Cirilo de Jerusalén, Santo
Memoria Litúrgica, 18 de marzo
Obispo y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia, que a causa de la fe sufrió muchas injurias por parte de los arrianos y fue expulsado con frecuencia de la sede. Con oraciones y catequesis expuso admirablemente la doctrina ortodoxa, las Escrituras y los sagrados misterios (444).
Etimológicamente: Cirilo = Aquel que es un gran Rey, es de origen griego.
Breve Biografía
Desde el periodo apostólico hizo su aparición la herejía en la Iglesia; pero sin causar en las comunidades eclesiales esas profundas heridas producidas por el arrianismo y el nestorianismo en los siglos IV y V. Pero si este pulular de herejías frenó un poco la evangelización de los paganos, suscitó también grandes figuras de pastores, de teólogos, de predicadores, de escritores que con sus obras, por medio de una catequesis sistemática, las homilías y los sermones, lograron exponer claramente la doctrina cristiana y penetrar en el mismo ambiente pagano.
La defensa de la ortodoxia hizo más consciente y vívida la fe en el pueblo cristiano.
Una de las figuras más representativas de este período de apasionadas batallas teológicas es la del obispo de Jerusalén, san Cirilo, que dirigió esa Iglesia desde el 350 hasta su muerte, en el 386.
Cirilo nació de padres cristianos en el año 315. Tuvo alguna simpatía por los arrianos; pero se separó de ellos muy pronto y se adhirió a los semiarrianos homoiusianos, esto es, a esa orientación teológica que se inclinaba a los convenios, que proponía el término “homoi-ousios” (de naturaleza semejante) en vez de “homo-ousios” (de la misma naturaleza, es decir, el Verbo de la misma naturaleza que el Padre): se trataba sólo de añadir una letra, pero era suficiente para eliminar la idea de la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo. Cirilo abandonó también a los semiarrianos y se adhirió a la doctrina ortodoxa de Nicea. Por esto fue varias veces desterrado, bajo los emperadores Constancio y Valente.
El primer concilio ecuménico de Constantinopla, en el que participó Cirilo, reconoció la legitimidad de su episcopado. Las primeras incertidumbres de su pensamiento teológico demoraron, en Occidente, el reconocimiento de su santidad.
En efecto, su fiesta fue instituida sólo en 1882.
El Papa León XIII le concedió el título de doctor de la Iglesia por las 24 Catequesis que Cirilo compuso probablemente al comienzo de su episcopado y que él dirigía a los catecúmenos que se preparaban para recibir los sacramentos. De las primeras 19, trece están dedicadas a la exposición general de la doctrina, y cinco, llamadas mistagógicas, están dedicadas al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana. Las Catequesis de San Cirilo nos llegaron gracias a la transcripción de un estenógrafo, en la íntegra naturalidad y sencillez con que el santo obispo las comunicaba a la comunidad cristiana en los tres principales santuarios de Jerusalén, es decir, en los mismos lugares de la redención, en los que, según la expresión del predicador, no sólo se escucha, sino que “se ve y se toca”.
Justo entre injustos
Santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46. Viernes II de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios, creador mío, Tú eres la única fuente del amor, de la esperanza, de la caridad. Quiero poner en tus manos mi corazón, mi persona, para que en ella florezcan estas virtudes.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegando el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron: Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.
Entonces Jesús les dijo: ¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?
Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos.
Al oír estas palabras, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que Jesús las decía por ellos y quisieron aprehenderlo, pero tuvieron miedo a la multitud, pues era tenido por un profeta.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Dios constantemente envía criados a este mundo. Ahora bien, ¿los profetas fueron profetas porque Dios los predispuso a esta vocación?, ¿o fueron profetas porque lo lograron por propia voluntad? La respuesta son ambas. Misterio que se palpa en la experiencia del cristiano.
Ni con el simple querer se alcanzaría el ser profeta, ni con la simple gracia me tornaría profeta. Gracia y libertad. Libertad y gracia.
El primer criado fiel que fue asesinado por los labradores murió libremente. Y, aunque esto es una parábola, Señor, cuánto es realidad también en este mundo, que hasta podría decir, que yo conozco el nombre de los criados.
No existe nada más doloroso que hacer el bien en medio de injusticias. Siendo justo sin triunfar en esta vida, mientras otros «triunfan» sin ser justos. Es difícil, pero es así, Señor. O quizá he acaso perdido el sentido moral de mi vida. Quizá he olvidado que el bien que yo obro no es menor aunque se encuentre en medio de males. Que el mal que yo obro no es menor aunque se encuentre en medio de bienes. Lo mismo el mal entre males o el bien entre bienes. Que mi obrar es uno y uno solo delante de Dios. ¿Quién murió en una cruz sin haberla merecido?, ¿cuál era su motivación?
Quizá la consciencia de lo que significa ser persona, individuo, autor de mis actos, criatura libre, responsable ha desaparecido en mí. Porque así fuesen mil criados justos los que hubiesen muerto a manos de los labradores, no habrían dejado de ser justos. Ni las muertes suyas habrían dejado de ser una injusticia. Ni siquiera cuando el silencio de la corrupción no hablase más de aquel delito cometido. El bien habrá permanecido bien. El mal habrá permanecido mal.
Vivir de cara a ti, Señor, ése es mi deseo. No de cara a los hombres, no a mi entorno, no a la opinión pública. Pues, aunque es verdad que debo considerar todo esto y mucho más, no son ellos los que rigen mi actuar. No son ellos mi fuente, tampoco mi fin, son personas como yo, que están llamadas a ir a ti. Sólo existe una verdad, sólo un camino para hacer el bien -y ése eres Tú, Señor.
Soy un criado, fui llamado, fui creado para custodiar tu viña, para proclamar tu nombre. Pero eso no sucederá sin que yo acoja con mi libertad esta sublime vocación.
¿Seré capaz? Sólo hay una respuesta: libertad y gracia; gracia y libertad. Confío en ti. Confías en mí.
«El Señor planta una viña, la rodea de una cerca, cava un lagar y edifica una torre. Esto el Señor lo ha hecho siempre con tanto amor y con tanta ternura. Él recuerda siempre a este pueblo cuando le era fiel, cuando lo seguía en el desierto, cuando buscaba su rostro. Pero después la situación se volvió al revés y el pueblo se adueñó de este don de Dios. Nosotros somos nosotros, somos libres. Ese pueblo no piensa, no recuerda que fueron las manos, el corazón de Dios quien lo hizo, y así se convierte en un pueblo sin memoria, un pueblo sin profecía, un pueblo sin esperanza. Es, por lo tanto, a los dirigentes de este pueblo a quienes Jesús se dirige con esta parábola: un pueblo sin memoria ha perdido la memoria del don, del regalo; y atribuye a sí mismo lo que es: Nosotros podemos».
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de mayo de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy es el día para cambiar aquello que sé que debo cambiar, aunque vaya a ser difícil por el entorno en que me encuentro. Pongo en tus manos este propósito, Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La herencia… ¡del bien!
Después de que nos hayamos ido, … solo importará y tendrá valor la herencia de la semilla del bien que dejamos en alguien y que estará germinando
Es frecuente que nos pongamos a pensar, si algo tenemos, en cómo serán repartidos esos bienes cuando dejemos este mundo.
Bien sabemos que nada nos vamos a llevar, aunque haya personas que lo deben de poner en duda por el empeño y la obsesión en acumular fortunas, objetos, joyas, propiedades, etcétera, pero… aunque no sea mayor cosa lo que poseemos siempre hay una inquietud sobre el destino de lo que hoy y ahora es nuestro.
Naturalmente que, como cosa normal, será el cónyuge o los hijos los que recibirán ese beneficio.
Y pensando en estas cosas es que hacemos testamento.
Hay personas que les da miedo hacerlo, pues les parece que es como rozar un poco la mano fría de la muerte, como un mal presagio, como soltar las ataduras de esos bienes y sentir que ya no son tan nuestros, … en fin, conceptos totalmente equivocados, pues el tomar la decisión de hacer testamento es, bien podría decirse, una obligación para que a nuestra partida no dejemos enredos y disgustos.
Pero he aquí que pensando en esto se me viene a la mente…si habremos pensado también un poco en qué herencia y testamento espiritual les vamos a dejar a nuestros hijos, nietos, esposo o esposa y demás familiares y amigos que nos rodean.
¿Qué recuerdo les quedará?…¿Qué imagen les dejaremos, de manera indeleble de nuestra persona, de nuestro proceder ante la vida, de nuestra actuación ante los acontecimientos que nos tocó vivir en nuestro corto o largo camino junto a ellos?…
Me decía un persona muy querida, agobiada por el vacío y la ausencia que representaba haber perdido al compañero de su vida, en su reciente viudez: – «Me estoy muriendo por dentro pero he de darle a mis hijos y nietos el testimonio de mi fortaleza, el ejemplo de que se acatar la voluntad de Dios, con una sonrisa y con mucho ánimo»….¿No es esto estar haciendo testamento y de estar dejando una herencia más rica que todos los millones del mundo?
El amor a Dios, la honestidad, la rectitud, la conservación de las tradiciones, el ser responsable, transparente en la verdad, la educación, la fidelidad para los seres y las creencias, la fe, el saber perdonar y pedir perdón, la fortaleza en los momentos de prueba, en una palabra: el amor.
Y cuando la vida es difícil y cuando hay carencias, cuando hay penas, cuando hay enfermedad… ¿no es una gran herencia utilizar nuestra vida para poner algo de esa vida al servicio de quién lo necesita?
Qué huella tan diferente podemos dejar, al irnos, si hemos sido generosos, no solo en lo material sino en darnos, un desgastarse poco a poco para que los demás tengan mejor calidad de vida o por el contrario nos llegue la hora…sin habernos estrenado.
Como bien dice J.L. Martín Descalzo: – «Hay personas que se cuidan, se ahorran, se «conservan», van a llegar a la otra vida como un abrigo guardado en el ropero».
Y con esto de la herencia y el testamento pensamos que al correr del tiempo, mucho tiempo después de que nos hayamos ido, … solo importará y tendrá valor la herencia de la semilla del bien que dejamos en alguien y que estará germinando, quizá sin que él o nosotros lo sepamos, pero que será la verdadera herencia y legado que dará constancia de HABER PASADO POR ESTE MUNDO.
«La Iglesia debe usar el lenguaje de Jesús, no el de la política»
Francisco tuvo una charla virtual a primera hora de esta tarde con el Patriarca de Moscú para hablar de la guerra en Ucrania.
Una videollamada entre el Papa Francisco y Kirill, Patriarca de Moscú y toda Rusia, para hablar, este 16 de marzo, sobre la guerra que se desenvuelve en Ucrania.
Tal como informa el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, durante este intercambio de conversaciones el Santo Padre, acompañado por el cardenal Kurt Koch (presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos) habló del actual conflicto con el Patriarca Kirill y con el metropolita Hilarión de Volokolamsk, jefe del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú.
El Papa agradeció al jefe de la Iglesia ortodoxa rusa este encuentro, «motivado por el deseo de indicar, como pastor de su pueblo, un camino hacia la paz, para rezar por el don de la paz y por el cese del fuego», dijo Matteo Bruni.
La Iglesia -expresaron el Papa y el Patriarca- no debe utilizar el lenguaje de la política, sino el de Jesús: «Somos pastores de un mismo pueblo santo que cree en Dios, en la Santísima Trinidad, en la Santa Madre de Dios: por eso debemos unirnos en el esfuerzo de ayudar a la paz, de ayudar a los que sufren, de buscar los caminos de la paz, de detener el fuego».
No hay guerra justa o santa
También destacaron la excepcional importancia del proceso de negociación en curso: «Quien paga la factura de la guerra es el pueblo, son los soldados rusos y la gente que está siendo bombardeada y muriendo», dijo el Papa.
«Como pastores, tenemos el deber de estar cerca y ayudar a todas las personas que sufren la guerra. Hubo un tiempo en que nuestras iglesias todavía hablaban de una guerra santa o de una guerra justa. Hoy en día, ya no podemos hablar de esta manera. Se ha desarrollado una conciencia cristiana de la importancia de la paz», añadió.
«Las iglesias están llamadas a contribuir al fortalecimiento de la paz y la justicia», coincidió Francisco con Kirill, antes de concluir su discurso diciendo:
«Las guerras son siempre injustas. Porque es el pueblo de Dios el que paga. Nuestros corazones sólo pueden llorar por los niños, por las mujeres asesinadas, por todas las víctimas de la guerra. La guerra nunca es la solución. El Espíritu que nos une nos pide, como pastores, que ayudemos a las personas que sufren a causa de la guerra».
Todo pasa por algo
Intentar comprender la acción de Dios en nuestras vidas
En estos tiempos de aparente incertidumbre ante la contingencia sanitaria que se vive en todo el mundo, en el corazón del hombre pueden surgir legítimos cuestionamientos del por qué ocurren eventos de este tipo, mismos que si no se reflexionan con una perspectiva de fe, terminan provocando desesperanza y frustración en la humanidad. Por ello, meditar acerca de lo bueno o malo que pasa en nuestras vidas a través de los ojos con los que Dios nos mira, ayuda a calmar el alma cuando todo pasa por algo.
En primer lugar, para intentar comprender la acción de Dios en nuestras vidas, en necesario reconocernos como “creaturas» limitadas por nuestra propia condición humana, la cual goza o padece de una inteligencia finita, misma que por más que se esfuerce en entender la mente de su Creador, le será imposible puesto que su naturaleza es distinta y mucho mayor; razón por la que recurrir a – un salto de “fe” – ante aquello que somos incapaces de conocer con nuestros ojos, parece ser la opción más sensata para continuar.
En segundo lugar, ayuda mucho el ejercitar la relación de amistad con Dios a través de la figura del hijo y el Padre. Tratar de acercarnos en la oración y el diálogo mental como un auténtico niño; inocente, confiado y sin ninguna preocupación porque se sabe protegido por sus padres que velan por él. Así Dios se hace presente, nos cuida de todo tropiezo que nos lastime o de cualquier camino que nos lleve al barranco, sin embargo, eso como niños que somos, no logramos verlo, no lo entendemos. Ninguna madre deja que su hijo juegue con las tijeras, aunque este haga berrinche, pues ella solo anhela verlo sano y sin peligro.
El Padre Jorge Loring S.J., reflexiona en uno de sus populares videos, sobre la humildad que debemos ejercitar para reconocer que “Dios sabe más que nosotros”, y que cuando le pedimos algo y así no sucede, es porque Dios como buen Padre, sabe lo que es mejor, por lo que tener una actitud de confianza en su voluntad, es la mayor ganancia, “hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”, es la frase que toma de San José María Rubio, para explicar la tranquilidad que se obtiene cuando depositamos todo en Él, no empeñándonos en imponer lo que en ocasiones pensamos que es mejor.
La confianza debe partir de una fe a ciegas, sincera y de abandono total en el misterio del plan divino, conscientes de que a Dios no le somos indiferentes, que nos acompaña en todo momento y que solo busca nuestro mayor bienestar; “la salvación eterna”. Por lo que su intervención en nuestras vidas, será de diversas maneras; una palabra de aliento, una crisis, un ascenso, el beso de una madre, un pensamiento, el nacimiento de un hijo, una enfermedad, etc., a sabiendas de que tal vez nunca logremos entender “el por qué” o las “razones”, pero con la certeza de que todo fue por y para algo mejor, agradeciendo por todo aquello que nos da y lo que no nos da.
En tercer y último lugar, no dejar de tener esperanza y orar. El Padre Pío de Pietrelcina decía, “reza, espera y no te preocupes, la preocupación es inútil, Dios es misericordioso y escuchará tu oración” – porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre (Mt 7,8), – Dios pone casi todo, tu pones casi nada, pero Dios no pone su casi todo, si tu no pones tu casi nada, así obra la Divina Providencia.
“Abrazar al Señor, para abrazar la Esperanza” (Papa Francisco, Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, 27 de marzo de 2020).
¿Por qué la Cuaresma?
Ella nos hace recordar las palabras del Maestro divino: «Si no hicieres penitencia, todos pereceréis» (Lc 13,3)
Desde los principios del Cristianismo la «Cuaresma marcó para los cristianos un tiempo de gracia, oración, penitencia y ayuno, a fin de obtener la conversión». Ella nos hace recordar las palabras del Maestro divino: «Si no hicieres penitencia, todos pereceréis» (Lc 13,3).
Esos cuarenta días que preceden a la Semana Santa, son colocados por la Iglesia para que cada uno de nosotros se prepare para la mayor de todas las Solemnidades litúrgicas del año, la Pascua, la gran celebración de la Resurrección de Jesús, la victoria de Él y nuestra sobre el Mal, sobre el pecado, sobre la muerte y sobre el infierno.
La Carta apostólica del Papa Pablo VI, aprobando las Normas Universales del Año 0 Litúrgico y el nuevo Calendario Romano general, dice, en el n. 28: «El tiempo de la Cuaresma va de Miércoles de Cenizas hasta la Misa en la Cena del Señor (Jueves Santo, a la tarde), inclusive».
Jesús está presente en la Liturgia
La celebración litúrgica no es mero recuerdo del pasado, algo que ocurrió con Jesús y pasó, no. Jesús está presente en la Liturgia. El Catecismo dice que: «Por la liturgia, Cristo, nuestro redentor y sumo sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención.» (§1069). Esto es, por la Liturgia de la Iglesia Él continúa salvándonos, especialmente por los Sacramentos, y hace tornar presente nuestra redención.
Pero, para que el cristiano pueda beneficiarse de esa celebración precisa estar preparado, con el alma purificada y el corazón sediento de Dios. La Iglesia recomienda sobre todo que vivamos aquello que ella llama de «remedios contra el pecado» (ayuno, limosna y oración), que Jesús recomendó en el Sermón de la Montaña (Mt 6, 1-8) y que la Iglesia nos coloca delante de los ojos ya el Miércoles de Cenizas, en la apertura de la Cuaresma.
Meta de la Cuaresma
La meta de la Cuaresma es la expiación de los pecados; pues ellos son la lepra del alma. No existe nada peor que el pecado para el hombre, la Iglesia y el mundo.
Todos los ejercicios de piedad e de mortificación tienen como objetivo librarnos del pecado.
El ayuno fortalece el espíritu y la voluntad para que las pasiones desordenadas, especialmente aquellas que se refieren al cuerpo (gula, lujuria, pereza), no dominen nuestra vida y nuestra conducta. La limosna socorre al pobre necesitado y produce en nosotros el desapego y el despojamiento de los bienes terrenales; esto nos ayuda a vencer la ganancia y el apego al dinero.
La oración fortalece el alma en el combate contra el pecado. Jesús recomendó en la noche de su agonía: «Vigilad y orad, el espíritu es fuerte pero la carne es débil». La Palabra de Dios nos enseña:
«Es buena la oración acompañada del ayuno y dar limosna vale más que juntar tesoros de oro, porque la limosna libra de la muerte, y es la que borra los pecados, y hace encontrar la misericordia y la vida eterna» (Tb 12, 8-9).
«El agua apaga el fuego ardiente, y la limosna resiste a los pecados» (Eclo 3,33). «Encierra la limosna en el seno del pobre, y ella rogará por ti para librarte de todo el mal» (Eclo 29,15).
Jesús enseñó: «Es necesario orar siempre sin jamás dejar de hacerlo» (Lc 18,1b); «Vigilad y orad para que no entréis en tentación» (Mt 26,41a); «Pedid y se os dará» (Mt 7,7). Y San Pablo recomendó: «Orad sin cesar» (I Ts 5,17).
Cuaresma es, pues, tiempo de rompimiento total con el pecado. Algunos piensan que no tienen pecado, se juzgan irreprensibles, como aquel fariseo de la parábola que despreciaba al pobre publicano (Lc 18,10 ss); pero en verdad, muchas veces no perciben los propios pecados por causa de una consciencia malformada que acaba encubriéndolos. Para no caer en este error tenemos que comparar nuestra vida con aquellos que fueron los modelos de santidad: Cristo y los Santos.
Así podemos prepararnos para el Banquete pascual glorioso, encontrándose con el Señor resucitado y glorioso con el alma renovada en su amor.
San Cirilo de Jerusalén, obispo y Doctor de la Iglesia
Aleteia
Famoso por sus catequesis
San Cirilo nació en el año 315 en una población cercana a Jerusalén. Sus padres eran cristianos y se preocuparon por darle una excelente educación. Fruto de ello, fue gran conocedor de las Sagradas Escrituras y de las Humanidades, y un gran comunicador de la fe.
Esto lo convirtió en Padre griego y Doctor de la Iglesia, por su profundidad teológica y su maestría en transmitir la fe.
Fue ordenado sacerdote y se le encomendó formar a los catecúmenos, una tarea que llevó a cabo durante años.
Más tarde sería obispo y arzobispo de Jerusalén.
Al batallar contra la herejía del arrianismo, fue desterrado cinco veces en la época de los emperadores Constantino y Valente. En total, una condena de dieciséis años.
De él conservamos 18 discursos catequéticos (se les llama Catequesis de san Cirilo), un sermón, la carta al emperador Constantino y algunos textos fragmentarios. Los textos de catequesis no los escribió él sino alguien que transcribía con rapidez lo que san Cirilo predicaba.
Fragmento de la Catequesis II de San Cirilo: Invitación a la Conversión
«Entonces, dirá alguno, ¿hemos perecido engañados? ¿no habrá salvación alguna? Caímos, ¿podremos levantarnos? (Jer 8,4). Hemos quedado ciegos ¿podremos recuperar la vista? Estamos cojeando, ¿no hay esperanza de que caminemos correctamente alguna vez? Diré en resumidas cuentas: ¿No podremos alzarnos después de haber caído? (cf.Sal 41,9) ¿Es que acaso quien resucitó a Lázaro, con hedor ya de cuatro días (Jn 11,39), no te resucitará vivo también a ti? Quien derramó su preciosa sangre por nosotros nos liberará del pecado para que no claudiquemos de nosotros mismos (cf. Ef 4,19)11, hermanos, cayendo en un estado de desesperación.
Mala cosa es no creer en la esperanza de la conversión. Quien no espera la salvación acumula el mal sin medida; pero el que espera la curación, fácilmente es misericordioso consigo mismo. Igualmente el ladrón que no espera que se le haga gracia llega hasta la insolencia; pero, si espera el perdón, a menudo termina por hacer penitencia. Si incluso una serpiente puede mudar la piel, ¿no depondremos nosotros el pecado? También la tierra que produce espinas se vuelve feraz si se la cultiva con cuidado: ¿Acaso podremos obtener nosotros de nuevo la salvación? La naturaleza es, pues, capaz de recuperación, pero para ello es necesaria la aceptación voluntaria.
Dios ama a los hombres, y no en escasa medida. No digas tú entonces: He sido fornicario y adúltero, he cometido grandes crímenes, y ello no sólo una vez sino con muchísima frecuencia. ¿Me perdonará, o más bien se olvidará de mí? Escucha lo que dice el salmista: «¡Qué grande es tu bondad, Señor!» (Sal 31,20). pecados acumulados no vencen a la multitud de las misericordias de Dios. Tus heridas no pueden más que la experiencia del médico supremo. Entrégate sencillamente a él con fe; indícale al médico tu enfermedad; di tú también con David: «Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado» (Sal 38,19). Y se cumplirá en ti lo que también se dice: «Y tú has perdonado la malicia de mi corazón» (Sal 32,5)».