La salud es posible LES PONGO PARTE FINAL DEL LIBRO LA SALUD ES POSIBLE COMO UNA INVITACION A NO VACUNARSE POR SUS MALAS CONSECUENDIAS, VAYA A LA RAIZ DE SU PROBLEMA: La ¨VACUNA¨.
A finales del año 2012, mientras una parte de la humanidad esperaba el fin del mundo, tuvimos la oportunidad de iniciar una nueva era para la salud: en colaboración con la Cruz Roja de Uganda, que estaba interesada en el impacto positivo que el MMS tiene sobre la salud de las personas y, más concretamente, en la cura que supone para la malaria, llevamos a cabo un ensayo clínico, siguiendo el más riguroso protocolo, en el que participaron 781 pacientes.
De ellos, 154 dieron positivo en las pruebas de malaria. ¡Y 143 se curaron en solo un día con una única toma de MMS! Los 11 restan- tes, al día siguiente.
Derrotamos a la malaria, una enfermedad cruel que en la actualidad se cobra la vida de un niño cada 40 segundos, ¡con solo unas gotas de dióxido de cloro disueltas en agua!
Felicito por ello al hombre que le dio a mi vida una nueva dirección hace ya unos cuantos años: el incomparable Jim Humble.
Y queda claro, una vez más, que la salud es posible. Lo digo con absoluta rotundidad, lo afirmo sin ningún género de dudas, lo reitero una y mil veces y lo grito a los cuatro vientos: ¡la salud es posible!
Y en mi opinión, para recuperarla no se necesita mucho: basta con saber qué nos ha enfermado, aprender a mostrar el debido respeto a nuestro cuerpo y a nuestros sentimientos, decidir por qué nos vamos a curar y encontrar el mejor modo de hacerlo. Les animo a reflexionar sobre ello. A buscar vuestra verdad y a recuperar la energía auténtica que les ha llenado de vida.
Y en todo ese proceso, el CDS no pretende ser más que una molécula que brinda sus enlaces con objeto de facilitar la tarea.
En la actualidad son muchos los medicamentos en cuyo prospecto se advierte al paciente de que no debe conducir bajo sus efectos, ni manejar maquinaria peligrosa, ni realizar tareas complica- das… Bajo los efectos del CDS se puede conducir, se puede manejar maquinaria peligrosa y se pueden realizar tareas complicadas, por supuesto, aunque eso no es lo importante: lo verdaderamente importante es que bajo los efectos del CDS se puede vivir, se puede abrazar, se puede reír, se puede cantar y se puede amar.
Por favor, lucha por tu salud, por la salud para todos. ANDREAS KALCKER.
ESTA ES UNA MARAVILLOSA INVITACION A IR A LA RAIZ DEL MAL SI USTED SE HA VACUNADO, SOLO EL CDS O DIOXIDO DE CLORO VA ASEGURARLE SALUD Y VIDA.
CONSULTE CON ¨CAMUSAV. COM¨.
LES DESEO UNA SANTA Y FELIZ NAVIDAD DE CORAZON A CORAZON
• St. John
• John 20:1a,
• John 20:2-8
Amigos, en la fiesta de San Juan nuestro Evangelio habla sobre su fe en la Resurrección cuando vio la tumba vacía.
Desde esa tumba de Jesús aprendemos que lo que consideramos ser de un modo no es de ese modo; que las supuestas leyes de la naturaleza no son leyes después de todo; que lo que siempre fue en una dirección ahora va en otra.
Dios es enemigo de la muerte, y nos ha mostrado Su poder sobre la muerte de la manera más inequívoca; nuestras vidas no deberían estar dominadas por el miedo a la muerte, y vemos la prueba de esto de la manera más clara imaginable.
Algunas personas desean hacer de la Resurrección algo más inteligible o aceptable para la gente moderna, convirtiéndola así en un vago y perdurable símbolo de la causa de Jesús. Pero entonces Su tumba sería como la de cualquier héroe ordinario, triste, melancólico, apaciguante.
Noten, por favor, que en el cristianismo nunca se ha desarrollado un culto a la tumba de Jesús; no miramos hacia atrás con simple melancolía. Más bien, dejamos de ser sorprendidos, orientados en otra dirección.
El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra.
Él, que quitó la roca de la entrada de la tumba, puede remover las piedras que sellan el corazón. Por eso, no cedamos a la resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra.
Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte.
Su luz iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida. Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas:
Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido. (Homilia, 11 abril 2020)
Juan, Santo
Fiesta Litúrgica, 27 de diciembre
Apóstol y Evangelista
El Discípulo Amado
Martirologio Romano: Fiesta de san Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo, que junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre.
En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio. († s.I)
Breve Biografía
Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, fue capaz de plasmar con exquisitas imágenes literarias los sublimes pensamientos de Dios.
Hombre de elevación espiritual, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario:
“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.
Es de los íntimos de Jesús y le está cerca en las horas más solemnes de su vida. Está junto a él en la última Cena, durante el proceso y, único entre los apóstoles, asiste a su muerte al lado de la Virgen.
Pero contrariamente a cuanto pueden hacer pensar las representaciones del arte, Juan no era un hombre fantasioso y delicado, y bastaría el apodo que puso el Maestro a él y a su hermano Santiago -”hijos del trueno”- para demostrarnos un temperamento vivaz e impulsivo, ajeno a compromisos y dudas, hasta parecer intolerante.
En el Evangelio él se presenta a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba”.
Aunque no podemos indagar sobre el secreto de esta inefable amistad, podemos adivinar una cierta analogía entre el alma del “hijo del trueno” y la del “Hijo del hombre”, que vino a la tierra a traer no sólo la paz sino también el fuego.
Después de la resurrección, Juan parmanecerá largo tiempo junto a Pedro. Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de Pedro, Santiago y Juan “como las columnas” de la Iglesia.
En el Apocalipsis Juan dice que fue perseguido y relegado a la isla de Patmos por la “palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Según una tradición, Juan vivió en Éfeso en compañía de la Virgen, y bajo Domiciano fue echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso, pero con la gloria de haber dado también él su “testimonio”. Después del destierro en Patmos, regresó definitivamente a Éfeso en donde exhortaba infatigablemente a los fieles al amor fraterno, como resulta de las tres epístolas contenidas en el Nuevo Testamento. Murió de avanzada edad en Éfeso, durante el imperio de Trajano, hacia el año 98.
Referencias Bíblicas:
[1] Santiago y Juan, hijos de Zebedeo cf. Lc. 5, 10; Mc. 10, 35
[2] Salomé, madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo cf. Mc. 15, 40; Mt. 27, 56
[3] «En el principio estaba el Verbo…» (Jn. 1, 1)
[4] Juan sentado junto al Señor en la Última Cena cf. Jn. 13, 23
[5] Juan testigo de la transfiguración cf. Mc. 9, 2
[6] Juan junto al Señor en el monte de los Olivos cf. Mc. 14, 32-34
[7] Juan, el discípulo amado por Jesús cf. Jn. 21, 20-25
[8] Juan, junto a Pedro y Santiago, columnas de la Iglesia cf. Gál. 2, 9
[9] Juan, desterrado a la isla de Patmos por la Palabra cf. Ap. 1, 9
Salir, ver y creer
Santo Evangelio según san Juan 20, 2-9.
San Juan Evangelista
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de estar en tu presencia y abre mis oídos espirituales para poder escuchar con claridad tu Palabra que me da vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 2-9
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy vemos que resaltan tres verbos. Profundicemos en ellos:
1) Salieron: es la actitud de Juan, al que se refiere como «el otro discípulo». Es un apóstol joven y fuerte. Y como todo joven, le mete pasión a lo que hace. Cree en el maestro y constantemente lo busca, permaneció en el momento de la crucifixión y ahora va a confirmar que su Maestro está vivo. Hoy tenemos que salir, dejemos de estar dando vueltas en lo mismo. Salgamos porque Cristo ha resucitado, salgamos a buscar a Jesús porque está vivo. Sal, corre, camina, contagia la alegría de los cristianos, muéstrate alegre, jovial. Pon pasión a lo que haces, allí está tu fuerza.
2) Vio: hoy volvemos a ver a Jesús, tratamos de encontrarnos con Él; volvemos a encender esa llama que en un momento nos dio vida. Hoy las vendas están tiradas pero acomodadas. Lo que nos ata, o lo que nos ató, Cristo ya lo redimió. Con Él y el tiempo, todo quedará acomodado. Veamos a nuestro alrededor que hay luz, que caigan las vendas de nuestros ojos; miremos lo que somos, miremos al espejo y fijémonos que somos libres; no dejemos que nada ni nadie nos haga sus esclavos.
3) Creer: me encantó aquella frase del Papa «una fe sin crisis es una crisis de fe». El creer es un proceso y nosotros vamos haciendo un camino, no siempre vamos a estar al máximo en nuestra relación con Dios, habrá momentos que nos costará la oración y hasta incluso no tendremos ganas. Formemos nuestra fe, leamos la vida de los santos, estudiemos el catecismo, hablemos con alguien nuestras dudas. Eso es lo lindo que tenemos en nuestra fe, que se puede profundizar y explicar mucho. Es hacer teología. Pero vivamos, porque nuestra vida, la tuya y la mía, es creer para celebrar, celebrar para vivir y vivir para adorarlo.
«La fraternidad es el fruto de la Pascua de Cristo que, con su muerte y resurrección derrotó el pecado que separaba al hombre de Dios, al hombre de sí mismo, al hombre de sus hermanos. Pero nosotros sabemos que el pecado siempre separa, siempre hace enemistad. Jesús abatió el muro de división entre los hombres y restableció la paz, empezando a tejer la red de una nueva fraternidad. Es muy importante, en este tiempo nuestro, redescubrir la fraternidad, así como se vivía en las primeras comunidades cristianas. Redescubrir cómo dar espacio a Jesús que nunca separa, siempre une. No puede haber una verdadera comunión y un compromiso por el bien común y la justicia social sin la fraternidad y sin compartir. Sin un intercambio fraterno, no se puede crear una auténtica comunidad eclesial o civil: existe sólo un grupo de individuos motivados por sus propios intereses. Pero la fraternidad es una gracia que hace Jesús». (Homilía de S.S. Francisco, 2 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una comunión espiritual, procurando salir de mí mismo; me dispondré a ver lo que Dios quiere mostrarme y creeré con todo mi corazón lo que tiene que decirme.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Juan apóstol, amigo de Cristo
Juan se caracterizó por su gran amor a Cristo. Y es lo que yo necesito, amar a Dios, sentirlo cercano, necesario.
Juan era hijo de Zebedeo, pescador de Betsaida y de Salomé, una de las mujeres que estuvieron al servicio de Jesús. Era hermano de Santiago, a quienes se les designaba con el título de «hijos del trueno». Fue discípulo de Juan el Bautista de donde pasó a ser seguidor de Cristo, convirtiéndose en uno de sus apóstoles preferidos, el “discípulo amado».
Parece ser que Juan vivió después de todo esto en Antioquía y en Efeso. Además de escribir el Evangelio, Juan escribió el Apocalipsis y tres cartas. Finalmente recordamos que fue el acompañante de María .
Entre todos los aspectos que podríamos señalar en S. Juan, vamos a quedarnos en esta meditación con esa realidad que le caracteriza tanto: su amor a Cristo.
En la vida de todo hombre están en disputa siempre una serie de valores que compiten entre sí por su primacía. Muchas veces en la esfera de la mente y de la razón se hace evidente para un cristiano que Dios es lo primero. Pero posteriormente en la esfera de lo existencial, de lo vital, del día a día, Dios se oscurece en la conciencia para dar paso a otras realidades que copan plenamente la energía, la atención, el pensamiento, la preocupación, hasta el punto de que se convierten así en las verdaderas razones de nuestro existir.
Es ésta una lucha constante y normal en nuestro interior. La realidad de Dios se ve frecuentemente vapuleada por otras realidades que la desplazan. Se termina teniendo tiempo para casi todo, pero no para Dios. Hay frases muy usadas y muy conocidas como «no tengo tiempo para el espíritu», «me es imposible ir a misa», «no encuentro tiempo para confesarme», «ya quisiera tener un minuto para poder leer el Evangelio o algún libro formativo». En el fondo de todo ello está la derrota del espíritu frente a la fuerza y empuje de lo material, de lo inmanente, de lo pasajero. A veces queremos reaccionar frente a esta situación, pero enseguida el tráfago de la vida y las ocupaciones nos apartan de nuestros propósitos.
Como consecuencia de todo ello, sentimos que el espíritu empieza a perder entusiasmo por Dios y nos encontramos cada vez más con un vacío que nos angustia y llena de culpabilidad. Es como si mascáramos el fracaso de una vida que, a medida que avanza, se siente más vacía. Y es que no podemos apagar la sed del espíritu, es que no podemos negar al corazón lo que el corazón necesita de veras, porque tras el olvido de Dios llega a continuación el poner en un lugar también secundario la familia, la esposa, los hijos, la honradez, la verdad. El fracaso del espíritu siempre arrastra tras sí a todo el hombre.
Todo ello hace comprender por qué Dios quiere ser Dios en nuestra vida o por qué el hombre no puede concebir una vida sin Dios. La medida de nuestra dicha, de nuestro gozo, de nuestra paz no puede ser otro que Dios. «Nos hiciste, Señor, para ti». Son palabras que han tenido, tienen y seguirán teniendo una fuerza y una verdad incontestables. Por más que los hombres se empeñen en llenar el vacío de Dios con otras realidades, nunca lo lograrán. Ahí está el porqué Dios es el Señor de nuestras vidas. Sería un suicidio querer plantear una vida y un futuro lejos de Él.
Pero no basta que Dios sea Dios en nuestra vida. Desde su realidad de Dios, Dios debe ser vivido como Padre, Amigo, Compañero, Confidente. Un Dios en quien se crea, pero que no afecte cordialmente a mi vida, con quien yo no tenga una relación personal e íntima, que yo no sienta a mi lado, nunca terminaría convirtiéndose en mi vida en lo primero. Puedo creer en Dios, puedo respetar a Dios, puedo temer a Dios, pero esto necesariamente no es amor. Y realmente lo que necesito es amar a Dios, es decir, sentirlo como persona, sentirlo cercano, sentirlo necesario.
San Juan evangelista, el apóstol amado
Elegido siendo muy joven, se entregó y estuvo al pie de la cruz, y Jesús le entregó a María como madre
San Juan era hijo de Zebedeo y había nacido en Galilea. Era pescador junto con su padre y su hermano Santiago.
Era muy joven cuando respondió a la llamada de Jesús, que le eligió para ser uno de los Doce Apóstoles.
Sería “el discípulo a quien Jesús amaba”, según la descripción que hace seis veces de sí mismo en su evangelio.
Junto con su hermano Santiago y con san Pedro, fue testigo de la Transfiguración y de la Pasión del Señor.
A Juan y a Santiago se les describe como “los hijos del trueno” por su ímpetu y valentía.
Valiente y lleno de amor
En el momento de la crucifixión, el evangelio narra que estuvo al pie de la Cruz y no huyó como el resto de discípulos. Ejemplo de fidelidad y de amor, recibió en aquel momento, de parte de Jesús, a María como madre.
Es autor de uno de los cuatro evangelios y tanto en él como en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio.
San Juan murió anciano. De él se recuerda el consejo que daba siempre a los discípulos: “Hijitos, amaos los unos a los otros”.
Santo patrón
San Juan evangelista es patrón de los teólogos y los escritores.
Himno de Laudes «Tú que revelaste a Juan»
Tú que revelaste a Juan
tus misterios más secretos
y los altos vericuetos
que mis ojos no verán,
haz que yo logre entender
cuanto Juan nos ha contado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.
Tú que en la Cena le abriste
la puerta del corazón
y en la Transfiguración
junto a ti le condujiste,
permíteme entrar
en tu misterio sagrado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.
Tú que en el monte Calvario
entre sus manos dejaste
el más santo relicario,
la carne donde habitaste,
Tú que le dejaste ser
el hijo bien adoptado,
déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.
Y tú, Juan, que a tanto amor
con amor correspondiste
y la vida entera diste
por tu Dios y tu Señor,
enséñame a caminar
por donde tú has caminado.
Enséñame a colocar
mi cabeza en su costado.