiral imparable. Hoy por hoy, en Occidente, la difusión y uso de métodos anticonceptivos deja de tener color político y se convierte en una práctica interclasista e interideológica».13 La incertidumbre está en si Occidente, a pesar de sus propias contradicciones, habrá conseguido o no inocular al resto del mundo, vía globalización, el virus de una tecnificación anticontemplativa de la vida social con la consiguiente mentalidad anticonceptiva. Aparentemente las llamadas economías emergentes son las que afrontan la crisis presente en mejores condiciones y también observan comportamientos demográficos más vitalistas que Occidente. Pero no se puede descartar que acaben siguiendo la misma senda.

No hemos intentado aquí mostrar la conexión entre la crisis económica y la crisis demográfica. Tal conexión existe y hace tiempo que se dejaron oír voces que advertían de la insostenibilidad de un estado del bienestar con una pirámide demográfica invertida fruto de una mentalidad profundamente antinatalista y anticonceptiva. Hemos querido poner el acento, más bien, en la dimensión cultural-espiritual de la crisis demográfica. Lo que Juan Pablo II llamaba cultura de la muerte, y que coincide en parte con el espíritu de la gran urbe descrito tan genialmente por Spengler, está en el origen de las actitudes y hechos que han llevado, primero, a esta especie de suicidio demográfico colectivo occidental y, segundo, a una praxis económica basada en espejismos, abstracciones sin fundamento en la realidad de las cosas, sin fundamento en la verdadera naturaleza del hombre y de sus inclinaciones sociales, familiares, económicas. Ante la crisis actual bien podríamos reeditar el adagio y afirmar que también en economía, la verdad es la realidad de las cosas. Verdad que aspira a ser contemplada, concebida y transmitida de manera fecunda.

¿Dónde dice la Biblia que María fue asunta al cielo o que fue concebida sin pecado original?

El magisterio, según las necesidades de los tiempos y la maduración teológica ha proclamado de modo solemne que, tal o cual verdad, ha sido revelada por Dios

Pregunta:

Asunción de María¿Adónde dice la Biblia que María fue subida al cielo o que fue concebida sin pecado original y los demás dogmas católicos?

Respuesta:

Ya he dicho reiteradamente, que sostenemos, los católicos, con fundamento, que las fuentes de la Revelación son dos: la Palabra de Dios escrita y oral; Biblia y Tradición. Ya lo hemos probado. Me remito a los argumentos sentados más arriba. En base a ellos, el magisterio, según las necesidades de los tiempos, (en muchos casos las diversas herejías que fueron surgiendo) y la maduración teológica, ha proclamado de modo solemne que tal o cual verdad ha sido revelada por Dios y se encuentra contenida en ciertas afirmaciones bíblicas, y han sido siempre entendidas en este sentido por la Iglesia (la tradición).

Teniendo esto en cuenta, podemos decir que el fundamento para sostener las verdades que en este punto se consideran, ha sido expuesto por los Papas en los documentos en que se han proclamado los referidos dogmas.09:19

En cuanto a la inmunidad de pecado original (inmaculada concepción de María), existen dos puntos de apoyo en la Sagrada Escritura.

El primer texto, es el pasaje clásico de Gn 3,15, (Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: …Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar); si se entiende el pasaje de Cristo –el linaje de la mujer contra el cual se alzará el linaje de la serpiente– entonces hay que ver en la mujer de la cual procede este linaje no sólo a Eva, sino de modo inmediato a María, madre de Jesús. Si la enemistad es total, debe excluir (así lo ha entendido la tradición) toda connivencia con el pecado, puesto que “quien comete pecado es esclavo”, como dice Jesús (cf. Jn 8,34); por tanto, no sólo el linaje de la mujer sino la misma mujer que es madre de ese linaje, debe estar exenta de todo pecado. Esto no lo puede cumplir Eva, pero sí María.

En el Nuevo Testamento, el fundamento es el pasaje de la Anunciación, en la que el ángel llama a María con la palabra griega “kejaritôménê” (Lc 1,28). Esta palabra significa, como indica C. Pozo [1], que María tiene, de modo estable, la gracia que corresponde a su dignidad de Madre de Dios. La reflexión de la fe, sigue diciendo el mismo teólogo, descubrió que esa gracia es una “plenitud de gracia”. Más aun, que la única plenitud que verdaderamente corresponde a la dignidad de Madre de Dios, es aquélla que se tiene desde el primer instante de la existencia, es decir, una santidad total que abarque toda la existencia de María.

Éstos son los fundamentos; evidentemente no bastan por sí solos, ni la Iglesia pretende que así sea; está además la interpretación de toda la tradición de la Iglesia y del magisterio en particular.

Ya desde el siglo II aparecen fórmulas que indican la íntima asociación de María y Cristo, el Redentor, en la lucha contra el diablo. La idea se expresa en el paralelismo Eva-María, asociada al nuevo Adán (que ningún protestante piense que, si el paralelismo es entre Eva y María/Nueva Eva, entonces se está insinuando su pecado por cuanto Eva pecó, pues el mismo paralelismo pone en el otro término a Adán-Cristo; por tanto si Adán es figura de Cristo, pero no en cuanto a su pecado sino en cuanto a ser principio, lo mismo vale para Eva como figura de María, en cuanto madre de los vivientes “en la gracia”). Tenemos textos al respecto ya en el siglo II, de san Justino, san Ireneo, etc. En el siglo IV se cultiva más el tema de la plenitud de gracia en María, con hermosos textos de San Ambrosio, San Agustín, San Máximo de Turín (quien dice, por ejemplo, “María, habitación plenamente idónea para Cristo, no por la cualidad del cuerpo sino por la gracia original”), etc. A medida que pasan los siglos, la conciencia se va haciendo más clara al respecto. Los textos pueden verse en las obras especializadas [2]. Algo digno de consideración, es que hay testimonios de una fiesta consagrada a la Concepción de María a fines del siglo VII o comienzos del VIII.

Es muy importante la controversia entre los teólogos católicos sobre este tema, surgida en torno a los siglos XII-XIV, a raíz de teorías que consideran que la afirmación de la inmaculada concepción de María, implicaría que Nuestra Señora no habría sido redimida. Una inmaculada concepción que se oponga a la redención universal de Cristo no puede ser aceptada por la verdad católica; en razón de esto, algunos teólogos, pensando que ambas verdades eran incompatibles –a menos que el magisterio auténtico declarase el modo misterioso de esta compatibilidad– se inclinaron por negar esta verdad, diciendo que María habría sido concebida con pecado original, pero inmediatamente, en el primer instante, habría sido limpiada del mismo por el Espíritu Santo. Debemos recordar que, paralelamente a esta controversia, el pueblo sencillo, intuyendo el misterio, siguió profesando esta verdad, ajeno a las difíciles especulaciones teológicas. Desde el siglo XV en adelante, volvió a profesarse con serenidad esta verdad, incluso muchas universidades (como las de París, Colonia, Maguncia, etc.) impusieron el juramento de defender la inmaculada concepción antes de la colación de grados académicos. Destacable es también que el concilio cismático de Basiela (año 1439) definió como dogma de fe la doctrina de la Inmaculada Concepción.

El Concilio de Trento manifiesta explícitamente, que su decreto admirable sobre el pecado original no intenta tocar el tema particular de María [3]. Finalmente, llega la definición dogmática por parte de Pío IX, aclarando que María es inmaculada y la primera redimida (redimida por anticipación; por aplicación anticipada de los méritos de Cristo, y que tal doctrina está revelada por Dios) [4].

En cuanto a la asunción de María, es decir, la doctrina que dice que María, después de su vida terrestre fue llevada en cuerpo y alma al cielo (sin definir si pasando por la muerte –a lo que se inclinan la mayoría de los teólogos– o por un estado de dormición), encuentra sus fundamentos bíblicos también en el texto de Gn 3,15, ya citado, pues se basa en la asociación perfectísima de María a Cristo en todos sus misterios (la encarnación, donde se pide su consentimiento; el nacimiento; su acompañamiento en la vida pública; el comienzo de sus obras en las bodas de Caná; su presencia al pie de la Cruz; su presencia en Pentecostés, etc.), que invitan a considerar su asociación al misterio de la muerte de su Hijo (para muchos teólogos, como he dicho), su posterior resurrección y ascensión a los cielos y su coronación. También suele aducirse el texto de Apocalipsis 12,1 (Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza), aunque este texto se aplica también a la Iglesia y al Israel de Dios.

Pío XII, en la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” procedió de modo mixto, por medio de una argumentación que apelaba a: (a) que los Padres desde el siglo II afirman una especial unión de María, la Nueva Eva, con Cristo, el Nuevo Adán, en la lucha contra el diablo; (b) en Gn 3,15 la lucha de Cristo contra el diablo había de terminar en la victoria total sobre el demonio; (c) según san Pablo (cf. Ro 5-6; 1Co 15,21-26; 54-57), la victoria de Cristo contra el diablo fue victoria sobre el pecado y la muerte; (d) por tanto, hay que afirmar una especial participación de María –que debería ser plena, si su asociación con Cristo fue plena– que termine con su propia resurrección y triunfo sobre la muerte.

Esto está corroborado con testimonios de la tradición más antigua, tanto de los Padres como de la liturgia de la Iglesia (la fiesta de la Dormición se celebra en Jerusalén desde el siglo VI y hacia el 600 en Constantinopla), etc. Véase para todos estos testimonios, los textos indicados más arriba.

Los protestantes pueden estar en desacuerdo con estas enseñanzas, pero deberán reconocer que sus negaciones sistemáticas son más recientes en el tiempo que los testimonios de la misma tradición. Por eso, los primeros apologistas los llamaron “novadores”: los innovadores o inventores de doctrinas.

Farmacia celestial

Nuestra alma para bien o para mal, según lo que nosotros queramos decidir, jamás perecerá

Hace unos días tuve un sueño que voy a contar. Me acosté por la noche, después de haber pasado la tarde oyendo hablar y comentar en un círculo de amigos, los inconvenientes de las distintas enfermedades, de las que adolecían algunos de los presentes y de otras enfermedades, así como de los remedios a estas, de médicos, de operaciones, de medicamentos y de farmacias. Por la noche, después de haber cumplido con mis oraciones nocturnas habituales y antes de irme a la cama me quedé meditando un poco, sobre las enfermedades del cuerpo y de cómo resulta, que cuando el hombre logra dominar una enfermedad con nuevos fármacos, al poco tiempo aparece otra nueva enfermedad, que arrasa al hombre. Tal es el caso, por ejemplo, de de la sífilis que cuando ya se encontraba dominada, aparece el temido sida. No quiero afirmar con este ejemplo que las enfermedades que sufrimos en nuestras carnes o en las del prójimo, sean fruto de los pecados del hombre, pero un cierto tufillo de relación sí que hay. Es como si el Señor nos quisiera mantener en tensión, para que no nos olvidemos, de que solo Él, es el que todo lo puede.

Mi meditación avanzó, pero esta vez en relación con los males o enfermedades del alma humana, tema este del que poco o muy poco nos ocupamos, y cuyos estragos en la personas mujeres y hombres, son mucho más grandes, que los que nos producen las enfermedades materiales. Aunque no lo veamos ni comprendamos, resulta que es mucho más importante la muerte de un alma, por razón del pecado mortal, de ahí el adjetivo de mortal, que las dolencias corporales incluso la muerte a la que estas dolencias o enfermedades corporales, pueden llevarnos. Y lo más grande es que el pecado mortal, puede tener solución con el arrepentimiento y el perdón confesional, restituyéndosele al alma toda la salud y méritos espirituales que tenía antes de pecar mortalmente.

Pero es el caso de que tratándose de enfermedades serias, un cáncer incurable por ejemplo, el final es marcharse de este mundo, claro que quien se marchará de este mundo será nuestra alma, porque lo que es el cuerpo, incinerado o enterrado aquí se quedará. Realmente es de ver y no olvidar, que día a día, todos estamos muriendo un poco.

Comprender esto aunque no lo queramos entender, es muy sencillo si tenemos presente que el orden del espíritu, lo espiritual, es un orden muy superior al material, la materia siempre es limitada en sus posibilidades y caduca, pues muere con el tiempo; el espíritu es ilimitado en sus posibilidades de actuación y es inmortal, no caduco. Nuestra alma para bien o para mal, según lo que nosotros queramos decidir, jamás perecerá.

Es de reconocer que el sistema sanitario de nuestro cuerpo en cualquier país cuesta un ojo de la cara a sus súbditos o ciudadanos, según se trate de una monarquía o de una república, y está mejor organizado y funciona mejor, que el sistema sanitario de nuestras almas, que no nos cuesta un duro, y no le prestamos atención. A lo sumo lo que nos cuesta son las pocas perras, que los domingos echamos en la colecta y eso el que las echa.

Con estos pensamientos me quedé dormido ya en la cama, y ¡eh aquí mi sueño! Soñé con el mencionado sistema sanitario de nuestra alma y me vi acompañado de mi ángel de la guarda que me hacía de “cicerone”. A los que hayan leído mi libro “Conversaciones con mi ángel” Isbn: 9788461179190 (Si se desea leer en forma gratuita este libro, éntrese en la librería de Google con el número indicado de Isbn), no les extrañará esta compañía tuve en el sueño.

Me encontré dentro de una extraña farmacia, donde había unos dependientes que eran ángeles con sus correspondientes batas blancas y había un ángel de categoría superior. Pensé que este era el farmacéutico y los demás los mancebos. Le pregunté a mi ángel y él me explicó que entre ellos existe una jerarquía, que siempre es una jerarquía marcada por el amor a diferencia de lo que pasa en el infierno en el que la jerarquía entre los demonios existe, pero es una jerarquía de odio: se odian unos a otros a matar de la misma forma que también se odian entre si las personas reprobadas que han repudiado el amor que el Señor les ofreció en su día.

Ignoro si el ángel farmacéutico y sus mancebos, debajo de las batas llevaban recogidas sus correspondientes alas, pero me dio la impresión de que no, al menos mi ángel no las llevaba y se desplazaba sin ellas de una forma que daba gloria y envidia verlo, pero yo tampoco me quedaba manco pues literalmente flotaba y me desplazaba flotando en el aire. ¡Qué gozada! Eso de las alas es un cuento que nos hemos inventado, para justificar la envidia que tenemos de los ángeles y de los cuerpos ya glorificados, que son capaces de volar y nosotros no. Es más, entiendo que cuanto menos espiritual es un alma, más está pegada al barro de este mundo. La fuerza de nuestro espíritu, puede ser tremenda y con la gracia de Dios, violar la ley de la gravedad. Así tenemos el caso de santos, que en éxtasis de amor, han levitado, ante el asombro de los que lo contemplaban. Nosotros pensamos que hace falta tener alas para volar, pero los ángeles son espíritus puros que solo se materializan ante nuestros ojos, con alas o sin ellas cuando Dios lo autoriza.

En la farmacia entraban y salían constantemente ángeles clientes de la farmacia que solicitaban fármacos ya elaborados o algunos especiales para sus protegidos en la tierra. Muchos de ellas acudían al farmacéutico titular, pidiéndole que el reforzase el fármaco que pedía con una determinadas dosis más abundantes de humildad u otra virtudes que su protegido necesitaba urgentemente. En general todos los ángeles clientes pedían medicamentos en los que el principio activo más importante era la fe. Mi ángel me explicó, que la falta de fe era la principal dolencia del género humano y me aseguró, que ni el que se creía que tenía mucha fe, apenas tenía unos escaso miligramos y me preguntó: ¿En dos mil años de existencia del cristianismo, has visto acaso alguien que haya sido capaz de mover de su sitio con su fe, un árbol o una montaña? Y sin embargo el Señor, os aseguró que eso y mucho más podríais hacer si tuvieseis fe suficiente. “En verdad os digo que, si tuviereis fe y no dudareis, no solo haréis lo que la higuera, sino que si dijereis a ese monte: “Quítate y échate en el mar”, se haría, y todo cuanto con fe pidiereis en la oración lo recibiríais”. (Mt 21,21-22) y también “Díjole Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree”. (Mc 9,14-24).

Además de la fe, le pregunté a mi ángel: ¿Qué otra virtud es más solicitada en esta farmacia celestial? Porque las virtudes del amor a Dios y el amor al prójimo estarán también muy solicitadas. Desde luego que lo están, pero no en el grado en que tú te imaginas, ya que mientras estáis pasando en el mundo la prueba de amor a la que estáis llamados, la fe es lo que más necesitáis, al que de verdad cree, el resto de las virtudes se le dan, sin que el sea consciente de que las tiene. Las virtudes aumentan o disminuyen en el alma humana al unísono. A una mayor fe siempre corresponde un mayor amor a Dios y al prójimo y una mayor esperanza y humildad, así como un aumento del resto de las virtudes, pues todas ellas tienen un único fundamento y está totalmente relacionadas.

Me hubiese gustado prolongar más mi sueño, pero vi claramente que había tenido este sueño para que me diese cuenta, de que es más necesario cuidar la sanidad del alma que la del cuerpo y que la docilidad que tengamos en seguir las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, es la garantía de un alma sana y creciendo en santidad.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Ángelus. El Papa: en lugar de juzgar todo y todos, ¡cuidado con nosotros mismos!

Papa Francisco

ANDREAS SOLARO /AFP/ East News

Papa FranciscoEstamos llamados a “vigilar nuestro corazón” para no sucumbir al mal y dar escándalo a los demás. Palabras de Jesús que el Papa recordó a la hora del Ángelus, llamando a todos los cristianos a estar “atentos a la cerrazón” que es “la raíz de muchos males en la historia”.

Atentos también debemos estar a la cerrazón de la Iglesia, advierte Francisco, porque “el diablo siempre insinúa sospechas para dividir y excluir”.

Como cada domingo el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro la oración mariana del Ángelus y compartir su comentario al Evangelio del día, hoy, Marcos, (9,38-43.45.47-48), que nos habla de un breve diálogo entre Jesús y Juan.

Llamados a vigilar nuestro corazón

Francisco comenzó haciendo presente que Juan habla “en nombre de todo el grupo de discípulos”. Ellos habían visto a un hombre “que expulsaba demonios en el nombre del Señor, pero se lo impidieron porque no formaba parte de su grupo”. En este punto, -siguió diciendo el Papa – Jesús invita a no obstaculizar a los que hacen el bien, porque contribuyen a la realización del plan de Dios. Y luego, “los amonesta”: 

En lugar de dividir a las personas en buenos y malos, todos estamos llamados a vigilar nuestro corazón, para no sucumbir al mal y dar escándalo a los demás.

La tentación de la cerrazón

El Santo Padre explicó que las palabras de Jesús “revelan una tentación y ofrecen una exhortación”: 

La tentación es la de la cerrazón. Los discípulos querrían impedir una buena obra sólo porque la persona que la ha realizado no pertenece a su grupo. Creen que tienen «derechos exclusivos sobre Jesús» y que son los únicos autorizados a trabajar por el Reino de Dios. Pero así acaban sintiéndose privilegiados y consideran a los demás como extraños, hasta el punto de volverse hostiles hacia ellos. 

El diablo siempre insinúa sospechas para dividir y excluir Así, el Papa constató que, de hecho, toda cerrazón “hace tener a distancia a los que no piensan como nosotros”. Y esto “es la raíz de muchos de los grandes males de la historia – afirmó -: del absolutismo que muchas veces ha generado dictaduras y de tantas violencias hacia el que es diferente”. En este punto, el Papa Francisco realizó una advertencia: también debemos estar atentos a la cerrazón en la Iglesia, porque el diablo, “que es el divisor -esto es lo que significa la palabra ‘diablo’- siempre insinúa sospechas para dividir y excluir”.  Lo intenta con astucia, y puede ocurrir como con aquellos discípulos, que llegan a excluir incluso a los que habían expulsado al propio diablo. 

Ojo con la mentalidad de “nido” A veces también nosotros, continuó el Papa, “en lugar de ser comunidades humildes y abiertas, podemos dar la impresión de ser ‘los mejores de la clase’ y mantener a los demás a distancia”:en lugar de intentar caminar con todos, – advirtió nuevamente – podemos mostrar nuestra «licencia de creyentes» para juzgar y excluir. De ahí que invitase a todos los fieles a pedir “la gracia de superar la tentación de juzgar y catalogar”, añadiendo que Dios “nos preserve de la mentalidad de ‘nido’”, es decir, la de “guardarnos celosamente en el pequeño grupo de los que se consideran buenos”: El sacerdote con sus fieles seguidores, los agentes de pastoral cerrados entre sí para que nadie se infiltre, los movimientos y asociaciones en su carisma particular, y así sucesivamente. Todo esto corre el riesgo de convertir a las comunidades cristianas en lugares de separación y no de comunión. El Espíritu Santo – reiteró el Papa – no quiere cerrazones; quiere apertura, comunidades acogedoras donde haya lugar para todos.

El riesgo de ser inflexible con los demás e indulgente con uno mismo. Tras hablar de la tentación revelada por Jesús, el Santo Padre habló de la exhortación que el Maestro nos hace: 

En lugar de juzgar todo y a todos, ¡tengamos cuidado con nosotros mismos! De hecho, el riesgo es ser inflexible con los demás e indulgente con nosotros mismos. Y Jesús nos exhorta a no pactar con el mal, con imágenes impactantes: «Si algo en ti es motivo de escándalo, ¡córtalo!». No dice: «Piénsalo, mejóralo un poco…». No: «¡Córtalo!». 

Una poda para crecer mejor y dar fruto

“Jesús es radical, exigente, pero para nuestro bien, como un buen médico” afirmó inmediatamente Francisco, que explicó que “cada corte, cada poda, es para crecer mejor y dar fruto en el amor”. Y antes de llamar a la oración a la Virgen Inmaculada para que “nos ayude a ser acogedores con los demás y vigilantes con nosotros mismos”, invitó a hacernos una pregunta: 

“¿Qué hay en mí que sea contrario al Evangelio? ¿Qué es lo que, concretamente, quiere Jesús que reduzca en mi vida?”

«El que no está con nosotros, está a nuestro favor. Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela» San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

No cortar sino unir

Meditación al Evangelio 26 de septiembre de 2021

El Papa Francisco ha convocado un nuevo Sínodo al cual quiere que nos unamos, no sólo los obispos, sino todas las personas de cualquier condición con la finalidad de todos caminar juntos. Le ha dado el título: “Por una Iglesia Sinodal, participación y misión”. Y es una llamada a caminar juntos, no a  cortar ni a desunir. La tragedia global de la pandemia “despertó la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en la misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” como ahora nos invita el Evangelio.

Cuando todo parece a favor, cuando hay muchas cosas que nos unen, ¿por qué tienen que aparecer esas pequeñas diferencias que vienen a obstaculizar la unión frente a los gravísimos problemas? ¿Por qué la mezquindad y el sectarismo que no permite que enlacemos los brazos y las fuerzas para afrontar las dificultades? Hay ejemplos maravillosos de lo que puede lograr un pueblo unido. Ya recordábamos en estos días el impresionante ejemplo que dio México en sismos que ha sufrido. Se recuerda la tragedia, pero también se recuerda con emoción la entrega y generosidad de un pueblo que se une para levantarse de tan ingentes desastres. Pero después aparecen los individualismos, las envidias y el egoísmo. Pasa en todos lados, lo mismo en el gobierno, en las organizaciones y hasta en la Iglesia. En el episodio que nos narra san Marcos nos revela que también sucede entre los apóstoles. En la narración se pone en evidencia un estridente contraste entre la mezquindad de los apóstoles, su puntilloso celo de grupo, y la generosidad, la tolerancia y el espíritu abierto de Jesús. Los apóstoles descalifican a aquel hombre “porque no era de los nuestros” y se lo prohíben, aunque lo que estaba haciendo era expulsar demonios como era la misión de ellos mismos.

Ahora que la crisis arrecia cómo nos vienen bien estos ejemplos. Hay muchos que están buscando el bien de nuestra patria, hay quienes se dicen dispuestos a grandes sacrificios, pero se necesita abrir el corazón y los oídos a las propuestas de los demás. Hay descalificaciones tan sólo porque no es de nuestro grupo y se cierran grandes posibilidades. La solución es la acogida, la escucha y la colaboración, más que la conquista, el tratar de hacerlos de los nuestros o de imponer nuestra idea por la fuerza. A veces es más fácil criticar que abrir el camino, descalificar que poner manos a la obra. Sin embargo hoy Jesús nos enseña que ni el sectarismo ni la intolerancia tienen sitio en la comunidad cristiana. No puede haber envidias porque otros hagan el bien ¡Lo importante es que se haga! Jesús nos hace una llamada a la tolerancia, al respeto, a la alegría por el bien hecho sin importar quién lo haga. El discípulo, de ayer y de hoy, ha de saber valorar y trabajar, hombro con hombro, con todo aquel que busque el bien y luche por un mundo más justo y fraternal. Nadie que esté en búsqueda de la justicia deberá sentirse sólo y menos en oposición con el verdadero cristiano. Quien se entrega a favor de los débiles, de los humillados y abandonados, sea quien sea, en realidad está buscando el Reino de Dios, se de él cuenta o no, pero Dios lo sabe y debemos unirnos a su tarea. 

Pero Jesús quiere que quede bien clara su opción por el Reino, por una parte está abierto a todos los hombres y mujeres, sean quienes sean, vengan de donde vengan, pero exige radicalidad. Y si de momento pareció todo generosidad, después pronuncia palabras fuertes y claras sobre el escándalo de los pequeños y ser ocasión de pecado. Así como el vaso de agua y los detalles que han tenido en cuenta a los pequeños, no quedarán sin recompensa; los hechos y gestos que dañen y perjudiquen a estos mismos pequeños, no quedarán impunes. Se ha visto tradicionalmente como escándalo, la descomposición y corrupción de costumbres en modas y espectáculos, sobre todo en el campo del sexo. Y tiene su importancia, pues a veces nos hemos acostumbrado a un ambiente de hedonismo, permisividad y de desprecio de la persona que ya nada nos escandaliza. En esto debemos tener mucho cuidado, pero no sólo en eso: la desigualdad y la injusticia hoy son verdaderos escándalos que nos están llevando al individualismo, a la falta de solidaridad y a la marginación de los más débiles. La violencia, los crímenes, los ataques a la libertad, son verdaderos escándalos que debemos de “cortar” en nuestra sociedad.

Hay quien ha tomado en serio estas exigencias de Jesús y ha comenzado a mutilar sus miembros, como si con tan sólo con cortar el miembro tuviera asegurada la participación en el Reino. Jesús va mucho más allá. Expresa una exigencia de radicalidad en nuestra vida y una apertura a los valores del Reino que nos llevan a dejar a un lado todo lo que sea egoísmo. Miremos la misma actitud de Jesús. Abramos los ojos y descubramos la gran cantidad de personas y grupos que trabajan por la vida y siembran el Reino, que ayudan, sonríen y luchan. Acojámoslos y alegrémonos con ellos, unamos nuestros esfuerzos a los de ellos. Después miremos nuestra vida: ¿qué necesito para ampliar en mis horizontes? ¿Qué cáncer debo cortar? ¿Cómo voy a construir el Reino con los que son diferentes?

Señor Jesús, que con tu perdón y tu misericordia, nos das la prueba más delicada de tu amor, apiádate de nosotros, pecadores, para que seamos capaces de abrir nuestros brazos al que es diferente y no desfallezcamos en la lucha por construir tu Reino. Amén.