BIENVENIDOS AL HOMENAJE A LA VERGE -VIRGEN- DE MONSERRAT

Hechos de los Apóstoles 1:12-14 – Efesios 1:3-6.11-12 – Lucas 1:39-47

Hermanos y hermanas queridos, los pocos que estáis en la basílica y los muchos que, en esta fiesta tan nuestra de la Virgen de Montserrat, se unen a esta celebración a través de los medios de comunicación:

Acabamos de escuchar, en el evangelio, el encuentro de dos madres, María y Isabel, y el de dos niños, Jesús y Juan Bautista, que ellas llevan en su seno como don gratuito de Dios a favor de la humanidad.

En la visitación, María impulsada, por el Espíritu Santo, va decididamente a encontrar a su prima Isabel para ayudarla en el nacimiento del hijo que ha concebido por don de Dios a sus vejez. María lleva la presencia de Jesús hospedado en sus entrañas, el gozo de la fe y el amor que mueve a servir. Entonces, en la montaña de Judá, resuena la alabanza a María hecha por Isabel llena del Espíritu Santo: eres bendita entre todas las mujeres y es bendito el fruto de tus entrañas […]. ¡Feliz tú que has creído!. Y resuena también la alabanza de María dirigida a Dios: mi alma magnifica al Señor, mi espíritu celebra a Dios que me salva. María, consciente de su pequeñez, canta primero su gratitud personal por los dones que ha recibido y por la vocación a ser madre del Mesías, el Hijo de Dios. Y en segundo lugar, canta también el agradecimiento de todo el pueblo de Dios por el cumplimiento de las promesas hechas con motivo de la Alianza.

Son unas alabanzas a Dios y a María que siguen resonando desde hace siglos en nuestra montaña de Montserrat, por parte de los monjes, de los monaguillos y de los peregrinos. Ciertamente, existe una fuerte continuidad espiritual entre la visitación de María a Isabel y la experiencia de fe que se vive en Montserrat. Los monjes cuando vinimos para llamar a las puertas del monasterio y los peregrinos de todas partes cuando suben a esta montaña a visitar a la Virgen, la proclamamos feliz porque ha creído, le decimos bienaventurada por los dones que ha recibido y sobre todo por haber sido escogida como Madre de Jesucristo y le agradecemos el patronaje sobre nuestro pueblo. Los peregrinos suben a abrirle el corazón, a darle gracias, a pedir su intercesión. Aquí ocurre una visitación perenne. Monjes y peregrinos venimos a visitar a la Virgen María en esta montaña que la providencia de Dios se ha escogido, donde le ha hecho un palacio –como dice Verdaguer- con las “colinas vestidas de romero” (cfr. Virolai). Pero en el fondo somos nosotros que somos visitados por ella, que recibimos su ayuda, su servicio. Antes de que traspasamos el umbral de esta basílica, ella ya nos ha visto y nos acoge.

 

 

Con una gran finura espiritual, la liturgia bizantina dice que María “seca las lágrimas de Eva” (cf. Himno Acatista, estancia 1). Las lágrimas de Eva son provocadas por el arrepentimiento por la desobediencia a la voluntad de Dios con el pecado, por la pesadez de la vida fuera del paraíso, por la violencia entre sus descendientes, por la muerte. Y María seca, también, las lágrimas de los hijos de Eva que “gemimos y lloramos en este valle de lágrimas”, como dice nuestra Salve. De manera particular estos días de pandemia, María seca las lágrimas caudadas por la muerte, por el sufrimiento, por la angustia y por el miedo, por la soledad, por la impotencia de no poder ayudar más y salvar más vidas; las lágrimas causadas por falta de recursos de subsistencia, por la pérdida del trabajo, por la marginación. María gira hacia nosotros “sus ojos tan misericordiosos” y nos presenta a Jesucristo (cf. Salve Regina) que con su Palabra cura las heridas de nuestro corazón, nos consuela, nos da pautas por un comportamiento solidario, nos salva y nos adentra en el misterio de la cruz y de la resurrección inherente a toda vida cristiana.

SOMOS

templos del Espíritu, por eso nuestra relación con los demás debería reproducir siempre el contenido espiritual de la visitación. Como María debemos llevar la presencia de Jesucristo, la alegría de la fe y el amor que mueve a servir. Esto significa hacernos portadores de paz, de gozo, de ayuda solidaria. El espíritu de la Nosotros somos portadores de Cristo desde el bautismo y somos visitación, que nos propone la solemnidad de la Virgen de Montserrat, por tanto, debe hacernos superar la dialéctica de amigo y enemigo que en estos últimos tiempos se ha ido infiltrando en las controversias sociales y políticas como herramienta para avalar a quienes coinciden con las propias ideas ya la vez para significar y blasmar a quienes piensan diferente. El cristiano, identificado por el bautismo como está con Jesucristo, no puede entrar en esta dialéctica, sino que debe contraponer el ideal del amor, del respeto, del compromiso y del servicio.

Este ideal del amor nos lleva, durante la pandemia, a orar por los difuntos y sus familiares, a favorecer la solidaridad y el trabajo abnegado para apoyar a quienes sufren y para sostener según nuestras posibilidades a quienes luchan por superar la situación actual. Pero, pensando, también, en las consecuencias económicas y sociales que nos dejará esta crisis, los cristianos, Espíritu de la visitación y en la medida de nuestras posibilidades, debemos colaborar en construir unos modelos económicos que vayan más allá de buscar sólo la ganancia y el crecimiento, debemos afanar por garantizar la sostenibilidad en el medio ambiente y por la cohesión social procurando evitar descartar a nadie. Nuestra sociedad, también a nivel político, sólo tendrá futuro si entre todos buscamos el bien común. Estamos viendo cómo la crisis de la pandemia cuestiona el afán de poseer bienes materiales, sacude las seguridades que nos habíamos hecho, y hace más viva la preocupación por vivir. Mientras procuramos construir esta nueva manera de entender la vida, que arraiga en la palabra del Evangelio, debemos ayudar a los demás a ir más allá de las necesidades materiales y abrirse a lo que puede saciar espiritualmente el corazón, aquello que ofrece un consuelo real, y una esperanza cierta de poder superar la precariedad humana con la salvación que Jesucristo nos ofrece.

Puede parecer una tarea ingente y difícil en el contexto de nuestro mundo. Pero hemos visto cómo en este tiempo de crisis ha surgido espontánea la generosidad y la solidaridad de muchísimas personas, empapada de humanidad y de amor. Hemos visto cómo hay mayor bondad que maldad. Y el don del Espíritu, que trae novedad todos los días, puede suscitar un nuevo dinamismo de solidaridad y de amor.

Que Santa María, que desde esta montaña de Montserrat vela por el pueblo que tiene confiado, siga siendo madre de consuelo y de esperanza, solícita a llevarnos a Jesucristo y protectora de nuestra vida eclesial y social en estos momentos difíciles. Por eso, especialmente estos días de confinamiento, dejamos que Santa María nos visite espiritualmente en nuestros hogares y lleve allí la alegría, la paz y el espíritu de servicio que llevó a casa de Isabel.

1 Misa del Alba Montserrat, 27 de abril de 2023

No es fácil el camino, sino pesado; el paso es lento para quien peregrina, el aliento se va y la mano se agarra al brezo. Es el alma que ordena y dice: ¡Camina! Camina por los difíciles senderos Deja pedazos de carne en la aulaga, Come al pan ácimo de tus desconsuelos Hasta la paz que Montserrat esconde. junto las piedras mansas al amanecer, con roentor de fuego en el cenit de este sol que os coló el rostro, brumosas cuando Poniente viene despacio y resquebraja el fruto dulce del Padre Nuestro… Madre de amor, como a Cafarnaümel Cristo eterno les pues aquí prodiga, tú lo traed y nos dé la luz para convertir en hosannes la fatiga de tantos combates inútiles, tantos miedos de tantas desgracias de la vida, de tantas angustias tenebrores de tantas falsedades que han quebrado. Llevamos al corazón hasta lo alto de la cima buscando vuestra mirada que aconhorta, la piel de los sueños a vuestros pies abrimos para muestra la vieja vida muerta; para enseñar la fiebre de la nada, yacente en nuestras manos como una ofrenda, para estrenar en los labios un nuevo beso que es como un trago de llantos de alma llena. Manuel Ibáñez De la Corona literaria de 1947

Misa del Alba

Celebrante: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Que la paz y el amor de Jesús resucitado, que llenó de gozo y de alegría a la Madre del Señor y sus discípulos, sean con todos vosotros.

Acto penitencial

Tú, que al redimir al hombre nos habéis dado a María por Madre: Señor, ten piedad. Tú, que habéis proclamado afortunados a los que guardan la Palabra de Dios: Cristo, ten piedad. Gloria a Dios en lo alto del cielo

Colecta

Oh Dios, fuente y origen de todo bien, usted que glorifique con un culto insigne la montaña escogida en honor de la Madre de tu Hijo, haga que, ayudados por la intercesión de la Inmaculada Virgen María, llegamos con seguridad a aquella montaña santa que es Cristo. Él, que vive y reina.

Lectura primera Todos, unánimemente, asistían a las horas de oración con María, la madre de Jesús Lectura de los Hechos de los Apóstoles como Jesús era llevado al cielo, los apóstoles volvieron a Jerusalén desde la montaña de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, a la distancia que estaba permitido recorrer durante el reposo del sábado. Entraron a la ciudad y subieron a la sala donde se alojaban. Eran Pedro, Juan, Jaime, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jaime, hijo de Alfeo, Simón, Celador, y Judas, hijo de Jaime. Todos, unánimemente, asistían sin falta a las horas de oración, con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y sus parientes.

Salmo responsorial 86,1-2.3-4.5.6-7 (R.: 1a)

Adaptación de la melodía de Imperayritz del Libro Rojo de Montserrat por Eduard Vila

7 Lectura segunda

Dios nos eligió en Cristo antes de crear el mundo

Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso 1,3-6.11-12

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con todo tipo de bendiciones espirituales en lo alto del cielo; nos eligió en él antes de crear el mundo, para que fuéramos santos, irreprensibles a sus ojos. Por amor nos destinó a ser hijos suyos por Jesucristo, según su benévola decisión, que da alabanza a la grandeza de los favores que nos ha concedido en su Amado. En él hemos recibido nuestra parte en la herencia. Nos había destinado el designio de quien todo lo lleva a cabo de acuerdo con la decisión de su voluntad. Quería que fuéramos alabanza de su grandeza, nosotros que desde el principio tenemos puesta en Cristo nuestra esperanza.

Aleluya Jdt 15,10

Tú eres la gloria de Jerusalén, el orgullo de Israel, el honor de nuestro pueblo. tú que has creído

Lectura del evangelio según san Lucas 1,39-56 En aquellos días, María se fue decididamente a la montaña, en la provincia de Judá, entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel sintió el saludo de María el niño saltó dentro de sus entrañas y Isabel, llena del Espíritu Santo, gritó con todas sus fuerzas: «Eres bendecida entre todas las mujeres y es bendito el fruto de tus entrañas . ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Mira: en cuanto he oído tu saludo, el niño ha saltado de entusiasmo en mis entrañas. ¡Feliz tú que has creído! Lo que el Señor te ha hecho saber, se cumplirá». María dijo: «Mi alma magnifica al Señor, mi espíritu celebra a Dios que me salva».

8 Homilía

Ante la Imagen de la Moreneta se ha repetido muchas veces el milagro del c eco de naciente que un día hizo Jesús en Jerusalén. Aquí en la montaña del Señor, por intercesión de su Madre, han abierto los ojos a la fe muchos peregrinos, e incluso quienes se consideraban simplemente visitantes. Aquí María les ha infundido confianza, han llorado ante ella su desgraciadamente, le han dejado a sus pies sus anhelos y preocupaciones y, por respuesta han encontrado el consuelo y la fuerza de la bendición de su Hijo amado Jesucristo. También hoy, en la celebración de la fe, podemos sentir la bendición de Cristo nos lleva a revivir aquella confianza de sabernos amados desde siempre por Él. Con María podemos bendecir al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con todo tipo de bendiciones espirituales en lo alto del cielo; el saludo del ángel a María sigue repitiéndose en cada persona que se reconcilia con Dios y con los hermanos: «Alegrado porque estás lleno de gracia, el Señor está contigo». La gracia del sacramento de la Reconciliación, aunque no borra las consecuencias negativas del pecado contra las que hace falta trabajo, nos devuelve la belleza original y nos da la fuerza necesaria para vivir como hijos de Dios; Dios no se rinde ante nuestras infidelidades y nos atrae siempre de nuevo a Él porque nos eligió en Jesús antes de crear el mundo, para que fuéramos santos, irreprensibles a sus ojos. Y esta elección hace que podamos creer sobre nosotros las palabras que dirigió al Hijo en la montaña del Tabor, hoy en esta otra montaña santa que es Montserrat, frente a la Santa Imagen, con la mano de Dios representada sobre la cúpula y el Espíritu Santo en forma de paloma sobre nuestra cabeza: Tú eres mi amado, mi elegido en quien tengo puesta mi complacencia. Cristo y María nunca defraudaron esta voz, por eso Cristo intercede

9 por nosotros y escucha la súplica de su Madre a favor de los pecadores. Él ha llevado a cabo la voluntad del Padre que nos había destinado desde siempre a ser hijos suyos por Jesucristo. La benévola decisión de Dios, da alabanza a la grandeza de los favores que ha concedido en su Amado a todos los hombres liberándonos de las tinieblas, como el ciego de nacimiento, y llevarnos al Reino de su Hijo amado como los primeros discípulos.Como ellos alrededor de María en el Cenáculo, oremos y alabamos al Señor seguros de que nos dará su Espíritu. Cómo sabremos si lo recibimos, porque como a María ya los discípulos nos llevará a comunicando la presencia de Dios de palabra y de obra; de palabra alabando al Señor como María en su Magníficat, de obra también como ella atendiendo a aquel que más nos necesita. Alabanza y caridad van siempre justas, son como las dos manos del espíritu que acarician y sostienen la vida humana. Que la solemnidad de Nuestra Señora de Montserrat que estamos celebrando nos ayude a ser más conscientes de la elección de Dios, que nos conceda el don de ese ciego de nacimiento del evangelio, a nosotros que ya vemos por la fe tenemos puesta en Cristo, nos haga caer las cataratas de aquellos pecados que no damos importancia y nos van apagando la luz gozosa de la fe casi sin darnos cuenta. La piedad y la oración son remedio para este mal. Como el poeta deseamos más que mirar o admirar a María verla en su realidad más bella que es la de discípulo amada de Jesús; deseamos abrir nuestro corazón a la luz de Cristo que resplandece tan netamente en ella; acercándonos a ella como quien se acerca a un rosal florido podemos aspirar el perfume intenso de su oración que nos enseña a decir siempre sí a Dios.

10 Oración de los Fieles

Agradecemos, con María, los dones de Dios y oremos con confianza al Señor. Podéis responder: Por intercesión de Santa María, Señor, escúchanos. todo pecado sus miembros y aumente el número de los bautizados en Cristo. lengua. Poniendo ante el Señor la devoción y el compromiso de todos los cofrades, pedimos la bendición por la romería de este año a Roma con motivo de los 800 años de la Institución de la Cofradía. Abiertos al mundo que nos rodea, recordémonos de quienes sufren gravemente la sequía y quienes no tienen acceso a la sanidad ni a un mínimo de cobijo digno. No olvidemos a los ancianos que ya no pueden subir a Montserrat y todos aquellos abuelos que dependen de la voluntad de sus familiares y cuidadores. Unidos a la alegría de los matrimonios que esperan un hijo, pensamos también con los padres que no quieren tenerlos. Seguros de la misericordia de dios, ponemos ante Él los nombres de todos los cofrades que han muerto en este último año. Fiados de la bondad del Señor, pidámosle por los aquí presentes, por los peregrinos, esportistas y demás visitantes de Montserrat, y para todos los que queremos encomendar en esta eucaristía. Que la intercesión de Santa María, Señor, os haga más agradable nuestra oración, nos estimule a servirles más diligentemente y ayude a este pueblo que tiene por Patrona a forjar una sociedad desde la riqueza espiritual de su tradición cristiana y en los valores fundamentales de la justicia, la libertad y la paz. Por Cristo Señor nuestro.

11 Canto de comunión

Postcomunión

Señor, acabamos de recibir el sostenimiento para nuestra eterna salvación; os pedimos que la protección de la Virgen María acompañe siempre a quienes, en su veneración, hemos celebrado esta eucaristía. Por Cristo Señor nuestro.

• John 6:44-51

En el Evangelio de hoy Jesús dice: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Se refiere al pan como algo vivo. El pan es algo bueno, pero no está vivo. Por otro lado, cuando lo asimilamos y nuestros cuerpos lo convierten en grasa, músculo o hueso, entonces cobra vida.

Pero esto es todo lo contrario al pan vivo de Cristo. A Él lo asimilamos y cobramos vida de una manera que no éramos antes. Y es por ello que Jesús dice que es Pan bajado del cielo.

¿Qué es el Cielo? San Pablo nos dice: “El ojo no ha visto y el oído no ha oído lo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman”. Este comentario contundente de Pablo nos da una pista: “aquellos que lo aman”. Sea lo que fuere, el Cielo es el reino de Dios y, por lo tanto, es un reino de amor. 

¿Qué es la Eucaristía, ese alimento celestial, sino una participación en el amor entre el Padre y el Hijo? En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace presente, y el sacrificio de Cristo es la expresión más plena del amor del Padre y del Hijo.

Jesús sabe que el Padre le pide no solo dar de comer a la gente, sino darse a sí mismo, partirse a sí mismo, la propia vida, la propia carne, el propio corazón para que nosotros podamos tener la vida. Estas palabras del Señor despiertan en nosotros el estupor por el don de la Eucaristía. Nadie en este mundo, por mucho que ame a otra persona, puede hacerse alimento para ella. Dios lo ha hecho, y lo hace, por nosotros. (Angelus, 8 agosto 2021)

UN CORDIAL Y CARIÑOSOS SALUDOS PARA TODOS UDS. CON EL MEJOR DE LOS DESEOS QUE COLOCO EN EL CORAZON DE LA VIRGEN MARIA NUESTRA SEÑORA DE MONTSERRAT. CON AMOR