Queridos hermanos y hermanas:
La moderna teoría de la comunicación identifica tres componentes en cualquier acto comunicativo. Todos lo hemos oído alguna vez. Se trata del emisor o mensajero, del mensaje propiamente dicho y del receptor. A partir de esta estructura básica, el análisis se puede ir profundizando y complicando, a base de estudiar las características y posibles variantes de cada uno de estos tres elementos.
Os propongo leer las lecturas de este domingo a partir de este esquema.
La primera lectura habla claramente del emisor o del mensajero. El profeta Jeremías explica el comienzo de su vocación. El Señor Dios le hizo oír su palabra para decirle, precisamente, que ya la había escogido desde antes de nacer. Su papel de mensajero, de transmisor de un mensaje que no era suyo sino que venía de Dios, estaba ya establecido en el designio de Dios mismo. Aquí encontramos una característica de la comunicación que estamos considerando: el emisor es llamado por Dios a hacer este trabajo, su libertad no consiste tanto en escoger lo que quiere hacer como en aceptar de corazón el designio de Dios sobre él. La palabra que escuchó el profeta le anunciaba, aún, otra característica: el suyo sería un trabajo controvertido, difícil ya menudo mal recibido. La razón es fácil de adivinar: el mensaje que debería transmitir no sería halagador ni sencillo; más bien sería un lenguaje duro, de denuncia y acusación a diferentes instancias del pueblo de Israel. Por otros fragmentos del libro del profeta Jeremías sabemos que se jugó la vida en esta tarea. Pero el Señor no lo abandonó nunca: Te asaltarán pero no te podrán abatir, porque yo te apoyaré para liberarte. Lo dice el oráculo del Señor. El salmo responsorial es como un comentario poético sobre la actitud de confianza del profeta en la protección por parte de Dios: En vosotros me amparo, Señor… Usted eres mi esperanza, Dios mío… recién nacido me amparé en ti.
En la segunda lectura hemos oído el himno extraordinario de san Pablo al amor, que con la fe y la esperanza forman las tres virtudes teologales. Si yo tuviera el don de hablar los lenguajes de los hombres y de los ángeles…si tuviera el don de profecía…si distribuyera todo lo que tengo…pero no amase no me serviría de nada. Quien ama es paciente, es bondadoso… no te envidia… no se irrita ni se venga… lo soporta todo y no pierde nunca la confianza, la esperanza, la paciencia. Nos podríamos quedar con la afirmación central del texto, que es el núcleo del mensaje cristiano: el amor no pasará nunca, porque llegará un momento en el que la fe y la esperanza ya no harán falta porque veremos a Dios cara a cara. El amor es el mayor porque es el que nos hace entrar más a fondo en la comunión con Jesucristo.
Si recordamos los tres elementos del principio: emisor, mensaje y receptor, nos queda por considerar el tercero. El evangelio de hoy nos sitúa en la sinagoga de Nazaret, en un sábado, cuando Jesús había terminado de proclamar un fragmento del libro del profeta Isaías, se había sentado y se disponía a hacer su explicación. En ese caso, los receptores eran los judíos que le escuchaban. Hoy, aquí, los receptores somos todos y cada uno de nosotros, que es a quien se dirige el mensaje de salvación. El evangelio nos explica que la reacción de los judíos de Nazaret no fue favorable a Jesús. Es evidente el paralelismo con el profeta Jeremías. A Jesús le pasará lo mismo, y aún peor porque él acabará dando la vida por lo que predicaba. ¿Y nosotros? ¿Cómo recibimos a los mensajeros del evangelio? ¿Cuál es nuestra reacción cuando oímos anunciar que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, que ha venido para salvarnos? Y también podríamos preguntarnos cómo nos comportamos cuando nos toca hacer de mensajeros o de emisores: ¿tenemos claro cuál es el mensaje? ¿Nos da miedo a anunciarlo? ¿Lo hacemos con la confianza de que el Señor Dios está a nuestro lado?
Quisiera hacer todavía una última consideración. En el caso de Jesús, el mensajero y el mensaje se identifican. Esto no ocurre en el caso del profeta Jeremías, y en el de todos los demás enviados para anunciar el plan de salvación de Dios. En ellos siempre se distingue claramente entre el emisor o el mensajero y el mensaje. Y conviene que así sea para que quede bien claro que la salvación anunciada viene de Dios, no se obra humana. En cambio en Jesús, como él es Dios mismo que se ha hecho Hombre como nosotros, el mensajero y el mensaje coinciden. Hemos visto que el núcleo del mensaje es el amor teologal. En Jesús de Nazaret, el Mesías, es el mismo amor, que es Dios, quien viene a encontrarnos. Sólo él puede otorgarse esta coincidencia.
Gracias a ello, la comunicación que Dios establece con su pueblo, con toda la humanidad y con cada uno de nosotros, llega a su punto más elevado, consistente en la transformación del receptor. Ahora ya no se trata sólo de hacer llegar una determinada información a los destinatarios, ni de provocar en ellos emociones o comportamientos regidos desde fuera, sino de cambiar el corazón del receptor para que late en sintonía con Dios mismo, para que el designio de Dios se convierta en el proyecto de vida de quien recibe el mensaje.
Dejémonos involucrar del todo, por obra del Espíritu Santo, en el acto de comunicación de Dios, siendo mensajeros y receptores agradecidos, gozosos, libres y plenamente disponibles.
Juan Bosco, Santo
Memoria Litúrgica, 31 de enero
Presbítero y Fundador
Martirologio Romano: Memoria de san Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez áspera, fue ordenado sacerdote y en la ciudad de Turín, en Italia, se dedicó con todas sus fuerzas a la formación de adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Dominica Mazzarello, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo en este día en la ciudad de Turín, en Italia (1888).
Fecha de canonización: 1 de abril de 1934 por el Papa Pío XI.
Breve Biografía
San Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti, y recibió de su madre Margarita Occhiena una sólida educación cristiana y humana. Dotado de inteligencia, memoria, voluntad y agilidad física no comunes, desde niño fue seguido por sus coetáneos, a quienes organizaba juegos que interrumpía al toque de las campanas para llevarlos a la iglesia. Fue ordenado sacerdote en Turín en 1841, y allí comenzó su actividad pastoral con San José Cafasso.
Su programa, o mejor, su pasión era la educación de los jóvenes, los más pobres y abandonados. Reunió un grupito que llevaba a jugar, a rezar y a menudo a comer con él. La incómoda y rumorosa compañía de Don Bosco (así se lo llamaba y se lo llama familiarmente) tenía que estar cambiando de lugar continuamente hasta que por fin encontró un lugar fijo bajo el cobertizo Pinardi, que fue la primera célula del Oratorio. Con la ayuda de mamá Margarita, sin medios materiales y entre la persistente hostilidad de muchos, Don Bosco dio vida al Oratorio de San Francisco de Sales: era el lugar de encuentro dominical de los jóvenes que quisieran pasar un día de sana alegría, una pensión con escuelas de arte y oficios para los jóvenes trabajadores, y escuelas regulares para los estudios humanísticos, según una pedagogía que sería conocida en todo el mundo como “método preventivo” y basada en la religión, la razón y el amor.
“La práctica del método preventivo se base toda en las palabras de San Pablo que dice: La caridad es benigna y paciente; sufre todo, pero espera todo y aguanta todo”.
Para asegurar la continuidad de su obra, San Juan Bosco fundó la Pía Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y Hijas de María Auxiliadora (las Salesianas). Fue un fecundísimo escritor popular, fundó escuelas tipográficas, revistas y editoriales para el incremento de la prensa católica, la “buena prensa”. Aunque ajeno a las luchas políticas, prestó su servicio como intermediario entre la Santa Sede, el gobierno italiano y la casa Saboya.
Fue un santo risueño y amable, se sentía “sacerdote en la casa del pobre; sacerdote en el palacio del Rey y de los Ministros”. Buen polemista contra la secta de los Valdeses, según la mentalidad del tiempo, nunca se avergonzó de sus amistades con los protestantes y los hebreos de buena voluntad: “Condenamos los errores, escribió en el “Católico”, pero respetamos siempre a las personas”. San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888 y fue canonizado por Pío XI en 1934.
Sal a su encuentro
Santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20. Lunes IV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme la gracia, Señor, de encontrarme contigo, en esta oración y durante todo este día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los se pulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino apostrarse ante él y gritó a voz en cuello: “ quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimó? Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “ te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy invita a salir al encuentro de Cristo y anunciar su Misericordia. Puede leerse la dificultad del hombre endemoniado y vale en este momento preguntarse: ¿Cuáles son mis demonios? – Si te sirve escribe todo aquello que te impide ser feliz: pecados como la infidelidad – en el matrimonio, noviazgo, con las amistades –, aborto – porque te has practicado uno o porque has inducido a alguien a realizar este crimen –, vicios, etc… Sea cual sea el pecado, sal al encuentro de Cristo y deja que Él te sane; Cristo no te juzga, por el contrario te ama y quiere sanarte, quiere colmarte de su misericordia.
Salir al encuentro de Cristo es ver más allá de tus problemas, es levantar los ojos al cielo y contemplar el firmamento, en donde puedes contemplar la inmensidad de la creación, es dejar de ver hacia abajo, al suelo, pues lo único que haces es poner límites a tu capacidad de ver. Él, quiere que aprendas a superar las barreras, los miedos que te has creado – por magnificar los problemas y dudar de su Misericordia -; aprende a reconocerte necesitada (o) de perdón, basta que te confieses y el perdón llega. Solo cuando dejas que el temor te gobierne, tu capacidad de ser feliz y de ver el horizonte es cuando ahuyentas a Jesús de tu vida. Claramente se lee en este Evangelio: «se quedaron espantados…Ellos le rogaban que se marchase de su país». Vence el temor y sal a su encuentro, experimenta la Misericordia de Dios y se portador en tu familia, trabajo, amistades, etc., de la misericordia de Dios en tu vida. Dios te llama, te ve, te ama y te dice: «Ven a mí que sanare tus heridas y anuncia lo que hago por ti».
«Dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Pero, Señor, no puedo con esa gente, la odio, me ha hecho esto, esto y esto…». «Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar por Jesús. Deja que Jesús te cure.
(Homilía de S.S. Francisco, el 8 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Soy débil, Señor, sana mis heridas, permite que reconozca tu misericordia y dame la valentía para proclamar las gracias que me concedes.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Compartiré lo que Jesús ha hecho conmigo con quien tengo más cerca, con quien convivo en mi día a día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Espíritu inmundo, sal de este hombre
Abramos nuestro corazón pidamos que venga, nos purifique, nos ilumine y nos libere de todo mal.
II Samuel 15, 13-14.30; 16, 5-13: “Huyamos de Absalón. Dejen que Semeí me maldiga, porque se lo ha ordenado el Señor”
Salmo 3: “Levántate, Señor, y sálvame, Dios mío”
San Marcos 5, 1-20: “Espíritu inmundo, sal de este hombre”
Mucho tiempo viví en una región caracterizada por la crianza de los puercos. Eran de primerísima calidad y su exportación abundante. Esto obligaba a todos los poseedores de granjas a tener cada día más cuidado y atención en la alimentación, higiene y prevención de enfermedades tanto de las puercas de cría como de los lechones. Así los trabajadores tenían que desinfectarse antes de entrar y salir de la granja, tener mucho cuidado en vacunas, en temperatura, y un sinnúmero de atenciones. Los trabajadores, siempre bromistas y de agudo ingenio, llegaban a afirmar que el dueño tenía más cuidado de sus cerdos que de sus hijos.
Y él respondía, con el mismo humor, “es que mi hijos sólo me quitan dinero, en cambio mis puerquitos me lo dan”. Pero detrás de todas estas frases se esconde una ideología perversa que se nos ha ido metiendo en el corazón, que nos lleva a dar la primacía a los bienes materiales. Muchas veces me he puesto a imaginar si el demonio que había invadido el corazón de aquel hombre no sería el deseo del dinero y del poder.
La narración está llena de detalles que pueden distraernos, pero es verdad que cuando el demonio se mete en nuestro corazón nos manipula, nos esclaviza y nos destruye. Y parecería que con nada se puede detener. ¿Hemos visto el comportamiento de un hombre dominado por la ambición? Baste traer a la memoria los crímenes diarios que nos asombran y asustan. Parecen tener el mismo origen: la ambición, poder, ceguera, odio… Son los modernos demonios que a todos nos amenazan. Ojalá que nosotros no pronunciemos aquellas palabras que brotan primero de la boca de los demonios: ¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios?, y que después se transforman en rechazo y petición para que se aleje de la comarca. Al contrario abramos nuestro corazón pidamos que venga, nos purifique, nos ilumine y nos libere de todo mal.
«No rechazar los caminos de Dios, seamos humildes y dispuestos»
Ángelus del Papa Francisco, 30 de enero de 2022
El domingo 30 de enero el Papa rezó la oración mariana del Ángelus asomado desde la ventana del palacio apostólico del Vaticano. Ante la presencia de los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el Pontífice reflexionó sobre el Evangelio hodierno que narra la primera predicación de Jesús en su propio pueblo, Nazaret (Lc 4,21-30).
El resultado es amargo -explicó Francisco- porque en lugar de recibir aprobación, Jesús encuentra incomprensión y hostilidad. Sus paisanos, más que una palabra de verdad, querían milagros, signos prodigiosos. El Señor no los realiza y ellos lo rechazan, porque dicen que ya lo conocen: es hijo de José (cf. v. 22).
Jesús conocía a su gente y contaba con el rechazo
Y es entonces cuando Jesús pronuncia una frase que se ha convertido en proverbio: «Ningún profeta es bien recibido en su propia tierra» (v. 24). Unas palabras que para el Santo Padre revelan que el fracaso para Jesús no fue del todo inesperado:
«Conocía a su gente, sabía el riesgo que corría, contaba con el rechazo».
Al respecto, el Papa puntualizó que uno podría preguntarse: «¿por qué, si prevé el fracaso, sigue yendo a su pueblo? ¿Por qué hacer el bien a personas que no están dispuestas a aceptarte?».
Dios no pone frenos a su amor
«Es una pregunta que nos hacemos a menudo y al mismo tiempo nos ayuda a entender mejor a Dios», argumentó el Obispo de Roma haciendo hincapié en que «ante nuestras cerrazones, Él no retrocede: no pone frenos a su amor».
Asimismo, Francisco subrayó que podemos ver un reflejo de este gesto de amor, en aquellos padres que son conscientes de la ingratitud de sus hijos, pero que igualmente no dejan de amarlos y hacerles el bien: «Dios es así, pero a un nivel mucho más alto. Y hoy también nos invita a creer en el bien, a no escatimar esfuerzos para hacer el bien», aseveró.
Sin embargo, volviendo al episodio de lo ocurrido en Nazaret, el Papa observó que allí encontramos algo más: la hostilidad hacia Jesús por parte de «los suyos», y este hecho nos invita a reflexionar: «Ellos no fueron acogedores… ¿Y nosotros lo somos?».
La viuda pobre y el enfermo de lepra
Para comprobar el modo en el que aceptamos a Jesús en nuestras vidas, el Pontífice analizó los modelos de acogida que propone Jesús hoy:
“Son dos extranjeros: una viuda de Sarepta de Sidón y Naamán, el sirio, enfermo de lepra. Ambos acogieron a los profetas: la primera a Elías, el segundo a Eliseo. Pero no fue una acogida fácil, sino que pasó por pruebas. La viuda acogió a Elías, a pesar de la hambruna y de que el profeta era perseguido (cf. 1 Reyes 17:7-16). Naamán, en cambio, a pesar de ser una persona de altísimo nivel, aceptó la petición del profeta Eliseo, que lo llevó a humillarse, a bañarse siete veces en un río (cf. 2 Re 5,1-14)”
No rechacemos los caminos de Dios
En este contexto, Francisco hizo hincapié en que, tanto la viuda, como Naamán, en definitiva, aceptaron a Jesús a través de la disposición y humildad: «La fe pasa por aquí: disposición y humildad. La viuda y Naamán no rechazaron los caminos de Dios y sus profetas; fueron dóciles, no rígidos y cerrados».
Igualmente, el Obispo de Roma indicó en su alocución que también Jesús recorre el camino de los profetas: se presenta como no nos lo esperamos: «No lo encuentra quien busca milagros, sensaciones nuevas, una fe hecha de poder y signos externos. Lo encuentra, en cambio, quien acepta sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas y sin caras largas».
En otras palabras -continuó el Papa- Jesús te pide que lo acojas en la realidad cotidiana que vives; en la Iglesia de hoy, tal como es; en los que están cerca de ti cada día; en la concreción de los necesitados, en los problemas de tu familia, en los padres, en los hijos, los abuelos. Ahí está Él, invitándonos a purificarnos en el río de la disposición, y en tantos y saludables baños de humildad.
Y nosotros… ¿somos acogedores con Jesús?
Finalmente, el Santo Padre invitó a todos a preguntarnos: «¿Nosotros, somos acogedores, o nos parecemos a sus compatriotas, que creían saberlo todo sobre Él?».
«Quizás, después de tantos años como creyentes, pensamos que conocemos bien al Señor, con nuestras propias ideas y juicios», afirmó Francisco, poniendo en guardia sobre el riesgo de que actuando así, «nos acostumbremos a Jesús, nos cerremos a sus novedades, fijos en nuestras posiciones».
«En cambio, el Señor pide una mente abierta y un corazón sencillo para tener la capacidad de sorprenderse», concluyó el Papa pidiendo a la Virgen María, modelo de humildad y disposición, «que nos muestre el camino para acoger a Jesús».
¿Cómo vencer mis miedos y tener verdadera confianza en Dios?
El proceso de liberación del miedo se logra en el trato personal y la amistad con Dios
En general, nuestros miedos provienen de la experiencia de la soledad existencial.
Al sentirnos solitarios, nos sentimos también inseguros, desprotegidos; y de la inseguridad nace el miedo. Ahora tenemos que retroceder paso a paso venciendo los obstáculos.
¿Cómo vencer el miedo? Venciendo la inseguridad. ¿Cómo vencer la inseguridad? Venciendo la soledad. Y hay una sola manera de vencer la soledad: poblándola de PRESENCIA (así, con mayúscula), y esta Presencia “es” Aquél que está presente en todo tiempo y en todo lugar.
Cuando el creyente, víctima del miedo, y hasta del pánico, toma conciencia de que el Poderoso es también el Amoroso, y Él está conmigo de día y de noche a donde quiera que yo vaya; y pase lo que pase, todo acabará bien porque si mi Dios es omnipotente y está conmigo, también yo soy omnipotente; ¿miedo a qué?; ¿la aflicción, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todo vencemos fácilmente por Aquél que nos ha amado (Rm 8, 35-37)
Para derrotar al supremo enemigo del corazón del hombre que es el miedo, no hay en las ciencias humanas otra arma invencible sino la fe viva.
Dios, que es Puro Amor, gratuito y eterno, habita en mi interior como una presencia poderosa, amorosa y materna, y me cuida, y me protege. Y, dentro de mí y reina la paz eterna. Vendrá el mañana con sus problemas, pero también con sus soluciones.
Ya lo dice la Biblia. “el amor perfecto echa afuera el miedo” (1Jn 4, 18), y nace en el lugar último en donde se da la intimidad entre el alma y Dios, nace la paz. Cuanto más entrañable la intimidad, mayor la seguridad. Y a tanta seguridad, tanta libertad. Y a tanta libertad, tanta paz. Y la paz de Dios, que habita en la última estancia del alma, es la suprema victoria sobre el miedo.
Todo esto presupone una viva fe en Alguien que vive para siempre, y nos mira, y nos cuida, y nos ama. Y Él es, para nosotros, la seguridad, y la fortaleza, y la esperanza y la dulcedumbre. No solo tiene Él la solución para todos nuestros problemas sino que, en Él, todo está solucionado. O mejor, Él es la Solución para todo.
Este proceso de liberación se consuma por el camino del trato personal, de dentro a dentro, en el misterio de la comunicación personal, en la relación íntima Yo-Tú. Dios mismo es el interlocutor para comunicarle nuestros problemas personales, pedirle en nuestras necesidades, recibir fuerzas de su amor y pedir respuestas a nuestros interrogantes.
Este creyente que camina en la presencia de Dios puede publicar a los cuatro vientos esta gran verdad: “No sé lo que el futuro me reserva: pero sé quién controla mi futuro”.
Esta convicción le infundirá seguridad y tranquilidad contra todos y cualesquiera miedos. Esto capacitará a la persona para crecer y adaptarse a los cambios y peligros, conservando la confianza en el poder y amor de Dios.
¿Cómo son «nuestros amigos»?
Agradezcamos a Dios el tesoro de la amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos enseñe a ser como Él.
Por ahí suelen decir que «La familia nos la da Dios y los amigos los elegimos nosotros» Esa elección de personas para darles nuestro afecto y nuestra confianza son muy importantes en nuestra vida. No es fácil tener un amigo o una amiga en quién podamos confiar plenamente pero cuando gozamos de ese privilegio, bien podemos decir que poseemos unos de los más grandes y preciados tesoros. Por la clase de amigos que tenemos se nos puede clasificar sin lugar a equivocación, el refrán dice: «Dime con quién andas y te diré quién eres»
Pero no son lo mismo «nuestros amigos», que se suelen contar en número muy reducido, que nuestras amistades. Estas pueden ser muchas y muy variadas. Son personas que apreciamos sinceramente, pero a veces no van muy acorde con nuestra personalidad. Y ciertamente esas personas nunca pueden llegar a la intimidad de nuestro «yo», pero están en nuestro entorno y convivimos con ellas con gusto y con cariño.
Entre estas amistades se dan aquellas que siempre están dispuestas a «ganarnos» , y es curioso porque les gusta ganarnos especialmente en cuanto dolor o sucedido desagradable que les podamos platicar:
- si es un dolor de cabeza… ¡ah no, dolor de cabeza como el de ellas no existe!
- si nos hemos roto un pie… ellas los dos y además la cadera
- si nos caímos y rodamos dos o tres escaleras… ellas cinco
- si tenemos gripa… ¡gripa la de ellas y con tos!
- si el dentista nos está arreglando una muela… a ellas le han tenido que sacar las cuatro del juicio
- si en la conversación les contamos algo que nos sucedió, siempre a ellas les pasó lo mismo ¡pero mucho peor, mucho más terrible!
En fin, jamás les «ganaremos» y al final nos callamos con la impresión de que lo nuestro era «tan poca cosa»… que ni valía la pena de haberlo contado.
Otra variante de estas amistades es la que nos dejan el alma helada, como si toda la nieve del más crudo invierno nos cubriera sin piedad. Son aquellas que nos llegan con la información más negativa y desesperanzadora jamás sospechada: «el país va a la ruina, este año es el peor para la agricultura, el pescado, todo el pescado está contaminado, la carne, ya no se puede comer carne ¡a las vacas le dan clembuterol para que estén más gordas, el agua no se puede beber, los médicos, los ingenieros, los abogados, etcétera , son unos interesados, la Iglesia y sus ministros se hunden, el año y el fin del mundo…» Es inútil decirle a esas personas que la vida tiene cosas muy hermosas, que el país puede salir adelante, que hay seres humanos muy buenos, que hay que tener fe…Te mirarán con cara de conmiseración y luego al oído te dirán como en secreto: «no seas inocente, yo se de muy buena fuente que…» y otro jarro de agua fría y se irán con sus agoreras predicciones a otra parte y nosotros nos quedamos como si un huracán hubiese acabado con todas las flores de nuestro jardín…
Hay una gama infinita de estas formas de ser. Las hay que fabulan, mienten y se lo creen. Otras son de las que nada ni nadie es capaz de escapar de su crítica, para estas, no hay otros tema de conversación. Padre, madre, hermanos, la suegra, la cuñada, amigas, el vecino, (si es mujer casada, no digamos el pobre marido) nadie se salva. Critican y critican a destajo. El jefe, los compañeros de trabajo, la empresa, nada es de su gusto… el que cae en sus garras sale hecho «trizas». El ingenio se les agudiza, la lengua no para y si no encuentran eco en nosotros, pronto la conversación termina.
La mayor de mis hijas me decía un día que hay amigas que son como el te de manzanilla y que hay otras que son como la salsa picante. Y es cierto. Todos conocemos a esas personas que al hablar con ellas son como brisa fresca, como un dulce remanso, como cálido y bonito sol de una tarde de primavera que por muchas cosas amargas o impaciencias desbordadas que les contemos, siempre ponen en nuestra alma la tranquilidad, el buen juicio, la ternura de sus palabras o consejos y nos van dejando la paz y el bienestar que deseábamos encontrar : Ellas son, como el te de manzanilla.
Y hay otras que son algo así como un gran plato de comida irritante o picosa, tomado a la hora de cenar que nos quita el sueño, nos desazona, nos indigesta y nos quita, casi, casi, la alegría de vivir y es que sus miles de tribulaciones, sus vidas conflictivas, sus traumas, sus enojos, sus problemas de ellas contra el mundo, sus dificultades y aprietos contados todos en tropel, casi sin respirar, nos dejan exhaustos e incapaces de decir una palabra que pueda llevar un paliativo a tanta desgracia o infortunio. Por otro lado sabemos que nada ni nadie podrá aligerar ese cúmulo de sucesos en alguien que no está dispuesto a dejar es actitud de agobio y desdicha.
Quizá en mi caso pueda pertenecer a uno de esos grupos o lo más probable es que tenga de todos un poco, pero de todas maneras a las amistades hay que quererlas como son y las necesitamos, porque ponen la sal y la pimienta en nuestras vidas, porque son un tesoro que Dios ha puesto a nuestro lado para que nos ayudemos a ser mejores y estar cerca de Él. Y por nuestro lado haremos un esfuerzo para parecernos más a un te de manzanilla … a ser benevolente (desear el bien del otro) a ser compasivo con el sufrimiento, a regalar mi tiempo, mi compañía, mis fuerzas….
Agradezcamos a Dios el tesoro de la amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos ayude a serlo y recordemos este día lo que nos ha dicho:
«Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Tres elementos esenciales de la vida de Don Bosco
Encuentro del Papa Francisco con los padres Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en Turín. 21 junio 2015
“Querida familia salesiana, he pensado tanto qué decirles, lo he escrito, pero es demasiado formal. Lo entrego al Rector Mayor para que él se los haga conocer”: fueron las primeras palabras del discurso espontáneo que el Papa Francisco dirigió a la padres Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, en la Basílica de María Auxiliadora, en Turín.
En clima amigable, al finalizar su discurso, el Papa Bergoglio saludó a muchos de los religiosos presentes, manifestándoles su afecto y reconocimiento.
Éste es el resumen del discurso entregado:
“En mi peregrinación, dedicada a la veneración de Jesús crucificado en el signo de la Sábana Santa, elegí venir a este lugar que representa el corazón de la vida y de la obra de San Juan Bosco, para celebrar con ustedes el segundo centenario de su nacimiento”. Con estas palabras comienza el discurso que el Papa Francisco entregó, en la tarde de este domingo, en la Basílica de María Auxiliadora en Turín, al Rector Mayor de los padres Salesianos.
Tras agradecer al Señor por haber donado este Santo a la Iglesia, que junto a otros tantos santos de la región piamontesa “constituyen un honor y una bendición para la Iglesia”, “sobre todo por la actividad desarrollada en favor de los jóvenes, en particular aquellos pobres y emarginados”, el Pontífice remarca tres elementos esenciales de la vida de Don Bosco:
Una inquebrantable confianza en Dios
Francisco destaca la “inquebrantable confianza en Dios” que sostuvo la misión sacerdotal del Don Bosco. Confianza que es “sustancia de la vida consagrada”, dice, “para que el servicio al Evangelio y a los hermanos no sea un permanecer prisioneros de nuestras visuales”, “sino un continuo superarnos a nosotros mismos, anclándonos a las realidades eternas y hundiéndonos en el Señor”. “Ésta es nuestra fecundidad”, puntualiza.
El servicio a los jóvenes
Fue otro de los aspectos importantes que Francisco quiso destacar de la vida de Don Bosco. Un servicio realizado con “firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso”.
“Evangelizar educando y educar evangelizando”: en su discurso el Papa invita a evangelizar y a educar a los jóvenes “proponiendo un estilo educativo hecho de razón, religión y ternura, universalmente considerado como sistema preventivo”. ¡Mansedumbre y ternura fuerte! – insiste – y los alienta a “continuar con generosidad y confianza las múltiples actividades en favor de los jóvenes”, sin olvidar a “los chicos de la calle” de don Bosco.
Docilidad y fidelidad a la Iglesia y al Papa
El Obispo de Roma recuerda además la docilidad y fidelidad de Don Bosco a la Iglesia y al Papa. Hoy, se lee en el discurso, “la Iglesia se dirige a ustedes, hijos e hijas espirituales de este gran Santo”, y “los invita a ‘salir’ e ir nuevamente al encuentro de los jóvenes: aquellos de las periferias de las metrópolis, en las áreas de peligro físico y moral, en los contextos sociales en donde faltan tantas cosas materiales, pero sobre todo falta el amor, la comprensión, la ternura, la esperanza”. Tras recordar que el oratorio de don Bosco nació del encuentro con los “chicos de la calle”, el Papa expresa su deseo de que puedan anunciar a todos la misericordia de Jesús “haciendo ‘oratorio’ en todo lugar, en especial en aquellos más inaccesibles”.
Luego de recordar a las tantas instituciones religiosas que nacieron de la obra de don Bosco, el Pontífice alienta a la familia Salesiana a “seguir por este camino, imitando la fe de quienes los han precedido”.
Don Bosco, el santo de los jóvenes
Un gran educador que mostró cómo enseñar con amor

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Juan Melchor Bosco, más conocido por Don Bosco, nació el 16 de agosto de 1815 en una modesta casa de campo en las colinas llamadas I Becchi que pertenecen al pueblo de Castelnuovo, en la comarca de Asti y que hoy lleva el nombre de Catselnuovo don Bosco, en homenaje al santo.
Este lugar se encuentra en el Piamonte, y en su época era todavía un Reino independiente, en una Italia que no estaba constituida como Estado; la capital era Turín.
Eran aquellos tiempos difíciles de posguerra. Los ejércitos franceses habían saqueado toda la comarca. Miseria, hambre y desesperación se reinaba en Europa gracias a las ideas del imperio napoleónico.
Su padre, Francisco, murió cuando Juan sólo tenía dos años. Y su santa y laboriosa madre, Margarita, se hizo cargo de todo, sobre todo de su educación.
Un sueño premonitorio
Con solo nueve años de edad, el pequeño Juan tuvo un sueño que no olvidó nunca, donde se reveló su vocación.
En el sueño se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban. Juan Bosco trató de impedírselo, con exhortaciones y después con los puños.
Súbitamente apareció una misteriosa mujer que le dijo: «¡No, no; ¡tienes que ganar por el amor! Toma para el pastor y guía a tus ovejas» .
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Cuando la señora pronunció estas palabras, los niños se convirtieron, primero en bestias feroces y luego en ovejas.
El sueño terminó, pero desde aquel momento, Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y también a enseñar el catecismo ya llevar a la iglesia a los niños de su pueblo.
Para ganar la simpatía de los jóvenes, acostumbraba ejecutar ante ellos toda clase de acrobacias .
Un domingo por la mañana, había un acto público, una función pública y los niños no acudieron a la iglesia.
Juan Bosco desafió a la acróbata en su propio terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos a misa.
A los 16 años, venciendo numerosas dificultades, ingresó en el seminario de Chieri. Y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables.
El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y el otro, un par de zapatos.
Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al el seminario mayor de Turín. Y allí, con la aprobación de sus superiores, unía los domingos a un grupo de niños abandonados de la ciudad.
Los salesianos
En poco tiempo, centenas de niños y jóvenes acudieron a estudiar y aprender a oficio en los talleres que Don Bosco había construido para ellos.
Le ayudó siempre en su trabajo educativo, su madre «mamma» Margarita que había ido desde Becchi para apoyarlo.
En 1859 invita a sus primeros colaboradores a unirse a él en la Congregación Salesiana: habrá una rápida multiplicación de oratorios, escuelas profesionales, colegios, centros vocacionales, parroquias, misiones.
En 1872 se fundó el Instituto de las Hijas de María.
La fundadora y primera superiora fue María Domenica Mazzarello (1837-1881), proclamada santa el 21 de junio de 1951 por Pío XII.
Pero Don Bosco también sabía cómo llamar a muchos laicos para compartir con los salesianos y las Hijas de María Auxiliadora la misma pasión educativa.
Desde 1869 comenzó la Piadosa Unión de Cooperadores, que forma parte de la Familia Salesiana y vive su espíritu en el servicio eclesial.
A los 72 años se agotó el trabajo pero se cumplió con lo prometido: «Le prometí a Dios que mi último aliento sería para mis pobres jóvenes».
Don Bosco murió en Turín-Valdocco, al amanecer del 31 de enero de 1888. Fue beatificado el 2 de junio de 1929 y declarado santo por Pío XI en abril de 1934, el domingo de Pascua.
Más tarde, muchos otros siguieron su camino de santidad: Domingo Savio, Don Rua, Don Rinaldi.
Patronazgo
San Juan Bosco es el patrono de los jóvenes, educadores, escolares, estudiantes y editores.
Lugares de culto a san Juan Bosco
Los lugares de culto dedicados a los santos son aquellos donde ha transcurrido su vida: el lugar donde nace, Castelnuovo don Bosco, Chieri, Turín y no sólo, porque su misión fue de una manera importante a varios lugares en muchos lugares del mundo, por ejemplo Argentina.