• John 19:25-27
Escuchamos en el Evangelio de hoy que Jesús, mientras moría en la Cruz, miró a Su madre y al discípulo a quien amaba, y dijo a María: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y luego le dijo a Juan, “Ahí tienes a tu madre”.
Se nos dice que “desde esa hora el discípulo la llevó a su casa”.
Este texto apoya una antigua tradición en la cual el apóstol Juan habría llevado a María en su viaje a Éfeso en Asia Menor, y que ambos terminaron sus días en esa ciudad.
De hecho, en la cima de una colina alta que domina el mar Egeo, a las afueras de Éfeso, hay una modesta vivienda que, según la tradición, es la casa de María.
María Inmaculada, Madre de Dios, asunta en cuerpo y alma al Cielo, no solo posee un interés meramente histórico o teórico, ni tampoco es simplemente un ejemplo espiritual. María, como “Reina de todos los santos” (otro de sus títulos), es una presencia permanente, un actor en la vida de la Iglesia.
Al confiar María a Juan, Jesús estaba, en un sentido real, confiando María a todos aquellos que serían amigos de Jesús a lo largo de los siglos.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país.
Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada. Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti.
Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. (…) Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.
A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo. Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. (Consagración al Corazón Inmaculado de María, 25 marzo 2022.
Nuestra Señora de los Dolores
Memoria Litúrgica, 15 de septiembre
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.
Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.
La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.
Un poco de historia
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.
Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.
Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.
¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?
La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.
Cuida tu fe:
Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.
Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.
Oración:
María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.
Mujer, ahí tienes a tu hijo
Santo Evangelio según san Juan 19, 25-27. Nuestra Señora de los Dolores
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy gracias de todo corazón por todo lo que me has dado, en especial, este momento de intimidad contigo. Vengo ante Ti con todo lo que soy y tengo. Bien sabes que en mi corazón hay tristezas y alegrías; en mi vida diaria, dificultades y bonanzas… pero no hay nada que no proceda de Ti. Todo lo bueno que tengo procede de tus manos amorosas. Gracias, Jesús. Enséñame a recibir todo lo que Tú me quieras regalar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús, me demuestras el amor tan exagerado que me tienes: luego de haberme entregado todo lo que tenías, cuando ya no te quedaba nada más que dejarme, me regalas a María, tu mamá, para que también sea mi mamá.
Le dices a la Virgen: «mujer, allí tienes a tu hijo». En la persona de Juan, la Iglesia siempre se ha visto como heredera de ese gran tesoro que es María… pero ¿y la Virgen qué siente?, ¿qué pensamientos recorren ese corazón de madre que ve morir a su Hijo en una cruz y recibe a toda la humanidad como hijos?
Jesús, Tú has muerto por mí, he sido yo quien te ha crucificado con y por mis pecados Te ha entregado al escarnio y a la muerte… ¡Y Tú me regalas a tu mamá! ¡Tú le pides a la Virgen que me adopte a mí, un verdugo tuyo! ¿Cómo acercarme a María si acabo de crucificarte?, ¿con la misma mano que te abofeteó y te clavó acariciaré su mejilla? ¿Cómo la misma boca que hace poco gritaba: «crucifícalo» ahora se atreverá a decirle a la Virgen: «Madre, te quiero»?
¡Es una locura! Y sin embargo, María me mira con sus purísimos ojos bañados en llanto y me dice: «Hijito, si Jesús te ha perdonado todo lo que le hiciste, yo también te perdono. Ven. No tengas ni miedo ni vergüenza. No voy a reclamarte ni a reprocharte nada. Sólo te pido una cosa: No dejes que la sangre de mi Hijo sea en vano. Él ha muerto por ti con la esperanza de que tú lo amarías. Si no sabes cómo hacerlo, ven y yo te enseñaré. Yo también te amo y sólo quiero que la sangre de mi Jesús te dé la vida eterna».
«En el Gólgota no retrocedió ante el dolor, sino que permaneció ante la cruz de Jesús y, por su voluntad, se convirtió en Madre de la Iglesia; después de la Resurrección, animó a los Apóstoles reunidos en el cenáculo en espera del Espíritu Santo, que los transformó en heraldos valientes del Evangelio. A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. En su fe, vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios; en su abnegación, descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás; en sus lágrimas, encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren. En cada uno de estos momentos, María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas». (Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a rezar un rosario agradeciéndole a la Virgen la gracia de ser su hijo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Los 7 dolores de la Virgen en la pandemia de COVID-19
Relacionemos los dolores de María, con lo que está padeciendo la humanidad.
El 15 de septiembre la Iglesia venera a María en su advocación de Nuestra Señora de los Dolores, conocida también como Virgen Dolorosa o Madre Dolorosa, y recuerda en especial siete de los dolores que Ella sufrió durante Su vida.
María pidió rezar diariamente siete Ave Marías mientras se medita en sus dolores. A santa Brígida le dijo, en una revelación privada, que concedería por ello muchas gracias.
Acojamos esta bella devoción. Y en este tiempo de pandemia, relacionemos los dolores de la Virgen María, con lo que está padeciendo la humanidad y encomendémoslo a su compasiva intercesión matensl.
1. La profecía de Simeón (ver Lc 2, 22-35)
María, Madre Dolorosa: A Ti que, llevando en brazos al Niño Jesús, te anunció Simeón que una espada te atravesaría el alma, y supiste asumirlo con serenidad y absoluta confianza en el Señor, ruega por quienes en esta pandemia han recibido algún anuncio devastador: sobre su salud o la de sus seres queridos, la pérdida de ingresos, el fin de sus planes y proyectos. Que no desesperen, que pongan su seguridad en Dios y sepan que todo lo permite por algo y les ayudará a superarlo. (Ave María).
2. La huida a Egipto (ver Mt 2, 13-15)
María, Madre Dolorosa: Tú, que sabes lo que es quedar repentinamente separado de los seres queridos, no saber cuándo podrá volver a verlos, y estar rodeado de extraños, ruega por quienes están aislados: en los hospitales, en los asilos, en sus hogares, sin ver a sus seres queridos. Pide especialmente por los ancianitos, que no han visto desde hace meses a sus hijos y nietos. Que no se sientan solos, que perciban que junto a ellos están siempre Jesús y Tú, y se sientan acompañados y confortados. (Ave María).
3. El Niño perdido y hallado en el Templo (ver Lc 2, 41-50)
María, Madre Dolorosa: A Ti, que te angustiaste cuando pensaste haber perdido a tu Hijo, hasta que lo hallaste en el Templo, ruega por nosotros, tus otros hijos, para que no nos perdamos. En especial ruega por los que desde hace meses no han podido asistir a Misa, ni confesarse, ni comulgar. Que no se acostumbren, que no se vuelvan fríos o indiferentes; que no olviden de que el Señor los espera con los brazos abiertos, y que nunca será igual verlo en pantalla que tener con Él un encuentro personal. (Ave María).
4. Jesús camino al Calvario (ver Jn 19, 16-17)
María, Madre Dolorosa: Tú que con amor y fortaleza acompañaste a Jesús, que flagelado, coronado de espinas, escupido y golpeado cargaba con Su cruz, ruega por quienes acompañan y atienden a los enfermos en esta pandemia. En especial pide por el personal de salud y los miembros de la Iglesia que superando el temor y el riego de contagio, han hecho esfuerzos heroicos para ayudarlos. (Ave María).
5. María al pie de la cruz de Jesús (ver Jn 19, 25-30)
María, Madre Dolorosa: Tú que presenciaste la agonía y muerte de Tu Hijo, ruega por quienes han fallecido y por quienes van a fallecer; en especial por quienes no tuvieron oportunidad de recibir auxilio espiritual. Encomiéndalos a la misericordia del Señor, pídele que de sus almas tenga piedad. (Ave María).
6. El cuerpo sin vida de Jesús, es bajado de la cruz (ver Jn 19, 38)
María, Madre Dolorosa: Tú que sufriste el dolor de ver morir a tu Hijo y recibir Su cuerpo inerte en tu regazo, ruega por todos los que están en duelo, en especial por quienes han perdido seres queridos. Sostenlos en su dolor y alienta su esperanza de poder reencontrarlos en el Cielo. (Ave María).
7. Jesús es dejado en el sepulcro (ver Jn 19, 40-42)
María, Madre Dolorosa: Tú Hijo penetró hasta lo más hondo de las realidades más oscuras del ser humano, para redimirlas, para rescatarnos de ellas. Padeció y murió para librarnos del pecado y de la muerte, pero no se quedó muerto. Resucitó. Y nos invita a pasar la eternidad con Él. Ruega por nosotros, para que comprendamos que lo que estamos viviendo, sea feliz o doloroso, es temporal, que somos peregrinos; que vamos de camino a la patria celestial. (Ave María).
Nuestra Señora de los Dolores, una devoción que llega de la Edad Media
Los siete dolores son una referencia popular a los momentos más difíciles de la Virgen a lo largo de toda su vida
La Iglesia de Occidente celebra cada 15 de septiembre a Nuestra Señora de los Dolores.
En la Edad Media se celebraban los 5 gozos de la Virgen y poco a poco se pasó también a recordar los 5 dolores de Nuestra Señora. Luego pasaron a ser mencionados 7 dolores.
A los frailes servitas, que tienen especial devoción por los sufrimientos de la Virgen María, se les autorizó en 1668 a que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el tercer domingo de septiembre. Esta festividad se implantó también en la Iglesia occidental en 1814.
En el santoral anterior al actual se celebraba el Viernes de Dolores, anterior a la Semana Santa, que era un antigua conmemoración de la que ya había testimonios en el siglo XV en Colonia. Se la había llamado antiguamente Memoria de los Sufrimientos y Penas de la Santísima Virgen María y se dedicaba especialmente a los sufrimientos de Nuestra Señora en el curso de la Pasión de su divino Hijo.
Fue extendiéndose por toda la Iglesia occidental con el nombre de los Siete Dolores de la Virgen. En 1727, se mantuvo la referencia original de la misa y del oficio de la Crucifixión del Señor y la conmemoración se llamó en algunos calendarios «Compasión de Nuestra Señora», antes del siglo XVIII, según explica el historiador Butler.
Los siete dolores
¿A qué nos referimos con los dolores de la Virgen? La devoción popular los considera así, a lo largo de la vida de la Santísima Virgen:
-La profecía de San Simeón. «Había un hombre llamado Simeón que era justo y piadoso; y le dijo a María: Una espada de dolor traspasará tu alma.»
-La Huida a Egipto. «Levántate, toma al Niño y a su Madre, huye hacia Egipto y quédate allí hasta que yo te lo diga.»
-El Niño Jesús perdido durante tres días. «Hijo, ¿por qué has hecho esto con nosotros? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
-La dolorosa marcha hacia el Calvario. «Él avanzó cargado con la cruz. Y le seguía una gran multitud del pueblo y una mujer que lloraba y se lamentaba por Él.»
-La Crucifixión. «Y cuando llegaron al lugar que se llama Calvario, lo crucificaron allí. A los pies de la cruz de Jesús estaba su Madre.»
-El descendimiento de la cruz. «José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús. Y al bajarlo de la cruz, lo depositó en los brazos de su Madre.»
-La Sepultura de Cristo. «¡Qué gran tristeza pesaba sobre tu corazón, Madre de los dolores, cuando José lo envolvió en lienzos finos y lo dejó en el sepulcro.»
El hecho de que Nuestra Señora de los Dolores se celebre el 15 de septiembre hace que quede vinculada a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que se conmemora el día anterior. Una muestra de la unión de la Madre con el Hijo, nuestro Señor, en la vida de los cristianos.
Patronazgo
Nuestra Señora de los Dolores es titular y patrona principal, desde el 9 de agosto de 1692, de la Orden de los Siervos de María. En su honor llevan el hábito negro.
Oración
Oh, Dios, que junto a tu Hijo levantado en la cruz has querido presente la Virgen Madre, asociada a un único martirio, haz que el pueblo cristiano, acogiendo este signo de tu amor, experimente siempre más los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo.