Hermanos y hermanas queridos:

Como los sacerdotes de los que hablaba la primera lectura, también nosotros lloramos con las lágrimas del corazón. Como toda la asamblea del pueblo que les acompañaba, tenemos sentimientos de luto en este Miércoles de Ceniza. Con la pandemia, un gran desastre aflige todavía a la humanidad. Nos rasgamos el corazón por tanto sufrimiento en quienes ya nos han dejado, algunas veces rodeados de una soledad total, o en quienes todavía están en la lucha entre la vida y la muerte. Nos rasgamos el corazón también por el dolor de tantos que lloran sus difuntos, por la angustia de tanto personal sanitario que, además del peligro que ha vivido de verse contagiado, siente la impotencia ante la magnitud del drama. Nos rasgamos el corazón, todavía, solidarios de quienes en esta crisis han perdido lo necesario para vivir con dignidad, o se han visto expulsados ​​hacia la pobreza. Nos rasgamos el corazón por la gran incertidumbre ante el futuro.

Lloramos con las lágrimas del corazón por el pecado colectivo, pero con responsabilidades que nos afectan, frente a tantas situaciones, de negligencia ante los migrantes en nuestro Mediterráneo y en tantas partes del mundo, entre ellos muchos niños y adolescentes; lloramos arrepentidos por las suspicacias que de entrada tenemos ante ellos, por el tráfico de personas, por la marginación y por los descartados de la sociedad.

Lloramos con las lágrimas del corazón por tanta indiferencia ante la conculcación de los derechos humanos. Lloramos y nos ponemos de luto por tanto daño como hay en el mundo y del que de algún modo somos solidarios. Lloramos y nos ponemos de luto también por nuestro pecado personal, por nuestra incapacidad de amar como procede a los discípulos del Evangelio, por la negligencia en el seguimiento de Jesucristo, por el egoísmo, por todo lo que hay en nosotros contrario al amor de Dios.

La pandemia, además, nos ha hecho palpar con realismo que somos polvo y que en el polvo debemos volver (cf. ritual de la imposición de la ceniza; cf. también Gn 3, 19). Lo hemos experimentado en personas cercanas; con las que, en muy pocos días hemos pasado de hablar con ellas a tener las cenizas en sus manos. Hemos tomado aún más conciencia de que somos débiles, vulnerables, mortales.

Junto a esto, oímos la llamada que Dios, a través del apóstol Pablo, nos hace en ese día al decirnos que ahora es la hora favorable, ahora es el día de la salvación. Y, por tanto, la llamada a convertirnos ya creer en el Evangelio (cf. ritual de la imposición de la ceniza; cf. Mc 1, 15). Y así reconciliarnos con Dios acogiendo la gracia del perdón que nos es ofrecida. Porque, como decía todavía la primera lectura, él es benigno y entrañable, lento para el castigo, rico en el amor. Por eso brota de nuestro interior la oración: compadeos de nosotros, Dios nuestro, usted que ama tanto; tú que eres tan bueno, borre nuestras faltas. No nos tire de su presencia. Haga renacer en nosotros un espíritu firme.

Durante la pandemia, parecido a cómo los pueblos paganos cuestionaban al pueblo de Israel, hemos oído la pregunta: ¿dónde está tu Dios? Y quizá, ante la turbación, también nos lo hemos preguntado nosotros, sin preguntarnos si no éramos los seres humanos en tener una parte de responsabilidad en la pandemia debido al cambio climático y la falta de responsabilidad aprender todas las medidas necesarias. Debemos dolernos de nuestra poca fe, de la desconfianza sobre la acción salvadora de Dios, cuando él está aquí en quienes sufren y en quienes lo cuidan; él está aquí luchando contra el mal, él está aquí acogiendo a quienes mueren.

Debilidad, pecado, condición mortal, fe en el perdón y en la salvación que nos promete el Evangelio y nos otorga a Jesucristo. Todo esto queremos expresarlo con el gesto de acercarnos a recibir la ceniza sobre nuestra cabeza. Somos polvo como la ceniza y al polvo debemos volver, pero creemos que nuestro destino final no es quedarnos en el polvo, sino resucitar a una vida nueva y vivir para siempre con el Señor.

Aceptamos la llamada que hoy nos hace la Palabra de Dios a volver de corazón al Evangelio, que es volver a Jesucristo. Que no nos puedan decir: ¿dónde está su Dios? debido a nuestra vida poco coherente con la fe. Jesús, en el texto evangélico que hemos escuchado, nos indicaba tres acciones fundamentales como signo de nuestro regreso a Dios: el ayuno, la limosna y la oración, las tres vividas con sinceridad de corazón y sin ostentación alguna.

El ayuno que incluye, además de privarse de algo de comida y bebida, la sobriedad de vida, la contención ante lo que nos atrae desordenadamente, la moderación en el uso de la palabra, de los medios de comunicación, de las redes sociales. El ayuno nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre (cf. Mt 4,4) y nos hace descubrir la importancia de entrar en nuestro mundo interior para hacer silencio, para poner paz, para acogernos está la Palabra de Dios.

La limosna a la que nos invita Jesús supone, también, colaborar con voluntariado o aportar recursos económicos o en especias a Cáritas, a los bancos de alimentos, etc. Manos unidas nos recordaba recientemente que la pobreza y el hambre son pandemias para las que no hay vacunas, sólo pueden vencerse con solidaridad y compromiso. También es limosna espiritual atender a las personas que están solas, escuchándolas, confortándolas.

El tercer signo que expresa nuestro deseo de conversión, como decía Jesús en el evangelio, es la oración. Dedicar tiempo a Dios, a alabarle, a darle gracias, a hacer silencio para escucharle y acoger en el corazón su Palabra; dedicarle tiempo para vivir una relación filial con el Padre, para vivir la amistad con Jesucristo, para dejarnos llevar por el Espíritu. La oración incluye también la intercesión en favor de los demás, en favor de todos los dramas del mundo. Y, todavía, una oración humilde que, en la compunción por nuestra falta de correspondencia al amor de Dios, pide ser curados espiritualmente y vivir con gozo nuestra condición de hijos e hijas de Dios.

Dios es fiel. Y está dispuesto a perdonarnos y ayudarnos a creer y vivir el Evangelio. La prueba la tenemos en el don de la Eucaristía que nos ha dejado y que ahora celebramos.

Inés de Bohemia (de Praga), Santa

Abadesa, 2 de marzo

Martirologio Romano: En Praga, de Bohemia, santa Inés, abadesa, hija del rey Otokar, que, tras haber renunciado a nupcias reales y deseosa de desposarse con Jesucristo, abrazó la Regla de santa Clara en el monasterio edificado por ella misma, donde quiso observar la pobreza conforme a la regla ( c. 1282).

Etimológicamente: Inés = Aquella que se mantiene pura, es de origen latino

Fecha de canonización: 12 de noviembre de 1989 por el Papa Juan Pablo II.

Breve Biografía

Inés, hija de Premisl Otakar I, rey de Bohemia y de la reina Constancia, hermana de Andrés I, rey de Hungría, nació en Praga en el año 1211. En 1220, prometida en matrimonio a Enrique VII, hijo del emperador Federico II, fue llevada a la corte del duque de Austria, donde vivió hasta el año 1225, manteniéndose siempre fiel a los deberes de la vida cristiana. Rescindido el pacto de matrimonio, volvió a Praga, donde se dedicó a una vida de oración más intensa y a obras de caridad; después de madura reflexión decidió consagrar a Dios su virginidad.

A través de los franciscanos, que iban a Praga como predicadores itinerantes, conoció la vida espiritual que llevaba en Asís la virgen Clara, según el espíritu de San Francisco. Quedó fascinada y decidió seguir su ejemplo. Con sus propios bienes fundó en Praga entre 1232 y 1233 el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para que los dirigieran.

Al mismo tiempo fundó el monasterio de San Francisco para las “Hermanas Pobres o Damianitas”, donde ella misma ingreso el día de Pentecostés del año 1234. Profesó los votos de castidad, pobreza y obediencia, plenamente consciente del valor eterno de estos consejos evangélicos, y se dedicó a practicarlos con fervorosa fidelidad, durante toda su vida.

La virginidad por el Reino de los cielos siguió siendo siempre el elemento fundamental de su espiritualidad, implicando toda la profunda afectividad de su persona en la consagración del amor indiviso y esponsal a Cristo. El espíritu de pobreza, que ya la había inducido a distribuir sus bienes a los pobres, la llevó a renunciar totalmente a la propiedad de los bienes de la tierra para seguir a Cristo pobre en la Orden de las “Hermanas Pobres”. El espíritu de obediencia la condujo a conformar siempre su voluntad con la de Dios, que descubría en el Evangelio del Señor y en la regla de vida que la Iglesia le había dado. Trabajó junto con santa Clara para obtener la aprobación de una Regla nueva y propia que, después de confiada espera, recibió y profesó con absoluta fidelidad. Constituida, poco después de la profesión, abadesa del monasterio, conservó esta función durante toda la vida y la ejerció con humildad, sabiduría y celo, considerándose siempre como “la hermana mayor”.

Amó a la Iglesia, implorando para sus hijos los dones de la perseverancia en la fe y la solidaridad cristiana. Se hizo colaboradora de los Romanos Pontífices, que para el bien de la Iglesia solicitaban sus oraciones y su mediación ante los reyes de Bohemia, sus familiares. Amó a su patria, a la que benefició con las obras de caridad individuales y sociales y con la sabiduría de sus consejos, encaminados siempre a evitar conflictos y a promover la fidelidad a la religión cristiana de los padres. En los últimos años soportó inalterable los dolores que la afligieron a ella, a la familia real, al monasterio y a la patria.

Murió santamente en su monasterio el 2 de marzo de 1282. El culto tributado desde su muerte y a lo largo de los siglos a la venerable Inés de Bohemia, tuvo el reconocimiento apostólico (confirmación de culto) con el decreto aprobado por el Papa Pío IX el 28 de noviembre de 1874.

Camino para preparar el corazón

Santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18. Miércoles de Ceniza

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre mío, vengo a tus pies como un hijo que necesita misericordia. Tengo sed de tu amor y por eso vengo aquí. Sé, Padre mío, que sólo Tú puedes llenar mi corazón, que nadie más en este mundo me conoce tan bien y que nadie ni nada puede amarme como Tú lo haces. Tu mirada es tan profunda y, al mismo tiempo, tan cargada de amor que sólo puedo sentir una gran paz y un gran gozo. Sólo quiero estar aquí mirándote y dejándome mirar. Sin palabras, en silencio, de corazón a Corazón.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre celestial.

Por tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tu des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Cuando uno va a una montaña, un día de verano, va a disfrutar de cada momento, de cada experiencia. Puede ir solo o pude ir con la familia o con los amigos. Es un día que pondrá a prueba cada uno de los músculos si de verdad quiere llegar a gozar del espectacular paisaje desde la cima. Podemos decir que es una experiencia apasionante. Y eso es justamente en lo que consiste la vida cristiana. Y sólo quien quiere contemplar la maravilla del amor de Dios, es capaz de poner a prueba cada una de sus capacidades.

Hoy comenzamos un hermoso camino. El camino de la cuaresma. Y podemos decir «ya llegó otra vez…un año más» y quedarnos indiferentes, como un periodo más bien para andar con la cara de miércoles de ceniza, con la «cara larga». Pero la cuaresma, es más bien, un periodo para darnos cuenta que las cosas de «mundo» no son todo, que la moda, el Facebook, los likes, las grandes cenas…pasan. Y, ¿qué queda?

La vida del cristiano es un camino hacia el cielo, un camino, sí difícil, pero que vale la pena, porque sólo el amor de Dios, el amor del Padre es capaz de llenarnos. Un día nos podrán estar alabando y al día siguiente pocos se acordaran, pero Dios nos mira en la profundidad del corazón y nos ama siempre, tal cual somos. Por eso la cuaresma, que hoy comenzamos, es un periodo para preparar el corazón para recibir el amor de Dios. Al igual que el hijo pródigo nos ponemos en camino a la casa del Padre, dejaremos de lado todo lo que nos impida llegar y, al final, al llegar a casa, recibiremos el amor tan grande de Dios que da la vida por nosotros.

«Que la Cuaresma sea un tiempo de beneficiosa “podadura” de la falsedad, de la mundanidad, de la indiferencia: para no pensar que todo está bien si yo estoy bien; para comprender que lo que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso, sino la limpieza del corazón y de la vida; para volver a encontrar la identidad cristiana, es decir el amor que sirve, no el egoísmo que se sirve. Pongámonos en camino juntos, como Iglesia, recibiendo la Ceniza —también nosotros nos convertiremos en ceniza— y teniendo fija la mirada en el Crucificado».

(Homilía de S.S. Francisco, 10 de febrero de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Señor, haré ayuno de redes sociales y dedicaré un momento delante de la Eucaristía para comprometerme a vivir la cuaresma de manera especial.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El secreto de la alegría de los católicos

José Martínez Colín nos ofrece una valiosa orientación reflexiva sobre la felicidad y el amor

Para saber
En una reciente intervención, el Papa Benedicto XVI se refirió a la misericordia de Dios recordando la parábola del “hijo pródigo”. Consideraba que cuando Jesús nos habla “del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar». Así es Dios.
El hijo pródigo es un joven que se va de la casa del padre para malgastar sus bienes en una vida licenciosa. Pero cae en la miseria y trabaja como un esclavo, queriendo comer los alimentos de los animales.

Entonces recapacitó: «Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: ´Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó, y lleno de alegría pidió que hicieran una fiesta (cfr. Lucas 15, 18-20)”.

El Papa nos invita a recapacitar: “¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios?”.

Para pensar

A través de parábolas, Nuestro Señor Jesucristo nos vino a revelar la inmensa misericordia de Dios. Una manera concreta de hacer efectiva ese cauce de la misericordia divina fue instituyendo el sacramento de la Penitencia. Cada confesión ha de ser fuente de alegría al tener la seguridad del perdón de Dios ante nuestro arrepentimiento sincero. A una mujer le cambió la vida esa alegría.

Sucedió en la Vigilia Pascual de la Semana Santa del año 1982. El Papa Juan Pablo II bautizó a una joven universitaria holandesa en Roma. Ella misma le contó al Papa el proceso de su conversión.

Su familia era protestante. De pequeña observaba que los niños católicos eran más alegres que los protestantes. Luego, siendo joven y ya en la universidad, había constatado lo mismo, los jóvenes católicos mostraban más alegría.

Esa observación, decía la joven, le llevó a preguntarse: “¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros?, porque esa ha de ser la causa de su distinta alegría”.

Fue así que llegó a la conclusión de que el secreto, la razón, está en el Sacramento de la Penitencia. Un patrimonio católico del que carecen los protestantes.

Eso le movió a estudiar el catolicismo, en donde descubrió la riqueza de los sacramentos y de su doctrina. Así fue que llegó a solicitar su admisión en la Iglesia Católica. Y ese día, llenarse de gran alegría por recibir del Santo Padre las aguas del Bautismo.

Para vivir
Por una parte, no ha de faltar nuestro agradecimiento a Dios por darnos el Sacramento del Perdón. Y, por otra, no debemos desaprovechar esa oportunidad que el Señor nos ofrece para reconciliarnos con Él, con la Iglesia y con el prójimo.

El Papa Benedicto XVI recordaba las palabras de San Agustín cuando escribe: «Es el mismo Verbo quien te grita para que vuelvas». Consideremos, decía el Papa, que Dios no se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El secreto del cristiano consiste en reconocer su pecado, pero para abrirse a la Misericordia de Dios.

Concluía el Papa invitándonos a acudir a la Virgen María para encomendarle nuestro camino de conversión a Dios.

Miércoles de Ceniza: jornada de ayuno y oración

Ofrecidos a Dios por el fin de la guerra en Ucrania.

“Invito a todos a hacer del próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, una Jornada de ayuno por la paz. Animo de forma especial a los creyentes para que en ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la paz preserve al mundo de la locura de la guerra”, dijo el Papa en la audiencia del miércoles 23 de febrero.

De esta manera convocaba el Santo Padre a este día de cercanía desde la oración con el pueblo ucraniano que sufre los estragos de la guerra. Y de súplica con la práctica del ayuno ofrecido a Dios, para que se alcance la paz.Con el Miércoles de Ceniza la Iglesia comienza el tiempo litúrgico de la Cuaresma, y con este signo reconoce que el hombre es nada sin el auxilio de Dios.  Por ello, aún más en estos trágicos hechos para la humanidad, debemos buscar el encuentro con Dios Misericordia y fuente paz.

El Papa Francisco también en su mensaje para esta Cuaresma, reflexiona sobre estas prácticas cristianas de la oración y el ayuno: «No nos cansemos de hacer el bien». Recuerda el Pontífice que “Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa”.

Y sobre la práctica del ayuno corporal, exhorta “no nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida”, fortaleciendo así el espíritu para luchar contra el pecado.

Asimismo, como fruto de la oración y el ayuno por la paz en Ucrania, se convierte en gesto de caridad por el hermano que sufre. “Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados”, dice Francisco.

Hagamos de la oración y el ayuno las armas que podrán vencer el pecado, e imploremos a Dios por la paz en el mundo, el fin de la guerra en Ucrania y en las otras naciones que viven la tragedia de la violencia armada.

9 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza

Comienza la Cuaresma, el desayuno ha sido hervidero de preguntas de mis hijos. Seguro que a más de uno también le ayudan.

1.- ¿Qué es el Miércoles de Ceniza?

Es el día en el que comienza la Cuaresma. No es el día en el que acaba el Carnaval.

Siempre cae en miércoles (parece obvio, pero alguno duda todavía) y da igual que el año sea bisiesto porque se cuenta hacia atrás desde la Misa de la Cena del Señor.

Misal Romano:

de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos en el Domingo de Ramos del año precedente.

2.- ¿Dónde se compra la Ceniza?

En ningún sitio. Se obtiene de quemar los ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior.

Muchas familias guardan los ramos o las palmas y los llevan a la parroquia los días previos.

3.- ¿Por qué se impone la ceniza?

Es un símbolo, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 125

El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.

4.- ¿A quién se puede imponer?

No hace falta ser católico para que te impongan la ceniza. De hecho, muchos catecúmenos participan en la ceremonia en preparación para su bautismo el día/noche de Pascua de Resurrección.

Digamos que, en este sentido, es un «día de puertas abiertas»: creyente o no, niño, adolescente, maduro, mayor sin madurar o anciano. Todos.

5.- ¿Cómo y cuándo se impone?

No hay reglas fijas. Depende del ámbito cultural y de las costumbres locales.

  • En los países de tradición latina, las cenizas se imponen más hacia el pelo que en la frente, espolvoreando.
  • En los países del ámbito anglosajón, con agua bendita se hace una pasta y se suele «marcar la frente».

Después de la homilía, el sacerdote bendice las cenizas y las rocía con agua bendita. Luego se impone con una de estas dos fórmulas:

  • Conviértete y cree en el Evangelio. O,
  • Recuerda que eres polvo y al polvo volverás.

En el Misal romano dice que mientras se canta. Creo que no es una simple sugerencia.

6.- ¿Es obligatorio?, ¿es día de precepto?

No, no es obligatorio, y no, no es día de precepto. Aunque curiosamente sin «ser obligatorio» y siendo día laborable, suele aumentar considerablemente la asistencia a la Santa Misa ese día.

Tampoco es «obligatorio» confesarse. Pero, sinceramente, me parece una extraordinaria oportunidad. Tan extraordinaria como la que disfrutan los sacerdotes para explicar bien las cosas.

7.- ¿Cuánto tiempo hay que tener la ceniza en la cabeza o la frente?

Lo que quieras. Los hay que se lo quitan al volver al banco, en especial señoras. Otros, como testimonio, esperan a que desaparezca naturalmente.

8.- ¿Hace falta que la imponga un sacerdote?

La bendición, como todo sacramental, sólo un sacerdote o un diácono. Para la imposición pueden ser ayudados por laicos.

Puede hacerse fuera de la celebración de la Misa:

La bendición e imposición de la ceniza puede hacerse también fuera de la Misa. En este caso es recomendable que preceda una liturgia de la palabra, utilizando la antífona de entrada, la oración colecta, las lecturas con sus cantos, como en la Misa. Sigue después la homilía y la bendición e imposición de la ceniza. El rito concluye con la oración universal, la bendición y la despedida.

9.- ¿Es obligatorio el ayuno y la abstinencia?

El Miércoles de Ceniza no hay obligación para los católicos de imponerse la ceniza, pero sí de hacer ayuno y abstinencia según las normas generales y las particulares de cada diócesis.

El ayuno es obligado, al igual que el Viernes Santo, a los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de los límites también se puede. Consiste en hacer solo una comida fuerte al día.

La abstinencia de comer carne es obligada desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma también lo son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de sacrificio/mortificación.

Recomendamos:

Especial de Cuaresma: ¿Qué es?, inicio de la cuaresma, signos, meditaciones, lecturas, imágenes, oraciones, cuaresma para niños y mucho más…

MIÉRCOLES DE CENIZA EN CASA

Recomendaciones para realizar la imposición de la ceniza en familia.

Este subsidio pretende ser una ayuda para todos los fieles, especialmente las familias, presuponiendo que también tomarán parte, a través de los diferentes medios, en la transmisión de las celebraciones, principalmente las dominicales; de este modo se busca que los fieles puedan reunirse en familia para orar juntos, a propósito principalmente de lo que la Palabra de Dios presenta para este Domingo: “La carne del Señor es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida; este es el verdadero bien que se nos da en la vida presente, alimentarse de su carne y beber su sangre, no solo en la Eucaristía sino también en la lectura de la Sagrada Escritura.

En efecto, lo que se obtiene del conocimiento de las Escrituras es verdadera comida y verdadera bebida” (San Jerónimo). Por esta razón, será tan importante que todos los fieles, mejor si es en familia, puedan escuchar toda la Palabra de Dios prevista para este día, a través de las transmisiones, así como la homilía que el sacerdote celebrante haga a propósito de ella.