Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo: haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios…. ante un pobre o un enfermo, no tenemos que tener miedo de mirarlo a los ojos y de acercarnos con ternura y compasión, y de tocarlo y abrazarlo. He pedido a menudo a las personas que ayudan a los demás que lo hagan mirándolos a los ojos, que no tengan miedo de tocarlos; que el gesto de ayuda sea también un gesto de comunicación: también nosotros tenemos necesidad de ser acogidos por ellos. Un gesto de ternura, un gesto de compasión… Pero yo os pregunto: vosotros, ¿cuándo ayudáis a los demás, los miráis a los ojos? ¿Los acogéis sin miedo de tocarlos? (Ángelus 15 de febrero de 2015)
Amigos, nuestro Evangelio de hoy trae una de las grandes escenas de Jesús sanando a un leproso.
Y como suele ser el caso, se convierte en un icono de la vida espiritual en general.
Una vez en presencia del Señor, el leproso se arrodilló y le rogó. El hombre sufriente se da cuenta de quién es Jesús: no es un profeta entre muchos, sino la encarnación del Dios de Israel, el único ante el cual la alabanza es la actitud apropiada.
Por nuestra enfermedad, nuestra debilidad, nuestra vergüenza, nuestro pecado, nuestra rareza, muchos de nosotros nos sentimos como este leproso. Sentimos que no somos dignos. Cualquiera sea la situación en la cual nos encontremos, tenemos que ir a Jesús en actitud de alabanza. Él es el Señor y nosotros no. Este es un paso clave para ordenar nuestras vidas: la correcta alabanza.
Consideremos la bella súplica del leproso, esencial en cualquier acto de oración peticionaria: “Si quieres, puedes limpiarme”. No está exigiendo, está reconociendo el señorío de Jesús, está reconociendo Su soberanía. “Hágase tu voluntad” es siempre la actitud correcta en cualquier oración.
Arcadio de Mauritania, Santo
Mártir, 12 de enero
Martirologio Romano: En Cesarea de Mauritania (hoy Argelia), san Arcadio, mártir, que se escondió en tiempo de persecución, pero, al ser detenido un familiar suyo se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio (c. 304).
Etimología: Arcadio = Aquel que es venturoso, es de origen griego.
Breve Biografía
Se desconoce la fecha exacta de su martirio, pero parece que tuvo lugar en alguna ciudad de Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital.
Las persecuciones estaban en todo su furor y miles de cristianos eran torturados por los soldados romanos sin esperar la sentencia del juez.
En tan terribles circunstancias, San Arcadio se retiró a la soledad.
Sin embargo, el gobernador de la ciudad al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, capturó a un pariente y lo mantuvo como rehén hasta que el prófugo se presentara. Al saberlo, el mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez quien lo obligó a que se sacrificase a los dioses.
Ante su negativa, el juez lo condenó a muerte, cortando cada uno de sus miembros de manera lenta.
Al encontrarse totalmente mutilado, el mártir se dirigió a la comunidad pagana, exhortándolos a abandonar a sus dioses falsos y a adorar al único Dios verdadero, el Señor Jesús.
Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadaver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.
Quiero, queda sano
Santo Evangelio según san Marcos 1,40-45.
Jueves I del Tiempo Ordinario
Por: Hiram Galán, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, déjame sentir los latidos de tu corazón, que tu amor llene el vacío de mi alma; estoy cansado de buscar mi plenitud en la creaturas pues sé que sólo Tú me puedes llenar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1,40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: «Si tú quieres, puedes curarme». Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: «¡Sí quiero: Sana!». Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: «No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés». Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a Él de todas partes.
Palabra de Dios.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La conciencia del leproso era clara, su cuerpo era horrible a la vista de los hombres, olía mal, era excluido de la sociedad y condenado a llevar una campana que avisara de su presencia a los demás. Sabía que no podía cargar con esa cruz de sufrimiento solo, que superaba sus fuerzas.
Con esta conciencia se tira de rodillas frente a Jesús, y le grita con gemidos, «Jesús si quieres puedes curarme». Sabía claramente qué era lo que tenía que hacer.
Por ello, en este momento, también quiero gritar junto al leproso, ¡si quieres puedes curarme! Con la consciencia de que la lepra de mi corazón se debe sobre todo al rencor que tantas heridas han producido en mi alma.
Es el perdón que no he sabido dar. Es el rencor que se ha adherido a mi carne. Jesús, de rodillas ante Ti, te pido que sanes mi corazón, no puedo vivir así, esta lepra me consume. No me siento con la fuerza para cambiar, pero sé que una sola palabra tuya bastará para sanarme.
«Quien no sabe llorar, no sabe reír y por lo tanto, no sabe vivir. Jesús sabe que en este mundo de tanta competencia, envidia y tanta agresividad, la verdadera felicidad pasa por aprender a ser pacientes, a respetar a los demás, a no condenar ni juzgar a nadie. El que se enoja, pierde, dice el refrán. No le des el corazón a la rabia, al rencor. Felices los que tienen misericordia. Felices los que saben ponerse en el lugar del otro, en los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar..». (Discurso de S.S. Francisco, 12 de julio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Si en este día el Señor me llamara a su presencia, ¿podría decir que no tengo ninguna cuenta pendiente con nadie? Buscaré pedir por esa persona que tanto ha herido mi corazón, y si Jesús me da la gracia, le hare saber mi perdón de manera externa, en la medida de lo posible.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¡Si tu quieres, puedes curarme!
Meditación. Los leprosos de nuestro tiempo
Jesús se va a encontrar a lo largo de su ministerio con muchos leprosos. Esa terrible enfermedad aterraba al pueblo. Pero lo peor era que la pobre víctima se veía condenada a un aislamiento horrible. El leproso no formaba parte de la sociedad. Estaba excluido de la misma de una manera inhumana. Cuando alguien se le acercaba, había de gritar: -¡Leproso, leproso!…, y nadie se podía arrimar a él.
Todo esto nos parece hoy algo increíble. Pero, así era.
Cuando, a fuerza de remedios inútiles, alguno se creía haber curado de semejante mal, tenía que presentarse al sacerdote de la Ley, que diagnosticaba sobre la curación o la permanencia de la enfermedad.
Hay que tener esto presente para valorar la valentía de los leprosos y la de Jesús. La de los unos, para romper con el miedo a la gente y meterse en medio de ella hasta acercarse al Maestro. La de Jesús, para aceptar el diálogo con ellos y hasta tenderles la mano…
Así las cosas, vemos ahora que un leproso, con verdadera audacia, se introduce entre la gente, se arrodilla ante Jesús, y comienza a suplicar:
– ¡Maestro, Maestro! Si tú quieres, puedes curarme!
¡Y qué va a hacer ahora el bueno de Jesús! Se conmueve ante ese cuadro siempre desgarrador de un leproso del que todos huyen. Extiende el brazo, –¡y qué valentía, Dios mío, ante la ley que prohibía tocar a un inmundo!–, le toca al enfermo sus carnes que se caen a pedazos.
Todos los del auditorio se callan. Y oyen las palabras de Jesús:
– ¡Sí que quiero! ¡Cúrate!…
En el mismo instante desaparece la lepra a la vista de todos, que quedan entusiasmados, mientras que el pobre leproso de antes estalla en gritos de júbilo. Jesús cumple con la Ley, y le manda:
– Vete ahora al sacerdote para que testifique tu curación, lleva la ofrenda establecida, y puedas así reintegrarte a la sociedad.
Pero, no queriendo Jesús que se extienda su fama, pues no le conviene ante los posibles levantamientos políticos del pueblo contra los romanos, le ordena ahora severamente:
– ¡Y haz el favor de no decir nada a nadie! ¡Vete con cuidado!…
Sin embargo, el recién curado no hace ningún caso. Mientras se aleja, va gritando a todos: -¡Jesús de Nazaret me ha curado! ¡Jesús de Nazaret me ha curado!…
Jesús no tiene más remedio que esconderse. Se aleja de los centros urbanos y se acoge a lugares solitarios, a pesar de lo cual las gentes no le dejan en paz, porque vienen a Él de todas partes.
Hasta hace poco, cuando se nos narraba este milagro en la Iglesia, siempre los predicadores nos llevaban como de la mano hacia la consideración del pecado, lepra del alma, y de la cual nos libraba el Señor mediante el ministerio del sacerdote. No estaba del todo mal… Pero hoy la cosa ha cambiado de signo.
Cuando narramos este hecho en nuestros días nos vamos más bien en nuestra reflexión hacia los marginados modernos, a los hombres hermanos nuestros que se ven excluidos de tantos bienes de la vida social.
Y podemos hacer la lista bien alargada:
los pobres que no tienen nada;
las víctimas de enfermedades antes desconocidas y que actualmente nos espantan;
los trabajadores explotados;
las mujeres víctimas de organizaciones criminales que las reclutan para el vicio;
los niños comprados para fines inconfesables;
los drogadictos y muchos alcoholizados de los que nadie quiere cuidar;
los detenidos en muchas cárceles sin las atenciones debidas a los más elementales derechos humanos.
¿Para qué seguir señalando otros males que están muy presentes en nuestra mente y a flor siempre de nuestros labios?…
Todos estos leprosos modernos, ¿no tienen remedio? ¿Se sienten de veras excluidos de todo cuidado? ¿Jesús mismo huye de ellos?… ¡No! ¡Afortunadamente, no! Jesús, por su Iglesia, sale siempre al encuentros de todos ellos. Y ellos saben que la Iglesia no los va a rechazar nunca.
La prueba la tienen en tantas organizaciones católicas creadas expresamente para acogerlos.
Tenemos el ejemplo de las Misioneras de la Madre Teresa. Apenas empezó a extenderse el SIDA, la Madre propuso a sus religiosas, y ellas lo aceptaron inmediatamente, el cuidar de esos enfermos de los que todos huyen.
Y no solamente hace esto la Iglesia Católica, sino tantas otras organizaciones humanitarias, que llevan a todos los marginados una muestra cariñosa de la bondad y del amor de Dios.
Cuando llega el momento de curar a los leprosos modernos, y nos piden una colaboración de nuestro bolsillo, vemos en las mesas petitorias a caballeros y damas respetables, a jóvenes magníficos y a señoritas simpáticas. En sus rostros adivinamos otro rostro que todos conocemos muy bien, el de Jesús que sigue diciendo:
– ¡Sí, quiero! Yo quiero que esos leprosos modernos se curen. Hacia ellos extiendo el brazo de mi compasión y de mi bondad, mientras lo alargo hacia vosotros pidiendo vuestra colaboración generosa…
¡Señor Jesucristo! Esto es lo que nos dices hoy. Esto nos pides a favor de tantos leprosos en su espíritu. ¿Por qué no te vamos a hacer caso?….
Amor es…
San Pablo de Tarso, el Apóstol de los Gentiles, plasmó una página singular, por lo profunda, sublime, deleitosa y rica: el Himno de la Caridad
Hace algún tiempo, en los periódicos primero y en tarjetas de saludo después, dos simpáticos monitos se hicieron famosos; presentados en un simple cuadrito, con actitudes claras y rasgos elementales, pusieron de moda aquella frase de AMOR ES… que con el dibujo y el subtítulo inventaban o comprobaban, las múltiples y variadísimas definiciones que se podían atribuir al amor. Dos casos que recuerdo de pronto, son aquellos que decían, por ejemplo: «Amor es… no tener que pedir perdón» o «Amor es… llevarle el desayuno a la cama».
Y aún cuando parecían tener cierta originalidad hay que decir que uno de los primeros periodistas de nuestra época, San Pablo de Tarso, el Apóstol de los Gentiles, ya se les había adelantado, no ciertamente como dibujante, pero sí como un gran escritor verdaderamente inspirado. En su la. Carta a los Corintios (13:4-8), plasmó una página singular, por lo profunda, sublime, deleitosa y rica. Los comentaristas la proclaman como HIMNO DE LA CARIDAD.
Recordemos este texto clásico e incomparable:
«EL AMOR ES… – paciente, es servicial, no es envidioso, no es presumido, no es vanidoso, no es mal educado, no es egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra por la injusticia, se alegra por la verdad, disculpa todo, cree todo, espera todo, aguanta todo, EL AMOR, ¡JAMAS SE ACABA!»
EL AMOR ES… PACIENTE
La paciencia, el primer rasgo Paulino señalado a la caridad combina estas cuatro cualidades: la ternura, la tranquilidad, la perseverancia y la excelencia.
1. La ternura proviene de esa dulzura y delicadeza que es la ternura. La observamos y vemos encumbrarse en las mamás. Cada hijo recordará casos especiales de la ternura materna. Mi mamá, para que no me fuera a hacer daño la nieve, cada vez que la comía me decía: «Cuidado, hijito, caliéntala en la boca». Siempre a cada bocado de nieve le agrego el sabor exquisito de la ternura de mi madre.
2. La tranquilidad descubre ese amor paciente contrapuesto a impaciente, no precipitado; toma todo el tiempo necesario porque lo importante es lograr el bien y no desbaratarlo por la prisa. En esto destacan los maestros. Cada alumno atesorará la tranquilidad con que su maestro lo estimuló a aprender hasta conseguir dibujar una sonrisa simultánea de satisfacción.
3. La perseverancia es inseparable de la paciencia: brillo meritorio de los médicos: sea velando junto al lecho del enfermo, sea en la agotadora tarea del quirófano, o en la búsqueda insistente del remedio, consagran su vida a donar el gran bien de la salud. ¡Dichosos los «pacientes» a quienes atiende un médico todavía mas «paciente»…!
4. Pero el amor perfecto no para, hasta hacer el bien completo. No como salga, ni a medias, sino acabado y excelente. El ejemplo es de los artistas. No terminan, hasta que terminan muy bien. El que tiene caridad, con paciencia, es el artista del amor, amar es el arte de las artes. Si no expresa dedicación paciente, que llega hasta lo supremo, no es amor. Como el de Dios, como el de Jesús, como el de María, que no saben darse si no se dan en forma total…
EL AMOR ES… SERVICIAL
1. Servicial, servidor, sirviente y siervo, son términos claramente diferentes, pero relacionados con la misma realidad; la de una persona que presta un servicio. En el uso ordinario, en cambio, marcan cierto declive de categorías, siguiendo un descenso en el nivel social, llevando algo de aprecio el primero hasta llegar a un tono despectivo al usar el último.
2. En nuestros mismos tiempos democráticos, muchos servicios se menosprecian: de plano todo trabajo servil, se desempeña sin inspiración social, se deja para la ínfima clase, se paga mal y se agradece muy poco, etc. Habrá que preguntar en serio: ¿será el servicio signo de amor? ciertamente lo es, si hacemos nuestra pregunta a JESUCRISTO y a través de El al PADRE.
3. En Jesús ha aparecido una nueva noción de servicio. Pues El siendo Dios se hizo siervo. Vino a servir no por dar lo que El quería dar, o lo que le sobraba, o le cautivara adeptas; por eso, no vino a ser servido; sino a servir, dando al hombre lo que necesita, lo que realiza integralmente, su libertad y dignidad. Se hizo hombre como él, para hacerlo Hijo de Dios como El. Según Jesús, servir es, darle al otro lo que más le sirve. Si no le sirve, no está servido
4. El Padre, Creador y Señor, sirve al hombre mientras más lo ama; no rastrera ni servilmente; con señorío, con nobleza, mientras más lo ama, más le concede lo que necesita: su ser, sus facultades, sus medios de subsistencia, su vida eterna, etc. El amor de Dios está en esa proporción: le da al hombre lo que más le sirve: Le dio a su propio HIJO…
EL AMOR NO ES… ENVIDIOSO
Encontramos aquí, dos aplicaciones actuales:
1. La verdadera caridad a nadie permite sentirse «menos». «Al realizar el bien no deja caer en las nocivas o dañinas comparaciones».
Para San Agustín la envidia es: «disgusto por el bien ajeno» Entonces, si el bien ajeno, por la envidia se vuelve tormento, la caridad auténtica , que busca el bien ajeno, la vuelve contento. Los envidiosos siempre criticarán toda obra buena. Los caritativos siempre aplaudirán toda ayuda al necesitado. Judas criticó el derroche de María, quien ungió con ungüento precioso los pies de Jesús, con el pretexto de lo mucho que su precio habría servido a los pobres. Juan, testigo y comentarista, descubrió que más que interesarle los pobres, le dolía el despilfarro que lo privaba de recibirlo él mismo. Así se desenmascaran cuantos promueven obras en beneficio de la comunidad, buscando su bien personal, víctimas de la envidia defraudan con proyectos a favor del pueblo, cuando lo que buscan es no ser «menos» en comparación con otros.
2. Otro caso que se previene y evita con la verdadera caridad, es el de la competencia entre organismos o grupos dedicados a obras sociales.
Lejos de impedir que otros hagan el bien, se da el buen testimonio de la caridad, cuando se prestan ayuda mutua, se recomiendan, se complementan y se proporcionan información y materiales útiles. En muchos aspectos, a veces, no podemos realizar obras de más envergadura, porque cada quien «trabaja para su santo» mantenemos a manera de islas agrupaciones autosuficientes. Los problemas se resolverían bastante mejor si tuviéramos más espíritu de asociación y esa caridad que no es… ¡envidiosa!
EL AMOR NO ES… PRESUMIDO
Aparecen automáticamente: la humildad y la discreción:
1. La belleza inefable de la humildad en el amor se da, según el mismo S. Pablo, en la sublimidad del misterio de la encarnación: contempla extasiado y se arrebata de admitación ante el «anonadamiento» del Verbo quien «siendo DIOS no retuvo con avidez ser igual a Dios sino que (al hacerse hombre) se hizo como nada para tomar la condición de siervo». En ese «anonadamiento» Pablo proclama sorprendido, la originalidad del amor de Jesús, quien haciendo el máximo beneficio esconde humildemente todo su merecimiento.
«Yo no busco mi gloria» declara posteriormente Jesús. Qué lejos de eso queda la proclamación publicitaria de las buenas obras modernas: fotos, anuncios, propaganda. ¡Cuánto gasto en preparativos de festejos caritativos que resultan de tan corta ganancia! ¡Cuánta organización lujosa y tardada, en algunos planes de administración pública que antes de llegar con el beneficio real al pueblo, gasta el presupuesto en edificios, oficinas, estructuras, red infinita de empleados, pero con mucho renombre para el logotipo del organismo…!
2. La discreción aumenta la belleza de la acción caritativa. Aprendemos del Maestro en sus recomendaciones: «no lo digas a nadie» después de un gran favor; o para la limosna: «que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha» o para alcanzar la recompensa del Padre: «cuiden de no practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos».
Como discípulos de este Maestro, nuestra motivación para hacer el bien, ha de tener una belleza espiritual, oculta, secreta, interna, porque es Dios quien ve lo secreto y Jesús quien se oculta siempre en nuestro hermano…
EL AMOR NO ES… VANIDOSO
Entre el amor que no presume y el amor-no vanidoso, hay una clara diferencia: la presunción hace notar un mérito real; la vanidad finge un mérito inexistente.
1. Es importante notario porque en nuestra vida social estamos llenos de casos de quienes, sin tocar para nada sus propiedades, han fincado su fama de benefactores del pueblo sin tocar sus propios bienes, antes lejos de empobrecerse han logrado enriquecerse más y no tienen empacho en recibir el aplauso y los elogios que no les corresponden. La Biblia los retrata con el terrible caso del rico que arrebató al pobre su única ovejita para ofrecer un banquete y conseguir la gratitud del agasajado.
2. Cómo es tierno y vibrante, por otro lado, el caso de la limosna de la viuda quien en forma secreta depositó en la alcancía para los pobres, lo poco y único que tenía, mereciendo aquel precioso elogio de Cristo: «ésta dio más que los demás; ellos han echado dinero que les sobraba…; ella lo que necesitaba para vivir» (Mt.13:43-44). Claramente se siente anticristiano el modo de los que se paran el cuello con lo ajeno; usan el dinero del pueblo y logran su prosperidad personal y encumbramiento, con fama injusta y falsa de beneméritos…
Profundizando en el sentido cristiano de dimensión social, descubriremos que, aunque la providencia nos hubiera enriquecido con grandes bienes de fortuna y un corazón generoso, ni aún entonces, nadie podría ni debería gloriarse: «¿qué tienes que no hayas recibido? y si lo recibiste, ¿porqué eres tan vanidoso, como si no lo hubieras recibido?» (1 a, Cor. 4:7) En fin de cuentas, la única gloria es solo para Aquel, que nos da, para dar.
EL AMOR NO ES… MAL EDUCADO
Cierta belleza de la religión católica aparece en su elegancia, su distinción, su finura y su gentileza. Su liturgia expone su clara elegancia. Su lenguaje, aunque no excluye confianza, siempre usa términos distinguidos. Su arte ha producido lo más fino y excelente y ante todo su trato nunca ha sido vulgar, sino comedido y gentil. En suma, bien educado…
Si eso es nuestra religión en forma global, debe serio más la suprema de sus virtudes: la caridad que alcance su excelencia ha de ser ¡BIEN-EDUCADA!
1. Cuando el Maestro nos enseñó a «poner la otra mejilla» «a dar el manto también a quien te quite la túnica» o cuando propuso el consejo supremo de «amar a nuestros enemigos» estaba llegando a la raíz de la gentileza en la caridad. Estaba dando clase de urbanidad. El amor nuevo que nos enseñó, lo distinguió también por su buena educación.
2. Grandes kilates de caridad se reconocen siempre en nuestras palabras. la buena educación no solo es muestra de calidad humana; ante todo, es signo de caridad cristiana. Las groserías e insultos, no son solo malos modales; son además, faltas de caridad. Jesús pone las palabras ofensivas como raíz del «no matarás»…
3. Da especial pesar ver que muchos jóvenes y aún adultos, no saben «dar las gracia!» Elemental falta de educación. Marca de un doloroso sentimiento de altivez y rencor. nuestra religión nos inculca la gratitud, como un indispensable sentimiento con Dios. Reconocer el amor que recibimos, nos educa a mostrar un amor humilde y comedido: la gratitud no es sino la buena educación del amor…
El AMOR NO ES… EGOISTA
El amor sin egoísmos nos encauza a triple vertiente:
A. Nos enseña a compartir: Siempre nos enriquecemos cuando compartimos. Profunda es la enseñanza de Cristo: «dad y se os dará» Lo comprueba uno mientras más se desprende, con generosidad, de lo suyo o de sí mismo. Y no hay satisfacción más grande que la de dar… es más grande que la de recibir. Quien esto practica es, además, semejante a Dios…
B. Nos ayuda a integrarnos: En la vida cristiana, como en la vida social, el bien se realiza mejor, si nos ayudamos unos a otros. «Juntos lo hacemos mejor» se ha dicho. El mismo bien crece en la medida en que crece la mutua cooperación.
Mientras mayores el bien que intentamos, advertimos que el «ego» va desapareciendo, para fortalecernos con ello nosotros» que lo va supliendo. Mientras mas amemos, mas comunitariamente lo expresaremos,
C. Nos dispone a tomar el lugar del «otro»: El verdadero amor deja el «Yo» para ir al lugar de «Él». Lo quiso expresar claramente Jesús al enseñarnos la hermosa parábola del Buen Samaritano: el que pasando junto al herido a la orilla del camino, se, le acercó y viéndolo se compadeció de «él»…Acercarse, compadecerse, no es otra cosa que ponerse en el lugar del necesitado, tomar su lugar. No pensar en «sí» para dar de «sí»…A «él». Gozosamente a ÉL.
EL AMOR… NO SE IRRITA
Bien templado el amor, es ajeno a toda ira, disgusto, coraje o irritación.
A. Cuando se pide un favor se recurre a la bondad o caridad de una persona. ¡Qué triste es tener por todo resultado un rotundo NO! A veces, no solo rotundo, sino seco y frío; cuántas otras veces, comprobamos que hay personas casi identificadas con ese NO ¡despectivo e intransigente! Personas siempre negativas. Amargadas, con el sabor del NO siempre en sus labios; con la actitud de rechazo en su corazón. Han puesto un candado para que no salga, para que no brote, la caridad de su corazón.
B. Equivalente a la actitud negativa es la «malhumorada». La «mala gana» o «mal modo» desbarata o empaña o casi destruye el favor o la buena acción. Quien hace donativos, limosnas o favores, con disgusto 0 mala cara, parece arrancarnos más de su avaricia que de su caridad; saben más a frutos agrios que a frutos dulces. En cambio, aún cuando se deba una negativa, el «buen modo» de darla la vuelve aceptable.
C. Cuando se perdona o se disculpa, lo grandioso o sublime del perdón consiste en hacer sentir, no el disgusto ni el coraje, por la ofensa recibida, sino la bondad del corazón, por la reconciliación obtenida: como Jesús que, en lugar de reclamar acremente a Pedro, sus negaciones, lo obligó a hacerle una triple declaración de «amor». La caridad de Cristo encendió la caridad de Pedro. El amor que no se irrita moldea al cristiano a que, como Cristo sepa tener un «buen corazón» un corazón semejante al SUYO.
EL AMOR… NO LLEVA CUENTA DEL MAL
A. Hay una expresión bastante conocida, muy espontánea. Si nos molestan, fastidian o nos ofenden, surge la sentencia popular y personal: ¡ME LA PAGAS! O ¡VAS A VER! Y las más de las veces se acompaña con un signo bien reconocido: se muestra la palma de la mano moviéndola hacia adelante y hacia atrás marcando con esa señal el énfasis que se quiere imprimir a la inquebrantable amenaza…En ese caso el «cobrador» de la dignidad ofendida, se vuelve nuevo intérprete de la Ley del Talión, o sea la ley mosaica que establecía «ojo por ojo» «diente por diente».
B. Esta fórmula en las relaciones humanas intenta guardar el orden en la justicia casi matemática y material. Una justicia que exige con medida exacta, la cantidad de pena, por la cantidad de culpa. En cambio la caridad supera enormemente la justicia, no en la cantidad, sino en la calidad. Cambia el orden matemático, por el orden afectivo. por eso, la caridad no lleva cuentas… la caridad no sabe contar…
C. «Perdono, pero no olvido» es otra frase demasiado común. Falsa y contradictoria.Terriblemente anticristiano. El pretendido perdón declarado se viene por tierra, si con la memoria seguimos llevando la «cuenta» de los agravios. Qué diferente el ejemplo de N. Sr. Jesucristo quien no solo olvidaba las ofensas sino que lograba encontrarles explicación y disculpa. En el momento culminante de su amor, desde la Cruz, nos legó el testamento invaluable de aquella Palabra Divina, a favor de sus verdugos, excediendo toda justicia y revelando la máxima caridad cuando dijo: «PERDONALOS, PADRE, POROUE NO SABEN LO QUE HACEN…»
EL AMOR… NO SE ALEGRA POR LA INJUSTICIA
I- Todos los malvados, registrados por la historia y amplificados por las leyendas populares como Herodes, Nerón, Iván el Terrible, Pedro el Cruel, etc., encabezan una repugnante lista a la que se agregan los Tiranos, los verdugos, los secuestradores, los atormentadores de las prisiones, los capataces en campos de concentración y muy vergonzantemente la completan en nuestros tiempos que ya reconocen y defienden los Derechos Humanos, los que aplican la tortura despiadada, los que atropellan y golpean a los indefensos, los machistas que subyugan a las mujeres, los mayores (peor si son los propios padres) que maltratan y ultrajan a los niños, etc.
Todos ellos que parecen no tener alma, ni corazón, sino solo sentimientos para «gozarse en la desgracia ajena…» son precisamente lo opuesto a lo recomendado por S. Pablo.
II- Es duro pensar que en esa lista entran todas esas personas, que por atender solo a su «conveniencia», no advierten o aceptan el mal necesario que se sigue a otras personas. Por ejemplo, todos los que cometen el aborto: se alegran de encontrarlo como remedio propio, aunque se siga para otros una tremenda injusticia: los legisladores, resultan opresores; los doctores, destructores, y las propias madres, cuyo cuerpo es destinado a ser cuna de vida, es convertido en sepulcro de muerte. Caso parecido el de los maestros o malos amigos, quienes con su enseñanza se alegran de «abrirles los ojos» a los que por su edad o condición más bien escandalizan, con un trauma o daño irreparable para toda la vida. 0 los buenos para pedir prestado y malos para pagar. 0 prestamistas implacables, con sus deudores imposibilitados. Unico remedio, el amor… que no se alegre con la injusticia.
EL AMOR… SE ALEGRA CON LA VERDAD
El amor siempre es motivo de alegría. Pues el amor, es hallazgo. ¡Y nada se encuentra con mayor gozo que la verdad! verdad hallada: o en la propia persona o en otra o en Dios.
A. ¡Qué gozo extraordinario hallarla en nosotros mismos! sucede, cuando advertimos o aceptamos nuestro error o equivocación: entramos a la luz; salimos a la libertad; ganamos en seguridad. Se nos aplica el gozo descrito en el Evangelio en quien descubre un tesoro, en el ciego que ve. No hay riqueza que se posea con mayor fruición con deseo tan íntimo de no perderla nunca. ¡Todo el que ama… ama la «verdad»!
B. Es especialmente cristiano el gozó que nos da otra persona por el bien que recibe. Se comparte tan generosamente que el mismo bien ajeno se vuelve bien propio. Como el descrito en el Padre del «hijo pródigo»: el gozo del encuentro es el mismo para el «padre » como para el «hijo», se alegran juntos, en el amor «perdido y hallado, muerto y resucitado» 0 bien, el pastor de la oveja perdida quien cerebral e invita a sus amigos a celebrar, como suyo, el gozo de la oveja que vuelve al redil. Así goza el que ve al amigo libre de penas, de enfermedades, de líos, de calumnias, de deudas, etc.
C. El gozo del encuentro con una verdad que nos revele a Dios, es algo incomparable. Yo creo que todos lo hemos experimentado; pero lo describiría en la incontenible sensación que han tenido los genios de los inventores, quienes no han hecho otra cosa, que extraer algún secreto a la naturaleza y regocijarse de reconocer en él al autor que lo dejó ahí escondido para hablarnos de su magnificencia; ese es el sentido jubiloso que expresó San Agustín: «nuestro corazón está inquieto… hasta descansar en Ti»
EL AMOR… DISCULPA TODO
Cuando se afirma esto del amor cristiano se puede de él esperar lo inesperado… jamás hubiera alguien pensado que el amor llegaría hasta los enemigos.
Y es que, el amor como viene de Dios y lleva hasta Dios, es como El: sin principio ni fin; sin espacios, sin límites, sin distinciones. Es todo, para todos.
Por eso Jesús proclamó la bondad de su Padre, cuando lo presentó sacando su sol para los buenos y los malos y enviando su lluvia a los justos y a los injustos. Ya vemos la razón por la que, el amor.. lo disculpa todo.
A. ¡Disculpamos, por amor: las pequeñeces… grandes!
Esos detalles agrandados por nuestra susceptibilidad. Cuántas amistades terminaron para siempre porque «no me saludó» o no volteó a mirarme» o «no me invitaron» etc.
B. Disculpamos, por amor: las ofensas involuntarias 0 inadvertidas. En tantos casos, duelen de verdad a quien las cometió y necesita una «ayudadita» para disculparse. Bella nobleza abrirle la puerta al que quiere nuestra disculpa.
C. Disculpamos, por amor, a nuestros verdaderos amigos. Nuestro corazón, en nombre de tal amistad, no permite y no acepta nunca que algo pueda herirnos, molestarnos y menos aún, disgustarnos para siempre. Ingenio, arte, paciencia, calidad humana, humildad, todo lo intentaremos a fin de disculpar a nuestros amigos y bienhechores.
D. Disculpamos, por amor, (de Dios) a nuestros enemigos. Clara contradicción amar al enemigo. ¿Cómo se arregla? Dios me ama a mí pecador, -su enemigo- cuando me perdona, si me arrepiento. Si espero su amor, ya creo en el perdón a los enemigos. Nadie puede rogar a Dios, si no dice, como nos enseñó: «PERDONANOS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS»…
EL AMOR… CREE TODO
Así como dicen que dijo Napoleón, que en su diccionario no existía la palabra » imposible»; así creo que en el lenguaje del amor cristiano tampoco existe la palabra » increíble» y yo digo que esto lo dijo Jesús rotundamente: » todo es posible para quien cree» (Mc.9:23).
A. Así que no podremos menos que reconocer la fuerza conquistadora del amor. Como el amor es capaz de todo, produce una fe total. Por ejemplo, los esposos con su amor, mantienen su fidelidad viva; para ellos, creerse es amarse; los padres, no tienen mejor refuerzo para su autoridad que el amor que muestran a sus hijos y los hijos obtienen todo el crédito de sus padres, según la sinceridad de su amor a ellos no digamos los novios, que ponen toda la belleza de su amor y de sus declaraciones en la confianza mutua que se exigen para cumplir todas sus promesas.
B. Cuando se dice que el amor es ciego se pone todavía más fuerte el acento en una tal aceptación amorosa, que no necesita ni hacer el análisis de sus razones, según el conocido aforisma de Pascal:
«El corazón tiene razones, que la razón no conoce»
Jesús fue llamado por las hermanas de Lázaro con esta razón: el que amas esta enfermo. Llegando dijo a Martha: «Tu hermano resucitará», ¿crees tú esto? ella dió una razón bíblica. En cambio Jesús preparaba ya la razón del corazón y Lázaro resucitó.
Desde el paganismo, con el gran vate Virgilio, el corazón ha afirmado «amor omnia vincit» «el amor todo lo vence» y el pueblo con su profunda sabiduría ha refrendado: «querer, es poder» respaldan a San Pablo, pues si el amor lo puede todo, ha de creerlo todo. El amor, necesita pasar por la fe, para llegar a su cumplimiento. Que «obras son amores… y no buenas razones.»
EL AMOR… ESPERA TODO
I. Es obvia la conexión que existe entre creer y esperar. A veces hasta se quieren confundir; pero son claras dos cosas:
1º. que la fe, va primero y la esperanza va después, una antecede, la otra prosigue;
2o. que la fe es intelectual y pertenece al conocimiento, mientras que la esperanza es emotiva y pertenece a las pasiones. Así que la fe presenta y la esperanza busca.
II. Hay un término que, en boca del pueblo, no muy amante de las distinciones precisas, reúne los dos significados: «confiar» 0 «confianza», o abarcan a la vez fe-esperanza; o se tornan indistintamente por la una o por la otra: así, al decir confío en el Señor, casi casi es igual a decir: creo en el Señor o espero en el Señor; como también equivaldría a decir: porque creo en el Señor, por eso espero en el Señor.
III. Las dos anteriores consideraciones son de orden teórico pero ayudan en el orden práctico. La aplicación sería que si el amor que lo cree todo, por lógica, lo espera todo. ¿Cómo explicar entonces la inconsecuencia de creer en Dios y dudar de El? sencillamente porque la fe es total y la espera parcial. Se acepta a Dios globalmente, pero se duda o de su poder o de su palabra o de su amor.
IV. Es el amor el que lo abarca todo: como en María: «Dichosa tú que has creído, pues se te cumplirá todo lo que te dijo el Señor» Como en Pedro, cuyo amor grande, lo llevaba a esperarlo todo y lo hizo decir: «pasamos ya toda la noche sin pescar, pero por tu palabra, Maestro, tiraré la red» y se realizó la inesperada pesca milagrosa.. La del amor confiado…
El amor que espera todo, ¡moverá montañas!, ¡moverá a Dios!
EL AMOR… AGUANTA TODO
Jesucristo, con su ejemplo formidable y sublime, bastaría para darnos la prueba total del amor que soporta todo. En su nacimiento, en su vida oculta, en su vida pública y más que nada, en su pasión y en su Santísima muerte. Sólo que los ejemplos muy elevados en la perfección llegamos a sentirlos tan lejanos de nuestra capacidad que desearíamos algunos más cercanos o por el tiempo o por mayor semejanza con nuestra fragilidad. Aún cuando los primeros no dejan de tener su validez e inspiración, los segundos nos infunden mayor realismo y convicción.
1. Más a nuestro alcance está el ejemplo de san JUAN DIEGO, en la hermosa historia de las apariciones, guadalupanas. Se presiente que el plan de la Providencia quería entretejer todas las dificultades y contratiempos desde el obispo Zumárraga, hasta el tío Juan Bernardino, para encender más su amor por María, cuyo pregonero incansable debía ser.
2. Los Apóstoles en su tiempo y los misioneros en nuestra historia, fueron tan frágiles como nosotros; el Evangelio atestigua los defectos de aquellos y nuestras crónicas las fallas humanas de éstos. Sin embargo a la hora de cumplir su misión, arrebatados por un amor nuevo, se volvieron superhombres, que arrastraron graves penalidades, sobrellevaron las más duras pruebas y enfrentaron gozosamente la muerte.
3. Sea nuestro aliento e inspiración, ver que aguantar no solo es sinónimo de sufrir, padecer o resignarse, lo cuál en sí sería pasivo y negativo; sino que adquiere, por el amor, un sentido activo y dinámico de luchar, de intentar, de perseverar y hasta de lograr y conquistar. En ese sentido, con un triunfalismo de amor cristiano San Pablo ha podido exclamar: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Filip.4:13).
EL AMOR… JAMAS SE ACABA
Una canción cuyo autor de letra desconozco, pero que al cantarla JOSE-JOSE ha alcanzado cierta fama y difusión, con el título EL AMOR ACABA y el desarrollo de ese tema a lo largo de toda la pieza, es la más fuerte negación y la más directa contradicción de la afirmación de San Pablo, con la que, inspirado por Dios, concluye, cierra y remata la estupenda y maravillosa serie de «variaciones» que ha señalado a la «caridad» o al amor cristiano.
Como todos pueden fácilmente advertir, el amor alcanza la dimensión de la base que se le haya puesto.
Si se apoya en lo carnal, no puede ser más que efímero, fugaz, pasajero, tornadizo y falaz, como es la carne y lo material y…se acaba … naturalmente.
Pero si se apoya en lo espiritual y se apoya en la verdad, que viene de Dios y lleva hasta Dios, entonces es duradero, firme, fiel, creciente, arrebatador, creativo, siempre antiguo y siempre nuevo y …
JAMÁS ACABA… por obra de Dios.
Martino de León, sabio y santo por aclamación popular
Peregrino en el siglo XII, fue el primer comentarista bíblico tras el Beato de Liébana
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San Martino (o Martín) de León nació en el primer tercio del siglo XII en esa ciudad española.
Al fallecer su madre siendo niño, su padre ingresó con él en el convento de san Marcelo.
A la muerte del padre y ya subdiácono, donó su patrimonio y se hizo peregrino, primero a San Salvador de Oviedo, luego a Santiago de Compostela y finalmente a Roma y a Jerusalén.
Estudió Teología en París, donde conocería a Pedro Lombardo.
Fue encarcelado injustamente en Francia porque se le acusó de haber robado una casulla y, una vez liberado, regresó a León. Vivió en la Colegiata de san Isidoro.
Se sometía a rigurosas penitencias y era muy devoto de la Eucaristía, al mismo tiempo que llamaba la atención por su caridad. Se sabe que padecía fuertes dolores de cabeza y reumáticos.
Dictaba los escritos a siete personas
Entre sus obras, destacó por el libro Veteris ac Noui Testamenti Concordia: él dictaba y un equipo de siete amanuenses escribían los pergaminos y los iluminaban con miniaturas. Fue el autor del primer comentario bíblico tras el Beato de Liébana.
Su fama de santidad en vida hizo que acudieran a pedirle consejo reyes, nobles y obispos.
Recibió el don de conocer con anticipación el día de su muerte. Falleció de muerte natural el 12 de enero de 1203.
San Martino de León fue considerado santo por aclamación popular y la Iglesia certificó su canonización por la vía del culto inmemorial.
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Santo patrón
San Martino de León es patrono de la Universidad de la Experiencia en la Universidad de León y de la Universidad Permanente de la Universidad de Alicante.
Oración colecta de la misa
Oh, Dios,
que llenaste el corazón de san Martino de León
con una ardiente devoción a la Eucaristía,
concédenos, en tu bondad,
que llenos del mismo espíritu,
crezcamos en la vida divina
y nuestros corazones permanezcan unidos
con el suave vínculo de la caridad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos. Amén.