Sagrada Familia de Nazaret

Fiesta Litúrgica

Fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos.

Esta festividad se celebra el domingo que cae entre la Octava de Navidad (25 de diciembre al 1 de enero), o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días. En 2018 coincide que el domingo entre la octava de Navidad es el día 30 de diciembre.

En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.

Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.

¿Cómo era la Sagrada Familia?

María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.

José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el “hijo del carpintero”.

María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.

Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.

¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazaret.

Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc.

La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.

“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).

El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.

Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.

Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.

Oración

“Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.
Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

“Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.”

“Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

“Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús. Amén.”

La misión de Dios para cada uno

Santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52. Domingo de la Sagrada Familia

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.

Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos, y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia». Él les respondió: «¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?». Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia; vemos en ella el modelo perfecto para cada familia cristiana y observamos como cada uno de sus miembros tenía una misión (vocación) que estaba llamado a desempeñar. San José, a ser padre adoptivo del Hijo de Dios, una misión-vocación maravillosa y exigente. María santísima, no sólo llamada a ser madre del Hijo de Dios, sino madre nuestra e intercesora de la humanidad. Y, por último, y no por ello menos importante, el Niño Jesús quien, desde muy temprana edad, ya tenía claro cuál era la misión de su Padre para Él.

Cada uno de nosotros estamos llamados a una misión-vocación, pero ¿ya la he descubierto? ¿tengo claro que es lo que Dios me pide? Y si ya lo tengo claro, ¿trato de darle gloria a Dios con ello? El Niño Jesús tenía bien clara su misión, de ahí que le dice a su Madre cuando le interroga: ¿Por qué me andan buscando? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre? Una vez descubierta nuestra misión-vocación, démonos totalmente a ella; les puedo asegurar que no hay camino más hermoso para recorrer que éste, el de hacer la voluntad de Dios en nuestra vida, aunque, muchas veces, puede ser duro, pero tengamos siempre presente que Dios nuestro Señor jamás se deja ganar en generosidad.

Por último, nos ponemos en manos de la Virgen María, que guardaba todo en su corazón, para que nos conceda la gracia de poder llevar a término nuestra misión-vocación.

«Aquí reside la fuerza del anuncio, para que el mundo crea. No cuentan los argumentos que convencen, sino la vida que atrae; no la capacidad de imponerse, sino el valor de servir. Y vosotros tenéis en vuestro ADN esta vocación para anunciar la vida en familia, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia: con humildad, sencillez y alabanza. Llevad este ambiente familiar a tantos lugares desolados y privados de afecto. Haceos reconocer como amigos de Jesús. Llamad amigos a todos y sed amigos de todos. Id y haced discípulos a todas las gentes. Y cuando Jesús dice todas parece que quiera subrayar que en su corazón hay lugar para cada pueblo. Nadie está excluido».

(Homilía de S.S. Francisco, 5 de mayo de 2018).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir en este día la gracia a María santísima, para que me ayude a perseverar en la voluntad de Dios en mi vida como ella lo hizo.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Sagrada Familia de Jesús, María y José

La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente

Queridos amigos y hermanos de ReL: el domingo siguiente a la Navidad, o en su defecto, el 30 de diciembre, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. En medio de una fuerte crisis en torno a la integridad de la familia, Dios Amor nos brinda nuevamente el modelo pleno de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José.

La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente, puesto que desde la intensa comunión hay una total entrega amorosa por parte de cada miembro de la familia santa elevando cada acto generoso hacia Dios, como el aroma del incienso, para darle gloria.

Por ello, a la luz de la Sagrada Escritura, veamos algunos rasgos importantes de San José, Santa María y el Niño Jesús.

San José es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe y confianza en Él.

La Santísima Virgen María desde el momento de la Anunciación, es el modelo de entrega a Dios. En Ella vemos una continua vivencia de la dinámica de la alegría-dolor: criando, educando, siguiendo de cerca a su Hijo Jesús mostrándole en todo momento un auténtico amor maternal.

Jesús desde chico demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda. María y José fueron sus primeros educadores.

Les invito a que recen conmigo esta Oración por la Familia escrita por san Juan Pablo II, el Papa de la familia:

Dios, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra: Padre, que eres amor y vida, haz que cada familia humana, sea, por medio de tu Hijo Jesucristo, «nacido de mujer» y mediante el Espíritu Santo, fuente de Caridad Divina, un verdadero santuario de vida y amor para las nuevas generaciones.

Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los cónyuges, para bien propio y de todas las familias. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte sostén humano, para que crezcan en la verdad y el amor.

Haz que el amor, reforzado por la gracia del Sacramento del Matrimonio, se manifieste más fuerte que cualquier debilidad o crisis que puedan padecer las familias. Te pedimos por intermedio de la Familia de Nazaret, que la Iglesia pueda cumplir su misión en nuestra familia, en medio de todas las naciones de la tierra.

Por Cristo, nuestro Señor, Camino, Verdad y Vida, por los siglos de los siglos. Amén.

Con mi bendición para USTED.

Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco 2021

Muchas son las dificultades de nuestro tiempo, pero más fuerte es la esperanza, porque «un niño nos ha nacido» (Is 9,5).

Por: Papa Francisco | Fuente: Vatican.Va

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Navidad!

La Palabra de Dios, que ha creado el mundo y da sentido a la historia y al camino del hombre, se hizo carne y vino a habitar entre nosotros. Apareció como un susurro, como el murmullo de una brisa ligera, para colmar de asombro el corazón de todo hombre y mujer que se abre al misterio.

El Verbo se hizo carne para dialogar con nosotros. Dios no quiere tener un monólogo, sino un diálogo. Porque Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es diálogo, eterna e infinita comunión de amor y de vida.

Dios nos mostró el camino del encuentro y del diálogo al venir al mundo en la Persona del Verbo encarnado. Es más, Él mismo encarnó en sí mismo este camino, para que nosotros pudiéramos conocerlo y recorrerlo con confianza y esperanza.

Hermanas, hermanos, «qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades» (Carta enc. Fratelli tutti, 198). En este tiempo de pandemia nos damos cuenta de esto todavía más. Se pone a prueba nuestra capacidad de relaciones sociales, se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar. También en el ámbito internacional existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos.

En efecto, mientras el anuncio del nacimiento del Salvador, fuente de la verdadera paz, resuena a nuestro alrededor y en el mundo entero, vemos todavía muchos conflictos, crisis y contradicciones. Parece que no terminan nunca y casi pasan desapercibidos. Nos hemos habituado de tal manera que inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas.

Pensemos en el pueblo sirio, que desde hace más de un decenio vive una guerra que ha provocado muchas víctimas y un número incalculable de refugiados. Miremos a Irak, que después de un largo conflicto todavía tiene dificultad para levantarse. Escuchemos el grito de los niños que se alza desde Yemen, donde una enorme tragedia, olvidada por todos, se está perpetrando en silencio desde hace años, provocando muertos cada día.

Recordemos las continuas tensiones entre israelíes y palestinos que se prolongan sin solución, con consecuencias sociales y políticas cada vez mayores. No nos olvidemos de Belén, el lugar en el que Jesús vio la luz, que vive tiempos difíciles, también a causa de las dificultades económicas provocadas por la pandemia, que impide a los peregrinos llegar a Tierra Santa, con efectos negativos en la vida de la población. Pensemos en el Líbano, que sufre una crisis sin precedentes con condiciones económicas y sociales muy preocupantes.

Pero he aquí, en medio de la noche, el signo de esperanza. Hoy «el amor que mueve el sol y las otras estrellas» (Paraíso, XXXIII, 145), como dice Dante, se hizo carne. Vino en forma humana, compartió nuestros dramas y rompió el muro de nuestra indiferencia. En el frío de la noche extiende sus pequeños brazos hacia nosotros, está necesitado de todo, pero viene a darnos todo. A Él pidámosle la fuerza de abrirnos al diálogo. En este día de fiesta le imploramos que suscite en nuestros corazones anhelos de reconciliación y de fraternidad. A Él dirijamos nuestra súplica.

Niño Jesús, concede paz y concordia a Oriente Medio y al mundo entero. Sostén a todos los que están comprometidos en la asistencia humanitaria a las poblaciones que se ven forzadas a huir de su patria; consuela al pueblo afgano, que desde hace más de cuarenta años es duramente probado por conflictos que obligan a muchos a dejar el país.

Rey de las naciones, ayuda a las autoridades políticas a pacificar las sociedades devastadas por tensiones y conflictos. Sostén al pueblo de Myanmar, donde la intolerancia y la violencia también golpean frecuentemente a la comunidad cristiana y los lugares de culto, y opacan el rostro pacífico de sus gentes.

Sé luz y sostén para quienes creen y trabajan en favor del encuentro y del diálogo, yendo incluso contra corriente, y no permitas que se propaguen en Ucrania las metástasis de un conflicto gangrenoso.

Príncipe de la Paz, asiste a Etiopía para que vuelva a encontrar el camino de la reconciliación y la paz a través de un debate sincero, que ponga las exigencias de la población en primer lugar. Escucha el grito de los pueblos de la región del Sáhel, que padecen la violencia del terrorismo internacional. Dirige tu mirada a los pueblos de los países del Norte de África que sufren a causa de las divisiones, el desempleo y la desigualdad económica, y alivia los sufrimientos de muchos hermanos y hermanas que sufren por los conflictos internos de Sudán y Sudán del Sur.

Haz que en los corazones de los pueblos del continente americano prevalezcan los valores de la solidaridad, la reconciliación y la pacífica convivencia, a través del diálogo, el respeto recíproco y el reconocimiento de los derechos y los valores culturales de todos los seres humanos.

Hijo de Dios, conforta a las víctimas de la violencia contra las mujeres que se difunde en este tiempo de pandemia. Ofrece esperanza a los niños y a los adolescentes víctimas de intimidación y de abusos. Da consuelo y afecto a los ancianos, sobre todo a los que se encuentran más solos. Concede serenidad y unidad a las familias, lugar primordial para la educación y base del tejido social.

Dios con nosotros, concede salud a los enfermos e inspira a todas las personas de buena voluntad para que encuentren las soluciones más adecuadas que ayuden a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias. Haz que los corazones sean generosos, para hacer llegar la asistencia necesaria, especialmente las vacunas, a las poblaciones más pobres. Recompensa a todos los que demuestran responsabilidad y entrega al hacerse cargo de sus familiares, de los enfermos y de los más débiles.

Niño de Belén, permite que los prisioneros de guerra, civiles y militares, de los conflictos recientes, y quienes están encarcelados por razones políticas puedan volver pronto a sus hogares. No nos dejes indiferentes ante el drama de los emigrantes, de los desplazados y de los refugiados. «Sus ojos nos piden que no miremos a otra parte, que no reneguemos de la humanidad que nos une, que hagamos nuestras sus historias y no olvidemos sus dramas» [1].

Verbo eterno que te has hecho carne, haznos diligentes hacia nuestra casa común, que también sufre por la negligencia con la que frecuentemente la tratamos, y motiva a las autoridades políticas a llegar a acuerdos eficaces para que las próximas generaciones puedan vivir en un ambiente respetuoso para la vida.

Queridos hermanos y hermanas:

Muchas son las dificultades de nuestro tiempo, pero más fuerte es la esperanza, porque «un niño nos ha nacido» (Is 9,5). Él es la Palabra de Dios y se ha hecho un infante, sólo capaz de llorar y necesitado de todo. Ha querido aprender a hablar, como cada niño, para que aprendiésemos a escuchar a Dios, nuestro Padre, a escucharnos entre nosotros y a dialogar como hermanos y hermanas. Oh Cristo, nacido por nosotros, enséñanos a caminar contigo por los senderos de la paz. Feliz Navidad a todos!

Orar en Familia

Oraciones y bendiciones para las diversas situaciones en familia

Oración a la madre embarazada

¡Oh, María! Señora de la esperanza.
A ti te miramos con ternura y gozo
al verte embarazada del Creador.

Madre que nos traes la alegría del
recién nacido y el fruto bendito del Amor.

Te presento mi embarazo y lo dejo en
tus manos providentes para que en los

meses que están por venir sienta tu intercesión
y, como tu amor de madre, cuida de mi hijo
y lo protege en su gestación.

Madre, ayúdame a vivir con ilusión la
llegada de esta nueva generación que
colme de dicha mi vida y la de mi familia.

Virgen de la Esperanza, ruega por nosotros.

Amen.

Oración a la Sagrada Familia

Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.

(PAPA FRANCISCO)

Bendición de la familia

RITOS INICIALES

– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos nosotros.

– Y con tu espíritu.

– Queridos hermanos: la familia, que por el sacramento del matrimonio recibe la gracia de Cristo y una vida nueva, tiene una especial importancia tanto para la Iglesia como para la sociedad, pues de ellas es la célula primera y vital. Con esta celebración, invocamos la bendición del Señor para que en nuestra familia seamos siempre cooperadores de la gracia y difundamos la fe en las diversas circunstancias de la vida.

Con la ayuda de Dios, cumpliremos nuestra misión, conformando toda nuestra vida según el Evangelio, para que podamos ser ante el mundo testigos de Cristo.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

1Co 12, 12-14: “Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo”.

Palabra de Dios.

O bien Ef 4, 1-6: “Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo.  Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 127 (128), 1-2. 4-6a ):

R.- Dichoso el que teme al Señor.

– Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Dichoso el que teme al Señor.

– Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos.

Dichoso el que teme al Señor.

PRECES

Invoquemos a Cristo, el Señor, Palabra eterna del Padre, que, mientras convivió con los hombres, quiso vivir en familia y colmarla de bendiciones, y pidámosle que proteja a nuestra familia, diciendo:

  1. Guarda en tu paz nuestra familia, Señor.

Tú que consagraste la vida doméstica, viviendo bajo la autoridad de María y José,

– santifica nuestra familia con tu presencia.

Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre,

— haz que Dios sea honrado y glorificado en todas las familias.

Tú que hiciste de tu santa familia un modelo admirable de oración, de amor y de cumplimiento de la voluntad del Padre,

— santifica nuestra familia con tu gracia y cólmala de tus dones.

Tú que amaste a tus parientes y fuiste amado por ellos,

— afianza a todas las familias en el amor y la concordia.

Tú que en Caná de Galilea alegraste los comienzos de una familia, al hacer tu primer signo, convirtiendo el agua en vino,

— alivia los sufrimientos y preocupaciones de nuestra familia y conviértelos en alegría.

Tú que, velando por la unidad de la familia, dijiste: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre»,

— guarda a todos los esposos siempre unidos con el vínculo indestructible de tu amor.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Oh Dios, creador y misericordioso restaurador de tu pueblo, que quisiste que la familia, constituida por la alianza nupcial, fuera signo de Cristo y de la Iglesia, derrama la abundancia de tu bendición sobre nuestra familia, reunida en tu Nombre, para que quienes en ella vivimos unidos por el amor nos mantengamos fervientes en el espíritu y asiduos en la oración, nos ayudemos mutuamente, contribuyamos a las necesidades de todos y demos testimonio de nuestra fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

Bendición de una nueva casa

RITOS INICIALES

– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.

– Y con tu espíritu.

– Queridos hermanos: Queridos hermanos, dirijamos nuestra ferviente oración a Cristo, que quiso nacer de la Virgen María y habitó entre nosotros, para que se digne entrar en esta casa y bendecirla con su presencia. Cristo, el Señor, esté aquí, en medio de vosotros, fomente vuestra caridad fraterna, participe en vuestras alegrías, os con suele en las tristezas. Y vosotros, guiados por las enseñanzas y ejemplos de Cristo, procurad, ante todo, que esta nueva casa sea hogar de caridad, desde donde se difunda ampliamente la fragancia de Cristo.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Lc 10, 5-9: Paz a esta casa. “Dijo el Señor a sus discípulos: —Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz en esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios”. Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 126 (127), 1. 2. 3-4. 5)

R.- El Señor nos construya la casa.

– Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.

El Señor nos construya la casa.

– Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

El Señor nos construya la casa.

– La herencia que da el Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud.

El Señor nos construya la casa.

– Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.

El Señor nos construya la casa.

PRECES

Con ánimo agradecido y gozoso invoquemos al Hijo de Dios, Señor de cielo y tierra, que, hecho hombre, habitó entre nosotros, y digamos:

  1. Quédate con nosotros, Señor.

Señor Jesucristo, que con María y José santificaste la vida doméstica, dígnate convivir con nosotros en esta casa,

—para que te reconozcamos como huésped y te honremos como cabeza.

Tú, por quien todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado,

—haz que los habitantes de esta casa se vayan integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Tú que enseñaste a tus fieles a edificar su casa sobre piedra firme,

— haz que la vida de esta familia se apoye firmemente en tu palabra y, evitando toda división, te sirva con generosidad y de todo corazón.

Tú que, careciendo de morada propia, aceptaste con el gozo de la pobreza la hospitalidad de los amigos,

—haz que todos los que buscan vivienda encuentren, con nuestra ayuda, una casa digna de este nombre.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Asiste, Señor, a estos servidores tuyos que, al inaugurar (hoy) esta vivienda, imploran humildemente tu bendición, para que, cuando vivan en ella, sientan tu presencia protectora, cuando salgan, gocen de tu compañía, cuando regresen, experimenten la alegría de tenerte como huésped, hasta que lleguen felizmente a la estancia preparada para ellos en la casa de tu Padre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

– Amén.

ASPERSIÓN CON AGUA BENDITA

Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su muerte y resurrección.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– Que la paz de Cristo actúe de arbitro en nuestro corazón, la palabra de Cristo habite entre nosotros en toda su riqueza, para que todo lo que de palabra o de obra realicemos, sea todo en Nombre del Señor.

– Amén.

O bien:

– Te bendecimos, Señor, porque tu Hijo, al hacerse hombre, compartió la vida de familia y conoció sus preocupaciones y alegrías. Te suplicamos ahora, Señor, en favor de nuestra familia: guárdala y protégela, para que, fortalecida con tu gracia, goce de prosperidad, viva en concordia y, como Iglesia doméstica, sea en el mundo testigo de tu gloria.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– Jesús, el Señor, que vivió en el hogar de Nazaret, permanezca siempre en nuestra familia, la guarde de todo mal y nos conceda que tengamos todos un mismo pensar y un mismo sentir.

Bendición de un niño aún no bautizado

RITOS INICIALES

– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, su Hijo, que mostró su

amor por los niños, estén con vosotros.

– Y con tu espíritu.

– Queridos hermanos: El Hijo de Dios, nuestro Señor, cuando vino al mundo, asumió la condición de niño, e iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. Más tarde, recibió benignamente a los niños y los bendijo, resaltó su dignidad, más aún, los puso como ejemplo para los que buscan de verdad el reino de Dios. Pero los niños necesitan la ayuda de los adultos para el desarrollo de sus cualidades naturales, de sus facultades morales e intelectuales, e incluso físicas, para que alcancen así la madurez humana y cristiana. Invoquemos, pues, sobre ellos la bendición divina, para que nosotros atendamos con diligencia a su formación y ellos acepten de buen grado la debida instrucción.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Mc 10, 13-16: Jesús bendecía a los niños. “Le acercaban niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: —Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 150, 1-2. 3-4. 5)

R.- Todo ser que alienta alabe al Señor.

– Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento. Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza.

Todo ser que alienta alabe al Señor.

– Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas.

Todo ser que alienta alabe al Señor.

– Alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser que alienta alabe al Señor.

Todo ser que alienta alabe al Señor.

 PRECES

Invoquemos a Jesús, el Señor, que propuso a todos sus seguidores la sencillez de corazón y la docilidad de los niños como condición para entrar en el reino de los cielos, y digámosle suplicantes:

  1. Señor, que sepamos recibirte también en la persona de los niños.

Jesús, Señor, que quieres que los nuevos hijos de la Iglesia sean engendrados, no de la carne ni de la sangre, sino de Dios,

— haz que este tiempo de preparación para el bautismo sirva para una más plena celebración de este sacramento.

Tú que, por medio de los padres y de la Iglesia, manifiestas tu amor a este niño,

— haz que todos los responsables de su cuidado tengan una verdadera dedicación a su trabajo.

Tú que, por el bautismo, nos engendraste a una nueva filiación y nos abriste las puertas de la casa de tu Padre,

— haz que, con humilde sumisión, te sigamos por donde quieras llevarnos.

Tú que, siendo todavía niño, sufriste la persecución y el destierro,

— haz que todos los niños oprimidos por la maldad de los hombres o la dureza de la vida encuentren ayuda y protección.

Por todos los beneficios que tú nos otorgas sin cesar.

Te damos gracias, Señor.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Dios, Padre todopoderoso, fuente de bendición y defensor de los niños, que enriqueces y alegras a los esposos con el don de los hijos, mira con bondad a este niño y, ya que ha de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu Santo, dígnate agregarlo a los miembros de tu grey, para que, una vez recibido el don del bautismo, sea partícipe de tu reino y aprenda a bendecirte con nosotros en la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

os guarde en su amor.

– Jesús, el Señor, que amó a los niños, os bendiga y os guarde en su amor.

– Amén

Bendición de los prometidos

Limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 144 (145), 8-9. 10 y 15. 17-18)

R.- El Señor es bueno con todos.

– El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

El Señor es bueno con todos.

– Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Los ojos de todos te están aguardando, Tú les das la comida a su tiempo.

El Señor es bueno con todos.

– El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

El Señor es bueno con todos.

PRECES

Invoquemos a Dios Padre, que tanto ama a los hombres que los hace hijos suyos en Cristo y los pone en el mundo como testigos de su amor. Digámosle confiadamente:

  1. Haz que te amemos siempre, Señor.

Tú que has querido que tus verdaderos hijos, hermanos de Cristo, se hicieran conocer por su mutuo amor.

Haz que te amemos siempre, Señor.

Tú que impones a los hombres las suaves exigencias de tu amor, para que, sometiéndose a ellas, encuentren la felicidad.

Haz que te amemos siempre, Señor.

Tú que unes al hombre y a la mujer con el amor recíproco, para que la familia que nace de esta unión se alegre con el gozo de los hijos.

Haz que te amemos siempre, Señor.

Tú que prefiguraste espiritualmente la plenitud del amor de los desposados en el sacramento del matrimonio por el sacrificio pascual de tu Hijo, que amó a la Iglesia, y, por su sangre, la presentó ante ti inmaculada.

Haz que te amemos siempre, Señor.

Tú que llamas a N. y N. a aquella plena comunión de amor por la que los miembros de la familia cristiana llegan a tener un mismo pensar y un mismo sentir.

Haz que te amemos siempre, Señor.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Te alabamos, Señor, porque, en tu designio de bondad, mueves y preparas a estos hijos tuyos N. y N. para que se amen mutuamente; dígnate fortalecer sus corazones, para que, guardándose fidelidad y agradándote en todo, lleguen felizmente al sacramento del matrimonio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

O bien:

– Señor Dios, fuente de todo amor, tu designio providente hizo que estos prometidos se encontraran; te pedimos que a quienes imploran tu gracia en este tiempo de preparación al matrimonio les otorgues la ayuda de tu bendición, para que progresen en el mutuo afecto y se amen con amor sincero. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– El Dios del amor y de la paz habite en vosotros, dirija vuestros pasos y confirme vuestros corazones en su amor.

– Amén.

Bendición de los hijos

RITOS INICIALES

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– Hermanos, alabemos a Dios Padre, que nos ha hecho sus hijos adoptivos.

– A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

– Queridos hermanos: con razón el salmo compara a los hijos con los renuevos de olivo alrededor de la mesa familiar. Ellos, en efecto, no sólo son signo y anuncio de la bendición divina, sino que atestiguan la presencia eficaz del mismo Dios, el cual, como dador de la fecundidad en los hijos, multiplica el júbilo en la familia y aumenta su alegría. No sólo se debe a los hijos el mayor respeto, sino que conviene que se les enseñe oportunamente el amor y el temor de Dios, para que, conscientes de sus obligaciones, vayan creciendo en sabiduría y en gracia, y, teniendo ya en cuenta y poniendo por obra todo lo que es verdadero, justo y santo, sean testigos de Cristo en el mundo y mensajeros de su Evangelio.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Mt 19, 13-15: No impidáis a los niños acercarse a mí. “Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo. En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo: —«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí. Palabra de Dios.

O bien Tb 4, 5-7. 19: Hijo, recuerda estas normas. “Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Tobías. Hijo, acuérdate del Señor toda tu vida. No consientas en pecado ni quebrantes sus mandamientos. Haz obras de caridad toda tu vida, y no vayas por caminos injustos, porque a los que obran bien les van bien los negocios. Da limosna de tus bienes, y no seas tacaño. Si ves un pobre, no vuelvas el rostro, y Dios no apartará su rostro de ti. Bendice al Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que te dé éxito en tus empresas y proyectos. Porque no todas las naciones aciertan en sus proyectos; es el Señor quien, según su designio, da todos los bienes o humilla hasta lo profundo del abismo. Bien, hijo, recuerda estas normas; que no se te borren de la memoria”.

Palabra de Dios

O bien Pr 4, 1-7: Escuchad, hijos, la corrección paterna. “Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios. Escuchad, hijos, la corrección paterna; atended, para aprender prudencia: os enseño una buena doctrina, no abandonéis mis instrucciones. Yo también fui hijo de mi padre, amado tiernamente por mi madre; él me instruía así: «Conserva mis palabras en tu corazón, guarda mis preceptos y vivirás; adquiere sensatez, adquiere inteligencia, no la olvides, no te apartes de mis consejos; no la abandones, y te guardará; ámala, y te protegerá; que tu primera adquisición sea la sensatez, con todos sus haberes compra prudencia”.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-6a):

R.- Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

– Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

– Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

– Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

PRECES

Invoquemos a Dios Todopoderoso, a quien Jesús, el Señor, nos enseñó a llamar Padre, y digámosle suplicantes:

  1. Padre santo, guarda a tus hijos.

Padre lleno de amor, que tanto amaste a los hombres que entregaste a tu Hijo único,

— protégenos y defiéndenos a nosotros, tus hijos, nacidos de nuevo por el bautismo.

Tú que te complaciste en tu Hijo amado,

— haz que cumplamos fielmente la misión encomendada a cada uno en el mundo y en la Iglesia.

Tú que confiaste tu Hijo a la custodia amorosa de María y José, durante su infancia,

— haz que nuestros hijos crezcan en todo hacia Cristo.

Tú que tienes un amor especial a los desamparados,

— haz que todos los niños carentes de afecto familiar, con la ayuda de la comunidad cristiana, experimenten vivamente tu paternidad.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN DE LOS PADRES A LOS HIJOS

(haciendo la señal de la Cruz en su frente)

– Padre santo, fuente inagotable de vida y autor de todo bien, te bendecimos y te damos gracias, porque has querido alegrar nuestra comunión de amor con el don de los hijos; te pedimos que estos jóvenes miembros de nuestra familia encuentren en la sociedad doméstica el camino por el que tiendan siempre hacia lo mejor y puedan llegar un día, con tu ayuda, a la meta que tienen señalada. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– Jesús, el Señor, que amó a los niños, nos bendiga y nos guarde en su amor.

– Amén.

O bien:

– El Señor te (os) guarde y te (os) haga crecer en su amor, para que andes (andéis) como pide la vocación a la que has sido convocado (habéis sido convocados). – Amén.

Bendición de los esposos en el aniversario de bodas

RITOS INICIALES

– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– La gracia y la paz de Dios Padre, que dignificó el matrimonio haciéndolo sacramento

de Cristo y la Iglesia, estén con vosotros.

– Y con tu espíritu.

– Queridos hermanos: Nos hemos reunido aquí para recordar el aniversario de la celebración del matrimonio de estos hermanos nuestros. Nos sentimos solidarios de su alegría y con ellos queremos dar gracias a Dios. Él los ha hecho signo de su amor en el mundo, y ellos, a través de los años, se han guardado fidelidad (y han cumplido dignamente sus obligaciones como padres). Demos gracias también, queridos hermanos, por todos los beneficios que el Señor os ha concedido en vuestra vida de casados. Que Dios os conserve en el mutuo amor, para que tengáis cada vez más un mismo pensar y un mismo sentir.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

1Co 1, 4-8: En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado. “En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!” Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-5)

R.- Dichoso el que teme al Señor.

– Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Dichoso el que teme al Señor.

– Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Dichoso el que teme al Señor.

– Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos.

Dichoso el que teme al Señor.

INTERCAMBIO DE ANILLOS

– Acrecienta y santifica, Señor, el amor de tus servidores y, pues se entregaron mutuamente estos anillos en señal de fidelidad, haz que progresen en la gracia del sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

PRECES

Invoquemos la misericordia de Dios, Padre todopoderoso, que en su providente designio quiso que la historia de la salvación quedara significada en el amor, la fidelidad conyugal (y la fecundidad), y digámosle:

  1. Renueva, Señor, la fidelidad de tus servidores.

Padre santo, que hiciste de la unión conyugal un gran misterio referido a Cristo y a la Iglesia,

—derrama con largueza sobre estos servidores tuyos la plenitud de tu amor.

Padre santo, que eres llamado fiel, y que pides y premias la observancia de tu alianza, —llena de tus bendiciones a estos servidores tuyos, que recuerdan el aniversario anual de su matrimonio.

Tú que con el Hijo y el Espíritu Santo gozas eternamente de la plena unidad de vida y comunión de amor,

— haz que estos servidores tuyos recuerden siempre la alianza de amor que contrajeron en el matrimonio y la guarden con toda fidelidad.

Tú que, en tu providencia, dispones de tal modo los acontecimientos de la vida humana que llevas a tus fieles a participar del misterio de Cristo,

— haz que estos servidores tuyos, aceptando serenamente lo próspero y lo adverso, se esfuercen por unirse a Cristo y vivir sólo para él.

Tú que quisiste que el matrimonio fuera modelo de vida cristiana,

— haz que todos los esposos sean testigos en el mundo del misterio de amor de tu Hijo.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Te alabamos y te bendecimos, oh Dios, creador de todas las cosas, que al principio creaste al hombre y a la mujer para que formaran una unidad de vida y de amor; también te damos gracias, porque te dignaste bendecir la unión familiar de tus servidores N. y N., para que fuera imagen de la unión de Cristo con su Iglesia. Tú que los has mantenido unidos por el amor en sus penas y alegrías, míralos hoy con benevolencia; renueva constantemente su alianza nupcial, acrecienta su amor, fortalece su vínculo de paz, para que (junto con esta corona de hijos que los rodea) gocen siempre de tu bendición. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– Dios, Padre todopoderoso, os conceda su gozo.

– Amén.

– El Hijo unigénito de Dios os asista en las alegrías y en las tristezas.

– Amén.

– Conserve El Espíritu Santo alimente vuestras vidas con su amor.

-Amén.

– Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

– Amén.

O bien, si el ministro es un laico:

– Que Dios colme nuestra fe de alegría y de paz.

Que la paz de Cristo actúe de arbitro en nuestro corazón.

Que el Espíritu Santo derrame en nosotros sus dones.

– Amén.

Bendición de la madre después del parto

RITOS INICIALES

– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– Jesucristo, el Hijo de Dios, que por nuestra salvación se dignó nacer de la Virgen Madre, esté con todos vosotros.

– Y con tu espíritu.

– Queridos hermanos: La comunidad cristiana ha recibido ya con gran alegría al hijo que diste a luz. En su bautismo hemos rogado también por ti, para que, consciente del don recibido y de la responsabilidad que has contraído en la Iglesia, proclames, unida a la Virgen María, las grandezas del Señor. Ahora, llenos de alegría, deseamos unirnos a ti en la acción de gracias, invocando sobre ti la bendición de Dios.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

1S 1, 20-28: El Señor me ha concedido mi petición. “En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo: —Al Señor se lo pedí. Pasado un año, su marido Elcaná subió con toda la familia para hacer el sacrificio anual al Señor y cumplir la promesa. Ana se excusó para no subir, diciendo a su marido: —Cuando destete al niño, entonces lo llevaré para presentárselo al Señor y que se quede allí para siempre. Su marido Elcaná le respondió: —Haz lo que te parezca mejor; quédate hasta que lo destetes. Y que el Señor te conceda cumplir tu promesa. Ana se quedó en casa y crió a su hijo hasta que lo destetó. Entonces subió con él al templo del Señor, de Silo, llevando un novillo de tres años, una fanega de harina y un odre de vino.  Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Eli, diciendo: —Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti,  rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.» Después se postraron ante el Señor”.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-6a)

R.- Tus hijos, como renuevos de olivo.

– Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Tus hijos, como renuevos de olivo.

– Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Tus hijos, como renuevos de olivo.

– Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos.

Tus hijos, como renuevos de olivo.

ACCIÓN DE GRACIAS

Demos gracias al Señor por la nueva vida que ha florecido en esta familia, diciendo:

  1. Te damos gracias, Señor.

Por el niño que has dado felizmente a esta madre.

Te damos gracias, Señor.

Por la salud corporal de la que, gracias a ti, gozan la madre y su hijo.

Te damos gracias, Señor.

Por el bautismo recibido, que ha convertido el corazón de este niño en templo del Espíritu Santo.

Te damos gracias, Señor.

Por la serena alegría que, con este nacimiento, has infundido en el corazón de todos.

Te damos gracias, Señor.

Por todos los beneficios que tú nos otorgas sin cesar.

Te damos gracias, Señor.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Oh Dios, autor y protector de la vida humana, que has concedido a esta hija tuya el gozo de la maternidad, dígnate aceptar nuestra alabanza y escucha con bondad lo que te pedimos: que guardes de todo mal a la madre y a su hijo, que los acompañes siempre en el camino de esta vida y que, a su tiempo, los acojas en la felicidad de tu morada eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

O bien:

– Oh Dios, de quien desciende toda bendición y hacia quien sube la humilde súplica del que te bendice, concede a esta madre, ayudada por tu bendición, que se muestre agradecida contigo y tanto ella como su hijo se alegren siempre de tu protección.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– El Señor, Dios todopoderoso, que te ha concedido el gozo de la maternidad, se digne bendecirte, + para que, del mismo modo que le agradeces el don de este hijo, puedas disfrutar con él de la felicidad eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

O bien:

– Dios, fuente y origen de toda vida, te proteja con su bondad.

– Amén.

– Confirme tu fe, robustezca tu esperanza, aumente cada vez más tu caridad.

– Amén.

– Conserve a tu hijo, le dé la salud del cuerpo y la sabiduría del entendimiento.

-Amén.

– Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso,

Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

– Amén.

O bien, si el ministro es un laico:

– La misericordia de Dios Padre todopoderoso, la paz de su Hijo único Jesucristo, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo os proteja en la vida, para que, caminando a la luz de la fe, alcancéis los bienes prometidos.

Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros.

– Amén.

Bendición de la madre antes del parto

RITOS INICIALES

– En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

– Amén.

– Jesucristo, el Hijo de Dios, que se hizo hombre en el seno de la Virgen María, esté con todos vosotros.

– Y con tu espíritu.

– Queridos hermanos: Dios es el Señor de toda vida y es él quien determina la existencia de cada hombre y, con su providencia, dirige y conserva su vida.

Creemos que esto tiene aplicación sobre todo cuando se trata de una vida nacida de un matrimonio cristiano, vida que a su tiempo será enriquecida en el sacramento del bautismo con el don de la misma vida divina. Esto es lo que quiere expresar la bendición de la madre antes del parto, para que aguarde con fe y esperanza el momento del parto y, cooperando con el amor de Dios, ame ya desde ahora con afecto maternal al fruto que lleva en su seno.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Lc 1, 39-45: Saltó la criatura en el vientre. “Escuchad ahora, hermanos,

las palabras del santo Evangelio según san Lucas. Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zaca-rías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre y dijo a voz en grito: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Palabra del Señor.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 32 (33), 12 y 18. 20-21. 22)

R.- La misericordia del Señor llena la tierra.

– Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia.

La misericordia del Señor llena la tierra.

– Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.

La misericordia del Señor llena la tierra.

– Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La misericordia del Señor llena la tierra.

PRECES

Alabemos debidamente a Cristo, el Señor, fruto bendito del vientre de María, que por el misterio de su encarnación ha derramado en el mundo la gracia y la benevolencia, y digámosle:

  1. Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.

Tú que te dignaste hacerte hombre naciendo de una mujer, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.

Tú que no desdeñaste el seno de una madre, sino que quisiste que fueran proclamados dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.

Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.

Tú que en la Virgen María, bendita entre todas las mujeres, dignificaste a toda mujer.

Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.

Tú que en la Cruz diste como madre a la Iglesia a la misma que habías elegido por madre tuya.

Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.

Tú que fecundas a la Iglesia con nuevos hijos por el ministerio de las madres acrecentando la alegría y aumentando el gozo.

Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACIÓN DE BENDICIÓN

– Señor Dios, creador del género humano, cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo, quiso nacer de la Virgen María, para redimir y salvar a los hombres, librándolos de la deuda del antiguo pecado, atiende los deseos de esta hija tuya, que te suplica por el hijo que espera, y concédele un parto feliz; que su hijo se agregue a la comunidad de los fieles, te sirva en todo y alcance finalmente la vida eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

– Amén.

INVOCACIÓN A LA VIRGEN

– Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

CONCLUSIÓN DEL RITO

– Dios, fuente y origen de toda vida, te proteja con su bondad.

– Amén.

– Confirme tu fe, robustezca tu esperanza, aumente cada vez más tu caridad.

– Amén.

– En el momento del parto atienda tus súplicas y te ayude con su gracia.

– Amén.

– Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso,

Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

– Amén.

O bien, si el ministro es un laico:

– Oh Dios, que por el parto de la santísima Virgen María, anunció y comunicó al género humano el gozo de la salvación eterna, nos bendiga y nos guarde.

– Amén.

La enseñanza principal de la Sagrada Familia para tu sagrada familia

Dios debe ser el centro de toda la vida familiar

Evangelio según San Lucas 2,41-52.

Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los los hombres. 

El tiempo de Navidad nos ofrece todos los años la oportunidad de celebrar a la Sagrada Familia. Una fiesta hermosa que celebra también a toda familia humana, «sueño de Dios para su amada creación» (Papa Francisco).

Hoy se nos invita a contemplar el pasaje del Evangelio en el que Jesús, María y José se dirigen a Jerusalén con ocasión de la fiesta de la Pascua. En este rico episodio encontramos muchos elementos que iluminan nuestra propia vida y realidad familiar. De modo sencillo y breve intentaremos reseñar algunos de ellos. En primer lugar notemos que el Evangelio nos dice que José y María «iban todos los años a Jerusalén» y ese año lo hicieron llevando consigo a Jesús que ya tenía doce años. María y José son personas que valoran y siguen las costumbres y tradiciones de su pueblo. Observan la Ley, están enraizados en la historia y la vida del pueblo al que pertenecen y por sobre todo son personas religiosas (en el sentido más rico y auténtico del término). Eso no los hace ser cucufatos ni “enchapados a la antigua”. No se trata de eso.

De lo que se trata es de aprender a valorar en todo lo que tienen de bueno las tradiciones del pueblo y la cultura a la que pertenecemos y en la que nuestra familia vive. La identidad, la historia, las costumbres son una riqueza que da solidez a la vida familiar antes que un lastre que nos ata al pasado. En ese marco, la vivencia de las tradiciones religiosas cobran una particular importancia, como lo hemos vivido por ejemplo en estos días de Navidad.

Un segundo elemento surge de la pregunta: ¿Cómo se les pudo perder Jesús a María y a José? Con la conciencia que tenían —quizá no plena pero sí suficiente— de quién era Jesús, ¿cómo “dejaron” que se pierda? Varios autores espirituales comentan que en este tipo de viajes era costumbre que los niños hicieran el camino en compañía de parientes cercanos a la familia. Por eso se explica que María y José pudieron hacer un día de viaje y recién entonces darse cuenta de que Jesús no estaba con ellos. A sus doce años, Jesús gozaba de una sana libertad por parte de María y de José. Como padres de un niño que sabían era el hijo del Altísimo, seguramente le procuraron todos los cuidados posibles pero no cedieron a la tentación de tenerlo totalmente sobre protegido. Como madre, consciente de haber traído al mundo al esperado de los tiempos, María podría haber optado por nunca despegarse de su hijo, por no quitarle un ojo de encima ni un segundo. ¿Cómo arriesgar tan gran tesoro a ellos confiado? Y sin embargo, María arriesga. No para poner a Jesús en peligro sino para ofrecerle el espacio requerido para que crezca como persona. Y de José se puede decir algo semejante. ¡Qué responsabilidad la del padre adoptivo del Hijo de Dios! ¿No tenemos aquí una gran lección en relación a la educación de los hijos?

«Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados», le dice María a Jesús al encontrarlo en el Templo. ¡Qué angustia debieron haber sufrido! Difícil de imaginar. María y José vivieron —como todo papá y mamá— las angustias de ser padres. En este pasaje se nos relata una: pensaron haber perdido a su hijo. Y hay otros como el no haber encontrado un sitio digno para que María dé a luz al Niño; o la huida a Egipto por la amenaza a la vida del recién nacido. ¿Cuántas otras habrán tenido que no han sido recogidas en el Evangelio?

La Familia de Nazaret, aquella escogida por Dios mismo para nazca su Hijo, no se libró de las dificultades, angustias, carencias y dolores que toda familia experimenta. José y María conocieron muy bien esas circunstancias y eso debe ser un aliento para comprender con ojos de fe las dificultades que nos tocan vivir, para confiar en Dios y para pedirles a ellos que nos ayuden. Todo padre en dificultades puede rezarle a José sabiendo que él también fue curtido en ellas; toda madre puede dirigirse a María confiando en que Ella vivió sus propias penurias y sabrá entenderla y hacer todo lo posible por ayudarla.

Finalmente, la Sagrada Familia nos enseña en las palabras de un Niño de doce años la lección quizá más importante de todas: Dios debe ser el centro de toda la vida familiar. Y lo será cuando sea también el centro de la vida personal del padre, de la madre y de los hijos. Quizá esa sea una de las tareas más difíciles en las que los padres tienen que educar a sus hijos. Aprovechemos la celebración de esta fiesta de la familia para hacer lo que nos enseña María: meditar y conservar la Palabra de Dios de modo que el Niño Jesús vaya creciendo en estatura y gracia también en nuestro corazón y seamos así cada vez más semejantes a Él. Ello, sin duda, redundará en beneficio de nuestra vida familiar.

El autor de esta reflexión es el teólogo Ignacio Blanco, quien con mucha generosidad ha aceptado participar en Catholic-Link enviándonos esta Lectio para nuestra oración dominical. Ignacio publica sus reflexiones dominicales en el portal Mi vida en Xto, que ofrece recursos diarios para la oración personal.

La familia en el plan de Dios

La familia es ese lugar querido por Dios para cada persona, donde pueda desarrollarse en un ambiente de amor, de aceptación, cariño y confianza

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor.

Y, el hombre al amar responsablemente, establece un compromiso de amor al casarse. Los nuevos esposos se comprometen a ayudarse mutuamente, a buscar el bien de los dos, y a procrear y educar a los hijos.

Este es el origen de la familia. Esa comunidad de amor, formada libremente por el consentimiento de los esposos, donde todos sus integrantes crecerán como personas, y se ayudarán entre todos a alcanzar su fin último, la salvación eterna.

Recordemos, también, que Dios ha creado al hombre para que día a día crezca como persona, sea mejor, se desarrolle. y, ¿cuál será el mejor lugar para que el hombre desde que nace, crezca? ¿Cuál será ese gimnasio donde se ejercite naturalmente como persona? ¿Acaso no es la familia? Sí. Indudablemente, la familia es ese lugar querido por Dios para cada persona, donde pueda desarrollarse en un ambiente de amor, de aceptación, cariño y confianza. Será ese lugar donde aprenda a amar a los demás, a compartir, a conocer a Dios.

Ya en la naturaleza vemos cómo los animales cuidan a sus cachorros, los protegen, los alimentan: los leones, durante los dos primeros años de vida requieren a sus padres para subsistir. Poco a poco, la leona los va enseñando a cazar, a cuidarse de sus enemigos. Así, llegado el día, el cachorro, convertido en león, podrá vivir por sí mismo.

Si Dios ha dotado a los animales de una familia donde aprendan a vivir según su especie, ¿no habrá dotado al hombre, a quien ha creado a su imagen y semejanza por amor, de un lugar donde aprenda a vivir como persona, a vivir de acuerdo a su fin último? Ese lugar es la familia, comunidad de amor donde el hombre crece y aprende a vivir como hijo de Dios.

Así pues, la familia se origina cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio y se complementa y crece, al llegar los hijos. Cuando éstos nacen, se inicia la gran responsabilidad de los papás para educarlos como personas que han de crecer, tanto físicamente, como humanamente. Sí, los hijos nacen necesitados de todo. Los papás, poco a poco, se irán esforzando para que sus hijos tengan todo lo necesario: alimentación, casa, vestido, estudios, recreación. Pero, sobre todo, les proporcionarán su amor y cariño para que ellos crezcan día a día y sean mejores personas. Se esforzarán para que aprendan a ser responsables, colaboradores, generosos, honestos, laboriosos, honrados, fieles, amigables, ordenados, a tomar buenas decisiones, a hacer buen uso de su libertad,… Cuidarán, además que ellos se acerquen a Dios, que se preocupen desde pequeños en amar al Señor, a vivir como sus hijos, que deseen alcanzar su salvación eterna.

Dios nos ha dado a la familia como la mejor escuela de crecimiento como personas. En su Providencia Divina nos la ha dado. Ha querido a la familia como ese lugar donde todos sus miembros se ejerciten y robustezcan como personas. Pues Él ama a cada persona y busca para cada uno lo mejor. ¡Qué gran responsabilidad tienen los padres de familia con sus hijos!. ¡Qué gran responsabilidad tienen los esposos con ellos mismos!.

¿Qué serán los miembros de la familia en el futuro? Serán lo que con cariño y amor hayan crecido.
Podemos tomar como ejemplo, la Sagrada Familia: San José, la Santísima Virgen María y Jesús. Como hombre, ésta fue la familia donde creció Jesús. Ahí aprendió y se formó.

Papa Francisco escribe una carta a los matrimonios de todo el mundo

Photo by Filippo MONTEFORTE / AFP

El papa Francisco ha enviado un mensaje de esperanza a los matrimonios ante los tiempos difíciles de la pandemia en la Fiesta de la Santa Familia de Nazaret. 

«Los numerosos desafíos no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros.

Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!”

Asimismo recordó a los esposos su fecundidad en la sociedad y cómo ejemplo para los jóvenes  también con motivo del Año “Familia Amoris Laetitia”, instituido por el Papa Francisco en el quinto aniversario de su exhortación apostólica post-sinodal. 

La misiva publicada este domingo, 26 de diciembre, evoca la alegría del amor en la familia, en el año dedicado a la familia, que se abrió el 19 de marzo de 2021 y concluirá el 26 de junio de 2022 con el X Encuentro Mundial de la Familia en Roma.

Los hijos son un regalo 

El papa Francisco ha enviado una carta a los matrimonios en la que dice que los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. 

Los hijos “están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza”. Por ello, remarcó la importancia de la paternidad y la maternidad. 

Invitó a los matrimonios a ser generativos “para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios. “Este descubrimiento puede dar a sus hijos la fe y la capacidad de confiar en Dios”. 

La pandemia y las dificultades 

Durante la pandemia, el Papa dijo tener siempre presente a las familias “con humildad, cariño y acogida a cada persona, a cada matrimonio y a cada familia en las situaciones que estén experimentando”. 

En la Fiesta de la Sagrada Familia invita a mirar hacia Nazaret. “Que san José inspire en todas las familias la valentía creativa, tan necesaria en este cambio de época que estamos viviendo”. 

En este sentido, rezó para que “nuestra Señora acompañe en sus matrimonios la gestación de la “cultura del encuentro”, tan urgente para superar las adversidades y oposiciones que oscurecen nuestro tiempo”. 

Salir por amor 

El Papa cita las palabras con las cuales el Señor llama a Abrahán a salir “hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará (cf. Gn 12,1).”

Recuerda que asimismo se trata de salir de la “incertidumbre, la soledad, la pérdida de seres queridos” que muchas familias han sufrido. 

Algo que les ha impulsado “a salir” de las “seguridades, de nuestros espacios de “control”. 

La pandemia ha obligado a salir “de nuestras propias maneras de hacer las cosas, de nuestras apetencias, para atender no sólo al bien de la propia familia, sino además al de la sociedad, que también depende de nuestros comportamientos personales”.

El matrimonio

En su mensaje a los matrimonios pide mantener la relación con Dios que “nos acompaña y nos moviliza como personas y, en última instancia, nos ayuda a “salir de nuestra tierra”. 

Igualmente ha manifestado que “Dios está en nosotros, con nosotros y entre nosotros: en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o estudio, en la ciudad que habitamos.” 

Salir para ir a la tierra prometida del amor, “sintiendo la llamada al amor conyugal”, esto es entregarse al “otro sin reservas”. 

“Así, ya el noviazgo implica salir de la propia tierra, porque supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio”, expresó. 

El amor en las distintas situaciones de la vida. El Papa recuerda el paso de “los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades”, todas circunstancias que ayudan a los esposos a salir de las “zonas de confort”. 

¡No están solos!”. 

Lo anterior para salir “hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. 

Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!”. 

El Papa habló del testimonio de los esposos: “Sepan que sus hijos los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable.”, 

«¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!».

“Los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. Están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza”, añadió el Papa. 

Perdón 

El Papa reconoció en el mensaje a los matrimonios que “la ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento”. 

“Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están junto. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos”. 

El Obispo de Roma explica que el perdón sana toda herida. “Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que

Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él”.

San Esteban, el primer cristiano en dar la vida para testimoniar la fe en Cristo

Esteban vivió en Jerusalén y fue el primero de los siete diáconos elegidos por la comunidad cristiana para ayudar a los apóstoles en el ministerio de la fe.

La única fuente de información la podemos encontrar en los Hechos de los Apóstoles. En Hechos 6, 5-6 vemos su llamado al servicio caritativo de los discípulos como diácono y en su martirio

Lo más importante es que, además de los servicios caritativos, Esteban desempeña también una tarea de evangelización entre sus compatriotas, los «helenistas», presentando en el nombre de Jesús una nueva interpretación de Moisés y de la misma Ley de Dios, relee el Antiguo Testamento a la luz del anuncio de la muerte y de la resurrección de Jesús. Esto provoca la antipatía de los judíos que interpretaron sus palabras como blasfemia y por eso fue condenado a la lapidación. (Hechos 6, 11-14)

Al asesinato de Esteban,  primer mártir de Cristo (protomártir), le siguió una persecución local contra los discípulos de Jesús, esta persecución es considerada la primera en la historia de la Iglesia.

Patronazgo

San Esteban es patrono de los diáconos y de las ciudades de Serbia, Biella y Menorca

Lugares de culto

El lugar del martirio de Esteban, en Jerusalén, se sitúa tradicionalmente algo más afuera de la Puerta de Damasco, en el norte, donde ahora se encuentra precisamente la iglesia de Saint- Étienne. Después del descubrimiento del cuerpo de San Esteban en Jerusalén, en 415, comenzaron a ocurrir milagros en sus lugares de culto. En Ancona (Italia) es muy venerada su reliquia que llegó a la ciudad por  un marinero que habría sido testigo de la lapidación. Otro lugar de culto importante se encuentra en: Uzala, cerca de la actual Túnez.

Curiosidades

El 3 de agosto se recuerda la invención de San Esteban, el primer mártir (protomártir) de la Iglesia. El Códice de Athos le considera santo desde su cuna. Al parecer, el diablo aprovechó que la niñera estaba distraída para llevárselo y dejar en su lugar a un bebé diablo. El niño Esteban estaba tan bendecido, que los diablos no pudieron llevárselo al infierno y lo abandonaron a la puerta de un judío llamado Julián, que lo educó santamente.

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La invención de San Esteban

Artísticamente es representado con piedras y la palma del martirio. La iconografía de las iglesias orientales le muestra como un hombre joven, sin barba, con una tonsura, llevando ropas de diácono y, a menudo, sosteniendo una pequeña iglesia.

Oración

Dichoso tú, San Esteban: que por proclamar tu amor a Cristo en la tierra te fuiste a acompañarlo a Él en el cielo. Haz que seamos muchos, muchísimos los que con  nuestras palabras y buenas obras nos declaremos  amigos y seguidores de Jesús en esta vida y  seamos sus compañeros en el gozo eterno del Paraíso.

Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

El Papa: Hablen en familia, sin aislarse con los teléfonos móviles

Antoine Mekary | ALETEIA

La Sagrada Familia es un ejemplo para salir de la dictadura del “yo”. Dejar de “aislamos», hablar más en la mesa, en familia.

“Es peligroso cuando, en lugar de escucharnos, nos culpamos de nuestros errores”. El Papa Francisco indicó hoy que se aprende ser una familia cada día, sin recetas preconcebidas y advirtió: “Es peligroso cuando, en lugar de hablar, nos aislamos con nuestros teléfonos móviles”. Lo dijo este domingo, 26 de diciembre de 2021, en la oración del Ángelus. La Sagrada Familia es un ejemplo para salir de la dictadura del “yo”. Dejar de “aislamos con nuestros teléfonos móviles”. El Papa dijo que la violencia física y moral rompe la familia.

Asomado en la Plaza de San Pedro, el Papa celebró la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. 

“Dios eligió a una familia humilde y sencilla para venir entre nosotros. Detengámonos a contemplar con asombro la belleza de este misterio, destacando dos aspectos concretos para nuestras familias.”, dijo.  

Por ello, sostuvo que “la familia es la historia de la que provenimos”. No hay familias perfectas, esas de las imágenes sagradas. El Papa invitó a hablar mucho, dialogar en la mesa, involucrando a los abuelos, los hijos, etc. 

“Es hermoso ver a Jesús insertado en la red de afectos familiares, naciendo y creciendo en el abrazo y la preocupación de los suyos”. 

Entonces, el Papa sostuvo que para nosotros es importante pensar que  “venimos de una historia entretejida de lazos de amor” , y “no tanto de los bienes materiales que hemos disfrutado, sino del amor que hemos recibido”. 

“Puede que no hayamos nacido en una familia excepcional y sin problemas, pero es nuestra historia, son nuestras raíces: ¡si las cortamos, la vida se seca! 

El Pontífice explicó que nuestra historia familiar, cualquiera que ella sea, es motivo de agradecimiento aDios. “Démosle las gracias y recemos por nuestras familias. Dios piensa en nosotros y quiere que estemos juntos: agradecidos, unidos, capaces de proteger nuestras raíces”. 

No todo va siempre bien en la familia 

El Papa admitió que hasta en “la Sagrada Familia no todo va bien: hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento”. 

Por eso, dijo que “aprendemos a ser una familia cada día”. También la Sagrada aprende en el camino a cuidar al pequeño Jesús 

Y recordó que “María y José pierden a Jesús y lo buscan angustiados, y lo encuentran después de tres días”. 

“Y cuando, sentado entre los maestros del Templo, responde que debe atender los asuntos de su Padre, no lo entienden”. 

María y José, como todos los padres,  “necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo.”

“Así es también para nosotros: cada día, en la familia, hay que aprender a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades. 

Es el reto diario, y se gana con la actitud adecuada, con pequeñas atenciones, con gestos sencillos, cuidando los detalles de nuestras relaciones”, añadió. 

Fijémonos en María y José 

El Papa invitó a fijarnos en María para “preservar la armonía en la familia”, dado que “hay que luchar contra la dictadura del «yo». 

“Es peligroso cuando, en lugar de escucharnos, nos culpamos de nuestros errores; cuando, en lugar de preocuparnos por los demás, nos centramos en nuestras propias necesidades; cuando, en lugar de hablar, nos aislamos con nuestros teléfonos móviles; cuando nos acusamos unos a otros, repitiendo siempre las mismas frases, escenificando una obra de teatro ya vista en la que cada uno quiere tener razón y al final hay un frío silencio. Repito un consejo: por la noche, después de todo, hagan las paces. 

Nunca vayan a dormir sin haber hecho las paces, porque si no al día siguiente habrá una «guerra fría». ¡Cuántas veces, por desgracia, nacen conflictos dentro de las paredes del hogar como resultado de silencios demasiado largos y egoísmos no curados! 

A veces incluso se llega a la violencia física y moral. Esto rompe la armonía y mata a la familia. Pasemos del «yo» al «tú». Y cada día, por favor, recen un poco juntos, para pedir a Dios el don de la paz. ¡Y comprometámonos todos -padres, hijos, Iglesia, sociedad civil- a apoyar, defender y proteger la familia! 

Que la Virgen María, esposa de José y madre de Jesús, proteja a nuestras familias”, concluyó el Papa. 

Invierno demográfico

Después del Ángelus, el Papa Francisco ha recordado que hoy ha dejado un regalo para las familias: Una carta que habla de amor de pareja, el dono de los hijos. Precisamente, el Papa dijo que es una tragedia en Italia y en muchos países de Europa: «El invierno demográfico». Un mal que dijo va contra la patria, la alegría y la esperanza en el futuro.


Estimados hermanos y hermanas:

En medio de las grandes solemnidades de Navidad, fin de año y Reyes encontramos, en la octava, la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, que este año se celebra en domingo, memoria de San Juan Evangelista.

San José Manyanet, peregrino y devoto de Montserrat, decía: «Hacer del mundo una familia, y cada Familia un Nazaret». La fiesta de hoy nos invita a todos nosotros a contemplar la vida interior, doméstica y casera, de la pequeña y gran Familia de Jesús, que vivía en Nazaret, en una sencilla aldea, un lugar pequeñísimo, de la región de la Galilea, totalmente desconocido en el Antiguo Testamento, ignorado en el Talmud Judío, y que el historiador romano Flavio José desconocía totalmente. Una localidad remota que el propio Apóstol Natanael (conocido como Bartolomé) exclamó: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46). O como decían los fariseos: “¡De Galilea no sale ninguno de los Profetas!” (Jn 7,52). Es en este pequeño pueblecito donde Jesús vivía, con sus padres, una vida retirada, normal, de trabajo, estudio, gozo y fiesta, de contemplación y silencio. Nos dice el evangelista san Lucas que hemos oído hoy: “La Familia volvió a Galilea, a su pueblo de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía lleno de entendimiento”. «Les era obediente, progresaba en sabiduría y aumentaba en gracia tanto delante de Dios como delante de los hombres». (Lc 2, 39-52). Jesús era reconocido como Nazareno por su origen familiar, para que así se cumpliera el oráculo de los profetas: “¡Le llamarán Nazareno!” (Mt 2,23). Es sobre estas venerables ruinas, bien fundamentadas, de esta pequeña casa-cueva, que los primeros cristianos construyeron rápidamente una primitiva Iglesia, que destruida, derribada, reedificada y restaurada más de seis veces es hoy en día la gran Basílica de la Anunciación de Nazaret.

El Papa San Pablo VI. en su determinante viaje a Tierra Santa de 1964, una visita histórica que todavía hoy permanece viva y actual, decía: “Nazaret es la escuela donde se empieza a entender la vida de Jesús, es la (casa) donde se inicia el conocimiento del Evangelio. Aquí aprendemos a observar, escuchar, meditar, penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde, y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí en Nazaret se aprende, incluso, quizá de forma casi insensible, a imitar su vida Familiar”.

 Estamos vivimos un tiempo marcado por la dolorosa pandemia, que desgraciadamente se resiste a marchar de nuestro pequeño planeta y, por desgracia, hemos tenido que aprender a convivir con ella desde el comienzo de la Cuaresma pasada. Mascarillas que no nos dejan ver la expresividad del rostro, obligados a mantener las distancias sociales, los líquidos desinfectantes, aislamiento total, burbuja familiar, aforo, nuevos gestos para saludarnos, teletrabajo, y dicha nueva normalidad… Sufrimos unas restricciones laborales muy fuertes motivadas sobre todo por el Coronavirus, falta de movimientos, de trabajo, de relaciones interpersonales y sociales, así como la pérdida de familiares queridos sin poder acompañarles y hacer un duelo cristiano; pensamos ahora, sobre todo, en residencias y hospitales. Todo esto nos era totalmente impensable… ¡y no hace, ni siquiera, un año!

El confinamiento general o parcial, motivado por el Covid-19, ha supuesto un ritmo de vida familiar mucho más interior, más casero. Una forma diferente de vivir: las horas, días y semanas reducidos dentro de un pequeño hogar o residencia. Para muchas casas ha sido un tiempo de fortalecimiento de los lazos matrimoniales y familiares, de vivir un período de comunión, de obligación familiar y de libertad. Una Escuela de perdón que nunca es fácil, donde cada miembro de la familia tiene su responsabilidad. Una presencia de amor cristiano generoso, gratuito y vivo. Una pequeña Iglesia doméstica con las virtudes de la casa de Nazaret.

Desgraciadamente, para muchos otros hogares ha sido un tiempo de ruptura definitiva y como siempre los más perjudicados son los hijos pequeños que con su silencio manifiestan, calladamente, su triste dolor. Todo matrimonio es dar, pero también recibir y compartir, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad todos los días de la vida.

Hay otro grupo, muy grande, de familias que viven uno: “Statu quo” de facto; un aislamiento personal, con unas fronteras invisibles pero palpables. Un poderoso individualismo de mi «yo personal». Un significativo silencio, fomentado sobre todo con las nuevas tecnologías. Uno soportamos y te soportaré. Todos recordamos perfectamente los días negros, de niebla, de mal, pero ¿nos cuesta mucho revivir, de repensar los días de gozo y de alegría? La fiesta de hoy es una pequeña invitación a romper el hielo, a hablar y fomentar lo que nos une y no lo que nos divide, a vivir con dignidad según el modelo de la familia de Nazaret. Como nos dice San Benito: «Hacer las paces antes de la puesta del sol con quien se haya reñido» y «lo que no quieras para ti, no lo hagas a nadie» (capítulos IV y LXX).

Como decía el Papa Benedicto XVI en la dedicación de la Basílica de la Sagrada  «Hacer del mundo una familia, y cada familia un Nazaret» (San José Manyanet).