• St. Teresa of Avila
REFERENCIAS BÍBLICAS
• Luke 12:8-12
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos habla sobre cómo manejar la persecución. ¿Cuándo es que la Iglesia dejará de ser perseguida? Sólo cuando el Señor regrese, no antes.
Desde los primeros días hasta el presente, la comunidad de Jesucristo ha sido objeto de violencia en el mundo. La Iglesia siempre anunciará, hasta el fin de los tiempos, que el viejo mundo ha pasado y un nuevo mundo de amor, vida, y no violencia está surgiendo. Este anuncio siempre ha enfurecido al mundo del pecado. Siempre. El siglo veinte ha sido el más sangriento—y el que ha tenido mayor cantidad de mártires.
Pero aquí están las palabras de ánimo de Jesús: “Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir”.
Mientras tanto, ¿qué debemos hacer? Mantengamos el desapego a lo mundano, pues esto pasará, fijemos nuestros ojos en el mundo que no pasará. Y hablemos. Confiadamente, cándidamente, provocativamente. El mensaje es el Evangelio; la muerte y resurrección del Señor.
Jesús sanaba a muchos enfermos y ellos quieren hacer creer que lo hacía no con el espíritu de Dios —como lo hacía Jesús—, sino con el del Maligno, con la fuerza del diablo.Jesús reacciona con palabras fuertes y claras, no tolera esto, porque esos escribas, quizás sin darse cuenta están cayendo en el pecado más grave: negar y blasfemar el Amor de Dios que está presente y obra en Jesús. Y la blasfemia, el pecado contra el Espíritu Santo, es el único pecado imperdonable —así dice Jesús—, porque comienza desde el cierre del corazón a la misericordia de Dios que actúa en Jesús.
Pero este episodio contiene una advertencia que nos sirve a todos. De hecho, puede suceder que una envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una persona pueda empujar a acusarlo falsamente. Y aquí hay un verdadero veneno mortal: la malicia con la que, de un modo premeditado se quiere destruir la buena reputación del otro. ¡Que Dios nos libre de esta terrible tentación! (Ángelus, 10 junio 2018)
Teresa de Jesús (de Ávila), Santa
Fiesta Litúrgica, 15 de octubre
Virgen Carmelita
Doctora de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que nacida en Ávila, ciudad de España, y agregada a la Orden de los Carmelitas, llegó a ser madre y maestra de una observancia más estrecha, y en su corazón concibió un plan de crecimiento espiritual bajo la forma de una ascensión por grados del alma hacia Dios, pero a causa de la reforma de su Orden hubo de sufrir dificultades, que superó con ánimo esforzado, y compuso libros en los que muestra una sólida doctrina y el fruto de su experiencia († 1582).
Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, viene del griego
Breve Biografía
Nacida en Ávila el año 1515, Teresa de Cepeda y Ahumada emprendió a los cuarenta años la tarea de reformar la orden carmelitana según su regla primitiva, guiada por Dios por medio de coloquios místicos, y con la ayuda de San Juan de la Cruz (quien a su vez reformó la rama masculina de su Orden, separando a los Carmelitas descalzos de los calzados). Se trató de una misión casi inverosímil para una mujer de salud delicada como la suya: desde el monasterio de San José, fuera de las murallas de Avila, primer convento del Carmelo reformado por ella, partió, con la carga de los tesoros de su Castillo interior, en todas las direcciones de España y llevó a cabo numerosas fundaciones, suscitando también muchos resentimientos, hasta el punto que temporáneamente se le quitó el permiso de trazar otras reformas y de fundar nuevas cases.
Maestra de místicos y directora de conciencias, tuvo contactos epistolares hasta con el rey Felipe II de España y con los personajes más ilustres de su tiempo; pero como mujer práctica se ocupaba de las cosas mínimas del monasterio y nunca descuidaba la parte económica, porque, como ella misma decía: “Teresa, sin la gracia de Dios, es una pobre mujer; con la gracia de Dios, una fuerza; con la gracia de Dios y mucho dinero, una potencia”. Por petición del confesor, Teresa escribió la historia de su vida, un libro de confesiones entre los más sinceros e impresionantes. En la introducción hace esta observación: “Yo hubiera querido que, así como me han ordenado escribir mi modo de oración y las gracias que me ha concedido el Señor, me hubieran permitido también narrar detalladamente y con claridad mis grandes pecados. Es la historia de un alma que lucha apasionadamente por subir, sin lograrlo, al principio”. Por esto, desde el punto de vista humano, Teresa es una figura cercana, que se presenta como criatura de carne y hueso, todo lo contrario de la representación idealista y angélica de Bernini.
Desde la niñez había manifestado un temperamento exuberante (a los siete años se escapó de casa para buscar el martirio en Africa), y una contrastante tendencia a la vida mística y a la actividad práctica, organizativa. Dos veces se enfermó gravemente. Durante la enfermedad comenzó a vivir algunas experiencias místicas que transformaron profundamente su vida interior, dándole la percepción de la presencia de Dios y la experiencia de fenómenos místicos que ella describió más tarde en sus libros: “El camino de la perfección”, “Pensamientos sobre el amor de Dios” y “El castillo interior”.
Murió en Alba de Tormes en la noche del 14 de octubre de 1582, y en 1622 fue proclamada santa. El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia.
Si quieres ahondar más en la vida de Santa Teresa de Ávila consulta:
• Teresa de Jesus, Fundadora y Orante
• Una Santa muy Española
El nombre de Dios escrito en el corazón
Santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12.
Sábado XXVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Quisiera que el universo entero, con todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales, fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios. Quisiera que mi voz fuera más potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios. Quisiera que mi corazón fuera tan grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma, para en él tener a Dios». (San Rafael de Arnaiz Barón, Escritos Espirituales, 04-03-1938).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios.
A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando los lleven a las sinagogas y ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesucristo, nos llama a dar testimonio de su palabra. Pero ha de ser un testimonio con nuestras obras. Un testimonio de lo que es ser un auténtico cristiano, que consiste en ser amigo de Jesús y seguirlo por el camino de la cruz. Este seguimiento ha de ser alegre aun en medio de las dificultades presentes. Se puede pensar que las condiciones del mundo presente son muy difíciles. Incluso las más difíciles. Qué hay que ser muy buenos para no caer en las asechanzas del demonio. Y podemos poner la culpa en las propagandas de televisión, los programas y películas tan atractivos,… Pero pensemos en todas las dificultades que sufrieron los primeros cristianos que dieron la vida por el Señor o en los que fueron a evangelizar por el mundo entero. O que tuvieron que vencer los deseos de riqueza y de poder, etc… Y gracias a su perseverancia y fidelidad, nosotros hemos conocido la fe.
Hoy el Señor, llama a cada cristiano a mirarle a Él. A contemplar su belleza y llevarla a todos. No importan las dificultades porque es el Señor el que da la fuerza si uno se deja guiar por Él. Sí, es verdad que el hombre es débil y habrá caídas por el camino. Recordemos que Pedro, san Pedro, lo negó. Pero Pedro se acercó a Jesús, que lo levantó y lo llamó a dar su vida totalmente, hasta que al final entregó su vida en una cruz, como su maestro. Pero tomemos la mano de Jesús, confiemos plenamente en Él, no nos quedemos en el suelo cuando caigamos sino confiemos en la gracia de Dios. El mundo de hoy, tiene sed de Dios y Dios nos llama a llevarlo a cada alma.
No va a ser fácil, ya lo dijo el Señor. Pero el grano de trigo tiene que caer en tierra y morir para dar fruto. Hay que ver un poco más allá para darnos cuenta, no de las dificultades que nos esperan, sino del cielo que nos espera.
«Insistencia, aunque cansa, y es ciertamente muy agotador. Es una actitud de la oración. Santa Teresa habla de la oración como una negociación con el Señor, y esto es posible solo cuando hay familiaridad con el Señor. Es agotador, es verdad pero esta es la oración, esto es conseguir de Dios una gracia». (Cf Homilía de S.S. Francisco, 1 de julio de 2013, en Santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a publicar en mis redes sociales un mensaje positivo. Voy a compartir un mensaje de esperanza a mis amigos. No voy ser negativo sino veré la situación presente como una oportunidad magnífica para anunciar el mensaje del Evangelio.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La blasfemia: un pecado nefasto
La blasfemia persiste, aunque se trate de uno de los pecados más aborrecibles que se cometen, quizá por la facilidad y ligereza mental con que se hace
Recuerdo un episodio de hace algunos años. Me encontraba de vacaciones con otros compañeros en un pequeño pueblo del norte de España, en la verde y montuosa provincia de Santander (Cantabria). Oímos el relato que refirió una anciana de ese pueblo: cuando ella era jovencita estalló la Guerra Civil, que dividió España en dos partes y dio lugar a una despiadada persecución religiosa. Recordaba la señora perfectamente el día en que unos milicianos comunistas entraron en su pueblo y llevaban preso al cura de la parroquia.
“¡Como si lo estuviera viendo! Lo llevan, con las manos atadas, a la plaza donde se ha congregado también la gente. Después de insultarlo y de lanzar repetidas blasfemias contra la religión y los curas, el cabecilla de la banda de milicianos manda al sacerdote ponerse de rodillas, le apunta con su pistola en la frente y, cargado de odio, le grita: “¡blasfema!” Nuestro cura respondió que no lo haría. “¡Blasfema!, vuelve a gritarle aquel bárbaro. Nueva negativa del buen sacerdote. Entonces, a la tercera vez que le mandó y que no accedió el sacerdote, el cruel miliciano le disparó en la cabeza dejándolo muerto en medio de un charco de sangre. Después se dirige a la gente que estábamos ahí congregados: ¡para que os enteréis que no hay Dios y que se acabaron todas esas historias que os cuentan los curas!”
La señora concluyó su relato diciendo que no olvidaría la escena mientras tuviera vida, por lo que significó para ella y todo el pueblo el martirio del heroico cura.
El episodio no fue un caso aislado dentro de los muchos que sucedieron en aquella trágica persecución religiosa sufrida por España, y está documentado. Cito aquí la válida información de Mons. Antonio Montero, autor de una documentadísima historia sobre la persecución religiosa en España, que lo reporta así:
Recordemos un caso de Santander. Es el de don Arsenio García Lavid, ecónomo de Cerrazo… fue sacado para el frente de Cabañas de Virtus para que prestase sus trabajos en un batallón de fortificación… “según testigos de vista, le sacaban y ponían contra una piedra o pared, silueteando a tiros su persona para obligarle a blasfemar el santo nombre de Dios, cosa que no consiguieron jamás. Pero un día, el último, porque Dios lo quiso, se le llevó al lugar donde había de confesar valientemente a Cristo, dando su vida por Él”.
Los verdugos le intimaban por última vez para que blasfemara, y don Arsenio, lleno de decisión y fortaleza que le daban la gracia de Dios, dice estas magníficas, cristianas y sublimes palabras: “No conseguiréis jamás que blasfeme; podéis matarme si queréis. Yo, además, os perdono”. Sonó una descarga y cayó pesadamente y sin vida su cuerpo a tierra.
¡Antes morir que blasfemar!
La señora que refirió el episodio recordaba vivamente el cuadro que puso punto final a la vida ejemplar de don Arsenio, y que se produjo siendo ella una niña. Aquel sacerdote mártir prefirió morir antes que blasfemar contra Dios o contra la Virgen Santísima, y dejó un testimonio imborrable de heroísmo y fidelidad a sus parroquianos. El odio de los milicianos y comunistas y de la gente sin Dios contra la fe y sus ministros, durante aquella Guerra Civil española (1936 – 1939), hizo que se difundiera ampliamente la odiosa costumbre de blasfemar. Esta mala costumbre persiste, aunque se trate de uno de los pecados más aborrecibles que se cometen, quizá por la facilidad y ligereza mental con que se hace.
Voy a referir otro caso, entre los cientos y tal vez miles que se dieron durante aquellos años heroicos y de martirio. Se trata de Antonio Molle, un joven jerezano que a los veinte años fue mutilado y martirizado el 10-VIII-1936. Cayó prisionero de los milicianos en el frente de Peñaflor (Sevilla), y como llevaba un escapulario quisieron hacerle blasfemar. Él siempre contestaba gritando: ¡Viva Cristo Rey! Primero le cortaron las orejas y le sacaron los ojos, entre blasfemias horrorosas de los verdugos, y al final lo acribillaron a balazos. Así lo cuenta Rafael de las Heras, testigo presencial. Hoy su cuerpo mutilado está enterrado en la Basílica de Ntra. Sra. del Carmen Coronada de Jerez de la Frontera, Cádiz.
La blasfemia es un pecado nefasto
Donde hay un blasfemo, él solo es capaz de echar a perder la fe y las buenas costumbres de una casa o de una entera familia. Con los insultos que salen de su boca y que brotan de su corazón malvado, enlodaza la conciencia de los niños y de los jóvenes que lo escuchan, y que después se sienten justificados a repetir lo que oyen.
Un amigo me refirió la siguiente anécdota. Conoce a un padre de familia vecino suyo, de carácter muy impulsivo. Cierto día llegó del trabajo de mal humor, se enfadó con su mujer por nada y dejó salir una asquerosa blasfemia. La señora trató de calmarlo, pero se enfadó más y para demostrarse “muy hombre” dejó salir otra blasfemia, en voz más alta. Cerca estaba jugando su niño de cuatro años. Intentaba cabalgar en su caballito, pero se rompió. Se levantó el niño y repitió la blasfemia oída a su padre. Fue como un trueno del cielo; la madre se quedó en blanco y dejó caer el plato que tenía entre las manos. El padre, pálido de vergüenza y tocado en su corazón, se dio cuenta del tremendo mal que hacía con su arrogancia y estupidez humana. Entonces se hizo el propósito de no volver a blasfemar en su vida. -Dios quiera que se mantenga fiel a su promesa-. ¿Por amor a su hijito? Está bien, pero sobre todo debe hacerlo por no ofender el Santo nombre de Dios y por salvar su alma.
En España y en otros países de tradición cristiana está aún muy difundida, por desgracia, aquella repugnante costumbre de blasfemar, propagada masivamente allá durante la Guerra Civil, como una manifestación del odio a Dios y a la Virgen. Pero las blasfemias se escuchan también en Italia, en Francia, en Alemania… En muchos lugares, como un cáncer entre gente que se dice cristiana, pero que ofenden a Dios, a la Virgen Santísima y a los santos. ¿Se darán cuenta de la gravedad de este pecado?
Suelen ser los hombres quienes más blasfeman, como si haciéndolo ante los demás se mostraran los valientes, los “muy machos”, con una facilidad pasmosa y con una ligereza mental que da mucho a pensar. El blasfemo por lo general es un individuo cargado de respeto humano, de corazón mezquino y que demuestra muy poco amor a Dios, a quien ofende. En los países islámicos la blas-femia contra el Corán y contra Mahoma, el profeta, está severamente penada, incluso con la muerte.
La blasfemia consiste en usar de una manera injuriosa el nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos
Los santos, por su cercanía espiritual a Dios y el gran amor que le demuestran, siempre han sido especialmente sensibles contra la blasfemia, porque comprenden muy bien la gravedad de este mal. Santo Domingo Savio, el patrono italiano de la juventud, que murió siendo un niño, corría a la iglesia más cercana a rezar y hacer reparación cuando escuchaba alguna blasfemia. Los tres pastorcitos videntes de las apariciones de Fátima, en Portugal, hacían largas penitencias en reparación por las ofensas contra Dios y la Santísima Virgen, que los hombres malvados proferían. Alguna santa tuvo el raro privilegio otorgado por de Dios de ver los torrentes de sapos, culebras, escorpiones, babosas y otras sabandijas que salían de la boca de un hombre blasfemo, cuando se encontraba cerca de él. El dolor que le causaba en su alma le hacía incrementar sus oraciones y mortificaciones para reparar el santo nombre de Dios y por la conversión de aquél y de todos los blasfemos pecadores.
El que blasfema peca directamente contra el I y II mandamientos de la ley de Dios. Por ofender a Dios, a la Virgen o los santos y por tomar en vano el santo Nombre de Dios. El que blasfema escupe al cielo y arroja piedras contra su propio tejado. Como piensa que Dios no le “oye” o que no existe –porque en realidad no le ama— entonces lanza sus palabrotas obscenas al viento, haciéndose en realidad un gran daño moral a sí mismo y a los que lo oyen e imitan, sobre todo si se trata de menores de edad o personas de corazón fino y sensible. Quien incita a otros a blasfemar, con su mal ejemplo, además carga consigo una responsabilidad mayor y es la solicitación al pecado. ¿Cómo se presentará delante de Cristo el día que el Señor le llame a rendirle las cuentas de su vida?
¿Qué es la blasfemia?
En la acepción tradicional, el término blasfemia indica el dicho o el término injurioso o irreverente -generalmente trivial- referido a Dios o a las personas o realidades sagradas, que por consi-guiente suena como una ofensa para el sentimiento religioso difundido en determinados ambientes o en determinadas épocas. La palabra se deriva del latín eclesiástico, que empleaba a su vez el término griego blasphemía (= injuria).
La conciencia actual de la gente se muestra más sensible a la ofensa hecha contra el sentimiento religioso de los creyentes (no sólo cristianos) que a la ofensa hecha a la divinidad, ya que como tal el Ser divino de Dios no puede verse afectado por manifestaciones de este género, a no ser en el sentido que se trata de manifestaciones de pobreza espiritual y cultural humana y por tanto de bajeza moral. Además, en muchos casos el que blasfema, a pesar de demostrar su ignorancia, su falta de madurez humana y de cultura, puede ser que no esté movido por la intención deliberada y primaria de ultrajar al propio Dios o a la propia religión. Pero esto no rebaja la gravedad moral de su acción.
La pésima costumbre de referirse de manera injuriosa o trivial a la divinidad es analizada también como dato antropológico-cultural que conduce a adquisiciones importantes en cuestión de mentalidad religiosa y de formación espiritual. Esto no quita que la blasfemia constituya de todas formas un hecho existencialmente lamentable, tanto por parte de los creyentes como de los no creyentes. En ningún caso es justificable la blasfemia.
¿Qué dice el Catecismo de la Iglesia católica?
Nº 1856:
El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco del sacramento de la reconciliación:
Cuando la voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad por la que estamos ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo, tiene causa para ser mortal… sea contra el amor de Dios, como la blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo, como el homicidio, el adulterio, etc… En cambio, cuando la voluntad del pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden, pero que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo, como una palabra ociosa, una risa superflua, etc. tales pecados son veniales (S. Tomás de Aquino, s.th. 1-2, 88, 2).
Nº 2148:
La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios -interior o exteriormente- palabras de odio, de reproche, de desafío; en decir mal de Dios, faltarle al respeto, en las conversaciones, usar mal el nombre de Dios. Santiago reprueba a «los que blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos» (St 2,7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para cometer un crimen provoca el rechazo de la religión.
La blasfemia es contraria al respeto debido a Dios y a su santo nombre. Es de suyo un pecado grave (cf. Código de Derecho Canónico, can 1369).
La blasfemia es un pecado diabólico
“Si crees en Dios, comprenderás que es un disparate insultarle. Y si no crees, ¿a quién insultas?” (P. Jorge Loring). Cuando escuches una blasfemia, aparta de tu corazón las palabras injuriosas y repara con una jaculatoria. Si puedes intervenir delante del blasfemo, di: “Alabado sea Dios”. Si lo dices en voz alta, mejor; y si no te atreves, al menos dilo en voz baja.
Santa Teresa de Jesús: La gran española en la historia de la Iglesia
Monja reformadora, fundó la Orden de los Carmelitas Descalzos y tuvo una intensa vida mística. No publicó sus obras en vida pero es Doctora
Santa Teresa nació en Ávila el 28 de marzo de 1515, en la casa señorial de don Alonso Sánchez de Cepeda y doña Beatriz Dávila de Ahumada.
Tuvo diez hermanos y dos hermanastros de un matrimonio anterior de su padre. La bautizaron el 4 de abril de aquel mismo año.
En plena época de conquista de moros y reconquista cristiana, la pequeña Teresa leía vidas de santos y gestas de caballería, lo que dio lugar a un episodio que se ha hecho popular: a los 6 años, animó a su hermano Rodrigo a ir a tierra de moros para morir mártires por defender la fe.
Su tío, por fortuna, detuvo a los niños cuando ya habían atravesado las murallas de la ciudad.
Teresa y Rodrigo pasaron entonces a jugar a ser ermitaños construyendo una cabaña en el huerto de su casa.
La propia santa Teresa cuenta que pocos años después se entregó a los libros que le hacían soñar con una vida romántica y de aventuras.
Era vanidosa y coqueta, contaba con la conversación y la complicidad de unas primas y un primo suyo la cortejaba.
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Ser monja no estaba en sus planes
Su madre murió cuando Teresa solo tenía 13 años. Ella pidió entonces a la Virgen que la hiciera hija suya, pero seguía en sus ensoñaciones mundanas y -según afirma en su “Vida”- se sentía “enemiguísima de ser monja”.
Su padre, sin embargo, decidió internarla en 1531 en el colegio de Gracia, llevado por monjas agustinas, entre otros motivos porque no veía bien la relación de la joven con su primo. Teresa añorará allí a ese primer amor, pero afirma que a pesar de eso se encuentra a gusto.
El sí a Dios
Siguen cuatro años en los que Teresa fue descubriendo su vocación religiosa. Rodrigo se marchó a América, una hermana se casó, una amiga suya ingresó en el monasterio de La Encarnación…
Son sucesos que le hacen reflexionar, al mismo tiempo que profundiza en la llamada de Dios y en su libertad.
Le ayudaron las conversaciones con la amiga y finalmente en 1535 decidió hacerse religiosa, a pesar de que su padre se oponía a ello.
Una grave enfermedad
En 1537, Teresa sufrió una enfermedad grave. Su padre la sacó del convento para que recibiera más atención médica pero no solo no mejoró sino que llegó a estar 4 días inconsciente.
Al final se recuperó y pudo regresar al convento en 1539, pero tenía fuertes secuelas y tardaría otros tres años en recuperarse hasta ser autónoma.
Su padre murió en 1544.
La vida en el convento -que entonces tenía unas 200 monjas- era de bastante relajación. Las visitas eran frecuentes, se permitía a las monjas salir y entrar cuando quisieran… Teresa gozaba de una celda con una bonita vista y a menudo tenía visitas en el locutorio.
La auténtica conversión de santa Teresa, casi a los 40 años
En la Cuaresma de 1554, cuando Teresa tenía 39 años y llevaba 19 como religiosa, se produjo una fuerte conversión en su interior.
Ante la imagen de un Cristo llagado quedó conmovida. Lloró y le pidió fuerzas para no ofenderle.
Desde ese momento, su oración mental tomó otro derrotero, con épocas de sequedad y etapas de visiones y estados sobrenaturales.
De todas las experiencias místicas, una en particular le hace comprometerse a fondo en su respuesta a Dios: es la visión del infierno.
A partir de ahí, puso su empeño en vivir con fidelidad la llamada a la vida religiosa y en reformar el Carmelo y fundar.
Los obstáculos y la voluntad de Dios
Para fundar una nueva orden, santa Teresa necesitaba permisos de la jerarquía y el camino no fue fácil.
Su confesor, el padre provincial y hasta el señor obispo unas veces favorecieron su misión pero otras le pusieron obstáculos.
Llegó un punto en que santa Teresa decidió encerrarse en su celda y rezar, abandonada en Dios.
Por obediencia marchó a Toledo para acompañar a la viuda Luisa de La Cerda.
Funda el monasterio de san José
Doña Guiomar de Ulloa y el padre Ibáñez, mientras tanto, lograron la aprobación de Romapara llevar adelante el monasterio de San José de Ávila, que acabaría fundándose el 24 de agosto de 1562.
Era un convento en el que iba a vivirse la austeridad y la penitencia de una forma que contrastaba con La Encarnación.
Santa Teresa experimentó en esa etapa una fuerte contradicción exterior por parte de la Iglesia de la zona. Se le acusaba de haber trabajado en paralelo y con malas artes.
Llegó un punto en que la santa tuvo que abandonar la fundación, dejar allí a cuatro novicias y regresar al monasterio de La Encarnación. Esto se prolongó durante un año.
«Verás grandes cosas»
Santa Teresa de Jesús no pensaba, en principio, hacer más fundaciones, pero un día haciendo oración lloró al pensar en la necesidad de vocaciones para las misiones en América.
Entonces oyó que Dios le decía: “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas”. No tardarían en llegar aprobaciones y vocaciones para los siguientes “palomarcitos”, como llamaría a los monasterios:
“Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora, comenzó la divina Majestad a mostrar sus grandezas en estas mujercitas flacas, aunque fuertes en los deseos y en el desasirse de todo lo creado”. Libro de las Fundaciones”, 4, 5
Fundaciones: hasta el último de su vida
La vida de santa Teresa es una respuesta a Dios como religiosa que sorprendentemente exige mucha actividad: el gobierno de la orden, las nuevas fundaciones de conventos, la escritura…
Ante las dificultades, ella mostraba plena confianza en Dios y le importaba cumplir su voluntad.
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Entre 1562 y 1582, el año de su muerte, fundó 17 conventos: Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos.
A ella se añade en algunas biografías el convento de Granada, que en realidad fue fundado por Ana de Jesús en vida de santa Teresa.
Santa Teresa no pudo fundar en Madrid, como habría sido su voluntad. Con san Juan de la Cruz fundó, en cambio, el primer convento del Carmelo masculino, en Duruelo (1567), cuando ella tenía 52 años y el santo 24.
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Muerte en Alba de Tormes
Después de fundar en Burgos, al regresar a Ávila hizo parada en Medina del Campo, pero la Duquesa de Alba pidió que la visitara en Alba de Tormes.
Santa Teresa de Jesús estaba agotada y enferma, y murió allí, en brazos de Ana de San Bartolomé, la noche del 4 de octubre al 15 de octubre de 1582 (coincide con el cambio del calendario juliano al gregoriano).
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La obra escrita de una Doctora de la Iglesia
A su muerte, no había publicado ningún libro. La mayoría de sus escritos (excepto cientos de cartas, varios poemas y anotaciones) eran fruto de la obediencia porque sus superiores le emplazaron a redactar lo que ya consideraban una vida singular y santa.
Ella misma explicó que le costaba encontrar momentos.
Sus obras más importantes son: “Vida de la Madre Teresa de Jesús”, “Camino de perfección”,
“Las moradas del castillo interior” y “Fundaciones”.
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Las dudas que había sobre ella hicieron que se le vigilara bajo el radar de la Inquisición, muy atenta a la herejía protestante que se extendía por Europa.
Para evitar el escándalo, su confesor le recomendó que se autocensurara y quemara el manuscrito “Meditaciones sobre El Cantar de los Cantares”, porque era una época en que no se permitía la difusión de las Sagradas Escrituras en romance. Así lo hizo aunque se conservaron algunas copias.
Tampoco quedaba cerrada la separación de la orden de los Carmelitas descalzos de los calzados. Para santa Teresa, era un trabajo del que no le correspondía ver la gloria en la tierra.
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Santa Teresa fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622 y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970.
Sus restos mortales se veneran en Alba de Tormes aunque varios lugares disponen de reliquias, entre ellos Santiago de Compostela, Ávila, París y Roma.
La fiesta de santa Teresa de Jesús se celebra el día 15 de octubre. Descubre algunas curiosidades sobre la santa:
Oración de san Alfonso María de Ligorio a santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de Tu Señor Crucificado,
tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso,
obtén para mí también, te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios.
Amén.