En el imaginario bíblico, la viña simboliza el pueblo de Dios. El señor nos alimenta como nuestro cuidador, pero él desea (incluso exige) que demos buen fruto. La Misa, la Eucaristía, el oficio de magisterio de la Iglesia, los sacerdotes y obispos—a través de estos medios y a través de la Iglesia— Dios cultiva su viña.

 Nuestra primera lectura de este fin de semana está tomada del quinto capítulo del profeta Isaías. Isaías probablemente sea el profeta que más leemos del Antiguo Testamento durante el año litúrgico. Así que, de nuevo, cuando tengan la oportunidad, saquen sus Biblias, y tal vez, consigan un buen comentario, pero hagan su lectura del profeta Isaías. Se lo destaca prominentemente en muchas de las lecturas litúrgicas. Y la imagen de la lectura de hoy es un motivo clásico dentro de la tradición israelita. Y lo que quiero decir aquí es que que la imagen de la viña es una evocación del pueblo de Israel.  Así que estas imágenes me suenan un poquito más, ahora que estoy aquí. Lo que tenemos, nos cuenta Isaías, es una especie de canción de amor entre el productor de la viña y su viña. Pero es una canción de amor que enfatiza, si lo puedo poner en estos términos, la exigencia del amor. Ahora, esto es lo que quiero decir. Escuchen cómo lo desarrolla.  Luego, trabajó la tierra con tesón. Estoy citando ahora “Removió la tierra, quitó las piedras”. Cualquiera que alguna vez haya hecho esa clase de trabajo, aún hoy, intentar limpiar las piedras de un terreno —qué difícil que es, cuánto tiempo lleva, qué agotador que es. Luego escuchamos que sembró en un terreno elegido, y que planta las mejores vides que puede encontrar. No escatima en gastos.

No pierde el tiempo. Consigue las mejores vides para plantar en lo mejor del terreno. Más aún: en él, dice, “edificó en medio una torre, y excavó un lagar”. ¿Para qué es la torre? Bueno, para echar un ojo sobre su valioso pedazo de tierra y asegurarse que no sea violentado por malhechores, etc. ¿Y el lagar? Bueno, es a la expectativa de esa maravillosa cosecha de uvas. Finalmente, dice que edificó un muro alrededor de la viña, aún más extenso para protegerla de los malhechores, de los animales, etc. Ahora, este es el punto de todo esto. El constructor, el dueño, lo puso todo. Ha hecho todo lo que podía para cultivar esta viña. La quiso, la disfrutó, la protegió, le dedicó toda la consideración – y entonces, finalmente, esperó grandes cosas de ella. Bueno, este es el Señor Dios de Israel respecto a su pueblo santo. Este es el Señor de cara a Israel. Toda la excavación, y la protección y el cuidado –todo esto evoca las miles de maneras en que el Dios de Israel ha cultivado a su pueblo. Tenemos que pensar en las Escrituras, la Ley, las alianzas, los grandes patriarcas, los profetas, el templo y sus rituales –todas las formas en que Dios ha compartido su corazón con Israel, todas las formas en que ha cultivado la vida de su pueblo santo. Tenemos tal vez, por sobre todas las cosas, que pensar en el gran acto de liberación por el que Dios sacó a Israel de Egipto. Estas son todas las formas en que ha preparado –en esta ladera hermosa, fértil– esta hermosa viña. De acuerdo.

Pero luego esta imagen da un giro bastante oscuro. ¿Por qué? A pesar de sus esfuerzos, dice, el dueño de la viña está frustrado. ¿Por qué? Porque cuando viene a buscar su cosecha de uvas, sólo encuentra, estoy citando aquí, “uvas agrias” –o algunos sugieren que el sentido del hebreo es “uvas apestosas”. O sea, uvas que no han fructificado, a pesar de todos sus esfuerzos. Cuando viene a cosechar, todo lo que encuentra son uvas apestosas. ¿Cuál es el punto concreto? Y este es el profeta Isaías, pero pueden escucharlo en todos los profetas, de un lado al otro en la literatura profética. Dios le dio su corazón entero a su pueblo, pero su pueblo no ha respondido. Sí, conocen la Ley, les dieron las alianzas, tienen el templo, tienen el beneficio del éxodo de Egipto. Y aún así no han respondido. Esta es la verdad espiritual –lo pondré en términos Católicos– todo es gracia. Quiero decir, la gracia está primero, absolutamente. Dios prodiga su amor y su gracia, su amor inmerecido sobre nosotros. Pero luego, estamos destinados a cooperar con esa gracia. La gracia de Dios en sí misma no es garantía de que la cosecha será fructífera y abundante. Es necesario una respuesta a la gracia. Ahora, quiero resaltar algo –he estado utilizando la palabra “nosotros” para hacerlo. No piensen por un segundo que este relato es sólo sobre el antiguo Israel. “Este pueblo de la antigüedad, pobrecitos, no cooperaron con la gracia de Dios”. Quiero decir, San Pablo se refiere a la Iglesia como el Nuevo Israel. Miren a lo largo y ancho de la tradición. Toda clase de voces proféticas se han levantado en este sentido: aunque Dios ha prodigado su gracia sobre el Nuevo Israel de la Iglesia, muy a menudo no hemos cooperado.

Piensen por un segundo –de nuevo esta es la perspectiva Católica– en los sacramentos, la Misa, la Eucaristía, el ejemplo de los santos, el oficio de magisterio del papa y los obispos: ¿No representa todo eso las formas en que Dios continua cultivando su viña? Este es el trabajo de cavar, y de remover las piedras, y de construir el muro y la torre y el lagar. Estas son todas las formas en que Dios ha prodigado su gracia sobre nosotros. Pero, pero cuando venga por la cosecha, ¿encontrará uvas buenas o uvas amargas, apestosas? Bueno, esto es cuestión de nuestra cooperación con su gracia. Una y otra vez, los Evangelios nos recuerdan que algo está en gran riesgo en la vida espiritual. No hay una buena razón para permanecer indiferentes a esto. Estoy en los registros públicos, y me han castigado un poco por esto, por sostener que podríamos tener la esperanza de que toda la gente se salve. Y está basado en el Catecismo. El Catecismo dice que, en esperanza, la Iglesia ruega por la salvación de todos. Así que sí, tenemos la esperanza. Y esa esperanza está basada en la misericordia y gracia de Dios.

Pero esperanza no es lo mismo que previsión. Esperanza no es lo mismo que una confianza despreocupada –de ninguna manera. Tomás de Aquino dice, “Tenemos esperanza sólo de cosas que son difíciles”. Seguro, tengo la esperanza que todos puedan salvarse. ¿Se salvarán todos? No lo sé. No estoy en posición de decir eso. ¿Qué encontrará Dios cuando venga a cosechar mi propia vida dentro de la Iglesia, que él ha cultivado en todas estas maneras diferentes? Bueno, necesito cooperar con su gracia. Necesito responder. Ahora, regresen a la imagen de Isaías. ¿Cuál es el resultado de la falta de cooperación de Israel? Escuchen, dice el Señor: “le quitaré su cerca y será destrozada. Derribaré su tapia y será pisoteada. La convertiré en un erial, nadie la podará ni le quitará los cardos, crecerán en ella los abrojos y las espinas”. Aquí está esta viña hermosamente cultivada en la fértil ladera, a la que Dios le ha dado todo. Pero cuando encuentra estas uvas agrias apestosas, este es el resultado. Todo se convierte en ruinas. Ahora, les aviso –lo he dicho antes– nunca lean este texto, como que Dios se pone de mal humor. Dios está furioso como un padre disfuncional. No, no; esto es física espiritual. Cuando cooperamos con la gracia, florecemos. Ese es el punto. Dios nos cubre con su amor, y si cooperamos con ese amor –lo que sucede es que florecemos y fructificamos. Cuando no cooperamos con esa gracia, la rechazamos, nos tornamos hacia nosotros… Agustín dijo que pecar es estar “curvatus in se”. Me torno hacia mí mismo, sin abrirme a la gracia. ¿Qué sucede? Esto sucede. Esta viña hermosamente cultivada se convierte ahora ruinas. El muro es derribado –quiere decir que cualquiera la puede tomar y devastar. No es que Dios sea arbitrario. Es sólo física espiritual. Esto es lo que sucede cuando no cooperamos con la gracia. Ya he dicho esto antes: las estadísticas, desde hace varios años, han mostrado que como el 70% de los Católicos permanece alejado de la Misa regularmente. Eso quiere decir que no reciben la Eucaristía. Quiere decir que no están escuchando la Palabra de Dios. Quiere decir que no se están reuniendo como comunidad. Permanecen alejados de la fuente y culmen de la vida Cristiana. Ahora, un cuarto entero de nuestro país manifiesta no pertenecer a ninguna religión. Entre los Católicos es igual de malo; entre los jóvenes Católicos, es incluso peor que entre la población general. Algo como el 40 o 50 % de los Católicos jóvenes menores de 30 manifiestan no pertenecer a ninguna religión. Quiero decir, Dios prodiga su amor en su viña: sobre el antiguo Israel y el Nuevo Israel, la Iglesia. Dios trabaja, y protege, y quita las piedras, y cava la tierra, y compra las mejores vides. Pero, ¿si permanecemos alejados de la Misa en manadas, estamos repudiando nuestra conexión con la religión, estamos rechazando escuchar la Palabra de Dios, estamos permaneciendo alejados de la Eucaristía? Recuerden ese informe del Centro Pew de hace, ¿cuánto?, un año atrás: 70% de los Católicos no cree en la Presencia Real. Bueno, vean, todo eso es signo de falta de cooperación con la gracia. ¿Qué sucede? Todo se convierte en ruinas. Y me refiero a la viña que Dios está cultivando. Me refiero a la viña en cada uno de nosotros, nuestra propia identidad espiritual. Así que, mientras cierro, quédense con esta imagen del quinto capítulo de Isaías. Porque por un lado es muy hermoso, es muy positivo. Es hermoso cómo Dios ama y cultiva su pueblo santo. Pero no es una gracia fácil. No es un amor frívolo. Es un amor que exige y nos llama por una respuesta cooperativa. Cuando esos dos amores se encuentran –el amor divino y el amor humano se encuentran– entonces tenemos el florecimiento de esta gran viña.  Dios los bendiga.

Esta historia ilustra de manera alegórica los reproches que los profetas habían hecho sobre la historia de Israel. Es una historia que nos pertenece: se habla de la alianza que Dios quiso establecer con la humanidad y a la que también nos llamó a participar. Pero esta historia de alianza, como cada historia de amor, conoce sus momentos positivos, pero está marcada también por traiciones y desprecios. Para hacer entender cómo Dios Padre responde a los desprecios opuestos a su amor y a su propuesta de alianza, el pasaje evangélico pone en boca del jefe de la viña una pregunta: «Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» (v. 40). Esta pregunta subraya que la desilusión de Dios por el comportamiento perverso de los hombres no es la última palabra. Está aquí la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso desilusionado por nuestros errores y nuestros pecados, no pierde su palabra, no se detiene y sobre todo ¡no se venga!  (Ángelus, 8 octubre 2017)

  • Matthew 21:33-43; 45-46

Justo antes de Su Pasión y Muerte, Jesús nos relata una historia sorprendente, que es nuestro Evangelio de hoy. La viña fértil significa Israel, Su gente elegida. Pero podría ser ampliada e incluir a todo el mundo. ¿Qué es lo que aprendemos a través de esta bella imagen? Que Dios ha hecho para Su gente un lugar donde encontrar descanso, alegría y buen trabajo.

Nosotros—Israel, la Iglesia, el mundo—no somos los propietarios de esta viña sino los viñadores. Uno de los errores espirituales más básicos que podemos cometer es pensar que somos dueños del mundo. Somos arrendatarios a quienes se nos ha confiado la responsabilidad de cuidarlo; pues todo lo que tenemos y somos está a préstamo. Nuestra vida no es acerca de nosotros mismos.

Cristo es el juicio de Dios. Todos nosotros estamos bajo Su juicio. En la medida que lo matamos, rechazamos escucharlo, ponemos nuestro arrendamiento a riesgo. Entonces la gran pregunta que surge de esta lectura es: “¿Cómo estoy usando los dones que Dios me ha dado para Sus propósitos? ¿Mi dinero? ¿Mi tiempo? ¿Mis talentos? ¿Mi creatividad? ¿Mis relaciones?” Todo es para Dios, y por lo tanto todo está bajo Su juicio.

Hugo de Génova, Santo

Religioso, 8 de octubre

Por: Isabel Orellana Vilches | Fuente: Zenit.org

Religioso

Martirologio Romano: En Génova, de la provincia de Liguria, Italia, san Hugo, religioso, que, después de haber luchado largo tiempo en Tierra Santa, fue designado para regir la Encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén en esta ciudad, y se distinguió por su bondad y su caridad hacia los pobres (c. 1233).

Etimología: Hugo = aquel de inteligencia clara, viene del germano

Breve Biografía

Hugo Canefri es uno de los más destacados miembros de la Orden de Malta, a la que pertenecía, y particularmente venerado en Génova. Vino al mundo en Castellazzo Bormida, Alessandría, Italia. No existe unanimidad en la fecha; algunos la sitúan en 1148 y otros en 1168. Ésta última quizá sea la más verosímil toda vez que existe constancia de que ese año su ilustre familia participó en la fundación de Alessandría iniciada entonces.

Su padre era Arnoldo Canefri. Su madre Valentina Fieschi era hija del conde Hugo di Lavagna, y hermana de Sinibaldo di Fieschi (pontífice Inocencio IV). El peso de su apellido era de gran envergadura. Su abuelo paterno había donado importantes sumas a la iglesia de S. Andrea di Gamondio. Además, tenía entre los suyos personas destacadas en los estamentos sociales, muy reputadas por su valía y alta responsabilidad tanto a nivel eclesiástico como civil, nada menos que condes, reyes, fundadores y santos… Aparte de ello, no se proporciona información sobre su infancia y adolescencia.

Los datos que se poseen se deben al arzobispo de Génova, Ottone Ghilini, paisano y contemporáneo suyo, que había pasado por las sedes de Alessandría y de Bobbio. Fue el papa Gregorio IX quien lo trasladó a Génova y al instruir el proceso canónico de Hugo, sintetizó por escrito su virtuosa vida, dando cuenta de sus milagros. Lo que se puede decir de él con más certeza arranca de la época en la que fue elegido caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta), aunque en esa época sus miembros eran conocidos como hospitalarios y sanjuanistas. Todo parece indicar que Hugo no debió ser ordenado sacerdote, pero sí vistió el conocido hábito que en su tiempo se distinguía por su color negro con una cruz blanca de ocho puntas en alusión a las ocho bienaventuranzas; el hábito cambió de color algunos años después de su fallecimiento.

Las cruzadas contra los infieles se hallaban entonces en su apogeo. Eran muchos los que se integraban en los ejércitos que partían para liberar Tierra Santa del dominio de los enemigos de la fe cristiana. Después de la conquista de Jerusalén por Godofredo de Bouillón en 1099, el hospicio (hubo varios y de distintas nacionalidades) construido junto al Santo Sepulcro para la atención de los peregrinos, que había sido dedicado a san Juan, fue donado por el califa de Egipto, Husyafer, al beato Gerardo de Tenque, fundador de la Orden de Malta.

Tras esta primera Cruzada se convirtió no solo en el lugar donde iban a sanar sus heridas los caballeros cruzados que lucharon en combate, sino que fue el origen del nacimiento de la Orden puesta bajo el amparo del pontífice Pascual II, a petición de fray Gerardo. Cuando Hugo nació, el papa Calixto II ya le había concedido nuevos privilegios, y el Gran Maestre Gilbert d’Assailly, el quinto, gozaba de gran prestigio. Esta Orden de caballería estaba integrada por seculares y también por los caballeros que habían emitido votos y tenían como objetivo la tuitio fidei et obsequium pauperum (la defensa de la fe y la ayuda a los pobres, a los que sufren), dedicándose a las tareas de enfermería. Además, los capellanes, que eran «una tercera clase», se ocupaban del servicio divino.

Pues bien, Hugo fue uno de los ilustres combatientes en Tierra Santa. Participó en la tercera Cruzada junto a Conrado di Monferrato y al cónsul de Vercelli, Guala Bicchieri. Y al regresar de estas campañas, fue designado capellán de la Encomienda del hospital de san Giovanni di Pré, en Génova. Desde ese momento, la vida del santo, alejado de las armas, se centró en la oración y en el ejercicio de la caridad con los enfermos y marginados que acudían al hospital, además de los peregrinos que iban y venían de Tierra Santa.

A los enfermos los asistió procurándoles consuelo humano, espiritual y económico. Cuando fallecían, les daba sepultura con sus propias manos. Pero uno de los rasgos representativos y más loados de su espiritualidad, junto a su amabilidad, modestia y piedad, fue su fe. Con ella era capaz, como dice el evangelio, de trasladar montañas.

Entre otros milagros que se le atribuyen se halla el acaecido un día de intensísimo calor. Hubo un problema con el suministro del agua, y las lavanderas del hospital se veían obligadas a recorrer un intrincado camino para proveerse de ella. Sus lamentos fueron escuchados por Hugo, quien se apresuró a atenderlas. Entonces le rogaron que pidiese a Dios un milagro, y él les recomendó que rezasen. Pero a las mujeres les faltaba fe, y pronto su lamento se tornó en exigencia: él era el único que podía arrebatar esa gracia; ellas estaban cansadas de tanto trabajo en medio del sofocante calor. No le agradó a Hugo su propuesta, pero en aras de la caridad hizo lo que le pedían, y después de orar y de realizar la señal de la cruz obtuvo de Dios el bien que solicitaban.

También se le atribuye el rescate de una nave que se hallaba a punto de naufragar, logrado con su oración, y la mutación del agua en vino, que se produjo en un banquete, al modo que hizo Cristo en las bodas de Caná. Otros fenómenos místicos que se producían a veces mientras oraba o se hallaba en misa, momentos en los que podía entrar en éxtasis, fueron visibles para otras personas, entre ellas el arzobispo de Génova, Otto Fusco.

Hugo fue un penitente de vida austera (su lecho era una tabla situada en el sótano del centro hospitalario), que vivió entregado a la mortificación y al ayuno. Su muerte se produjo en Génova hacia el año 1233, un 8 de octubre. Sus restos fueron enterrados en la primitiva iglesia en la que residía, sobre la que se erigió la de San Giovanni di Pré donde hoy día continúan venerándose.

Ser lo que realmente somos

Santo Evangelio según San Mateo 21, 33-43. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

Por: Michael Vargas Arias, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, purifica mi mente y mi corazón para que todas mis intenciones estén en sintonía con tu santa voluntad. Enséñame a sentirme parte de tu Reino y a extenderlo al más necesitado.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: «Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegando el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora díganme: Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron: Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo». Entonces Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos»

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuanta paz nos da el hecho de «Ser lo que realmente somos», vivir libremente y sin doblez; vivir sin ocultarse ante los demás, o querer aparentar aquello que no corresponde a nuestra identidad.
Un hecho que nos puede dar claridad es vivir de cara a aquello que Dios nos va pidiendo día con día. Para ello es importante saber y reconocer que somos sus hijos, saber que Él nos ha dado un Reino y que, además de dárnoslos, se ha preocupado con amor de padre para que no nos falte nada, pues quiere nuestro bien.
Nos ha colmado de dones, talentos, de una viña para poder trabajar; en fin, Dios es el propietario de ese Reino y nosotros somos sus servidores.

Ante este hecho pueden surgir varias preguntas en nuestro corazón, ¿Qué clase de servidores somos? Somos coherentes con el plan divino, actuamos de manera justa, aprovechamos todo lo que Dios nos ha dado, o, por el contrario, somos malos administradores.

Hemos perdido la sencillez que caracteriza a todo aquel cree en el Señor, no hemos compartido la alegría de sabernos amados, protegidos, acompañados en el Reino que Dios nos ha dado para poder crecer. ¿Cómo estamos viviendo hoy? Señor, ¿qué podemos mejorar? ¿Cómo debemos de actuar? Ilumina nuestra mente por favor, guía nuestros pasos y forma en nuestro corazón una disposición para poder aprovechar aquello que nos has dado.

Ayúdanos a sentirnos cada vez más parte de tu Reino, ayúdanos a ser un instrumento de tu Paz, para que donde haya odio, llevemos amor, donde haya ofensa, llevemos perdón, donde haya discordia llevemos la unión, donde haya duda llevemos la fe; donde haya error, que llevemos la Verdad. Donde haya desesperación, llevemos la alegría. Y donde haya tinieblas, que llevemos luz. (cf .Oración de san Francisco de Asís).

Haznos, Señor, buenos administrador de aquello que Tú nos has dado y ayúdanos a compartirlo con el más necesitado.

«La vocación es ser llamados por Otro, es decir, no poseerse más, salir de sí mismos y ponerse al servicio de un proyecto más grande. Nos convertimos, entonces, con humildad, en colaboradores de la viña del Señor, renunciando a todo espíritu de posesión y de vanagloria. ¡Qué triste es ver que, a veces, precisamente nosotros, hombres de la Iglesia no sabemos ceder nuestro puesto, no conseguimos despedirnos de nuestros deberes con serenidad, y nos cuesta dejar en manos de otros las obras que el Señor nos ha encomendado!».

(Homilía de S.S. Francisco, 23 de junio de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy hablaré sobre las maravillas que Dios me ha dado con otras personas.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

María, la Madre de los descartados

En la memoria de la Santísima Virgen María del Rosario, el Papa se reunió con los miembros de la Confraternidad de la Madre de Dios de Montserrat, España.

«Bon dia a tots!». Con estas palabras en catalán el Papa Francisco inició su discurso en español a los integrantes de la Confraternidad de la Mare de Déu de Montserrat, en España. Durante la audiencia concedida a este grupo este sábado 7 de octubre por la mañana en el Patio de San Dámaso, el Santo Padre dirigió un cordial saludo al Cardenal Juan José Omella, al Padre Abad de Montserrat, Manuel Gasch, a los demás obispos, sacerdotes, religiosos y a todos los fieles.

De inmediato, agradeció a todos por la visita que se inserta en una peregrinación a la Ciudad Eterna para celebrar los 800 años de fundación de la institución. Su objetivo es extender y facilitar la devoción a la Virgen de Montserrat, con la vinculación al Santuario y la creación de centros que, como auténticos pequeños santuarios, «acerquen el amor que Dios manifiesta en su Santa Montaña a todos los fieles».

El Obispo de Roma les expresó su emoción por recibirlos y verlos en el día «en que celebramos a nuestra Madre celestial bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario».

«Celebrar a María es celebrar la cercanía y la ternura de Dios que se encuentra con su pueblo, que no nos deja solos, que nos ha dado una Madre que nos cuida y acompaña. Es celebrar la cercanía de Dios porque el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Así ama Dios y viendo a María uno entiende la cercanía de Dios, la compasión de Dios en una Madre y la ternura de Dios».

Además de resaltar la acción de gracias a Dios por el aniversario, el Papa evocó la imagen de la Virgen de Montserrat, «la querida ‘Moreneta’, está sentada y tiene al Niño en su regazo, es la “Mare de Déu”, y en su mano derecha sostiene una esfera que simboliza el universo, es la ‘Reina y Señora de todo lo creado’”.

La Virgen señala a Jesús: «Hagan lo que Él les diga»

Para el Sucesor de Pedro, «tener presente esta doble vocación de María a ser madre de Dios y madre nuestra nos ayuda a reflexionar sobre el tema  elegido para esta peregrinación: ‘Piedad popular, amistad social y confraternidad universal'».

«Sabemos que la devoción mariana significa mucho es muy significativa en las manifestaciones de piedad del santo pueblo fiel de Dios. Es la Madre. Pensemos, en estos 800 años de presencia en Montserrat, ¡cuántos fieles visitando su santuario, desgranando las cuentas del rosario, y pidiendo con humildad y sencillez a la Moreneta su intercesión por ellos, por sus seres queridos! ¡Y cuántas, cuántas manifestaciones de cariño filial, de súplicas y acciones de gracias!».

El Pontífice observó que, cuando el Pueblo de Dios va a visitar a su Madre, se expresa de un modo que quizás no lo hace tanto en otro tipo de oración. Y explicó que, delante de la Madre, se despiertan los sentimientos más nobles de una persona. «Y cuando María escucha nuestras plegarias, hace este gesto (ndr: señalar a Jesús, no señalar con el dedo acusador)«. «Hace este gesto, que es el gesto más mariano. Señala a Jesús: ‘Hagan lo que Él les diga’. Es el gesto típicamente mariano. No, no hace así. No hace así, no. Indica el camino y habla a su Hijo para que entienda».

La Madre y la piedad popular

Francisco comentó que la fuerza evangelizadora de la piedad popular crea condiciones favorables para que los lazos de amistad y fraternidad entre los pueblos crezcan y se fortalezcan. A continuación, apartándose del texto escrito, añadió que San Pablo VI «ya había entendido esto, y cambió el nombre: de ‘religiosidad popular’ a ‘piedad popular'» y dijo que en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi hay párrafos muy claros «sobre esta gracia (es una gracia que tienen los pueblos) de la piedad popular».

«Y también en este aspecto la devoción mariana tiene un lugar privilegiado. María es abogada, pero hoy día la palabra ‘abogado’ es demasiado funcional, es mejor decir es ‘facilitadora’. María es facilitadora en los conflictos y los problemas, como la falta de vino en las bodas. Ella nos ayuda a ‘desatar los nudos’ que se hayan hecho en nosotros y entre nosotros. Es decir, que María también allana el camino de la amistad entre los pueblos, invitándonos a volver nuestra mirada al origen y la meta de nuestra existencia, que es Jesucristo, y nos anima a seguir su ejemplo, recorriendo las sendas de la paz, la amabilidad, la escucha y el diálogo paciente y confiado».

Parir un mundo nuevo

Con el poder del Resucitado, Francisco explicó que María quiere parir un mundo «donde todos son hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras ciudades, donde resplandezcan la justicia y la paz». Para Ella, «no hay descarte, es la Madre de los descartados, de los que nosotros descartamos porque va allí a buscarlos», expresó el Papa de modo espontáneo.

Y hablándoles desde su corazón de Pastor que acoge a todos, el Pontífice dijo:

«Es la Madre de los descartados, de los que nosotros descartamos porque va allí a buscarlos. No conoce la actitud de descartar a nadie. Y como es Madre, sabe escuchar tantas cosas, tantas peticiones, incluso cuando nacen de un corazón doble, de un corazón no coherente consigo mismo, un corazón injusto que hace daño. Escucha, escucha al hijo criminal también».

Por último, el Obispo de Roma los animó a seguir adelante en su misión, a la que calificó de «don y tarea»:

«Que Jesús los bendiga, que la Virgen los cuide (es buena cuidadora, sabe cuidar) y que los ayude a seguir caminando juntos. Y, de paso, les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias».

(VIDEO) ¿Qué pasó con el velo de la Virgen María?

Una hermosa reliquia nos habla del amor de María Santísima a su Hijo Jesús, entérate de la historia que hay detrás de ella

Conocer a las personas que son parte de nuestra vida nos hace apreciarlas y entablar una relación más profunda con ellas. Lo mismo ocurre con Dios y los santos. Y, sobre todo, si nos enteramos de situaciones que les ocurrieron y que no son diferentes de las nuestras. Por ejemplo, como nosotros, usaron ropas y ahora se preservan como reliquias, algunas poco conocidas, como el velo de la Virgen María.

Cabe recordar que una reliquia puede ser de tres clases: partes del cuerpo de un santo, objetos que le hayan pertenecido y objetos que han tenido contacto con una reliquia de primera clase.

En este video, presentamos la hermosa historia detrás de este precioso objeto, reliquia de segunda clase que, según la Tradición, usó María santísima para proteger a su Hijo Jesús.