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• Matthew 5:1-12a

 

Nuestro Evangelio de hoy es uno de los más bellos e importantes del Nuevo Testamento: el comienzo del Sermón de la Montaña, y las ocho Bienaventuranzas. ¿Por qué es tan importante? Porque es el mismo Hijo de Dios quien nos dice cómo ser felices. Él no puede equivocarse al decirnos cómo lograr lo que cada uno de nosotros básicamente quiere. ¿Quién podría ser más convincente?

En el centro de las enseñanzas de Jesús se encuentran las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los misericordiosos” y “Bienaventurados los pacificadores”. Ellas nombran el corazón mismo del programa espiritual, porque nombran las formas en que participamos más directamente en la vida divina.

Una de las palabras más importantes que se usan para describir a Dios en el Antiguo Testamento es jésed o chesed (tierna misericordia). La versión del Nuevo Testamento para esta palabra se encuentra en la Primera Carta de San Juan: Dios es ágape (amor). Todo lo demás que decimos acerca de Dios tiene que verse como un aspecto de esta chesed y del ágape. Chesed es compasión; ágape es querer el bien del otro. Por lo tanto, si quieres ser feliz, debes desear ser como Dios. Hazlo y serás feliz.

 

 

• Mark 5:1-20

En el Evangelio de hoy Jesús entra en el país de los gerasenos y se enfrenta a un hombre con un espíritu endemoniado que está encadenado y que vive entre las tumbas.

¿Por qué el hombre ha sido encadenado? ¿Por cual razón está en las afueras de la ciudad? El filósofo René Girard ha escrito de modo persuasivo sobre el tema de la violencia del chivo expiatorio. Los chivos expiatorios cumplen una función importante en mantener las sociedades humanas, apartando aquella competencia y violencia que, de lo contrario, divide las comunidades.

Y por ello, el demoníaco geraseno está encadenado para ser mantenido cerca. ¿Podemos no imaginar a los ciudadanos del pueblo saliendo a mirar a esta pobre alma? El hombre torturado se hace llamar Legión, porque hay “muchos” en él. ¿Podrían los muchos en cuestión ser los ciudadanos de la ciudad que han proyectado sus odiosas sombras sobre él?

Al curar al geraseno endemoniado, Jesús da a conocer Su intención de romper el patrón de los chivos expiatorios, y así mostrar a la gente de la aldea una nueva forma de permanecer en comunidad. En lugar de proyectar la violencia y negatividad sobre un inocente, recurrir a la difícil pero, en última instancia, importante tarea de agrandar el alma en la autocrítica y la conversión.

 

 

Jacinta Mariscotti, Santa

Virgen, 30 de enero

Terciaria Franciscana

 

Martirologio Romano: En la ciudad de Viterbo, en el Lacio (hoy Italia), santa Jacinta Mariscotti, virgen, de la Tercera Orden Regular de San Francisco, la cual, después de perder quince años entregada a vanos deleites, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para consolar a los ancianos, fomentando el culto a la Eucaristía (1640).

Etimología: Jacinta = Aquella que es bella como la flor del jacinto, es de origen griego,

Fecha de canonización: 24 de mayo de 1807 por el Papa Pío VII.

Breve Biografía

Puede ser un ejemplo para las niñas-bien. Bueno, es un ejemplo para todos, pero dado que su vida pasó por unas situaciones peculiares de quienes proceden de buena cuna, tienen bienes materiales abundantes y hasta pueden predecir un futuro lleno de posibilidades que mucha gente llama «ideales», pues por eso escribí lo que escribí. Sobre todo, cuando esas previsiones de futuro probables se convierten en sólo futuribles por las disposiciones de la Divina Providencia. Y si no, conozcamos algo de su vida.

Nació cerca de Viterbo, en Vignatello, en el año 1585 del matrimonio formado por Marcantonio Mariscotti y Octavia Orsini, condesa de Vignatallo. Top en la sociedad del tiempo. De sus hermanos hay algo que decir también. Ginebra, que se llamó luego Inocencia, vivió y murió santamente como Terciaria Franciscana de San Bernardino. Hortensia, joven virtuosa que casó con el marqués de Podio Catino, Paolo Capizucchi. Sforza se casó con Vittoria Ruspoli y heredó el título de la familia de los Mariscotti. Galeazo trabajó y murió en la Curia romana.

 

 

Se llamó Clarix como nombre bautismal. Sus padres quisieron darle la mejor educación y pensaron que el camino óptimo era ponerla junto a sor Inocencia, su hermana, para que creciera al calor de los buenos ejemplos y virtudes del monasterio. Su intención fue más buena que acertada. Todo lo de fuera le ilusiona, le atrae, le embelesa y encanta más que el aire religioso de dentro. Abandona el monasterio y como conoce su hermosura y la prosapia de su familia, se hace vanidosa, presumida y coqueta. Más, cuando su hermana encontró su buen partido y, enamorada, contrajo matrimonio; ahora se vuelve tan ligera, mundana y extraviada que está a las puertas de su definitiva ruina espiritual.

El único camino viable es entrar de la peor gana en el monasterio; y, más por despecho que por vocación, toma el hábito de Terciaria franciscana con el nombre de Jacinta. Tiene veinte años.

Por diez años, que son bastantes, lleva en el convento una vida mundana. Su celda parece un bazar por los lujosos adornos; la piedad en ella es tibieza; la mortificación prescrita, un tedio; hasta recibe las amonestaciones con desprecio.

Pero con treinta años llega la hora de Dios y surge potente la casta noble y cristiana que lleva dentro. Una enfermedad grave la espabila del sueño. Una confesión general es el comienzo. Se suceden los actos de petición de perdón, de arrepentimiento, está horrorizada por el mal ejemplo… suenan las disciplinas en público, da besos en los pies de sus hermanas, obediencia rendida, aceptación de los sufrimientos. La conversa aparece en público alguna vez como animal, con la soga al cuello. Aunque claramente se tiene por la mujer más pecadora la nombran vicesuperiora y maestra de novicias pero ha de vencer su repugnancia a intentar educar a otras que son mejores. Ahora tiene su contento en la oración, es devota del Arcángel san Miguel, ama sin cansancio la contemplación de la Pasión de Jesucristo, la Misa le da lágrimas, las imágenes de la Virgen son su refugio. Le causan pena las almas que pasan por el extravío del pecado y por su recuperación para Dios funda dos cofradías: La Compagnia dei Sacconi para la atención material de los enfermos y ayudarlos a bien morir y La Congregación de los Oblatos de María para avivar la piedad, hacer obras de caridad y fomentar el apostolado de los seglares. Aquí ya quiso recompensar Dios a su sierva enamorada con dones extraordinarios como el de profecía, milagros, penetra los corazones, es instrumento de conversión y el éxtasis es frecuente en ella … Así hasta que murió el año 1640, cuando tenía cincuenta y cinco.

 

Sal a su encuentro y anuncia su Misericordia

Santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20.

 

 

Lunes IV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme la gracia, Señor, de encontrarme contigo, en esta oración y durante todo este día.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras. Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”. Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿cómo te llamas?”. Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca. Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio de hoy invita a salir al encuentro de Cristo y anunciar su Misericordia. Puede leerse la dificultad del hombre endemoniado y vale en este momento preguntarse: ¿Cuáles son mis demonios? – Si te sirve escribe todo aquello que te impide ser feliz: pecados como la infidelidad – en el matrimonio, noviazgo, con las amistades –, aborto – porque te has practicado uno o porque has inducido a alguien a realizar este crimen –, vicios, etc… Sea cual sea el pecado, sal al encuentro de Cristo y deja que Él te sane; Cristo no te juzga, por el contrario te ama y quiere sanarte, quiere colmarte de su misericordia.

Salir al encuentro de Cristo es ver más allá de tus problemas, es levantar los ojos al cielo y contemplar el firmamento, en donde puedes contemplar la inmensidad de la creación, es dejar de ver hacia abajo, al suelo, pues lo único que haces es poner límites a tu capacidad de ver. Él, quiere que aprendas a superar las barreras, los miedos que te has creado – por magnificar los problemas y dudar de su Misericordia -; aprende a reconocerte necesitada(o) de perdón, basta que te confieses y el perdón llega. Solo cuando dejas que el temor te gobierne, tu capacidad de ser feliz y de ver el horizonte es cuando ahuyentas a Jesús de tu vida. Claramente se lee en este Evangelio: «se quedaron espantados…Ellos le rogaban que se marchase de su país». Vence el temor y sal a su encuentro, experimenta la Misericordia de Dios y se portador en tu familia, trabajo, amistades, etc., de la misericordia de Dios en tu vida. Dios te llama, te ve, te ama y te dice: «Ven a mí que sanare tus heridas y anuncia lo que hago por ti».

«Dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Pero, Señor, no puedo con esa gente, la odio, me ha hecho esto, esto y esto… Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar por Jesús. Deja que Jesús te cure». (Homilía de S.S. Francisco, el 8 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Soy débil, Señor, sana mis heridas, permite que reconozca tu misericordia y dame la valentía para proclamar las gracias que me concedes.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Compartiré lo que Jesús ha hecho conmigo con quien tengo más cerca, con quien convivo en mi día a día.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Dar testimonio de la misericordia de Dios

Es importante y necesario dar testimonio de la misericordia de Dios para vivir como verdaderos discípulos de Jesucristo

 

 

“Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20, 21), dijo Jesucristo a sus discípulos enviándolos a ser anunciadores de su Divina Misericordia, capacitando así bajo la acción del Espíritu Santo la obra misionera de los apóstoles.

En la actualidad también se perciben puertas cerradas, como en aquella ocasión estaban los discípulos por miedo. Es un llamado para el bautizado, anunciar la Divina Misericordia siendo testigos de la paz que Cristo dona con la resurrección y viviendo la pascua con el deseo firme de la reconciliación.

 

 

En la bula Misericordiae Vultus el Papa Francisco recuerda las palabras de San Juan Pablo II que motiva “la urgencia de anunciar y testimoniar la misericordia en el mundo contemporáneo: Ella está dictada por el amor al hombre, a todo lo que es humano y que, según la intuición de gran parte de los contemporáneos, está amenazado por un peligro inmenso. El misterio de Cristo… me obliga al mismo tiempo a proclamar la misericordia como amor compasivo de Dios, revelado en el mismo misterio de Cristo. Ello me obliga también a recurrir a tal misericordia y a implorarla en esta difícil, crítica fase de la historia de la Iglesia y del mundo” (n. 11).

Hoy sigue siendo necesario implorar la misericordia de Dios, y dar testimonio de ella. Luego del encuentro de los discípulos con Jesús (Jn 20, 19-31), ellos empezaron a tener vida en Él, anunciando su palabra e imitando sus obras; ser testigos de la misericordia de Dios significa vivir como verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo.

 

 

San Lesmes, el abad que servía a los peregrinos

 

 

Conoce la vida del patrón de la ciudad de Burgos, un monje benedictino de origen francés dedicado a los pobres y los enfermos

San Lesmes fue un monje benedictino de origen francés. Vivió aproximadamente entre el 1035 y el 1097. Su nombre en español medieval es Adelhem o Adelelme y en francés es Aleaume.

Nació en Loudun (Poitou, Francia) en una familia rica. Pero ya de joven repartió su riqueza entre los pobres y emprendió un peregrinaje a Roma con ropas de siervo.

Se hizo monje y llegó a ser abad del monasterio de Chaise-Dieu, en la región de Auvernia.

La reina Constanza de Borgoña, esposa del rey Alfonso VI, lo llamó a Castilla para que sustituyera la liturgia mozárabe por la romana.

Ya en Burgos, fundó el monasterio benedictino de san Juan Evangelista y allí atendía a los peregrinos del Camino de Santiago. Se dedicó especialmente a los pobres y enfermos.

Santo patrón

San Lesmes es patrón de la ciudad de Burgos.

Oración (de la Novena a san Lesmes)

Dios Todopoderoso y eterno, que llenaste de tu amor el corazón de san Lesmes Abad, escucha nuestra oración y danos tu amor.

A ejemplo suyo, haznos descubrir y servir a Jesucristo, tu Hijo, en nuestros hermanos pobres y peregrinos.

Que en su escuela aprendamos a responder con generosidad a la vocación a la que nos llamas, a acoger sin prejuicios a los que se acercan a nosotros y a grabar a fuego en nuestra mente aquellas palabras: “Quien a vosotros os acoge, a mí me acoge”.

Por su intercesión, libra nuestras almas del odio, del egoísmo y la indiferencia. Haz que todos recordemos que somos peregrinos por este mundo y que un día seremos juzgados sobre el amor.

Danos, Señor Jesús, el Espíritu de silencio, oración y penitencia que llenó la vida de san Lesmes Abad.

Que en el diálogo íntimo contigo y en la participación en la mesa eucarística encontremos la fuerza para sostener y dar sentido a nuestras labores cotidianas.

Que así como san Lesmes repartió el pan a los pobres, también hoy compartamos con generosidad nuestros bienes con los necesitados.

Que el pan de la Eucaristía sacie a todo aquellos que le buscan con sincero corazón.

Oh Dios, que quieres la salvación de todos, regálanos los pastores, los sacerdotes, los religiosas y los laicos que tanto necesitamos. Que sean entre nosotros discípulos misioneros y los primeros testigos de tu amor.

María, Virgen peregrina y Reina de la Paz, obtén para nuestro mundo, el amor y la paz. Así sea.