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Félix I, Santo

XXVI Papa, 30 de diciembre

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Félix I, papa, el cual rigió la Iglesia Romana en tiempo del emperador Aureliano († 274).

Breve Biografía

Se desconoce la fecha de su nacimiento; murió el año 274.

A principios de 269 sucedió al Papa San Dionisio como cabeza de la Iglesia Romana. Alrededor de esta época llegó a Roma, dirigido al Papa Dionisio, el informe del Sínodo de Antioquía, el cual ese mismo año había depuesto al obispo local, Pablo de Samosata, por sus enseñanzas heréticas referentes a la doctrina de la Trinidad (ver Antioquia). Una carta, probablemente enviada por Félix a Oriente en respuesta al informe sinodal, que contenía la exposición de la doctrina de la Trinidad, fue, más tarde interpolada a favor de su secta por un seguidor de Apolinario. Este documento apócrifo fue enviado al Concilio de Éfeso en 431 (Mansi, «Coll. conc.», IV, 1188; cf. Harnack, «Geschichte der altchristlichen Literatur», I, 659 sqq.; Bardenhewer, «Geschichte der altchristlichen Literatur», II, 582 sq.). El fragmento conservado en las Actas del Concilio hace especial énfasis en la unidad e identidad del Hijo de Dios y el Hijo del Hombre en Jesucristo. El mismo fragmento presenta al Papa Félix como mártir; pero este detalle, el cual está presente también en la biografía del Papa en el “[Liber Pontificalis]” (Ed. Duchesne, I, 58), no está apoyado por ninguna evidencia auténtica anterior y se debe evidentemente a una confusión de nombres.

De acuerdo con la nota en el “Liber Pontificalis”, Félix construyó una basílica en la Vía Aurelia; la misma fuente también añade que él fue enterrado allí («Hic fecit basilicam in Via Aurelia, ubi et sepultus est»). Este último detalle es un error evidente, ya que el calendario romano de fiestas del siglo IV dice que el Papa Félix fue enterrado en la Catacumba de San Calixto en la Vía Apia («III Kal. Januarii, Felicis in Callisti», se lee en el «Depositio episcoporum»). La declaración del “Liber Pontificalis” relacionada al martirio del Papa resulta, evidentemente, de una confusión con el mártir romano del mismo nombre enterrado en la Vía Aurelia, y sobre cuya tumba se construyó una iglesia. En el antedicho “Feriale” romano o calendario de fiestas, el nombre de Félix aparece en la lista de obispos romanos (Depositio episcoporum), y no en la de los mártires.

El “Liber Pontificalis” le adjudica a este Papa un decreto por el cual las Misas debían celebrarse sobre las tumbas de los mártires («Hic constituit supra memorias martyrum missas celebrare»). El autor de esta entrada estaba aludiendo evidentemente a la costumbre de celebrar el Santo Sacrificio en privado, en los altares cerca o sobre las tumbas de los mártires en las criptas de las catacumbas (missa ad corpus), mientras que la celebración solemne de los Sagrados Misterios siempre se realizó en las basílicas construidas sobre las catacumbas. Esta práctica, todavía en uso al final del siglo IV (Prudentius, «Peristephanon», XI, vv. 171 sqq), aparentemente data del período cuando se construyeron en Roma las grandes basílicas sacramentales, y debe su origen a los solemnes servicios conmemorativos de los mártires, realizados en sus tumbas en el aniversario de su entierro, tan temprano como en el siglo III. Probablemente Félix no proclamó tal decreto, pero el compilador del “Liber Pontificalis” se lo atribuyó a él porque él no hizo ningún cambio en las costumbres de su época. De acuerdo con el detalle antes mencionado del “Depositio episcoporum”, Félix fue sepultado en la catacumba de san Calixto el 30 de diciembre.

 

 

El encuentro de Ana con Jesús

Santo Evangelio según Lucas 2, 36-40. Jueves de la Octava de Navidad

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, aumenta mi fe, para creer con sentimientos vivísimos, que Tú te has quedado realmente en el sacramento de la eucaristía para saberme amado por ti, y que en este preciso momento estás aquí conmigo, me estás acompañando, estás a mi lado y quieres compartir este momento de oración junto a mí. Señor, aumenta mi esperanza para saberme acompañado por tu gran misericordia y que, algún día, yo llegaré a ese cielo que Tú me prometiste; pero ayúdame a esperar con fidelidad, pues Tú sabes de qué estoy hecho y sabes que te puedo fallar, mas dame la fuerza necesaria para no hacerlo. Señor, aumenta mi caridad, primero para amarte a ti por encima de todo, de mis vanidades, de mi orgullo, de mi propio amor; y a mi prójimo que pueda y aprenda amarlo en ti, con un amor puro, desinteresado, que pueda buscarle no por lo que me pueda dar, sino por lo que es, tu hijo y mi hermano, sabiendo que juntos estamos llamados a ser santos y llegar a la patria celestial.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Parece que Ana tenía muy claro lo primordial, lo que es esencial y a lo que estamos llamados todos nosotros: «Servir a Dios nuestro Señor». Ella, después de haber quedado viuda, después de entregar su único amor terrenal (marido), quiere buscar a Aquél que da la verdadera felicidad en esta tierra, y en la eternidad, de una manera inexplicable. Y yo, ¿qué estoy dispuesto a dejar para entregarle mi felicidad a Jesús para que pueda transformarla en felicidad verdadera? Cristo conoce muy bien toda mi entrega, todos mis pequeños sacrificios, mis molestias, mis dolores, puesto que mi dolor es también el dolor de Cristo. De ahí que Ana experimenta gran alegría al ver al niño Jesús, al tenerle en los brazos, al contemplar su rostro, al saber que para Cristo no es indiferente, como me pasa a mí cuando pongo mis oraciones y mis sacrificios en sus manos.

«Crecer en el Nazaret de mi hogar de la mano del niño Jesús». Lo único que sé de la infancia y juventud de Jesús por medio del Evangelio es que, «regresó a Nazaret» (Lc 2, 39) y que «el niño crecía en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres» (Lc 2, 40). No debo tener miedo de traer a este Niño a mi hogar, a ir creciendo de la mano del Niño Jesús, de María santísima y san José; que ellos sean las columnas fundamentales en mi hogar para ir creciendo en gracia y santidad delante de Dios. Basta contemplar cómo hablaban, cómo rezaban, cómo era el trato que tenía entre ellos y preguntarme, ¿cómo estoy creciendo en mi hogar?

Pondré todas las intenciones en manos de María Santísima, para que ella las presente a su Hijo y me conceda las gracias que tanto necesito.

«Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. La familia puede ser bendición para el mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo. Durante este año, […], os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesus. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados». (Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una visita al Niño Jesús y le daré la prioridad en mi vida.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Profecías falsas sobre el fin del mundo

Aunque nos sorprenda, hay seguidores de profetas, de gurús, de líderes pseudoreligiosos, que mantienen intacta la lealtad a su “maestro” a pesar de los errores cometidos por éste en sus vaticinios

6 de junio de 2011.-

Aquella persona estaba segura: el fin del mundo llegaría el día X del año Y. Hablaba con aplomo. Repetía, para probar sus afirmaciones, citas de libros sagrados, o aseguraba haber recibido el anuncio de esa fecha de boca de un ángel o incluso del mismo Dios.

Miles de seguidores le creyeron. Miles, millones de escépticos, desconfiaron. Llegó el día X. No pasó nada. ¿Entonces?

Aunque nos sorprenda, hay seguidores de profetas, de gurús, de líderes pseudoreligiosos, que mantienen intacta la lealtad a su “maestro” a pesar de los errores cometidos por éste en sus vaticinios.

Otros seguidores abren los ojos. Se sienten engañados. Rompen con el grupo religioso en el que habían creído. Unos iniciarán la búsqueda de nuevos caminos. Otros sentirán su corazón ahogado en ideas que les llevan hacia el escepticismo: pensarán que es mejor no creer en nadie para no ser nuevamente engañados.

Entre los que desconfiaban antes del fracaso surge un sentimiento de triunfo: tenían razón al haberse opuesto al falso profeta. Por lo mismo, también aumenta en ellos la seguridad de que sus convicciones eran verdaderas, de que estaban en la verdad.

Pero no siempre es así. Hay quien acierta en su crítica a una falsa profecía desde un presupuesto equivocado, quizá porque vive unido a otro profeta engañoso que se oponía al profeta fracasado. El triunfo de su propio maestro al haber avisado sobre el error de un vaticinio descabellado no implica automáticamente que el grupo al que uno pertenece defienda ideas y doctrinas verdaderas.

En el mundo de quienes no sólo rechazan las religiones, sino que afirman que Dios no existe, el fracaso de la profecía sirve como un refuerzo hacia la propia manera de pensar. Pero como en el caso anterior (el de los sectarios enemigos de una falsa profecía), el incumplimiento de la catástrofe anunciada no demuestra mínimamente que Dios no existe.

Lo ocurrido, por lo tanto, no debe ser motivo para conclusiones excesivas. Después del día X podemos estar seguros de que lo dicho sobre el inminente fin del mundo por un líder más o menos inteligente, más o menos fanático, era algo simplemente falso.

¿Podemos, entonces, ir más allá de esa conclusión? Muchos lo hacen, pero hacerlo bien o hacerlo mal, razonar con la cabeza o dejarse llevar por sentimientos o emociones engañosas, depende de cómo usemos la lógica y de qué presupuestos empleemos.

Si pensamos bien, si rompemos con prejuicios engañosos, podremos alcanzar buenas conclusiones y vivir con más cautela, para no caer en las redes de embaucadores que anuncian profecías falsas, y para no dejarse arrastrar por ideólogos que buscan cualquier ocasión para llevar agua a su molino.

 

 

Ante las adversidades de la vida, ser valientes como San José

Catequesis del Papa Francisco, 29 de diciembre de 2021.

En la audiencia General del último miércoles del año, el Papa Francisco habló de José como un migrante “perseguido y valiente” al referirse del episodio de la “huida a Egipto”, narrado en el Evangelio de Mateo. La familia de Nazaret sufrió en primera persona la precariedad, el miedo y el dolor de tener que abandonar su tierra natal: una situación que también hoy deben experimentar muchos hermanos nuestros. Motivo de ello, según el Papa, es “casi siempre” la prepotencia y violencia de los poderosos.

Tras recordar el episodio, el Papa Francisco hizo presente las opuestas personalidades del padre adoptivo de Jesús y de Herodes: el uno, premuroso y valiente, el segundo, de una crueldad “despiadada”.

Era un hombre cruel: para resolver los problemas, tenía solamente una receta: matar. Es el símbolo de muchos tiranos de ayer y de hoy; y para ellos, para estos tiranos, la gente no cuenta: cuenta el poder, y si necesitan de espacio de poder, matan a la gente. Esto sucede hoy: no debemos ir a la historia antigua, hoy sucede. Es el hombre que se convierte en «lobo» para los otros hombres. La historia está llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de violencia inhumanos.

Advirtió, el Santo Padre, que no sólo se vive “en la perspectiva de Herodes” si se convierte en “tiranos”, puesto que todos pueden caer en dicha actitud:

De hecho, todos podemos caer en esta actitud, cada vez que tratamos de disipar nuestros miedos con la prepotencia, aunque sea sólo verbal o hecha a base de pequeños abusos realizados para mortificar a los que nos rodean. También nosotros tenemos en el corazón la posibilidad de ser pequeños Herodes.

José «es todo lo contrario a Herodes”. En primer lugar, es “un hombre justo” – dijo Francisco – mientras que Herodes, es un dictador. Pero, además, el padre de Jesús “muestra valor al cumplir la orden del Ángel”.

Cabe imaginar las vicisitudes que tuvo que afrontar durante el largo y peligroso viaje y las dificultades que comportaron la permanencia en un país extranjero, con otro idioma. muchas dificultades. Su valentía surge también en el momento de su regreso, cuando, tranquilizado por el Ángel, supera sus comprensibles temores y se instala con María y Jesús en Nazaret (cf. Mt 2,19-23). Herodes y José son dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la humanidad de siempre.

Según el Papa “es un error común considerar la valentía como la virtud exclusiva del héroe”, puesto que, en realidad, “la vida cotidiana de cada persona requiere valor para afrontar las dificultades de cada día”.

En todas las épocas y culturas encontramos hombres y mujeres valientes que, por ser coherentes con sus creencias, han superado todo tipo de dificultades, soportado injusticias, condenas e incluso la muerte. La valentía es sinónimo de fortaleza, que, junto con la justicia, la prudencia y la templanza forma parte del grupo de virtudes humanas conocidas como «cardinales».

La lección que hoy nos deja José – concluyó el Santo Padre – es la siguiente: la vida siempre nos depara adversidades, es verdad, y ante ellas también podemos sentirnos amenazados, con miedo, pero sacar lo peor de nosotros, (como hace Herodes), no es el modo para superar ciertos momentos, sino actuando como José, que reacciona ante el miedo con la valentía de confiar en la Providencia de Dios.

Creo que hoy es necesaria una oración por todos los migrantes y por todos los perseguidos y por todos aquellos que son víctimas de circunstancias adversas: ya sea por circunstancias políticas, históricas o personales. Pero, pensemos en tantas personas que son víctimas de las guerras y que quieren huir de su patria y no pueden; pensemos en los migrantes que inician ese camino para ser libres y muchos fallecen en la calle o en el mar; pensemos en Jesús en los brazos de José y María, huyendo, y veamos en él a cada uno de los migrantes de hoy. La migración actual es una realidad a la que no podemos cerrar los ojos. Es un escándalo social para la humanidad.

“San José, tú que has experimentado el sufrimiento de los que deben huir tú que te viste obligado a huir para salvar la vida de sus seres más queridos, protege a todos los que huyen a causa de la guerra, el odio, el hambre. Sostenlos en sus dificultades, Fortalécelos en la esperanza y haz que encuentren acogida y solidaridad. Guía sus pasos y abre los corazones de quienes pueden ayudarles. Amén”.

 

 

Propósitos para el Año Nuevo

Ofrecemos una lista de 12 propuestas que pueden ayudarte a definir tus propósitos para el año que comienza.

Es costumbre al fenecer el año, revisar nuestra vida y plantearnos metas y propósitos para el Año Nuevo. Muchos se esfuerzan por realmente cumplir y vivir según los propósitos trazados. Otros tantos -los más- suelen quedarse en el camino. Sus buenos propósitos se quedaron tan solo en buenas intenciones. Pero alguien dice por ahí -y quizás diga bien- que de buenas intenciones, está empedrado el camino del infierno.

Los hijos de Dios debemos ser hombres y mujeres de palabra. Jesús nos enseñó a decir “Sí” cuando sea sí, y a decir “No” cuando sea no. En esta línea, es preciso al definir nuestros propósitos para el año que comienza, tomárnoslos en serio. Y hacer de ellos un verdadero compromiso.

Hay quienes optan por plantearse propósitos materiales: nuevo auto, el viaje jamás realizado, una casa más grande, un mayor sueldo. Esto está bien si es que estos objetivos no se definen como una mera meta -lo cual sería simplemente materialista- sino más bien como medios para algo más importante, como dar un mayor bienestar a la familia.

Unos más, prefieren definir propósitos que les ayuden a ser mejores personas. En esta línea, lectora, lector querido, quisiera compartir contigo una lista de 12 propósitos que pueden ayudarnos a ser sobre todo, mejores cristianos. Se trata de hacer ciertas cosas y dejar de hacer otras. También de asumir ciertas actitudes y dejar de lado otras tantas.

1. Acercarnos más a Dios. Es innegable que de esto se desprende todo lo demás. Incluso el éxito al lograr cumplir con el resto de nuestros objetivos depende en gran medida de la cercanía a Dios. Pues sin Cristo, nada podemos hacer. Es importante aumentar nuestro tiempo de oración y participar de manera más consciente en los sacramentos. También bendecir siempre nuestros alimentos sea quien sea nuestro comensal.

2. Confiar más en Dios. Muchos se frustran porque Dios no les habla. ¿Quieres escuchar a Dios? Abre tu empolvada Biblia y léela. Te garantizo que si lo haces con la frecuencia debida -es decir, diario- escucharas de Dios las palabras que necesitas. No le exijas ni demandes favores, pídele todo pidiendo siempre que se haga su voluntad, pues Él sabe cuándo, cómo y en qué medida. Y al tener frente a ti las oportunidades que necesitas, acéptalas. Deja de cuestionar cada oportunidad, quedarte inmóvil y dejar de actuar. Dios te ayuda, pero necesita de tu parte. Dios te inspira, pero necesita de tu inteligencia. Dios te cuida, pero necesita tu confianza. Este año confía más en Dios, acepta lo que te envía y actúa en consecuencia.

3. Dejar de Murmurar y de ver la Paja en Ojo Ajeno. Es increíble lo rápida que es nuestra lengua para desatarse y correr cual caballo desbocado en contra de alguien más. Y lo peor es que muchas veces murmuramos en contra de alguien según nosotros en aras de la justicia divina: porque éste peca mucho, porque ésta gasta mucho dinero, porque este otro es muy sucio y descuidado, porque esta otra es una chismosa, porque este va a misa pero se pelea con todos al salir y entrar en su automóvil, porque esta otra también va a misa pero se queda dormida… La lista es inacabable. ¿Qué tal como propósito de este año dejar de murmurar y mejor mirar a nuestro interior cada vez que algo nos parece mal? Porque es un hecho irrefutable que casi siempre que nos disgusta algo que vemos que otro hace, ¡es porque en el fondo nos disguta que nosotros hacemos lo mismo! Por eso advertía Jesús que es fácil ver paja en el ojo ajeno y no la viga que se lleva en el propio. Hagámonos el propósito de que al sentir la tentación de murmurar, cerrar la boca, ver a nuestro interior y en justicia decidir qué actitud debemos nosotros mismos cambiar, qué debemos dejar de hacer o que debemos comenzar a hacer.

4. Ser Portadores de Ayuda y Generadores de Cambio. Es fácil criticar lo que no nos gusta. Pero eso rara vez sirve de algo. A lo largo de este año, hagámonos el firme propósito de que cada vez que algo nos parezca malo, pensemos cómo ayudar para corregirlo o cambiarlo y actuemos en consecuencia. Si nada podemos hacer, mejor no estorbemos. Igualmente, seamos solícitos para ayudar a todo aquél que lo necesita.

5. Dejar de Ofendernos por Todo y de Pelear contra Todos. Jesús declaró bienaventurados a los mansos, porque heredarán la tierra. La mansedumbre es una virtud que nos ayuda a dejar de lado la violencia. Cuántas personas se ofenden por la forma en que los saluda el empleado de una tienda. Cuántos más se indignan porque el mesero no los vio al pasar frente a ellos. Cuántos estallan porque el conductor de adelante no va más de prisa. Cuántos se encolerizan porque su hija no guardó el cepillo y el espejo. Y en consecuencia agreden, gritan, insultan, ofenden, se vengan, toman represalias y lo peor, ¡se amargan la vida y se la amargan a los demás! “¡¿Y cómo no me voy a enojar?!” es su típica justificación. Pero esa actitud no es digna de un hijo de Dios. Este año hagámonos el propósito de evitar pleitos y riñas. Desarrollemos mejor la virtud de la mansedumbre. Además de vivir en paz con los demás, seremos bienaventurados y heredaremos la tierra que el Señor nos tiene prometida.

6. Desarrollar la Pulcritud. Esto a muchos les cuesta trabajo. Pero es necesario reconocer que no podemos comprender el concepto de un “alma limpia” si no somos capaces de vestir una camisa limpia. El desaliño no es virtud, es por el contrario, un vicio terrible. No hay que confundir no ser vanidosos con ser sucios y desaliñados. Ir despeinados, con la ropa sucia y arrugada no es propio de un hijo de Dios. Porque nuestro cuerpo es un templo vivo del Espíritu Santo. Y ese templo debe siempre ser digno, tanto en su interior como en su exterior.

7. Ser más Laboriosos. Sobre todo a los laicos, Dios nos ha confiado el orden de la creación. Debemos trabajar para hacer del mundo que Dios nos ha regalado, uno mejor. Debemos también trabajar para crecer como personas, en talento y dignidad. Para el hijo de Dios, es inaceptable el trabajo a medias, entregado tarde o mal hecho. El hijo de Dios debe poner su sello en todas sus obras. Este año propongámonos hacer nuestro trabajo con pasión y calidad, recordando siempre cuando Dios puso en manos de Adán el Paraíso que había creado.

8. Ser Limpios de Corazón. Jesús prometió que los limpios de corazón verán a Dios. Sin embargo, los programas de TV cada vez más vulgares, las conversaciones con amigos y compañeros de trabajo cargados de palabras soeces, los chistes en doble sentido son fuertes barreras para mantener limpio el corazón. Este año que comienza, comprometámonos a mantener una diversión sana, conversaciones en la línea del respeto y un humor blanco que siempre divierte sin ofender ni contrariar a nadie más.

9. Dar Más Tiempo a Nuestra Familia. Bien que lo sabemos. Pero bien que fingimos excusas para no cumplirlo. Necesitamos trabajar mil horas extras para pagar más horas de guardería y más maestros privados y más cursos de qué se yo para que nuestros hijos estén en un lugar seguro para poder trabajar más para tener más dinero para pagar más guarderías, maestros privados y cursos mientras trabajamos más… El ridículo torbellino que termina por destruir las familias mientras alguien escala peldaños y amasa fortunas. Basta ya. Este año fijemos bien nuestras prioridades: Dios, familia y trabajo. En ese orden. El resto, Dios nos lo dará por añadidura.

10. Disfrutar más la Vida que Dios nos Da. Ya basta de quejarnos de todo. Es suficiente de encontrarle peros a todo. Es hora de dejar de encontrarle a todo su lado malo. Acepta por el contrario con gozo todo lo que Dios te da, agradécelo y alaba al Señor por su bondad.

Encuentra la mano de Dios en todo lo que tienes. Mira a cuántos más les hace falta. Alaba a Dios por cada mañana, por la frescura del agua que corre en la ducha, por el desayuno que te da energía, por el sol que te calienta. Alábalo por la taza de café que te devuelve el buen ánimo, por la galleta dulce que lo acompaña, por quien te hace compañía mientras la bebes. Disfruta al “perder el tiempo” con tus hijos, pues son una de las mayores bendiciones que Dios te ha dado. Disfruta tus ratos de enfermedad, pues te dan tiempo para leer aquél libro pendiente y hasta para acercarte más a Dios. Que este sea uno de nuestros propósitos más firmes para este año. Pues así viviremos en paz, llenos de gozo y siendo infinitamente agradecidos a nuestro Dios.

11. Bajar de Peso. ¿Y por qué no? Este casi siempre es un propósito de Año Nuevo de casi todas las personas adultas. Y curiosamente, es el propósito menos cumplido. Sin embargo, para los hijos de Dios resulta importante porque bajar de peso va más allá que una cuestión de vanidad corporal. El exceso de peso en gran parte se debe al pecado capital de la gula. Y bajo esa óptica es que los cristianos debemos afrontar esta situación. Los pecados capitales se llaman así porque de ellos se desprenden muchos más hasta poner fuertemente en riesgo la integridad de la persona. Quien come demás, desarrolla usualmente otro pecado: la pereza, manifestada en la falta de ejercicio. El exceso al comer suele acompañarse en excesos al beber. Y tras las comidas, al fumar. La cadena puede no tener fin y los riesgos para la salud corporal e innegablemente para la salud del espíritu son muchos. Hagámonos pues el propósito para este año, de declara la guerra a la gula que nos ha esclavizado. Dejar atrás este pecado y mejorar la salud del cuerpo que Dios nos ha dado.

12. Ser Portadores de la Bendición de Dios. Las personas que necesitan de la bendición de Dios no precisan de un momento de éxtasis en que Jesús o la Virgen se les manifiesten y con su mano en la frente los bendigan. Necesitan más bien de cariño, de alguien que los escuche, de alguien que los ayude, de alguien que les dé trabajo, de alguien que les dé pan. Siendo hijos de Dios, hagámonos el propósito este año de ser portadores de las bendiciones de Dios para los demás: con nuestro tiempo, con nuestra ayuda, con nuestras manos, con nuestros labios y con nuestros bienes materiales.

Deseo que esta lista te ayude a definir tus propósitos para el año que comienza. Que Dios te bendiga y sostenga con su mano providente, bendiga todos tus sueños y te ayude a alcanzar cada una de tus metas.

¡Apasiónate por Nuestra Fe!

 

 

Un año nuevo está por comenzar…

¿Qué pasó con aquellos deseos que brotaron en nuestro corazón al terminar de oír las doce campanadas y nos hicieron decir:

Sonarán las campanas en el reloj…

Las 12. Las 12 de la noche.

Parece que los meses del año que termina, con sus días y sus horas se columpian en cada una de ellas… Doce meses, doce campanadas. El año se va. El año se acaba. Se esfuman los doce meses como en un conjuro de tiempo y eternidad. Los tuvimos en nuestras manos paro ya no volverán.

Fueron instantes nuestros, únicos e irrepetibles, vividos dentro de nuestro libre albedrío, hora tras hora y ahora se van, perdiéndose en la noche última del año. La noche vieja.

El poeta dice:
El indivisible tiempo
lo hemos dividido en años
y así decimos que pasa
cuando nosotros pasamos.

Así es, decimos que el tiempo se va cuando somos nosotros los que nos vamos. Decimos que el tiempo corre, que el tiempo vuela, pero los que corremos, los que volamos sobre el tiempo somos nosotros. El tiempo siempre está, el tiempo ni tiene tiempo, ni es joven ni viejo, nosotros si.

Las 12. Noche Vieja. Un año nuevo está por comenzar.

Las 12 horas del 31 de diciembre… ¿Qué hicimos con estos trescientos sesenta y cinco días? ¿Qué dijimos, qué pensamos una noche como esta pero del año pasado? ¡Cuántos planes, cuántas promesas, cuántos propósitos! ¿Somos los mismos de aquella noche de otras muchas noches o sentimos que fuimos limando las aristas de nuestro carácter, rellenando «baches» en los que caíamos una y otra vez, quitando obstáculos, que quizá amábamos pero que nos hacían tropezar en nuestro plan de ser mejores como seres humanos en nuestra plenitud y dignidad? ¿Qué pasó con aquellos deseos vehementes que brotaron en nuestro corazón al terminar de oír las doce campanadas y nos hicieron decir: «¡Ahora sí, este año nuevo sí!

Poco a poco se nos fueron aminorando las fuerzas, el entusiasmo, y llegó esa desgana o indiferencia por las cosas. La bruma de la rutina nos envolvió en sus días grises y nos heló el corazón y el coraje.

O no fue así… y sentimos que sí ha habido un cambio positivo. Que el sol del amor nos arropa y podemos repartir el calor que hay en nuestra alma a los demás. Que estamos en pie de lucha, que las 12 campanadas resuenan en nuestro corazón como el tañer de las campanas de la ermita invitándonos a orar.

Que cada campanada se un:
Perdón y gracias, Dios mío, me estás regalando otro año para crecer en la fe y en el amor a Ti y a los demás. El tiempo pasado está en Tus manos , el que comienza en las mías, pero quiero que Tu me acompañes a vivirlo!.

Y con el año que se va y el nuevo que comienza, en esta Noche Vieja, la más vieja del año, recordamos al poeta que nos dice:

Un año más, no mires con desvelo
la carrera veloz del tiempo alado
que un año más en la virtud pasado
un paso es más que te aproxima al cielo.

Y siguiendo con los versos terminaremos esta pequeña reflexión con uno que una noche como esta me inspiro:

Esta noche es «noche-vieja»
y yo hago un alto en mi camino,
sentada bajo la luna
abro mi alforja y la miro.
¿Qué es lo que tengo en ella?
Oro y plata:-Te lo cambio
por la sonrisa de un niño.

Quiero caminar descalza
por lo prados con rocío
quiero soltar mis amarras
y extender libre mis alas
y sentir mi poderío.

Poderío y libertad
olvidando el claro-oscuro
de ambiciones que esclavizan
tan pesadas como un yugo.

Esta noche es «noche vieja»
tengo el alma transparente,
cuando llegue el año nuevo
que me encuentre en la vereda
como quién vuelve a nacer,
sin sandalias ,sin alforja,
con la piel limpia de luna
las estrellas en mi pelo
y cantando el «aleluya».

Esta noche es noche vieja,
y yo tengo el alma nueva…
¡quién lo pudiera creer!

 

 

Fin de año, tiempo de ver la misericordia de Dios en nuestra familia

Yo ruego a Dios que este año que comienza sea un año muy lleno del Amor de Dios.

El año se acaba y esto nos da pie a poner los ojos en todos lo ocurrido en el año, tanto en lo personal como en lo familiar.

A pesar de que este año trajo pruebas fuertes y momentos de tristeza, son estos tiempos los que nos hacen ver la misericordia de Dios para con nosotros y eso nos permite sentir su amor y gozar con Él.

Es bueno que nosotros aprendamos a reconocer lo que Dios hace con nosotros en lo personal y en lo familiar. Y eso hay que hacer nielares lo también a nuestros hijos por eso aquí te dejo mis 5Tips para que podamos hacer un balance de nuestro año y podamos reconocer la misericordia de Dios en el.
año.

PRIMERO. Aparta un tiempo para reflexionar sobre lo que vivimos este año.

Es importante que en verdad dediquemos tiempo para hacer conscientes los acontecimientos sucedidos en este año y así ubicar en el tiempo y en el espacio lo que fue de nuestra vida, tanto personal como familiar.

A veces suceden cosas que son más importantes para alguno de mis miembros de la familia que para los demás, es así que debemos hacer esta reflexión en lo personal y en lo familiar

Aún estamos a tiempo y por favor, que no nos dé temor confrontarnos con los hechos vividos, como quiera que estos hayan sido.

SEGUNDO. Haz una lista personal y familiar.

Ya que hemos reflexionado, ahora es tiempo de ponerlos de forma clara y concreta en una lista doble, es decir, de un lado los acontecimientos buenos y del otro lado los dolorosos o difíciles.

Los primeros nos sirven para agradecer y los segundos para ofrecer y como oportunidad de mejora.

Nuestros hijos pequeños pueden hacer esta lista con dibujos, pero es bueno que desde pequeños los acostumbremos a este proceso para que puedan hacerlo después de forma natural.

Si hacemos esta lista frente al santísimo o frente al altar familiar es mucho mejor pues lo haremos bajo la mirada amorosa de la Virgen Santísima y de Nuestro Amado Jesús.

TERCERO. Agradece todo lo positivo.

Al darnos cuenta de todas las bendiciones que Dios nos ha regalado podemos agradecerlos y sentirnos muy amados por Él.

Esto nos debe dar fuerzas y ánimos para seguir adelante el próximo año.

No siempre es tan fácil ver lo positivo así que podemos discernir juntos por qué lo sucedido es bueno y nos trae una bendición de Dios, no siempre nuestros hijos saben hacerlo o están tan acostumbrados a discernir. Recordemos que educamos con el ejemplo.

CUARTO. Ofrece todo esto a Dios en la misa de fin de año.

Con lo negativo o doloroso de la lista hay que hacer un proceso de sanación interior para personar y pedir perdón a quien sea necesario y así poder ofrecerlo a Dios con Amor.

Este proceso puede ser un poco más largo que el anterior y nos puede traer un poco de dolor al alma, pero hay que hacerlo a la luz del Espíritu Santo para que nos conserve La Paz en el corazón.

Si nos acostumbramos a ofrecer todo lo que nos pasa, colaboramos a que muchas otras personas reciban frutos abundantes para su salvación por los méritos de nuestros sufrimientos ofrecidos con Amor a Dios.

Y un miembro excelente es en la misa de final de año, así dejaremos a los pies de Jesús todo lo que hemos cargado fuera te este año y que no nos deja acercarnos más a Él.

Y QUINTO. Hagan propósitos para mejorar lo que haga falta.

Ahora si, llega el tiempo de hacer planes y propósitos para el siguiente año, pero siempre basados en mejorar en lo que este año hemos fallado.

Podemos hacer una lista de cosas que queremos hacer o mejorar e irles poniendo un rango de tiempo que debe ser firme pero flexible.

Si tenemos acciones concretas es el tiempo de ponerlas en práctica y de preferencia que sean medibles para poder saber nuestros avances.

También los podemos llevar a la misa de inicio de año y ofrecerlos a Dios para que nos ayude y nos ilumine para llevarlos a cabo, siempre conforme a su divina voluntad.

Yo ruego a Dios que este año que comienza sea un año muy lleno del Amor de Dios y que siempre estemos bajo su mirada.

Que el Señor les bendiga y les proteja, haga resplandecer su rostro sobre ustedes y les conceda su favor. Que el Señor les mire con benevolencia y les conceda la paz.

Y que la Santísima Virgen María les cubra con su manto de Amor.

 

 

San Félix I, el Papa por el que los mártires se entierran bajo los altares

Con el concilio de Antioquía, defendió la doctrina sobre la naturaleza humana y divina de la Persona de Jesucristo

San Félix I era de origen romano y fue papa entre los años 269 y 274, en tiempos del emperador Aureliano.

Aunque al comienzo Aureliano no persiguió formalmente a la Iglesia, sí estableció que se adorara principalmente al dios Sol (Sol Invictus) y quería que el Imperio estuviera unido por una sola religión (la pagana en aquel momento).

Se celebró el concilio de Antioquía para acabar con las herejías en torno a la Persona de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.

Se confirmó la Divinidad y Humanidad de Jesucristo, y la existencia de dos naturalezas –humana y divina- en la sola Persona de Jesucristo.

El concilio depuso al obispo hereje Pablo de Samosata, pese a que contaba con el apoyo del emperador. Este trató de politizar la situación.

El papa Félix I, al conocer lo sucedido, emitió un decreto por el que mandaba que nadie podía ser elegido obispo si no estaba en comunión con Roma.

San Félix I murió el 30 de diciembre del año 274. Al año siguiente fallecería el emperador.

San Félix I fue el papa que ordenó enterrar a los mártires bajo los altares de los templos y celebrar la misa sobre sus sepulcros, celebración que sólo podrían realizar los sacerdotes.

Oración a san Félix, papa

Oh Dios, que hiciste
de nuestro Patrón, San Félix,
un defensor insigne de la humanidad
de tu Hijo, Jesús.
Concédenos, por su intercesión,
que cuantos confesamos a tu Hijo
como verdadero Dios y verdadero Hombre
participemos ya en este mundo
de su condición divina.
Amén.