Matthew 6:16-18
En el Evangelio de hoy Jesús prescribe las disciplinas esenciales de la oración, el ayuno y la limosna. Concentrémonos en el ayuno y la limosna.
Los apetitos por la comida y la bebida son tan apremiantes, tan elementales, que a menos que sean enfocados y disciplinados simplemente se harán cargo del alma. Son como niños que claman constantemente por atención y que, si uno lo permite, en poco tiempo dirigen la casa.
Por lo tanto, si queremos despertar la pasión por Dios los deseos más urgentes deben ser silenciados, y este es el propósito del ayuno. Pasamos hambre y sed para poder sentir el hambre y la sed más profundas. En cierto modo, el ayuno es como la “calma de la mente” efectuada por el rosario: ambos son medios para aquietar la mente superficial que se mueve entre una preocupación y otra.
Pero la comida y la bebida no son los únicos objetos del deseo concupiscente. Las cosas materiales y la riqueza también están siempre listas para sustituir la pasión por Dios. Por lo tanto, ayunar también de lo que el dinero puede comprar es una práctica importante.
Muy frecuentemente Jesús recomienda que sus discípulos den a los pobres, y con la misma frecuencia toda la tradición cristiana ha enfatizado la entrega de limosnas.
Cuando reces, entra en el silencio de tu habitación, retírate del mundo y dirígete a Dios llamándolo «¡Padre!». Jesús quiere que sus discípulos no sean como los hipócritas que rezan de pie en las plazas para que los admire la gente (cf. Mateo 6, 5). Jesús no quiere hipocresía. La verdadera oración es la que se hace en el secreto de la conciencia, del corazón: inescrutable, visible solo para Dios. Dios y yo. Esa oración huye de la falsedad: ante Dios es imposible fingir. Es imposible, ante Dios no hay truco que valga, Dios nos conoce así, desnudos en la conciencia y no se puede fingir. En la raíz del diálogo con Dios hay un diálogo silencioso, como el cruce de miradas entre dos personas que se aman: el hombre y Dios cruzan la mirada, y esto es oración. Mirar a Dios y dejarse mirar por Dios: esto es rezar. (Audiencia General, 13 febrero 2019)
Luis Gonzaga, Santo
Memoria Litúrgica, 21 de junio
Religioso
Martirologio Romano: Memoria de san Luis Gonzaga, religioso, que, nacido de nobilísima estirpe y admirable por su pureza, renunció a favor de su hermano el principado que le correspondía e ingresó en Roma en la Orden de la Compañía de Jesús. Murió, aún joven, por haber asistido durante una grave epidemia a enfermos contagiosos. († 1591)
Fecha de beatificación: 19 de octubre de 1605 por el Papa Pablo V
Fecha de canonización: 31 de diciembre de 1726 por el Papa Benedicto XIII
Patronato: Santo patrono de la juventud católica
Breve Biografía
Ferrante Gonzaga, marqués de Castiglione delle Stiviere y hermano del duque de Mantua, hubiera querido que su primogénito Luis, que nació el 9 de marzo de 1568, siguiera sus huellas de soldado y comandante en el ejército imperial. A los cinco años, Luis vestía ya una pequeña coraza, con casco y penacho y cinturón con espada, y jugueteaba detrás del ejército paterno, aprendiendo de los rudos soldados el uso de las armas y su colorido vocabulario. Un día aprovechó la distracción de un centinela y le prendió fuego a la pólvora de un pequeño trozo de artillería. Quedó desmayado más no asustado. Pero ese niño le daría fama a la familia de los Gonzaga, pero con otras armas. Lo enviaron a Florencia como paje del gran duque de Toscana, pero a los diez años le imprimió a su vida una dirección muy precisa, haciendo voto de perpetua virginidad.
Un viaje a España, en donde vivió unos dos años como paje del Infante Don Diego, le sirvió para dedicarse al estudio de la filosofía en la universidad de Alcalá de Henares y a la lectura de libros devotos, como el Compendio de la doctrina espiritual de Fray Luis de Granada. A los doce años, después de haber recibido la primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo, resolvió entrar en la Compañía de Jesús.
Pero necesitó otros dos años para vencer la oposición del padre, que lo envió a los cortes de Ferrara, Parma y Turín. «Hasta los príncipes- escribirá más tarde- son ceniza como los pobres: tal vez cenizas más fétidas».
Para que su alma se perfumara con las virtudes cristianas, Luis renunció al título y a la herencia paterna, y a los catorce años entró al noviciado romano de la Compañía de Jesús, bajo la dirección de San Roberto Belarmino. Olvidó totalmente su origen noble y escogió para si los encargos más humildes, dedicándose al servicio de los enfermos, sobre todo durante la epidemia de peste que afligió a Roma en 1590. Quedó contagiado probablemente par un acto de piedad: había encontrado en la calle a un enfermo y, sin pensarlo dos veces, se lo echó a la espalda y lo llevó al hospital en donde prestaba sus servicios.
Murió a los 23 años, en el día que él había anunciado: era el 21 de junio de 1591. El cuerpo de San Luis, patrono de la juventud, se encuentra en Roma, en la iglesia de San Ignacio. Este santo, víctima de cierta hagiografía amanerada, a pesar de las apariencias, era de un temperamento fuerte. Las duras penitencias a las que se sometió son el signo de una determinación no común hacia una meta que se había fijado desde su infancia.
Volvamos al Señor
Santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18. Miércoles XI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Limpia mi corazón, Señor, para que pueda custodiar y vivir con más celo tu palabra.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa.
Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estas ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nos encontramos a los pies de Jesús, en la cima del monte, acompañados de muchos hermanos. Ayer, y estos últimos días, hemos escuchado muchas enseñanzas; puede que sea cansado, pero poco a poco nos encontramos con este Evangelio. Este pasaje nos llama hoy a vivir, de manera más profunda, cada cosa que vivimos, no de cara a los demás, sino de cara a Dios. Pensemos en los compromisos que hemos vivido en esta semana o durante estas últimas semanas, ¿cuántas veces hemos vivido nuestros compromisos de oración? Reflexionemos, ¿nuestros compromisos los saben los demás para que nos halaguen?, ¿lo pregonamos por las calles o lo hacemos con tristeza como los fariseos de los que habla el evangelio?
Siempre que hago este ejercicio de recordar, me dan ganas de regresar en el tiempo y corregir las cosas. Demos gracias a Dios que hoy nos invita a no quedarnos en el pasado, sino que nos regala un presente para que cambiemos nuestra actitud y, una vez más, volvamos al Señor.
«Siempre la verdad delante de Dios, siempre. Y esta verdad delante de Dios es la que hace espacio para que el Señor nos perdone; sin embargo, la hipocresía es exactamente lo contrario. Al principio esta gente sabe que es hipócrita, dice una cosa y no la hace: pero con la costumbre también ellos creen que son justos. Por ejemplo, pensemos en la oración de ese doctor de la ley delante del altar: “Te doy gracias, Señor, ¡muchas gracias!” Pero no añade: porque me has perdonado, sino que dice: porque no soy como los otros, yo hago todo lo que se debe hacer. Y, después gira la cabeza: “Ni tampoco soy como ese que ha hecho esto, esto, esto…”. Las personas hipócritas acusan siempre a los otros, pero no han aprendido la sabiduría de acusarse a sí mismos. Hay que pedir al Señor, con las palabras del salmo 31, la gracia de la verdad interior y de poder decir con verdad: “te he hecho conocer mi pecado, no lo he escondido, no he cubierto mi culpa”».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de octubre de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Renovar el propósito que más me ha costado o que no viví de cara a Dios en esta última semana.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Hay un secreto para la felicidad?
¿Cómo ser optimista cuando el mundo se te viene encima?
La vida no es fácil: reprobaste, te cortaron, el amor de tu vida no te hace caso. Sin una actitud positiva te lleva el tren. El optimismo ayuda a enfrentar todas las dificultades de la vida y podemos decir “al mal tiempo buena cara.” ¿Hay algún secreto para la felicidad? Bueno, tal vez nunca se pueda ser totalmente feliz, pero si eres optimista habrás dado un gran paso.
También de seguro tienes al clásico amigo pesimista que le ve la mosca en la sopa a todo y, claro, te acaba contagiando. Pero de seguro también conoces a alguien que no se deja caer y que en todo ve oportunidades.
El optimismo no borra los problemas, a veces las cosas simplemente no te salen. De hecho si todo saliera siempre bien no harían falta optimistas.
Cuando te das un frentazo, la frustración puede paralizarte. ¿Has pensado que muchos tropiezos se dan por hacer las cosas demasiado rápido o sin pensar? La experiencia sirve para aprender y rectificar. El optimista sabe que puede equivocarse, pero está dispuesto a corregir.
Una actitud sencilla y optimista no desmerita el esfuerzo o la iniciativa. ¡No eres Superman! No lo puedes todo, pero el optimista sale adelante siempre.
Pero mucho ojo: el optimista no es ingenuo ni se deja llevar por ideas prometedoras, procura pensar y considerar detenidamente todas las posibilidades antes de tomar decisiones. Si una persona desea iniciar un negocio propio sin el capital suficiente, sin conocer a fondo el ramo o con una vaga idea de la administración requerida, por muy optimista que sea seguramente fracasará en su empeño, ya que carece de las herramientas y fundamentos esenciales para lograrlo.
También a veces inventamos una realidad falsa para hacernos la vida más fácil y cómoda. Tú mismo lo has vivido en carne propia cuando no estudias para los exámenes, esperando obtener la calificación mínima indispensable para el aprobar (más de 6 es vanidad); se trata de un falso optimismo que no funciona. (Luego andas limosneando décimas para alcanzar el ansiado 6).
Podría pensarse que el optimismo nada tiene que ver con el resto de las personas, sin embargo, este valor nos hace tener una mejor disposición hacia los demás: cuando conocemos a alguien esperamos una actitud positiva y abierta. Si nuestras expectativas no se cumplen, lo mejor es pensar que las personas pueden cambiar, aprender y adaptarse con nuestra ayuda. El optimista reconoce el momento adecuado para dar aliento, para motivar, para servir.
El paso hacia el verdadero optimismo requiere una disposición más entusiasta y positiva, es tanto como darle la vuelta a una moneda y ver todo con una apariencia distinta:
• Analiza las cosas a partir de los puntos buenos y positivos, seguramente con esto se solucionarán muchos de los inconvenientes. Curiosamente, no siempre funciona igual a la inversa.
• Haz el esfuerzo por dar sugerencias y soluciones, en vez de hacer críticas o pronunciar quejas.
• Procura descubrir las cualidades y capacidades de los demás, reconociendo el esfuerzo, el interés y la dedicación. Esto es lo más justo y honesto.
• Aprende a ser sencillo y pide ayuda, generalmente otras personas encuentran la solución más rápido.
• No hagas alarde de seguridad en ti mismo tomando decisiones a la ligera, considera todo antes de actuar pues las cosas no se solucionan por sí mismas. De lo contrario es imprudencia, no optimismo.
Recuerda siempre que no es más optimista el que menos ha fracasado, sino quien ha sabido encontrar un estímulo para superarse en lo adverso. Todo requiere esfuerzo y el optimismo es su manifestación más clara, de esta forma, las dificultades y contrariedades dejan de ser una carga.
Sagrado Corazón de Jesús
Meditación y oración para cada día del mes de Junio, dedicado al Sagrado Corazón
Nardo del 21 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Indulgente y Glorioso!
Meditación: Señor, a pesar de que Tu Corazón ya no latía, Tu Madre sabía que volverías. Ella con gran Dolor te aguardaba en oración, Ella esperaba, destrozada y angustiada, Ella confiaba en Tu Palabra. Señor de la Esperanza, Señor de la Verdad que enseñas a Tu Iglesia, a pesar de su tibieza, que Tu Palabra no pasará, que todo se cumplirá. Por eso aquella Dulce Muchacha de Nazaret, la Joven Madre de Belén, la Dolorosa del Calvario, nos mostraría que con amor y Fe que te volveríamos a ver. Es por eso que a Ella te presentaste para consolarla y alegrarla, pues El Santo, Su Hijo Amado, había Resucitado. ¡Cuál no fue el Gozo de aquella Santa Madre!. Alegrémonos con María pues Jesús está vivo, en Cuerpo y Alma, vivo hace dos mil años y vivo hoy. No prediquemos a un Cristo Muerto, ya que ¡el Señor Resucitó!. ¡Gloria a Dios!
Y Este Señor está a nuestro lado, porque la Santa Palabra cumpliéndose está. Él nos dijo: «…donde dos o más estén reunidos en Mi Nombre, Yo estaré en medio de ellos». Hagamos lo que nos ordena nuestro Señor: «vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva…éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en Mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas, tomarán con sus manos serpientes y si beben algún veneno, no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos…» (Marcos 16, 15-20). Cristo está vivo, es el Único Dios y todo lo hace El, es el Señor que sigue haciendo milagros y acompañándonos…seamos sus humildes instrumentos.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla:Que testimoniemos a nuestros hermanos que Jesús está vivo, cumpliendo sus mandatos.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
San Luis Gonzaga: Renunció a ser marqués por amor a Dios
Patrón de la juventud cristiana, es modelo para los jóvenes por su determinación en ser fiel a su vocación pese a que su familia se oponía
San Luis Gonzaga nació el 9 de marzo de 1568 en el castillo de Castiglione delle Stivieri, en la Lombardía.
Era el primogénito de Ferrante, marqués de Chatillon de Stivières, y de su esposa Marta Tana Santena, dama de honor de la reina en la corte de Felipe II de España, donde el marqués también ocupaba un alto cargo.
La madre, que casi murió en el parto, había consagrado a su hijo a la Virgen mientras que el padre solo pensaba en darle carrera militar.
Lo llevó a un campamento de soldados varios meses y el pequeño volvió a su casa blasfemando (repetía lo que oía a los mayores). Un sacerdote le explicó que eso era ofensa a Dios y el niño se arrepintió y nunca más volvió a hacerlo.
Siempre fue muy piadoso. Rezaba las oraciones de la mañana y de la noche, y desde los 7 años recitó de rodillas el oficio de Nuestra Señora, los siete salmos penitenciales y otras devociones.
Su director espiritual, san Roberto Belarmino, y otros tres confesores, manifestaron que nunca cometió un pecado mortal.
«Yo sé el que Dios escogerá»
En 1577 su padre lo llevó a Florencia para que él y su hermano aprendiesen el latín y el dialecto de la Toscana.
Su madre dijo un día: “Si Dios se dignase escoger a uno de vosotros para su servicio, ¡qué dichosa sería yo!”. Luis le respondió al oído: “Yo seré el que Dios escogerá”.
A los 9 años hizo voto de virginidad. Después hizo una confesión general, que él llamó «su conversión».
A los doce años recibió la Primera Comunión de manos del obispo san Carlos Borromeo, quien estaba sorprendido de tanta santidad en un niño que vivía en el ambiente de la corte, lleno de vicios.
Dos años después de instalarse en Florencia, su padre fue nombrado gobernador de Montserrat.
Esto hizo que enviara a la esposa y a los hijos a la corte del duque de Mantua. En el viaje, al atravesar el río Tessin estuvieron a punto de morir porque la carroza quedó destrozada con una inesperada subida de las aguas. Sin embargo, pudieron agarrarse a un tronco y un campesino los socorrió.
Luis sufrió después una enfermedad renal, que le permitió apartarse de la vida social de la corte sin llamar la atención. Así podía rezar y leer vidas de santos. Pero ya desde entonces su salud fue algo delicada y le costaba digerir bien los alimentos.
Penitente en un ambiente mundano
Aunque estaba en la corte, comenzó a vivir grandes penitencias: ayunaba tres días a la semana, se azotaba con la correa de su perro, se levantaba a medianoche para rezar, no encendía la chimenea de su habitación… y tenía intención de renunciar a su derecho a heredar el título de marqués de Castiglione en favor de su hermano.
Luis Gonzaga fue designado paje de don Diego, príncipe de Asturias, junto con su hermano.
De nuevo mostró que seguía siendo fiel a la llamada de Dios y no dejó de hacer una hora de oración diaria.
El día de la Asunción del año 1583, en el momento de recibir la comunión en la iglesia de los padres jesuitas, de Madrid, oyó una voz que le decía: “Luis, ingresa en la Compañía de Jesús”.
Lo comunicó a su madre y esta se alegró. Sin embargo, su padre se opuso fuertemente y creyó que esa decisión del hijo formaba parte de una conjura contra él. Finalmente accedió.
Negativa de su padre y su familia
El infante don Diego falleció inesperadamente y Luis y su hermano Rodolfo pudieron regresar a Castiglione en julio de 1854.
De nuevo su padre, Ferrante, le ordenó tareas y viajes esperando que el hijo olvidara así la idea de hacerse jesuita. También su familia se oponía a su vocación.
Pero san Luis Gonzaga no se desvió y todas estas dificultades hicieron que él libremente decidiera con más fuerza entregarse a Dios.
Al final, Ferrante -que ya había recibido el consentimiento del emperador para que su sucesor fuera su hijo Rodolfo- dio su brazo a torcer. Escribió al general de los jesuitas, el padre Claudio Aquaviva:
«Os envío lo que más amo en el mundo, un hijo en el cual toda la familia tenía puestas sus esperanzas».
«Este es mi descanso para siempre»
Así, Luis fue a Roma y el 25 de noviembre de 1585 ingresó en el noviciado de Sant’Andrea. Acababa de cumplir 18 años. Al llegar a su celda, dijo:
«Este es mi descanso para siempre; aquí habitaré, pues así lo he deseado».
En esta fase de su vida, le desaparecieron los consuelos humanos: no sentía alegría espiritual en lo que hacía.
En cuanto a Ferrante, el ejemplo de su hijo hizo que se convirtiera. Murió 6 semanas después de marchar Luis, pero llevando una vida totalmente distinta.
Luis fue un novicio ejemplar, que obedecía a lo que se le decía: no tenía que excederse en los ayunos ni rezar fuera de las horas fijadas.
Fue trasladado a Milán debido a su precaria salud y un día recibió una revelación de que pronto moriría. Mientras, seguía entrando a menudo en éxtasis.
Los jesuitas abrieron un hospital en la ciudad y Luis se encargó primero de mendigar alimentos para los enfermos. Luego pasó a cuidar moribundos.
Estuvo enfermo algunos meses y cada vez su salud era más precaria. De nuevo, en otra revelación Dios le dio a entender que moriría en la Octava de Corpus. Se preparó entonces rezando a diario el Te Deum en acción de gracias.
Al octavo día, cuando todos creían que se había recuperado, murió. Era la noche del 20 al 21 de junio de 1591 y tenía 23 años.
Los restos de San Luis Gonzaga se conservan actualmente bajo el altar de Lancellotti en la iglesia de San Ignacio, en Roma.
Su fiesta se celebra el 21 de junio.
Santo patrón
El papa Benedicto XIII nombró a san Luis Gonzaga protector de los estudiantes jóvenes y el papa Pío XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana.
Oración para pedir la pureza
Inocentísimo Luis, que por especial gracia de Dios y con el auxilio de la Inmaculada Virgen María estuviste siempre libre, no solo de toda culpa grave, sino aún de las tentaciones contra la pureza, humildísimamente te ruego que me alcances del Purísimo Corazón de Jesús, que todo lo padeció menos ser calumniado contra esta virtud, y de su excelsa Madre, la Virgen Purísima e Inmaculada, la gracia de resistir siempre al punto cualquier pensamiento impuro, y de morir mil veces antes que manchar mi alma con un pecado grave. Amén.