Hermanos y hermanas, esta página evangélica hace resonar en nosotros la pregunta del administrador deshonesto, expulsado por su amo: «¿Qué haré pues?» (v. 3). Frente a nuestras carencias y fracasos, Jesús nos asegura que siempre estamos a tiempo para sanar el mal hecho con el bien. Que los que han causado lágrimas hagan felices a alguien; que los que han quitado indebidamente, done a los necesitados. Al hacerlo, seremos alabados por el Señor “porque hemos obrado astutamente”, es decir, con la sabiduría de los que se reconocen como hijos de Dios y se ponen en juego por el Reino de los cielos. (Ángelus, 22 septiembre 2019)
Hoy la Palabra nos invita a equilibrar nuestra actitud cristiana con un toque de astucia, no para las cosas del mundo, sino para las de Dios. No se trata de usar la lógica del mundo mientras se aspira a cosas terrenas. No es una invitación a la mundanidad. En realidad, es una exhortación a implicarse con el mundo en el que vivimos y del que formamos parte para ganar almas para Cristo. Adquirir suficiente conocimiento del lenguaje, la lógica y los criterios de quienes caminan con nosotros y a quienes vamos a predicar el Evangelio.
Es astuto san Pablo cuando predica a los griegos en Atenas, partiendo del “altar al dios desconocido” (Hch. 17, 23) y más todavía cuando divide a su tribunal para poder salir con vida del juicio (Hch. 23, 6-11). Algunos de nosotros hubiéramos cerrado los ojos y acogido la sentencia sin más, confundiendo cristiana resignación con estéril pusilanimidad. Pero él vive para anunciar la Buena noticia y esa será la clave de su aceptación cuando toque acoger el martirio como testimonio supremo; o de su astucia para salir indemne cuando toque predicar. Astucia evangélica es lo que demuestra cuando dice: “me hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos” (1 Co 9, 22).
Sin embargo, en nuestro ser apóstoles, en nuestro ser ciudadanos del cielo, con frecuencia falta esa pizca de sagacidad, de atrevimiento, de inteligencia convencida y audaz cuando se trata de dar testimonio. Y si nos falta astucia para las cosas de Dios, cabe preguntarse si no será por un defecto de pasión en lo que hacemos más que por un exceso de virtud en nuestra evangelización. “Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”
¿En qué circunstancias de mi vida me estoy evadiendo de dar un testimonio más valiente? ¿Puede que esté pintando de aceptación lo que en realidad es cobardía? ¿Hay algún ámbito en mi vida cristiana que está llamado a dar más fruto si me implicara astutamente un poco más?
[1] Nota de la Biblia de Jerusalén al versículo 8: «Según la costumbre entonces tolerada en Palestina, el mayordomo tenía derecho a autorizar préstamos de los bienes de su amo y, como no percibía sueldo, a resarcirse aumentando en el recibo la cantidad prestada, para que en el reembolso pudiera beneficiarse de la diferencia como de un excedente que representaba su interés. En el caso presente, sin duda no había prestado en realidad más que cincuenta medidas de aceite y ochenta cargas de trigo; al rebajar el recibo a su cantidad real, no hace más que privarse del beneficio ciertamente usurario, que había negociado. Su “injusticia” no está pues en la reducción de recibos, que no es más que el sacrificio de sus intereses inmediatos, hábil maniobra que su amo puede alabar, sino más bien en las malversaciones anteriores que ha motivado su despido».
Luke 16:1-8
Amigos, como el administrador en el Evangelio de hoy debemos regularmente tener una mirada firme sobre nosotros mismos. ¿Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades? ¿Dónde necesitamos mejorar? ¿En dónde no estamos bien? ¿Es sólida nuestra vida de oración? ¿Frecuentamos los sacramentos? ¿Participamos de la Misa? ¿Se centran nuestras vidas en obras de misericordia corporal y espiritual? ¿Hablamos en contra de las injusticias y los males morales?
Y, al igual que el administrador, debemos actuar con inteligencia, firmeza en el propósito y audacia. ¡Basta de una vida espiritual de buenos deseos! El tiempo de acción es ahora. Comprométete hoy a hacer de Jesucristo el centro indiscutible de tu vida.
Carlos Borromeo, Santo
Obispo de Milán, 4 de noviembre
Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)
Fecha de beatificación: en el año 1602 por el Papa Clemente VIII
Fecha de canonización: 1 de noviembre de 1610 por el Papa Pablo V
Etimologicamente:: Carlos = Aquel que es dotado de noble inteligencia, es de origen germánico
Breve Biografía
La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.
Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.
Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.
En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias.
Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.
Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.
Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.
Una astucia cristiana
Santo Evangelio según san Lucas 16, 1-8. Viernes XXXI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Oh Jesús, amigo del alma, alimenta con tu palabra a tu hijo tan necesitado de ti. Que el Evangelio se convierta en una fuente de inspiración para mi vida y la regla que ordene mi obrar y sentir.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes.
Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’. Entonces el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan’.
Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: ‘¿Cuánto le debes a mi amo?’. El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Éste respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’.
El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«El amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido.» Ciertamente, Jesús, no estás alabando un acto deshonesto del administrador, lo que admiras en él es su forma de conseguir «amigos». Al administrador le correspondía parte de las ganancias y él decide invertirlas en aquellos que le pueden ayudar a asegurar un «futuro». Es inteligente, es astuto.
A mí, Señor, me has confiado la administración de muchas cosas: mi familia, mis amigos, mis talentos… sin embargo, no siempre los trato bien ni aprovecho todo lo que me has dado; malgasto tus dones. A veces, ni siquiera me doy cuenta de que están ahí, me ciego, y me preocupo sólo por disfrutar mi vida. No soy lo suficientemente astuto para asegurar el futuro que realmente importa: LA ETERNIDAD.
Todo lo que me das me debe ayudar a ir a ti. Enséñame, Jesús, a utilizar bien tus dones.
«Existe, sin embargo, una astucia cristiana de hacer las cosas con picardía, pero no con el espíritu del mundo: hacer las cosas honestamente. Y esto es bueno. Es lo que dice Jesús cuando invita a ser astutos como serpientes y simples como las palomas: poner juntas estas dos dimensiones es una gracia del Espíritu Santo, una gracia que debemos pedir. También hoy hay muchos de estos estafadores, corruptos… A mí me impresiona ver cómo la corrupción está extendida por todas partes».
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de septiembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, voy a agradecer al Señor por mi familia, mis amigos, mis talentos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Iluminadores de almas
Bastan algunos corazones humildes
En momentos de tinieblas, confusión, dudas, engaños, hace falta luz, franqueza, actitudes valientes de amor a la verdad.
Esos momentos de tinieblas surgen desde el odio y la astucia de quien, desde el inicio, es el padre de la mentira: el diablo (cf. Jn 8,44).
Luego, quienes se apartan de Dios y buscan un mundo solamente «humano», acogen y fomentan las falsedades a su alrededor.
La mentira llega al mundo de las universidades y las escuelas, de la literatura y del cine, del Internet y de la prensa, de los políticos y de algunos fenómenos religiosos.
Pero la verdad no puede quedar prisionera, ni las mentiras pueden sepultarla. Porque bastan algunos corazones humildes y valientes para que la luz sea acogida y vuelva a iluminar a quienes a ella se acercan.
El mundo está hambriento de iluminadores de almas. Mientras grupos de poder buscan sembrar errores y perseguir a los amantes de la verdad, los iluminadores se convierten en vidrieras que reflejan el Evangelio (cf. Jn 1,9).
Pedimos a Dios, con confianza, que envíe más iluminadores de almas, más hombres y mujeres que hayan encontrado la verdad y la compartan generosa y alegremente con los demás.
Gracias a ellos, muchos podrán abrir los ojos para vencer los engaños del maligno. Entonces acogerán la noticia más verdadera de la historia humana: Jesús es el Hijo del Padre, enviado al mundo para salvarnos del pecado y de la muerte…
Conoce a san Carlos Borromeo, el patrón de la banca
Un gran reformador de la Iglesia y también patrono de los seminaristas, de los catequistas y del sector de la bolsa
El italiano Carlo (Carlos en español) Borromeo nació en 1538. Era sobrino del papa Pío IV, quien con actitud nepotista lo nombró cardenal cuando tenía 22 años.
San Carlos había estudiado Derecho Civil y Eclesiástico, y era ya diácono. Más tarde lo nombraría secretario de Estado del Vaticano.
Borromeo hacía compatible la vida eclesiástica con la caza, las fiestas… Sin llevar una vida licenciosa, él mismo reconocería después su mundanidad.
Pero antes de ordenarse sacerdote comenzó un proceso de conversión al que contribuirían unos ejercicios espirituales. Llegó a contagiar ese espíritu de conversión a los más próximos, incluido su tío el Papa.
Carlos Borromeo se transformó en un hombre clave en la renovación promulgada por el Concilio de Trento.
Participó en él y posteriormente fue nombrado arzobispo de Milán, donde aplicó la Contrarreforma católica.
Fue ejemplar en el servicio a los demás y se expuso cuando la peste azotó Milán, hasta el punto de que se la llamó «peste de san Carlos»: atendía a los enfermos y a los sacerdotes que morían por asistir a los infectados.
Falleció prematuramente por agotamiento el 3 de noviembre de 1584.
San Carlos Borromeo es patrón de los catequistas, de los seminaristas y de las personas que trabajan en el sector de la bolsa y la banca.
Oración a san Carlos Borromeo
Padre de los pobres san Carlos Borromeo,
ángel de la caridad para enfermos y necesitados,
y para todos modelo de fe, de humildad,
de pureza, de virtudes
y de constancia en el sufrimiento.
Empleaste todos tus dones
para la mayor gloria de Dios,
y para la salvación de los hombres,
siempre con un sacrificio total,
hasta el punto de ser víctima
de tu bondadosa entrega.
Concédenos a los que te admiramos
firmeza en nuestros propósitos,
fuerte espíritu de sacrificio
y tenacidad y constancia,
para el bien de nuestras vidas, almas y mente.
Intercede por nuestras preocupaciones,
para que el Señor nos ayude y conceda
solucionar esta difícil y gran necesidad:
(pedir lo que se necesite).
Milagroso san Carlos,
no nos dejes solos en este desasosiego,
danos tu protección, ayuda y consuelo,
danos fidelidad al Señor,
amor y bondad con los demás,
constancia y esperanza en las adversidades
y paz, alegría y sosiego en las fatalidades.
Dios Padre, no mires nuestros méritos,
sino los de tu querido siervo
y nuestro buen protector, san Carlos.
Ayúdanos a ser fieles testigos de la fe,
para que lleguemos un día
a disfrutar contigo del cielo.
Amén.
(Rezar el Credo, Padrenuestro, Avemaría y Gloria).
(Se puede rezar tres días).