• Luke 6:1-5
Una y otra vez los Evangelios describen a Jesús irrumpiendo el mandamiento sagrado de descansar en el séptimo día. Por ejemplo, a menudo realiza curaciones durante el Sabbat, dejando consternados a los protectores de la ley judía.
Y luego, en el Evangelio de hoy, después que sus discípulos recogieron granos durante el Sabbat, Jesús se declara “dueño del Sabbat”. Es difícil expresar lo impresionante que debe haber sido esta afirmación para un judío del primer siglo. Solo a Yahvé se le podría asignar el título de “dueño del sábado”, entonces, ¿qué está insinuando Jesús?
En resumen, Jesús está afirmando que Él está por encima de los rituales, incluso aún de las prácticas que definían a los judíos piadosos, porque Él es el Señor. Por lo tanto, las reglas tienen que estar subordinadas al reino de Dios, el reino que el Señor Jesús está introduciendo incluso aquí y ahora.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Se trata de no vivir de manera hipócrita, sino de estar dispuestos a pagar el precio de la decisiones coherentes —esta es la actitud que cada uno de nosotros debería buscar en la vida: coherencia— pagar el precio de ser coherentes con el Evangelio. Coherencia con el Evangelio. Porque es bueno decirse cristianos, pero es necesario sobre todo ser cristianos en las situaciones concretas, testimoniando el Evangelio que es esencialmente amor a Dios y a los hermanos. (Ángelus, 18 agosto 2019)
El texto de hoy nos presenta de nuevo la actitud legalista de los fariseos, que no ven más allá de la letra de la ley. Están más preocupados del cumplimento de la ley del sábado, que de darle de comer al hambriento; han visto que los discípulos arrancaban espigas, pero no se han dado cuenta de que lo hacían porque tenían hambre, ya que nadie les había dado un bocado de pan ese día.
Es triste ver que, muchas veces, esta escena se repite en nuestras vidas, cuando estamos más ocupados de no faltar a la liturgia del Domingo y descuidamos la caridad, muchas veces, la más elemental, es decir, la que debemos practicar en nuestras propias casas. Nos preocupa si la gente llega o no tarde; si platica o no en la misa; y pocas veces, volteamos a ver las necesidades de esa gente.
El evangelio de Jesús es claro, que al centro de toda nuestra vida está la caridad, lo cual no significa no cumplir la ley, sino darle a ésta el justo puesto que Dios le ha dado. No descuidemos el velar por los que menos tienen, por los que pasan necesidad, por los que, en definitiva, nos necesitan; por aquellos que, para comer, van cortando espigas por el camino. Ofrécete tú para que no tengan que cortar de esas espigas, hazte solidario con todo aquel que pasa necesidad y habrás cumplido toda la ley.
Gregorio Magno, Santo
Papa y Doctor de la Iglesia, 3 de septiembre
Martirologio Romano:
Memoria de san Gregorio I Magno, papa y doctor de la Iglesia, que siendo monje ejerció ya de legado pontificio en Constantinopla y después, en tal día, fue elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales y, como siervo de los siervos, atendió a los cuidados espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, ayudando sobre manera a los necesitados, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe por doquier, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y pastorales. Murió el doce de marzo (604).
Etimológicamente: Gregorio = Vigilante o aquel que está siempre preparado, es de origen griego.
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
GREGORIO MAGNO, DE LA FAMILIA DE LOS ANICIOS
Familia profundamente cristiana de la que ha llegdo a los altares; sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana. En este ambiente de religiosidad se desarrolló su espíritu mientras Roma llegaba a lo más bajo de la curva de su caída. Cuando el poder imperial fue restablecido en Roma, en manos ya de Constantinopla, Gregorio comienza su formación cultural. No sobresale en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde encuentra una magnífica preparación para sus futuras actividades. Terminada su carrera de Derecho, acepta del emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, con todas las funciones administrativas y judiciales.
GREGORIO MONJE
Per su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior, que manifiesta en una carta a su amigo San Leandro de Sevilla, Roma ve un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del monte Celio fue transformado en monasterio. Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante añorará siempre aquellos cuatro años de vida monacal.
EL MONJE GREGORIO, PAPA
En 586, llega a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordan y siembran la desolación. Personas ahogadas, palacios destruidos, hambre y la peste. Una de las víctimas de la peste es el Papa Pelagio II. Y Gregorio es elegido Papa para suderer a Pelagio, quedando apartado de la soledad que buscaba en el monasterio. Ya no vivirá más la paz de la vida monacal, pero la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le marcará para siempre. En su fecundo Pontificado, destaca su celo por la liturgia, la organización definitiva del canto litúrgico, que se conoce aún con el nombre de «canto gregoriano». Era el “Psalite sapienter” del salmo y de San Benito, cuyo estilo y estética litúrgicos, ha heredado también Benedicto XVI, a más del nombre del Fundador de los Monjes de Occidente y Patrono de Europa: San Benito.
Gregorio es el pastor auténtico, que quiere lo mejor para sus ovejas que viven en la unidad del mismo Amor. No ahorrará para ello trabajos ni sacrificios. Su voz se levanta potente y su pluma escribe sin descanso; el que no había sobresalido en sus estudios literarios nos ha legado un tesoro inagotable en sus escritos, de estilo sencillo y cordial. Y no se contenta con las ovejas que ya están en el verdadero redil; su corazón se lanza a la conquista de Inglaterra, ganándola para el catolicismo. Para todos es el padre amante, cuyas preocupaciones son las de sus hijos. Su honor es el de la Iglesia universal y su grandeza el ser y llamarse «Siervo de los siervos de Dios», título que pasarán a utilizar desde entonces todos los Papas.
VIRTUDES DEL PASTOR
«Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores», escribe San Gregorio Magno en su «Regla Pastoral», y éste fue el programa de su actuación. Genio práctico en la acción, fue ante todo el buen pastor cuya solicitud se extiende a toda su grey. No es tan sólo Roma la que merece sus cuidados, sino todas las Iglesias España, Galia, Inglaterra, Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue incansable restaurador de la disciplina católica. En su tiempo se convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron el arrianismo.
EL CULTO Y LA CARIDAD
Renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Sus obras teológicas y la autoridad de las mismas fueron indiscutidas hasta la llegada del protestantismo. Dio al pontificado un gran prestigio. Su voz era buscada y escuchada en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas sangrantes de una sociedad en ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores.
La obra realizada por San Gregorio Magno fue inmensa; aune con su gran humildad, había procurado por todos los medios no aceptar el mando supremo de la Iglesia. Pero una vez elegido Papa por el clero, el senado y el pueblo fiel, y bien vista su elección por el emperador, se entregó a aquella tarea para la que toda su vida anterior había sido una providencial preparación.
JUAN PABLO I SE PROPUSO IMITARLE
Al tomar posesión de la Catedral de San Juan de Letrán, pronunció estas palabras Juan Pablo I: “En Roma, estudiaré en la escuela de San Gregorio Magno, que dice: «Esté cercano el pastor a cada uno de sus súbditos con la compasión. Y olvidando su grado, considérese igual a los súbditos buenos, pero no tenga temor en ejercer, contra los malos, el derecho de su autoridad. Recuerde que mientras todos los súbditos dan gracias a Dios por cuanto el pastor ha hecho de bueno, no se atreven a censurar lo que ha hecho mal; cuando reprime los vicios, no deje de reconocerse, humildemente, igual que los hermanos a quienes ha corregido y siéntase ante Dios tanto más deudor cuanto más impunes resulten sus acciones ante los hombres » (Reg. past. parte II, 5 y 6). Murió el 12 de marzo de 604.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre!
Confiar, nunca temer
Santo Evangelio según san Lucas 6, 1-5. Sábado XXII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Vengo, Señor, a ponerme en tu presencia. Tú siempre me miras, me acompañas con tu amor. Mi mayor alegría es poder venir a ti. Gracias por extenderme siempre la mano, por abrirme siempre tus brazos, por tenderme siempre tu misericordia. Quiero aceptar tu amor, quiero escuchar tu invitación. Gracias por llamarme a estar contigo, Jesús.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los granos. Entonces unos fariseos les dijeron: “¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?”.
Jesús les respondió: “¿Acaso no han leído lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer, comió de ellos y les dio también a sus hombres”.
Y añadió: “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Alguna vez me he preocupado demasiado por el «qué dirán»?, ¿alguna vez he sentido temor de dar testimonio de lo que soy? En este mundo en que vivo, a veces olvido que la gente tiene verdadera sed de Dios. Piden a gritos un faro de luz que guíe hacia Jesús. Tantas veces pienso que es necesario hacer cosas especiales para poder mostrar la atracción del Evangelio. Me equivoco. No hay mayor testimonio que la radicalidad. Muchas veces no son esenciales las cosas especiales, sino vivir a tope lo fundamental: mi amor por mi familia, mis estudios, mis tareas, mi trabajo, mis responsabilidades, mi vida de oración, mi relación contigo, mi apostolado. Cristiano es sinónimo de vivir a tope; y es antónimo del «qué dirán».
Que no tema nunca, Señor, dedicarme a ti por encima de todo. Tú te encargarás de que mi vida funcione, tengo que confiar. ¿O es que puede haber mayor seguridad que la de abandonarse a los caminos de Dios y vivir amándolo en cada momento? «El hijo del hombre es dueño del sábado», y no he de temer otorgarte la primacía de mi vida.
Mi corazón es frágil y se distrae fácilmente, pierde de vista el horizonte en ocasiones, se confunde con otras metas que no son Tú. Sí, soy frágil, pero quiero que me enseñes que lo importante es cargar mi cruz contigo, caerme contigo, levantarme contigo, teniendo como único ideal llevarla junto a ti y junto a los demás; a veces siendo yo quien la carga, a veces siendo un samaritano y otras veces dejándome ayudar.
Que no tema nunca llevar mi cruz por encima de toda opinión, crítica, disgusto. Y por otro lado, te pido especialmente la gracia de inspirar misericordia a toda persona con quien me encuentre. Tú eres el dueño de mi vida y el dueño de este mundo. Y es a ti, Señor, a quien quiero yo seguir. Y es a ti, Señor, a quien quiero transmitir.
«Cristo ha asumido la condición humana liberándola de la cerrada mentalidad legalista, insoportable. En efecto, la ley, privada de la gracia, se convierte en un yugo insoportable, y en lugar de hacernos bien, nos hace mal. Jesús decía: «El sábado ha sido hecho para el hombre, no el hombre para el sábado». He aquí entonces la finalidad por la que Dios envía a su Hijo a la tierra a hacerse hombre: una finalidad de liberación, es más, de regeneración. De liberación «para rescatar a aquellos que estaban bajo la ley» (v. 5); y el rescate se produjo con la muerte de Cristo en la cruz. Pero sobre todo de regeneración: «para que recibiéramos la adopción de hijos» (v. 5). Incorporados en Él, los hombres llegan a ser realmente hijos de Dios». (S.S. Francisco, Angelus 1 de enero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré un tiempo propicio para comentar, a ese miembro de mi familia o amistad que no va a misa, la importancia de hacer las cosas por amor y no por cumplir un mandato. Por eso lo estoy invitando a que me acompañe a la celebración de la Eucaristía dominical.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Es difícil renunciar a sí mismo y cargar la cruz
Cuando Cristo nos pide renuncia, en realidad nos está invitando a vivir plenamente la vida.
No sé si a usted le ocurre lo mismo que a mí. Algunas expresiones del Evangelio me han sido difíciles de entender, cuanto más de vivirlas.
Una de ellas es la que el Santo Padre ha propuesto a los jóvenes: “En esta ocasión, deseo invitarles a reflexionar sobre las condiciones que Jesús pone a quien decide ser su discípulo: Si alguno quiere venir en pos de mí – Él dice -, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9, 23).
De las tres condiciones que Cristo pone (renunciar a sí mismo, tomar la cruz y seguirle), la primera me ha creado más dificultades de comprensión.
Parecería que Jesucristo y el mismo Papa no saben mucho de psicología y sociología humana, pues “el hombre tiene arraigado en el profundo de su ser la tendencia a pensar en sí mismo, a poner la propia persona en el centro de los intereses y a ponerse como medida de todo”. ¿Cómo, entonces, se les ocurre pedir al hombre, y más aún al joven, que renuncie a sí mismo, a su vida, a sus planes?
En realidad, “Jesús no pide que se renuncie a vivir, sino que se acoja una novedad y una plenitud de vida que sólo Él puede dar”. He aquí el elemento que nos hace entender las palabras evangélicas. En realidad no se nos pide renunciar sino todo lo contrario. Se nos pide y recomienda acoger, y en concreto, acoger toda la grandeza de Dios.
Quizá un ejemplo nos ayude a entender este juego verbal entre renunciar y acoger. Cuando unos recién casados me piden bendecir su hogar me muestran, una por una, las dependencias de la casa: el comedor, la cocina — ¡para que no se le queme la comida!, suelen comentar los maridos –, la sala de estar, la habitación del matrimonio — me da mucho gusto cuando la preside un crucifijo o una imagen de la Virgen — y la habitación de los niños. Ésta ordinariamente, como todavía no han llegado los bebés, está llena de todos los regalos de boda. No falta el comentario de la esposa que se excusa porque todavía no ha tenido tiempo de revisar todos los presentes recibidos.
Pero, he aquí que llega la cigüeña y es necesario preparar la habitación para el bebé. ¿Qué se hace? ¿Se renuncia a los regalos? ¡Ni mucho menos! El deseo de acoger al primer hijo, plenitud del amor y de la vida de los nuevos esposos, les mueve a buscar lugares en el hogar dónde colocar los regalos de modo ordenado.
El modo de actuar de los primerizos papás es algo parecido a lo que Cristo nos pide. Como la alegría del primer bebé ordena las cosas del hogar, así cuando “el seguimiento del Señor se convierte en el valor supremo, entonces todos los otros valores reciben de aquel su justa colocación e importancia”.
”Renunciar a sí mismo – dice el Papa – significa renunciar al propio proyecto, con frecuencia limitado y mezquino, para acoger el de Dios”. Pero debemos entenderlo correctamente. Renunciar a sí mismo no es un rechazo de la propia persona y de las buenas cosas que en nosotros hay, sino acoger a Dios en plenitud y con su luz, no con la nuestra, ordenar todos los elementos de nuestra vida.
Ante nuestros proyectos limitados y mezquinos, como los llama el Santo Padre, se encuentra la plenitud del proyecto de Dios. ¿En qué consiste esta plenitud? En primer lugar, ante el limitado plan humano del tener y poseer bienes, Dios nos ofrece la plenitud de ser un bien para los demás. En realidad, el Señor no quiere que rechacemos los bienes, por el contrario desea que nosotros nos convirtamos en un bien y usemos de lo material en la medida que nos ayude a ser ese bien para los demás. “La vida verdadera se expresa en el don de sí mismo”.
A la autolimitación del hombre que “valora las cosas de acuerdo al propio interés”, se nos propone la apertura a la plenitud de los intereses de Dios. Se nos invita a obrar con plena libertad aceptando los planes de Dios, que siempre serán mejores que los nuestros. No se nos quita la capacidad de decidir. Por el contrario, se nos ofrece la oportunidad de que nuestra libertad escoja en cada momento lo mejor para nosotros, que es la voluntad de Dios.
Por último, a la actitud humana de “cerrarse en sí mismo”, permaneciendo aislado y sólo, se nos propone el vivir “en comunión con Dios y con los hermanos”. No se nos pide dejar de ser nosotros mismos. Más bien, se nos invita a valorar lo que somos, hasta el punto de considerarnos dignos para Dios y para los demás.
En resumen, cuando Jesucristo nos pide renuncia, en realidad nos está invitando a vivir plenamente la vida.
Verdades olvidadas en la consideración de la naturaleza
Toda la naturaleza nos habla de Dios y de la ley moral por instituida por Él para el hombre.
Esta es una verdad muy conocida, pero de la cual se hacen habitualmente sólo aplicaciones unilaterales. La influencia del sentimentalismo nos lleva a omitir los aspectos de la naturaleza que instruyen al hombre sobre la belleza del coraje, de la audacia y de todos los predicados, en fin, que se debe poseer en la lucha, -y la lucha que, cuando es dirigida contra el mal, constituye un deber sublime. Y el liberalismo nos impide dar la debida atención a todos los aspectos de la naturaleza que nos recuerdan la propia noción del mal.
La caza del conejo
Ahora, ¡cuánto nos habla a este respecto de uno u otro modo el reino animal! No es que los animales sean capaces de vicios o de virtudes. Ni que en ellos pueda haber algún principio bueno o malo que trascienda de cualquier forma su naturaleza de simples animales. La serpiente, por ejemplo, es una criatura de Dios absolutamente tan buena cuando el cordero. Esto no obstante, la primera, por una serie de riquísimas analogías, por su falsedad, por su nocividad para el hombre, por su marcha arrastrándose y su poder de seducción, es utilizada como símbolo adecuado de la villanía y de la maldad, habiendo el demonio hablado a Eva a través de ella; y el cordero, también por una serie de analogías riquísimas, por su blancura, por su mansedumbre, por su inocencia, es tenido como símbolo adecuado de Nuestro Señor Jesucristo y del cristiano. Los animales, todos igualmente buenos como obras de Dios, nos instruyen sobre el bien y el mal, para que amemos a aquel y odiemos a éste. Pero en todo caso son meros animales.
Perdóneme los lectores por la banalidad de esta última afirmación. Hoy en día la confusión de los conceptos es tal, que es siempre mejor decir que el agua es agua y no pólvora o granito, cuando se encuenta a alguien que se va a tomar un vaso de agua…
Este halcón, que baja majestuoso sobre un conejo que huye aterrorizado, nos hace sentir la fuerte y noble belleza de la lucha, porque es un admirable símbolo de las virtudes del guerrero: calma, fuerza, agilidad y precisión. Se mueve en el aire con un equilibrio, con una facilidad tal, que se diría que la ley de gravedad no existe para él. Su velocidad está proporcionada de tal manera al conejo que lo alcanzará forzosamente. Sus garras poderosas ya están abiertas, su pico también, pero en el auge del ataque mantiene su altanería, simbolizada de modo admirable por las alas noblemente abiertas en un vuelo que se diría idealmente sereno.
¡Ay!, dirá un sentimental. ¿Será lícito que el halcón ataque al pobre conejito? No se irrite demasiado ese sentimental, ni con el halcón, ni con nuestra respuesta: es por voluntad de Dios que los animales se comen unos a otros. Y que los halcones comen conejos… No se debe ver a un animal que devora a otro como se vería a un antropófago.
El buitre
Dios, que manda que los hombres se amen mutuamente, manda en este valle de lágrimas a los animales que se devoren recíprocamente, y nos permite que comamos animales. Y con esto enseña a los hombres que ellos son inconmensurablemente más que simples animales.
Dios no es igualitario… Otra gran, muy grande lección.
¿Habrá algo que nos haga sentir mejor el horror de la ambición, del orgullo, de la falsedad, que la “fisonomía” de la segunda foto? La “frente” baja y aplastada, la posición “orgullosa” de la cabeza, la mirada fría y “desalmada”, la boca desdeñosa, el pico curvo y agresivo, una movilidad terrible que parece toda a hecha para atacar, todo en fin produce horror en este buitre.
¿Horror de que? Del mal moral, que nos aparta de Dios.
A un liberal no le gusta pensar en esto. Y es porque muchos hombres no son propensos a admitir la existencia del mal, que Dios los instruye por medio de símbolos como éste.
Y así, al considerar la naturaleza, se aprende a no ser sentimental, ni liberal.
San Gregorio Magno, el papa que llevó esperanza a un siglo apocalíptico
Realmente fue grande: un hombre de Dios interesado por atender a los demás
San Gregorio Magno es, en palabras de papa Benedicto XVI, “uno de los Padres más grandes de la historia de la Iglesia, uno de los cuatro doctores de Occidente”. Fue papa entre los años 590 y 604, y “mereció de parte de la tradición el título Magnus, Grande. San Gregorio fue verdaderamente un gran Papa y un gran doctor de la Iglesia.”
De familia profundamente cristiana
Nació en Roma, en torno al año 540, en una rica familia patricia de la gens Anicia, que destacaba por su nobleza de sangre pero también por su fe cristiana y por los servicios prestados a la Sede Apostólica.
En aquella estirpe habían nacido dos Papas: Félix III (483-492), tatarabuelo de san Gregorio, y Agapito (535-536).
Sus padres eran Gordiano y Silvia, que fueron proclamados santos. En su casa vivían además sus tías paternas Emiliana y Tarsilia, que eran vírgenes consagradas.
San Gregorio estudió el Derecho Romano e hizo carrera administrativa y en el año 572 llegó a ser prefecto de Roma. Benedicto XVI señala:
“Este cargo, complicado por la tristeza de aquellos tiempos, le permitió dedicarse en un amplio radio a todo tipo de problemas administrativos, obteniendo de ellos luz para sus futuras tareas. En particular le dejó un profundo sentido del orden y de la disciplina: cuando llegó a ser Papa, sugirió a los obispos que en la gestión de los asuntos eclesiásticos tomaran como modelo la diligencia y el respeto que los funcionarios civiles tenían por las leyes.”
Poco después san Gregorio Magno dejó los cargos civiles y se retiró a su casa. Comenzó a llevar allí mismo vida de monje y la convirtió en el monasterio de San Andrés en el Celio. Hacía fuertes ayunos, que llegarían a perjudicarle la salud.
Convirtió su casa en monasterio
Dijo el papa Benedicto:
“Este período de vida monástica, vida de diálogo permanente con el Señor en la escucha de su palabra, le dejó una perenne nostalgia que se manifiesta continuamente en sus homilías: en medio del agobio de las preocupaciones pastorales, lo recordará varias veces en sus escritos como un tiempo feliz de recogimiento en Dios, de dedicación a la oración, de serena inmersión en el estudio. Así pudo adquirir el profundo conocimiento de la sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia del que se sirvió después en sus obras.”
El papa Pelagio, teniendo conocimiento de Gregorio, lo nombró diácono y lo hizo salir de su encierro.
Lo envió a Constantinopla como su «apocrisario» —actual «nuncio apostólico»— “para acabar con los últimos restos de la controversia monofisita y sobre todo para obtener el apoyo del emperador en el esfuerzo por contener la presión longobarda”, dijo Benedicto XVI.
Allí Gregorio volvió de nuevo a la vida monástica. Años después, sin embargo, el Papa lo llamó a Roma y lo nombró su secretario.
El 7 de febrero del año 590 muere Pelagio II víctima de la epidemia de peste que asoló Italia.
El clero, el pueblo y el senado tienen claro entonces a quién elegir y por unanimidad proclaman a Gregorio como nuevo sucesor de Pedro.
“Trató de resistirse, incluso intentando la fuga, pero todo fue inútil: al final tuvo que ceder”, explicó Benedicto XVI.
En Roma le tocó hacer frente a una dura crisis económica. Puso los dominios de la Iglesia a trabajar en favor de los que estaban pasando hambre, solicitó a Sicilia el envío de grano de trigo, pidió (infructuosamente) que se repararan los acueductos de Roma para que llegara mejor el agua… Ayudó también a sacerdotes y monjas que vivían en la indigencia.
El peligro de los longobardos
San Gregorio se empleó a fondo en solventar la cuestión longobarda y en el 603 logró que se firmara el armisticio.
“A diferencia del emperador bizantino, que partía del presupuesto de que los longobardos eran sólo individuos burdos y depredadores a quienes había que derrotar o exterminar, san Gregorio veía a esta gente con ojos de buen pastor, con la intención de anunciarles la palabra de salvación, entablando con ellos relaciones de fraternidad con vistas a una futura paz fundada en el respeto recíproco y en la serena convivencia entre italianos, imperiales y longobardos.”
También “se preocupó de la conversión de los pueblos jóvenes y de la nueva organización civil de Europa: los visigodos de España, los francos, los sajones, los inmigrantes en Bretaña y los longobardos fueron los destinatarios privilegiados de su misión evangelizadora”. Por ejemplo, envió a san Agustín de Canterbury a evangelizar Inglaterra.
Le ayudó una reina católica, Teodolinda
Su relación con la reina bávara Teodolinda, que era profundamente católica, hizo que se pudiera contener la expansión de los longobardos en Italia y a la vez se les evangelizara.
Consta, además, que san Gregorio Magno pagó el rescate de muchos ciudadanos que habían caído prisioneros en manos de los longobardos.
Benedicto XVI también subraya en san Gregorio Magno “una atenta labor de reforma administrativa, dando instrucciones precisas para que los bienes de la Iglesia, útiles para su subsistencia y su obra evangelizadora en el mundo, se gestionaran con total rectitud y según las reglas de la justicia y de la misericordia. Exigía que los colonos fueran protegidos de los abusos de los concesionarios de las tierras de propiedad de la Iglesia y, en caso de fraude, que se les indemnizara con prontitud, para que el rostro de la Esposa de Cristo no se contaminara con beneficios injustos.”
El Canto Gregoriano
San Gregorio redactó la Regla Pastoral por la que se regirían los obispos en la Edad Media. También el Antifonario del que se llamaría Canto Gregoriano, que unificaría las diversas liturgias. Escribió abundantes cartas y homilías, y sus comentarios sobre el libro de Job y de Ezequiel han servido a otros santos como obra de espiritualidad fecunda.
Todo esto contrastaba con su salud, que era frágil. Los ayunos le pasaron factura y a veces debía permanecer en cama varios días. Su voz era débil y se sabe, por ejemplo, que un diácono debía leer en voz alta las homilías para que le oyera el pueblo. Pero eso no frenó que en los días de fiesta el Papa celebrara la misa solemne con el pueblo, lo que ayudaba a refrendar la doctrina de la Iglesia. Así fue como se le llegó a llamar “el cónsul de Dios”.
Benedicto XVI hizo balance de cómo era san Gregorio Magno con estas palabras:
“Era un hombre inmerso en Dios: el deseo de Dios estaba siempre vivo en el fondo de su alma y, precisamente por esto, estaba siempre muy atento al prójimo, a las necesidades de la gente de su época. En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza”. Y aportó una lección: “Este hombre de Dios nos muestra dónde están las verdaderas fuentes de la paz y de dónde viene la verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy.”
Los textos de Benedicto XVI pertenecen a su audiencia general del 28 de mayo de 2008. Pued consultarse el texto completo aquí:
Oración
Oh, Dios,
que cuidas a tu pueblo con misericordia
y lo diriges con amor,
por intercesión del papa san Gregorio Magno
concede el espíritu de sabiduría
a quienes confiaste la misión de gobernar,
para que el progreso de los fieles
sea el gozo eterno de los pastores.
Por nuestro Señor Jesucristo.