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Sulpicio Severo, Santo

Obispo de Bourges, 29 de enero

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Martirologio Romano: En la ciudad de Bourges, en Aquitania (hoy Francia), san Sulpicio Severo, obispo, de familia de senadores de las Galias, de quien san Gregorio de Tours ensalza su sabiduría, su ministerio pastoral y su empeño en restaurar la disciplina (591).

Etimología: Sulvicio = caritativo. Viene de la lengua latina.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Breve Biografía

Sulpicio sufrió una gran transformación para mejor a lo largo de su vida. Llegada la edad normal, contrajo matrimonio con una joven de su ciudad, Agen (Lot- et –Garona), Francia hacia el año 553.

Las cosas no le iban mal pero no se sentía completamente en la felicidad en la que tanto soñaba y para la cual le llamaba Dios.

Era un buen abogado. Ganaba su buen dinero ya en aquel lejano tiempo. Pero no dejaba de pensar en el camino para escalar la perfección que sentía muy adentro.

Por eso, cuando menos se lo esperaba, habló con su mujer acerca de sus planes.

Todo el mundo, al enterarse, lo tomaron por loco. Sin embargo, su suegra – menos mal – fue la única que lo entendió muy bien.

No solamente aprobó su decisión, sino que incluso le hizo ofertas de tierras al lado de la bellísima ciudad medieval de Carcasona.

Le convenía mucho para su nueva vida y vocación.

Sulpicio se pasó en ese lugar todo el resto de su larga vida, rezando, haciendo penitencia y escribiendo muchos libros, basados en los estudios que iba haciendo de san Paulino de Nola, san Jerónimo y otros personajes célebres de tiempos anteriores.

De sus muchas obras tan sólo se conserva la biografía que escribió de su maestro y buen amigo san Martín.

Es el único documento que existe acerca del que llevó a Francia a la conversión.

Desde entonces, todos los que se dedicaban a escribir hagiografías lo imitaron de tal forma que parecían suyas.

San Gregorio de Tours, quien nos da el dato de su nombramiento a la sede de Tours (584) en vez de otros candidatos simoníacos, habla de San Sulpicio con gran respeto y nos dice que convocó un concilio provincial en Auvernia.

 

El santo tomó también parte en el Concilio de Maçon, en 585.

No se sabe exactamente la edad que tenía cuando murió.

 

 

¿Cual es el lugar que ocupa Cristo en tu barca?

Santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41. Sábado III del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, te invito en estos momentos a que subas a mi barca y tomes el timón de mi vida para afrontar las tempestades que se me presenten ¡Mi alma está sedienta de ti! (Sal 42).

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “Cállate, enmudece!”. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Quién no se ha sentido alguna vez con el agua al cuello? Cuando nos encontramos en una situación límite queremos ayuda urgentemente, ahí es cuando nos acordamos de Jesús. Sin embargo, puede suceder que por más que oramos parece que Dios no nos escucha, que se ha olvidado de nosotros, que está dormido.

En el Evangelio que meditamos hoy, ¿será posible que verdaderamente Jesús se encuentre dormido en medio de la tempestad, el viento huracanado, los gritos de terror de sus amigos? Si Jesús hubiera querido jugar una broma, le salió muy mal, nadie le hubiera creído que estaba dormido.

Al inicio de nuestra vida sólo tenemos una certeza, que algún día vamos a morir. Ése es el momento crucial donde el Señor nos dice como a sus apóstoles ¡Vayan a la otra orilla! ¡Vayan al cielo! Pero en medio de este gran viaje a través de las aguas de la vida, la forma más segura de llegar a buen puerto es decirle a Jesús que se suba a nuestra barca.

Hoy si te encuentras sumido al borde de una tempestad y piensas que el Señor está ausente, recuerda por un instante, ¿a qué rincón de tu barca lo mandaste?

Jesús no merece estar en una esquina en la popa de nuestra barca, porque Él, además de ser el mejor capitán, puede tener el poder absoluto sobre tu tormenta. ¿Quieres ir a despertar al Señor?

«¿Creemos que el Señor es fiel? ¿Cómo vivimos la novedad de Dios que todos los días nos transforma? ¿Cómo vivimos el amor firme del Señor, que se pone como barrera segura contra las olas del orgullo y de las falsas novedades? El Espíritu Santo nos ayude a ser siempre conscientes de este amor ‘rocoso’, que nos vuelve estables y fuertes en los pequeños y grandes sufrimientos, nos hace capaces de no cerrarnos ante las dificultades, de afrontar la vida con valentía y mirar al futuro con esperanza». (Homilía de S.S. Francisco, 21 de julio de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Sólo por hoy intentaré darle a Cristo el lugar que se merece en mi vida haciendo algún acto de caridad con el prójimo, sonriéndole a las personas con las que me encuentre y, si me es posible, recibirle también en la Eucaristía o arrodillarme unos minutos ante Él en el sagrario.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Viento favorable

Nosotros sabemos cuál es nuestro destino, cuál es la meta que nos espera. Cristo lo dijo: ha ido al Padre para prepararnos un lugar.

“Ningún viento es favorable a quien desconoce a qué puerto se dirige”, decía Séneca.

Existe el peligro de ir por la vida sin tener clara la meta, sin saber a qué puerto vamos.

Es verdad que muchas veces apuntamos hacia metas provisionales, hacia pequeñas escalas en el camino de la vida. Este año orientamos nuestro esfuerzo en terminar bien los estudios universitarios. Luego iremos en busca de un trabajo, de una casa, de un esposo o esposa, de una familia. Más adelante, trabajaremos por aquello que pueda ser mejor para los hijos.

En algunos “momentos intermedios” nos dedicaremos a buscar una medicina, a pedir consejo a un amigo, a comprar un televisor o un libro, a realizar un viaje de descanso… Metas intermedias, provisionales. Etapas de un camino mucho más serio que nos lleva hacia el puerto definitivo.

Podemos preguntarnos: ¿existe ese puerto último, una meta que explica todas las demás, después de la cual ya no quedan más etapas por recorrer? Alguno dirá que no hay puertos definitivos, y optará por vivir al día. Sin orden, sin brújula, sin esfuerzo por llevar a cabo conquistas para su vida profesional o familiar. Otros preferirán ir de etapa en etapa. Lo que llegue a ocurrir al final, cuando ya no queden páginas por escribir, no lo sabemos, o tal vez será un simple desaparecer, como niebla ante el viento tibio de la mañana.

Los cristianos sabemos cuál es nuestro destino, cuál es la meta que nos espera. Cristo mismo lo dijo: ha ido al Padre para prepararnos un lugar, para organizar la bienvenida más hermosa, más completa en la Patria verdadera (Jn 14,1-3).

Con la mirada en el cielo, seguimos en este variado viaje de la vida. Con sus vientos, con sus tormentas, con sus olas, con sus días, con sus noches, con sus alegrías, con sus tristezas. Para los que aman a Dios, todo lleva a la meta (cf. Rm 8,28), todo viento es favorable, toda prueba es un escalón más hacia el cielo.

 

El puerto sigue abierto, la travesía continúa. No siempre es fácil vivir de esperanza, ni mantener la nave intacta. Pero entre nosotros sigue Jesús, el Galileo. Tal vez dormido y silencioso, pero fiel y sereno, como el verdadero Señor de nuestra historia. La Iglesia, nave, madre y maestra, nos lleva dentro, nos invita a amar, nos impulsa con el soplo impetuoso del Espíritu. Vamos a casa, vamos al cielo, vamos al abrazo eterno del Padre bueno.

 

 

«Combatan las noticias falsas de la pandemia buscando la verdad»

Ante la difusión de noticias falsas, el Santo Padre pidió buscar siempre la verdad, combatiendo la mentira.

 

 

La mañana del viernes 28 de enero, el Papa Francisco recibió en audiencia en la Sala Clementina del Vaticano a los miembros del Consorcio Internacional de Medios de Comunicación Católicos «Catholic fact-checking». En su discurso, el Pontífice abordó algunas cuestiones cruciales de la comunicación social en este tiempo particular que vivimos marcado por la pandemia del Covid -19, tomando como referencia algunas expresiones de San Pablo VI del Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales de 1972, quien reconocía el poder de los medios de comunicación en el comportamiento y las elecciones de las personas.

Informar con rigor y responsabilidad

En este sentido -añadió Francisco- el Papa Pablo VI subrayaba que «la excelencia de la tarea del informador consiste no sólo en anotar lo que es inmediatamente perceptible, sino también en buscar elementos de encuadre y de explicación sobre las causas y las circunstancias de los hechos individuales que tiene que informar». Un trabajo, por tanto, que requiere sentido de la responsabilidad y rigor.

Tal y como señalaba Pablo VI, se necesita «rigor en el control y la evaluación crítica de las fuentes, en la fidelidad a los datos observados y en la transmisión integral de los mismos».

Asimismo, Francisco indicó que la responsabilidad es aún mayor, cuando el comunicador está llamado (como ocurre a menudo) «a añadir elementos de juicio y de orientación al simple informe del hecho».

 

 

Combatir las fake news con la verdad

«En su mensaje el Papa Montini se refería a la comunicación y a la información en general, pero sus palabras se ajustan mucho a la realidad si pensamos en cierta desinformación que circula hoy por la red», puntualizó el Santo Padre, haciendo hincapié en que el objetivo actual de los comunicadores es poner de manifiesto las noticias falsas (fake news) y la información parcial o engañosa sobre las vacunas Covid-19.

Una labor que este Consorcio ya ha comenzado mediante la creación de redes en diferentes medios de comunicación católicos que cuentan con la participación de varios expertos con el fin de buscar la verdad y el Papa les agradeció por ello.

Permanecer juntos en red

Por otro lado, el Pontífice destacó tres palabras claves que hay que tener en cuenta a la hora de comunicar: juntos, por y verdad.

En primer lugar, el término «juntos«:

“Esto también es fundamental en el ámbito de la información. La creación de redes, la puesta en común de habilidades, conocimientos y contribuciones, para poder informar de manera adecuada, es en sí misma un primer testimonio. En un tiempo herido por la pandemia y por tantas divisiones -incluso en las opiniones- el hecho de estar en la red como comunicadores cristianos es ya un mensaje, es un punto de partida”

Infodemia: Distorsionar la realidad con el miedo

 

 

En este contexto, Francisco señaló que, además de la pandemia, se está extendiendo la «infodemia», es decir, «la distorsión de la realidad basada en el miedo, que en la sociedad global se hace eco y comenta noticias falsificadas cuando no inventadas».

De ahí la importancia de permanecer juntos, mantenerse en la red y aliarse con la investigación científica sobre las enfermedades poniendo siempre mucha atención a las fuentes ya que con frecuencia vemos «la proliferación y superposición de informaciones», comentarios y opiniones supuestamente «científicas» que quizás de forma inconsciente, acaban confundiendo a los lectores y oyentes.

Algo que según el Papa también se aplica a las vacunas: «Hay una necesidad urgente de ayudar a los países que tienen menos, pero esto debe hacerse con planes de larga duración, no motivados sólo por la prisa de las naciones ricas por ser más seguras. Los remedios deben distribuirse con dignidad, por favor, no como limosnas de piedad», aseveró.

La segunda palabra propuesta por Francisco para los comunicadores es «por»:

“Es una palabra muy pequeña pero reveladora: nos recuerda que como cristianos estamos contra la injusticia y la mentira, pero siempre a favor del pueblo. Aunque el objetivo de su Consorcio es combatir la desinformación, luchar contra las noticias falsas y la manipulación de las conciencias de los más débiles, nunca debemos olvidar la distinción fundamental entre las noticias y las personas. Hay que combatir las noticias falsas, pero siempre hay que respetar a las personas, que a menudo se adhieren a ellas sin pleno conocimiento y responsabilidad”

Igualmente, el Obispo de Roma observó que el comunicador cristiano hace suyo el estilo evangélico: «construye puentes porque es un artesano de la paz y sobre todo de la búsqueda de la verdad».

 

 

No crear oposición, respetar y dialogar con los dudosos

Por tanto, Francisco alentó a todos a no mantener un enfoque de oposición con las personas, ni adoptar actitudes de superioridad:

«La realidad es siempre más compleja de lo que pensamos, y debemos respetar las dudas, ansiedades y preguntas de las personas, intentando acompañarlas sin tratarlas nunca con condescendencia, dialogando con los dudosos», aseguró.

No se cansen de verificar las noticias

Finalmente, la tercera palabra sobre la que reflexionó el Pontífice fue «verdad»:

«No nos cansemos de verificar las noticias, de presentar los datos correctamente, de estar siempre investigando. La búsqueda de la verdad no puede plegarse a un punto de vista comercial, a los intereses de los poderosos, a los grandes intereses económicos».

«¡No! Estar juntos por la verdad también significa buscar un antídoto a los algoritmos diseñados para maximizar la rentabilidad comercial, significa promover una sociedad informada, justa, sana y sostenible», concluyó el Santo Padre dirigiendo un pensamiento especial a aquellas personas que, sin tener el virus, murieron al servicio de los enfermos. «Son los héroes de estos días, tantos héroes ocultos».

 

 

Contagiar a través del Ejemplo

El hombre se contagia del ejemplo y de las opiniones de los que lo rodean. Restaurar la vida cristiana en la sociedad… es el desafio.

 

 

Cierta vez San Francisco de Asís pidió a Fray León, su allegado discípulo, que lo acompañase pues iría a predicar un sermón. Salieron del convento, anduvieron de un lado a otro de la ciudad y volvieron después de cierto tiempo. Fray León, perplejo, preguntó a San Francisco, pensando que se había olvidado, qué había pasado con el sermón. A esto el santo le respondió: «nuestro caminar por las calles ha sido el sermón». Había sido el fenómeno del contagio. Ver un monje tan humilde, tan recogido en oración, tan compenetrado del llamado a la pobreza que Dios le hizo, fue un testimonio penetrante, fue una predicación.

Lo relatado nos hace considerar cómo el hombre se contagia del ejemplo y de las opiniones de los que lo rodean. También los ambientes juegan un papel preponderante en lo que podríamos llamar de contagio. Es imposible que encontrándose dos hombres no se influencien mutuamente, sea para el bien, sea para el mal. Muchos se preocupan por la prevención de enfermedades contagiosas. Pocos se dan cuenta o percatándose, toman una actitud de vigilancia, ante los peligros de contagio «espiritual» en el convivio de los hombres.

La influencia que ejercía un San Francisco de Asís era similar al impacto que producía un San Juan María Vianney, el famoso cura de Ars, que siendo poco inteligente y de presencia simple, ejercía tal estremecimiento que, preguntado un viñador del Mâcnnais qué había visto en la aldea de Ars, respondió: «He visto a Dios en un hombre». Era tan santo, que se veía que él no era Dios, pero se percibía que Dios estaba en él, algo de sobrenatural trasparecía en su persona.

 

 

Una mirada, una actitud de silencio, una media palabra, una presencia, pueden crear una atmósfera en un lugar. Al mismo tiempo, la acción que ejercen los ambientes, las costumbres, los edificios, las ceremonias, el arte en general – cuando no y destacadamente la música -, así como también otros y numerosos factores que conforman el convivir cotidiano de los hombres, tienen su poderoso efecto.

Recordando los tiempos del gran Patriarca del monacato occidental San Benito con sus monjes, en el silencio, la disciplina y el trabajo, la oración, el estudio y el ceremonial litúrgico, acabaron cristianizando un continente, y esto repercutiendo en el mundo a través de los siglos. En su accionar ejercían una sana influencia sobre pueblos y ciudades, marcando el entorno con el buen ejemplo de su «ora et labora». A través de la irradiación de su mística, ideal de vida y virtudes, transmitían agradable perfume a sus alrededores y en sus misiones apostólicas, «llegando al gran movimiento de piedad y renovación en el que se formó la idea de Europa» (Joseph Ratzinger, Convocados en el camino de la fe).

 

No parece ser la oportunidad de desarrollar los diversos tipos humanos que a través de la historia fueron apareciendo como «modelos de contagio». Pero sí recordar que, a partir de la mitad del Siglo XX, aparecieron nuevos y singulares en medio del deterioro de la sociedad. La Primera Guerra Mundial señaló el fin de un tipo humano caracterizado por una forma de ser más ceremoniosa, donde la educación y la cultura tenían un peso muy grande en las relaciones humanas. Tiempos en que la influencia religiosa era aún destacada en la vida social y personal.

Entraba en escena la llamada «revolución cultural», calificada por no pocos como postmoderna, reflejando estereotipos de vida caracterizados por las malas maneras, la suciedad, la completa falta de compostura. Actitudes incompatibles con las costumbres ordenadas del convivir humano fruto de la evangelización que, a través de los siglos, sacó a los hombres de la barbarie. Conductas que iban desviando a las almas del bien y, a la larga, de la verdadera religión. Era, y es, la penetración del desorden, contrario visceralmente al propio Dios, autor de todas las formas de orden.

Se fue produciendo una quiebra de los padrones de vida repercutiendo en el desarrollo del pensamiento. Este acontecimiento coincidía con lo que Pablo VI señalaba: «numerosos psicólogos y sociólogos, afirman que el hombre moderno ha rebasado la civilización de la palabra, ineficaz e inútil en estos tiempos, para vivir hoy en la civilización de la imagen» (Evangelli Nuntiandi, 42). El cine, impulsado especialmente desde los Estados Unidos, con sus imágenes, fue dando los modelos a ser seguidos. Era la influencia de Hollywood, que inundando especialmente al mundo occidental, marcó una época en la historia del pensamiento. Ya hoy el modelar del pensamiento de las personas lo hacen más los medios modernos de comunicación. Dejaron de predominar los bienes del espíritu destacándose lo material ante todo; como si la vida fuese sólo la búsqueda del éxito y el bienestar temporal. Salud, dinero, felicidad, son los mitos. Culminando con la deformación de las propias reglas morales.

 

«Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida», decía Benedicto XVI (24-9-2011). Este fenómeno -en el que la verdad completa no es considerada- ha llegado a tener carta de ciudadanía en los estilos de vida, influyendo en las relaciones humanas, y por lo tanto sobre la sociedad, por el «efecto-contagio».

Preocupaba seriamente a Juan Pablo II la avalancha de cambios culturales que se vivían. Decía que, urgía restablecer el cuerpo cristiano de la sociedad humana, y esto sólo se conseguiría con la presencia de testigos de la fe cristiana, que superen «la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida, que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud» (Mane Nobiscum Domini, 34).

Rehacer, recomponer, restaurar la vida cristiana en la sociedad es el desafío. Para lograr eso, se hace necesaria una coherencia que supere la «fractura» de vida que sufren los hombres de hoy. Sólo se logrará con el «impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico» (Decreto Conciliar Apostolicam actuositatem, 5).

 

 

Astucia de la serpiente: Virtud evangélica.

Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

 

 

Son innumerables los temas en que Nuestro Señor recomienda insistentemente la prudencia, inculcando así a los fieles que no sean de una candidez ciega y peligrosa, sino que hagan que su cordura coexista con un amor vivaz y diligente de los dones de Dios; tan vivaz y tan diligente que el fiel pueda discernir, entre mil falsos ropajes, a los enemigos que los quieren robar.

Veamos un texto.

“Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20).

 

Este texto es un pequeño tratado de argucia. (virtud evangélica de la astucia serpentina). Comienza por afirmar que tendremos enfrente no sólo adversarios de visera erguida, sino a falsos amigos, y que por lo tanto nuestros ojos se deben volver vigilantes no sólo contra los lobos que se aproximan a nosotros con la piel a la vista, sino también contra las ovejas, a fin de ver si en alguna no descubriremos, bajo la blanca lana, el pelaje pelirrojo y mal disimulado de algún lobo astuto. Esto quiere decir, en otros términos, que el católico debe tener un espíritu ágil y penetrante, siempre atento contra las apariencias, que sólo entrega su confianza a quien demuestre, después de un examen meticuloso y sagaz, que es oveja auténtica.

Los fieles deben ser sagaces, máxime los dirigentes católicos

¿Pero cómo discernir la falsa oveja de la verdadera? “Por sus frutos se conocerán los falsos profetas”. Nuestro Señor afirma con ello que debemos tener el hábito de analizar atentamente las doctrinas y acciones del prójimo, a fin de que conozcamos esos frutos según su verdadero valor y precavernos contra ellos cuando sean malos.

Para todos los fieles esta obligación es importante, pues el rechazo a las falsas doctrinas y a las seducciones de los amigos que nos arrastran al mal o que nos retienen en la mediocridad es un deber. Pero para los dirigentes, a los que incumbe a título mucho más grave vigilar por sí y vigilar por los demás e impedir, por su argucia y vigilancia, que permanezcan entre los fieles o suban a cargos de gran responsabilidad hombres eventualmente afiliados a doctrinas o sectas hostiles a la Iglesia, este deber es mucho mayor.

 

 

¡Ay de los dirigentes en que un sentido falso de candidez haga amortecer el ejercicio continuo de la vigilancia a su alrededor! Por su desidia, perderán a un mayor número de almas de lo que hacen muchos adversarios declarados del catolicismo. Incumbidos de hacer multiplicar los talentos, bajo la dirección de la Jerarquía, ellos no se limitarían sin embargo a enterrar el tesoro, sino permitirían por su “buena fe” que él cayera en manos de los ladrones. Si Nuestro Señor fue tan severo con el siervo que no hizo rendir el talento, ¿qué le haría a quien estuviera durmiendo mientras entraba el ladrón?

«Vendrán muchos en mi nombre… y engañarán a muchos»

Pero pasemos a otro texto.

“Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles” (Mt 10, 16-18).

 

En general, se tiene la impresión de que este texto es una advertencia exclusivamente aplicable a los tiempos de persecución religiosa declarada, ya que sólo se refiere a la citación ante tribunales, gobernadores y reyes, y a la flagelación en sinagogas. En vista de lo que ocurre en el mundo, sería el caso de preguntar si existe un sólo país, hoy en día, en que se pueda tener la seguridad que, de un momento a otro, no se estará en tal situación.

De cualquier manera, también sería errado suponer que Nuestro Señor sólo recomienda tan gran prudencia frente a peligros ostensiblemente graves, y que de modo habitual un dirigente puede renunciar cómodamente a la astucia de la serpiente y cultivar apenas la candidez de la paloma. En efecto, siempre que está en juego la salvación de un alma, está en juego un valor infinito, porque por la salvación de cada alma fue derramada la sangre de Jesucristo. Un alma es un tesoro mayor que el sol, y su pérdida es un mal mucho más grave que los dolores físicos o morales que podamos sufrir, atados a la columna de la flagelación o en el banquillo de los reos.
Así, el dirigente tiene la obligación absoluta de tener los ojos atentos y penetrantes como los de la serpiente, al discernir todas las posibles tentativas de infiltración en las filas católicas, así como cualquier riesgo en que la salvación de las almas pueda estar expuesta en el sector a él confiado.

A este propósito es muy oportuna la citación de este texto.

 

“Jesús les respondió y dijo: Estad atentos a que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: «Yo soy el Mesías», y engañarán a muchos” (Mt 24, 4-5).

Es un error suponer que el único riesgo al que puedan estar expuestos los ambientes católicos consiste en la infiltración de ideas nítidamente erróneas. Así como el Anticristo intentará mostrarse como el Cristo verdadero, las doctrinas erróneas querrán disfrazar sus principios con apariencias de verdad, revistiéndolos dolosamente de un supuesto aval de la Iglesia, y así preconizar una complacencia, una transigencia, una tolerancia que constituye una rampa resbaladiza por donde fácilmente se desliza, poco a poco y casi sin percibirlo, hasta el pecado.

Existen almas tibias que tienen una verdadera pasión de situarse en los confines de la ortodoxia, a caballo sobre el muro que las separa de la herejía, y ahí sonreírle al mal sin abandonar el bien —o, más bien, sonreírle al bien sin abandonar el mal. Lamentablemente se crea con todo ello, muchas veces, un ambiente en que el sensus Christi desaparece por completo, y en que apenas los rótulos conservan apariencia católica. Contra ello el dirigente debe ser vigilante, perspicaz, sagaz, previsor, infatigablemente minucioso en sus observaciones, siempre acordándose de que no todo lo que ciertos libros o ciertos consejeros pregonan como católico lo es en realidad. “Estad atentos para que nadie os engañe. Vendrán muchos en mi nombre diciendo: «Yo soy», y engañarán a muchos” (Mc 13, 5-6).

«Se meterán entre vosotros lobos rapaces»

Otro texto digno de nota es éste:

“Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre” (Jn 2, 23-25).

Aquí se muestra claramente que, entre las manifestaciones a veces entusiasta que la Santa Iglesia pueda suscitar, debemos aprovechar todos nuestros recursos para discernir lo que puede haber de inconsistente o de fallido. Ése fue el ejemplo del Maestro. Él no le negará al apóstol verdaderamente humilde y desprendido, si es necesario, hasta luces carismáticas y sobrenaturales para discernir los verdaderos y los falsos amigos de la Iglesia. En efecto, Jesucristo, que nos dio la expresa recomendación de ser vigilantes, no nos negará las gracias necesarias para ello.

“Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño” (Hch 20, 28-29).

 

 

A fin de no prolongar demasiado esta exposición, citamos sólo algunos textos más:

El propio San Pedro dio este otro consejo:

“Así pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él [sea dada] la gloria ahora y hasta el día eterno. Amén” (2 Pe 3, 17-18).
Y no se juzgue que sólo un espíritu naturalmente inclinado a la desconfianza puede practicar siempre tal vigilancia. En San Marcos leemos:

“Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” (13, 37). San Juan aconseja con solicitud amorosa: “Hijos míos, que nadie os engañe” (1 Jn 3, 7).

 

 

Vive, no mueras lentamente

El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo!

 

 

Un periodista pregunta a Ana María Matute, de la Real Academia Española:

¿Qué es para usted vivir mucho?

Ella responde:

Darte cuenta, tocar lo que vives en cada instante.

El buen fotógrafo capta lo instantáneo. La persona sabia es aquella que sabe vivir en cada instante. Así afirma Dostoyevski: “El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo! Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto, en ese mismo instante”.

La vida te sonreirá , si se es capaz de descubrir esa sonrisa. Cada cosa tiene su belleza, tiene su alma. Para ello se necesita tiempo, y aprender a ver con los ojos del alma; entonces nacen deseos de disfrutar la vida. No se puede tomar la vida como una carrera, no es una competencia; La vida es un tesoro que hay que sorberlo en cada momento, que hay que compartido, es un soplo de eternidad que el Señor nos ha regalado. La vida es saber disfrutar y compartir el cariño inmenso que nos rodea, cuando estamos en familia, en el trabajo, en el campo, cuando sopla el viento y acaricia la lluvia. La vida es un eterno aprendizaje del amor.

 

“Alégrate de la vida porque te da la oportunidad de amar y trabajar y jugar y mirar a las estrellas” (Henry Van Dyke). Hay que vivir sin miedo a perder, pues “al que vive temiendo nunca le tendré por libre” (Horacio). Hay que vivir en el aquí y en el ahora, pues“algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora” (John Lennon).

“¿ Amas la vida ? Pues no malgastes el tiempo que es la tela de la vida” (Benjamín Franklin).Y quine no ama la vida , tendrá que amar a los otros, pues “amando a los demás descubriréis el sentido de la vida” ( Juan Pablo II). Cuando se tiene en la vida un porqué, se vive sin dificultad el cómo (F. W. Nietzsche). Y “cuando una persona planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida” ( Elton Trueblood). Cada día hay que empezar a vivirlo como si fuese el primero y el último. “Cada vida ha de tener sus espacios huecos, que el ideal ha de rellenar” (Julia Ward Howe).

La vida es breve, hay, pues, que aprender a vivir, a aprovecharla, para no tener que morir sin haber vivido, para no morir lentamente.

“Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no escucha música,
quien no halla encanto en sí mismo.
muere lentamente
quien destruye su amor propio;
quien no se deja ayudar.
muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos senderos;
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con quien desconoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión
y su remolino de emociones;
aquellas que rescatan el brillo de los ojos
y los corazones decaídos
Muere lentamente
quien no cambia la vida cuando está insatisfecho
con su trabajo, o su amor;
quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir tras de un sueño;
quien no se permite,
por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos…
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Haz hoy!

 

 

¿Sabías que los tartamudos tienen su patrono a quien rezar?

Es también el patrono de Zaragoza y llegó a ser obispo, maestro y confesor de san Vicente mártir

 

 

Valero o también llamado Valerio, nació en el siglo III, según se cree en Zaragoza.

Procedía de la importante familia romana Valeria, que se trasladó a España poco antes de su nacimiento.

No hay detalles más precisos sobre sus orígenes y sobre el período anterior a su episcopado.

Llegó a ser obispo de Zaragoza a principios del siglo IV, fue maestro y confesor de san Vicente mártir.

La tradición dice que Valero era de “difícil palabra” (tartamudo). Por ello dirigió la atención principal a su fogoso diácono Vicente, para que él hablara por ambos.

Participó con otros dieciocho obispos en un concilio que se celebró en Elvira (la actual Granada) siendo el primer concilio celebrado en Hispania.

Martirio y exilio

Persecución

En el año 303 los emperadores Diocleciano y Maximiano habían comenzado la persecución contra los cristianos.

Y en ese momento España estaba gobernada por Daciano, un perseguidor muy cruel.

Encarceló a Valerio y a Vicente y ordenó que los llevaran juntos a Valencia. Los dejó sin comer por mucho tiempo con la esperanza de romper sus resistencias y hacerlos renegar de su fe, sin conseguirlo.

Al final fueron separados. Vicente fue martirizado. Y por cuestiones políticas del momento, Valero fue torturado con azotes, que consistían en cuerdas con bolas de plomo y exiliado.

Veneración

Se dice que durante el exilio en Anet (Aragón), Valero, al conocer la noticia del martirio de Vicente, mandó construir una iglesia en su honor.

Sus reliquias

Después de unos doce años de exilio, Valerio murió en el 315 en Anet y su cuerpo fue enterrado por cristianos locales en una iglesia ubicada dentro de la fortaleza de La Estrada.

Sin embargo, la iglesia fue destruida por un incendio y la memoria del santo fue olvidada durante muchos años.

El 20 de octubre de 1065, Arnulfo obispo de Roda, guiado por una revelación divina, encontró las reliquias y las transportó a Roda, a la iglesia de San Vicente.

Más tarde con la reconquista de Zaragoza, el brazo y la cabeza fueron llevados por Alfonso II a la catedral de la ciudad de la que el santo había sido obispo.

Su festividad

San Valero, por su “difícil palabra” es el patrono de los tartamudos y también es el patrono de Zaragoza. La ciudad lo celebra el día 29 de enero, saboreando gustosos roscones rellenos. Es tradición agregar en el relleno dulce un haba y una sorpresa. Será afortunado el que encontrará la sorpresa. En cambio al que le toca el haba, tendrá que pagar el roscón.

A esta fecha alude el dicho zaragozano «San Valero, ventolero y rosconero».

Oración

Dios todopoderoso y eterno,
al celebrar la fiesta del santo obispo Valero,
perseguido por su fidelidad a tu nombre,
haz posible que libres de todo pecado,
lleguemos, por su intercesión,
a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.