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Tomar la propia cruz. Nos es pesado, hacerlo. Cuentan que uno de los llamados Padres del Desierto se quejaba de la pesadez de su cruz. Un ángel le condujo en una estancia donde había cruces de todas las dimensiones y pesos. El asceta las probó una por una diciéndose interiormente: “Esta, no… ¡Esta, tampoco… Esta!”. Finalmente había encontrado una que le gustó y se la quedó. El ángel le dijo: “Era la tuya…”.

 

 

Como vemos, acompañar a Jesús en el camino de la cruz es condición esencial para ser discípulo suyo. No quiere decir que sólo los discípulos de Jesús tenemos cruces, porque sufrimiento, poco o mucho, todo el mundo tiene. Los seguidores de Jesús nos distinguimos porque estamos llamados a tomar la cruz y creemos que Dios nos ayuda a cargarla. San Lucas añade el matiz “tomarla cada día”, porque de una u otra manera siempre debemos seguir detrás de Jesús.

Podríamos preguntarnos si este seguimiento excluye todo tipo de felicidad en este mundo. No, si Jesús asumió la cruz se debe a que la confianza absoluta que tenía en la bondad del Padre le hacía tomar con él los sufrimientos humanos. Había, al término de todo, la resurrección. Quizás tan fácil como es decir esto, es más difícil de hacerlo nuestro. Pero si nos encontramos para escuchar y asimilar la Palabra de Dios, y especialmente el Evangelio, es porque sabemos que aquí encontramos el fundamento de nuestra esperanza.

 

 

En esta situación también vale el matiz de san Lucas “cada día”, porque forma parte de la identidad cristiana saber que cada día es una nueva oportunidad para aumentar esta esperanza. Y junto a ella, la fe y la caridad que le son inseparables.

La pandemia nos ha enseñado muchas cosas. Y nos mostró que la capacidad humana de hacer el bien no tiene límites. Yo le invitaría, por ejemplo, hoy que esta basílica vuelve a tener su aforo normal, hoy que comienza una etapa en la Escolanía con el ingreso de ocho chicos cantores, le invitaría a saber valorar todas las novedades que cada día el Señor nos ofrece: en la propia vida, en la propia familia, en la propia comunidad. Es lo que nos decía hace una veintena de años un abad extranjero: saber recoger la gracia de los comienzos, y algunos monjes nos acordamos.

 

 

Tengamos, pues, esta capacidad cristiana de asumir cada día la cruz y al mismo tiempo de enriquecernos con la esperanza de empezar cada día con la confianza que Dios guía nuestro presente y nuestro futuro. Es realmente una gracia.

 

 

Waldburgis de Heidenheim, Santa

Abadesa, 25 de febrero

Martirologio Romano: En el monasterio de Heidenheim, en la región alemana de Franconia, santa Waldburgis, abadesa, cuyos hermanos, los santos Bonifacio, Willibaldo y Winebaldo, la convencieron para que pasase de Inglaterra a Germania, donde rigió aquel monasterio, doble de monjas y monjes ( 779).

Fecha de canonización: El papa Adriano II alrededor del año 870.

Breve Biografía

Nació en Wessex (Inglaterra) cerca del 710. Hija del legendario rey san Ricardo el Sajón -un reyezuelo1 de los sajones occidentales- y de Winna, hermana de san Bonifacio, apóstol de Germania.

Cuando su padre partió en peregrinación hacia Roma junto con sus dos hijos —los también legendarios san Wilibaldo y san Winibaldo—, Waldburgis (entonces de once años de edad) quedó bajo el cuidado de la abadesa de Wimborne. Pasó 26 años encerrada en el convento inglés, preparándose para las hazañas que llevaría a cabo en Alemania. Gracias a la educación que recibió en Winborne, Walpurga pudo más tarde escribir en latín la Vida de san Winibaldo y los viajes de san Willibaldo por Palestina. Eso la convertiría en la primera escritora de Inglaterra y Alemania. Apenas un año después de su arribo, recibió noticias de la muerte de su padre el rey Ricardo en Lucca (Italia).

 

Durante este periodo, san Bonifacio estaba sentando los cimientos de la iglesia en Germania. Walpurga viajó a Württemberg para asistir a san Bonifacio. Se convirtió en monja y vivió en el convento Heidenheim, que había sido fundado por su hermano san Wilibaldo. Se encontraba en el actual distrito Weißenburg-Gunzenhausen, vecino al distrito de Eichstätt, en Baviera, que en esa época formaba parte del imperio franco.

Bonifacio fue el primer misionero que pidió ayuda a las mujeres. En el año 748, en respuesta a su pedido, la abadesa Tetta envió a Germania a santa Lioba y santa Waldburgis, junto con muchas otras monjas. Partieron del puerto británico con buen clima, pero se desató en el viaje una terrible tempestad. Waldburgis se arrodilló en el puente de la nave y oró, y rápidamente el mar se calmó. Al arribar al puerto en el continente, los marineros proclameron el milagro que habían presenciado, por lo que Waldburgis era recibida en todas partes con veneración.

En la iglesia de Amberes hay una tradición que dice que la santa pasó algún tiempo allí, en su viaje hacia Alemania. En la iglesia más antigua de la ciudad (que ahora recibe el título de santa Waldburgis), se encuentra una gruta donde se dice que la santa rezaba. Esta misma iglesia, antes de adoptar el Oficio Romano, acostumbraba a celebrar la fiesta de la santa Waldburgis cuatro veces al año.

 

 

En Mainz la santa fue recibida por su hermano san Willibald y por su tío san Bonifacio. Después de vivir algún tiempo bajo la tutela de santa Lioba en Bischofsheim, fue nombrada abadesa de Heidenheim, y así quedó cerca de su hermano favorito, san Winibaldo, que gobernaba un monasterio allí.

Después de la muerte de Winibaldo, ella quedó a cargo también de su monasterio. El 23 de septiembre del 776, ella asistió a su hermano Willibaldo a trasladar los restos de su otro hermano Winibaldo. Descubrieron que no había trazas de putrefacción en las reliquias. Un par de años después Walpurga cayó enferma y —confortada por san Willibald— falleció en Heidenheim el 25 de febrero del 779, y ese día lleva su nombre en el calendario católico; pero en algunos sitios -como Finlandia, Suecia y Bavaria (sur de Alemania)- su fiesta conmemora el tralado de sus reliquias, el 1 de mayo.

San Wilibaldo puso su tumba al lado de la de san Winibaldo. Wilibaldo sobrevivió hasta 786. Después de su muerte, la devoción hacia santa Waldburgis declinó gradualmente y su tumba se fue arruinando.

 

 

Cerca de 870, Otkar, el obispo de Eichstadt, determinó que había que restaurar la iglesia y el monasterio de Heidenheim, que se encontraba casi en ruinas. Declaró que la santa se le había aparecido y lo había amenazado debido a que su tumba había sido profanada por los trabajadores. Entonces se realizó el traslado ritual de sus restos hasta Eichstadt el 21 de septiembre de 870. Fueron instalados en la Iglesia de la Santa Cruz (ahora llamada Iglesia de Sta. Waldburgis. En el año 893 el obispo Erchanbold, sucesor de Otkar, abrió la tumba para arrancar un trozo de su cuerpo para regalarle a Liubula, la abadesa de Monheim. Dijo que el cuerpo estaba inmerso en un precioso óleo que -excepto en la época en que Eichstadt quedó en interdicto y en una ocasión en que unos ladrones lastimaron al encargado de retirar el aceite, continuó fluyendo de su cuerpo (especialmente de sus pechos).

Estas declaraciones hicieron que la santa fuera contada entre los elaephori (santos generadores de aceite). Partes de su cuerpo fueron repartidos a muchas ciudades, como Colonia, Amberes, Furnes y otros, mientras que su óleo ha sido repartido a todos los rincones del globo.

Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com

 

Su nombre ha sido transcrito de diversas formas: Walburga, Walpurgis, Waldburgis, Walburg, Valpurgis, Valaburgia, Valborg, Valburga, Valburgia, Valderburger, Valpuri, Vappu, Vaubourg, Walburg, Walburge, Waltpurde, Wealdburg, Falbourg, Gauburge, etc.

Natural de Sussex. Hija del mítico san Ricardo, rey de Essex -un reyezuelo1 de los sajones occidentales- y de Winna, hermana de san Bonifacio, apóstol de Germania. Hermana de santos Wunibaldo y Wilebaldo. 

Desde muy niña estuvo educada en el monasterio de Wimborne en Dorset, donde recibió una esmerada educación, durante el gobierno de la abadesa santa Tetta. Pasó 26 años encerrada en el convento inglés. Gracias a la educación que recibió en Winborne, Walpurga pudo más tarde escribir en latín la «Vida de San Winibaldo» y los viajes de san Willibaldo por Palestina. Eso la convertiría en la primera escritora de Inglaterra y Alemania.

En el año 748, participó, a petición de san Bonifacio, en la misión por tierras alemanas junto a santa Lioba y otras muchas monjas. Partieron del puerto británico con buen clima, pero se desató en el viaje una terrible tempestad. Walburga se arrodilló en el puente de la nave y oró, y rápidamente el mar se calmó. Al arribar al puerto en el continente, los marineros proclameron el milagro que habían presenciado, por lo que Walburga era recibida en todas partes con veneración. 

 

En Mainz la santa fue recibida por su hermano san Wilebaldo y por su tío san Bonifacio. Después de vivir algún tiempo bajo la tutela de santa Lioba en Bischofsheim, fue nombrada abadesa del monasterio benedictino de Heidenheim, y así quedó cerca de su hermano favorito, san Wunibaldo, que gobernaba un monasterio allí. Tras la muerte de Wunibaldo, ella quedó a cargo también de su monasterio. En el 776, asistió a su hermano Wilebaldo a trasladar los restos de su otro hermano Wunibaldo. Descubrieron que no había trazas de putrefacción en las reliquias.

Un par de años después Walburga cayó enferma y -confortada por san Wilebaldo- falleció en Heidenheim el 25 de febrero del 779, y ese día se celebra su fiesta en el calendario católico; aunque en algunos sitios -como Finlandia, Suecia y Baviera- su fiesta se conmemora el día del traslado de sus reliquias, el 1 de mayo.

Otro rito de purificación y defensa que se relacionaba con la santa Walpurgis, era el encendido de hogueras contra los poderes malignos a lo largo de la noche entre el 30 de abril y el 1 de mayo. Esta pagana Noche de Walpurgis se sigue celebrando en esa noche de primavera (previa a la fiesta de santa Walburga), cuando las brujas pueden celebrar sus fiestas paganas antes de ser barridas por el amanecer del día de la santa. El escritor alemán Wolfgang Goethe retrató de manera espantosa esa noche de Walpurgis en su «Fausto».

Curaciones extraordinarias le son atribuidas de un fluido que emana la roca que está colocada sobre su tumba, y que es llamado «aceite de Walburga». 

Ha dado su nombre a un pueblo del departamento de Orne, próximo a Nogent le Rotrou. Es patrona de Amberes; de la diócesis de Eichstätt.

 

 

Creados a imagen de Dios

Santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12. Viernes VII del Tiempo Ordinario

 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva.

Ya sea que este alegre o cansado, ilusionado o sin proyectos, con planes destruidos o con frutos evidentes… estén como estén las cosas, ayúdame a nunca olvidar lo importante para que, recordando que no importa los sentimientos, pueda llegar a experimentar la realidad de tu cercanía. Quiero estar consciente de que Tú siempre estás a mi lado.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12

 

En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”.

El les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”,

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La unión que pueden formar el hombre y la mujer ante el matrimonio y la familia, se logra hacer a imagen de la unidad del Padre que ama incondicionalmente al Hijo, y del Hijo que se da sin medidas al Padre.

Somos imagen de Dios por la unión que somos capaces de alcanzar. Para eso Dios nos ha creado. Ante tal belleza, Él no quiso permitir la desunión. En cada hombre y mujer capaz de donarse se ve la imagen y semejanza de este intercambio de amor.

 

 

Todos estamos llamados a darnos y donarnos, pues es el núcleo de toda vocación.

Ahora bien, podremos ser una imagen de Dios oscurecida, arrugada e incluso rota… Esto no era el plan original de Dios, pero, sin importar las circunstancias, «toda persona» podrá seguir siendo reflejo de Dios mientras pueda seguir donando sus fuerzas, entregando su persona y amando sin medidas, porque el amor que cuesta es el reflejo más perfecto de Dios.

Sólo debemos aprender a amar desde nuestra realidad personal. Es difícil, pero basta ver el crucifijo para entender la locura del amor, pues no hay resurrección sin muerte; no hay entrega sin renuncia.

 

«Dios no ha creado al ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que le sea complementaria; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos. Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca». (Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer un examen para saber cómo estoy amando y hacer una oración especial por los matrimonios que tienen dificultades.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Adulterio: infidelidad de corazón

Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia

 

 

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Catholic.net

El pecado de adulterio: Se comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional

El adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que se desee deliberadamente. Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón: cuando se pone a alguien por encima del propio consorte. Tal es el sentido de las palabras de Nuestro Señor: Quien mira a una mujer con deseos deshonestos, ya ha cometido adulterio en su corazón

Como pecado externo es uno de esos crímenes enormes que ya entre los judíos y los paganos era castigado con la pena de muerte.

Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y cerrar cuidadosamente la puerta de su corazón al menor síntoma de un afecto desordenado naciente hacia tercera persona. Los antiguos amores de la juventud, los actuales amigos de la familia, los subordinados, los superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un verdadero peligro para la virtud de los esposos.

Hay que evitar los celos infundados , pero también el ser bobalicones poniendo en peligro la fidelidad del otro cónyuge.

Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.

No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y se ve con horror avecinarse la tragedia.

Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido.

Cada vez se cederá más.

Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento. La tragedia será casi irremediable. Por eso deben tomarse toda clase de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal.

Los pasos del adulterio pueden ser éstos:

Un marido absorbido por su trabajo.

** Su mujer se siente sola.
** Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
** Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este segundo hombre.
** Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre. Necesidad de repetir este momento.
** Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación eterna.

Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.

El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena puede llegar también al adulterio:

** Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil.
** Su buen corazón le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello.
** Nace el afecto entre los dos.
** Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc.

En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de relojería que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.

La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio. Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel corazón ya tiene dueño.

Mensaje para la Cuaresma 2022

«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo».

 

 

Por: Papa Francisco | Fuente: Vatican.Va

«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo.
Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).

  1. Siembra y cosecha

En este pasaje el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba (cf. Mt 13). San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha. ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen [1]. Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que su vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros (cf. Lc 12,16-21). La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.

 

 

El primer agricultor es Dios mismo, que generosamente «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Carta enc. Fratelli tutti, 54). Durante la Cuaresma estamos llamados a responder al don de Dios acogiendo su Palabra «viva y eficaz» (Hb 4,12). La escucha asidua de la Palabra de Dios nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida. Si esto ya es un motivo de alegría, aún más grande es la llamada a ser «colaboradores de Dios» (1 Co 3,9), utilizando bien el tiempo presente (cf. Ef 5,16) para sembrar también nosotros obrando el bien. Esta llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda.

¿Y la cosecha? ¿Acaso la siembra no se hace toda con vistas a la cosecha? Claro que sí. El vínculo estrecho entre la siembra y la cosecha lo corrobora el propio san Pablo cuando afirma: «A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa» (2 Co 9,6). Pero, ¿de qué cosecha se trata? Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún «cansancio generoso» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279). Al igual que el árbol se conoce por sus frutos (cf. Mt 7,16.20), una vida llena de obras buenas es luminosa (cf. Mt 5,14-16) y lleva el perfume de Cristo al mundo (cf. 2 Co 2,15). Servir a Dios, liberados del pecado, hace madurar frutos de santificación para la salvación de todos (cf. Rm 6,22).

 

 

En realidad, sólo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos, ya que según el proverbio evangélico «uno siembra y otro cosecha» (Jn 4,37). Precisamente sembrando para el bien de los demás participamos en la magnanimidad de Dios: «Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra» (Carta enc. Fratelli tutti, 196). Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.

La Palabra de Dios ensancha y eleva aún más nuestra mirada, nos anuncia que la siega más verdadera es la escatológica, la del último día, el día sin ocaso. El fruto completo de nuestra vida y nuestras acciones es el «fruto para la vida eterna» (Jn 4,36), que será nuestro «tesoro en el cielo» (Lc 18,22; cf. 12,33). El propio Jesús usa la imagen de la semilla que muere al caer en la tierra y que da fruto para expresar el misterio de su muerte y resurrección (cf. Jn 12,24); y san Pablo la retoma para hablar de la resurrección de nuestro cuerpo: «Se siembra lo corruptible y resucita incorruptible; se siembra lo deshonroso y resucita glorioso; se siembra lo débil y resucita lleno de fortaleza; en fin, se siembra un cuerpo material y resucita un cuerpo espiritual» (1 Co 15,42-44). Esta esperanza es la gran luz que Cristo resucitado trae al mundo: «Si lo que esperamos de Cristo se reduce sólo a esta vida, somos los más desdichados de todos los seres humanos. Lo cierto es que Cristo ha resucitado de entre los muertos como fruto primero de los que murieron» (1 Co 15,19-20), para que aquellos que están íntimamente unidos a Él en el amor, en una muerte como la suya (cf. Rm 6,5), estemos también unidos a su resurrección para la vida eterna (cf. Jn 5,29). «Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13,43).

  1. «No nos cansemos de hacer el bien»

 

 

La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).

No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is 7,9). Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia [2]; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte. La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5).

 

 

No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar [3].  No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el pecado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 166). Uno de estos modos es el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales, que empobrece las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral (cf. ibíd., 43) hecha de «encuentros reales» ( ibíd., 50), cara a cara.

No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Dios, «quien provee semilla al sembrador y pan para comer» (2 Co 9,10), nos proporciona a cada uno no sólo lo que necesitamos para subsistir, sino también para que podamos ser generosos en el hacer el bien a los demás. Si es verdad que toda nuestra vida es un tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37). La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 193).

 

 

  1. «Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos»

La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día» (ibíd., 11). Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5,7) para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is 55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para nuestra salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos» (1 Co 15,28).

 

 

Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna.

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2021, Memoria de san Martín de Tours, obispo.

FRANCISCO

[1] Cf. S. Agustín, Sermo, 243, 9,8; 270, 3; Enarrationes in Psalmos, 110, 1.[2] Cf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 de marzo de 2020).
[3] Cf. Ángelus del 17 de marzo de 2013.

 

 

10 consejos para mejorar el pensamiento catastrófico en nuestra vida

Existen personas que tienen incorporado en su forma de pensar: El pensamiento catastrófico

 

 

Una de mis amigas suele boicotear mis planes cada vez que le propongo hacer algo con nuestros hijos. –»Llevemos a los chicos al parque»–  Inmediatamente responde: –»Y si se caen de los juegos y se rompen un hueso…», «y si los secuestra alguien mientras estamos distraídas…», «y  si un carro pierde el control y se mete al parque y los atropella…»,  «y si comen una flor venenosa y se mueren…» Ir al parque empieza a parecer una terrible y peligrosísima aventura que solo a un desquiciado se le podría ocurrir. Así como esta amiga existen muchísimas personas que tienen incorporado en su forma de pensar una distorsión que no los deja vivir en paz y los llena de temor y ansiedad: El pensamiento catastrófico.

Estos puntos nos explican un punto interesante sobre él y nos deja unos cuantos consejos para poder sobreponerse, conocerse y con amor y caridad ayudar a nuestros amigos a tener una mirada más realista, segura y esperanzada de la realidad, confiar más en Dios y en nosotros mismos.

 

  1. El pensamiento catastrófico nos quita libertad. Aprender a no dejar que nos impida actuar

 

 

Pensar de esta manera quita libertad, llena de angustia a la persona y la sume en una situación de estrés y ansiedad que en casos extremos puede hacer insoportable la vida. Todo representa una amenaza y un peligro inminente del que se cree incapaz de escapar. Si le duele la cabeza seguro es a causa de un tumor maligno y pronto morirá. Si suena el teléfono lo más probable es que sólo sean malas noticias. Si el esposo se demoró media hora sin avisar seguro está con otra y el matrimonio de pronto acabó… La preocupación y el miedo a vivir son una constante. Se trata de pensar objetivamente y actuar aunque nuestros pensamientos nos digan lo contrario.

 

  1. Mantener la calma. No querer controlar todo

 

 

¿Cómo poder tener una  bola de cristal que nos diga exactamente todo lo que va a pasar en el futuro? De esa manera estaríamos preparados para afrontar todos los peligros y decepciones que se pudieran presentar. El deseo más grande de un pensador catastrófico es tener control total sobre cada evento que la vida depara. Este pensamiento puede ser aprendido, puede ser influenciado por la información a la que estamos expuestos y es alimentado por una falta de confianza y de fe. En este sentido se hay que tratar de soltar un poco las cosas y dejar que la realidad nos enseñe.

 

3. Buscar evidencia real del peligro que creemos nos aqueja

 

 

Cada vez que los pensamientos catastróficos vengan a nuestra mente es necesario confrontarlos con la realidad. Por ejemplo: ¿Es real que existan flores venenosas en el parque y que tus hijos las coman? Si en tu matrimonio te llevas bien con tu esposo, es real que por media hora de retraso tu matrimonio haya acabado? Confrontarse con la realidad es un buen ejercicio.

 

4. La ausencia de Dios en nuestra vida, el verdadero temor

 

 

Fernando Robas Rebaque en su libro: «Terapia de las enfermedades espirituales en los Padres de la Iglesia» nos dice que el temor tiene dos lados: el temor-virtud que está relacionado a nuestra supervivencia y rechaza todo lo que va en contra de la vida, especialmente la muerte. Este temor se expresa a través del temor de Dios y no es un temor que tiene que ver con el castigo,  sino es el temor a estar separado de Dios. Estar separado de Dios significa estar separado de la vida. Se me viene a la mente el miedo que siente un niño al separarse de su madre y verse desamparado, privado de su amor y todo lo que ese amor significa.

La otra cara del temor es el temor-pasión que a diferencia del anterior nos aleja de Dios y coloca en su lugar preocupaciones. Considera a las posesiones, los bienes como dioses. En el fondo nos ponemos a nosotros mismos como el centro, como los únicos que tienen el control de la vida.  Viviendo en una realidad deformada sin Dios. Sin Él  la persona siempre imagina lo peor.

«Cobarde es, en efecto, la maldad y ella así misma se condena; acosada por la conciencia imagina siempre lo peor; pues no es otra cosa el miedo sino el abandono del apoyo que presta la reflexión.Sap 17, 11-12.»

 
 5. Sobreponiéndonos al temor en el espíritu

 

 

La confianza en Dios es el primer paso para combatir estos pensamientos. El crecimiento espiritual, la oración, la amistad con Dios. No saldremos del todo de estos pensamientos sino vamos aceptando que es Dios, quien nos ama, el que saldrá al encuentro en todas las situaciones de nuestra vida. Orar frecuentemente y pedirle a Dios que aumente la fe es una excelente practica. La fe es una virtud que Dios nos otorga, hay que pedirla siempre.

 

6. No dejar que nuestros pensamientos nos controlen. Es importante cambiar esa manera de pensar

 

 

Es importante tomar el control de los pensamientos. Cada vez que nos descubramos esperando lo peor de la vida es fundamental reflexionar un momento y evaluar honestamente la situación, medir el riesgo objetivamente. ¿Cuál es la posibilidad que un carro pierda el control y se estrelle justo en el lugar dónde juegan tus hijos? Es bueno medir estas probabilidades en porcentajes. Analizar las auténticas posibilidades de que ocurran catástrofes y buscar evidencias en la realidad. Enfocar las  emociones, simplifica la vida.

 

7. Utilizar nuestro cuerpo para descansar la mente

 

 

Ocupar el día, hacer deporte ayuda mucho. Realizar actividades que ayuden a callar las voces en el interior, salir a caminar, a conversar con otras personas, pintar, cantar. Ocupar la vida en actividades diferentes y enseñar al cuerpo a caminar con seguridad, esa seguridad de estar en la presencia de Dios, quien sale a nuestro encuentro.

 

8. No olvidarnos de la paciencia

 

 

Cambiar los pensamientos no es cosa fácil, requiere de tiempo y paciencia. Así que es importante tomarse el tiempo y avanzar un día a la vez. Empecemos a ser consientes del presente y olvidar los futuros catastróficos. En estos momentos resulta fundamental buscar consuelo y ayuda en los demás, pero sobre todo en Dios.

 

9. Conversarlo con alguien para que te muestren la realidad que no ves

 

 

Compartir nuestros problemas con personas cercanas siempre es bueno. Decírselo a alguien que esté cerca y al que estemos dispuestos a escuchar. Que esta persona nos ayude a ver con objetividad nuestra vida.

 

10. Llevar un diario. Escribir lo que experimentamos cuando un pensamiento catastrófico viene a la mente.

 

 

Para descubrir y evidenciar que podemos ser  pensadores catastrófico llevar un diario en el que escribas que emociones se experimentan cuando el pensamiento viene a la mente es un excelente ejercicio. De esta manera iremos conociendo el tipo de pensamiento que se produce y en qué momentos. Esta es una buena forma de diseñar estrategias para combatirlo.
Espero sinceramente este artículo ayude a conocernos un poco mejor y a entender un poco más a los demás. Cuéntanos qué te pareció y qué otros puntos agregarías.

 

 

La salud como tesoro y como tarea

No implica caer en una obsesión dañina.

 

La salud es un tesoro con el cual podemos hacer tantas cosas: trabajar, estudiar, servir, rezar.

La salud es un tesoro frágil: basta un poco de viento, una comida defectuosa o un virus para que la enfermedad entre con fuerza en la propia vida.

Para proteger la salud, tomamos precauciones, pedimos ayuda, suplicamos a Dios que nos la conserve o la devuelva.

La salud, entonces, es también una tarea. Estamos llamados a protegerla en lo que respecta a nosotros y a quienes tenemos a nuestro lado.

 

Trabajar por la salud, ciertamente, no implica caer en una obsesión dañina que nos impida realizar obras buenas y correr algunos riesgos al ayudar a otros

Tenemos salud no como un fin en sí mismo, sino como un medio para mejor disponer de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón para amar y servir.

¿Y qué ocurre cuando una enfermedad breve o una enfermedad que se hace crónica obstaculizan nuestros deseos de vivir para los demás?

En muchos casos, la enfermedad deja espacios para obras de servicio quizá pequeñas, pero no por ello menos valiosas.

Basta con pensar, con la tradición de la Iglesia, en lo que significa ofrecer los propios dolores, unidos a los de Cristo, para el bien de otros (cf. “Catecismo de la Iglesia Católica”, nn. 1521-1522).

Como reza un himno de la liturgia de las horas en español, podemos pedirle a Dios fuerza para cuando nos llegue una enfermedad:

“Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz”.

 

 

Dios me concede un nuevo día. Con la salud recibida podré dedicarme a amar. Con los pequeños sufrimientos que lleguen me uniré más a Cristo y así colaboraré en la difusión de Su Amor en el mundo…

 

 

Magia ¿de la buena?

Imagínate la escena: veladoras de colores, amuletos, piedras, cuarzos, hierbas “místicas”, y un par de niñas en una pijamada invocando al dios del viento para que su energía haga que sus galanes les sean fieles de por vida.

 

 

Por: José María Baamonde | Fuente: Revista Si

FUEGO QUE NO QUEMA

Imagínate la escena: veladoras de colores, amuletos, piedras, cuarzos, hierbas “místicas”, y un par de niñas en una pijamada invocando al dios del viento para que su energía haga que sus galanes les sean fieles de por vida. ¿Verdad que la escenita parece de broma? Es más, si fuera alguna de ellas tu hermana, seguro no pararías de burlarte toda una semana por lo absurdo que te resultó todo aquél teatrito. Pero que me dirías si te aclaro que esa forma de “juego” a la Sabrina pero sin un gato parlanchín, realmente es una forma de brujería que se está extendiendo por muchas partes del mundo bajo el inocente nombre de Wicca. ¿Quieres saber por qué?, sigue leyendo…

 

¿LA QUÉ? LA WICCA

 

Lo más probable es que te quedaste como yo cuando escuché por primera vez el nombre; no entendí nada. Pues te cuento: la Wicca es un culto neopagano que tiene su origen en el mundo anglosajón y se presenta como una especie de “brujería buena”. No es ni una secta ni una organización con líderes o estructuras precisas. Es simplemente una corriente de pensamiento esotérica a la que se puede adherir cualquier persona sin un compromiso particular.

¿Y QUÉ TIENE DE RARA?

Para que veas dónde está lo peligroso de esta “inocente” corriente de pensamiento, déjame decirte que de inocente no tiene nada, pues es una mezcla de paganismo, magia y superstición. Además, se da una veneración exagerada de la naturaleza, hasta el punto de ser divinizada y adorada (justo lo que te causó risa de la escena de tu hermana).

Y la cosa no se queda ahí, también los seguidores de la Wicca creen en la reencarnación, que consideran como una “evolución del alma”. Practican una serie de ritos mágicos: desde encantamientos de amor hasta ceremonias para enriquecerse o atraer el dinero. A veces, se dirigen a espíritus, entidades no físicas o divinidades paganas, como quien reza al dios astado (patas de cabra, cuerpo velludo, cornamenta de ciervo o macho cabrio). ¿Verdad que ya se puso fea la cosa?

¿POR QUÉ SE PRESENTA COMO “BRUJERÍA BUENA”?

Porque los seguidores de la Wicca dicen que no quieren el mal para nadie y que rechazan el satanismo. Sin embargo, la Wicca no puede ser considerada como un culto positivo. En algunos casos, proponen rituales con los que se quieren ejercer poder sobre las personas. Sin embargo, como bien sabes, los seres humanos no somos marionetas que podamos ser controladas según los propios gustos.

 

Otro aspecto negativo es el de la superstición. Los seguidores de la Wicca están convencidos de que las piedras, las hierbas y el viento, contienen energías particulares capaces de producir efectos sobre la vida cotidiana. De este modo, los seguidores de la Wicca acaban convirtiéndose en esclavos de objetos, amuletos y talismanes.

¿A QUÉ SE DEBE SU ÉXITO?

Por desgracia, algunas películas y series de televisión se han encargado de hacerla popular. Incluso algunas revistas hablan de ella con frecuencia, proponiéndola como una especie de “religión alternativa”. A muchas niñas les han querido vender la idea de convertirse en “brujas buenas” y quedan fascinadas por todo el show que implica. Así las vez como a tu hermana, utilizando los rituales de la Wicca para resolver los problemas de su vida cotidiana. A eso se debe que se encierren en su cuarto y preparen auténticas ceremonias con velas, incienso y pequeños altares dedicados a alguna divinidad rara.

¿Y QUÉ RIESGOS TIENE ESTO?

El riesgo que se esconde detrás de la Wicca es claro. Es la invitación que te hacen a creer que existe una “magia buena”, una especie de “aliada” para resolver todos tus problemas; muchas veces causados por la soledad que experimentas, por tu alejamiento y falta de comunicación con tu familia, alguna decepción amorosa, las dificultades en tus estudios o en tus primeros pasos en el mundo del trabajo. Cuando estás solo es más fácil que seas víctima de la magia y la superstición. Te agarras de todo; incluso de un amuleto.

 

¿QUÉ EFECTO PUEDE TENER EN TU COMPORTAMIENTO?

 

A largo plazo, existe el riesgo de que pierdas la noción de compromiso; empiezas a confiar en algo ajeno a tu propia vida para resolver un problema. Así, renuncias a comprometerte para alcanzar un objetivo, dejando todo en manos de las presuntas “energías”, de algún ritual o amuleto. Es la ley del “quiero todo y cuanto antes”. ¿Me gusta una niña? En vez de conquistarla con simpatía y dulzura, haces un rito mágico. ¿Tengo una duda sobre el futuro? En vez de usar la cabezota para encontrar una solución inteligente al problema, te abandonas en brazos de la Wicca. Lo mismo sucede con los exámenes en la escuela y la universidad.

¿QUÉ HACER?

Si alguno de tus amigos(as) o tu hermana están metidos en la Wicca, puedes ayudarlos con los siguientes tips.

+ Hazlos sentir seguros; invítalos a que valoren los pequeños esfuerzos que hacen en su vida cotidiana para alcanzar un objetivo particular. De esa manera, si quieren conquistar a una niña, no tienen que comprar un amuleto, sino regalarle un ramo de flores.

+ Que acepten sus propios límites; desgraciadamente, no pueden tener todo en esta vida. Si no logran tener el amor de un(a) niño(a), no sirve de nada recurrir a la Wicca para cambiar la situación. Deben aceptar ese pequeño fracaso y volver a sumergirse en la vida de todos los días, buscando con nuevo entusiasmo el verdadero amor.

+ Que superen sus miedos. Ser fuertes les ayudará a afrontar mejor la vida, superando todas las incertidumbres y sin necesidad de recurrir a las supersticiones de la Wicca.

 

 

Sacerdotes que dieron la vida por sus hijas

Se dejaron asesinar para salvar la vida de unas jóvenes amenazadas por los piratas comunistas chinos

 

 

La historia de la Iglesia en China es larga y compleja, con una misión tras otra, de duraciones limitadas ante la eventual expulsión por la persecución.

En el siglo XIX, san Juan Bosco (que influyó a tantísimos santos que a veces parece que de todo lo que tocaba crecía un halo) había soñado sobre el futuro de la Iglesia en China: un cáliz lleno de sudor y otro lleno de la sangre de los salesianos.

San Luis Versiglia

San Luis Versiglia (1873-1930) no tenía ni idea de que este sueño guiaría su vida. El joven Luis, fiel monaguillo, todavía no tenía intención de convertirse en sacerdote y se centraba en su objetivo de ser veterinario.

Su esfuerzo por recibir una buena educación le llevó al Oratorio de Juan Bosco en Turín.

Allí su trabajo duro le valió la atención del santo y su corazón abierto le condujo a la vocación salesiana.

Acogido en la orden por el beato Michael Rua, Luis fue ordenado a los 22 años. Se estableció en una vida muy alejada de la vocación misionera que deseaba.

Durante casi una década, trabajó en la formación de jóvenes salesianos, aunque frecuentemente recordaba a los que le rodeaban que anhelaba ser misionero.

 

 

La maleta hecha

“En cualquier momento puedo tener la maleta hecha”, decía.

Con el tiempo, Dios quiso que el deseo del padre Versiglia se cumpliera. Fue enviado a China donde, con otros 5 salesianos, abrió un orfanato y una escuela.

Como sacerdote según el modelo del mismo san Juan Bosco, el padre Versiglia fue amable y cariñoso.

Siempre estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para amar y servir a su gente. Fue para ellos un auténtico padre.

Cuando la situación política de China se hizo más inestable y la posición de los cristianos más precaria, no mostró ninguna voluntad de abandonar. Fuera lo que fuera lo que padeciera su pueblo, él lo sufriría con ellos.

Con esta actitud y el sueño de Juan Bosco en su mente, Versiglia recibió un regalo de sus superiores: un cáliz. Cuando recibió el cáliz, respondió:

“Don Bosco vio que las misiones chinas florecerían cuando un cáliz fuera lleno con la sangre de sus hijos. Se me ha enviado este cáliz y tendré que llenarlo”.

El padre Versiglia aceptó el cáliz de sufrimiento por sus hijos chinos y no les volvería la espalda.

Cuando Versiglia se enteró de que el área donde él servía iba a convertirse en una vicaría, escribió a sus superiores. Pedía que no le hicieran obispo; prefería quedarse con su gente.

Fue ordenado obispo no mucho después, aunque se negó a permitir que la dignidad de su cargo le alejara de su vocación de servir.

Querido por su gente, pasó gran parte de su tiempo viajando (siempre de la forma más barata posible) para visitar a las personas de toda su diócesis.

El obispo Versiglia ancló su vida en la Eucaristía, ante la que rezaba cada mañana y cada noche, y pasaba el resto de su tiempo al servicio directo de sus hijos.

Un ataque de piratas comunistas

Fue este deseo de conocer personalmente a su pueblo lo que le llevó a beber el cáliz del martirio.

Viajaba con uno de sus sacerdotes, san Calixto Caravario, hacia la parroquia del padre Caravario, cuando unos piratas comunistas atacaron al grupo.

Cuando los santos se dieron cuenta de que los piratas iban tras las tres jóvenes de su grupo, empezaron a intentar razonar con ellos y por último les plantaron cara luchando físicamente, intercediendo entre las mujeres y el peligro.

El obispo Versiglia y el padre Caravario fueron golpeados con palos y culatas de rifles, hasta que el obispo se desmayó, todavía suplicando débilmente a los piratas para que dejaran a las jóvenes.

«¿Es que no teméis la muerte?»

Cuando sacaron a rastras a los dos clérigos en el bosque, uno de los captores les preguntó por qué suplicaban solo por las vidas de las personas seglares que les acompañaban. “¿Es que no teméis la muerte?”.

Y el obispo Versiglia respondió con calma: “Somos sacerdotes; ¿por qué deberíamos temer la muerte?”.

Mientras los piratas rebuscaban entre su equipaje, los dos santos se escucharon mutuamente en confesión. Alas otras prisioneras las liberaron.

El padre Caravario y el obispo Versiglia murieron fusilados.

La imagen nunca abandonó la mente de estas mujeres: encogidas de miedo en el fondo del barco, sus padres luchaban por ellas con uñas y dientes. Fueron apaleados por ellas y por último murieron por ellas.

Estos hombres no eran imperialistas extranjeros, ni sacerdotes novatos buscando gloria en una carrera triunfante; eran sus padres, padres que habían entregado sus vidas por sus hijas.

El obispo Versiglia y el padre Caravario habían llenado el cáliz con su sangre sin dudar ni un momento en ofrecer sus vidas por las de sus hijas.

El día de su fiesta (el 25 de febrero), pidamos su intercesión por todos los sacerdotes y obispos, para que vivan como verdaderos padres de sus hijos espirituales, a cualquier precio.

Santos Luis y Calixto, rezad por nosotros.